El descenso del High Line nos dejó en la Novena Avenida (extraña por poco mencionada y nada que ver con su hermana Quinta) que no nos venía mal para ir a nuestro siguiente destino. Muy pintoresca no era, así que cambiamos a la octava, que tampoco es gran cosa. El glamour puede que se pierda, pero no así el interés. Por el camino guardé la cámara de fotos e intentamos quedar como la gente con la que nos cruzábamos, que claramente, eran de la zona y salían a recados normales y corrientes. Intentamos, sin mucho éxito pero con muchas risas y el máximo de discreción posible, imitar los andares neoyorquinos que decía el otro día.
Así llegamos a un famoso mercadillo de Nueva York, el Hell's Kitchen, que recibe el nombre del distrito en el que se encuentra. No sé si es que es una faceta que yo he descubierto en los últimos años, pero creo que a los americanos les gusta mucho lo de comprar objetos de segunda mano. Hay quien sabe lo que hace y encuentra maravillas por verdaderas gangas y en cualquier caso se ven cosas muy chulas - con o sin valor, eso ya no lo sé - por ahí. Así que me hacía ilusión ver un auténtico mercadillo americano, aunque, por turístico, quizá no tenga la calidad de otros de, qué sé yo, la América profunda.
Y es cierto que había cosas chulas (y también extrañísimas o birrias: había de todo) y, de haber tenido que poner casa en Nueva York (ah, quién pudiera), me habría llevado más de una cosa que vimos por allí. Estuve muy tentada por una gabardina pero entre que nunca he comprado nada de ropa de segunda mano en mi vida, que no tenía precio ni había persona a la que preguntar y que, cuando hice amago de quitarla de la percha para probármela vi una araña (y las arañas son superiores a mí), terminé dejándola allí, con menos pena después de lo de la araña.
El ambientillo era muy chulo. Cuando llegamos una chica tocaba y cantaba Over the Rainbow y daba gusto oírla.
No sabía qué - imposible la mesa que me gustaba tanto o el aparador ese tan bonito - pero yo quería llevarme algo de recuerdo del mercadillo y al final volví al primer puesto que habíamos visto y el primero que me había llamado la atención: un puesto que vendía tipos móviles. Allí pasé un buen rato, poniéndome los dedos grises con tanto toquetear las piezas y probarlas a modo de tampones, intentado decantarme por alguna, ardua tarea, porque para empezar no sabía si quería un dibujito o una letra. Fui seleccionado varias dispuesta a preguntarle el precio al encargado del puesto... hasta que vi que no había nadie. Al preguntarle a una chica del puesto de al lado me dijo que me esperara, que seguramente se había ido a tomar algo. Y efectivamente, al cabo del rato volvió el hombre con una pizza y me dijo unos precios que casi me tiran de espaldas. Hombre, no eran carísimas, pero pagar 10 dólares por una pieza pequeñita me parece bastante caro. Al final me conformé con un & en una fuente bonita (y al que por cierto he perdido la pista... hmmm), pequeñito, de recuerdo y por sólo 2 dólares Le dije a Manuel que eso de dejar el puesto abandonado y más siendo de cosas tan pequeñas (aunque había tipos muy grandes; no quiero ni imaginar sus precios) era una locura que yo, sin ir más lejos, me podía haber llevado todas las que había ido seleccionando gratis. Manuel me dijo: "¿pero te las has llevado? No, ¿no? Pues entonces su método funciona". Visto así.
Seguimos callejeando, como siempre, por avenidas y calles cada vez más conocidas, vimos la nueva sede del New York Times que ya no está en Times Square (que al fin y al cabo se llama así por el periódico) pero sí prácticamente a la vuelta de la esquina. En el bullicio de Times Square es donde acabamos. ¡Y cómo nos había cundido la mañana! ¿Alguién se fijó en el reloj del Chelsea Market y ahora en este torcido que a mí me ponía un poco de los nervios?
Oh, qué guay, la famosa Cocina el Infierno! :) Esos mercadillos son muy típicos también en Inglaterra, tengo entendido. A mí comprar ropa de segunda mano sí que me echaría también un poco para atrás (si me aparece una araña igual que a ti XD), pero del resto, seguro que los coleccionistas hacen el agosto en esos lugares :)
ResponderEliminarsaluditos
Si no llega a ser por la araña y si el precio hubiera sido razonable, yo ya estaba planeando llevar la gabardina a la tintorería para una limpieza a fondo ;)
ResponderEliminarY sí, hay quien encuentra maravillas por ahí.
Ai, Cristina, potser haurem de canviar el nom de "Mercat de les Puces" per el de "Mercat de les Aranyes"...
ResponderEliminarJo he trobat meravelles de 2ª mà!
Ya se me vuelven a hacer enlaces por todas partes sin mi intervención...
ResponderEliminarEnric: jajaja... sí, sería apropiado. Vete a saber, desconozco el origen de "mercado de pulgas" para referirse a un mercadillo en tantos idiomas, pero igual tiene que ver con la ropa de segunda mano (puagh) ;)
ResponderEliminarElvira: ya, he visto en varios blogs que hay un montón de enlaces de esos misteriosos. Cosas de blogger.
Yo soy muy aficionada a ( alguna ) ropa de 2ª mano. Según mi madre "la muerta ( porque, por lo visto, sólo hay una ) era de mi misma talla"...no concibe el mercado de ropa usada.
ResponderEliminarA mi me gustaría que por aquí organizásemos las típicas ventas de jardín, que limpias la casa y te deshaces de montones de trastos. Pero cómo tenemos trastos pero no jardín...
Qué bueno lo de la muerta y su talla :D
ResponderEliminarYo lo de las ventas de jardín también lo he pensado alguna vez. Pero también hacen las "car boot sales" en Inglaterra, ¿no? Y creo que maleteros de coches tenemos unos cuantos.