Esta entrada se llama así porque es la continuación lógica de esta otra de hace unas semanas.
Me reservé el Té de Londres para cuando estuviera leyendo London Belongs to Me, de Norman Collins, acompañados por la taza de Starbucks de Londres que normalmente tiene turno de mañana pero que el otro día hizo una excepción para posar en la foto por la tarde.
El experimento dio los resultados esperados:
- El té no es gran cosa pero se deja beber.
- El libro es mucho mejor que el té, pero de momento no quiero hablar mucho él. Me quedan ya pocas páginas y baste decir, además, que no quiero que llegue el final. Setecientas y pico páginas y aún quiero más... Aquí dejo el principio del prefacio y su traducción rápida correspondiente. Hubiera citado con gusto el resto del prefacio, que es una verdadera carta de amor a Londres, pero pronto me di cuenta de que, si me ponía a citar todos aquellos trozos que me parecían igual de evocadores, terminaría citando el libro entero.
There may be other cities that are older. But not many. And there may be one across the Atlantic that is larger. But not much.
In fact, no matter how you look at it, London comes pretty high in the respectable upper order of things. It's got a past as well as a present; and it knows it. And this is odd. Because considering its age it's had a remarkably quiet history, London. Nothing very spectacular. Nothing exceptionally heroic. Not until 1940, that is. Except for the Great Fire and the Black Death and the execution of a King not very much has ever happened there. It has just gone on prosperously and independently through the centuries--wattle one century, timber the next, then brick, then stone, then brick again, then concrete. Building new foundations on old ruins. And sprawling out across the fields when there haven't been enough ruins to go round.
Puede que haya ciudades más antiguas, pero no muchas. Y puede que haya una al otro lado del Atlántico que sea más grande, pero no mucho.
De hecho, lo mires como lo mires, Londres se sitúa en las primeras posiciones del respetable orden superior de las cosas. Tiene un pasado y también un presente... y lo sabe. Y resulta extraño porque teniendo en cuenta su edad Londres ha tenido una historia notablemente apacible. Nada demasiado espectacular, nada extraordinariamente heroico. No hasta 1940, quiero decir. Con la excepción del Gran Incendio y la Peste negra y la ejecución de un rey no ha sucedido gran cosa. Ha ido discurriendo, próspera e independiente, por los siglos: adobe un siglo, madera el siguiente, después ladrillo, después piedra, después ladrillo de nuevo, después cemento. Construyendo nuevos cimientos sobre antiguas ruinas. Y extendiéndose por los campos cuando no había ruinas suficientes.
London... my love!
ResponderEliminarTu no te preocupes por alargar el tema...tus comentarios sobre Londres me transportan a mi rincón preferido de Kensigton Gradens. Lo que no es nada difícil tal y como transcurre esta primavera...
ResponderEliminarGracias por deleitarnos con este pequeño fragmento. Y coincido con Samedimanche...por favor...más londres!!!
ResponderEliminarBss
Elvira: entonces creo que te gustaría este libro. Es puro Londres :)
ResponderEliminarSamedimanche: ¡tienes razón! El tiempo se está convirtiendo a la anglofilia, no hay duda.
María: se intentará, se intentará :)