domingo, 19 de agosto de 2012

"Mine own romantic town": Edimburgo y sus escritores


Las tres primeras fotos de la crónica de Edimburgo están situadas, junto con otras, delante del Writers' Museum, el museo de los escritores por antonomasia de la ciudad: Robert Burns, Walter Scott y Robert Lous Stevenson y era el museo que nos habíamos encontrado cerrado el domingo.

El lunes estaba abierto, así que allá que fuimos. Héctor se durmió por el camino y, como el museo no está precisamente hecho para cochecitos y no era plan de despertar al niño para colocarlo en la mochila, que nadie me mire mal si dejé que Manuel entrara solo a dar una vuelta por el museo pero, cuando salió, me dio pereza entrar a mí sola y ni sus palabras acerca de la pasión de Charlotte por la obra de Walter Scott sirvieron para azuzarme a entrar.



Y el caso es que mientras Manuel estaba dentro yo me había sentado en un banco con un té calentito al lado y había estado de maravilla, no sólo examinando la placita minuciosamente, sino enterándome de todo tipo de curiosidades contadas por los guías turísticos que se me paraban cerca: la historia de la plaza, llamada Lady Stair's Close (precisamente la casa de Lady Stair es la que ahora es el museo), Robert Burns y su noche, los secretos de los haggis (no, no los probamos) y la existencia de una bebida llamada Irn-Bru, entre otras cosas. A veces es verdad eso de que te puedes sentar en un banco y ver la vida pasar a tu alrededor.



De camino allí habíamos subsanado otro despiste: después de días queriendo mirar el nombre y ubicación de la famosa cafetería donde J.K. Rowling escribió las primeras entregas de Harry Potter me había olvidado y no había sido hasta el domingo por la noche en el hotel cuando me había acordado y Manuel lo había mirado: resultó que el domingo habíamos pasado por delante. El domingo, con eso de las horas intempestivas y/o el sueño acarreado en consecuencia, habíamos pasado por tantas cosas sin enterarnos que realmente daba miedo. Pero bueno, como nos pillaba de camino al museo no hubo problema. Allí, a pocos metros de Greyfriars Bobby (la mañana del lunes rodeado de obras para horror de un grupo de turistas japoneses) estaba The Elephant House:





No nos habíamos quedado allí, pero sí que era el sitio donde me había comprado el té que me acompañaría después en el banco de Lady Stair's Close. Me gustó el sitio, no sólo porque había servido de "escritorio" para J.K. Rowling sino porque otros escritores de la ciudad, como Ian Rankin, también han acudido allí a escribir. Y me gustó sobre todo porque, sin dar la espalda a la fama, no ha dejado que la fama lo supere y lo haga un sitio de culto a Harry Potter. No conocí el sitio antes de ser famoso, pero sé que ahora - salvo por el cartel de fuera y el hecho de que vendan postales de J.K. Rowling dentro - pasa lo suficientemente desapercibido como para parecer un café más de los muchos que hay (como damos fe nosotros, que lo pasamos de largo el domingo).

J.K. Rowling ha dicho muchas veces que no iba a escribir allí (también frecuentaba otro de Nicolson Street, la calle por la que tanto pasamos también el día anterior... sin saberlo) porque no tenía calefacción en casa como dicen las malas lenguas (en efecto ella se pregunta cómo iba a ocurrírsele meterse a vivir en un piso de Edimburgo sin calefacción) sino porque el paseo hacía que la niña se quedara dormida en el cochecito y ella, en cuanto se dormía, se metía a escribir allí. Quien cuestione la simplicidad de sus motivos es porque, simple y llanamente, no ha tenido un niño. Yo este invierno lo adapté a la lectura sin necesidad de inspirarme en ella: salía a pasear con Héctor y en cuanto se dormía o me buscaba un banco al sol o, si el día estaba gélido (que hubo pocos días de esos este invierno pasado) me metía en una cafetería o me volvía a casa (como hago ahora con el calorazo) a leer. Es así de sencillo.

Lo maravilloso de Edimburgo - o una de las cosas maravillosas de Edimburgo - es que es una ciudad muy literaria. No sólo cuenta con el trío de escritores al que está dedicado el museo. Charlotte Brontë hizo una visita muy misteriosa a la ciudad (acompañada de su editor, George Smith, para recoger al hermano de este en el internado; una visita muy polémica para la etiqueta de la época por haber ido solos), le encantó y más tarde se referiría a Edimburgo como "mine own romantic town" (traducción un poco libre: "mi querida ciudad romántica"), no le faltaba razón.

