Ya expliqué en una ocasión cómo llegar a Haworth. Como siempre, compramos los billetes de tren con la misma antelación que los de avión. El billete de tren del trayecto Leeds-Keighley, sin embargo, se quedó sin usar puesto que nuestros amigos Sarah y Steve vinieron a buscarnos a la estación de Leeds. El viaje en coche hasta Haworth fue una especie de montaña rusa por cortesía de la nieve: aparte de haber muchísima, estaba la cuestión de que no se había compactado de modo que el viento hacía de la nieve caída una ventisca. Fue un trayecto curioso, de paisajes impresionantes, buena compañía, Héctor con el estómago en los pies y la confianza que da que el conductor se gane la vida conduciendo autobuses.
Ya nos habían avisado de que en Haworth había mucha nieve y hacía (aun) más frío que en Leeds. Fue totalmente cierto. El calendario decía que la primavera acababa de empezar pero en Haworth era pleno invierno. Atención a los carámbanos (¡Bien! Carámbano ha vuelto a mi vocabulario. Me pasé el viaje llamándolos icicles (en inglés) o estalactitas de hielo (en cutre)):
Esta vez cambiamos de alojamiento (bromeamos sobre hacer una guía hotelera de Haworth, si no fuera por el hecho de que cuando hubiéramos recorrido todos los hoteles habría pasado tanto tiempo que tendríamos que comenzar a evaluar los primeros de nuevo). Cualquiera que haya estado en Haworth sin duda ubica el Old White Lion: un pub con habitaciónes con una larga y curiosa historia. La comida ya la habíamos probado en anteriores ocasiones y sabíamos que estaba bien rica. Así que acompañados por Sarah y Steve, nos dedicamos a hacer acopio de calorías mediante un buen Sunday roast. Héctor debutaba en muchas cosas, el Sunday roast, por ejemplo, pero todas ellas fueron de su agrado: se integró en el pub de maravilla y disfrutó con su vaso de lápices de colores.
Con el estómago lleno y las energías repuestas nos dirigimos a la casa museo de las Brontë, pero eso es materia de otra entrada.
Una vez acabada la visita y después de dar un pequeño paseo y despedir a Sarah y Steve y dado que la tarde no invitaba a seguir paseando nos volvimos al hotel. Eso sí, allí di esquinazo a Manuel y a Héctor y me fui a dar una vuelta para tomar fotos y pasar frío (guantes y cámaras de fotos: esa incompatibilidad).
Estaba todo tan bonito, incluso a pesar de las obras que están haciendo aquí y allá (el Tour de Francia pasará por aquí en 2014 y ya han empezado a hacer retoques). Todo cerrado a cal y canto (hay una librería de Haworth que sólo abre ciertos días y que NUNCA hemos conseguido visitar. Cuando organizamos este viaje me froté las manos porque los domingos abre. Pero al parecer los domingos de centímetros de nieve en el suelo no: una vez más me quedé con cara triste mirando el escaparate), de modo que la mítica calma que transmite la nieve era innegable. A mí caminar por la nieve - salvo cuando llevo a un niño en la mochila y la cosa impone un poco más - siempre me hace gracia. Así que a pesar del frío disfruté muchísimo haciendo las fotos.
Siempre habíamos dicho que nos haría ilusión ver Haworth nevado; habíamos especulado sobre cuándo habría que ir: ¿enero? Pues no, y cuidado con lo que deseas: en pleno marzo y una nevada de esas que la gente dice que no recuerda otra igual.
Uno de los días que estuvimos allí hicimos recuento de las veces que hemos visitado Haworth y es curioso porque las circunstancias - no sólo el tiempo - entre unas y otras siempre son muy diferentes. De modo que pasear por Haworth es como ver lo mismo pero diferente de nuevo y al mismo tiempo ver una sucesión de transparencias de visitas anteriores, como esos cuentos con la página de plástico transparente que hace que el dibujo de detrás cambie. Donde ahora había nieve, la página transparente ponía el brezo de finales de agosto. Donde ahora había ramas invernales, la página transparente ponía las hojas brillantes de otra ocasión o las hojitas incipientes de otra visita. Donde ahora no se veía un alma, la página transparente ponía un montón de gente subiendo asfixiada la mítica calle empinada. Y así un largo etcétera.
Y así de bien me lo pasé yo haciendo fotos, recordando viejos tiempo y riéndome sola porque la nieve me da risa, qué le voy a hacer.
Al día siguiente, lunes, nos aventuramos a descender al supermercado del pueblo a por provisiones. Después de bromear sobre coger un trineo y dejarnos caer por la Main Street, pusimos a Héctor en la mochila e iniciamos el descenso, avisándonos de los tramos resbaladizos y/o peligrosos como los buenos montañeros. Quizá no ayudaba demasiado recordar que una criada de las Brontë había sufrido una grave caída en aquella misma calle al resbalar con el hielo.
El ambiente que se respiraba entorno al Spar no sé por qué mo recordaba a Cicely de Doctor en Alaska. Cosas que se pasan por una mente congelada. Y allí otra página transparente: el cajero automático (igual, más descolorido) al que tuve que acudir en caída libre la primera vez que visité Haworth para pagar las compras de la tienda de la casa-museo. Y el Spar tan (poco) glamuroso como siempre, pero al menos abierto.
