lunes, 27 de agosto de 2012

Adiós, Edimburgo



No recuerdo qué ni dónde comimos tras salir del castillo, el caso es que lo que nosotros queríamos era hacer tiempo y, de paso, seguir llenando el estómago con un té completo de despedida.

Fuimos despidiéndonos de la ciudad, cruzando el puente hacia Princes Street. Al otro lado del puente estaba el impresionante Balmoral Hotel, en el que ni siquiera curioseamos si había posibilidad de tomar el té, auqnue no lo hubiéramos hecho, y que también tiene cierta conexión con Harry Potter debido a que J.K. Rowling acabó de escribir el último libro en una de sus habitaciones (la 552) y dejó constancia de ello en uno de los bustos que la decoran.


Decía Robert Louis Stevenson que "there are no stars so lovely as Edinburgh street-lamps" (no existen estrellas tan bonitas como las farolas de Edimburgo) y yo, que siempre acabo fijándome y fotografiando farolas de las ciudades que visitamos, no pude contenerme tampoco en esta ocasión.

En Princes Street pasamos por delante de tiendas en las que habíamos curioseado días atrás: Whittard, tienda de té en la que, por fin, tras tantas visitas al Reino Unido, pude comprar algo de té (el único té que compré, su propia mezcla, pese a la apabullante variedad de tés tentadores), y eso que la tradición "manda" que para cuando un Whittard se cruza en nuestro camino yo ya he pasado con creces el nivel permisible de té adquirido. Jenners (aunque ahora técnicamente ya no sea Jenners más que en el nombre histórico de la fachada), por supuesto, con su precioso hall que lo distingue de otros grandes almacenes, pese a oler igual que los demás.



En su "food hall" nos habíamos provisto días antes de lemon curd (a falta de clotted cream, más propia del sur de la isla), dos latas de Coca Cola de vainilla (aún intacta una de ellas en nuestro frigorífico), una de delicioso cream soda (marca A&W: que alguien lo importe ya) que nos bebimos hace unos días, saboreándolo muy bien y algo que yo no había visto, que Manuel vio mientras yo pagaba lo anterior y que, cuando me acerqué a él, me pidió que tomara lo que me iba a decir con calma: ¡jelly belly jelly beans de vainilla! Hice un buen acopio de ellos y de momento los raciono muchísimo, en parte porque el calorazo quita las ganas incluso de comer esas pequeñas bolitas de sabor celestial.

Dudamos si tomar la merienda de despedida en Patisserie Valerie, descubierta gracias a su tentador escaparate, siempre con gente arremolinada alrededor al borde del babeo, donde hicimos una estupenda parada para tomar el mejor batido de chocolate del mundo (¡¿y por qué no pedí yo uno de vainilla?! Manuel lo pidió y resultó ser como beber una tableta de chocolate, nada parecido esos batidos que saben a Cola Cao o Cacaolat), Manuel un éclair de chocolate y nata y yo una tartaletita de fresa y crema que no sólo me deleitó a mí sino que hizo que Héctor se pusiera por las nubes (y que luego dio pie a la mítica y larguísima siesta dominical; con crema así se duerme en la gloria, no me extraña). Conocíamos sus escaparates por las cafeterías que tienen en Londres, pero siempre nos habíamos resistido. A partir de ahora creo que será imposible. El caso es que con mucha pena renunciamos a ello proque queríamos un té y allí todo es más continental, que dicen ellos. Así que terminamos en Marks & Spencer, nada muy elegante ni lujoso, pero sí bien rico, que era lo importante.

Se nos acababa Edimburgo. No veríamos el Fringe, el festival mítico que tiene lugar allí en agosto y con el que, por alguna razón que una vez allí no fuimos capaces de recordar/entender, no habíamos querido coincidir a la hora de reservar allí las vacaciones. Después de haber visitado la tienda, haber visto algunos de los preparativos y el ambientillo pre-festivalero nos arrepentimos un poco (la excusa perfecta para volver, claro).




