
Each day we begin a new year, each day we must begin again ~ Nella Last
Cada día comenzamos un nuevo año, cada día debemos comenzar de nuevo. ~ Nella Last
Each day we begin a new year, each day we must begin again ~ Nella Last
Cada día comenzamos un nuevo año, cada día debemos comenzar de nuevo. ~ Nella Last
I am reminded of the 'Economist'. The literary critic of that paper praised the book if written by a man--and pronounced it 'odious' if the work of a woman.To such critics I would say--'To you I am neither Man nor Woman--I come before you as an Author only--it is the sole standard by which you have a right to judge me--the sole ground on which I accept your judgement'.
Me recuerda al "Economist". El crítico literario de ese periódico elogiaba el libro en caso de ser obra de un hombre y lo calificaba de "odioso" en caso de ser obra de una mujer. A ese tipo de críticos les diría: "para ustedes no soy ni hombre ni mujer y sólo me presento ante ustedes como autor: es el único baremo por el que tienen derecho a juzgarme, el único terreno en que acepto su juicio".
Que va en la línea de lo que cité de Virginia Woolf hace unos meses:
Pero es obvio que los valores de las mujeres difieren muy a menudo de los valores trazados por el otro sexo; es natural que sea así. Sin embargo, son los valores masculinos los que prevalecen. Hablando sin finura, lo "importante" es el fútbol y los deportes; lo "trivial" la adoración por la moda y la compra de ropa. Y de modo inevitable se transfieren esos valores de la vida a la ficción. Este libro es importante, asume la crítica, porque trata de la guerra. Este libro es insignificante porque aborda los sentimientos de las mujeres en una sala de estar. Una escena en un campo de batalla es más importante que una escena en una tienda; en todos sitios y con mucha mayor sutileza, la diferencia de valores persiste.
Así de simple.
Pero el caso es que yo venía a hablar de mi lista de libros, no de listas ajenas. Este año han sido 13 los elegidos. Por orden de lectura:
- Tea with Mr Rochester, de Frances Towers. Relacionado con las Brontë mi primer contacto real (ya la conocía de antes, aunque no había leído ni tenía ninguno de sus libros) con la editorial Persephone. Y eso que mi edición no era la de Persephone. Tan delicioso como el té al que está invitado en señor Rochester.
- London Belongs to Me, de Norman Collins. Un gran libro en todos los sentidos. Una historia tan sencilla y tan complicada como la vida misma.
- The Taste of Sorrow, de Jude Morgan. Siempre tengo mis prejuicios a la hora de leer ficción relacionada con la vida y obra de las Brontë. Pero Jude Morgan los echó por tierra y escribió lo que considero una de las grandes obras relacionadas con las Brontë, ficción o no ficción, de todos los tiempos. Impresionante.
- Shakespeare: The World as Stage, de Bill Bryson. Porque leer a Bill Bryson casi siempre es entretenidísimo y de lo más educativo. Apenas sabía nada de Shakespeare y su época y el señor Bryson no sólo me adoctrinó sino que además se rió de teorías locas por el camino.
- Few Eggs and No Oranges, de Vere Hodgson. En 2009 he tenido que hacer verdaderos malabares para que el tema guerras en Inglaterra no invadiera todas mis lecturas. Y de hecho a veces cuando creía que había conseguido esquivarlo momentáneamente (más por autocontrol que que por falta de ganas) me asaltaba por sorpresa. Vere Hodgson fue mi primer Persephone (en edición de Persephone): creo que hay pocos comienzos mejores.
- A Month in the Country (Un mes en el campo), de J.L. Carr. Encontrado por pura casualidad, como se encuentran los mejores libros.
- The Brontës Went to Woolworths, de Rachel Ferguson. Un libro que llevaba mucho tiempo queriendo leer, recién editado con una portada preciosa y que cuenta una historia loca, loca, loca. Y con más Brontës de las que imaginaba a pesar del título.
- The Yellow Wallpaper and Selected Writings, de Charlotte Perkins Gilman. Otro libro que llevaba en lista de espera mucho tiempo. A pesar de lo buena que es la historia del título y de lo buenos que son los otros relatos, quizá a la hora de elegirlo ha pesado más el trozo de la autobiografía, que me marcó mucho.
- Brooklyn, de Colm Tóibín. Porque pocas veces se encuentra una con un personaje tan tridimensional como Ellis Lacey.
