
Helene Hanff es más que nada conocida por su excelente libro epistolar
84 Charing Cross Road (
en español), pero lo cierto es que escribió unos cuantos libros más y, cuando fuimos a Nueva York, ya que era su ciudad (de residencia, no de nacimiento), yo iba con la idea de intentar encontrar alguno. Al final sólo conseguí uno, pero creo que es el más apropiado:
Apple of My Eye, aunque también tiene uno llamado
Letter from New York.
Escrito en 1976 y revisado en 1988, es una especie de making-off de un libro (que nunca se nombra) de fotos de Nueva York para el que ella tenía que escribir el texto. Apple of My Eye empieza en el momento en que recibe el encargo y sigue con una Helene Hanff que - como ya se sabía - adora Nueva York pero descubre que no está nada puesta en lo que a sitios turísticos se refiere: Wall Street, la estatua de la Libertad, la Bolsa, el Empire State, Times Square son todos sitios en los que Helene Hanff nunca ha estado o sólo ha estado en contadas ocasiones. Así que, junto a su amiga Patsy Gibbs, se dedica a dar vueltas por el Nueva York más turístico, siempre incluyendo pequeños lugares con encanto de esos que conocen mejor los lugareños que las guías turísticas. Confirma el tópico de que, aunque se viva en Nueva York, en Londres, en Madrid, en Barcelona o donde sea, aunque se adore la ciudad y crea conocerse bien, hay sitios que, por estar tan cerca, simplemente nunca se visitan. Es como aquel episodio de Friends en que Monica y Chandler hacen de guías turísticos y Chandler vuelve encantado con lo que ha visto de Nueva York, cargado de souvenirs de su propia ciudad.
El texto original tiene treinta años y, como Helene Hanff dice, Nueva York es una ciudad que está en constante cambio (de ahí que hubiera que revisarlo al cabo de 12 años). Efectivamente, hay bastantes cosas que ya no están como ella las cuenta, sobre todo los sitios con encanto que son menos para turistas y más para los residentes. Los grandes sitios turísticos siguen, en gran medida, como estaban. Quizá lo más impactante del libro es que cuando se escribió las Torres Gemelas estaban recién construidas, eran dos moles que los neoyorquinos - según dice Helene Hanff - miraban con recelo, y que acababan de desbancar al Empire State como edificios más altos de la ciudad. Helene Hanff y Patsy Gibbs - ambas con un tremendo miedo a las alturas - se aventuran (¡dos veces!) al mirador, y descubren que les encanta a pesar de todo. Describe los interiores con todo detalle y leerlo todo ahora, sabiendo lo que pasó, deja un sabor bastante amargo. (El Empire State es de nuevo el edificio más alto... por el momento).
Cuando escribió el libro, Nueva York se acababa de declarar en bancarrota. Como ella cuenta al principio, todo un departamento, con todos sus trabajadores, se había cerrado y todo el trabajo - y ningún fondo - había recaído sobre su amiga Arlene, que trabajaba para el alcalde y tenía que compaginar las tareas y conseguir financiar todos los eventos de la ciudad. Es casi - con pocos años de diferencia - la ciudad que conoció Carmen Martín Gaite (que estuvo allí en 1980-1981). Es una ciudad muchos menos segura que la de hoy, y con zonas mucho más oscuras, como por ejemplo la zona de nuestro hotel: Times Square, Broadway y aledaños (Helen Hanff habla de ello un poco) que luego se ha ido renovando y limpiando hasta ser mucho más transitable.
Helene Hanff disfruta hablando de Nueva York y las conversaciones entre ella y Patsy, también gran amante de la ciudad, son divertidas e interesantes. Helene Hanff no esconde lo que le gusta y lo que no: ADORA (sí, con mayúsculas) Central Park, y odia el Met por quitarle terreno al parque cada vez que deciden ampliarlo. Rebusca la historia inicial de Nueva York (cuando aún era Nueva Ámsterdam) entre los rascacielos ultramodernos y habla de tiendas, de librerías, de bibliotecas, de autobuses turísticos y transporte público con verdadera pasión (tanto en lo bueno como en lo malo).
Cuando habla de Central Park es una maravilla, casi como visitar el parque de nuevo. Dos de las cosas que más siento haberme dejado en el tintero son las estatuas de
Alicia en el País de las Maravillas y de
Hans Christian Andersen (y eso que, cuando lo leía, recordé que en nuestra mañana en Central Park hablamos de ver la estatua pero - oops - se nos olvidó). También la descripción de Ellis Island, recién abierta al público por entonces, es muy tentadora. Es sobre todo en Central Park, aunque no únicamente, donce queda claro que a los neoyorquinos les gusta tanto su ciudad que hacen todo lo posible por mejorarla. No sólo en ese momento de bancarrota, sino antes y también después, neoyorquinos de renombre y neoyorquinos anónimos trabajan solos o acompañados para poner granitos de arena que beneficien a todos: un espíritu que impresiona y que deja huella.
Helene Hanff escribe con su estilo inconfundible: anécdotas, comentarios divertidos, historias increíbles y los mejores consejos para moverse por Nueva York hacen que el texto sea muy ameno y que el libro, pese a sus treinta y pico años y algún que otro desfase, me parezca una lectura imprescindible antes de ir a Nueva York (aunque yo lo haya leído justo después y me haya puesto los dientes largos en muchísimas cosas). Y, aunque no se vaya a ir a Nueva York, sólo por pasar un rato con Helene Hanff la lectura merece la pena. Además, Nora Doel, la mujer de Frank Doel, trabajador de la librería Marks & Co. en 84 Charing Cross, tiene una brevísima mención.
La revisión del texto de 1988 se hace a través de asteriscos en el texto principal y una serie de posdatas al final, donde se habla de los cambios, mejoras y meteduras de pata que sucedieron en los 12 años transcurridos. La nota triste es el "in memoriam" que nos informa de que sólo a los cuatro años de la publicación del texto original, y con 47 años, Patsy Gibbs había muerto, por lo que nos quedamos sin su voz en la segunda parte del texto, cosa que se nota, pese a la aparición de otros amigos de Helene Hanff.
Una nota sobre mi edición: creo que mi libro tiene un mapa del tesoro o algo similar. Lo compré de segunda mano en
Strand y, hasta que el otro día lo empecé a leer, no me había dado cuenta de que en el índice toponímico del final, donde pone
Saks, 74, alguien ha añadido en boli azul: 68, 24, 55, y en ninguna de esas páginas se menciona ni en profundidad ni de pasada Saks. (Sí que es cierto que de pasada se menciona en otra página aparte de la 74). Esas páginas no tienen nada que ver con nada remotamente relacionado - que yo sepa - con Saks, así que me gusta pensar que, de seguir las pistas, se podría llegar a un tesoro escondido.
Como enlace final dejo
una página bastante completita de una admiradora de Helene Hanff que en los años noventa viajó a Nueva York y se plantó en su casa para poder conocerla. La página tiene bastante información y parece que ella está trabajando en una biografía. Mientras llega, yo me propongo encontrar y leer más libros de Helene Hanff.