Dejábamos atrás la ciudad de los adoquines mortales, del misterioso olor a palomitas que no lo son, de las vistas de altura, de los edificios impresionante, de los parques, de las gaviotas enormes, de los semáforos sin duda para escoceses (duran media milésima de segundo... si llega), y eso que son los londinenses los que caminan más rápido que la media, de los libros, de la inspiración literaria, de las puestas de sol que se congelan en un punto del horizonte, de la gente amable, de los cuadros escoceses (cómo no), de la gente que viste según su estado mental y no el tiempo atmosférico, del acento escocés, a veces muy duro, a veces muy suave y mucho mejor conductor de la conversación. La ciudad de los fuertes chubascos que no cayeron. Edimburgo.



Adiós, Edimburgo. Hasta la próxima.

15 comentarios:

  1. La anglofilia triunfante-triunfante. Creo que nos has convencido a todos para escaparnos...

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  2. Buenooo, me has creado una necesidad imperiosa de visitar Edimburgo, ciudad que estaba en posibles y ahora esta en imprescindibles.

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    1. No sé en qué compañía está, pero yo la pondría bien arriba de la lista ;)

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  3. Ayyyy q contenta te vas a poner la semana q viene cuando leas El Plan B....jijiji.
    Como siempre tus crónicas de 10. Gracias a la de NYC te encontré y ya nunca más me fui!!

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    1. ¡Muchas gracias! No recordaba que hubieras llegado aquí durante las crónicas neoyorquinas, qué curioso.

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  4. Edimburgo es una pasada de ciudad. Estuve hace mil años, con 19, mil aventuras tengo de ese viaje. Algun dia tendre que contarlas.

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    1. Sí, ahora me has dejado con curiosidad. Ya contarás, ya.

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  5. Qué bella despedida...que de seguro...será un "hasta luego". Me ha encantado leer tus crónicas...ha sido como volver...y en esta ocasión con más información.
    Me chifla la última foto de Héctor con la placa del banco...preciosa!!
    En cuanto al té...no sabes cómo te entiendo...yo también busco momento para el té de despedida.
    Estuve en la misma tienda Whittard, y de allí me llevé unas minitazas para mis compis...El té de allí me gusta menos...no sé...no le he econtrado el punto o la mezcla.
    Nunca he visitado por dentro Jenners, y por lo que he ojeado, merece la pena.
    Me quedo con la preciosa frase de Stevenson...
    Un abrazo grande y gracias por dejarnos viajar con ella...

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    1. A mí la foto del final también me gusta mucho.

      Whittard es de lo más tentador, pero las nuevas adquisiciones de tazas las tengo muy controladas, que luego ocupan mucho y, peor todavía, luego me "da pena" (!) usarlas. La mezcla que compré allí, la suya, la probé en el hotel y no recuerdo que me desagradase. Este otoño/invierno tengo intención de retomar mi té vespertino, que es el variado. Veremos qué me parece entonces.

      El ilusionista imagino que aparecerá en un ciclo de cine que le estamos dedicando a la ciudad de Edimburgo :)

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  6. Cristina!! Ese mismo día que te escribí por la noche, vimos El Ilusionista...¡¡preciosa!! Y me acordé mucho de ti, porque Edimburgo sale como ciudad protagonista...y la historia es preciosa en sí misma. También salen imágenes de Jenners.
    Un beso grande!!

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  7. Estuve también recientemente e hice un poco de revisión de la historia y de sus monumentos. Por si a alguien le interesa: http://www.anoldgrumpandabeautifulperson.blogspot.com.es/2012/08/historia-de-edimburgo.html
    http://www.anoldgrumpandabeautifulperson.blogspot.com.es/2012/07/la-national-gallery-de-edimburgo.html
    También hubo anécdotas: http://www.anoldgrumpandabeautifulperson.blogspot.com.es/2012/07/fuera-de-programa.html

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  8. Hablando de lemon curd...

    http://eatingmeineliebe.wordpress.com/2012/09/03/crema-de-limon-lemon-curd/

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  9. ¡Preciosa Edimburgo! Una ciudad para mí hasta ahora desapercibida y que ha subido muchos enteros. Por cierto maravillosas los libros que comprasteis.¡Estoy deseando que nos muestres alguna ilustración! Besos

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