- The Comforters, de Muriel Spark. Porque 2009 ha visto el retorno de Muriel Spark. Técnicamente el reencuentro fue con su poesía, pero como la Muriel Spark más conocida es la de las novelas y como esta precisamente es su primera novela, me decanto por esta.
- Little Boy Lost, de Marghanita Laski. Ya he dicho antes que se me da fatal elegir favoritos de forma más o menos permanente, pero con este lo tengo claro: el mejor libro de mi año lector sin lugar a dudas. Todavía se me ponen los pelos de punta al recordar ciertos pasajes.
- Nella Last's War. Podía haber elegido también Nella Last's Peace pero me he decantado por el primero de forma simbólica. Hay un antes y un después gracias a la forma de ver la vida de Nella Last.
- Consequences, de Penelope Lively. Otro gran reencuentro. Este lo tengo muy reciente y espero no haberme dejado llevar por eso, pero en estos momentos lo considero un gran libro que sin duda se merece estar en la lista.
Un poco de estadística:
En 2009 el total de libros leídos ha sido de 49, que son dos menos que en 2008 (muy mal), claro que también he leído algunos de poesía sacados de la biblioteca y que no he incluído porque no los he leído "en condiciones". Aun así no está mal, y siempre es más importante calidad que cantidad. 10 de ellos están escritos por hombres: de ahí que dijera arriba lo de no defender la paridad obligatoria. Me gusta pensar que cumplo las "instrucciones" de Charlotte Brontë y que leo de acuerdo a si el tema me interesa o no y no según quién lo firma, ¿será verdad que es así? En cualquier caso estaba convencida de que este año iba muy bien en esto y ahora veo en las estadísticas del año pasado que en 2008 leí 15 libros de hombres. Muy mal. 13 son de no-ficción, con lo cual también he bajado en relación al año anterior. Sólo 4 no han sido en inglés (uffff) y, esto sí que igual que en 2008, sólo ha habido una relectura.
En fin, que es una estadística muy mejorable, no hay duda. Pero "que me quiten lo bailao".
Mención especial a la gran adquisición de 2009 que facilita la labor lectora y el hallazgo de grandes lecturas: nuestro adorado Rufinito.
A por 2010. De momento ya estoy con el libro-punte entre 2009 y 2010.
Lista completa de libros leídos en 2009:
The Diary of a Provincial Lady, de E.M. Delafield
The Years (Los años), de Virginia Woolf
The Tales of Beedle the Bard (Los cuentos de Beedle el bardo), de J.K. Rowling
Testament of Youth, de Vera Brittain
Watching the English, de Kate Fox
Jane and Prudence, de Barbara Pym
Lazy Thoughts of a Lazy Girl, de Jenny Wren
Georgy Girl, de Margaret Forster
Among the Bohemians, de Virginia Nicholson
Música blanca, de Cristina Cerezales Laforet
Tea with Mr Rochester, de Frances Towers
Juvenilia 1829-1835, de Charlotte Brontë, editado por Juliet Barker
London Belongs to Me, de Norman Collins
The Taste of Sorrow, de Jude Morgan
No One Belongs Here More Than You (Nadie es más de aquí que tú), de Miranda July
The Enchanted April (Un abril encantado), de Elizabeth Von Arnim
Shakespeare: The World as Stage, de Bill Bryson
Few Eggs and No Oranges, de Vere Hodgson
The Secret Diaries of Charlotte Brontë, de Syrie James
The Children's Book, de A.S. Byatt
Don't Tell Alfred (No se lo digas a Alfred), de Nancy Mitford
The Golden Child, de Penelope Fitzgerald
A Month in the Country (Un mes en el campo), de J.L. Carr
All the Poems, de Muriel Spark
The Brontës Went to Woolworths, de Rachel Ferguson
Emily's Ghost, de Denise Giardina
Ceux qui vont mourir te saluent (Los que van a morir te saludan), de Fred Vargas
The Yellow Wallpaper and Selected Writings, de Charlotte Perkins Gilman
Flowers for Mrs Harris, de Paul Gallico
Brooklyn, de Colm Tóibín
The Victorian House, de Judith Flanders
Queen Lucia, de E.F. Benson
Becoming Jane Eyre, de Sheila Kohler
The Cry of the Sloth (El lamento del perezoso), de Sam Savage
Henrietta's War, de Joyce Dennys
Emma, de Jane Austen
Her Fearful Symmetry, de Audrey Niffenegger
The Comforters, de Muriel Spark
El hombre sentimental, de Javier Marías
Howards End is on the Landing, de Susan Hill
Little Boy Lost, de Marghanita Laski
Nella Last's War
Nella Last's Peace
Man in the Dark (Un hombre en la oscuridad), de Paul Auster
The Garden Party and Other Stories (Fiesta en el jardín y otras narraciones), de Katherine Mansfield
Consequences, de Penelope Lively
Ni d'Ève ni d'Adam (Ni de Eva ni de Adán), de Amélie Nothomb
The Letters of Mrs Gaskell
Further Letters of Mrs Gaskell
...but I should never have given my opinion unless you had asked for it because we have a bye word in our family 'Saint Theresa' which serves (or ought to serve) to check us when we are judging of other's conduct or allowing any one to speak ill without trying to put in a palliating excuse. I know nothing about Saint Theresa but that one of her titles is 'Defender of the Absent'.
