martes, 3 de noviembre de 2009

Little Boy Lost, de Marghanita Laski

"¡Este libro me va a matar!", le dije el otro día a Manuel al hacer una parada en la lectura de Little Boy Lost, de Marghanita Laski. Y ayer, cuando lo terminé, di gracias por el hecho de que los libros no maten porque, de hacerlo, este habría acabado conmigo sin duda. Hubiera llegado a duras penas a las últimas páginas, las últimas páginas me hubieran dado el golpe de gracia y, de haberlo necesitado, la frase final me hubiera rematado. ¡Qué frase esa! De esas que se te quedan marcadas y no puedes parar de repetir mentalmente, de pensar en ellas todo el tiempo.

Como las portadas de Persephone - salvo por los Persephone Classics, entre los que este libro también está editado - son todas iguales, pongo aquí lo que diferencia, aparte del contenido en sí, a cada uno, las guardas (he aquí, eso sí, la portada que tuvo cuando lo publicó Penguin y que cuenta con la conmovedora ilustración que también incluye la edición de Persephone). Las de este libro terminaron convirtiéndose en mi pequeño refugio cuando, simple y llanamente, no me veía capaz de seguir leyendo (si hubiera sido Joey de Friends lo habría metido en el congelador). No porque el libro fuese malo o grotesco o desgradable o cualquier otro adjetivo que indique que se trata de una mala historia. Todo lo contrario, el libro, la historia son tan reales como la vida misma, contados con total sencillez, sin recurrir a ningún tipo de ñoñerías. Y de ahí que hubiera momentos de esos en los que no-quieres-pero-sí-quieres seguir leyendo.

La historia en sí no está basada en una única historia real, pero es probable que se diera en miles de casos reales. Hilary Wainwright es un intelectual inglés que antes de la guerra se casa en París con una chica polaca, Lisa. Se declara la guerra, a Hilary le llama el deber. La siguiente vez que ve a su mujer es al día siguiente de haber nacido su hijo John, al que mira un poco por encima. Después de eso no se ven más y al cabo de un par de años, Hilary se entera de la muerte de Lisa (que trabajaba en la resistencia) tanto por via oficial como por carta de la propia Lisa, que sabiendo lo que se le viene encima, escribe a Hilary informándole de que va a dejar a su hijo en un lugar seguro y pidiéndole que, por favor, en cuanto pueda vaya en su busca. Tiempo después, en la Navidad de 1943, Hilary encuentra en la puerta de la casa de su madre en Inglaterra a Pierre, un desconocido que sabe un poco más de lo que fue del niño y que le pide le deje ocuparse de localizarlo. Al acabar la guerra, Pierre informa a Hilary de sus averiguaciones y le pide que vaya a París.

Y es así como vemos el paisaje físico de la Europa de la posguerra, a través de los ojos de Hilary, que adoraba París y a su gente. Pero también conocemos el paisaje emocional de esa Europa destrozada, en ruinas, corrupta, carcomida por el mercado negro y el hambre y que no sabe por dónde ni cómo empezar a reconstruirse ni física ni psicológicamente. Cuando Hilary le pregunta a Pierre si no le intriga quiénes habían sido colaboracionistas y quiénes no, Pierre responde que se lo plantea automáticamente pero que ya no busca la respuesta, que cada uno hizo bajo la Ocupación lo que tenía que hacer, y que de qué lado caería eso ya estaba decidido incluso antes de la llegada de los alemanes.

El propio Hilary, que después de la experiencia traumática de la guerra en sí (aunque pronto había dejado el frente por un trabajo de guerra de oficina), la muerte de su mujer y la pérdida de su hijo prácticamente desconocido, es una ruina más que ha levantado con sus cascotes una muralla a cualquier posibilidad de sentir algo, ni bueno ni malo. Y de ahí su reticencia a toda la historia de la búsqueda del niño, buscar y quizá encontrar al niño significa tener que bajar las defensas y Hilary no está del todo preparado para eso. Conocer a Jean, el niño huérfano con más posibilidades (pero ninguna certeza, es lo que tenía la época anterior al ADN y es lo que tiene el hecho de que el niño, que ahora tiene cinco años y medio, sea obviamente incapaz de recordar datos de cuando tenía dos años y medio y que en el triángulo Hilary-Lisa-Jean haya tantas y tan poco navegables lagunas) de ser John, llega a ser abrumador para él hasta tal punto que no se sabe claramente si el "pequeño niño perdido" del título del libro es Hilary o Jean, o los dos.

