domingo, 31 de agosto de 2008

Central Park (III), o Strawberry Fields Forever

Es una obviedad, pero esta entrada se lee muchísimo mejor con Strawberry Fields Forever de los Beatles de fondo. Ya sé, ya sé que los Strawberry Fields de la canción están en Liverpool y no en Central Park.

Pero es que la zona de Central Park que está justo enfrente de donde asesinaron a John Lennon también se llama así. Y allí también está el mosaico famoso de Imagine. Hay muchísima gente y aunque debería ser una visita emotiva, a pesar de no ser el sitio exacto donde le dispararon, lo cierto es que es más variopinta que otra cosa.

Hay allí un grupo de hippies trasnochados que venden rosas para que cada uno le haga a John Lennon su tributo floral, que generalmente toma forma de símbolo de la paz sobre el círculo de Imagine.

No sólo nos dedicamos a Central Park esa larga mañana (hay que ver, las bondades de madrugar), sino que fuimos saliendo y entrando por un lado y otro. A un lado la parte de arriba de la quinta avenida, con sus casas de ricos y sus edificios imponentes y el Metropolitan (en obras). Al otro lado Central Park West con sus casas no menos imponentes (aunque por lo visto un pelín más asequibles, que no es decir mucho cuando la comparación es con la quinta avenida) y el Museo de Historia Natural. Como turistas incultos que somos decidimos que preferíamos callejear a entrar en ninguno de los dos enormes museos. Una pena, porque ambos son enormes y muy prometedores. Para dárnolas aun más de incultos no nos bastaba con no entrar al museo en sí, sino que encima preguntábamos si podíamos entrar sólo a la tienda de regalos. Pero es que esas tiendas son irresistibles y yo tenía la intención de seguir ampliando mi colección de lápices de sitios, aunque pude comprobar que los lápices-souvenir en Nueva York ya van siendo cosa del pasado.

En el Museo de Historia Natural había una exposición dedicada al caballo y había cuatro caballos decorados al estilo Cow Parade en las escaleras de entrada. Desde luego la Cow Parade ha dejado huella porque luego vimos también perros en el mismo estilo.

Los Dakota, que viéndolos ahora cuesta creer que cuando los construyeron estuvieran en mitad de la nada, es donde vivía John Lennon (y tantos otros famosetes, por lo visto Yoko Ono sigue viviendo allí) y también donde se rodó La semilla del diablo (esto lo repito como un loro, porque no he visto la película) y en la entrada del edificio fue donde dispararon a John Lennon. Así que no sé si por estas dos cosas que dan un poco de repelús o qué, pero la verdad es que a pesar de ser un edificio bonito es también un edificio incómodo de mirar, que transmite un poco de angustia. Yo casi me iba sin hacerle una foto y si terminé haciendo esta fue más porque me gustaba cómo quedaban los árboles que el edificio en sí.

Y así dejamos Central Park detrás. Eso sí, en Nueva York hay muchísimos más parques de los que pudimos disfrutar. No tan grandes, desde luego, pero muy acogedores. Todos, además, tienen mobiliario que aquí no duraría ni una hora: sillas, mesas y reposapiés plegables (y sin atar y sin romper y sin pintar) que la gente puede mover a su antojo: para comer, pasar el rato, descansar. Bryant Park, Washington Square Park, Madison Square Park, Battery Park (¡el de Caperucita en Manhattan!), el parque del City Hall y uno muy, muy pequeñito que había delante del decepcionante Macy's. Nos dejaríamos sin ver muchos, pero la espinita clavada fue Gramercy Park. Todos cómodos, muy, muy cuidados y sitios magníficos para sentarse un rato, descansar los pies, ver que la mayoría de la gente está zampando, levantarte de nuevo a buscar algo rico que comer y sentarte bien preparado a ver pasar a la gente.

Como siempre: las fotos mejor en grande, haciendo clic sobre ellas.

sábado, 30 de agosto de 2008

Central Park (II), o nostalgia del presente


Hasta hace unos días no sentía especial envidia de Jackie Onassis (porque, la verdad, a pesar de ser rica, su vida tuvo bastantes cosas horribles) pero después de andar por Central Park y enterarme de que esta maravilla de embalse (que ya no funciona como embalse), lleva su nombre (aunque ya existía de antes) como agradecimiento a sus contribuciones a la ciudad de Nueva York y que era lo que se veía desde su apartamento de la quinta avenida, pues la verdad, ahora Jackie Onassis ya no me deja tan indiferente. No sólo tiene suerte en el lugar y lo espectacular del embalse, sino que además, a diferencia del lago, la planta exótica que yo creo que ha proliferado por las tortugas no ha llegado hasta aquí porque el lago no está conectado con esto, al menos que se vea. El agua es transparente y limpia.

Pero no sólo decidieron ponerle su nombre porque lo viera desde su ventana sino también porque, como otros miles de neoyorquinos, se dedicaba a hacer jogging alrededor del embalse. Según los carteles que ahí por allí, sin embargo, no fue la primera en tener la idea. El hombre que un buen día decidió que dar vueltas alrededor de este enorme embalse fue un tal Alberto Arroyo. Y desde luego eso es poner algo de moda. No sólo los que corren alrededor se lo toman tan en serio que más de uno te dejaría peor que un coche si te atropellara si se te ocurre cruzar sin mirar sino que teóricamente todos corren en el mismo sentido y sólo se puede correr, no montar en bici ni otras cosas. Nosotros, como turistas-vándalos que somos, no sólo cruzamos para acercarnos a la barandilla del embalse y nos paramos allí bien pegaditos para no estorbar sino que luego, cuando quisimos avanzar, nos dimos cuenta de que él sentido de la marcha era hacia el norte y nosotros queríamos ir hacia el sur. Dudábamos de si realmente no acabaríamos en la comisaría o enfureceríamos a toda esa gente tan musculosa cuando vimos a unos cuantos que andaban, corrían y montaban en bici en sentido contrario. No estábamos solos en el vandalismo.

Hablando de vándalos y de gente musculosa, y mientras seguimos paseando por el lateral del embalse contracorriente: una anécdota de esas que hacen reír aunque no tiene nada que ver con Central Park. En Nueva York las puertas giratorias son lo más, por lo visto. A mí son unas puertas que me parecen absurdas y me dan un poco de claustrofobia, sobre todo si son automáticas, pero allí están por todas partes. Da igual si el sitio es un teatro, una cafetería, un edificio público o un supermercado. El caso es que yo suspiraba siempre antes de pasar por una por miedo a quedarme atrapada, pero de lo que no era consciente era de que pasase lentamente por ellas ni nada. El caso es que un día, saliendo de no me acuerdo qué sitio, creo que un supermercado, de repente casi salgo disparada o me quedo dando allí vueltas para siempre cuando un energúmeno empujó la puerta con todas sus fuerzas. Creo que no había corrido tan rápido en mi vida. Y qué risa me entró luego, era como ir al parque de atracciones. Eso sí, luego pasar por más puertas giratorias tenía el temor añadido de si a alguien le daría por llevarme por delante de nuevo.