La ascensión, que pensábamos que sería peor, se nos dio mejor. Fuimos por otro camino (página transparente a aquel diluvio en que Manuel luchaba con su poncho de lluvia cuando pensábamos que el diluvio era lo peor que veríamos en Haworth) y llegamos al calor del hotel con la idea de dejar las cosas y salir de nuevo. Ese era el plan, pero la rabieta de Héctor en mitad de la calle hizo que Manuel se lo llevara de vuelta al hotel y yo me aventurara sola de nuevo.
De nuevo, unas imágenes que transmiten un frío intenso, pero sin duda de una belleza innegable! Me he reído con la crónica propia de un alpinista! :D Qué ganas de leer la visita al museo Bronte. La foto con la cabina me encanta, el contraste es precioso ^^
ResponderEliminarMuchísimo frío, menos mal que las fotos y el recuerdo lo suavizan todo. Y sí, allí nosotros mismos nos sentíamos como alpinistas o exploradores árticos. Somos un poco exagerados, sí, pero era la impresión ;)
EliminarSensacionales esas fotos de Haworth bajo la nieve. La de los carámbanos, de postal. Estas crónicas polares están resultando muy entretenidas.
ResponderEliminarMe alegra que te estén gustando las crónicas. Y sí, la foto de los carámbanos es una de mis preferidas del viaje.
EliminarCristina, tienes una gracia innegable para las crónicas. Que sepas que me estoy leyendo el blog de pe a pa, y un blog de ¿seis años? con entradas más bien extensas dan para mucho. Estoy disfrutando sobre todo con los relatos de tus viajes, y como digo, lo cuentas con un estilo que da gusto leerte. Me encantan las fotos de Haworth cubierto de nieve, y desde luego es un privilegio conocer diversas versiones estacionales de un lugar tan mágico.
ResponderEliminarUn saludo.
Ilona, eres bienvenida al club de fans de los relatos de viajes de Cristina! Dan ganas de pagarle unas vacaciones para que las cuente después, ¿verdad?
EliminarMuchísimas gracias a las dos. Eso es porque me leéis con muy buenos ojos.
EliminarIlona: ya veo que vas comentando en entradas antiguas. Gracias por tomar el tiempo para leerlas y dejar comentarios. Me haces releerlas por encima a mí y me hace gracia, hay algunas que ni tan siquiera recuerdo.
Mar: ¡jajaja! ¿Paso la hucha a ver si cuela? ;)
Diós! Cuanta nieve! Este invierno Inglaterra, Francia y países cercanos han tenido nevadas en varias ocasiones...y Haworth por lo que veo no se ha salvado, jeje!
ResponderEliminarEse "deja vu" con Cicely me ha encantado! ;)
Besos.
No, y lo curioso del caso es que ya era primavera ;)
Eliminar¿Y qué hace el Tour de Francia pasando por Haworth? :-O
ResponderEliminar¡Qué maravilla de fotos! La verdad es que me iría ahora mismo para allí a pasar frío. Pero Main Street me da miedo, soy muy patosa bajando las calles empinadas (y lo que no son calles también) y seguro que acabaría como Tabby, con la pierna fuera de lugar...
Bueno, pues lo mismo que el año que pasó por Barcelona. Sólo que aquello parecía un pequeño desvío y lo de Haworth ya no cuela tanto ;)
EliminarSí, creo que Tabby se convirtió en santa de lo mucho que nos acordamos de ella y de su pierna haciendo el descenso por la Main Street sobre el hielo y con niño en la mochila. Ahí estábamos, practicando deportes de riesgo decimonónicos ;)
Reconforta ver que Hawort no cambia, excepto por el paisaje...Sigue la misma oficina de correos, la cabina, el Pub...
ResponderEliminarTuvo que ser muy bonito recorrer las calles inundadas de la blanca nieve, y tratar de caminar...
Gracias, porque durante un rato he visitado Haworth de nuevo, y me ha hecho mucha ilusión verlo así. Héctor tuvo que hacer un precioso retrato del día con sus lápices de colores.
Un beso grande!!
Bueno, no cambia o cambia muchísimo según la zona. Hay comercios muy establecidos y otros que cada vez que vamos son diferentes. Había alguna tienda nueva y me quedé con ganas de curiosear en una juguetería que han puesto justo arriba de la Main Street pero, como el 99% de las tiendas, estaba cerrada. Veremos si resiste hasta nuestra próxima visita.
EliminarQue bonita la nieve en fotos pero que frío debía hacer! Me encanta que viajéis con Héctor y le vayáis acostumbrando a lo que es viajar. Seguro que de mayor os lo agradecerá .
ResponderEliminarVeremos qué le parece lo de viajar cuando se empiece a enterar más pero de momento es de los niños de su edad más viajados que conozco. Aunque si te soy sincera encuentro que la gente le tiene demasiado miedo a hacer viajes con niños. Sí, son complicados y hay situaciones difíciles; sí, no puedes hacer lo mismo que cuando viajas sin niños (obviamente), pero aun así son un buen plan y se pasa bien.
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