sábado, 29 de agosto de 2009

La Seine

Nunca deja de sorprenderme - aunque históricamente sea lo más lógico - que la mayoría de las grandes capitales tengan ríos importantes. Y que Madrid tenga el Manzanares.

Tampoco deja de sorprenderme nuestra tendencia a terminar siempre andando a la "orilla" de esos ríos. (He aquí un problema lingüístico que me ha llevado un rato: "orilla" entre comillas (¡rima!) era una malísima traducción de lo que mi cabeza llamaba automáticamente embankment en inglés. Las investigaciones y la RAE apuntan hacia malecón que suena casi peor que embankment, que es una palabra de esas que me hace reír. Es lo que tiene haber vivido con un río como el Manzanares). Bueno, entonces, que tenemos tendencia a caminar por los malecones (suena tan, tan mal). Yo no sé si es que nuestra visión proporcional de las distancias en los mapas se echa a perder cuando hay un río al lado, pero el caso es que siempre nos creemos capaces de recorrer distancias a la vera del río y siempre acabamos con los pies molidos, por no mencionar el hecho de que, salvo al principio de la caminata, el paseo suele no ser excesivamente vistoso y bastante monótono, con pequeñas excepciones.

El Sena no lo vimos hasta el segundo día, cuando ya lo utilizamos como guía para ir de un lado a otro, y eso que el primer día habíamos estado al ladito cuando pasamos por la Plaza de la Concordia.

Y pese a nuestra experiencia en caminatas por los malecones del mundo, no sé si sería por el calor sofocante o por qué, pero había veces que la caminata se volvía muy desagradable por cierto olor a pis que nos atufaba.

Pero también había vistas bonitas y aquí por fin poco unas fotos donde se ve la Torre Eiffel que aunque habíamos visto de lejos ya varias veces y capturado en otras fotos, no había tenido oportunidad de sacar en ninguna foto de las que he ido poniendo. Ahora y sólo ahora nadie puede negar que hayamos ido a París.


Aparte de las vistas y el olor, el Sena también está amenizado - salvo cuando ya han cerrado, claro - por los famosos bouquinistes. Aunque hay que reconocer que quedan ya pocos que se dediquen única y exclusivamente a la venta de libros de segunda mano, porque la mayoría o tienen unos pocos para hacer bulto entre los souvenirs o prescinden de ellos directamente en favor de cantidad de souvenirs, postales, carteles y demás parafernalia que hace las delicias de los turistas. Nosotros no éramos menos y aunque mirábamos los libros, los ojos se nos iban a la gran variedad de souvenirs.


Ser turista es raro: acabas debatiendo si comprar un imán para el frigorífico con forma de baguette. Y no sólo eso: comentas que el imán "barato" de tres euros es una baguette bastante repugnante por el color anaranjado tan poco real que tiene y decides que el bueno, el que está conseguido de verdad, es el que cuesta 4,5 euros. Por suerte el cerebro turista tiene unos límites y llega un momento en que te planteas si realmente necesitas un imán para el frigorífico con forma de baguette ultrarrealista. Algo en tu interior que aún no se ha puesto las metáforicas sandalias con calcetines dice que no, que no lo necesitas. Será aguafiestas.

Ese mismo algo interior lo que no aprende es que no hay que dejar las cosas "para más adelante" porque eso es sinónimo de quedarte sin ellas. Así, fui dejando imanes, postales y demás de las famosas fases de la construcción de la Torre Eiffel, en parte con la esperanza de comprarlo in situ en la propia Torre. En los bouquinistes vendían una lámina bastante tentadora por diez euros, pero la verdad es que yo no quería la lámina. Yo quería un simple recuerdo y punto. Para cuando lo quise comprar de verdad no hubo forma de dar con nada de lo que había visto, sólo con la lámina grande que yo seguía sin querer. Al final tuve que conformarme con una tira de postales de un bouquiniste en que aparecen muchas más fases de construcción por un euro. Creo que salí ganando, pero a pesar de todo se me quedó la espinita clavada.

El caso es que desde la orilla de enfrente siempre se ven cosas interesantes a pesar de todo. Esta tienda de "grabados y libros antiguos" con un cartel que da fe mejor que cualquier logotipo moderno de que eso es precisamente lo que venden, con su aspecto antiguo, sus letras perdidas (en realidad pone "rabados") y sus letras torcidas, y con las ventanas y las flores encima me cautivó.

6 comentarios:

  1. Veo que tenemos Parises parecidos...la fascinación por los adoquines y el Sena ( por suerte, yo uso "quai" con facilidad y no he de usar malecón...), el disgusto por el borreguismo museístico, la confitería...si te sirve de consuelo - que creo que no lo hará - Londres estaba igual de aborregado ( atravesar el puente de Westminster era como ir a Grand Prix, creo que hasta vi a ramón García )...pero París bien vale una misa o algún pequeño sacrificio ¡es tan maravillosos! Coincido con tu admiración por Orsay, que casi te obliga a no poder verlo en línea recta, y haría un test de conocimientos previos a todo aquel que quisiese entrar en el Louvre. Ya lo estoy viendo:
    - ¿De quién es la Venus?
    - De Milo, claro.

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  2. "las metáforicas sandalias con calcetines" Jajaja, qué horrendas son, ¿verdad? :-)

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  3. Samedimanche: eso es lo que yo pensaba mientras estábamos en el Louvre viendo a la masa de gente: que la Torre de Londres estaría igual,la Casa Batlló en Barcelona estaría igual. Hay turistas "pa tó".

    Y secundo lo del pequeño test a la entrada del Louvre: ¡menuda criba habría!

    Elvira: sí lo son, sí.

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  4. Vaya, yo también me traigo un imán de cada sitio y con las mismas vueltas: que si este es zafio, que si éste demasiado típico, que si este 2 euros más que no sé dónde...
    De París me traje uno con la segunda fase de la Torre Eiffel y de Disney París me traje a Minnie para hacer compañía a un Mickey q me habían traido unos amigos un año antes.Un saludo

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  5. Qué maravilla!! Me encantan las fotos, los puestos del Sena, todo...Un paseo precioso.

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  6. Prima de Audrey: nosotros también solemos traer algún imán. Sacrificamos la baguette, pero no una Mona Lisa que ahora nos saluda cada vez que abrimos el frigorífico, no sé qué pensaría el pobre Leonardo de la ubicación.

    María: es un paseo pintoresco, sí.

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