Por fin, después de tanto oír hablar de él, he leído Few Eggs and No Oranges, de Vere Hodgson, que también ha tenido el honor de ser el primer libro de la editorial Persephone que he leído.
Tengo que poner aquí al lado una foto casera, puesto que las que hay de la portada por ahí son de una resolución horrible y no se ve nada. Y un libro Persephone se merece cuanta más resolución mejor (por cierto que aquí está - en inglés - el porqué del diseño). Así que lo acompañé con algunas de mis réplicas de carteles y folletos de la Segunda Guerra Mundial y listos. Lo que no se ve son las guardas, que son lo que hacen que los libros de esta editorial no sean monótonos: estas son las de Few Eggs and No Oranges.
El título y subtítulos completos del libro en español serían (ojo, no está traducido): Pocos huevos y ninguna naranja. Un diario que muestra cómo las gentes poco importantes de Londres y Birmingham vivieron durante los años de guerra 1940-45, escrito en la zona de Notting Hill de Londres por Vere Hodgson. El título no podía estar mejor elegido: las alusiones a los alimentos y su escasez son muchas, pero en especial, Vere Hodgson siempre está en busca de huevos y naranjas y cuando consigue alguno la alegría es contagiosa. Terrible y divertidísima la anécdota del huevo que alguien consigue para ella y que, al ser tan poco corriente, se le olvida durante un tiempo. Cuando por fin lo recuerda, lo cocina y, cuando lo lleva en la bandeja... ¡pum! se choca con una mesita y parte del huevo se va al suelo y se tiene que conformar con lo que queda de él.
Lo de gente poco importante es verdad hasta cierto punto: Vere Hodgson se esfuerza por contar las cosas de primera mano, pero también de segunda y de tercera y, entre que la información era un bien muy escaso en la época y que lo que mejor funciona es aquello de historias particulares más que generales, lo que se consigue es sin duda una crónica de la vida del londinense de a pie de esos años. Ella misma nunca pierde su casa a causa de una bomba pero, gracias a que habla con casi cualquiera y a su trabajo, conoce a mucha gente que sí y cuenta con detenimiento los detalles. Con ese fin, además, Vere hace una especie de turismo de ruinas en el que parece ser que no estaba sola: cuando se entera de que ha caído una bomba aquí o allá (y durante el famoso Blitz y sus más de 70 noches eso son muchas idas y venidas, con pocas horas de sueño y bastante trabajo que hacer), coge un autobús o camina hacia la zona afectada a curiosear.
Pero también es cierto que no creo que muchos londinenses de a pie hubieran trabajado dando clases en un imponente colegio italiano, cerca de Florencia y hubieran estrechado la mano de Mussolini en los años anteriores a la guerra o hubieran dado clase a su hija Edda y puedan comentar ciertas noticias, sobre todo hacia el final de la guerra, con cierto conocimiento de causa.
Pero eso son recuerdos suyos, porque cuando la conocemos reside en Londres y se ocupa del sector filantrópico de una asociación fundada por una medium más o menos conocida del momento, Winifred Moyes. Ya vi en London Belongs to Me y ahora aquí que durante la década de los treinta y la Segunda Guerra Mundial el espiritismo tuvo mucho auge. Vere nunca comenta demasiado acerca de si se cree o no todo eso, pero queda claro que adora su trabajo que, sin duda, es mucho más mundano y mediante el cual tiene contacto con gente que ha perdido su casa o quiere irse de Londres. El grado de compromiso con el trabajo es altísimo. Durante el blitz, rara es la noche que no se queda en la oficina, que por otra parte está en un piso más bajo que su apartamento, por lo que es más segura, trabajando hasta bien entrada la noche (porque de día ha tenido la libertad de poder ir a hacer sus expediciones), vigilando que no caigan bombas o haya fuego (estaba prohibido que los edificios quedaran vacíos por la noche, puesto que si había alguien dentro vigilando y había fuego era mucho más inmediato empezar a extinguirlo; el gran incendio que hubo en la City y que la allanó y daría lugar a la City tal y como la conocemos hoy en día, fue porque muchos edificios de oficinas no tenían vigilantes nocturnos), cuidando del gato (y anda que no hay gatos en el diario) y de los habitantes de pisos superiores y tratando de dormir unas pocas horas bien en el suelo con su colchón portátil o bien en el sofá mientras caen bombas a lo lejos. Cuando por fin suena la alarma que anuncia que no hay más peligro de bombas, coge sus cosas y, vestida o en camisón directamente, anda los pocos metros que la separan de su apartamento, allí toma un té (importantísimo el té también en el libro; Vere se queja en algún momento de no ser ya capaz de comenzar el día sin un par de tazas) y vuelve a la oficina o a hacer recados. Y así vivieron muchísimos londinenses y otros ingleses de ciudades también bombardeadas: poquísimas horas de sueño, estado de agitación y nervios y continuación de su vida normal como si nada. Vere comenta a veces que se siente muy "de segunda categoría" ese día, pero es impresionante la de cosas que hace - escribir el diario, por ejemplo - y la normalidad con que ella y todos los demás funcionan.
