miércoles, 26 de septiembre de 2012

Miss Buncle Married, de DE Stevenson

Entrada escrita hace unas semanas.

No lo pude resitir. Tanta gente deleitándose con Miss Buncle's Book, El libro de la señorita Buncle, de DE Stevenson, editado ahora por Alba, y yo con la segunda parte, Miss Buncle Married, esperando en la estantería era como una especie de tortura cultural insostenible. Así que a la mínima oportunidad me lancé a sacarlo de la estantería. Cuando lo tuve en la mano recuerdo haber pensado que lo recordaba más finito... cosa que dio igual porque, en un ritmo de lectura poco visto en muchos meses, me lo terminé en creo que tres o cuatro días. Lo cual quizá le hubiera hecho mucha gracia a mi antiguo yo, pero este yo actual se dio palmaditas en la espalda por tan frenético y aprovechado ritmo de lectura. Está claro que la percepción lo es todo.

Está el dicho aquel que afirma que "segundas partes nunca fueron buenas". No sé a quién se le ocurrió la frasecita, pero hace ella sola más daño que todas las segundas partes del mundo. Es un obstáculo más que sobrepasar para cualquier segunda parte, como si no tuvieran suficiente con competir - injustamente - con la primera. Así que en la gran mayoría de los casos en que la segunda parte en cuestión no es mala, la frase de quien habla de ella comienza, casi obligatoriamente, con un "hombre, no es como el primero pero".

Entonces, ¿me ha gustado Miss Buncle Married? Hombre, no es como el primero pero...

... es que el factor sorpresa de Miss Buncle's Book ya no está ahí. La estupenda Barbara Buncle, ahora con otro apellido, ya es una vieja conocida a la que saludamos de nuevo con ilusión. Ahora es una mujer casada que vive en Hamsptead Heath y con una agenda social apretadísima. O así es como la encontramos al principio de la novela.

No quiero desvelar nada más porque creo que la segunda parte también se editará en español y quiero que quien se decida a leerla llegue a ella con tantas ganas y tanta curiosidad como llegué yo a ella. Yo y tantos otros lectores, más los que se unen ahora al haber descubierto esta joya, puesto que - generosa que era DE Stevenson - el libro está dedicado a todos aquellos que leyeron Miss Buncle's Book y quisieron más.

Es una segunda parte pero es buena, en serio. Si acaso algo menos frenética que la primera parte, pero quizá eso sea también cosa de ya conocer a los protagonistas, si bien algunas nuevas "caras" son de lo más refrescantes y bienvenidas. Y lo mismo de los ambientes creados y las conversaciones mantenidas, entre los personajes y con el lector, porque este es de esos libros en que cuando toman el té perfecto de Barbara sientes que estás casi dentro, estírate un poco más y podrás coger una inmaculada tacita de ese delicioso té y acompañarla con uno de esos crumpets que gotean mantequilla, si es que la señora de la casa deja alguno en el plato (que seguro que sí, pues es una excelente anfitriona). Poco más se le puede pedir a un libro.

No sé qué dice la sabiduría popular acerca de las terceras partes pero yo sé que tengo muchas ganas de leer la tercera y última parte de la señorita Buncle: The Two Mrs Abbots. ¿Se animarán en Persephone o tendré que recurrir a una copia de segunda mano cuando dentro de unos meses - no lo dudo -  me entre el mono?

jueves, 20 de septiembre de 2012

The Greatcoat, de Helen Dunmore

Entrada escrita en algún momento del mes de agosto.

Parece que el año que viene volverán mis escritores habituales, casi en masa, como ocurrió en 2010. Pese a que la lista de libros pendientes de leer ya supera cualquier adjetivo posible, yo sigo con la vista en los nuevos lanzamientos y en las novedades que me interesan. La wishlist sigue creciendo, los libros siguen llegando a esta casa, sin fecha de lectura, pero por suerte creo que no les importa. Y mientras están en buena compañía.

Helen Dunmore se ha adelantado. Y no sólo ha sacado un libro de poesías que voy leyendo a ratos, The Malarkey, sino que ha publicado un pequeño relato a cargo de la nueva editorial de Hammer, en la misma línea que la productora cinematográfica.

Helen Dunmore, como tantos de esos nombres que se dejarán caer por aquí el año que viene, al menos para anunciar su llegada, es de esas escritoras que, automáticamente, vienen a casa, antes o, como muy tarde, en la fecha de lanzamiento del libro en cuestión.

Tenía muchas ganas de leer The Greatcoat: era Helen Dunmore, tenía toques de la Segunda Guerra Mundial, era corto y era nuevo. Y, lo reconozco, me llevé un pequeño chasco. Ya de entrada me di cuenta de que su prosa no era su prosa habitual. En vez de ser esa prosa poética a la que me tiene acostumbrada y que tanto me embelesa, que tanto dice, era una prosa al uso, práctica y contenida. Nada malo, pero no el estilo que asocio a Helen Dunmore. Y la historia, supuestamente atmosférica, de intriga, tensión y un poco de ese miedo que no es de gritar pero sí de estar con los pelos de punta, pues tampoco estuvo a la altura. No es que sea mi género preferido, pero de ser buena creo que me habría dado cuenta igual. La historia es irregular, tan pronto quiere volverse normal como mantener el suspense y la tensión y al final te da igual todo, sobre todo la protagonista, que es muy pesadita.

