miércoles, 25 de noviembre de 2009

Nella Last's Peace

Y después de la guerra se supone que llega la paz, aunque en la continuación de Nella Last's War y a pesar del título, Nella Last's Peace, las cosas no están tan claras.

Los años que siguieron a la guerra son los años de la austeridad británica. La guerra había terminado, pero el racionamiento y la precariedad continuaban en un país que literalmente estaba al borde de la bancarrota. Habían ganado la guerra, sí, pero la gente normal lo único que notaba era que seguía habiendo escasez de alimentos y que la ropa y otros productos de primera necesidad no sólo estaban racionados sino que, incluso con los puntos correspondientes, eran dificilísimos de encontrar. A eso se le suma la vuelta progresiva de los soldados del frente y los escasos alimentos que tienen que alimentar aun más bocas. Por no hablar de todas las viviendas no habitables y, por tanto también, la escasez de techos bajo los que vivir dignamente.

Fueron años muy difíciles - el racionamiento duró hasta 1953, cada vez más relajado, eso sí - en los que además el espíritu de trabajo en equipo se había esfumado puesto que ya no había nada contra lo que luchar ni soldados a los que apoyar en su lucha. Para Nella Last, desde luego, los años de paz que van inmediatamente después de la guerra son mucho peor en todos los sentidos - de ánimo, de calidad de vida - que los años de la guerra en sí.

A pesar de haber ganado la guerra, la moral general estaba en horas bajas. La Primera Guerra Mundial, hasta la Segunda, se había conocido como "la guerra para acabar con todas las guerras" y la Segunda había echado por tierra el mito. De modo que la reconstrucción después de la Segunda está marcada más por un "¿cuándo será la próxima?" que por la alegría generalizada de la victoria. Y los estómagos vacíos nunca fueron buenos para subir los ánimos.

Ya comenté que los millones de palabras que escribió Nella Last de momento sólo hacen posible que lo que leamos sea una selección de todo lo que enviaba religiosamente cada viernes a las oficinas de Mass Observation. Pero es curioso como otros editores casi le dan otra voz. Nella Last's Peace comienza horas después de concluir Nella Last's War y así fue como yo los leí. Y sin embargo al empezar Nella Last's Peace me costaba un poco hacerme a la idea de que era la misma voz. Luego ya me acostumbré, pero al principio fue muy extraño. Aparte, la política editorial de este tomo es centrarse en Nella, en sus reflexiones internas, en las quejas de su marido y en el mundo austero que la rodea. Y, claro, eso hasta cierto punto es manipular al lector. A través de pequeñas aclaraciones y por el epílogo sabemos que Nella Last no sólo se quejaba de su marido. Se quejaba, sí, pero también de vez en cuando le dedicaba buenas palabras. Si lees sólo la selección de artículos no lo creerías posible.

Además, y pese a conservar su invencible sentido del humor, muchas veces Nella cuenta que está enferma o se encuentra mal ("I bought a little box of rouge, feeling I needed it inside rather than outside" (Me compré una cajita de colorete, sintiendo que lo necesitaba más para el interior que para el exterior)). Normal, en parte, después del esfuerzo mastodóntico de la guerra y en parte porque ha vuelto a la vieja rutina, no sin un poco de auto-afirmación frente a las imposiciones y las costumbres de su marido. Pero ahora pasa más tiempo en casa de lo que le gustaría, aunque tiene un círculo de amistades mayor que al empezar la guerra. Por desgracia, el servicio voluntario de mujeres se vuelve - o las autoridades así lo consideran - innecesario al acabar la guerra, cosa con la que Nella no está en absoluto de acuerdo. Más de una vez la vemos queriendo ayudar y sabiendo que puede hacerlo y que hay gente que lo necesita pero sin saber cómo ponerse a ello. De todos modos, cuando lo consigue, al igual que en la guerra es admirable la generosidad de esta mujer. Admirable.

