Ah, cómo me gusta Sitges. No tengo ni idea de si fue así, pero estoy convencida de que cuando buscaban sitio para celebrar el festival se decantaron por Sitges porque era imposible que nadie se negara a ir. Por poco que le interese a alguien el cine fantástico es impensable que se niegue a ir al festival. Cualquier oportunidad de pasear por las calles de Sitges de camino a un cine, comer mirando el mar y pensar que todas y cada una de las casitas son la casita más mona del mundo es irrechazable.
Cada vez que vamos parece que andamos por las mismas callecillas y sin embargo cada año acabo haciendo fotos de sitios que nunca he visto o de sitios que he visto muchas veces pero son tan adorables que hay que fotografiarlos. Estos azulejitos de aquí al lado (recomiendo hacer clic en la foto para verlos mejor) nunca los había visto y me encantaron. Sitges es así, lleno de pequños detalles con mucho encanto.
Así que al llegar compramos cualquier cosa por allí y comimos en horario británico - porque la película era a las 13:45 - al ladito del mar. Hacía calorcillo y a la vuelta descubrí - y hoy sigo sufriendo las consecuencias - que me habían picado dos mosquitos tigre. (Son mi cruz esos bichos y un motivo más para desear que llegue el frío de una vez). Pero en esos momentos de fotos a ciegas porque no se ve la pantalla de la cámara los disfruté que daba gusto.
Ya lo he dicho como mil veces antes, y de hecho Manuel, a cada comentario que yo hacía ayer, decía "eso ya lo he oído antes", pero qué le vamos a hacer, Sitges es tan bonito que desde la primera vez te subes a los superlativos y ya nunca te bajas de ellos, pero el Mediterráneo en Sitges es hipnótico. El mar es hipnótico en cualquier sitio, sí, pero en Sitges lo parece más. Embobada me quedé mirando hacia abajo y viendo las olas romper una y otra vez, una y otra vez, en estas rocas. Y porque Manuel me despegó del sitio que si no creo que seguiría allí.
Me despegó de allí y me llevó a esa otra actividad adictiva que es recoger conchitas. Y no sé qué es peor, si cuando hay pocas y te obcecas en conseguir sólo una más o cuando hay muchísimas - como era el caso ayer - y vas como de oca en oca, sin molestarte en erguirte, recogiendo una conchita detrás de otra como alguien poseído por un mal extraño. No me descalcé ni puse en práctica el método de mojado y secado de pies de la única lectora, toda mi atención, desde que puse un pie en la arena estaba monopolizada por una conchita detrás de otra. Hasta que Manuel, que se había quedado leyendo dos periódicos del festival en un banco, tuvo casi que sacarme de las orejas... otra vez.
De ahí ya nos fuimos a ver nuestra película, el début como directora (y también guionista) de Julie Delpy: The Countess, que a pesar de contar la historia de Erzsébet Báthory, la famosa condesa sangrienta, es bastante modosita en cuanto a sangre se refiere. La nueva visión del personaje, sin defenderla del todo, intenta redimirla un poco, alegando que la historia la cuentan los ganadores. Nos gustó, y Julie Delpy en el papel protagonista está muy, muy bien.
Después de la película, otro paseíllo, una compra improbable de pimientos (por una combinación de factores como tratarse de una frutería de Sitges en la que siempre que pasamos tengo que entrar por la buena pinta que tiene todo y no haber encontrado pimientos en condiciones en la compra semanal) y de vuelta a casa. Con un poco de suerte no será nuestra última visita a Sitges este año, pero ya veremos.
La visita a Sitges, eso sí, nos dejó sin tarde repostera y, lo que es peor, sin desayuno dominical. Estábamos chafados esta mañana cuando a Manuel se le ha ocurrido que hiciéramos unas "tostillitas" con pan de barra y tan ricamente. Un desayuno delicioso es un desayuno delicioso, lleve dos horas o cinco minutos.
La película de las aceitunas y la pila enorme de plancha de hoy era bien rarita: Topaze (no confundir con Topaz de Hitchcock, ¿eh?), de 1933, con el siempre imponente John Barrymore. Manuel había leído por ahí que era una predecesora de las comedias de enredo posteriores y, aunque no hemos terminado de verlo tan claro, lo cierto es que nos hemos reído igual y nos ha gustado, así que para qué pedir más.
Sitges tiene mucho encanto, me has hecho entrar ganas de ir, hace mucho tiempo que no voy y con lo cerca que está...
ResponderEliminarLa foto de los azulejos tiene mucha gracia, pero las de las olas rompiendo en las rocas son las que más me gustan.
Pues si tienes un rato libre anímate y date una vuelta por allí y seguro que no te arrepientes. Es una maravilla de sitio.
ResponderEliminarDe las olas rompiendo en las rocas he puesto dos pero podría haber puesto como 500, que son más o menos las que hice (bueeeeno, he exagerado un poco ;)). Hasta un vídeo hice, fíjate.
Sitges tiene algo especial... llevo mucho tiempo sin ir pero quizá me acerque la semana que viene (sí, por el Festival).
ResponderEliminarLo de los mosquitos tigre llega a unos extremos. Este verano ha sido de los peores. A ver si el año que viene se busca algún método para eliminarlos o por lo menos para que no seamos un blanco fácil :(
A ver si puedes acercarte. Nosotros, a pesar de lo que dije ayer creo que al final no vamos a poder ir :(
ResponderEliminarLos mosquitos tigre me ponen de muy mal humor. He leído que poco se puede hacer para exterminarlos, pero no sé, es una impotencia. Y luego dicen que la segunda o tercera vez que te pican tu cuerpo ya es inmune y no reacciona tan mal. Pues no sé si será así para alguien, pero a mí este año, contando lo de Sitges, me han debido de picar como 40 veces (y no exagero) y siempre se me pone igual de mal y de fea la picadura. Por no mencionar que aún tengo todas y cada una de las marcas. Grrrrr.
Ahora te escribo desde un valle rodeado de montañas y este año, de nuevo lejos de mi casa, hecho de menos el mar. El pasado año estaba en un sitio precioso de mar. Me cargaba las pilas salir camino del trabajo aún sin haber amanecido y mirando al mar y escucharlo rugir con la fiereza que tiene a veces nuestro Cantábrico...
ResponderEliminarMe has metido ganas de conocer Sitges después de este post.Saludos
Bueno, parece que este año tampoco estás mal situada por cómo lo describes. Yo siempre he sido más de montaña que de mar, aunque por encima de todo para bien o para mal soy de ciudad ;)
ResponderEliminarEl Mediterráneo después del Cantábrico debe de parecer muy manso, pero Sitges merece la pena seguro.
Qué bonitas las fotos! Siempre es un lujo pasear por Sitges.
ResponderEliminarUn abrazo
No se puede decir mejor, Mar: un lujo :)
ResponderEliminar"No todo el monte es orégano"y nunca mejor dicho en mi caso...
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