En 1940, una chica de unos 27 años, embarazada, con otros tres niños de la mano y que acababa de quedarse viuda, fue a la casa de su padre en Barcelona. Este la recibió con una bofetada y le negó cualquier tipo de ayuda.
Los hechos son reales aunque la recreación un tanto peliculera es de mi cosecha. Sé que los hechos son reales porque aquella chica era mi abuela materna. La bofetada de mi bisabuelo la revivo todos los días últimamente porque la razón (si es que hay razones para las bofetadas) era que el marido de mi abuela, recientemente fallecido en un accidente de tráfico en Segovia, era madrileño. Mi bisabuelo siempre se opuso a ese matrimonio (que luego la historia complicó puesto que mi abuela se había casado con un divorciado durante la República y, cuando el franquismo anuló los divorcios, ella pasó de ser viuda a ser madre soltera) por el simple hecho de que él era madrileño y no catalán.
En 1948 mi abuela, que por necesidad había tenido que dejar a dos de sus hijos internos en la Casa de Caridad que ahora es el CCCB, cogió los bártulos y se trasladó, sola con sus hijos, a Madrid, donde la familia de su marido que ya no lo era, la ayudó de la forma en que su familia consanguínea no había sido capaz. Dejó de hablar a sus hijos en catalán, que reservaba únicamente para conversaciones telefónicas con la familia (no para cartas, puesto que ella nunca supo leer ni escribir en catalán al haber estado prohibida su enseñanza durante la dictadura de Primo de Rivera).
Con esto quiero decir algo que todos sabemos: que tontos a lo largo de la historia ha habido muchos y que yo llevo en la sangre la estupidez de uno de ellos, que antepuso una abstracción territorial a su propia hija. También, y de forma más metafórica, quiero decir que las cosas nunca se arreglan con bofetadas (o violencia de ningún tipo).
Tengo aparcadas unas investigaciones genealógicas de la familia de mi abuela. Lo dejé en 1600 y pico y nunca nadie nació fuera de Cataluña, todos los apellidos con los que me encontré eran catalanes de pura cepa. Mi abuela lo de los ocho apellidos catalanes lo superaba con creces.
En el año 2007, la nieta de esta señora, yo, vino a vivir a Cataluña. Pasear por ciertos sitios de Barcelona donde sabía que había estado mi abuela o sitios por los que no sabía que hubiera pasado pero que irremediablemente todos los residentes en Barcelona pisan me hacía casi verla.
Diez años después me entristece que las "altas esferas" sigan recreando, de forma mutua y de forma más o menos metafórica, aquella bofetada que mi bisabuelo le dio a mi abuela. Si bien seguirá habiendo gente en la calle como mi bisabuelo, lo cierto es que en los diez años que llevo viviendo aquí nunca, repito NUNCA, nadie me ha mirado mal por ser madrileña, por ser una vaga para hablar en catalán por más que lo entiendo a la perfección. Leo de vez en cuando historias para no dormir de gente que (atención: exagero, pero no tanto) que casi pierde una pierna o casi muere porque se negaron a atenderles en un hospital porque no hablaban catalán y me llevan los demonios porque sé que son inciertas. Lo sé porque, repito, en diez años, nunca, nunca, nunca nadie me ha mirado mal por hablar en castellano o por decir que soy madrileña.
He tenido conversaciones con gente cuyo idioma principal es el catalán (en el que se sienten más cómodos, igual que yo en castellano, para expresar ideas) en las que ellos hablaban en catalán y yo en castellano con toda la tranquilidad del mundo. Más aun, reconozco que me encantan esas conversaciones. ¿Por qué una de las partes debería lidiar con un idioma en que se siente menos cómoda? Si yo hiciera el esfuerzo podría hablar en catalán y si la otra persona hiciera un esfuerzo aun menor (porque el bilingüismo funciona) también podría. Pero, ¿por qué hacer el esfuerzo cuando la cosa fluye con naturalidad? Y si esto no se entiende o se ve un problema en esta situación es que uno es muy cateto, lo siento.
En casa hablamos en castellano pero mis hijos van a un colegio público donde el idioma principal es el catalán y me parece muy bien. Cuantos más idiomas se hablen, mejor. Me hace mucha gracia que mi hijo pequeño, que acaba de empezar el cole, me cuente cosas mezclando el castellano con las cosas nuevas que allí se ha encontrado en catalán. "Hemos jugado a las casetes". O que mi hijo mayor entienda cómo funcionan los idiomas, aunque a veces falle: "he retallado esto". Quizá para otros esto sería material de Intereconomía, para mí es una maravilla.