Llegamos así a la zona de nannies y un enorme (como todo) campo de béisbol al que nunca supimos por dónde se entraba... ni nosotros, que no teníamos particular interés en entrar, ni unos que se habían tomado muy en serio lo de jugar un partido y tenían hasta copa preparada para los ganadores. Estuvieron hablando largo y tendido con uno de los muchos guardas que circulan por el parque. No sabemos muy bien de qué o en qué quedaron, aunque nos lo pasamos de maravilla poniendo voces e inventando las conversaciones que podrían estar teniendo. Ahí estuvimos sentados un buen rato, viendo pasar un día normal y corriente en el corazón de Central Park, descubriendo que la Coca Cola americana (la auténtica, se supone) es muy distinta de la española. Luego descubriríamos muchas más bebidas... si algo abunda en Estados Unidos/Nueva York son las bebidas de todo tipo, y con razón, porque cuesta ver a alguien que no lleve una encima.

Y sentados allí yo me di cuenta de que aunque aún nos quedaban unos días en Nueva York yo ya quería volver (volver a Nueva York se entiende). Y me acordé de un poema de Borges (como me acuerdo yo de los poemas, en abstracto, porque nunca he sido capaz de memorizar, mucho menos recitar, uno), que aunque va sobre Islandia viene mucho al caso:

NOSTALGIA DEL PRESENTE
En aquel preciso momento el hombre se dijo:
Qué no daría yo por la dicha
de estar a tu lado en Islandia
bajo el gran cielo inmóvil
y de compartir el ahora
como se comparte la música
o el sabor de una fruta.
En aquel preciso momento
el hombre estaba junto a ella en Islandia.

Como siempre: las fotos mejor en grande, haciendo clic sobre ellas.

viernes, 29 de agosto de 2008

Central Park (I)

El primer día completo estábamos muy de buena mañana en la calle, integrándonos en la vida neoyorquina comprando el desayuno en un carrito. Descubrimos tres cosas: que llevar en la mano un chocolate hirviendo durante un rato no es tan cómodo como se ve en las películas y como se ve, de hecho, por las calles; que abrir el trocito para beber el vaso de chocolate es una operación de alto riesgo (que requiere práctica, el último día ya lo dominábamos); y, en mi caso, que desayunar un bagel con cream cheese (queso Philadelphia de toda la vida) es de las mejores cosas del mundo, más aun si es caliente (como luego descubrí) y también de lo más apañado, porque al ser gigante te sirve tanto de desayuno como de bollito de media mañana y, si apuras, hasta casi de comida. Desayunar es un chollo. No recuerdo exactamente, pero diría que un buen vaso de chocolate caliente y el bagel gigante con montones de queso no cuestan más de $3,50 por persona.

El caso es que así fuimos por la quinta avenida (ya habrá una entrada donde la comente más a fondo), subiendo, subiendo hasta Central Park. Entrar en Central Park es como entrar en otro mundo. Nueva York es una ciudad ruidosa, pero es cruzar la puerta de entrada del parque y te trasladas a otro mundo. Empiezas a ver los edificios a lo lejos, sobre los árboles, y cuesta creer que realmente están tan cerca. Pensaba que por ser tan tempranito había mucha gente corriendo (y se contaban con los dedos de una mano los que no llevaban su iPod) pero luego ese mismo día y los siguientes ya vi que en Nueva York hay gente para todo y que siempre hay mucha gente haciendo jogging.

También en Central Park están las nannies que - al menos yo me monté esa película, por influencia innegable del cine - cuidan de los niños de los ricos, yo me preguntaba si algún niño sería hijo de algún famoso. Y también se ve a los paseadores de perros que salen también en las películas (y Manuel se reía de mí y se preguntaba si alguno de los perros sería el perro de algún famoso). Lo de los perros en Nueva York es como otro mundo: se ven muchísimos perros de esos de peluquería y también se ven carritos especialmente diseñados para transportar a los perros pequeñitos (no de edad, sino de tamaño). Otro mundo.

El caso es que, empezando a ver todo eso, que iríamos viendo más en profundidad según avanzaba la mañana y nos adentrábamos en el parque, pasamos por una impresionante avenida hasta llegar al lago. La plaza desde la que se ve el lago, con la fuente de Bethesda en el centro, sale en muchas películas. A mí la que me vino a la cabeza cuando llegamos fue Un día inolvidable y creo que a Manuel le faltó poco para tirarme al lago sólo por la mención (no soporta esa película ni tampoco Tienes un e-mail, curiosamente las dos muy neoyorquinas. Mis referencias a Friends eran bastante mejor recibidas, eso sí). Y es que es cierto que Nueva York a veces parece más un decorado gigante que una ciudad. Esperas en cualquier momento descubrir que los edificios son de cartón piedra. No sé qué va antes, si el huevo o la gallina: si es que Nueva York fue una ciudad de cine desde el principio y por eso se rodaron tantas películas en ella o que por el hecho de que se rodaran tantas películas en ella se ha convertido en ciudad de cine. También está el hecho de que cada vez que giras una esquina no sabes qué te encontrarás, siempre está pasando algo y siempre ves a gente que te gustaría que te contara su historia.

El lago fue un poco un chasco porque creo (de nuevo esto es de mi cosecha) que la gente se ha pasado tirando tortugas y se les ha llenado de esa planta exótica que se reproduce tan rápido. En un trozo del lago hay una zona para tortugas, así que la idea no es tan descabellada. No sé si por ese motivo o por otro, están haciendo "obras" en el lago, así que no que queda del todo vistoso, entre el agua verde y las máquinas. Había bastantes obras en Nueva York estropeándome mis fotos: San Patricio, el Metropolitan, el Empire State Building....

Y aquí lo dejo por hoy, aunque no he terminado con Central Park, quedan muchas cosas. No sé si lo digo del todo en serio o no, habría que ponerme a prueba pero creo que no hubiera tenido problema en pasar todos los días que estuvimos únicamente en Central Park. Haría del banco de abajo mi centro de operaciones. Me encanta la costumbre inglesa y ahora veo que también americana de dedicar bancos... Me encanta leer las plaquitas y encontré muchos que me gustaron, pero sin duda me quedo con Margie's Bench, que además estaba en la avenida enorme.

