
Lo aleatorio, por cierto, es prácticamente la premisa de How It All Began, un libro escrito aplicando la teoría del caos (esa de la mariposa que bate las alas aquí y causa un tsunami allá) a la vida, algo que experimentamos constantemente y que ni examinamos (sería agotador) ni desarollamos de forma tan brillante como Penelope Lively.
A Charlotte, con setentaypico años, un buen día (un mal día, en realidad) le dan un tirón del bolso por la calle y al caerse se fractura la cadera. Un acontecimiento cotidiano (por desgracia) que cambiará las vidas del resto de personajes de forma insospechada. Una novela coral en la que todo descarrila a raíz de este accidente y se sale de su trayectoria predecible, si es que alguna vez la hubo. No sólo cambia la vida de Rose y Gerry, la hija y el yerno de Charlotte, sino la de Anton, un alumno de Charlotte, la de Henry, el jefe de Rose, la de Marion, la sobrina del jefe de Rose, y así una cadena que se complica y crece y no tiene fin.
Es un tema que encuentro fascinante y con el que conecto bien con Penelope Lively: adoré su Consequences por esta misma razón y su Making It Up me pareció curiosísimo por lo mismo (es una biografía en "¿y si?" en la que en vez de contar su vida, imagina cómo hubiera sido si los momentos clave se hubieran desarrollado de distinta forma).
Penelope Lively, como Margaret Forster, cuenta una historia cotidiana, de esas que no tienen principio ni final, más que aquellos delimitados por las páginas del libro. Por suerte para el lector cotilla como yo, Penelope Lively es tan amable de hacer eso que probablemente para los puristas (no lo sé, no tengo ni idea) sea un recurso pobre, pero que a mí siempre me deja satisfecha: al final del libro cuenta qué fue de los personajes principales. Recurso pobre o no, hay veces que el autor debería concluir el libro así por ley. Vale que uno le puede echar imaginación, pero lo que dice el autor va a misa. Y será triste, pero prefiero infinitamente que el autor me diga qué fue de un personaje por poco que me guste lo que le ha deparado ese destino, que no montarme yo la película tal y como me gustaría pero sin la firma de la autoridad competente.
En resumen, un libro para sacar de la estantería y sentarse a leer y pasar así horas y horas, preferiblemente en un rinconcito lector tan acogedor y agradable como el de la portada.
PD. Resulta que Blogger no me deja comentar ni en mi propio blog ni en blogs ajenos. Lo seguiré intentado, pero ando con el tiempo justo porque el domingo nos vamos unos días a Madrid. Pero que sepáis que he pasado por vuestros blogs (como tantas veces, aunque no siempre pueda comentar). Dina: ¡miles de gracias!