lunes, 31 de enero de 2011

Gugelhupf marmoleado (otra vez)

Como la semana pasada yo quería haber hecho algo con chocolate pero no pudo ser, el viernes, a la hora de elegir nueva repostería, yo seguía con la espinita clavada así que le volví a sugerir a Manuel retomar el bizcocho marmoleado/amarmolado que ya habíamos hecho antes (no le propuse el bizcocho cebra porque es un poco más pesado de hacer). Y, aunque le dio el visto bueno, esa es la principal pega que le puso: que ya lo habíamos hecho antes. Manuel en la repostería se rige, sobre todo, por la novedad, y a mí de vez en cuando me gusta repetir los viejos y deliciosos conocidos.

El caso es que me salí con la mía y al día siguiente estábamos inmersos en la cocina entre dos masas de dos colores. Por un momento barajé la posibilidad de, para variar, poner la masa en moldes de madalena y hacer madalenas amarmoladas, pero al final opté por lo mismo de la otra vez y volví a sacar el molde Bundt.

Esta semana, y para darnos un respiro de la semana pasada, telehorno fue muy plácida. El bizcocho subió como debía, pero no hubo sobresaltos sobre si se desparramaría por todo el horno. Olía de maravilla, con el toquecito de cacao.

No era el sofá, pero pude sentarme un rato en la cocina a leer Bill Bryson y su libro At Home (literalmente "en casa"; sin traducir de momento que yo sepa) en ese ambiente tan hogareño que da un bizcocho haciéndose en el horno. Una pena que Bill Bryson se empeñase en estropear el momento hablando de la no siempre agradable (por no decir nunca) historia de la humanidad hasta llegar a nuestros días en cuanto a cañerías y desagües. Pero también es verdad que con Bill Bryson casi siempre hay risas aseguradas, así que no me quejaré demasiado.

El caso es que por fin sacamos el bizcochito del horno, lo dejamos enfriar, le pusimos azúcar glas, le hice unas fotitos (ya tengo despejado mi sitio de fotos de repostería recién horneada desde hace días, pero ahora me he aficionado a este otro; algún día volveré al otro, digo yo) y nos dejamos tentar - cómo resistirse - para probar un poco. Hmmmm... delicioso. Qué pena tener que esperar al desayuno del día siguiente para seguir zampando.

Por fin llegó el desayuno y tuvimos que hacer mucho por moderarnos: este bizcocho es de esos con los que cuesta mucho parar, quizá porque no parece excesivamente contundente.

Y luego, para bajar los posibles excesos, un poco de plancha y una especie de nuevo ciclo dominical. Hasta ahora hemos ido viendo comedias clásicas, casi desde donde se las puede empezar a llamar tal cosa (empezamos en los años treinta y ya estamos casi en los cincuenta), pero ahora Manuel quiere rellenar huecos, así que hemos empezado un ciclo dedicado a los actores más conocidos con los que nos hemos ido topando a lo largo del ciclo. Ayer comenzó el ciclo Carole Lombard con una película suya - casi de las primeras con sonido (las mudas quedan descartadas por ser, obviamente, incompatibles con la plancha) que hizo, y sin ser protagonista ni mucho menos - de 1930: Safety in Numbers (Cuidado con las mujeres). En los años treinta el sonido era una novedad todavía y eso era bueno (por razones obvias) y regular (había supuesto un retroceso en muchas cosas con las que se había progresado mucho en el cine mudo; y también ahora que tenían sonido cantaban muchísimo, cosa que no es mala necesariamente, pero sí curiosa). Así que no sabíamos qué esperarnos. Por suerte la película resultó bastante amena aunque tuvimos graves dificultades para distinguir a Carole Lombard, que llevaba el mismo peinado y pose que otra chica (Virginia Bruce, que cuatro años después sería una Jane Eyre espantosa y cómica) con la que solía compartir la pantalla. Por otra parte, ya digo que se cantaba mucho y, cuando vimos cantar al protagonista y a dos chicas y vimos que le iba a tocar el turno a Carole Lombard Manuel se empezó a reír porque por lo visto el fuerte de Carole Lombard no era la canción y esta película era aún muy temprana como para que le hubieran doblado la voz. Efectivamente, cantar no era lo suyo y el director tuvo que hacerle medio cantar (poco y mal) y medio recitar con soniquete (divertidísimo). En fin, que nos lo pasamos bien. Eso sí, para que el ciclo de películas rescatadas del olvido no se nos haga pesado (por no saber nunca qué nos vamos a encontrar) hemos decidido ir alternándolo con la continuación de la comedia clásica (entraremos en los años cincuenta). Nada, que no tenemos nada que envidiar a los ciclos de la filmoteca.

7 comentarios:

  1. HOla,
    muy buena pinta como siempre. Con respecto a Manuel que no le gusta repetir en la cocina decirle que cuando una receta sale tan rica ¿cómo no vas a volver a probarla? A mi también me gustan las novedades pero uno puede mejorar la receta que ya había echo con anterioridad como reto nuevo.

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  2. Madre mia!!menudos fines de semana más ocupados e interesantes!!Tb he de decir que me sorprende lo comprenetados que estais en cuanto a gustos Manuel y tu, si pongo yo al mio a ver Jane Eyre me manda al cuerno!!jeje

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  3. Hoy, que a estas horas todavía no he desayunado, me "zamparía" la mitad de todo el bizcocho. Qué apetecible!!!!!!

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  4. Uys esta es muy mala hora pera ver esto, demasiado tarde para merendar y demasiado pronto para cenar.
    Carole Lombard era tann guapa, que se le puede perdonar que no supiera cantar, pobre, no lo iba a tener todo.

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  5. Amelia: eso es lo que yo digo y ya ves que de vez en cuando me salgo con la mía ;)

    Dina: de hecho quien me puso a ver esa Jane Eyre de 1934 fue Manuel, yo no creo que la hubiera visto por mi cuenta a pesar de todo. Así que ya ves ;)

    Mar: ¡pobre! Suena un poco a tortura. Lo siento ;)

    Ángeles: jajaja... esa hora es terrible. Te das cuenta de que se te ha ido la hora de la merienda y te pasas el rato hasta la cena sólo pensando en comer algo ;)

    Sí, por supuesto que se lo perdonamos a Carole Lombard.

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  6. Oh, se me había pasado esta entrada! Qué ganas de hacer bizcochito con chocolate, ñam! :D

    saluditos

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  7. y yo a dietaaaaaaaaaaaaaa...( EN SERIO, ESTA VEZ).

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