La historia del diario es también curiosa. Aunque ella ya había llevado un diario, por ejemplo, de sus años en Italia, este de la guerra lo empezó, como tanta gente anónima y tantos "seguidores" de Mass Observation, a sabiendas de que era una época excepcional y que merecía la pena dar cuenta de ella. En un principio, lo escribía y, cada cierto tiempo, si los censores de correos se lo permitían (y no siempre era así), se lo mandaba a su prima Lucy en Rodesia (Zimbabue hoy). Pero con el tiempo, más familiares y amigos se fueron sumando y se convirtió en una especie de boletín muy completo: con fotos, recortes de periódicos y mucho más extenso de las seiscientas y pico páginas del que yo he leído (parece ser que la versión publicada es sólo una cuarta parte)). Así que el diario no es un mero diario escrito para sí misma, sino que ya está pensado para informar a otros y por eso sigue siendo muy importante y de gran valor hoy en día. De hecho, se ha utilizado para ilustrar muchos libros sobre la guerra y fue yuno de los autores de un libro de esos quien animó a Vere (que siguió escribiendo diarios hasta poco antes de su muerte en la década de los setenta) a publicarlo en los años setenta.
El diario publicado empieza la noche en la que la guerra de verdad comenzó, es decir, la noche que tuvo lugar el primer bombardeo de Londres. Encontramos a una Vere Hodgson atacada de los nervios por la sirena. Y, como ella comenta en varios momentos, luego demuestra ser - ella y el resto de londinenes - una raza muy adaptable. Para el final de la guerra, cuando lo que cae sobre Londres son bombas v1 y v2, ya no sólo no se pone tan nerviosa sino que es capaz de subir a la terraza (justo el sentido opuesto de lo recomendado, que era ir hacia abajo a sótanos y demás) a ver cómo caen. Y ella misma comenta cómo, cuando a principios de la guerra una bomba sin explotar hacía que se cortara al público un gran tramo, hacia medidados de ella, la gente se salta el cordón el Hyde Park y pasea cerca como si nada.
Seis años de guerra - que se dice pronto - dan para mucho más que bombas: Vere disfruta comentando cada año la llegada de la primavera y las flores que van saliendo. Las expediciones a ver sitios bombardeados a veces se solapan con las visitas al parque a ver las flores sin siquiera cambiar de párrafo. Conocemos a su amiga Kit, que viene de las Islas del Canal y recuerda inevitablemente a The Guernsey Literary and Potato Peel Pie Society (La sociedad literaria y del pastel de piel de patata), a la tía Nellie que pasa muchísimo tiempo haciendo toda la mermelada que puede (era, al fin y al cabo, la mejor forma de preservar la poca fruta que tenían; con excepciones de, por ejemplo, cerezas, que fueron tantas y que la gente estaba tan deseosa de comer que Vere comenta que apenas se podía caminar por Oxford St de la cantidad de huesos que había en el suelo), vemos los viajes en tren a su Birmingham natal a ver a su familia por Navidad y las vacaciones, a pesar de que durante los años de guerra se repetía a la población que no viajara si no era estrictamente necesario, la vemos poner parches a los parches, vemos cómo Vere sigue con reverencia los discursos de Churchill - al que prácticamente idolatra - en la radio, vemos a Vere comentar con diversión la primera vez que ve jugar al baseball en su vida (a unos soldados americanos), la vemos mantener conversaciones profundas sobre el estado de las cosas con gatos y vacas y un largo etcétera de una vida cotidiana que sorprende precisamente por serlo y que está contada sin grandes florituras pero sí con mucha gracia.
El libro llega a ser tan absorbente, tan realista y tan bien contado que, por lo menos en mi caso, hace que pasen cosas raras en la cabeza de una. Dos ejemplos terribles y muy divertidos: un día, andando por la calle, veo un solar y, qué es lo primero que me viene a la cabeza sin ningún género de dudas durante unos segundos: que en ese edificio debía de haber caído una bomba. A lo que sigue un grito interno de ¡¡¡nooooo!!! y cara de asombro ante tal despiste y desubicación. Creo que he aprendido la lección, pero no. Días después anuncian que Obama pasa por Alemania y lo primero que pienso es que hay que ver, ir a Alemania tal y como están las cosas. De nuevo ¡¡¡nooooo!!! interno. Terrible por lo que a mí respecta pero que dice muchísimo a favor de estos fantásticos diarios.
lunes, 15 de junio de 2009
Few Eggs and No Oranges, de Vere Hodgson
Publicado por Cristina en 9:47
Etiquetas Álbum de fotos, Libros
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Si te gustan los diarios y la Segunda Guerra Mundial no dejes de leer " Una mujer en Berlín" diario anónimo de una berlinesa que narra la caida de Berlín y la llegada de los rusos. Estremecedor, impresionante y para mi imprescindible.
