Creo que ya he contado alguna vez que tengo, cómo llamarlo, "el síndrome del último", un síndrome que provoca una paralización total a la hora de tomar lo último de algo. El armario de los tés está lleno de "últimos": tés que son la última bolsita de su especie (independientemente de que sea posible comprar más o no) y que prefiero tener ahí y saber que los tengo y puedo tomarlos cualquier día (¡ja!) que no acabarlos cuando llega el momento y dejar de verlos en el armario. El "síndrome del último" es tan surrealista que a veces casi sería mejor que el último de cada especie se pusiera malo y hubiera que tirarlo a tener que tomarlo yo. He dicho casi, que conste.
Con los jelly bellies de vainilla - que no se pongan malos, por favor - voy a pasito de tortuga, un par al día como mucho. Y a medida que van quedando menos los voy estirando más y más. No dejaré un caramelito solitario en la bolsa, pero me costará horrores digerirlo.
Enseguida de volver de Nueva York Manuel se acabó unas chocolatinas de chocolate negro y arándano azul que había comprado en la tienda de Hershey's. Se las acabó sin problemas: un día llegó a la última que quedaba en la bolsa y se la comió y tiró el plástico en que iba envuelta sin más, como si no hubiera sido la última. Yo aún tengo mi tableta gigante de Cookies'n'Creme sin abrir. La miro tentada todos los días y ya no me sirve la excusa de que con el calor el chocolate apetece menos. En la Delishop venden tabletas más pequeñas de Cookies'n'Creme: las he comprado alguna vez. El no abrir la tableta neoyorquina es disparatado.
Cuando volvimos de Nueva York metimos en el frigorífico dos Cane Colas y una Coca Cola de vainilla. Manuel, con un poco más de ritual que con las chocolatinas, se fue bebiendo las Cane Colas. Eso sí, no fue capaz de tirar las botellas (todo se pega). La Coca Cola de vainilla languidecía, iba cambiando de balda y Manuel preguntaba cuándo tocaba beberla, me intentaba poner paranoica con que iba a caducar pero yo sabía que caducaba dentro de muchísimo, así que le iba dando largas.
Con esta temperatura rara que hace, ayer por la tarde no me conseguía decidir entre hacerme un té o abrir una lata de Coca Cola. Pensando, pensando, decidí que los 200 años de Elizabeth Gaskell bien se merecían "descorchar" la Coca Cola de vainilla (no lo parece, pero el "síndrome del último" pesa: todo lo que uno no se atreve a tomar se va a acumulando de alguna forma). Se lo propuse a Manuel, que aceptó encantado, aunque se rió por el surrealismo de Gaskell y Coca Cola (lo suyo habría sido, efectivamente, un té). Cualquier excusa es buena, ¿no? Así que la abrimos y la saboreamos bien. Me redimí con la biografía de Gaskell por no haberla sacado en la foto oficial del bicentenario. ¡Qué honor salir en la foto con la Coca Cola de vainilla!
Cuando se acabó la Coca Cola no pude evitar recortar la etiqueta.
Debo confesar, eso sí, que el arrojo para tomar ayer la Coca Cola de vainilla también se debía a que unos días antes habíamos experimentado mezclando Coca Cola normal y vainillina de la que a veces me pongo en el té. Y, bueno, no era un sabor idéntico, pero sí muy, muy parecido al de la Coca Cola de vainilla. Sin ser exactamente igual, a partir de ahora me puedo hacer Coca Cola de vainilla casera siempre que quiera y sin síndromes traumáticos.
Jeje, fue buena excusa al menos :D Todos tenemos a veces esas manías raras que tienen bastante de irracional. Con la comida yo tengo bastantes, una de las más conocidas en mi entorno es que no doy jamás el último bocado de algo que esté comiendo, bajo riesgo de muerte violenta si alguien se atreve a tocármelo XDD Es el que mejor sabe, el que he elegido con cuidado para el final! :D
ResponderEliminarAh, y enhorabuena por haber conseguido el sucedáneo casero de la vanilla coke! :)
saluditos
Jajajaja! Cristina, me chiflan tus manías! Esta semana estuve con LittleEmily y pasamos por la Delishop y buscamos la Coca Cola de vainilla sin resultado. Eso sí, me llevé un par de paquetitos de muffins de arándonos que pienso provar este fin de semana.
ResponderEliminar¡Qué cosas! A mi me pasa un poquito al principio cuando tengo que abrir un paquete porque sé que se acabará pero al llegar al final ya lo he superado.
ResponderEliminarMe voy a animar con el sucedáneo de la Coca Cola de vainilla, ¿la vainillina que dices se puede encontrar en cualquier super?
Lillu: ¡yo hago lo mismo con la comida! Me dejo lo que más me gusta para el final. También con el pan cuando cenamos, primero me como la parte más tostada de detrás y luego la más blanquita de delante y la miga. Manuel ya se ha llevado algún que otro cachete en la mano al intentar robarme mi trozo de pan reservado ;)
ResponderEliminarGuacimara: hmmmm... ya verás qué ricas esas madalenitas. Nosotros las hemos hecho alguna vez y salen bien buenas. Y qué optimistas LittleEmily y tú buscando Coca Cola de vainilla. Ya lo tengo yo mirado y requetemirado. De hecho estuve hace sólo unos días buscando si tenían cream soda o algo así y nada, tampoco.
LittleEmily: qué va, a mí me costó un montón encontrar vainillina (es la "vainilla" que tienen en Starbucks donde el azúcar y demás). Al final di con ella en un puestecito de la Boquería (que no te den azúcar vainillado o vainilla molida porque no es lo mismo: vainillina en polvo, con consistencia de azúcar glas). Está rica :)
Ah, ¡qué buen invento has hecho!! :-)
ResponderEliminarYa ves. Lo mismo puedo montar una fábrica pirata de Coca Cola de vainilla ;)
ResponderEliminarEn un viaje a Madeira descubrí el "refrigerante de maracuyá" que, aunque lo de refrigerante parezca algo para el motor del coche, era como una fanta pero sabor a maracuyá. Qué cosa tan buena! El último día quise comprar una botella y fuimos a una tienda al lado del hotel para ver si había y resultó que no sólo tenían sino que además la botella era más grande y de plástico. Aunque sabía que aquí me sería imposible encontrar, le di un pequeño sorbo a mis padres para que lo probaran y me la bebí toda al día siguiente. Como puedes ver, no padezco tu síndrome!!
ResponderEliminarQué bueno, Mar. (La anécdota, quiero decir, porque el refrigerante de maracuyá no sé si sería lo mío). Efectivamente ya veo que tú no padeces mi síndrome. Y, créeme, es una gran suerte para ti ;)
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