Entrada programada
No llegué a tiempo de felicitar la Navidad, no he podido hacer el típico resumen del año en libros y dejo esto programado para que no se me pase desearos a todos un estupendo año 2012.
Decir que hago propósito de retomar el blog es absurdo. Siempre estoy deseando escribir y lamentando la cantidad de cosas que inevitablemente se quedan en el tintero. Así que no propósito pero sí deseo, aunque en realidad con quien debería habalrlo muy seriamente sería con Héctor, que es el que boicotea el blog. ¿Pero cómo hablar seriamente con alguien que se parte de risa cuando le miras con cara de enfado? Difícil, más aun si a continuación hace un ruidito de esos suyos. Entonces ya caes en sus redes y no hay blog que valga.
Dentro de unos días celebrará, sin enterarse demasiado, sus primeros Reyes. Los pasaremos en Madrid y aunque Manuel se vuelva rápido, Héctor y yo nos quedaremos a pasar unos diítas más en Madrid, disfrutando de tres Rs: regalos, roscón y rebajas. Y a la vuelta a seguir abriendo regalos de Reyes, claro, que por esta casa pasarán mientras no estamos.
Así que no sólo os deseo uno feliz año sino también un fantástico día de Reyes.
sábado, 31 de diciembre de 2011
lunes, 19 de diciembre de 2011
Minicrónica londinense
Las adquisiciones que no hubo - ya lo aviso - fueron adornos de Navidad. Tenía hasta previsto cuáles compraría seguro en Marks & Spencer. Pero nada, fuimos a Marks & Spencer, compré algo de ropa para Héctor, comimos cosas ricas, compramos cosas ricas y monas y... nos fuimos sin que los adornos se nos pasaran por la cabeza. Un despiste enorme y por supuesto aunque hasta entonces habíamos visto muchos sitios que vendían adornos que yo me había negado a mirar siquiera reservándome para Marks & Spencer a partir de ese despiste los adornos desaparecieron de la faz de la tierra.
Hablando de adornos, salvo por los escaparates de las tiendas y alguna que otra calle tristemente iluminada (Tottenham Court Road o cómo conseguir deprimir a los transeúntes con un puñado de bombillas), vimos pocas iluminaciones. La visita matutina a Marks & Spencer fue suficiente baño de masas con cochecito a cuestas, no quiero ni pensar cómo se pone aquello por la tarde. Estuvimos punto de ir a Hamleys pero al final la masa nos asustó y además Héctor es demasiado pequeño para enterarse de lo chula que es esa juguetería. Ya insistirá en visitarla en futuros viajes.
Y como dice Anna Quindlen en su Imagined London (que sigo leyendo), en Londres no hay esquina que gires que no te lleve de lleno a un trozo de historia, por lo que pasear es siempre una actividad de lo más amena. Ya puedes pensar que estás yendo por una calle cualquiera cuando de repente te topas con la Broadcasting House de la BBC, una maravillosa "crescent" de Mayfair, calles donde vivió Virginia Woolf, una de las calles donde vivió Dickens, un minicentro comercial acogedor e inesperado en el que alimentar a cierta criatura hambrienta y, de paso, comprarle un par de trapitos monísimos así como clotted cream y otras delicatessen británicas. Pocos sitios en los que pasear sin rumbo - o con él - resulte tan turístico como en Londres.
Las otras dos tardes, Manuel se fue a culturizarse viendo la nueva Cumbres borrascosas y un musical mientras yo me quedaba tranquilamente con Héctor en la habitación del hotel. Manuel se lo imaginaba claustrofóbico pero lo cierto es que mis cuatro paredes eran de lo más acogedoras: buena compañía (Héctor estaba de muy buen humor, sólo se atravesó un poco la primera tarde de Charing Cross, supongo que él también acusaba el viaje y las muchas horas pululando, aunque por un momento nos planteamos que - oh, sacrilegio - fuera una vena francófila o algo así), buena televisión, hervidor de agua en la habitación y casi, casi barra libre de todo tipo de comida de Marks & Spencer. Y un montón de libros y compras varias por los que husmear en los ratitos en que Héctor se quedaba dormidillo (escasos: a él lo que le gustaba - salvo por esa primera tarde - era dormirse respirando Londres: las tardes de hotel eran para jugar en la cama gigante y las noches para no dejarnos dormir).