Los editores, en cambio, consideran que las crónicas de sus visitas a Londres, a Irlanda a ver a su hijo y a su nuera (y hacia el final también a su primer nieto) y las visitas de estos se pueden reducir a un mero resumen con algunas citas textuales de Nella. Y siempre que llegaba uno de esos yo me quedaba un tanto chafada. Vemos a Nella preparar el viaje o la visita y cuando llega el día nos encontramos con un pequeño resumen que estoy segura de que no está a la altura. Y después retomamos la rutina y Nella cuenta cosas veladas que estoy segura de que, de haber leído las entradas pertinentes, quedarían más claras. Entiendo que los editores se han querido centrar en la rutina diaria y no en lo excepcional, pero me hubiera encantado leer esas cosas por mí misma.

Pero bueno, quejas aparte, siempre es un placer leer cualquier cosa que Nella Last decida contar. De vez en cuando se pregunta cuánto habrá escrito a Mass Observation a lo largo de los años y confiesa de nuevo su sueño de haber podido ser escritora. Se da cuenta de que ahora lo es, más o menos (nunca vio nada suyo publicado en vida), aunque no de la forma que se hubiera imaginado. Con eso de que nos centramos en su rutina, vemos algunos de los libros que lee (clásicos de la literatura inglesa sobre todo), seguimos viendo sus apaños culinarios, su mano con los niños y los animales, sus pequeñas luchas cotidianas y su visión casi siempre muy moderna de un mundo que es predominantemente gris y al que ella, cuando se ve con fuerzas, se afana por darle un toque de color ya sea con una visita de ánimos a algún conocido o mediante sus muñecas de trapo.

Así que por eso a la foto de al lado con el libro en cuestión y el compañero ideal de la época en cuestión que es Austerity Britain de David Kynaston, comprado en Nueva York, (y que, aunque no lo he leído aún, no creo que tarde en caer la continuación que es Family Britain, recién salida del horno, aunque por otra parte puede que me espera a mayo a que salga en tapas blandas... habrá que ver), libros ambos de una época oscura, les puse el toque de color que a Nella Last le hubiera gustado y que se merece: las florecillas (qué pena, en la foto no se aprecia ninguna de las rosas que siempre trae) que Manuel sigue trayendo cada domingo. El campo debe de pensar que estamos en una especie de segunda primavera, con este tiempo que hace.

Hasta que el año que viene saquen la selección de los diarios de Nella Last de los años cincuenta y después de haber pasado estas semanas en su inmejorable compañía, voy a echar mucho de menos a la señora Last.

Y no hay duda: en este caso sí que ha merecido totalmente la pena saltarme mi norma no escrita de no leer dos libros seguidos del mismo autor. Creo que si el libro de los años cincuenta estuviera ya disponible me la habría seguido saltando.

6 comentarios:

  1. Está bien saltarse las normas de vez en cuando.
    Por cierto, la merienda en el Starbucks, deliciosa!!
    Un abrazo

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  2. Ah, Starbucks nunca defrauda (al menos a mí). Cuánto me alegro :D

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  3. Un poquito de esa austeridad no nos vendría mal en tiempos normales, pero no hasta esos extremos, que debe ser muy duro.

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  4. Todo lo que cuentas del libro, me encanta...la visión de una mujer tan extraordinaria que da color a su vida en los momentos grises (al menos, me ha parecido entender eso).
    Muchos besos y buen día!!

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  5. Jo, siempre haces reseñas de unos libros tan interesantes que estoy creando una lista de libros para leer interminable :P

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  6. Elvira: ufff, no hasta esos extremos es demasiado. Además la austeridad mejor que sea auto-impuesta que no impuesta a la fuerza, que entonces, aunque mínima, puede ser muy agobiante.

    María: y has entendido a la perfección. Ella siempre intenta darles a las cosas el toque de color, ya sea literal o figuradamente.

    Starlight: eso mismo me pasa a mí cuando visito vuestros blogs, no te vayas a creer ;)

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