
¿Es alguien capaz de resistirse a esta portada? Yo creo que es una de las portadas más tentadores que he visto, y de esas he visto muchas.
Por si eso fuera poco,
Howards End is on the Landing, de Susan Hill, es uno de esos adictivos libros sobre libros y sobre la afición a la lectura, nada sesuda, no me refiero a crítica literaria, sino uno de esos libros que son como una conversación. No quiero compararlo porque en realidad no sé siquiera si coinciden en el género (este pertenece a "memorias") pero tiene un cierto aire remoto a
Ex-Libris (
en español), de Anne Fadiman, sobre todo por el entusiasmo y por la sensación de que aquí estás tú afirmando que te gustan los libros pero al lado de esta gente no eres más que un aficionado.
Tenía muchas ganas de leerlo y, como es tradición últimamente, lo encontré por casualidad en una librería y me llevé la última copia que tenían a la vista. Y me ha gustado mucho con un pero, que no es otro que he sido capaz de separar el contenido del libro y lo agradable de la lectura de la opinión que me causaba Susan Hill. No he leído nada más de esta mujer, pero aunque coincidimos en algunas cosas, en otras me ha parecido, no exactamente prepotente, sino lo que en inglés se conoce como "holier-than-thou", que vendría a ser más o menos como decir que se da ínfulas. Como ejemplo de unas cuantas cosas en las que parece que su opinión y actitud es la mejor, destaco sus ataques a la mínima a los lectores electrónicos que, como siempre que se dan en cualquier sitio, suelen proceder de la ignorancia. Lo digo una vez más: defender un
Rufinito no significa dar por muerto el libro tradicional; defender un Rufinito significa ampliar las posibilidades de lectura. Si no te gusta, estupendo, pero no lo descalifiques simplemente porque no sabes cómo funciona. Hay un hecho claro en mi opinión: que es IMPENSABLE que el libro tradicional desaparezca. Así que con eso en mente, ¿podemos avanzar y mejorar y ampliar todo lo que la lectura y la tecnología puedan ofrecernos? ¿Sí? Gracias.
También me chocó que le espante que la gente ponga su nombre (yo lo hago) y/o dedique los libros de regalo pero luego defienda que se hagan anotaciones en los libros, no sólo al hilo del texto, sino listas de la compra, etc. A ver, que yo no escribo en los libro más que para poner mi nombre y la fecha de compra, pero no me disgusta en absoluto encontrar
libros de segunda mano que vengan con anotaciones, lo que no entiendo es por qué no se puede poner el nombre y la firma y en cambio sí una lista de la compra o el teléfono del dentista. Otra contradicción es que se pase todo el libro repitiendo que a ella le gustan los libros para leer, no los libros como objetos decorativos y de repenta venga con un capítulo sobre el valor y el dinero que se puede conseguir con primeras ediciones y ediciones raras.
Y a pesar de que sus muchísimos encuentros con todo tipo de grandes de la literatura de la segunda mitad del siglo XX me hayan parecido interesantísimos, he de reconocer que al mismo tiempo me daba la impresión de ser un poco pretenciosa y presumir de codearse con las estrellas. "Cuando conocí... cuando recibí una carta de... cuando entrevisté a... cuando me encontré con...". Muy interesante, pero no por ello menos presuntuoso.
Esto último describe bien, entonces, lo que me ha pasado, que he devorado el libro con gusto, disfrutándolo muchísimo, al tiempo que criticaba cosas que venían directamente la autora y reflejaban su personalidad. Ha habido cosas, en cambio, que me han llamado la atención. Dice Susan Hill, por ejemplo, que las portadas no deberían determinar las ventas de un libro, pero que lo hacen (y queda claro que ella ha sabido elegir una portada excepcional), pero lo que me chocó más fue cuando comentó que era incapaz de leer libros impresos en letra
"sans serif" (qué bueno, no sabía que en español también se llamara letra palo seco) y que de hecho no paran de llegarle recomendaciones de un libro que tiene en casa (entre los miles y miles de libros que debe de tener sin orden ni concierto, de esto último es algo de lo que presume incluso cuando reconoce que no siempre consigue encontrar los libros que busca y que sabe que tiene, cosa que a mí me agobiaría mucho) impreso en
Arial y que simplemente no puede leer.
El caso es que la premisa del libro no es hablar de los libros por hablar, aunque eso no hubiera estado mal tampoco, sino hacer una especie de año de "slow reading", igual que la gente hace años de
"slow food" o de "slow clothes" como parte del
Movimiento Slow. Vivir durante un año de los libros sin leer o ya leídos que tiene en casa, sin comprar ninguno nuevo, con la excepción de los libros nuevos que le llegan de las editoriales para reseñar. La idea en sí, viendo la de libros acumulados que yo tengo sin leer o que siempre digo que me gustaría releer, no me parece mala, pero reconozco de entrada que yo sería incapaz. Los libros me tientan demasiado y un año sin comprar ninguno se me haría horrible, por mucho que disfrutara la lectura de libros atrasados. Me gusta ver libros nuevos, me gusta tener libros en lista de espera, incluso cuando soy consciente de que a algunos, cuando no se leen pronto, se les "pasa el arroz" y pierden alicientes.
Así que Susan Hill va de estantería en estantería, de habitación en habitación, sobre todo releyendo viejos conocidos y hablando de autores que han significado mucho para ella. Coincimos en Virginia Woolf, que tiene un capítulo entero para ella sola y que me encantó leer. También hablando de hábitos de lectura, temas de libros, su pasión por los libros pop-up (¡también la compartimos! Yo nunca superé la fase de los libros de tirar de lengüetas, abrir y que salgan figuras en tres dimensiones, levantar pestañas, etc., me siguen pareciendo los mejores libros del mundo), los diarios, los libros infantiles, los autores relegados al olvido injustamente, los libros que nos gustan más por las circunstancias en que los leemos que por ellos en sí mismos, los libros que deberíamos leer pero no leemos, las cosas que guardamos dentro de los libros, cómo tratamos los libros, los libros de las bibliotecas (y cómo los que ella sacaba de la biblioteca infantil de pequeña a veces tenían el sello de "desinfectado") y un larguísimo etcétera que desde luego hace las delicias de cualquiera a quien los libros como transmisores de cultura y como puros objetos con encanto le gusten. Todo amenizado con historias de su propia vida, un ensayo familiar, que diría Anne Fadiman, si bien al final del libro Anne Fadiman me caía de maravilla (cosa que continuó con
el siguiente libro suyo que leí) y Susan Hill me caía bastante mal.
Todo para al final quedarse con los cuarenta libros que sería feliz leyendo y releyendo - sólo esos cuarenta - el resto de su vida. Coincidimos en algunos, otros no los conozco y otros yo no los incluiría. Claro que me hizo gracia que uno de ellos se repita y que así la lista de cuarenta (conté por si acaso al repetirse había 41) se quede en 39. Qué despiste y qué rabia llegar a la isla desierta y encontrar que te has traído el mismo libro dos veces.
Yo me lo he pasado en grande leyéndolo y teniendo discusiones - a veces acaloradas - mentales con Susan Hill, que por otra parte dice algo tan bonito como que "yo soy mi ADN literario", en el sentido de que nadie habrá leído los mismos y sólo los mismos libros que tú. Con una frase y un libro así se lo perdono casi todo.