jueves, 17 de enero de 2013

Año y medio

Entrada programada para no olvidarme.


Hoy Héctor cumple año y medio. Parece que desde que nació hasta que cumplió seis meses pasaron siglos, pero desde su primer cumpleaños hasta hoy parece que hace dos minutos. Y es curioso porque aunque en julio la percepción que teníamos era de niño mayor ahora vemos fotos de su cumpleaños y parece un bebé.

El tiempo ha volado y sin embargo ha cundido mucho. Por fin se soltó a andar, que pronto se transformó en correr, trepar, escalar, subir y bajar escalones y en general no parar. Me paro por la calle a hablar con gente con niños de más o menos la edad de Héctor y estos, fuera de sus cochecitos, pululan alrededor de sus madres mientras estas mantienen una conversación. Héctor no suele salir del coche en esos casos y la gente me mira un poco raro. Pero es que Héctor no pulula a mi alrededor (o sólo en casa si intento hacer algo que requiera cierta independencia) sino que huye. Así que mientras si vas con varias personas y varios niños sueltos estas pueden seguir conversando, si Héctor va andando no hay conversación posible. Es más un monólogo solitario y alejado mío de advertencias, llamadas y explicaciones. Gajes del oficio. El mítico niño tranquilo que deja de serlo en cuanto pone un pie en el suelo. Hace unos días una madre que conoce más a Héctor en su modo asalvajado de fuera del coche pero que sabe que la gente tiende a decirme que es un niño tranquilo, lloraba de la risa cuando me decía que "menos mal que te ha tocado el niño tranquilo" después de mi enésima carrera para evitar alguna fechoría de Héctor.

Héctor empieza a hablar y hasta tenemos conversaciones cuando volvemos a casa por la tarde. Véase:

Yo: ¿Quién va a estar en casa, Héctor?
Héctor: Papá.
Yo: ¿Y qué le vas a decir?
Héctor: Hola.

Peores diálogos hay en muchas series de televisión. Y algo muy sencillo pero que suele triunfar es el que yo le diga "una taza de..." y él responda "té". Y no es sólo de boquilla, que té que tomo delante de él (sólo el de por la tarde, si lo tomo), té que él tiene que catar también.

Le gusta ver dibujos en televisión. Para mirada de "esta está loca" generalizada se los pongo en versión original. Ya tendrá tiempo para protestar y pedirlos en español. Mientras tanto tocan en inglés por dos razones: porque las voces de doblaje de dibujos son como de y para tontos (¡¿por qué si las voces en VO son normales en español tienen que ser de pito e insoportables?! ¡¿Por qué?!) y porque algo queda. A las pruebas me remito: Héctor es fan total de Peppa Pig. Le pongo unos cuantos capítulos para comer, en inglés, y los ve encantado (yo me reconozco fan, también de Ben and Holly's Little Kingdom, de los mismos creadores. La anglofilia llega a límites insospechados). Desde hace unos días, cuando algo se le cae o algo le tiene un poco confuso lo primero que hace es soltar un "oh" que parece salido de la boca de Isabel II y que, obviamente, no ha aprendido ni de Manuel ni de mí.



Los Reyes le trajeron una moto y sólo con ver la caja dio un grito de emoción que ni una fan de los Beatles. Ahora va motorizado por casa y algún que otro día un poco por la calle. De momento va despacito, pasito a pasito, pero ya cogerá velocidad y nos quitará años de vida a sustos. Y podremos utilizar las tiritas chulas neoyorquinas.