... pero no debí haber dado mi opinión salvo en caso de que me la hubieras pedido por lo que en nuestra familia llamamos "Santa Teresa", que sirve (o debería servir) para mordernos la lengua a la hora de juzgar la conducta de otro o permitir que se hable mal de alguien sin intentar buscar una excusa atenuante. No sé nada de Santa Teresa salvo que uno de sus títulos es "Defensora de los ausentes".
Efectivamente, nadie más lejos de saber nada más de Santa Teresa que la defensora a ultranza del Unitarismo que era Elizabeth Gaskell (y cuyo marido era predicador de esa fe). Son memorables las cartas alborotadas en las que la hija mayor, Marianne, pasando el invierno en Roma, deja caer que empieza a interesarse por el catolicismo. En cuanto vuelve a casa su padre le da clases de religión para reafirmarla en el Unitarismo.
Pero en general la relación de Elizabeth Gaskell con sus hijas - Marianne, Meta (en realidad Margaret Emily), Florence y Julia (que de pequeña cautivó a Charlotte Brontë) - es muy moderna. Viajan mucho juntas, se lo pasan bien y las cartas que les escribe son una delicia de leer: una mezcla de complicadas y diplomáticas instrucciones sobre cómo mantener el orden en la casa si es ella la que está fuera (y aquí me vino muy bien The Victorian House), comentarios de moda, de ropa, anécdotas y consejos varios sobre cómo ser la perfecta dama victoriana.
Hay cartas muy divertidas; Elizabeth Gaskell cuenta las anécdotas cómicas como nadie. Pero también las hay muy tristes. Las pocas que se conservan escritas después de la muerte de su hijo Willie cuando aún era un bebé, las muy conocidas pero no por ello menos tristes que se intercambia con el cotilla de John Greenwood a raíz de la muerte de Charlotte Brontë y las que escribe a gente menos conocida en situaciones difíciles, siempre llenas de buenos consejos, ánimos, afecto y comprensión.
Y también están las cartas llenas de buenas intenciones. Cartas en las que busca sitio en un barco en el que poder embarcar a una madre soltera rumbo a Australia (buenas intenciones decimonónicas, y a pesar de todo las miras de Gaskell eran muy, muy modernas), cartas en las que pide a un conocido que le consiga un libro de Tennyson - con autógrafo - para un vecino, cartas en las que pide una pensión para una autora caída en el olvido y venida a menos, etc, etc. Elizabeth Gaskell se tomaba lo de la "piedad cristiana" muy al pie de la letra.Interesantes y esclarecedoras también, cómo no, las cartas escritas en fechas en las que se halla escribiendo alguno de sus libros. Las escritas alrededor de su biografía de Charlotte Brontë las conocía ya bien, pero no así las que comentan "Margaret" (el primer título de North and South (Norte y sur)) o Ruth, con toda su polémica y quebraderos de cabeza, las cartas con anécdotas "cranfordianas" reales, sus relatos cortos publicados aquí y allá y las negociaciones con los editores.
En fin, seguiría destacando cosas que me han gustado pero al final haría falta un libro tan gordo y tan pesado como el primer volumen de las cartas. Volumen que, por cierto, pese a llevar muchas ediciones y a ser el de referencia, no podría estar peor editado. O quizá es que yo estoy acostumbrada a Margaret Smith y sus maravillosas ediciones de las cartas de Charlotte Brontë, pero el caso es que todas las cartas de este primer volumen son copiadas y puestas tal cual. Por orden cronológico a veces claro a veces deducido y con un apéndice final de cartas imposibles de datar. Y eso es todo: hay cartas incomprensibles porque los editores no se molestan en explicar quién es Miss Coutts o de qué va esta historia que tiene que ver con ella por poner un ejemplo entre decenas. Elizabeth Gaskell, como ella misma comenta en varias ocasiones, tine un círculo familiar, de amistades y conocidos enorme (que de vez en cuando le invaden la casa). Muchos de ellos son bien conocidos, pero otros no.
