En el London Transport Museum, aparte de postales de carteles antiguos de metro, compré un imán con forma de letrero de la calle de Leicester Square. Yo habría preferido uno de Charing Cross Road, pero no había, y en realidad quizá Leicester Square sea más apropiado puesto que después de pasar por el hotel es siempre la primera parada londinense. Allí está la caseta oficial de entradas a mitad de precio, un gran invento. Hasta allí van a parar las entradas de los espectáculos del día que no se han vendido con antelación y, como su nombre indica, se venden a la mitad del precio (más o menos) que en taquilla o por adelantado.
El año pasado, Manuel se quedó con ganas de ver el montaje de Oliver, que entonces se acababa de estrenar y cuyas entradas volaban. Esta vez, como ya llevaba más de un año, pensaba que lo tendríamos fácil. Pero para cuando llegamos el jueves ya no quedaban entradas y Manuel lo daba por perdido porque no pensaba que el Viernes Santo fuera a haber más que, en todo caso, matinée, que no nos venía bien, puesto que a la salida ya estaría todo cerrado y nos quedaríamos con un rato muerto.
Tal era nuestra seguridad de que el Viernes Santo no habría nada interesante sobre el escenario que preguntamos en los cines de Leicester Square si al día siguiente pasaban Alicia en 3D (los horarios de esos cines que habíamos mirado por internet eran puros jeroglíficos, pero nos parecía entender que el viernes sólo la pasaban en 2D). El chico de la taquilla nos dijo que sí, así que al menos ya teníamos un plan B.
Así que el primer día las entradas que compramos fueron para Avenue Q (en el montaje de Londres). A mí me parecía curioso y sin embargo Manuel insistía en que no me gustaría. Luego descubrí que pensaba que - al ser con marionetas - yo tenía la idea de que era para niños. Pero no, yo ya sabía que no lo era.
Y lo cierto es que sí que me gustó mucho. Si en Nueva York me impresionó en el montaje de Xanadú que los actores fueran capaces de patinar, bailar y cantar a la vez, aquí el hecho de que los actores canten, bailen y sean capaces de mover a la perfección una marioneta al mismo tiempo ya me dejó sin palabras. Me impresionó, sobre todo, la pareja que llevaba una de las marionetas a medias: el chico movía el brazo izquierdo, la boca y le ponía voz y la chica movía el brazo derecho con total coordinación.
El caso es que a Manuel le gustó pero dice que es un musical más de crisis de edad, incomprensión, etc. y que ya hay montones de esos y que aquí la gracia es que está dirigido a la generación que creció con Barrio Sésamo y de ahí las marionetas y Gary Coleman. El caso es que nos lo pasamos bien y nos reímos mucho (la canción sobre el racismo es genial: Everyone's a Little Bit Racist). La canción más conocida es It Sucks to Be Me, aquí en el montaje anterior del West End, aunque algunos de los actores siguen.
Ahora está en el Wyndham Theatre, teatro en el que ya vimos Sunday in the Park with George, de Sondheim en su día, y que por tanto ya sabíamos que por dentro es una preciosidad. Lo inauguraron justo al final de la era victoriana, así que casi ves a las damas eduardianas paseándose por allí. Esta vez nos tocó en el vertiginoso segundo piso, altísimo (para llegar a él hay que pasar por un laberinto de escaleras con escalones estrechitos típicamente ingleses de esos que sólo se ven en Inglaterra y que sorprende que puedan llevar a alguna parte: subes bajas, giras, bajas, subes y de alguna forma extraña e inimaginable llegas a donde querías).
En los teatros ingleses es tradición comer helado en el entreacto. Aquí pasé de él porque tenía los pies helados (aún no tenía las botas) y porque con esa altura y esa caída decidí que lo mejor era levantarme lo imprescindible. Al día siguiente, por fin con las botas, ya no lo perdoné.
El Viernes Santo comprobamos que sí que había espectáculos por la noche, así que después del paseo por la orilla sur, nos fuimos directos a Leicester Square de nuevo y esta vez sí que tuvimos suerte y encontramos, aparte de una cola enorme de gente haciendo cola bajo el diluvio para conseguir entradas para las matinées, entradas para Oliver por la noche.
Que Dickens no es lo mío ya se sabe, y eso que nuestro hotel está en zona Dickens pura y dura. Quizá lo que me pierde es la verborrea, porque, por ejemplo, el esqueleto de la historia de Oliver Twist está bien.
Este montaje resulta que es la adaptación de la película musical.... película que Manuel estaba convencido de que yo conocía hasta que allí sentados le dije que no, que no lo había visto en la vida. Casi mejor, así todo fue sorpresa, aunque alguna canción sí me sonaba.
Como le dije a Manuel después de salir del teatro, ha habido muchos montajes que hemos visto en Barcelona o Madrid que he dicho que eran impresionates, pero Oliver se los lleva a todos por delante. Decir que es impresionante es quedarse corto: con montones de decorados, montones de recursos teatrales y un enorme, enorme elenco, casi todo formado por niños. Pocas cosas puede haber más difíciles que dirigir a un grupo de niños (o varios en este caso, puesto que se van turnando; y además van creciendo), más si son tropecientos como aquí y encima todo el peso del espectáculo recae sobre ellos. Bueno, pues no hubo ni uno que se desmadrara o se despistara. El niño que hacía de Oliver estaba muy bien, pero el que nos dejó totalmente sorprendidos por lo bien que lo hacía era el que hacía de ladronzuelo que acoge a Oliver en Londres. Aquí hay un vídeo con imágenes y fragmentos de muchas canciones y aquí otro un poco más extenso con unos niños que no son los que vimos nosotros, pero sí del mismo montaje. Estoy enganchada a Consider Yourself.