He aquí una compra de Marks & Spencer que no sé si era más bonita por dentro o por fuera. Pese a que con Héctor el espacio de la maleta para compras se ha visto reducido, no pude dejar esta preciosidad de caja de lata en la tienda. Lo único que había que hacer era comerse las galletas in situ y rellenar con libros a la vuelta. Así lo hicimos.
Y así transcurrió el primer viaje a Londres de Héctor. El año que viene, por aquello de los Juegos Olímpicos, no creo que pisemos la ciudad, pero por supuesto a Londres siempre se vuelve.
domingo, 11 de diciembre de 2011
Just My Type, de Simon Garfield
Entrada programada.
Just My Type, de Simon Garfield, es de esos libros que te abren los ojos de tal forma que luego te obsesionas con el tema hasta límites insospechados. A mí ya me interesaba mínimamente el tema de los tipos de letras, las fuentes, etc. Hubo un tiempo en que realmente las coleccionaba en el ordenador y de ahí que, aunque ya me "quité" de eso, me quede un buen legado en el ordenador. Otra es que las use (apenas), pero a veces resulta agradable saber simplemente que están ahí y, si quiesieras, podrías encontrar el tipo de fuente ideal para prácticamente cualquier ocasión (si eso fuea lo tuyo, que no lo es en mi caso). Total, que como queda clara, el interés estaba ahí pero mucho mejor que me quede en el aspecto teórico porque el práctico entre unas cosas y otras queda más o menos descartado.
A Simon Garfield lo conocía de sus ediciones de diarios de Mass Observation, así que tenía buenas referencias y, aunque me esperé (con mucho esfuerzo) a que saliera la edición en tapa blanda, tenía muchísimas ganas de hincarle el diente a este, por muy distinto que fuera el tema. Llegó en octubre y, con este clima de lectura tan extraño que tengo (eufemismo para la combinación Héctor + poco tiempo + mucho sueño + concentración que va y viene), me pregunté brevemente qué tal se me daría un libro de no ficción. Los de ficción habían costado un poco, así que era difícil que me resultara más complicado de leer y el caso es que no sé si por lo interesante del tema (aunque la única lectora estuvo de visita de nuevo hace poco mientras lo leía y no lo vio en absoluto interesante) o por lo ameno del estilo de Simon Garfield, lo leí no exactamente en un santiamén pero si en un tiempo razonablemente breve en comparación con los otros libros leídos dH (después de Héctor).
Me pareció todo cuoriosísimo, desde los tipos de letra que menciona, hasta las anécdotas/historias relacionadas con su creación y uso al tiempo que me abrió los ojos en lo que respecta a cómo se produce y esiona el nacimiento/uso de una funete, etc. Así contado puede que suene como le sonó a la única lectora pero de verdad que es muy, muy interesante, sobre todo si la curiosidad por el tema ya está ahí mínimamente.
Volviendo a lo que decía al principio, es estar leyendo el libro (y después) e irse los ojos a tu alrededor a ver qué tipo de fuentes usan quiénes, dónde y por qué. Lo malo es que y soy un tanto negada para el reconocimiento de ciertas fuentes que a mí me parecen similares así que no llego a sacarle todo el provecho que podría a mis exploraciones que, como mínimo, le dan un poco de interés renovado a mis eternos paseos por las mismas calles, salvo excepciones, con el carrito de Héctor.
Curioso enterarse de cosas acerca de mi letra por defecto en Word (Garamond, aunque ya había leído sobre ella en la wikipedia hacía tiempo; vale sí, soy rara), mi letra por defecto en Word para el teletrabajo (Calibri, de la que no sabía nada), mi letra por defecto en el blog (Verdana, de la que ya sabía algo a raíz de aquella polémica del catálogo de Ikea), etc.