Como siempre: las fotos mejor en grande, haciendo clic sobre ellas.

jueves, 28 de agosto de 2008

Grand Central Station


Nada más llegar, después de arrastrar la maleta (los neoyorquinos son mucho más comprensivos con la gente que arrastra maletas que los londinenses) por Times Square (y decir hola a la webcam que había visto tantas veces los días anteriores) y dejar las cosas en el hotel, nos lanzamos de nuevo a la calle, de lo más espabilados pese a que en horario español era ya la una de la mañana. Con la excusa de buscar un sitio donde encontrar algo que cenar callejeamos un montón y terminamos en Grand Central Station, famosa de por sí, pero muy conocida por la escena de Los intocables y por el libro de Elizabeth Smart By Grand Central Station I Sat Down and Wept.

El caso es que no sé por dónde entramos o qué vueltas dimos que no vimos la sala central nada más entrar, sino que vimos los escaparates de las tiendas (chulas todas) y el interior, hasta que subimos unas escaleras y vimos lo que se ve en la foto de arriba. En foto pierde mucho y aunque la bandera americana no suele decirme mucho sí que es cierto que en Nueva York está por todas partes y suele quedar muy bien. La bóveda de ese azul tan bonito, con sus constelaciones, la iluminación y la bandera enorme ahí colgada realmente impresiona. Yo no sé qué hice subiendo las escaleras, no sé si dije en alto "ooooh" o si me paré en seco de la impresión, pero mi gesto le hizo a una chica que pasaba contarme que ella pasa por aquí cada semana y que no hay día que no la deje boquiabierta. Desde luego entendí lo que quería decir.

El domingo, después de callejear (eso lo hacíamos todo el tiempo, como debe ser) de buena mañana, nuestros pasos nos llevaron hasta aquí de nuevo y pasamos otra vez por la sala central (con el inevitable oooooh, etc.) de camino a una cafetería (en realidad dos) que había en la zona de abajo. Allí nos nos hicimos pasar por neoyorquinos de pura cepa, desayunando té y bagels (más sobre los bagels en futuras entradas), sentados cómodamente en un sillón muy curioso y leyendo el New York Times con sus mil suplementos dominicales y viendo a la gente ir y venir, aunque Grand Central Station ahora es más conocida como Grand Central Terminal: ya no llegan y salen trenes de todo el país, sino que es más como una estación de cercanías para el norte de Nueva York, con lo cual las idas y venidas no tienen nada que ver con lo que fueron en su día.

Más sobre Grand Central Station: sitio oficial, wikipedia en inglés y en español.

Como siempre: las fotos mejor en grande, haciendo clic sobre ellas.

Aviso a navegantes: aunque hoy haya dado la casualidad de contar lo que vimos nada más llegar tampoco va a ser esto un diario día a día, momento a momento de Nueva York, aunque sí que el blog se convertirá en unos días en "En Nueva York..." más que "En Barcelona..." porque tengo muchas cosas que contar y fotos que poner. La verdad, no creo que a nadie le suponga un problema, pero yo aviso por si acaso. Hoja de reclamaciones disponible.

miércoles, 27 de agosto de 2008

De vuelta

Pues ya estamos de vuelta, aunque no habríamos tenido ningún problema en quedarnos para siempre en Nueva York.

Y he aquí una foto con la mayor parte del botín que, como puede observarse, son casi todo libros, 15 (quince) para ser exactos (si se agranda la foto se ven mejor los títulos), dos de ellos londinenses, porque hacer escala en Londres es lo que tiene (eso y el sándwich de gambas y mayonesa de rigor (me alimentaría feliz sólo de eso y de hecho cuando vamos a Inglaterra prácticamente es lo que hago) acompañado por la cara de medio asco de Manuel). Un par de tazas (una de Starbucks y otra de Bloomingdale's), un par de números de The New Yorker y un par de camisetas que no salen en la foto. Yo iba con la idea de comprar algo de ropa, la verdad, pero teniendo tantísimas cosas que hacer fuera ni se me pasó por la cabeza el meterme en ningún probador.

Y algunos dulces que tampoco se ven: nubes, jelly belly de vainilla* (los únicos que no encuentro aquí), M&M's comprados en una tienda enooooorme de Times Square (más sobre la tienda en alguna futura entrada) y chocolate Hershey's. Más todos los engullidos in situ, porque si algo hemos hecho ha sido comer un montón (menos mal que también hemos caminado muchísimo, así que creo que se compensan entre sí). Pero es que las pastelerías, los puestos de la calle, las tiendas... tenían productos irresistibles y/o que daban ganas de probar sólo por lo raros que se nos hacían (lo mismo, más en futuras entradas).

Y desde este momento considero el jet lag casi una leyenda urbana, al menos en el trayecto Barcelona-Estados Unidos y viceversa. Pensaba que lo iba a pasar fatal y a la ida ni lo noté y eso que no dormí en el avión ni nada. Y a la vuelta en el vuelo largo no dormí gran cosa, pero sí que di cabezadas en Heathrow (después de los libros y el sándwich inevitables) y en el avión Londres-Barcelona. Nada que dure días y que no se pueda sorportar, que es lo que te pintan por ahí.

Como he dicho antes, en los próximos días iré comentando cosas neoyorquinas acompañadas de fotos, pero mientras, y para abrir boca, dejo una foto de la vista desde nuestra ventana del hotel:

En grande se aprecia mejor que es nada más y nada menos que Times Square, con todo su bullicio y todas sus luces.

* Para qué dejar una de las anécdotas más divertidas para más adelante. Aparte de los jelly belly de vainilla, a la vuelta en el duty free compré un botecito con los 49 sabores. Cuando fui a pagarlo, la cajera me decía con una voz muy nasal algo que yo entendía como: "jsfsgfhs jfuetryur geutytre jdhfsgfdjhsgf boardinnnnnn' gaaaaaate". Como veía que no entendía de qué me hablaba me lo repetía una y otra vez: "jsfsgfhs jfuetryur geutytre jdhfsgfdjhsgf boardinnnnnn' gaaaaaate", "jsfsgfhs jfuetryur geutytre jdhfsgfdjhsgf boardinnnnnn' gaaaaaate", "jsfsgfhs jfuetryur geutytre jdhfsgfdjhsgf boardinnnnnn' gaaaaaate", "jsfsgfhs jfuetryur geutytre jdhfsgfdjhsgf boardinnnnnn' gaaaaaate"...