Por suerte esto - y según dejan entender, por recomendación de la misma Margaret Smith - está subsanado en el segundo volumen de cartas encontradas a lo largo de los años después de la publicación del primero (con lo cual para un orden cronológico exhaustivo habría que combinar ambos) donde se nos explica quién es tal persona, qué ha hecho en la vida (hay muchos que ahora no nos suenan de nada pero entonces eran eminencias), qué es esto de lo que habla Gaskell, etc. Así es todo mucho más comprensible y ameno. Además este volumen incluye una serie de estupendas cartas escritas por una jovencísima Elizabeth Stevenson (su nombre de soltera) a una amiga suya, juveniles, juguetonas, divertidas: todo un hallazgo.
En fin, que ha sido un placer. A veces las cartas eran tan cálidas que una casi se sentía la receptora auténtica. Y todo gracias a que poca gente, ni tan siquiera sus hijas, hizo caso de las instrucciones de Gaskell de "destruye esta carta cuando la hayas leído" o "no guardes mis cartas".
Y ya tengo claro quién pasará los 365 días de 2010 en mi mesilla, pero eso es cosa del año nuevo.
Pues lo más curioso de todo es que la que es probablemente la incursión Brontë más conocida en la cultura pop puede que proceda de una de las adaptaciones menos conocidas (aunque también hay quien dice que la inspiración de Kate Bush fue por la versión de 1970 con Timothy Dalton). Kate Bush vio la miniserie (sea cual sea de las dos), leyó la novela, descubrió que compartía cumpleaños con Emily Brontë y, según dice, compuso la canción en cuestión de horas.
El caso es que estas últimas cuatro semanas** nos hemos dedicado a ver esta versión poco conocida, en blanco y negro y sólo rescatada del olvido en DVD por el sector americano de la BBC. Manuel simplemente tenía las expectativas bajas, yo me temía algo tedioso y lento. Y quizá ese es el truco para ver las cosas o quizá debamos reconocer una vez más que las razones por las cosas que caen en el olvido y las que sobreviven no obedecen a criterios de calidad.
Ahí estaba yo en el sofá, dispuesta a reírme y/o burlarme de las escenas que serían seguro ridículas y, nada, oye, que pasaba el rato y no sólo no había ocasión de meter baza sino que además lo que veía me estaba gustando. Y eso viernes tras viernes, con alguna pequeña metedura de pata. La versión perfecta es una utopía. El viernes del cuarto capítulo Manuel concluyó que era de las versiones que más le han gustado y yo me quedé muy cerca de decir lo mismo. En general, y aunque soy consciente de haber dicho lo de la utopía hace sólo un par de líneas, hay algo que ninguna versión de Cumbres borrascosas puede conseguir, una especie de barrera infranqueable que hace que los guionistas se queden aún más lejos que en el caso de Jane Eyre. Es una barrera que deja más insatisfecho que Jane Eyre y que no termino de poder definir ni concretar. "Le falta algo" es lo que más se acerca.
Joseph murmulla fragmentos de la Biblia en la pantalla como en ninguna otra adaptación y es curioso de ver y oír. La historia enrevesada del libro está contada de forma linear, una decisión no tan errónea por parte del guionista. Muchos otros se las ven y se las desean para crear el efecto matrioska de la novela y lo único que hacen es dar lugar a una confusión que no lleva a ningún sitio (es decir, que no cumple el mismo objetivo que en la novela, donde es un recurso que funciona muy bien). El guionista no estuvo desacertado cuando decidió que a veces menos es más. Así, una piensa que han eliminado, como tantas otras también, a Lockwood de cuajo pero no, hacia el final hace su aparición estelar.
Los actores están bien, aunque yo no conozco de nada más ni a Ian McShane que interpreta a Heathcliff ni a Angela Scoular que pone una cara un tanto Swinging London a esta Cathy.
Así que nos llevamos una sorpresa, sobre todo yo, que para estas cosas soy mucho más corta de miras que Manuel.
* Por cierto que como se puede comprobar me he decantado por poner sólo la música, pero al final no puedo terminar si dejar que, quien así lo decida, se haga el hara-kiri visual o, simplemente, se parta de risa:
Al fin y al cabo reír quema calorías, ¿no?