Sigue siendo un tragón y es muy sociable siempre que se respeten las distancias. Es muy entusiasta. Tiene tendencia a siempre encontrar la forma de romper los cuentos, para horror de sus padres. Sabe decir el sonido que hacen un montón de animales poco comunes (la gallina, el mono) pero no hay forma de que diga cómo hacen el gato y el perro. Tiene la memoria potentísima de los niños. Es un narcisista: le encanta mirarse en el espejo y ver vídeos suyos en el móvil. Adora, como siempre, comer pan, pero ahora le puede la obsesión por hacerlo miguitas y desperdigarlas (es genial cuando "come" pan por casa), aunque si eres tú quien hace alguna miguita para tirársela a las palomas (algo de lo que yo siempre había renegado. Principios para qué os quiero) es capaz de agacharse para comerse ese miguita (o intentarlo al menos) y parecer un muerto de hambre. Uno de los regalos estrella de Reyes fue el set de limpieza. A ver si le dura y pronto nos limpia la casa él solito. Si le dices que algo de ropa es para lavar no duda un segundo a la hora de llevarlo y meterlo en la lavadora, de la que, como todos los niños, es fan. Los juegos de apilar y de encajar son sus favoritos. Ahora le gusta pintar y bendecimos el maravilloso invento que es el aqua doodle. Engulle el queso de Burgos a la velocidad de la luz. Te avisa cuando el semáforo se pone verde para poder cruzar. Dice que sí y que no con la cabeza y tiene un gesto made in himself para cuando ha habido algo y ya no lo hay. En conclusión: es todo un personajillo de 18 meses.

lunes, 14 de enero de 2013

Disfrutando de lo que trajeron los Reyes (o mientras Héctor duerme) (I)

Años ha, la única lectora y yo nos llamábamos por teléfono (aclaro que teléfono fijo por si hay algún nativo digital en la sala) para contarnos los regalos de Reyes. Años después dimos el salto tecnológico al sms y los dos últimos años hemos llegado al whatsapp. Moderneces (sí, sí, ya sé que ahora Line es el nuevo whatsapp, pero aún no hemos llegado, que ya tenemos una edad). El caso es que este año la única lectora decía que ya vería mis cosas en el blog y le dije que quizá no pondría los regalos aquí. Me preguntó por qué y le dije que en parte se debía a que algunas cosas se quedaban en Madrid para seguirnos unos días después por correo: imposible que cupiera todo en la maleta y eso que creo que aun así obramos algún milagro porque pudimos cargar con la gran mayoría de regalitos. El caso es que aduje que no podía tener todos los regalos sin colocar esperando a que llegaran los demás para la foto familiar. Hasta ahí todo muy sensato.

Lo que yo no sabía es que hace unos días, tratando de poner orden en los regalos pero en realidad recreándome una vez más en ellos, se me haría irresistible hacer unas cuantas fotos aprovechando que Héctor dormía la siesta y sus manitas-manazas no pululaban a mi alrededor en plan terremoto, huracán o cualquier otra catástrofe generadora de caos.

La única lectora pasó una semanita en Nueva York durante los días de Navidad y, aparte de ponernos los dientes largos, nos trajo algunos regalos que recogimos en los días que pasamos en Madrid por Reyes. No sabía ella que mis padres y mi hermana iban a contribuir al botín neoyorquino desde casa.



Un cuento sobre NY para Héctor que, de momento mantenemos guardado, ya que adora los cuentos pero es muy manazas con ellos. Chocolatinitas de Hersheys. (No salen en la foto unas fantásticas tiritas con onomatopeyas de cómic. Héctor, cuando las use, va a ser el niño con las tiritas más cool del parque. Un marcapáginas que se me olvidó sacar del cuento también se quedó sin ser inmortalizado). Un cuaderno de NY correspondido por otro cuaderno neoyorquino de mis padres. Y mi hermana que nos sorprendió con una preciosa e inesperada (por desconocer su existencia) colección de postales de portadas de The New Yorker. Me gustan tantas (creo que sólo hay una que no me dice gran cosa) que me dan ganas de empapelar una pared con ellas. Son tan bonitas.

Últimamente algunos días me ha dado por hacer lo que yo nunca hacía: tomarme un té después de comer. Hay días que acabo bebiendo tres tazas de té (al día, no después de comer), lo cual pese a mi adicción confesa, no deja de sorprenderme. Y una taza de té es lo que mejor le va a la novela gráfica sobre Virginia Woolf editada por Impedimenta que me regalaron mis padres. Aún sólo he leído trozos de aquí y allá. Es demasiado chula como para leerla con calma de entrada (¿tiene eso sentido?) pero la leeré y hablaré de ella aquí. Y mientras la leo utilizaré un precioso marcapáginas de Virginia Woolf, que junto a otros preciosos y artesanos, también me trajeron los Reyes en las casas de mi tía y de mis primas.






Continuará. Y ya aviso: habrá más té y más anglofilia y más libros. Pero eso nadie lo dudaba, ¿no?