Ya al final, cansada de hacer el rídiculo decidí decir que sí, que lo entendía y me inventé que me estaba diciendo que no me los podía comer hasta la boardinnnnnn' gaaaaaate (explicación ridícula producida por un cerebro cansado, eran las nueve y pico de la noche de un día muy largo), pero ella sabía que no me enteraba así que me soltó otra sarta de "jsfsgfhs jfuetryur geutytre jdhfsgfdjhsgf boardinnnnnn' gaaaaaate" e incluso hizo una pausa para dejarme pensar mientras seguramente comentaba con sus compañeras la estupidez implcable de la plasta de los jelly belly (no lo puedo decir con seguridad porque no entendí tampoco ni una palabra). En ese momento ya me giré a Manuel, que básicamente se dedicaba a reírse de mí y mi estado de GRAN confusión, que me dijo "que te dice que lo recoges allí". Mi cerebro tampoco dio de sí para comprender dónde era allí, así que pasé de los dos, pagué mis diez últimos dólares e hice ademán de coger mi botecito de jelly belly de una vez. A la dependienta le faltó darme un cachete en la mano antes de empezar de nuevo su "jsfsgfhs jfuetryur geutytre jdhfsgfdjhsgf boardinnnnnn' gaaaaaate", "jsfsgfhs jfuetryur geutytre jdhfsgfdjhsgf boardinnnnnn' gaaaaaate", "jsfsgfhs jfuetryur geutytre jdhfsgfdjhsgf boardinnnnnn' gaaaaaate". Así que me fui sin jelly belly, pregúntandome si me estaban timando.

Al final, y después de grandes esfuerzos mentales logré enterarme de que las compras del duty free las entregan después de pasar la puerta de embarque, en el camino hacia el avión. Así que mientras otra gente recogía sus licores y sus perfumes caros yo recogía un mísero bote de jelly belly que, por suerte, iban en bolsa. Aún me río mucho cada vez que me acuerdo de mi estado total de confusión y siento mucha vergüenza de mi oído poco receptivo al inglés extranasal.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Nueva York

Aparte de Paul Auster, este último par de días lo he dedicado a lecturas neoyorquinas, como debe ser.

- El cuaderno de viaje de Nueva York, con sus acuarelas no me canso de hojearlo una y otra vez.

- Con las dos guías termino hecha un lío. Miro una cosa en una que me lleva a otra, que miro en la otra guía, que a su vez me recuerda que quería mirar eso otro, que en la primera guía viene mejor explicado, pero en la otra dice que... Muy interesante hasta ahora, pero no muy, muy productivo.

- Visión de Nueva York de Carmen Martín Gaite. Muy distinto del cuaderno de viaje que mencionaba antes, pero igual de adictivo, escrito y "adornado" con montones de collages durante los meses que CMG pasó en Estados Unidos entre 1980 y 1981. Si hace unos meses me quedé encantada con la visión neoyorquina de Caperucita en Manhattan, quién se resiste a cosas como:

Del follón que es la isla de Manhattan se entera uno un poco subiendo a los edificios altos. . . [Escrito del puño y letra de CMG junto a un collage de fotos y planos de Nueva York].

O:
Sigo pensando que N. York es gris y amarillo [a lápiz, sin collage ni ningún otro adorno].

O:
La libertad siempre da algo de miedo cuando se ve de cerca, ¿no lo sabías? [En un post-it/papel amarillo, rodeado de fotos de la Estatua de la Libertad, y de una foto con su hija supuestamente en el ferry hacia la isla].

- Y por último el libro elegido para el viaje: Notes from a Big Country de Bill Bryson. Me encanta su Notes from a Small Island, sobre Inglaterra y algún otro suyo, pero a pesar de todo tuve que abandonar, de muy mal humor, Neither Here nor There, sobre Europa, cuando intenté leerlo hace años. Espero que Notes from a Big Country, sobre Estados Unidos, claro, esté más en la línea del primero. O si no lo cambiaré por el primero que compre por ahí (amenazado quedas, Bill Bryson).

Y con esto sí que sí me despido hasta la vuelta. De momento hoy tengo millones de cosas que hacer, así que el tiempo volará.

Hand to Mouth (A salto de mata), de Paul Auster

¿He contado aquí alguna vez cómo empecé a leer a Paul Auster? Tampoco hace mucho tiempo, un par de años o así. Antes de eso, pasaba por la sección de libros de la Fnac con la única lectora, cogía algún libro de Paul Auster, lo miraba mucho, pero nunca me decidía a la comprarlo. Cuando llegó mi cumpleaños la única lectora se había hartado de la situación y me regaló Timbuktu (Tombuctú). Y fue ahí cuando se abrió la veda. Y menos mal.

Así que estos días me ha encantado leer Hand to Mouth (A salto de mata), libro autobiográfico en que Paul Auster habla del tiempo anterior a ser un escritor más o menos conocido a gran escala.

Es una pequeña joya y a veces es tan parecido a la ficción de Paul Auster que tienes que recordarte que en este caso todo pasó de verdad. A Paul Auster se le acusa muchas veces de pasarse con las casualidades y las coincidencias, pero leyendo este libro te das cuenta de que no abusa, sino que en realidad es un tema que conoce bien por experiencia propia.

Interesantísimo además, no sólo por lo que cuenta de sus trabajillos aquí y allá, sus esfuerzos para conseguir pagar todas las facturas, sus estancias en Francia y Dublín, su vida (y estos días esto me interesaba especialmente) en Nueva York de joven, sino por cómo lo cuenta. No es una simple enumeración de hice esto y pasó aquello, Paul Auster te dice cómo se sentía, qué le parecía, por qué le impresionó, qué pensó. Hay situaciones realmente demoledoras, pero también las hay muy graciosas.

Muy recomendable, sobre todo si ya se ha leído algo de Paul Auster.

lunes, 18 de agosto de 2008

48 horas (más o menos)

A principios de mayo dije que faltaban 107 días para Nueva York y después de eso no volví a decir nada más. Y es que por motivos que no vienen al caso hubo que dejar, con todo ya preparado, la decisión de si iríamos o no para el último momento. El último momento será el miércoles por la noche, pero de momento, a día de hoy, la balanza se ha inclinado hacia que vayamos.

Así que hoy hemos cambiado a dólares* y dado el pistoletazo de salida a dos días que se presentan como una locura de hacer recados, de ir de acá para allá, de ultimar cosas, hacer listas y cerrar maletas. Lo que normalmente - yo por lo menos - se va haciendo con tiempo bastantes días antes del viaje en cuestión hoy se nos ha reducido a 48 horas: nuestros Juegos Olímpicos personales (ojalá tuviéramos las piernas de Usain Bolt). Mientras no nos olvidemos de nada importante no creo que sea grave, sólo un poco estresante.

