Ayer teníamos evento de nuevo en la temida sala anexa al Palau Sant Jordi (que ahora se llama Sant Jordi Club, creo). Temida porque la última vez que estuvimos el sonido era lo peor. Ayer parece que o le habían puesto solución al problema o, lo más probable, nosotros estábamos mejor situados.
El evento no era otro que de nuevo los Australian Pink Floyd que ya vimos el año pasado. Supongo que ahora que los fans ya han asumido que no verán a Pink Floyd juntos nunca más (Richard Wright murió hace unos meses), el grupo es lo más cercano a la realidad. Y es muy buen grupo en cualquier caso. La diferencia respecto al concierto del año pasado es que en este iban a tocar íntegro The Wall y el del año pasado era una especie de grandes éxitos.
Mientras esperaba a Manuel me adentré por primera vez en una cafetería Laie después de mirarlas desde lejos durante años. Tampoco fue nada del otro mundo, aunque el té estaba bueno, como suele pasar con cualquier té que no sea Hornimans, que es el que suelen servir en casi todas las cafeterías.
Cuando Manuel llegó iniciamos el ascenso a la cumbre (gracias por las escaleras mecánicas) y tuve flashbacks del concierto de Bon Jovi cuando pasamos por delante del Estadio Olímpico.
A medida que nos acercábamos oíamos a fans que presumían y comparaban cuántas veces habían oído el disco ese mismo día (¡cuatro! ¡ninguna!) y yo pensaba para mis adentros que no sólo no había oído el disco ninguna vez ese día sino ninguna vez en mi vida. Canciones sueltas y poco más. Pero creo que luego salí ganando porque oírlo por primera vez impacta más.
(No puedo evitar comentar que ahora siempre estamos con la crisis por aquí y la crisis por allá pero... ¿qué pensar cuando la zona de bar está llena de gente dispuesta a pagar tres euros por una coca cola y dos por una bolsita minúscula de patatas?)
El concierto empezó y a mí me fue sorprendiendo tanto lo que me iba gustando como la continuidad de las canciones como las animaciones que salían en la pantalla. Eso sí, de Pink Floyd y por extensión de los grupos que les homenajean (ayer le dije a Manuel "banda de tributo" por evitar decir directamente tribute band y no cuajó; por lo visto se llaman grupos clónicos que a mí me suena aún peor que mi anglicismo cutre y ya es decir), sigue sin gustarme el grupo de coristas coreografiadas que salen detrás. Las chicas lo hacen muy bien pero, ufff, tanto balanceo de cadera y tanto chasquido de dedos me pega más en un concierto de Julio Iglesias que en uno de este tipo.
Antes del concierto Manuel muy amablemente me había hecho una introducción al asunto de The Wall. Sabiamente para interesarme más - que no es que yo no estuviera por la labor - se aferró a mi reciente obsesión por la Segunda Guerra Mundial en Inglaterra y me estuvo contando que el padre de Roger Waters había muerto en ella y que todo eso era una gran influencia en el disco. Así que yo me fijé en las letras y lo fui confirmando. De la primera parte, por ejemplo, me gustó muchísimo Goodbye Blue Sky, que habla sobre bombas, refugios, etc.
En el intermedio se produjo la anécdota de la noche cuando Manuel se puso los cascos para enterarse de cómo iba el Barça y yo puse la antena a ver qué comentaba la gente. Entre otras cosas la gente comentaba que el Barça iba 4-2 en ese momento. Manuel después de cinco minutos se quita los cascos y me informa del resultado. Yo le digo que la lo sabía y nos partimos de risa porque él se acaba de enterar en ese momento. Mi antena, a la que el resultado le traía sin cuidado, funcionó mejor que su radio.
Segunda parte y por fin oigo una canción de la que Manuel me había hablado ya antes, y quizá incluso me había puesto alguna vez, Vera a la que le sigue Bring the Boys Back Home y que juntas son de lo más impactantes. Vera Lynn cantaba durante la Segunda Guerra Mundial aquella canción de la que ya he hablado alguna vez: We'll Meet Again (nos encontraremos de nuevo) y que obviamente no fue el caso para el padre de Roger Waters ni de mucha otra gente. Si no me equivoco eso da paso a la también impactante Comfortably Numb. Y que dejó paso a que el cantante ya se pusiera por completo la indumentaria à la Nazi. Impactante, sí, pero que a mí primero me recordó a Gene Hunt (???) y luego, por los juegos de luces verdes, a Matrix.
Y al final hubo hasta un bis, ya de variedades porque el disco se había terminado. Obviamente no pudo faltar Wish You Were Here para deleite general.
Eso sí, las escaleras mecánicas de Montjuic parece ser que tienen toque de queda y a las doce, que es cuando salimos, estaban paradas. Tuvimos que hacer el descenso a patita.
Y hay que ver lo que me enrollo incluso para hablar de las cosas de las que tengo bastante poca idea.
jueves, 12 de marzo de 2009
The Wall
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