** Eso no incluye este pasado viernes día de Navidad en que ya empezamos a ver uno de los dos nuevos y esperadísimos capítulos de una vieja conocida. Más próximamente.
¿Hemos entrado en calor? Pues con la música de fondo demos paso a la Navidad desbordada, que fue a lo que me dediqué el sábado, que no hubo repostería en parte por eso y en parte porque nos reservamos para los dulces navideños**.
El viernes por la tarde apareció Manuel con la flor de Pascua de la foto de ahí arriba. Si las plantas temblasen de miedo, esta lo hubiera hecho al verme. De momento este año, para evitar tragedias similares a las del año pasado, sólo la ponemos en sitios altos y es Manuel el que se encarga de regarla. Yo me dedico a intentar dejarla vivir, que ya es bastante.
El viernes por la mañana había estado yo en Santa Lucía y creo que hice las peores fotos de mi vida***, así que este año no habrá fotos de la feria. Además, resulta que alguna mente pensante dejó caer las tarjetas de las casetas a voleo y han cambiado todas de sitio, para confusión de los clientes y un poco de indignación de los vendedores. A punto estaba de irme cuando encontré la caseta que me provee de figuras. Me hice con un par de pastorcillos y con la anunciación a los pastores, que es una escena que me gusta mucho. Y en un puesto de los de atrezzo compré una segueta para San José y una vasijita.
Pero este año me he moderado un poco con las fotos porque al fin y al cabo el aspecto general no ha cambiado demasiado: he cambiado el río de sitio, añadido los nuevos pastores, etc., pero básicamente es lo mismo que el año pasado, así que vistas generales aproximadas: aquí. He aquí algunas fotillos de detalles que me gustan y del nuevo grupo de la anunciación, con ramitas de olivo que le hice traer a Manuel especialmente para eso.
Me lo paso en grande poniendo el Nacimiento, es la excusa perfecta para poder jugar con las figuritas sin hacer demasiado el ridículo, pensando las posiciones más "lógicas" (va entre comillas porque mi río-estanque tiene un puente cuando bien podría bordearse, pero hay que echarle imaginación y perspectiva).
El árbol, que de hecho en casa no poníamos hasta que yo ya fui muy mayor, es para mí más un advenedizo. Es divertido ponerlo, pero da menos juego. Eso sí, los árboles de combinaciones de colores o materiales, etc. quedan muy monos en las tiendas o en los hoteles o donde sea, pero a mí el de casa me gusta que quede abigarrado y con todos los adornos que haya por casa, independientemente de si combinan o no los colores, las texturas o los materiales. De todos modos, si nuestro árbol tira a algo es a nórdico: abundan los adornos de Ikea, de mercadillos suecos y la muñequita de arriba del todo (a la que tampoco conseguí sacar una foto decente) la trajeron mis padres de Noruega el año pasado.
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Para cuando llegó el sábado por la noche, ya era Navidad en casa. Y ahora me voy, que tengo que hacer que sea Navidad también en el frigorífico/congelador.
* Desde que me fui de Madrid creo que no me equivoco si digo que ha nevado todos los inviernos. Cuando yo vivía allí era una cosa de algún que otro invierno. ¡Con lo que me gusta a mí la nieve! Qué feo está eso, invierno de Madrid.
** El sábado lo que sí que hicimos fue helado de neulots, que no están tan ricos como las neulas porque son demasiado gordos y tiran un poco a secos. Así que como no los comíamos, Manuel propuso transformarlos en helado (es una senda peligrosa esta de empezar a hacer helado de lo que no nos convence). Así lo hicimos y no quedó mal. Pero hicimos un nuevo hallazgo: si la miel en realidad proviene del zumo de clementina con azúcar, doy fe de que el helado de café se hace a base de neulots. No sé qué truco de las combinaciones de sabores lo ha conseguido pero así es. Recién hecho el helado lo probé y le dije a Manuel que sabía a café. Manuel arqueó la ceja, así que no me quedó otra que darle también a probar. Y efectivamente no fue sólo cosa mía, a él también le sabía a café.
Y ayer por supuesto también hubo película de plancha: Wedding Present (Cásate conmigo... si puedes), de 1936 con Cary Grant. Muy divertida.
*** La culpa fue de la cámara y mía al 50%. Veremos qué tal será la cosa con la nueva cámara. La marca y el modelo y demás ya los desvelaré cuando oficialmente me la traigan los Reyes, pero he oído rumores de que ya está a lomos de algún camello.