* Yo no le saco partido a la zona euro. Desde 2002, 12 países tienen moneda común que evita el andarse yendo a bancos a cambiar a billetes, el gastar chatarrilla de última hora en los aeropuertos, que permite simplemente salir de casa "con lo puesto" en ese sentido. Pues bien, desde 2002 me he especializado en viajar a países de fuera de la zona euro: Inglaterra (muuuuucha Inglaterra), Suecia y ahora Estados Unidos. No me quejo en absoluto, pero tiene su aquel el asunto. Al menos, y cruzo los dedos, por una vez llevaremos el cambio a nuestro favor, que hasta este viaje parece que la especialidad se redondeaba con el hecho de viajar a países donde no sólo usaban otra divisa, sino que encima su moneda era aplastante al cambio.

Delicias al horno

La asesora culinaria (también conocida como madre) me mandó este libro de recetas al horno hace unos días. Vienen recetas saladas, pero sobre todo vienen un montón de dulces. Estoy deseando probar la gran mayoría así que será cosa de ponerse con las manos en la masa de verdad.

Veremos qué va saliendo. Fotos y desastres aquí en el futuro seguro.

domingo, 17 de agosto de 2008

Noche de viernes: Tess of the d'Urbervilles (1998)

Tenía mucha curiosidad por ver Tess of the D'Urbervilles (1998) con Justine Waddell ("vieja" conocida de Wives & Daughters y The Fall*), así que fue la serie seleccionada para los dos últimos viernes.

Lo malo de Tess es que en abstracto recuerdas lo triste que es, pero sólo cuando la estás leyendo/viendo de nuevo, observando los pequeños detalles, es cuando te das cuenta de que es aun más (muchísimo más) triste de lo que recordabas. Hardy nunca redondeaba las esquinas. Es más, si podía y resultaba más o menos plausible, las afilaba todavía más.

Antes de hablar de esta versión debo reconocer que no he visto la de Polanski. Pero pronto lo remediaré, porque será la protagonista de la próxima sesión de noche de viernes. Y en el futuro lo completaremos todo con la nueva Tess que la BBC emitirá, supuestamente, en septiembre.

El caso es que esta serie es un poco irregular. Tiene cosas buenas y cosas malas. Es bastante fiel a la novela. Los dos hombres están un poco matizados: Alec D'Urberville, sobre todo a medida que avanza la serie, va apareciendo más "amable"de lo que recuerdo de la novela. Amable obviamente no es la palabra, pero no encuentro otra. Angel Clare está puesto un poco de tonto, no se entera de nada. Manuel y yo no nos ponemos de acuerdo en quién es peor de los dos personajes. Manuel prefiere a Alec y odia profundamente a Angel. Y yo... los odio a los dos. Ninguno me cae mejor que el otro, soy incapaz de plantarme frente a Hardy y poner las terribles preguntas que hace en una balanza y decidir. Ninguno actúa bien, ninguno queda bien. Y puede que a veces Hardy quiera inclinar la balanza hacia Alec, igual que a Manuel le cae mejor, pero yo no lo veo claro. Son dos extremos igual de malos**.

También hemos debatido sobre la propia Tess. Justine Waddell, como era de esperar, está bastante bien. Es de las primeras series que hizo y en algunos momentos se nota, pero en general interpreta bien a Tess, papel no precisamente sencillo. El debate sobre el personaje de Tess era que Manuel decía que en esta versión a veces a los guionistas se les va la mano pintando a Tess de heroína victoriana: con sus valores, con su fuerza interior. Manuel, sin embargo, dice que la Tess original es mucho más dejada en ese sentido y se deja llevar por las circunstancias. Hasta cierto punto estoy de acuerdo, hay veces que en la serie Tess no recuerda tanto a la Tess original como a otras heroínas hechas a sí mismas, pero la Tess original también tenía sus pequeños valores, no era del todo pasota. Y Hardy lo tenía bien claro cuando subtituló el libro "A pure woman".

Algunos puntos flacos de la serie son, el principal, la horrible luz, fotografía, lo que sea, de las escenas iniciales con Angel Clare. Una luz espantosa y muy exagerada. También el exceso de "símbolos" plantados por los guionistas, sobre todo durante las escenas con Alec. Ninguno era demasiado original, más bien evidentes y con uno, si es que hacía falta un símbolo, hubiéramos tenido más que suficiente. Luego siguen saliendo símbolos y augurios en otras escenas, ya más dispersos y, bueno, se sobrellevan mejor, pero aun así los encuentro prescindibles y/o demasiado evidentes.

Puntos fuertes: la música, desde luego. Preciosa. La ropa, los personajes secundarios, los paisajes y los decorados (con otra fotografís hubieran lucido mejor algunos, creo yo).

Y poco más que decir. Que sigo teniendo pendiente leer (y no veré la serie hasta haber leído el libro) Jude the Obscure pero sigo siendo incapaz de decidirme a leerlo de una vez. "Más triste que Tess", como si la tristeza de Tess fuera fácilmente superable, es muy, muy mal augurio. He leído otros libros de Hardy que tampoco han sido la alegría de la huerta (A pair of blue eyes, Far from the Madding Crowd), pero más o menos se quedan a la par con Tess. Pero lo leeré, me comprometo públicamente a leerlo antes de que acabe el año (glups).

* Por lo visto The Fall sale en DVD en septiembre. Qué emoción, con lo que me gustó.

** Viendo Tess, y ahora que la BBC está redescubriendo a Elizabeth Gaskell, me preguntaba por qué no se animan a adaptar Ruth. Tienen puntos comunes, y aunque Ruth en algunos aspectos ha envejecido un poco peor que Tess, creo que no quedaría mal en pantalla.

viernes, 15 de agosto de 2008

Talking to the Dead, de Helen Dunmore

Últimamente no he tenido mucho tiempo para leer, así que ver que una crítica literaria que aparece en la portada de Talking to the Dead, de Helen Dunmore me decía constantemente que era un libro para leer de una sentada me sentaba, nunca mejor dicho, bastante mal.

... Pero era cierto. Ayer, después de días y días de leer 5-10 páginas diarias, llegué a ese punto de no retorno en el que realmente no se puede parar de leer y creo que leí casi 100 de, efectivamente, una sentada. Hasta acabarlo.