La verdad es que yo esperaba una historia "normal" de un padre que busca a su hijo, no una historia ligera, no podía serlo, pero no tan pesada (dicho en el mejor sentido de la palabra) y mucho menos tan cargada de preguntas a una Europa que en 1949, año de publicación, aún estaba bajo la sombra de la guerra. Marghanita Laski (inglesa a pesar del nombre, de ascendencia judía) plantea preguntas tanto sobre la reconstrucción y lo que se había hecho durante la guerra, como sobre la paternidad y los sentimientos y a veces, inevitablemente, unos llegan a ser símbolos de los otros y viceversa.

Son libros como este los que hacen que me den rabia frases de esas de "yo no leo ficción, prefiero la no-ficción, la realidad". Mantengo, y este libro confirma, que a veces la realidad se cuenta de forma mucho más efectiva de forma ficticia. Ficticio no quiere decir irreal. Como se dice en el epílogo escrito por Anne Sebba, cuando la escritora Elizabeth Bowen reseñó el libro recién salido del horno dijo que no contaba la historia de un único niño perdido, sino "la de todos y cada uno de los niños perdidos de Europa", y esa es la razón por la que el pequeño, inolvidable y enternecedor Jean "va directo al corazón del lector".

El caso es que Little Boy Lost es una gran razón para que crezca mi admiración por la editorial Persephone y su afán por recuperar libros injustamente olvidados. Little Boy Lost me ha parecido un libro increíblemente bueno tanto en lo que cuenta y lo que representa como en la forma en la que lo cuenta. Así que no entiendo ni que cayese en el olvido ni que no se haya traducido*. Una obra maestra, eso sí, que exige que el lector coja aire antes de sumergirse en ella.

Cuando lo empecé a leer lo hacía con la idea de ir leyendo libros de temática de guerra hasta, como mínimo, el 11 de noviembre, Poppy Day, día que conmemora el final de la Primera Guerra Mundial y, por ende, de todas las demás guerras. Con esa intención empezaré hoy el primer diario de Nella Last, pero si lo acabo antes del día 11 no sé si me veré con fuerzas de leer alguno más o tendré que decantarme por algo más ligero. No contaba yo con la fuerza de Little Boy Lost. Con lo que sí que cuento, aunque he oído que cada libro es totalmente diferente a los demás, es con leer más libros de Marghanita Laski, de los que Persephone ha editado tres más además de este.

* Editado para rectificar un poco: el libro, según la Biblioteca Nacional, se tradujo y se publicó en 1954 como El niño perdido de "Margharita" Laski.

El niño perdido [Texto impreso]
Laski, Margharita
CDU: 82-311.2"19"
Autor personal: Laski, Margharita
Título: El niño perdido [Texto impreso] / Margharita Laski. [Traducción del inglés por Rafael Vázquez-Zamora]
Publicación: Barcelona : Destino, [1954](Agustín Núñez)
Descripción física: 236 p., 1 h. ; 19 cm
Serie: (Colección Ancora y Delfín ; 94)
Nota general: Mención de responsab. del vº de la port.

En cualquier caso creo que es hora de que alguna editorial española imite a Persephone y lo edite/traduzca de nuevo. O bien que se diera cuenta de que la digitalización de textos es ideal para casos como este.

Editado después: con un poco de ayuda del pasado me he tomado la justicia por la mano (¡rima!).

12 comentarios:

  1. Estaría bien lo que dices de que alguna editorial imitara a Persephone pero supongo que prefieren editar bestsellers como el último de Brown.

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  2. Me ha resultado muy interesante lo que comentas de esta novela y también la defensa que haces de la ficción.En cuanto tenga el catálogo , empezaré a pedir cosas y te cuento. Saludos

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  3. Bueno, yo no tengo nada en contra de los bestsellers ni de Dan Brown (a mí El código da Vinci y Ángeles y demonios no me parecieron mal, entretenidos, que creo que era su cometido), de algo tienen que vivir y soy de las que dice que prefiere que la gente lea un libro, cualquier libro.

    Pero estoy de acuerdo contigo en que las dos cosas se pueden compatibilizar y tratar de rentabilizar también las viejas glorias, que aquí los libros se descatalogan casi al día siguiente del lanzamiento. Es probable que nunca sean tan rentables como lo último de Dan Brown, pero bien comercializadas y demás no creo que hundan a nadie tampoco.

