Con la excepción de ayer (y de hace un momento) en que, sin saber muy bien lo que hacía, mojé una neula (barquillo para el resto de la humanidad) en el té de Navidad y... bueno... desde entonces mi estómago lleno constantemente es en lo único comestible que me deja pensar. Menudo descubrimiento, y eso sin ser yo mucho de mojar cosas en el té.
Y, sí, hoy hemos comido los canelones de rigor. Mientras los iba liando (los 19 que han salido, de ahí que nos pasemos la vida comiendo restos, que ya se acumulan desde Nochebuena; el frigorífico, también lleno, es como un muestrario de las comidas de estos días), después de ya un tiempo considerable metida en la cocina, he visto claras dos cosas: 1) que la eternidad se debía de parecer mucho a eso y 2) que el año que viene, si la asesora culinaria me explica los cambios que proceden, haré lasaña. Eso sí, riquísimos.
Lo dicho.... ¡¡a reventar!! jajajaja. Me ha encantado lo de la eternidad.
ResponderEliminarDe momento intentamos plantearnos una Nochevieja más light... pero la cosa está por ver, claro.
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