Charlotte Brontë, aparte de al duque de Wellington, idolatraba a Sir Walter Scott. A mí, como le comenté a Manuel, Scott no me dice nada, pero reconozco que su monumento, visible desde tantos puntos de la ciudad y tan, tan bonito, casi le hace a uno sentir el entusiasmo de Charlotte Brontë. Casi, que como ya dije una vez no todos somos Charlotte Brontë.




Edimburgo - aunque hacia las afueras - es, por supuesto, la ciudad natal de Muriel Spark y un buen trasfondo de su novela The Prime of Miss Jean Brodie (La plenitud de la señorita Brodie).

Y mientras paseábamos por allí me acordé de que Kate Atkinson ahora vivía por esos lares y que Edimburgo también es un paisaje importante en sus novelas de Jackson Brodie (también en las adaptaciones televisivas). Y aunque Kate Atkinson no parece el tipo de persona que se lanza a ir de compras por Princes Street, ¿quién puede asegurarnos que no nos cruzamos con ella en algún recoveco de la ciudad? Pero encuentros imaginarios aparte, no estará mal conformarnos con su nueva novela, Life after Life, la primavera que viene. Parece que vuelve a sus orígenes y, pese al enorme atasco lector que llevo a cuestas, no miento si digo que apenas puedo esperar para leerla.

Y es que Edimburgo parece la ciudad perfecta tanto para escribir como para describir. Mágica por su arquitectura y sus calles y sus parques y, por supuesto su castillo, y porque vas por la calle y el aire de olor a palomitas que no lo son casi te inspira. Igual que en Nueva York ves pasar películas ante tus ojos, existan o no, las hayas visto o no, en Edimburgo ves pasar libros ante tus ojos, aunque no los hayas leído nunca o no estén escritos siquiera.



(Victoria Street, una preciosa calle con mucho encanto, cercana a The Elephant House y con alguna que otra librería de viejo de típico olor mustio).

21 comentarios:

  1. Me esta encantando estas crónicas de Edimburgo, tengo pendiente leer "Entre bastidores", ya caerá un dia espero.
    Muy chulas las fotos!

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    1. Me alegra que te estén gustando las crónicas. No quiero sonar exagerada pero deberías leer Entre bastidores YA. De verdad. Y luego el resto de las novelas traducidas de Kate Atkinson, ya verás.

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  2. Eso último que has dicho te ha quedado de cine!! Qué ganas de Edimburgo me están entrando!

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    1. Pues ya sabes. Yo creo que es una ciudad que es imposible que no guste.

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  3. Pues una pena que el cansancio te venciera justo delante del writers' museum. Yo fue lo primero que visité en mi primer viaje a Edimburgo, Pequeñito pero muy interesante.
    En Victoria Street está Old Town Bookshop una librería de viejo muy estrecha pero muy interesante en cuanto a ediciones victorianas y grabados antígüos¿la viste?

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    1. ¡Sí que entramos! Es la de olor a mustio que decía al final de la entrada. Y estrecha, estrechísima, sí. Cosas chulas pero nada que se me encaprichara la suficiente, así que ojeé pero salí con las manos vacías. ¿Tú?

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  4. He ido leyendo todas las entradas que le has dedicado a Edimburgo pero este agosto el calor me está costando tanto comentar que hago un esfuerzo porque está me ha gustado especialmente.
    No sabía nada de la visita "clandestina" de Charlotte a Edimburgo y me ha sorprendido pero también me he quedado encantada con esa ruptura de las normas victorianas. Mira, a mi en cambio, me gustan de buenas a primeras TODOS los escritores de Gran Bretaña, a medida que los voy conociendo, selecciono. Y a pesar de que los escritores escoceses no me suelen entusiasmar, me gusta mucho James Boswell (que salió en tu primera entrada) porque es un cronista divertídisimo.
    A lo que yo habría entrado con niño, carrito, maletas o lo que fuera, es al Museo de los Escritores. Eso de quedarme fuera esperando sentada en un banco no me gusta nada, más que nada, porque soy poco de sentarme al aire libre a no ser que no me quede sensibilidad en los pies y aun entonces aguanto poquísimo. Vamos que perdona por mirarte mal... pero ya sabes, que de momento y no creo que nunca haya, niño :P

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    1. Yo me temo que, pese a la anglofilia, no soy tan magnánima. Eso sí, soy mucho más abierta de mente con los británicos que con cualquier otra nacionalidad. De James Boswell conozco poco, pero lo recuerdo con cariño de cuando leí sus entradas en The Assassin's Cloak.

      Yo antes era poquísimo de sentarme en bancos (aunque siempre lo fui más en Inglaterra que aquí, eso también es verdad) pero ahora con Héctor a veces no me queda otra. Y, a veces, como el día del museo, de verdad que es una maravilla.

