jueves, 9 de septiembre de 2010

Broadway

Manuel ha sido tan amable de escribir la entrada sobre los dos musicales que vimos en Broadway. No hay duda de que así queda mucho más completa, informativa y crítica que si la hubiera escrito yo, pero lo que de verdad, de verdad, motivó su colaboración es que durante el primer musical yo lo pasé fatal intentando mantenerme despierta (sin mucho éxito y no por culpa del musical, sino del agotamiento puro y duro). La segunda noche conseguí mantenerme mucho más espabilada pero aun así cuando ahora intento recordar algo lo recuerdo más como si lo hubiera soñado que como si lo hubiera presenciado. Que disfrutéis.

En cuestiones de Broadway decidimos aplicar el método West End. O sea ir a tiro fijo con una determinada obra y probar suerte con la otra en las taquillas del TKTS. Si además las taquillas del TKTS neoyorquino están ubicadas en Times Square (sin faltarle el respeto a las bondades de Leicester Square, pero es que no hay color) pues casi que resulta hasta divertido hacer cola (y doy fe de que es una cola larga) hasta llegar a las taquillas. La cola además suele estar animada por actores contratados por los musicales más populares de Broadway intentando convencerte de que vayas a su show. Así que rodeado de alguna loca fugada de La Cage aux folles, Roxie Hart wannabes y algún Jet o Shark, que nunca me acuerdo de cuál es cuál, hice la parsimoniosa cola con la (frustrada) intención de encontrar entrada para las últimas funciones del revival de South Pacific en el Lincoln Center. No pudo ser, así que al final terminé comprando entradas para otro revival con no tanta solera como el de Rodgers y Hammerstein pero con no pocos atractivos: Promises, Promises del nunca suficientemente reivindicado Burt Bacharach.

Pero vayamos por partes, porque el tiro fijo era un valor seguro. Por estos lares, los lectores habituales ya saben que Sondheim es una especie de religión de obligado cumplimiento. Y habiendo un Sondheim en cartel en Broadway y con un reparto en el que ni más ni menos (ni menos ni más que el orden entre divas de este calado siempre es motivo de problemas) se encontraban Bernadette Peters y Elaine Stritch, la elección estaba más que asegurada. El Sondheim en cuestión es A Little Night Music que pasa por ser una adaptación musical de Sommarnattens leende (Sonrisas de una Noche de Verano) (una comedia de Bergman, que suena a oxímoron pero hasta resulta divertida, palabra). La producción estaba en el pequeño, para los estándares de Broadway, Walter Kerr Theatre (con lo cual volvimos a cumplir la norma de nuestro viaje anterior: teatro pequeño para Xanadu: Helen Hayes Theatre, teatro enorme para Wicked), no porque la obra original de Sondheim fuese necesariamente de pequeño formato sino porque esta producción ya venía heredada de sus orígenes 'modestos' en el londinense Menier Chocolate Factory. Allí se había estrenado en noviembre de 2008 y allí intenté encontrar entradas cuando estuvimos en febrero de 2009 sin éxito. El Menier Chocolate Factory es un teatro del Off-West End que desde su apertura (en 2004) se ha labrado una enorme reputación como dinamizador de la escena londinense. De allí salió el montaje del Sunday in the Park with George que vimos en el Wyndham's Theatre, un revival de Sweet Charity del que todo el mundo habla maravillas y esta versión casi 'de cámara' de A Little Night Music de Sondheim. Cuando la obra saltó el charco conservó sus orquestaciones reducidas y su escenografía sencilla pero con el añadido de - Broadway es Broadway - dos nombres de relumbrón para adornar la marquesina con profusión de neones: Catherine Zeta Jones como Desirée y Angela Lansbury como Madame Armfeldt. Aun siendo un cast extraordinario el nuevo con la Peters y la Stritch para el buen aficionado es aun más atractivo.

La obra sigue bastante fielmente la trama del film de Bergman, una deliciosa comedia sutil, en el fondo muy francesa pese a estar ambientada en Suecia, sobre el paso del tiempo, el amor, el sexo y las oportunidades perdidas (y recuperadas). Es una obra extraordinariamente compleja en lo musical y muy exigente con los intérpretes. Prácticamente toda la partitura está escrita a ritmo de tres por cuarto (ese vals finisecular que es un anticipo perfecto del fin de una época), asimismo Sondheim usa el contrapunto de forma virtuosa llegando a superponer hasta tres canciones diferentes (el caso de Now/Soon/Later es paradigmático) en un tour de force no al alcance de todos los intérpretes. Y, curiosamente, y contra todo pronóstico mi principal problema con esta producción estuvo precisamente en sus (míticos) intérpretes. Ni Bernadette Peters ni Elaine Stritch interpretaban a unas Desirée o Madame Armfeldt acordes con el libreto original. No porque lo hicieran mal... sino porque básicamente se interpretaban a sí mismas. Bernadette Peters hacía de la diva Peters, la que moviendo una mano o entonando una canción tiene al patio de butacas rendido a sus pies y Elaine Stritch... bueno, la Stritch hacía lo que le daba la gana, que para algo es quien es. Consiguió convertir Liaisons, una canción amarga y nostálgica como pocas, en un juguete cómico alargado hasta la extenuación que sin embargo contó con la empatía de un publico entregado desde el minuto cero (este humilde servidor incluido). Disfrutable, sin duda... un Sondhein canónico... definitivamente, no.