Helen Dunmore es una escritora que me gusta mucho. Y como tal no tiene ningún libro traducido al español. Compadezco al traductor que tuviera que hacerse cargo de sus maravillosas descripciones, que es lo más llamativo de Helen Dunmore. Salvo excepciones*, es más su prosa, su estilo, lo que atrapa que su argumento (de ahí que también me guste mucho su poesía). Lees, sí, porque la historia está bien (aunque en Your Blue-Eyed Boy no era el caso, apenas había historia y la poca historia que había era bastante mala, pero se leía perfectamente de cabo a rabo por su prosa), pero sobre todo porque quieres más descripciones. El otro día Manuel trajo los primeros higos de la temporada, higos que yo esperaba con ansias, y al poco tiempo me topé con una descripción espectacular de la misma fruta escrita por Helen Dunmore. O su descripción del calor asfixiante y continuo (para Inglaterra), que venía que ni pintada estos días de calor sofocante y habitual. Y ayer, mientras fuera llovía, Helen Dunmore describía una tormenta y la lluvia. Y así las descripciones funcionaban aún mejor.

Ya digo que no es mi libro de Helen Dunmore preferido, pero también es cierto que a medida que coge el ritmo va mejorando. Y desde luego el final, terrible, me gustó mucho. Las últimas frases del libro son de las que dejan huella.

* Quizá las excepciones sean los libros más recientes y, sobre todo, mi libro preferido de Helen Dunmore y uno de mis libros preferidos en general que ya he mencionado aquí alguna vez: The Siege. The Siege lo tiene todo: las descripciones impresionantes de Helen Dunmore y una de las mejores historias que he leído.

jueves, 14 de agosto de 2008

Wall-e

El otro día fuimos a ver Wall-e y, oh, cuánto me gustó. Las películas de Pixar normalmente suelen gustarme mucho, pero la verdad es que hacía tiempo que ninguna me gustaba TANTO como Wall-e.

Los dibujos (o los diseños por ordenador o como se llamen ahora) son espectaculares, la historia es muy buena (y me sigue sorprendiendo la facilidad con la que cuentan una historia que en general gusta a niños y mayores) y está tan bien contada que no te das mucha cuenta de lo poco que hablan. O mejor dicho, sí que te das cuenta, pero te importa poco porque está claro que no hace falta que hablen más. Y las "voces" de los robots (incluído M-O, que es tan mono) me encantaron.

Y sobre todo los pequeños momentos: cuando Wall-e le enseña a EVE su guarida y sus cacharros (guarida que me recordó un poco a la de la Sirenita), el momento spork (qué cosas, ahora me entero que en español tiene nombre: cuchador), Wall-e bailando Hello Dolly, M-O limpiando, Wall-e siendo patoso, su criterio de selección de objetos de valor... y un largo etc.

martes, 12 de agosto de 2008

Cançons per un nou món (Songs for a New World)

El sábado volvimos al pequeño Teatro Gaudí, lo que implica bajarse en la parada de metro (o de autobús sustitutorio en el caso del sábado) de Sagrada Familia. Como siempre había muchísima gente, por algo es lo más visitado de Barcelona. Por vista que la tengas (que tampoco es mi caso) creo que es imposible no mirar hacia arriba, hacia los lados, hacia abajo y decir (o pensar al menos) "oooooooh".

El sábado en cuestión íbamos con un ojo puesto en la Sagrada Familia y otro en dar con el Starbucks cercano antes de ir al teatro. Silloncitos, frappuccino, aire acondicionado y unas vistas espléndidas, ¿qué más se le puede pedir a un Starbucks?

Lo malo es que lo abandonamos demasiado pronto y llegamos al teatro con 45 minutos de antelación. Obviamente no entramos y volvimos a pasar por segunda vez (en la primera visita al Gaudí nos pasó lo mismo, aunque entonces aún era invierno) el trauma de encontrar con un sitio donde sentarnos. Tarea nada fácil porque por lo visto la gente de esa zona del Ensanche no necesita sentarse para nada. Al final descubrimos un parque un poco árido y allí nos plantamos hasta que fue la hora.

El musical que vimos fue Cançons per un nou món (Songs for a New World), no de Sondheim por una vez, sino del que durante un tiempo dijeron que era el nuevo Sondheim: Jason Robert Brown. El musical original es en inglés, pero aquí estaba traducido al catalán (y sigue siendo algo que me fascina, el mantener el sentido y conseguir rimas y que todo cuadre con la música). Al principio, pese a entender las letras, yo me sentía un poco perdida porque pensaba que era un musical al uso, que contaba una historia. Y este lo que hace es contar una historia diferente en cada canción. Claro, yo no entendía el hilo hasta que me di cuenta de que no había más que el tema del nuevo mundo.

Cada canción es todo un mundo, tanto en la historia que cuenta como en el estilo: hay canciones con un toque jazz, canciones rock & roll, canciones medio rap/hip hop, canciones gospel... de todo. Así que si un estilo no te gusta demasiado, sólo tienes que esperar a la siguiente canción para cambiar totalmente de tercio. También por eso mismo es un poco irregular, hay canciones muy, muy buenas y otras que se quedan un poco a la sombra de esas. Ahora nos hemos hecho con el musical original y confirmo mis sospechas: creo que mis dos favoritas son: Stars & the Moon (en ese enlace se puede oír entera) y I'm Not Afraid of Anything.

Las dos actrices me gustaron más que los dos actores, quizá más por influencia de las canciones que de las propias voces.

Y durante la canción que decía antes, Stars & the Moon, la chica que la canta reparte tres flores (naturales) entre el público. Ya dije que es un teatro minúsculo donde la primera fila está a ras de suelo y hay veces que los actores casi te rozan. Así que yo quería que me diera una pero no me tocó... hasta que al final, cuando ya nos íbamos, un chico al que le había tocado una rosa roja preciosa se la dejó en su asiento y ni siquiera la cogió cuando su acompañante se lo recordó. Así que allá fui yo, a por la rosa que ahora tenemos en casa. La pobre casi no aguanta las largas esperas en las estaciones de metro y luego el vagón de metro sin aire acondicionado, pero fue fuerte y ahora luce que da gusto.

Así que el musical es muy recomendable, y la visita al Teatro Gaudí siempre es especial por estar tan cerca del espectáculo.

viernes, 8 de agosto de 2008

Andanzas culinarias

Desde que tenemos la cocina nueva instalada - o sea, hace sólo dos días - casi no salgo de la cocina (la habitación). Es un poco una exageración, pero no tanto si se si compara con el tiempo que pasaba antes en ella, y eso que no todo lo que preparo requiere encender la cocina nueva.

