lunes, 14 de diciembre de 2009

Pastel de clementinas

Este era el bizcocho que teníamos pensando para el día que al final hicimos el de Coca Cola y chocolate. Sale, como tantos otros, del libro de Delicias al horno y si alguien la quiere que no dude en pedírmela. Es perfecto porque las mandarinas/clementinas están justo en su punto álgido. Lo normal en nuestro caso hubiera sido querer hacerlo en agosto o algo así.

También está el hecho de que lleva harina de fuerza, que parece que siempre tenemos intacta en el armario hasta que llega el momento en que hay que ir gastándola porque está a punto de caducar/ya ha caducado. Aun así, ya estamos lo suficiente familiarizados con la harina de fuerza como para saber que por mucha fuerza que tenga a veces un poco de ayuda en forma de levadura no le viene mal para evitar posibles crisis de "mazacotismo". Así que cuando la receta no decía nada acerca de levadura y le sugerí a Manuel poner una cucharadita accedió sin problemas a la transgresión.

Ya he dicho alguna vez que odio rallar. Pues bien, digamos que rallar piel de mandarina es de lo peor que hay. La receta recomendaba cortarla en tiritas finas y luego en cuadraditos con un cuchillo pero yo no me veía con paciencia ni tacto para eso. Así que rallé un poco y terminé cogiendo - idea de Manuel - las tijeras de la cocina y cortando en trocitos lo más pequeños posible lo que no se podía rallar. Luego le dejé a Manuel acabar esa tarea mientras yo mezclaba la mantequilla y el azúcar y digamos que... eeeeh... las explosiones de sabor a mandarina que de vez en cuando aparecen en el bizcocho provienen de trocitos cortados un poco menos delicadamente.

Cuando todo estuvo listo se fue al horno. Telehorno, después de tantas semanas al límite, fue de lo más apacible, ni siquiera se agrietó el bizcocho, cosa que me hacía temerme un mazacote. Olía bien, eso sí. La receta daba como tiempo de horneado 55-60 minutos, que a mí me parecía muchísimo tiempo, la verdad. A los 20 minutos aquello ya estaba más o menos asentado y la aguja salía casi limpia. A los 30 le puse papel de aluminio por encima para que no se dorase más y la aguja salía limpia del todo. Pero en teoría llevábamos la mitad de tiempo. Desde que he acertado con las variaciones en los tiempos de las últimas "creaciones", Manuel se fía de mi instinto de reloj de horno y me decía que si creía que había que sacarlo ya lo sacase. Así que a los 40 minutos ya no aguanté más y lo saqué. Y de nuevo se confirma que en una vida anterior he debido de ser eso: reloj de horno. El bizcocho estaba en su punto, sobre todo para Manuel, que no aguanta que haya nada de humedad en el bizcocho.

La receta sugería un glaseado. Pensaba que después del del pastel de Coca Cola y chocolate los habíamos vetado de por vida pero Manuel, que había comprado zumo de clementina y todo (con rallar la piel de dos ya había tenido suficientes variaciones sobre lo habitual de las mandarinas, que es pelarlas y comerlas, no quería más experimentos), no se daba por vencido. Allá que fuimos: un cazo, seis cucharadas de zumo de clementina y no sé cuánto azúcar glas (insisto: si alguien quiere la receta se la daré con medidas más precisas) al fuego. Dejar hirviendo 5 minutos. Creo que lo paramos a los tres porque si llegamos a esperar los cinco minutos señalados nos hubiéramos quedado con un cazo con una sustancia pegajosa y requemada. El día que escribieron esta receta el señor del cronómetro no prestó mucha atención. El caso es que yo descubrí el secreto de la miel en esos minutos: todo eso de que la miel la hacen las abejas es una trola, la miel se hace con zumo de clementina y azúcar. ¿He dicho que la miel me da MUCHÍSIMO asco? Pues bien, doy fe de que aquello olía como la miel, tenía el color de la miel y la consistencia de la miel hasta tal punto que Manuel, siempre escéptico para estas cosas, me dijo que si quería no lo echábamos sobre el bizcocho. Probé un poco y para horror mío sabía también a miel, ugh. Pero a pesar de todo le dije que lo echara. Total... ¿veis esas pequeñas manchitas irregulares que se ven sobre el pastel en la primera foto? Eso es todo lo que dio de sí el glaseado que no aporta nada. Definitivamente, y aunque este no nos salió mal del todo, los glaseados no son lo nuestro.

¿Y el bizcocho? Delicioso, muy otoñal-invernal, de esos de frío fuera y calor dentro de casa. De manta y té de Navidad. Tan rico, tan rico que ya queda menos de la mitad. Y con un nombre que me hace tararear una canción de Mark Owen sin parar: Clementine.

Y luego por la noche la película de plancha era The Ex-Mrs Bradford (Mi ex-mujer y yo), con William Powell copiándose a sí mismo en la saga The Thin Man, sólo que aquí hacía de médico que juega a detective en lugar de detective a secas, y Jean Arthur brillante como siempre. La película es de 1936 y nos dimos cuenta de que el auge de The Thin Man, esta, etc., coincidía también, al otro lado del Atlántico, con el auge de Agatha Christie.

Y como la película se acabó antes que la plancha aprovechamos para ver un rato de La Marató de TV3.

6 comentarios:

  1. Huy, me parece que este bizcocho me encantaría, mmmmm....

    ResponderEliminar
  2. Te ha quedado de fabula, tengo el libro de "delicias al horno" pero no le he sacado mucho rendimiento, al final me disperso y hago otras cosas... en fin. El glaseado se puede hacer sin calor, pones el zumo en un vaso o lo que sea y vas poniendo el azúcar glaas, vamos no se, nunca había oido lo de ponerle calor, a mi tampoco me gusta nada rallar (pero odio más pelar cebollas)aún asi hay unos ralladores maravillosos, igual los conoces, los microplane, y el rallar se convierte en un placer... vale no tanto pero al menos no "ralla" tanto, eso si ,son caritos pero valen la pena y con la Navidad y eso a lo mejor alguien se anima y te lo regala un saludo ;)
    Angeles

    ResponderEliminar
  3. Tiene un aspecto delicioso! Lástima que no pueda probarse virtualmente.
    Un abrazo!!

    ResponderEliminar
  4. Debísteis ver "My darling Clementine"!.

    ResponderEliminar
  5. ¡Qué pinta tiene el pastel! Ideal para tomarlo con el te de bombón y naranja...

    ResponderEliminar
  6. Elvira: estaba riquísimo, sí. Muy ligerito, además.

    Ángeles: pues al libro yo cada vez le veo más potencial, ahora hasta pruebo de vez en cuando alguno de los platos salados que vienen.

    A nosostros lo de los glaseados es que se nos da fatal. Alguna vez ya hemos hecho otro al fuego (creo que no olo llegamos a usar, fue a la basura directamente) pero como somos pésimos preferimos seguir las instrucciones al pie de la letra. Aquí lo del calorera para que se evaporase el líquido y fuera adquiriendo consistencia como de caramelo.

    Ay, un día tengo que escribir una entrada sobre las cebollas y yo. Gracias por lo de los ralladores, los miraré por ahí, he mirado en internet y parecen "curiosos".

    Mar: tienes razón, a ver cuando inventan algo para hacerlo posible ;)

    Samedimanche: jajaja, hubiera estado bien, desde luego.

    Iris: pues estaba rico-rico, e ideal con el té que dices (que es uno de mis habituales, por cierto). Con el té de Navidad, que también lleva naranja, también combinaba perfectamente.

    ResponderEliminar