Había muchísimos niños en el teatro y también se portaron bien. Tuvieron suerte porque los asientos eran de su tamaño, aunque algunos todavía tenían que ponerse cojines en el asiento para ver. Y es que el Theatre Royal Drury Lane, que presume de ser el teatro en uso más antiguo de Londres, es una preciosidad por dentro también. Si los asientos del Wyndham ya son estrechitos y cuesta imaginar a las eduardianas con sus faldones allí sentadas (supongo que a más faldones más dinero para pagarse un palco y estar a sus anchas), le dije a Manuel que los de este serían mínimos. Manuel se rió y me contestó que el hecho de ser antiguo no quería decir que no hayan cambiado los asientos. Pues bien, se equivocó. No he visto unos asientos más pequeños en mi vida, no sólo de ancho, que también, sino de espacio para las piernas. No las puedes cruzar... de hecho no las puedes mover en absoluto, y dejar pasar a alguien hasta su asiento es una odisea. Una vez sentándome de nuevo me hice un lío de pierna, asiento y mochila del que casi no salgo. El caso es que te quedas tan encajado que no hay ni posibilidad de estar incómodo porque no te puedes mover ni un centímetro. Estoy segura de que más de un americano de esos grandotes ha tenido que ver el espectáculo de pie por no caber en el asiento. Y las damas victorianas que no tuvieran palco y sí miriñaque o polisón no sé cómo se las debían de apañar para caber ahí.
Aquí, al contrario que en el Wyndham, fue llegar el intermedio y levantarnos a toda velocidad, tanto para dejar salir como para recuperar la movilidad. Uffff. Y, pisando fuerte con las botas, a por el helado.
En fin, toda una experiencia y el West End, como siempre, tan bueno.
sábado, 10 de abril de 2010
Dos noches en el teatro
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Con Laura y Patrícia nos llamó la atención lo de los helados en la media parte, es muy curioso! El año pasado con mi hermana vimos un montaje aquí en Girona basado en el musical Oliver que nos decepcionó muchísimo. No eran niños, sino solo 7 chicas que hacian todos los papeles, las canciones eran en castellano y además hacian playback con un volumen excesivo para el teatro tan pequeño en el que estábamos. Ni gravado cantaban bien! Como me hubiera gustado ver a esos niños...
ResponderEliminarEl Wyndham es precioso, yo estuve allí en Julio del año pasado viendo a Jude Law en Hamlet. A ver si coincide que la próxima vez que vaya dan algo que quiera ver.
ResponderEliminarDickens: not my cup of tea, aborrezco sus personajes femeninos. Y los musicales tampoco me gustan mucho a excepción de My Fair Lady y Cabaret.
Ay, que se está acabando el viaje. Vamos a tener que hacer una colecta entre tus lectoras para financiarte otro como agradecimiento por los buenos ratos que pasamos leyéndote.
Creo que el musical Oliver me gustaría, pero el otro... mmmm... creo que no. Yo soy bastante anterior a Barrio Sésamo. :-)
ResponderEliminarYa sabes que Dickens me encanta y la película musical de Oliver la he visto unas cuantas veces (creo que las adaptaciones de Oliver Twist son mi sino igual que te pasa a tí con las de Wuthering Heights), lo disfrutaría muchísimo aunque prefiero otras obras de Dickens. Así que me la apunto... igual que Avenue Q que me ha parecido muy interesante. La verdad es que desde que he descubierto el teatro inglés in situ estoy como loca.
ResponderEliminarUna cosita: ¿el helado no será gratis, verdad? lo digo para sumarme a la tradición ;)
Guacimara: un día de estos quiero comentar lo del helado un poco más a fondo, quizá mañana. Lo de Oliver que cuentas es terrible. Quizá en mayo podéis ir a ver este y te resarces ;)
ResponderEliminarMiss Froy: Manuel es un apasionado del teatro musical y a mí, que no me disgustaba de entrada, cada día me gusta más a medida que voy conociendo más musicales. Así que siempre que vamos a Londres y al teatro, acabamos en un musical y no en una obra de teatro.
Doy el visto bueno a la idea de la colecta. Avisad cuando tenga que sacar la hucha ;)
Elvira: Oliver seguro que te gustaría porque es impresionante. Y en el otro no creo que lo pasaras mal tampoco.
LittleEmily: pues nada, te digo lo mismo que a Guacimara: a ver si os animáis a ver Oliver en mayo. Merece la pena de verdad. Avenue Q también, pero si tenéis que elegir uno de los dos, definitivamente Oliver.
Jajaja... no, el helado no es gratis, creo que son 3 libras o así. Pero sienta de maravilla.
mira que me harté de ver cartelitos de esto por el metro pero como me había planteado unas vacaciones baratas... para otra ocasión será!
ResponderEliminarBueno, no es que salga regalado, pero la caseta TKTS deja unos precios bastante apañados y merece la pena ver algún espectáculo. Para la próxima vez, ya sabes.
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