ResponderEliminarHablé de él aqui. http://molinos1282.blogspot.com/2008/12/berlin.html
¡Qué interesante! Muchas gracias. La verdad es que desde hace tiempo sí que tenía curiosidad por saber la "otra versión", así que me lo apunto.
ResponderEliminarCristina, ¿no relee Vere Wuthering Heights en uno de sus viajes en tren? Shame on you por no mencionarlo :). Leí los diarios hace cinco o seis años y todavía me acuerdo de cosas sueltas, me gustaron un montón.
ResponderEliminarPor favor, no puedo leer nada aquí que no haga que me tire al internet para ver qué me costaría el libro reseñado!!! Este, desde luego, es de los que te ponen los dientes largos...bueno, como creo que iré unos dias a Londres en Agosto, empezaré a hacer lista. Y este cae seguro, por interesante y por bonito.
ResponderEliminarAprovecho para felicitarte por el flan descentrado...pero si caramelo está un poco raro-raro-raro.
Shame on me indeed! Tienes toda la razón y de hecho me copié la cita y todo pero quería comentar tantas cosas que alguna era inevitable que se me pasase. De hecho lo menciona un par de veces y también habla de una amiga suya que vive cerca de Haworth y se acuerda de cuando visitaron el Parsonage juntas. Qué despiste el mío.
ResponderEliminarY qué memoria la tuya también...
Maelstrom: ¡a Londres en agosto! Qué suerte y qué envidia. Si al final te decides a hacerte con este y te cuesta encontrarlo, no te fíes si te dicen que lo busques en la sección de cocina, como me pasó a mí.
ResponderEliminarEso me dijo también mi madre, que al principio sin el caramelo le parecía un queso o algo ;)
Qué entrada, Cristina!! Me encantaría leerlo, y descubrir lo de las dos tazas de té, la amiga de las Islas del Canal...en fin...
ResponderEliminarAh!! Me he reido mucho con lo del huevo...pobrecilla!!
La foto que has puesto junto a cosas de la Segunda Guerra Mundial, me ha gustado mucho. Increible lo del carnet de ropa (me ha parecido entender, en mi inglés particular)
Besos!!!
María: seguro que te encantaría, es verdad.
ResponderEliminarY sí, lo has visto bien. Igual que la comida, la ropa estaba "racionada" y se invitaba a la población a "make do and mend" (aprovechar y arreglar) su ropa y de ahí que Vere comente con gracia y asombro lo de tener que poner parches a los parches de sus sábanas. Ahora que lo pienso el título del libro también podía haber hecho alusión a las sábanas porque también son una de sus constantes búsquedas (sin mucho éxito porque las pocas que encuentra, incluso de segunda mano, son siempre carísimas). El caso es que cada habitante tenía esa cartilla con un número X de puntos al año y cada prenda de ropa tenía un valor en puntos aparte de su valor en dinero. Si necesitabas un abrigo podías prácticamente despedirte de cualquier otro artículo. Terrible.
Seguro que mi recomendación llega tardísimo, pero The girls of slender means, de Muriel Spark, es una maravilla sobre Londres en 1945.
ResponderEliminarAsí empieza:
"Long ago in 1945 all the nice people in England were poor, allowing for exceptions. The streets of the cities were lined with buildings in bad repair or in no repair at all, bomb-sites piled with stony rubble, houses like giant teeth in which decay had been drilled out, leaving only the cavity...."
Saludos y gracias!
pablo chul
No llega tarde en absoluto, muchas gracias. Tuve una época de leer bastantes cosas de Muriel Spark, pero The Girls of Slender Means no fue uno de los que leí (no sé si has leído A Far Cry from Kensington, pero si no... ¡recomendado!).
ResponderEliminarEl principio desde luego me ha encantado, así que creo que recuperaré a Muriel Spark, que últimamente la tengo abandonada. Eso sí, antes leeré The Prime of Miss Jean Brodie de una vez, que últimamente me lo encuentro en todas partes y ya va estando muy destripado.
Sabía que te gustaría mucho, sobretodo después de Our Longest Days. Cuando pueda conectarme desde casa seguiré. Muchos besos
ResponderEliminarPues acertaste completamente. Así que muchas gracias :)
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