En fin, entenderé que esto es una pequeña excursión/incursión de Helen Dunmore en los mundos de Hammer, pero cruzo los dedos para que el río vuelva a su cauce en futuros libros. De momento The Malarkey me consuela y me hace mantener la fe.

Más Helen Dunmore en este blog:

- The Betrayal
- Glad of These Times
- Talking to the Dead

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Adaptaciones Brontë 2011

Seguimos con las entradas a medio hervor. Ni idea de cuándo escribí esta, que sí que recuerdo que escribí a trozos. Entrada-puzzle.

Nunca es tarde si la dicha es buena, aunque a eso le añado yo, que, aunque la dicha sea buenísima, si la memoria falla un poco, sí que resulta que es tarde, sí. Todo para decir que desde hace MESES tengo pendiente hablar de las dos adaptaciones Brontë del año pasado y hasta ahora he sido incapaz de hacerlo. Y mi memoria, que nunca se ha caracterizado por ser buena para estas cosas, ahora es peor. Pero se hará lo que se pueda.

Jane Eyre, de Cary Fukunaga, Manuel la vio en Sitges en pantalla gigante y yo me tuve que conformar con verla en el salón de casa. Hago la distinción porque creo que, por la fotografía, el sonido, etc., imagino que es una de esas películas que en cine ganan mucho. Yo tenía muchísimas ganas de verla: el fondo de mi escritorio del ordenador da fe de ello con una foto de la película que aún no he cambiado. Y la vi y me gustó, pero fue de esas películas/adaptaciones que no sabes bien por qué piensas que carecen de algo. Esta claro que lo que fallaba no era la actriz, una estupenda Mia Wasikowska, que, quizá, para mi gusto, era de lágrima demasiado fácil, tampoco era la fotografía, magnífica, imponente, ni la música, de la que ya hablé, de Dario Marianelli. Ni, por supuesto, Judi Dench, que es perfecta y punto. Quizá era un poco Michael Fassbender que, sin hacerlo mal en absoluto, no me terminaba de convencer del todo como Rochester, hay escenas en las que le encontré un poco rígido/robótico (quizá por influencia de los X-men, quién sabe). Quizá era el guión, que sin ser una mala idea, sí que termina por fallar hacia el final: al principio los flashbacks quedan bien porque son cortos, pero el flashback central, por lo que sea (no voy a entrar en ello), no creo que funcione como flashback. Y lo que tengo claro es que el final no me gustó en absoluto.

No sé, sin disgustarme como otras, o quizá porque me esperaba mucho más, no terminó de dejarme el buen sabor de boca que debería. Me quedó un pequeño regusto amargo que no me esperaba.

Cumbres borrascosas, de Andrea Arnold, Manuel la vio en Londres en el puente de diciembre y yo la vi en el salón de casa (¿os suena de algo?). A diferencia de Jane Eyre, por lo que me había contado Manuel y lo mucho que yo había leído sobre ella, no tenía ni ganas de verla, estaba convencida de que no me iba a gustar. Y no, no porque Heathcliff sea negro por primera vez, que es algo meramente anecdótico y que me da un poco igual (pero lo cierto es que Emily Brontë nunca dice nada a favor ni en contra de esa afirmación, de modo que es aceptable), sino por el enfoque.

Así que cuál fue mi sorpresa cuando la pusimos y descubrí que me estaba gustando. La vimos en dos partes, que no siempre es lo idóneo, y sí que es cierto que la primera, la parte con los actores niños, me gustó infinitamente más que la segunda parte con los actores mayores. A los niños te los crees a pies juntillas y ayudado por el ambiente que acompaña la película, te metes de lleno en la historia. A los mayores, James Howson (un desconocido que fue a la audición y que ahora está en busca y captura por insultos racistas a su novia) y Kaya Scodelario (conocida por su papel en la serie Skins) no. Él no es creíble y punto y ella, para ser Cathy, es demasiado lánguida.

Con la excepción de algunas escenas sobrantes e innecesarias, y teniendo en cuenta que se narra la historia desde la perspectiva de Heathcliff (es decir, a medias. Como por ejemplo en la escena de Cathy y la almohada de plumas, que se ve de refilón por una ventana de Thrushcross Grange), es una gran adaptación que creo que hubiera gustado a Emily Brontë, al menos seguro que más que las muchas otras que hacen de esta historia tan potente una historia de amor relamida y "bonita". En esto me recordó un poco a Abismos de pasión de Luis buñuel, otra de las adaptaciones que me aprecen más fieles. Quizá por aquello de que a veces, si no siempre, lo de ser más fiel al espíritu que a la letra funciona.

