Con la excusa del lanzamiento del nuevo disco de Richie Sambora (que en honor a la verdad no es gran cosa), me lancé a Play.com a comprar algún que otro libro de segunda mano, cosa que siempre tiene el aliciente de que, pese a no ser un catálogo tan enorme como el de Abebooks, es sin gastos de envío. Y además descubrí que el nuevo libro de J.K. Rowling estaba unos centimillos más baratos que en el Book Depository, así que a la cesta que fue también.
Lo habré comentado una y mil veces pero hay pocas cosas que me gusten tanto que eso de que los libros que has pedido de golpe vayan llegando como con cuentagotas (que no equivale a que tarden una eternidad en llegar: eso es desesperante). La ilusión de mirar el buzón, de pensar si llegará algo, de hacer cuentas imposibles sobre si esto llegó ayer, cuánto tardará esto otro, no puede tardar mucho ya, etc. Lo malo es que a nuestra magnífica cartera la han cambiado de ruta. A veces me la cruzo por la calle y la saludo y envidio a todos los que viven en su nueva ruta. Mi nuevo cartero no es de los malos tampoco, es sólo que no nos conocemos, y de hecho un día me reconoció y me paró por la calle para darme un libro para el que, de no habernos visto, me habría dejado aviso de recogida. Así que no debería quejarme pero me quejo.
Con lo fácil, lo cómodo y lo asequible que es comprar por internet, por no mencionar también que últimamente voy a tiro hecho sin tiempo de explorar demasiado, hacía siglos que no compraba un libro físicamente. Hace unos días quedé con
LittleEmily para dar una vuelta por la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión y qué chasco nos llevamos. Ella al menos hizo una buena compra, pero en general nos pareció que era de tamaño reducido y con poca oferta. Para resarcirnos y para que LittleEmily se hiciera con
Call the Midwife en español, traducido como
¡Llama a la comadrona! (
atención a la impagable anécdota de la compra), nos acercamos a la Casa del Libro donde un rinconcito dedicado a Esther Tusquets me resultó irresistible.
De Esther Tusquets me traje a casa la continuación de
Habíamos ganado la guerra,
Confesiones de una vieja dama indigna, y otro libro suyo que me llamaba la atención desde hace tiempo:
Confesiones de una editora poco mentirosa. Tengo curiosidad por saber qué dice de Carmen Martín Gaite, pero aún no he indagado.
Iba a escribir que Angelica Garnett (hija de Vanessa Bell, sobrina de Virginia Woolf, niña del grupo de Bloomsbury) había muerto hace poco pero menos mal que no me he fiado de mi percepción del tiempo, porque resulta que murió en mayo, o sea, no hace muchísimo pero tampoco tan poco. El caso es que desde antes de su muerte ya me interesaba su autobiografía,
Deceived with Kindness, pero su muerte - por triste que suene decirlo así - le hizo escalar posiciones en la
wishlist. En Play.com lo encontré de segunda mano por 6 euros y no me lo pensé más.
Una de las búsquedas habituales en librerías de segunda mano siempre es Helene Hanff. Su 84 Charing Cross Road está por supuesto por todas partes, pero el resto son más difíciles de encontrar (que no imposibles, podría comprarlos por internet de una sentada, pero perdería cierta gracia y, sobre todo, sentaría un precedente muy peligroso). Vi
Underfoot in Show Business por - de nuevo - 6 euros y no me lo pensé más tampoco.
No sé si llegué a contar aquí lo que me pasó hace tiempo en Play.com con
A House of Air, la recopilación de ensayos y demás de Penelope Fitzgerald. Es un libro dificilillo de encontrar, sobre todo a un precio aceptable siendo de segunda mano, pero una vez lo encontré allí por, creo recordar, unos 10 euros. Me lancé a comprarlo y me dio error varias veces hasta que comprobé que había desaparecido. Imagino que alguien al acecho se me adelantó. Me dio mucha rabia y me dejó la espinita clavada. Esta vez me di mucha prisa después de verlo por 15 euros.
Y por último uno de los grandes lanzamientos de la temporada, quizá el más esperado: la novela para adultos de J.K. Rowling. Estuve esperándola como agua de mayo, tardaba, así que me puse a leer
The Marriage Plot de Jeffrey Eugenides. Un día y veinte páginas después
The Casual Vacancy llamaba al buzón (con ayuda del cartero) y me ponía en un dilema lector de los grandes. Finalmente me pudieron las ansias y dejé aparcado a Jeffrey Eugenides. Como castigo resulta que, de momento al menos, The Casual Vacancy me está aburriendo bastante, pero no quiero adelantar acontecimientos.
El caso es que, volviendo a Penelope Fitzgerald, A House of Air completó el álbum de cromos de esta autora. Eso sí, en estos tiempos modernos no lo parece puesto que uno de sus libros,
Offshore, no sale en la foto porque lo tengo en formato digital. Yo soy defensora total de los Rufinitos del mundo pero debo confesar que tarde o temprano, cuando un ejemplar barato pase por mis manos, Offshore ocupará su hueco en la estantería también. En mi orden cronológico de lectura la próxima suya que lea será At Freddie's.
Y ya que estoy hablando de álbumes de cromos completados, comento por fin los otros dos que mencioné - creo - hace tiempo. Los relatos cortos de Elizabeth Taylor - la novelista - completaron su bibliografía. Teniendo en cuenta que con algunas excepciones intermedias (Mrs Palfrey at the Claremont, Angel) mi orden cronológico aún va por Palladian (que Ático de los Libros publica como La señorita Dashwood) me queda mucha escalada para completar el álbum lector. Pero esto, por paradójico que resulte esto me agobia menos que conseguir los libros en sí. Quiero tenerlos todos pero luego me da muchísima pena que se me acabe el material nuevo de un autor que me gusta. Sé que existen las relecturas, pero mientras me quedan libros nuevos por leer es como si el autor siguiera con vida.
El caso es que es un buen homenaje para celebrar su centenario esto de tener todos sus libros.
Y por último, el álbum completo de Barbara Pym. En los tres casos, pero quizá en este es en el que más me gusta, me doy cuenta de que nunca podría tener una estantería de esas llenas de libros comprados por metros e iguales. Me gusta el contraste de colores, de tamaños, de años de publicación y reedición, que unos estén nuevecitos recién salidos de la imprenta y otros tengan una historia añadida a la original.
En resumen: que pocas cosas más emocionantes e incluso emotivas que completar la bibliografía de un autor predilecto. Dan ganas de quedarse delante de la estantería, orgulloso de una obra cuyo mérito, en realidad, es todo del autor y apenas tuyo.