Respecto al Promises, Promises de Bacharach, debo decir que nos llevamos una decepción al descubrir que el papel de Miss Kubelik no lo interpretaba esa noche Kristin Chenoweth, a la que nos hubiera encantado ver en directo. Su cover, Megan Sikora, no lo hizo mal, pero no fue lo mismo. Probablemente la Chenoweth, temperamento expansivo y animal de la escena con tendencia al torbellino, no hubiera tampoco brillado en un papel como este, que debe ser sutil e interpretado con eso que los anglosajones llaman understatement y que es tan difícil de traducir. Y es que Promises, Promises es un remake de The Apartment (El Apartamento) de Billy Wilder y eso son palabras mayores. Como la partitura del maestro Bacharach es algo justita ni cortos ni perezosos los productores de este revival le han colocado dos hits de Mr Bacharach como A House is Not A Home (que cuela bastante bien) y I Say A Little Prayer que cuela menos pero suena bien (el I'll Never Fall in Love Again sí que es original de la obra). La sorpresa fue Sean Hayes en el papel del infeliz Chuck Baxter, patético pero entrañable arribista de felpudo, que consigue fusionar con bastante entereza la cercanía del Jack Lemmon de Wilder con un tono no muy lejano al Matthew Broderick de How To Succeed in Business Without Really Trying. Mención especial para el terremoto cómico llamado Katie Finneran que arrasa con todo el elenco en sus dos breves escenas que le valieron un merecidísimo Tony.

En resumen, nada que vaya a cambiar la historia de Broadway pero dos horitas la mar de entretenidas en un teatro apenas situado a tres o cuatro calles de la Madison Avenue donde residen aquellos que han hecho que un revival tan sesentero haya visto la luz. No nos engañemos, sin el fenómeno Mad Men, seguro que Promises, Promises seguiría durmiendo el sueño de los justos.

7 comentarios:

  1. Uau, Manuel felicidades, no se a que te dedicas, pero esto es una critica de revista especializada.
    Siento no ser muy musicales, solo conozco los más famosos, me suena haber oido hablar por la radio a Josep María Pou que es un experto en ello, de algunos de los que mencionas.
    Si Promises promises es un remake de "El apartamento" desde luego sus productores son bien oportunos, por el fenomeno Mad men como tu dices.
    Un saludo y repito, congratulations.

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  2. ¡Enhorabuena, Manuel! Iba a decir lo mismo que Ángeles. Entre los dos podríais escribir un montón de buenas reseñas en diferentes revistas.

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  3. De parte de Manuel, muchas gracias a las dos.

    Y, Ángeles, no, no se dedica a eso, me temo.

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  4. Viajo a NY en breve y estoy loca por ver un musical de Broadway con todas las letras.

    Por favor, por favor, ¿ me puedes recomendar alguno?

    Has visto la versión que está en cartel de West Side Story? Y Wicked? He oído hablar bien de él, pero me tira un poco para atrás no conocer el argumento.

    ¡Ayuda! Solo encuentro críticas en inglés, y ya es definitivo, no paso de "window" y "car" :-)

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  5. Pues si me dices que el inglés no es lo tuyo, yo optaría por uno del que conozcas la historia para así poder seguirla. Cualquier musical grande en Broadway deslumbra e impone así que, no sé, echa un vistazo a la cartelera y elige el que mejor conozcas. West Side Story no lo vimos pero no puede estar mal. Chicago también tiene una pinta excelente (siempre que, como digo, conozcas un poco la historia).

    Wicked lo vimos en 2008 y es impresionante, buenísimo y muy recomendable. Pero no sé qué tal se llevará verlo sin enterarse.

    En resumen: que yo elegiría algo conocido y que ya te guste.

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  6. Hola Cristina, muchas gracias por tu rápida respuesta.

    Chicago la he visto en Madrid, y he visto la película (que tengo en dvd) unas cien veces, solo un par menos de las que he oído la v.o. En fin, que casi sería mejor cambiar :-)

    La cartelera ya la he mirado más o menos y me llaman mucho la atención The Heights, El Fantasma de la Ópera (lo vi en Madrid), West Side Story (quién no la conoce) y por variar Wicked, sobre todo porque me apetece ver un montaje súper espectacular, cosa que en Madrid (en Barcelona será mejor, seguro) suele fallar bastante.

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  7. Sí, si conoces Chicago tan bien es mejor variar un poco, desde luego.

    Como te decía, Broadway casi por definición es montaje espectacular (aunque como puedes ver en esta entrada, por ejemplo, A Little Night Music fue bastante minimalista)así que cualquiera de los que mencionas te sorprendería en ese aspecto. A mí Wicked me dejó sin palabras, nunca había visto nada así. A lo mejor puedes enterarte de la historia y, si te convence, ir a verlo. Los otros que dices no los he visto, así que no puedo opinar.

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