Llevo años viendo banderas catalanas y banderas catalanas esteladas en las ventanas. También las veo españolas. Y lo cierto es que me dan bastante igual, tanto unas como otras. He salido muy poco patriótica (lo siento, bisabuelo) y donde la gente ve motivos para enorgullecerse yo solo veo telas coloridas.
El otro día un señor que no pasa hambre precisamente dijo "así la gente ve lo que sufrimos en Cataluña" y me quedé a cuadros. No era consciente de haber estado sufriendo todo este tiempo. Veo en las noticias lugares donde la gente sufre, y mucho, y de verdad, y me parte el alma que haya quien no sea capaz de valorar lo bien que vive. Viví 26 años en Madrid y llevo diez años viviendo en Cataluña. He tenido la grandísima suerte de haber vivido bien en ambos sitios. Toda mi familia vive en Madrid y sé cómo se vive allí, aparte del hecho de que viajamos allí de vez en cuando, y veo que en general la vida es igual en un sitio que en otro. (Por no hablar de viajes al extranjero en lo que compruebo lo mismo). Y veo que este tipo de vida generalizada (sí, hay mucha gente que lo está pasando mal, pero no creo que eso radique en dónde vive) está bien. ¿Hay cosas mejorables? Desde luego que sí. Pero la pregunta es: ¿van a mejorar esas cosas según el tipo de tela colorida que ondee en tu ventana o el escudo que haya en tu pasaporte? Mi respuesta: no (y espera que si cambia el escudo de tu pasaporte, como algunos están obcecados en lograr, no sea que sí que cambie, pero a peor).
No sé muy bien qué pretendo decir con todo esto. Quizá es un recordatorio de ese gran refrán inglés de "if it ain't broke, don't fix it" (si no está roto, no lo arregles). O quizá es la necesidad de contar un poco de lo que me carcome por dentro estos días. En cualquier caso, gracias por leerlo.
jueves, 5 de octubre de 2017
Emilia
Publicado por Cristina en 11:13
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Gracias, Cristina, por esta bonita historia familiar. Y por retornar al blog, que tanto echamos de menos tus lectores. Sobre lo de las banderitas, para qué hablar. Todo lo que está pasando me produce rabia, impotencia y mucha tristeza.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti por el comentario. No he encontrado a nadie estos días que no se sienta como tú bien describes, señal clara de que algo falla. Un abrazo.
EliminarDa mucha pena ver todo esto...en un mundo en el que cada vez se quiere que haya menos fronteras...La violencia nunca justifica nada...lo sé porque lo veo en mi trabajo a diario. Además, trabajo desde hace catorce años para una entidad catalana, y me he sentido muy acogida. Quizá lo del lenguaje en ocasiones, me haya resultado incomprensible, dado que la mayoría éramos castellano parlantes y hay quienes querían dar ponencias solo en catalán...pero salvo eso, el resto lo entiendo perfectamente. Que convivan ambos idiomas, raíces diversas, ideas distintas,...que se siga viviendo con cariño...pero siempre,...el buen trato ante todo.
ResponderEliminarUn abrazo grande, Cristina. Muchas gracias por escribir...muchas gracias por contarnos la vida de una gran mujer, Emilia, que salió adelante junto a sus tres hijos...
Ah...por cierto...yo también veo telas de colores...
Gracias, María, me ha encantado leer tu comentario como en los viejos tiempos.
EliminarYo también creía que aspirábamos a un mundo con menos fronteras, pero veo que no. En fin...
Cristina, cuando esta mañana he sabido que volvías a escribir en tu blog, me he llevado una gran alegría, pues he disfrutado muchísimo de este espacio y lo hecho de menos. Pero luego al leerte he sentido una gran tristeza, porque tenía que haber supuesto que el tema omnipresente que nos marca los días últimamente te debía de estar afectando mucho, tanto como para volver a escribir aquí.
ResponderEliminarGracias por compartir la historia de tu abuela, tan tremenda. Yo estoy viviendo con desasosiego todo este conflicto. Soy del País Vasco, aunque ahora vivo en Cantabria, y toda mi familia sigue allí. He sentido muy vivamente las circunstancias de mi tierra, y me han dolido mucho también, muchas cosas malintencionadas que se han dicho sobre ella. Por eso me duele algunas cosas que oigo sobre Cataluña. Yo no tengo miedo a la democracia ni a escuchar a la gente, ni a dejar que la gente se exprese, elija, decida... Me da mucho miedo, mucho, la violencia, eso sí. Y la información sesgada, las malas intenciones...
