Según la programación oficial a estas horas - y desde hace horas - debería estar metida en la cocina haciendo el caldo de Navidad y demás. Pero por consenso hemos decidido tomarnos la mañana de reposo, comer restos de ayer y dejar la sopita para la cena. Así que está siendo una mañanita de Navidad de lo más relajada (con un poco de teletrabajo, eso sí) .
Y falta nos hacía, porque ayer fue un día de locos: recoger encargos en la carnicería, compras de última hora (¡garbanzos!), adecentar la casa y, finalmente, pasar horas y horas y más horas metidos en la cocina.
Este año había decidido innovar con una receta conocida de casa pero nunca hecha por mí. No las tenía yo todas conmigo cuando pedí la receta a la mujer (canadiense) de mi primo y cocinera oficial desde hace ya muchos años del megapavo de Nochebuena. No las tenía todas conmigo, ya digo, pero el recuerdo era tan poderoso y me apetecía tanto que decidí aventurarme por esos mundos.
La asesora culinaria - mi madre - recomendó que en nuestro caso (muchos, muchos, muchos menos que los comensales de Nochebuena en mi familia) optáramos por un capón, de tamaño más moderado y muy rico. Así que lo encargamos y ayer recogimos a nuestro ejemplar, de 3 kilos y pico.
Hicimos el delicioso relleno (el año que viene si podemos estamos pensando hacerlo el día anterior para que la cosa no se haga tan larga y repartir las horas de cocina en dos días) y luego, cuando estaba frío, rellenamos el capón. De todas las novedades culinarias del día, creo que la más impactante fue la de coser (con hilo y aguja comprados ad hoc) al pobre bicho para que no se le saliera el relleno. Nunca había cosido carne animal en mi vida y a la vista de mis puntadas nada delicadas Manuel dice que tengo poco futuro como enfermera.
Al horno que fue y allí se pasó dos horas y veinte minutos, pintándolo cada cierto tiempo con mantequila y, después, regándolo con oporto. Por cierto que gracias al capón y siguiendo con las novedades estrenamos por fin dos de los instrumentos de cocina comprados en Nueva York: las "cups" para medir (la receta venía en "cups") y el "baster", así que fue una noche de un debut tras otro.
Finalmente, tocó sacar al capón del horno, dejarlo reposar, hacer la salsa y, por fin, poner en práctica los vídeos sobre trinchado que habíamos visto durante la tarde. Fue un trinchado a dos, pero finalmente creo que no se nos dio mal del todo.
Y por fin, aunque oler olía muy bien y la pinta era buena, llegó el momento de probar el resultado de nuestra tarde de cocina intensiva. Por lo que podemos decir nosotros, que no sé si somos jueces muy imparciales, todo estaba para chuparse los dedos. Acabamos llenísimos pero a estas horas empiezan a apetecer las sobras...
De postre - y también hay sobras - macedonia (que también me había tenido esclavizada por la mañana: mirado con perspectiva el día de ayer nos cundió muchísimo) y turrón.
Por cierto que yo no había podido resistirme a darle un toque británico a la mesa y había comprado unos crackers. No hicieron mucho "¡pum!" pero fue divertido, tenían sorpresitas (una peonza que parece sacada de Inception (Origen) entre otras cosas) y los típicos gorritos que salen en todas las películas inglesas que transcurren en Navidad. Manuel fue un soso y no se puso la suya (claro que era rosita) pero yo sí me puse mi coronita roja y luego, fregando, me di cuenta de que la realeza tiene servicio porque fregar con una corona en la cabeza no es nada práctico, mucho menos si te viene un poco grande (¿metafórica o literalmente? preguntó Manuel. Dejo la respuesta al gusto de cada uno).
Por cierto que en la última foto se ve la que debió de ser la única avellana del relleno que quedó entera. Doy fe de que el resto no iban enteras.
la decoración de la mesa es preciosa, me encanta. y la pinta del relleno uf, lástima que no podamos meter la mano dentro de la foto y sacar un poco con una gran cuchara.
ResponderEliminarEl capón te ha quedado de concurso de cocina. Y la mesa muy bonita decorada. :-)
ResponderEliminarDeberías colgar la receta, porque el capón tiene una pinta bárbara.
ResponderEliminarWow te ha quedado un capón de categoria, la piel tiene una pinta crunch estupenda, aunque a estas horas ya no puedo más de comidas navideñas, tengo una conga estomaguil de langostinos con canelones juas.
ResponderEliminarQué ilusión lo de los crackers! me gustaría tenerlos un año pero por aquí nunca los he visto!
ResponderEliminarYo también soy muy dada a ponerme la corona del roscón de reyes aun a costa de que se me quede el pelo pegajosillo!Muy bonita la decoración.La mía ha sido en blancos y azules este año.Saludos
No había podido entrar antes y ya se me ha pasado la fecha para desearte una feliz Navidad, pero supongo que ya sabes que has estado en mis pensamientos en estos días.
ResponderEliminarUn abrazo muy grande.
Pd. Me ha encantado la foto de bebé!!
Muy navideño todo, y ese capón tenía que estar riquísimo! A mí lo que más me gusta de la Navidad creo que es la comida... ay, no tengo remedio, jaja. En fin, que felices fiestas! :)
ResponderEliminarAh, y qué foto más linda la de peque!!
saluditos
Tengo una compañera británica de trabajo que siempre me está hablando de los crackers, y tus fotografías me lo han acabado de aclarar, me ha hecho mucha gracia.
ResponderEliminarBesos navideños
Virgen Santa!!!Huele a rico desde aqui....ummmm y yo a régimen!!! a quién se le ocurre!!
ResponderEliminarCrackers... mmmh! Creo que iré a por unas ;) El pavo ya no me seduce tanto, soy de comer poquito.
ResponderEliminarPor cierto, pasé por Delishop antes de fiestas y me acordé de ti: todavía tienen Hershey´s de Cookies & Creme ;)
Preciosos todo!! Nosotros hemos hecho algún mega-pavo por thanksgiving y pasa por ser untado con manteca y ajo, inyectado con brandy y rociado cada poco durante horas...todo un ritual.Así que os felicito profundamente por el logro.
ResponderEliminarGracias a todos por los amabilísimos comentarios :)
ResponderEliminar