lunes, 18 de noviembre de 2013

Harriet, de Elizabeth Jenkins

Aunque la novela más conocida de Elizabeth Jenkins, The Tortoise and the Hare, en una preciosa edición de Virago, languidece en la estantería desde hace años, Harriet, re-editada por Persephone y hace pocas semanas en español por Alba en su colección Rara Avis, escaló posiciones a velocidad de vértigo desde que Manuel me la regaló por mi cumpleaños hace un par de meses.

Harriet vio la luz en 1934, cuando apenas habían pasado 50 años del caso original y verídico que cuenta. Lewis Oman (Louis Staunton en la realidad. Si alguien quiere ver su foto aquí la tiene, pero ojo que hay spoilers, en inglés, eso sí)) conoce por casualidad en casa de unos parientes a Harriet Ogilvy, de treinta y pocos años con ciertas dificultades para el aprendizaje pero que, gracias a su madre, había aprendido a valerse por sí misma bastante bien y, sobre trodo, había desarrollado un elevado sentido de la buena presencia: le gustaba ir bien vestida, etc. Lewis, pese a que está cortejando a la hija de los parientes, se entera de que Harriet es una rica heredera y decide hacer de ella su lotería personal. Harriet se deja conquistar con facilidad, para horror de su madre, que intenta por todos los medios impedir el matrimonio. Sin éxito.

La vida de casada de Harriet va de mal en peor y Lewis se las ha ingeniado para cortar cualquier contacto con su madre. De modo que, aislada del mundo, Harriet se va perdiendo en sí misma. Y Lewis, por supuesto, va ganando confianza en su posición de ricachón, incluso, a todas luces, olvidando de dónde procede todo el dinero que él, si bien no derrocha en juego ni en bebida, sí que gasta e invierte con alegría.

No cuento más. Elizabeth Jenkins lo cuenta todo infinitamente mejor, de una forma calculada y con unas elipsis y unos hechos entre líneas que hielan la sangre (tanto por lo bien que están hechos como por lo que implican, claro). Baste decir que yo una noche, tras un día agotador, me acostaba casi con las gallinas y pensaba leer un par de líneas (por aquello de leer algo) y acabé no levantándome con las gallinas, pero casi, pero, eso sí, con la última página de Harriet leída y unos ojos como platos.

Se ha comparado Harriet con The Suspicions of Mr Whicher, pero creo que únicamente tienen en común el hecho de ser casos victorianos y espeluznantes. El libro, de no ficción, por otra parte, de Kate Summerscale, indagaba en muchos aspectos del caso y de la época. Mientras que Elizabeth Jenkins lo cuenta como ficción (ojalá lo fuera), lo que contribuye a hacerlo, quizá paradójimante, más real.