domingo, 20 de septiembre de 2009

Lágrimas de chocolate y avellanas

"Lágrimas de chocolate" tiene que ser una de las combinaciones de palabras más tristes del mundo y en realidad sería mucho más sencillo simplemente llamarlas galletas de chocolate y avellanas con un toque de Nocilla, que es lo que son, pero ya entiendo que en un libro con recetas de 100 galletas llamar a todas las galletas "galletas de..." debe de ser un poco aburrido. Así que en este caso optaron por lágrimas de chocolate y avellanas, qué le vamos a hacer.

Con ellas estrenamos el libro de las 100 galletas que llegó desde Madrid por mi cumpleaños y ya tenemos marcadas muchas más para hacer en futuros sábados reposteros. Y eso a pesar de que las galletas - para qué negarlo - no son lo nuestro salvo si vienen en cajita mágica de Betty Crocker.

En este caso las instrucciones decían que hicieras una bolita, la pusieras en la bandeja sobre el papel de hornear y le hicieras un hueco con el mango de una cuchara de palo. Así lo hicimos... y por eso telehorno resultó de lo más frustrante cuando las bolitas comenzaron a desparramarse hasta casi tocarse unas con otras (y eso que estaban bien separadas) y el famoso hueco se perdió también. Lo que sacamos a los seis minutos en fase inicial de carbonización (y eso que el tiempo recomendado en la receta era de 12 a 15 minutos - no fueron ni lágrimas ni nada, fueron las galletas más planas del mundo con puntillita exterior de masa quemada. ¿Las lágrimas? Casi las nuestras.

Eso era la primera tanda. Entonces Manuel decidió que las habíamos hecho demasiado pequeñas, e hizo unas bolas enormes... que se desparramaron igualmente pero no tantísimo. A los nueve minutos la carbonización comenzaba a amenazar y las sacamos. La tercera y última tanda consisitió de unas cuantas bolitas de tamaño intermedio (éramos como Ricitos de oro probando las sopas y las camas) que sacamos a los siete minutos, medio desparramadas, medio enteras (el hueco obviamente no se conservaba nunca, había que hacerlo al sacarlas).

El resultado final, como el de Ricitos de oro, fue que el punto medio es el mejor: las primeras tienen un deje a quemado que no resulta del todo agradable, menos aún si se le suma lo sequitas que quedaron las pobres, incluso con la gotita de Nocilla. Las segudas, las gigantes, quedaron considerablemente mejor, muy esponjosas y jugosas, lo que quiere decir que en realidad tiran un poco a crudas (un poco, no demasiado). Las terceras - de las que menos hicimos - son las galletas ideales: justo en su punto: esponjosas y jugositas, pero también ligeramente crujientes. Muy ricas.

En fin, que tenemos 100 tipos de galletas con las que practicar el alcanzar el punto medio a la primera e intentar que cocina no huela ligeramente a galleta calcinada. Hay que perfeccionar la técnica, no hay duda.

Hoy es el cumpleaños de Javier Marías y pensaba habérselas dedicado. Pero Javier Marías me impone mucho y poner una foto suya junto a unas galletas de chocolate no terminaba de convencerme. Así que a modo de celebración sobria, remito al artículo del domingo pasado que me olvidé de enlazar aquí y que me encantó.

Ya comenté que la semana pasada habíamos terminado la sección "oficial" y cronológica del ciclo de comedias clásicas. Ahora nos dedicaremos a revolotear, ver películas "menores" y retomar las que, aunque importantes, por unos motivos u otros se quedaron en el tintero. La de hoy suponía un retroceso de 10 años, hemos vuelto a 1932 pero de una buena mano: la de Ernst Lubitsch, que nos ha deleitado con su Trouble in Paradise (Un ladrón en la alcoba), cuyo título en español ya lo cuenta casi todo: dos ladronzuelos - ella y él - se encuentran haciéndose pasar por ricos aristócratas. Al desvalijarse mutuamente se dan cuenta de que son tal para cual y se dedican a... bueno, a ser socios. Todo ello acompañado por unos planos magníficos de Lubitsch, como una estupenda conversación en torno a un reloj en la que sólo vemos el reloj avanzar o este otro que lo dice todo en un cine hecho pre-código Hays. (Código Hays que sí que afectó a la adaptación de Hitchcock de Rebecca que vimos el viernes y que ya comentaré esta semana).

Y después de comer vuelta a las sobremesas de carcajadas gracias a APM?. Y tarareando la canción de la temporada, claro.

2 comentarios:

  1. Genial el artículo de Javier Marías, me ha encantado. Y no, no le pegan nada las lágrimas de chocolate; con ese nombre, seguro que le parecerían muy cursis, jaja! Pero yo me comería 5 o 6 ahora mismo, tienen una pinta buenísima (de las quemadas no).

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  2. A mí el artículo - sobre todo el final - también me gustó muchísimo. De hecho, quería haberlo mencionado el domingo pasado pero con todo lo de los Proms se me olvidó. Pero ya ves que no hay mal que por bien no venga, mejor eso que las cursis lágrimas ;)

    Me ha encantado lo de "de las quemadas no". Esas ni las ofrecería ;)

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