Adoro Barcelona, desde siempre me interesó esa ciudad cosmopolita, culta, intelectual... era una especia de Arcadia literaria para mí. Siempre me ha interesado su gran tradición editorial, admiraba a Carmen Balcells y su relacción con el boom latinoamericano, y tantos escritores catalanes que admiro... Cuando por fin pude conocerla, en un viaje por Cataluña con mi familia, tengo que decir que todas mis impresiones fueron positivas, la gente amabilísima, ni un mal gesto, ni un inconveniente al ver que hablábamos castellano y no les entendíamos en catalán. En fin, tengo un cariño inmenso por esa tierra, que quisiera que siguiera formando parte de mi país. Espero que todo se solucione por la vía del diálogo, no soporto ver a la gente apaleada, a las personas enfrentadas, a la angustia de pensar que se abren brechas insalvables, y heridas, y abismos.
Pese a todo, quiero creer que se impondrá el sentido común.
Un beso para tí y tu familia.
Muchas gracias por el comentario y siento que el tema no haya sido otra. Estoy harta del tema y, sin embargo, al final no me he podido callar.
EliminarLo del domingo fue horroroso, la verdad es que no había imaginado que pasaría algo así.
Yo también espero que se imponga el sentido común, pero cuando nadie escucha a nadie cada vez lo veo más difícil. Veremos.
Aquí otra emocionada del regreso del blog :) Ojalá lo puedas retomar, y por temas mucho más agradables que el que hoy tratas. Echo mucho de menos tus reseñas!!
ResponderEliminarDicho esto, gracias por haber compartido tu historia familiar. La mía es mucho más típica: soy hija de dos andaluces que vinieron aquí a buscar una vida mejor. Yo he nacido y crecido en Cataluña, y me considero catalana, pero nunca me he avergonzado (ni nadie me ha hecho avergonzar) de mis raíces. Es más, estoy muy orgullosa de ellas, de la lengua castellana que fue mi lengua materna, pero también de la catalana que aprendí en la escuela y en la que ahora hablo a mi hija. Porque mi pareja, como tu abuela, también es de esos de ocho apellidos catalanes, aunque lo descubrí hará un mes un día haciendo broma. Para que veas lo que me importaba, ni siquiera me lo había planteado en quince años que lo conozco.
Yo todo lo que estamos viviendo estos días lo estoy viviendo de cerca, ya que soy periodista. Y a mí las banderas también me dan igual, la verdad, pero sí que creo que a la gente que pide expresarse libremente y en paz, hay que dejarles hablar. A los de TODAS las opiniones. Y a mí me gustaría que de verdad miremos a la cara las cosas que podemos mejorar del sistema del 78, porque hay muchas, y no todas referentes a Cataluña.
Y todos los políticos han hecho cosas mal, e insensatos los hay en todas partes, pero yo el domingo vi delante mío escenas que te aseguro que desearía con todas mis fuerzas olvidar. Y que no creo que pueda olvidar. Estar cara a cara con un cordón de antidisturbios y un peto fosforito para que por favor no te peguen mientras haces tu trabajo te hace replantearte cosas. O que te llame la fotógrafa llorando por lo que ha pasado delante de su objetivo.
Ojalá haya gente valiente capaz de recomponer las cosas. Porque, desde mi perspectiva, sí que hay cosas rotas que hay que arreglar. Pero claro, es mi opinión, y me encanta leer las de otras personas que viven en un entorno diferente al mío y piensan diferente. Ojalá empecemos todos a escucharnos más.
Impresionante tu comentario, muchas gracias por tomarte el tiempo de escribirlo. No me imagino al natural lo que vimos en imágenes. No quiero ni puedo, la verdad.
EliminarYo también espero que alguien sea capaz de recomponer esto, pero cada vez lo veo más complicado y peor. También creo que hay que ponerse a hablar Ya, pero con cada uno en su burbujita no lo veo posible. Lo malo es que los platos rotos ya sabemos quiénes los pagan siempre.
Me ha encantado tu regreso. ;-)
ResponderEliminarMuchas gracias por contarnos la historia de tu abuela, Cristina. En estos días tan tristes, me ha gustado leerte de nuevo, me siento más acompañada y reconfortada al leer a personas que piensan como tú.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo!
A mí me produce mucha pena la manipulación que se está llevando de todo el tema.
ResponderEliminarA día de hoy, no quiero decir lo que pienso porque hay mucha falta de respeto en la calle.
Fíjate a mí me pasa al revés que a ti, en casa hablamos catalán con nuestros hijos pero como en el colegio la mayoría habla castellano entre los niños, al final entre mi hijos hablan el castellano. Un poco extraño, verdad.
Un gustazo volver a leerte.
Saludos,
Emma
Bonita historia, aunque triste. Cataluña por lo visto atrasa.
ResponderEliminarUna cosa es reminiscencias del pasado y otra volver al pasado, y sobre todo a las equivocaciones del pasado