Ayer estrené el horno en condiciones, después de unos momentos de pánico en que pensábamos que no funcionaba (sí, somos ineptos, pero las instrucciones, como siempre, no ayudan nada). ¿Y con qué lo estrené? Con cookies Betty Crocker, nada menos. Mi intención es de vez en cuando hacer algo un poco más artesano, pero soy una novata y estas fueron tan fáciles y tan rápidas que seguro que volveré a por más.
Salieron riquísimas y van ya quedando poquitas. Incluso Manuel, que cuando le dije que iba a hacer galletas dijo que a él no le hacían mucha gracia, luego me pedía que escondiera el plato donde las había puesto (que olía estupendamente y decía más "cómeme" que el papelito de Alicia en el País de las Maravillas). Luego dice que cuando dije galletas pensaba que me refería a galletas María (!!!) pero creo que es una excusa.
Mientras luego hacía la pizza de espinacas del Dr. Oetker (hmmm) para cenar pensaba en todos los demás postres que voy a hacer. Veremos.

Y hoy he formado parte del mundo de las marujas yendo a comprar a esa hora en que el supermercado se llena de señoras que no saben manejar muy bien sus carritos, con lo cual la cosa está más animada que unos coches de choque. Lo que me ha impresionado es que yo iba a comprar un par de cosas y, cuando ya por fin, y con la cesta a rebosar, me voy acercando a las cajas oigo a una señora, con un carro lleno, que le dice a otra "¡y yo que sólo venía a por una cosa!" Me ha leído el pensamiento, desde luego.

Es que yo necesitaba algún ingrediente para otro début culinario: ensalada de garbanzos (muy, muy fácil, lo sé, no presumo de gran elaboración). Desde luego la pinta es deliciosa, habrá que ver si ha quedado igual de bien en cuanto a sabor.
Y luego volveré a la cocina para hacer probablemente el último gazpacho de la temporada (después del incidente del ajo he hecho muchísimos gazpachos más y ya domino la técnica). Por fin habremos acabado con la mayoría de los tomates. Ahora tenemos montones de peras riquísimas y yo no veo el día en que lleguen los higos de una vez.

jueves, 7 de agosto de 2008

Cocina

Hay que ver cómo un electricista muy poco puntual puede romper todos los esquemas.

El caso es que ya tenemos instalada nuestra cocina nueva (el electrodoméstico, no la habitación) y yo no paro de pensar en postres y cosas ricas para hacer en el horno nuevo. De momento ya me he dedicado a comprar todo tipo de artilugios, así que habrá que darles uso.

lunes, 4 de agosto de 2008

Libros bonitos y estanterías vacías

El otro día fui a la Fnac por primera vez en mucho tiempo. Creo que dejé de ir tanto como antes porque hubo un tiempo en que me daba la impresión de que tenían sólo los mismos libros y, cuando traían alguno nuevo, no era del tipo que yo buscaba. Así que cuando me pasé por la sección de libros en inglés y vi unos cuantos libros estamapados de los de la colección del 30 aniversario de la editorial Virago no me lo podía creer. Por desgracia, y aunque habría comprado los otros (Their Eyes Were Watching God, de Zora Neale Hurston y Valley of the Dolls, de Jacqueline Susann)sólo por la portada, sólo tenían uno de los que realmente me interesaban. Esta preciosidad de la foto: Excellent Women, de Barbara Pym. Me hubiera encantado encontrar The Diary of a Provincial Lady, de E.M. Delafield y A Game of Hide and Seek, de Elizabeth Taylor. De haber teniado también A Far Cry from Kensington, de Muriel Spark (libro buenísimo) o 84 Charing Cross Road, de Helene Hanff me hubieran puesto en un aprieto puesto que ya tengo otras ediciones, pero estas nuevas son TAN bonitas y esos dos libros en cuestión me gustan TANTO.

El caso es que me doy con un canto en los dientes por haber encontrado uno cuando ni tan siquiera lo esperaba. ¡Y pensar que según la etiqueta llevaba allí desde mediados de junio!

(Los estampados en portadas se llevan mucho este año. La biblioteca Virginia Woolf de Lumen también ha sacado un par de libros con portadas preciosas, y que de nuevo me tientan pese a tenerlos ya, y tenerlos además en su idioma original.)

Y días antes de ir a la Fnac fuimos a Ikea a por una nueva estantería (ya prácticamente la última de ese tipo que nos cabe). Fue rizar el rizo en cuanto a mi mala suerte a la hora de querer algo. Llegamos al almacén, preparados con nuestro carrito, localizamos la sección y vemos a dos chicas cogiendo una y dejando otra, la última, en el suelo. "¡La última para nosotros!", pensamos aliviados... hasta que oímos a una de las chicas decirle a la otra: "de estas eran dos, ¿no?" y lanzarse a por la última. Así que hubo que ir al otro Ikea después de ver cómo se llevaban delante de nosotros nuestra estantería. El caso es que ya está montada y todo, pero vacía (y tiene su atractivo verla así, con tanto potencial) por problemas diplomáticos. Estamos en plenas negociaciones de cómo y con qué rellenarla. Libros, obviamente, ¿pero qué libros?

La situación actual de las tres estanterías principales (luego hay otra en otra pared con libros de viaje y de arte) es: general por orden alfabético de autor, general por orden alfabético de autor y Brontë. ¿Qué hacemos con esta cuarta? ¿Pasamos los libros Brontë a esta y seguimos con general por orden alfabético de autor a continuación de la segunda? ¿Dejamos los libros Brontë donde están y seguimos con general por orden alfabético de autor en la cuarta, con ese salto por razones históricas? ¿Llenamos la cuarta con "obsesiones"? ¿Pero cómo se define qué autores son obsesiones y qué autores no? Vamos, que ríete tú de las negociaciones de la ONU comparadas con las nuestras.

domingo, 3 de agosto de 2008

Noche de viernes: Cime Tempestose (2004)

El viernes pasado terminamos Cime Tempestose, una adaptación italiana para televisión de Cumbres borrascosas del año 2004. Si hubiera dependido de mí única y exclusivamente no habríamos llegado ni de lejos a ver el segundo episodio... lo que nos hubiera dejado sin las grandes carcajadas que soltábamos cada medio minuto o así.

Por favor... creo que es LA PEOR adaptación que he visto, no sólo de Cumbres borrascosas, sino de cualquier libro. Es mala, mala, mala. No hay ni una sola cosa que se salve.