Se acabó el adviento hasta el año que viene y por suerte el otro día puede reabastecerme de velitas de este tamaño.
El Shepherd's Pie quedó tan rico como lo recordaba. Y aunque hacerlo fue un poco infernal porque los dos o tres pasos que requerían más atención se me juntaron en el mismo momento y tuve que utilizar las dos manos como si fueran cuatro el resultado final valió la pena. Es un plato que se sirve acompañado de verdura (para compensar), generalmente guisantes, pero yo había pasado por la superfrutería y había encontrado unas irresistibles coles de Bruselas que prácticamente tenían un cartel como el de Alicia en el País de las Maravillas: "PRUÉBAME". Rico, rico.
Los macarrones con gambas me los temía complicados pero fueron un camino de rosas, sobre todo después de momento a-cuatro-manos del día anterior. La receta decía que había que usar hinojo, toda una novedad a la que ni tan siquiera sabía qué aspecto ponerle cuando lo leí. Una visita a la wikipedia me resolvió dos dudas: 1) el aspecto del hinojo y 2) el nombre de ese misterioso producto que había visto hacía unos días en la superfrutería. Eso sí, también dice que el sabor es mentolado, cosa que cuando consulté a la asesora culinaria (que tampoco ha cocinado nunca con hinojo) le chocó porque ella tenía siempre entendido que el sabor era anisado (que fue lo que resultó ser, menos mal que a diferencia de la asesora culinaria a mí el olor/sabor a anís me gusta). Yo al principio dudaba de si saltarme lo del hinojo pero Manuel insistió en que lo probásemos y si no nos gustaba ya lo quitaríamos en futuras recetas. Bueeeeeno, acepté.
Y quedó riquísimo el plato, un gran descubrimiento. Eso sí, como ya he dicho muchas veces, yo soy muy mala para distinguir sabores ya mezclados así que no notaba particularmente el hinojo, pero Manuel dice que sí, que el hinojo le da cierta frescura al plato.
Y así concluye la semana de innovaciones culinarias. En dos días he pasado casi más rato en la cocina que en todas las semanas anteriores, pero ha merecido la pena: me lo he pasado bien (con ciertas emociones fuertes de esas que me sigue sorprendiendo encontrar entre fogones) y he obtenido buenos resultados. Mejor aún: he obtenido sobras, algo que me encanta y que garantizó que ayer no tuviera que entrar en la cocina más que para servir los platos y poner en marcha el microondas (cosa que creo que seguiré haciendo el fin de semana). Ah, adoro las "ferias de restos".
La semana que viene, eso sí, trae de nuevo langostinos, escudella y canelones (lasaña este año, que una aprende de sus "errores" y no quiere volver a liar canelones en su vida). Me gusta, me gusta.
¿He dicho que salvo por las velitas de adviento, los respectivos calendarios, la creciente montaña de dulces navideños y la lista de las compras gastronómico-navideñas pegada al frigorífico aun no hay nada de decoración navideña propiamente dicha puesta? Es cuestión de encontrar dos pequeños grandes huecos: uno para una escapada a la Feria de Santa Lucía (curiosamente hoy mismo es Santa Lucía) para ver si encuentra alguna nueva adquisición y otra para poner la Navidad, claro. A ver si para el fin de semana que viene hemos progresado un poco o para cuando la ponga voy a tener que empezar ya a quitarla.
Pero bueno, volviendo al adviento: hoy ha habido doble sesión porque el domingo pasado - oops - me olvidé con la visita. Hace un rato he informado - porque estas cosas se avisan - a Manuel de que era el domingo pasado, con sus dos velitas correspondientes:
Y un poco después, no sin una precipitada confirmación en el calendario de que no me había adelantado un domingo y que hoy, efectivamente, ya era el tercero, que tocaban tres velitas y que el domingo que viene se acaba el asunto este de las velas un año más (y he aquí donde se ve la verdadera motivación del primer párrafo de esta entrada. De repente falta muy poco para Navidad y, símil tan poco navideño como es este, me va a pillar el toro). Pues sí, ya tercer domingo de adviento:
Lo bueno de caer en la cuenta es que ha sido la excusa perfecta para estrenar el té de Navidad y saborearlo con el bizcochito rico de ayer (mañana más sobre esto) y ver lo bien que se complementaba todo: los sabores, el ambiente, el frío que por fin hace fuera.
Para las prisas siempre hay tiempo (¡qué zen!).