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    2. Y bueno, otra cosa, que soy muy fan de cualquier tipo de museo: cuando estoy de viaje, es raro que no vaya como mínimo a 3 o 4, aunque el tema no me interese lo normal es que entre simplemente por serlo. Lo de hacer una inmersión antropológica observando no me gusta nada (recuerda que tiendo a pensar que todos hacemos lo mismo en todas partes) y pasear por pasear es aburrido, vamos, que si no sé a dónde voy, ni me lo planteo. ¡Soy muy complicada! :P

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    3. Yo soy más de preferir patear la ciudad/sitio en cuestión antes que meterme en un museo "porque sí". Si hay algo que de verdad me interese voy encantada, pero si lo de dentro está bien pero de una forma así generalizada prefiero sentarme en cualquier parque/cafetería y ver pasar a los nativos del lugar.

      Pasear por pasear tampoco me va demasiado, aunque ahora con eso de salir a pasear a Héctor todos los días y no siempre sin rumbo fijo me he hecho a ello un poco más. Pero estando de turismo no me importa demasiado. Es como perderse: si no estás de vaije da mucha rabia, pero muchos de los mejores hallazgos en los viajes a veces son fruto de haber tomado mal una calle.

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  5. Hace mucho que mis pies pisaron Edimburgo, y aunque tengo imágenes similares a las tuyas...tengo que admitir que me encantaría volver...y ver mejor una ciudad que tanto tiene que ofrecer.
    Me ha encantado ir contigo, con tu familia y Charlotte Brontë...Hay tantas cosas y anécdotas que desconozco, y que gracias a ti sabemos!!
    Vi el Museo de escritores, pero no pudimos entrar,...así que lo cambiamos por cómo se hace el Whiskey. Aunque no me gusta, es interesante conocer como se produce el licor de malta. La verdad es que es muy interesante.
    No conocí la famosa cafetería donde escribía J.R.Rowling, y si pasé...lo hice sin saberlo. Por entonces me interesaban más otros rincones. A nosotros también nos hizo un día con muchas estaciones...llovía, hacía sol y calor incluido...luego fresquito...era como vivir la ciudad en todos sus momentos. En ese viaje no sólo estuvimos en Edimburgo,...pero esa es otra historia.
    No sabía lo de Kate Atkinson...tomo nota.
    Bueno, sigo viajando contigo...me voy a leer otra de tus entradas.
    Un beso

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    1. Sí, un día en Edimburgo y casi conoces la ciudad en todas las estaciones del año, cosa que tampoco me importaría.

      Seuro que pasaste por la cafetería de J.K. Rowling, es muy céntrica pero realmente, pese a los carteles, es una más de tantas, cosa que para mí es buena.

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  6. Qué ganas de visitar Edimburgo. Parece precioso, ¡y fresquito! Mataría ahora mismo por irme de viaje a un lugar así XD

    Yo soy de las tuyas: también me hubiera dado pereza entrar al museo. Pero parece que no estuvo mal la alternativa :)

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    1. Sí, volver a Barcelona fue una verdadera bofetada de calor, qué shock. Con lo bien que se estaba allí.

      Yo soy más de ver calles y gente autóctona que de entrar en museos salvo mucho interés. De haber ido sin Héctor hubiéramos entrado juntos, pero entrar sola era otra cosa. Y, de verdad, que no cambio mi ratito de zapping cultural/antropológico por nada.

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  7. Con lo que me gusta a mi Sir Walter...!!! Le reconozco un puntito kitsch, pero aún así, la de veranos que he pasado entre sus páginas.
    Qué preciosas fotos, qué preciosa ciudad y que preciosa envidia estoy padeciendo...;D

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    1. Yo no quiero ser pesada, pero realmente NECESITAS conocer Edimburgo, ¿eh?

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    2. Tus crónicas son el argumento de-fi-ni-ti-vo!

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  8. He disfrutado muchísimo tu crónica. Yo fui a Edimburgo como parte de un viaje para "aprender" inglés a los quince años. ¡Me encantó! El castillo me fascinó sobre todo porque se oían las gaitas que los músicos callejeros tocaban en la calle. En esa época tomamos un tour nocturno que te contaba la historia de la ciudad a partir de las leyendas de fantasmas. ¡Gracias por ayudarme a revivir algunos (muchos) ayeres!
    Desde el otro lado del océano,
    RL

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    1. Qué curioso lo del tour nocturno. Y seguro que Burke & Hare - pese a no ser fantasmas - también salían a colación en el tour ;)

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  9. También salí de esa con las manos vacías (no de otras, ya os contaré) porque había graqbados muy bonitos pero poco asequibles para mi bolsillo ;)

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    1. Claro, es lo que me pasó a mí. Lo que me hacía un poco de gracia quedaba un poco alejado del bolsillo.

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