El libro atrapa desde el principio, creo yo, gracias a que empieza pisando fuerte prestando atención a Comic Sans, esa fuente tan odiada en la que creo que todos hemos escrito alguna vez aunque ahora nos rechinen los dientes sólo de recordarlo. Y en la que, por desgracia, la gente sigue escribiendo. No tengo nada en contra de la fuete por sí sola, tiene su función, pero, como se dice en el libro, sí en contra de su uso indiscriminado y que demuestra que, por increíble que parezca hay una fuente para cada cosa y una lápida escrita en Comic Sans es una muy mala idea. En mis exploraciones locales me la encontré en el cartel de un parque infantil pidiendo a la gente que no deje entrar a los perros y aún no termino de decidir si el mensaje la invalida o el dibujito que la acompaña la legitimiza. En lo que tengo claro no va bien es en unos apuntes acerca del masaje del bebé que me pasaron hace unos días. Pobre Héctor, cómo le voy a dar un masajito en Comic Sans.

A Simon Garfield lo conocía de sus ediciones de diarios de Mass Observation, así que tenía buenas referencias y, aunque me esperé (con mucho esfuerzo) a que saliera la edición en tapa blanda, tenía muchísimas ganas de hincarle el diente a este, por muy distinto que fuera el tema. Llegó en octubre y, con este clima de lectura tan extraño que tengo (eufemismo para la combinación Héctor + poco tiempo + mucho sueño + concentración que va y viene), me pregunté brevemente qué tal se me daría un libro de no ficción. Los de ficción habían costado un poco, así que era difícil que me resultara más complicado de leer y el caso es que no sé si por lo interesante del tema (aunque la única lectora estuvo de visita de nuevo hace poco mientras lo leía y no lo vio en absoluto interesante) o por lo ameno del estilo de Simon Garfield, lo leí no exactamente en un santiamén pero si en un tiempo razonablemente breve en comparación con los otros libros leídos dH (después de Héctor).
Me pareció todo cuoriosísimo, desde los tipos de letra que menciona, hasta las anécdotas/historias relacionadas con su creación y uso al tiempo que me abrió los ojos en lo que respecta a cómo se produce y esiona el nacimiento/uso de una funete, etc. Así contado puede que suene como le sonó a la única lectora pero de verdad que es muy, muy interesante, sobre todo si la curiosidad por el tema ya está ahí mínimamente.
Volviendo a lo que decía al principio, es estar leyendo el libro (y después) e irse los ojos a tu alrededor a ver qué tipo de fuentes usan quiénes, dónde y por qué. Lo malo es que y soy un tanto negada para el reconocimiento de ciertas fuentes que a mí me parecen similares así que no llego a sacarle todo el provecho que podría a mis exploraciones que, como mínimo, le dan un poco de interés renovado a mis eternos paseos por las mismas calles, salvo excepciones, con el carrito de Héctor.
Curioso enterarse de cosas acerca de mi letra por defecto en Word (Garamond, aunque ya había leído sobre ella en la wikipedia hacía tiempo; vale sí, soy rara), mi letra por defecto en Word para el teletrabajo (Calibri, de la que no sabía nada), mi letra por defecto en el blog (Verdana, de la que ya sabía algo a raíz de aquella polémica del catálogo de Ikea), etc.
El libro atrapa desde el principio, creo yo, gracias a que empieza pisando fuerte prestando atención a Comic Sans, esa fuente tan odiada en la que creo que todos hemos escrito alguna vez aunque ahora nos rechinen los dientes sólo de recordarlo. Y en la que, por desgracia, la gente sigue escribiendo. No tengo nada en contra de la fuete por sí sola, tiene su función, pero, como se dice en el libro, sí en contra de su uso indiscriminado y que demuestra que, por increíble que parezca hay una fuente para cada cosa y una lápida escrita en Comic Sans es una muy mala idea. En mis exploraciones locales me la encontré en el cartel de un parque infantil pidiendo a la gente que no deje entrar a los perros y aún no termino de decidir si el mensaje la invalida o el dibujito que la acompaña la legitimiza. En lo que tengo claro no va bien es en unos apuntes acerca del masaje del bebé que me pasaron hace unos días. Pobre Héctor, cómo le voy a dar un masajito en Comic Sans.