En fin, que 2011 fue un buen año Brontë.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Can Any Mother Help Me?, de Jenna Bailey

Voy a dedicar este mes de septiembre, eterno mes de propósitos y novedades, a desempolvar entradas no publicadas que quedaron en borrador en ocasiones no sé muy bien por qué y en ocasiones porque les faltaba un hervor (hervor que a veces les he intentado dar al cabo de los meses o que ni me he molestado porque a veces es imposible: como el agua para un buen té, hay entradas que no se deben intentar hervir dos veces; lo suyo sería empezarlas de nuevo, pero creo que acabaríamos en las mismas). Son entradas de series/lecturas que pasaron ante nuestros ojos hace ya meses, publicadas ahora sin orden ni concierto.

Esta entrada la escribí en algún momento de la primavera. 

Cuando te dicen que un niño te cambia la vida no es difícil imaginar que te la cambie en muchos ámbitos como hábitos, tiempo libre, horarios, etc. Lo que no se puede imaginar hasta que no estás inmerso en ello es el alcance de dicho cambio, que a veces llega incluso a rozar la propia personalidad. Yo antes en cuanto podía me refugiaba en casa, preferiblemente en el sofá, salía lo justo y poco más. Andar por andar, salir por salir, la gente que usa expresiones como "se me cae la casa encima" cuando están un rato en casa, me parecían no sólo incomprensibles sino de locos. ¿Dónde mejor?

Pues bien, Héctor llegó a nuestras vidas y yo paso mucho tiempo paseando, fuera de casa, con preferencia por ir con alguna "misión" pero aceptándolo si sólo es cuestión de pasear por pasear. Héctor es feliz en la calle, se queda en éxtasis mirándolo todo sin perder detalle y se gana su fama de "niño tranquilo", ya que no siempre lo es.

Algo similar ocurrió con las relaciones sociales. Un niño, lo quieras o no, es un rompedor de hielo en las relaciones sociales. En la panadería antes esperabas tu turno sin más, ahora es raro el día que no entablas conversación con un desconocido. Antes yo miraba con cara de "están locas" a las madres que se ponían al corriente de sus niños en las consultas del médico, que se apuntaban a talleres y grupos y ahora... ahora y después de - reacción inesperada inicial - haberme apuntado a un grupo posparto tras el verano pasado, llevo casi un año quedando un día a la semana con un grupo de (menos de 10) madres cuyos niños nacieron entre junio y noviembre del año pasado. Y es curioso. Es curioso verte con tus ojos de yo antiguo y sorprenderte de tener ganas de ir a la reunión, de verte pasándolo bien en la reunión, comentando anécdotas, compartiendo - y a veces despejando - dudas y viendo a niños de edades similares crecer, cada uno a su ritmo, verles que ya desde pequeñitos sus personalidades son muy diferentes. Con unas entablas más amistad que con otras (al fin y al cabo tener un niño nacido más o menos en la misma época no es garantía de nada), pero en general es un rato agradable y relajado y de risas. Es curioso salir por donde antes ibas de incógnito y ahora, en general, no volver a casa del paseo sin haberte encontrado con alguien ya conocido. Es curioso ir a salir pero asegurarte por whatsapp de si alguien más va a salir y así que el paseo se haga más ameno. Es curioso porque es como volverte un poco otra persona, una persona a la que antes, además, no entendías en lo más mínimo.

Y por todo eso y por el hecho de que además era la segunda vez que lo tenía en las manos a dos libras la última vez que estuvimos en Londres el pasado puente de diciembre no pude dejar pasar Can Any Mother Help Me? de Jenna Bailey, que cuenta la creación y desarrollo del CCC (Co-operative Correspondence Club), un grupo de mujeres que, a raíz del grito de ayuda del título, publicado en una revista de temas infantiles, en que una madre hablaba de su soledad criando a sus hijos, preguntaba qué podía hacer para que los días se le hicieran más llevaderos. Las mujeres que le respondieron decidieron formar el CCC, una especie de revista casera a la que los miembros del grupo (cerrado, no abierto a cualquiera) enviaban cartas en papel de determinado formato que iban uniendo y donde las otras madres hacían comentarios. Es decir, que los foros y los blogs son un formato más de algo que ya se había inventado. Por lo visto no es el único de su especie, pero sí que es el único al que se ha tenido acceso.

Un grupo así es una fuente de sabiduría, sobre todo en lo que se refiere a cómo era la vida en esos años: el grupo estuvo en marcha desde los años treinta hasta los noventa. Si siempre se dice que el siglo XX es un siglo apasionante históricamente hablando, un grupo de mujeres que cuenta sus vivencias en el Reino Unido durante seis décadas de ese siglo es impresionante. Y, de nuevo, leyéndolo, reflexioné sobre aquello que le gustan tanto decir a la gente de que todo tiempo pasado fue mejor y de nuevo concluí que no, que no lo es en absoluto, que ya me gustaría ver a quienes lo dicen en situaciones cotidianas y extraordinarias similares a las que narran estas mujeres.

Si le pongo alguna pega al libro es al hecho de que la selección no siempre me parece completa. No quiero decir que hubiera podido prescindir de trozos del libro ni mucho menos, pero sí que estoy segura de que hay infinidad de cosas que se han quedado fuera y que tienen que ser igual de interesantes o más que las incluidas.

Aun así conocer el día a día de otras personas de otros tiempos siempre me parece la mejor lectura.