Tampoco puedo atribuirme el mérito de haberlas hecho yo sola, porque a Manuel también le ha tocado participar.
Así que una vez que todo está limpio y reluciente de nuevo y que todos los cacharros están de vuelta en su sitio la experiencia merece la pena. Pero creo que más que hacerlas cada viernes (o sábado, como hoy) de Cuaresma lo nuestro será hacerlas un único día de Cuaresma. Menos es nada.
También está el hecho de que las tiendas me ponen trabas. Y es que no falla: yo busco algo y ese algo deja de existir. Ayer salí a la calle para, entre otras cosas, comprar pan para torrijas. Bueno, pues en panaderías, pastelerías y demás desconocían que tal cosa existiera. Así que tuve que recurrir a mi asesora culinaria para que me aconsejara sobre posibles alternativas.
Además, ya que iba de pastelería en pastelería, recordé que por Todos los Santos me habían prometido que aquí los buñuelos eran cosa de Cuaresma. Esta fue la situación en una pastelería:
Yo: (miro las vitrinas y a mis alrededores. No veo nada que parezca pan de torrijas pero veo que tienen una especie de rosquillas raras). ¿Tienen pan para torrijas?
Dependienta: Eeeeeh... ¿pan?
Yo: Sí, especial para torrijas.
Dependienta: No.
Yo: Ah... ¿y buñuelos?
Dependienta: Sí, claro, ¿no los ves? Aquí los tienes (señala a las rosquillas raras).
Yo: Ah, eeeh, vale. Ya me pasaré otro día.
Y sí, me pasaré otro día para probarlos pero eso NO eran MIS buñuelos.
Por otra parte menudos días llevamos. Ayer volví sin pan para torrijas, es cierto, pero sí que traje fresas y nata montada para postre de ayer y desayuno de hoy. Cómo nos cuidamos.
Tienen una pinta deliciosa!
ResponderEliminar¿A que sí?
ResponderEliminarY ya no queda ni una...