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  4. Prima de Audrey: créeme, cuando tengas el catálogo no vas a saber por dónde empezar, al menos yo siempre tengo muchas dudas, poruqe los compraría todos.

    ¿Tú no ves así lo de la ficción?

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  5. Por favor!!! Cualquier historia que no se viva directamente es ficción! Cuando alguien explica ( ya sea un torema matemático o las peripecias del día ) una historia, lo vivido se transforma en ficción. Cuando se recuerda, se organiza, se ecoge una palabra y no otra, estamos haciendo ficción. Lo que estamos es muy tiquismiquis y muy catetos...Dicho esto, y una vez desaogada, me voy a tirar un rato de los pelos por la rabia que me da que haya tantos libros y tan poco tiempo!! Desde luego, lo que nos cuentas de este le pone los dientes largos a cualquiera...

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  6. Yo soy muy sensible a estos temas... Creo que si lo leyera no pararía de llorar. Mejor no lo hago.

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  7. Esto no es justooo!
    Que yo no se ingles y el libro en castellano debe ser la pera de dificil de encontrar,bueno ahora en serio, la verdad es que a veces hay libros que te pueden dejar emocionalmente devastado, recuerdo haber llorado con pocos libros, pero al mismo tiempo tener la sensación de ser "mejor" persona, en lo de ficción y realidad, que mejor manera de explicar algo tan cruel como una guerra que aplicar un "microscopio" y contar una historia, que nos haga ver la estúpidez humana.
    un saludo, Angeles

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  8. Samedimanche: buen argumento, sí señor. Pero bueno, el hecho de que haya una sección de libros llamada "no-ficción" da fe de que hay quien piensa que realmente eso existe.

    Elvira: pues entonces ni lo intentes con este, no. Buff, empezarías y no pararías.

    Ángeles: ay, lo siento muchísimo. Además luego pensándolo me di cuenta de que probablemente en la edición del 54 la censura recortase algunos trozos. Nada del otro mundo, pero ya sabes lo que les gustaban las tijeras.

    Entiendo perfectamente lo que dices de sentirte "mejor persona": hay libros que cambian y transforman y te hacen ver el mundo con otros ojos.

    Desde que leo sobre diarios e historias individuales (ficticias o no ficticias) me doy cada vez más cuenta de que es erróneo enseñar la historia de esa época sólo en cifras de muertos, en años, en batallas. Es necesario que sea así por una parte, claro está, pero por otra lo único que se consigue es que no diga nada, que se aprenda de memoria (quien se lo aprenda, antes del examen de Historia de Selectividad yo rezaba para que cayera la Segunda Guerra Mundial porque lo llevaba fatal, mira tú) y y está. Pero si cuentas historias individuales, hablas de cómo se vivía y cómo afectaba a la gente normal y corriente creo que deja mucha más huella y se aprende, a la larga, mucho más. Lo individual, por cómo somos, nos afecta mucho más que lo general. Incluso hoy en día estamos medio inmunizados a las cifras de muertos de Irak o Afganistán, pero si te cuentan una historia personal de un niño o una mujer o un hombre lo ves con otros ojos e impacta mucho más.

    En fin, no me enrollo más.

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  9. Corrección: para que NO cayera en el examen de Historia.

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  10. Sí opino como tú, más que nada porque hay lectores que creen leer casos reales, de periodismo, etc y son más ficción que la pura ficción y encima sin cuidar tanto el lenguaje, el estilo, etc

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  11. Hay película, de 1953. El protagonista es Bing Crosby (ehem) en su primer papel dramático (ehem, ehem).

    Supongo que en Hollywood y en esos años le habrán añadido azúcar hasta provocar un coma diabético... o no. Cuando se ponian neorrealistas podían dar sopas con honda a los italianos :-)

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  12. Prima de Audrey: sí, hay cada caso real...´En fin, tendremos que seguir con nuestra cruzada contra lo mal vista que está la ficción.

    Tarquinia: gracias por el comentario. Conocía lo de la película - aunque ni me he interesado por ella - porque en el epílogo del libro se dice que a Marghanita Laski le espantó y que sintió muchísimo que se utilizara su historia compleja llena de preguntas, etc. para contar simplemente la historia del padre que busca a su hijo de la forma más melodramática posible, cosa que el libro precisamente evita a toda costa.

    Así que ya ves, suponías bien :)

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