Lo peor de todo es probablemente el guión, con lo cual aunque todo lo demás fuera razonablemente bueno (que no es el caso) la serie ya sería un desastre. Es un constante cliché y Manuel y yo, después de averiguar todo el tiempo los planos, las frases, los gestos, etc., que venían a continuación hemos decidido que si un día nos da por ahí nos dedicaremos a ser guionistas de series italianas, se nos da bien. El guionista ha decidido que sí, vale, la novela de Emily Brontë no está mal, pero que necesita retoques que sólo él puede darle, retoques que mejorarán la historia muchísimo. Entonces, y sólo entonces, será una obra maestra. Así que se dedica a cambiar cosas pequeñas que no aportan nada, sólo por el placer de cambiarlas, y cosas grandes que son importantes en la novela, sólo porque no son de su agrado. Al final lo que queda es una simple historia de amor bastante repugnante e insulsa, en la que Cathy repite que quiere vivir bien y que Heathcliff se tiene que ir (toooooodo el rato, hasta que se va, claro) y Heathcliff ni es bueno ni es malo ni es nada, sólo es un guaperas de sonrisa Profident (¡Heathcliff!).

Por suerte, y al cabo de 180 largos y tediosos minutos, el guionista decidió sólo centrarse en la primera generación, pero tan mal que, no sé, no lo remata bien, no cierra la historia y cuando acaba es como no haber visto nada (aunque en realidad hayas visto más de lo que quisieras ver).

Además hay dos conceptos que el guionista no entendió. Uno: que el norte de Inglaterra, aunque él esté en Italia y se lo parezca, no es el Polo Norte, a veces nieva sí, pero no todo el tiempo. Creo que nunca vemos el suelo sin nieve. Y que nadie me venga con paisaje emocional y cosas así. Además, para ser un grupo de gente que vive en un invierno constante no hay ni uno que no se caiga en la nieve (Heathcliff se pega un tortazo en la nieve, inolvidable), que cabría pensar que ya están acostumbrados. Dos: que una de las cosas importantes de Cumbres borrascosas, la novela, es en gran medida la taciturnidad de los personajes. Hablan poco, van al grano, dicen lo justo. Ah, pero aquí estamos en Italia, claro, así que los personajes sueltan pequeños discursos donde cuentan absolutamente todo cada vez que abren la boca. No hay intriga en la historia, todo está claramente expuesto y repetido varias veces por si alguien un poco duro de oído no se ha enterado. También gritan mucho, por cierto.

Los actores. Del guaperas Heathcliff poco más que decir. Heathcliff está enfadado, mucho, y punto. Pero a veces sonríe y su sonrisa hace "clín". De Cathy no se puede decir mucho, no está mal la pobre, aunque con ese guión es difícil de decir. Hindley, que no se llama Hindley ni con un nombre italiano, no, el súperguionista decide que Hindley se llame Ivory (????) y que tenga el síndrome ese por el que envejeces rapidísimo. Isabella Linton tiene un poco del síndrome también. Y Edgar Linton tiene una cara y un pelo de pánfilo que duele hasta mirarlo.

En fin, que no, que no. A mí no me pillan viéndola otra vez, eso desde luego.

viernes, 1 de agosto de 2008

La consolante (El consuelo), de Anna Gavalda

Bueno, pues por fin hace unos días me terminé La consolante (El consuelo), de Anna Gavalda, que era regalo de cumpleaños. Quiero dejar claro desde ya que la culpa de que me haya durado siglos no ha sido del libro, sino mía, que no encontraba el momento. Bueno, un poco del libro sí que ha sido, por sus seiscientas y pico páginas...

El caso es que yo siempre estaba deseando ponerme a leer y que siempre tenía que dejarlo al minuto, y eso si llegaba a realmente coger el libro y abrirlo.

El libro sigue los pasos de Charles, un hombre cincuentón, con problemas de - eh - alopecia y, como se diría en inglés, un workaholic empedernido que no para de viajar y que es incapaz de encontrarse a sí mismo y saber quién es y qué quiere entre tanto cambio horario y cultural.

Por lo visto en Francia la crítica se ha cebado con la forma en que está escrito, que supongo que se perderá con la traducción. [Lección breve y muy básica de francés] En francés, como en inglés, el verbo tiene que llevar siempre - por norma, otra cosa es el uso - el sujeto explícito, no implícito. Los verbos se conjugan como en español, es cierto, pero muchas de las personas se pronuncian igual, así que ayuda que el sujeto venga dado [/lección breve y muy básica de francés]. Anna Gavalda, para darle ese toque de desconexión a Charles y hacer la historia en cierto grado tan confusa como Charles ve su mundo - o así es como lo he entendido yo y que el final deja bastante claro - suprime en muchos casos los pronombres con lo cual el lector tarda en reconocer de quién está hablando. Tiene que fiarse del contexto y del género de los complementos. A mí como recurso me ha parecido curioso, pero al principio me costó acostumbrarme: mi francés se oxida con facilidad y cuando empiezo a leer, hasta que cojo un poco de carrerilla, me rechina mucho, más aun si me ponen "trabas".

Y luego está el estilo característico de Anna Gavalda: frases cortas y punzantes, muchos puntos suspensivos (a veces demasiados para mi gusto), y todo lo demás que hace su estilo tan particular. Aquí la vemos dirigirse a Charles directamente a veces y otras al lector también. Genial un trozo hacia el final donde "delibera" ante el lector acerca de qué recurso literario usar para describir una situación concreta.

Creo, a pesar de que ya digo que me ha gustado, aunque no es el que más me ha gustado de Anna Gavalda, que quizá al libro sí que le sobran unas cuantas páginas. Antes decía que la culpa de que me haya durado tanto es mía y lo mantengo. El libro no se hace pesadísimo, y supongo que el sentido es que el lector sienta que realmente la vida de Charles deja bastante que desear, sobre todo cuando empieza a arrastrar una historia concreta. Pero aun así.

Menos mal que de repente llega Kate y ayuda a escribir las mejores páginas del libro. Decía que el libro completo no me ha gustado tanto como otros, pero también digo ahora que las páginas de Kate me han gustado mucho más que otras páginas de otros libros de Anna Gavalda, y que merece la pena leer el libro en general y, sobre todo, las páginas de Kate en particular.

Y, ya lo he dicho, mi francés se oxida fácilmente pero, después de haber leído el libro y, si entendí correctamente, creo que quien le puso el título a la edición en español, El consuelo, se quedaría más ancho que largo, pero metió la pata. Según lo que yo entendí leyendo el libro el equivalente de "la consolante" no es el consuelo, sino la consolación (como el premio de consolación en un juego). Y creo, además, que tiene más sentido. Conclusión: que o quien puso el título no fue el traductor (lo más probable) o que si fue el traductor su francés rechina aun más que el mío.

Así que ahora toca ya esperar el siguiente libro de Anna Gavalda que, si sigue como hasta ahora de menos a más, habrá que ir a comprar con grúa.