Y así se nos terminó la estancia en Haworth y en Inglaterra. Esa mañana, esperando al tren en Keighley, descubrimos las bondades de la sala de espera de la estación. Habíamos estado un buen rato fuera (habíamos llegado muy pronto y el tren venía además con unos minutos de retraso) y casi salimos volando y congelados.
A Leeds llegamos con una hora de sobra antes de que saliera nuestro tren. Preguntamos si era posible cambiarnos al anterior y resultó que tiene la misma pega que comprar los billetes de tren en el momento: puedes, pero, según me dijeron, la diferencia a pagar sería de unas 100 libras (!!) por unos billetes que me parece que nos habían costado unas 15 libras por cabeza. Ante eso decidimos que era mejor pasar el rato en la estación. Comprobamos que el Starbucks sigue estando y, con sendos chocolates calientes (ya me había tomado mi té del día), acompañamos una "whooppie pie" de red velvet que estaba muy rica. Comprobamos que la estación de Leeds muy acogedora no es: el viento huracanado se les colaba por todos los recovecos. Cuando habíamos terminado nuestro segundo e improvisado desayuno, Manuel decidió que para recobrar la circulación en los pies y demás, lo mejor era ponerse en marcha y dar una vuelta por la estación (no nos atrevíamos a salir por miedo a no poder entrar luego y tener que pagar un riñón o algo). La idea no era mala en sí, el problema es que el frío iba a más.
Manuel había dado supuestamente con un quiosco en el lateral de los andenes. Hacia allí encaminamos los pasos, llegó un punto en que teníamos que ir inclinados hacia delante para poder caminar en contra del vendaval. Impresionante. Y todo para llegar, no a un quiosco, sino a una sala de espera. Aunque la de Keighley nos había gustado, pasamos de esta, sobre todo por la decepción de que no fuera un quiosco. A todo esto vimos que nuestro tren ya había llegado y nos dirigimos al andén correspondiente: más viento huracanado en contra. Tardaron un poco en abrir y mientras esperábamos, el nexo entre nuestro vagón silencioso y el de al lado soltó un chorro de agua a modo de elefante. Manuel predijo - y acertó - que eso sólo podía salir del cuarto de baño (luego vimos que estaba fuera de servicio, ugh). Por fin abrieron las puertas y tanto nosotros como el resto de pasajeros que estaban luchando por permanecer anclados en el andén nos apresuramos a entrar.
De nuevo teníamos plazas en el vagón silencioso y esta vez, pese a ir más lleno, comprobamos que se respeta. Incluso una señora con perro y todo nos dejó impresionados por el comportamiento ejemplar del perrito (un perrito por cierto, con verdadera pasión por la fruta; la señora nos dijo - en tono de voz adecuado al vagón - que su comida preferida eran las uvas; y también le dio mandarina).
Curiosamente mientras esperábamos a que llegara la hora de irnos, las Brontë vinieron a despedirnos, como se puede ver en la foto.
Nos despedimos educadamente y nos pusimos camino de Londres, esta vez con puntualidad británica de verdad. Allí por fin nos acercamos a la British Library a ver el manuscrito de Jane Eyre, pero antes de llegar a él jugamos un rato al juego de las sillas en el cuarto de las taquillas. Nunca las había visto tan llenas y nunca había visto a tanta gente pululando por los pasillos que hay entre ellas en busca de alguna que se quedara libre. Por fin nos hicimos con una y por fin subimos a ver el manuscrito.
De todas las veces que lo he visto, esta es la primera que veo una página nueva (pero quizá incluso más mítica que la que había visto hasta ahora). Cerca hay manuscritos de Jane Austen (también su escritorio portátil) y de Virginia Woolf. Los miro con calma, como aquel día miré también la pequeña exposición temporal sobre Alicia en el País de las maravillas, pero al final se me hace inevitable volver y quedarme plantada del manuscrito de Jane Eyre. Son dos páginas escritas a mano vistras a través de un cristal y sin embargo creo que podría pasarme allí delante toda una vida. Lo encuentro hipnótico. Al final Manuel consiguió despegarme de allí y llevarme a otro de esos sitios en los que soy capaz de pasar mucho tiempo: la tienda de regalos. Compramos algunas cosillas, recogimos la mochila y nos aventuramos a pulular un poco por la zona (habíamos dejado la maleta, por cierto, en la consigna de la estación) hasta que llegó la hora de coger el metro hacia el aeropuerto.
Un ratito de curiosear por Heathrow y vuelta a casa en un vuelo que se nos hizo un poco pesado porque nos tocó en asientos separados y rodeados de gente de esa que parece por su actitud que nunca ha viajado en avión en la vida.
Y fin de las crónicas inglesas: como siempre, gracias por leerlas, aguantarlas y comentarlas.
martes, 22 de marzo de 2011
Camino de vuelta
Publicado por Cristina en 7:50
Etiquetas Álbum de fotos, Brontë, Londres
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Pues como siempre unas crónicas estupendas, ahora toca fotografía con las adquisiciones, que curiosa soy, verdad?
ResponderEliminarMe han encantado las crónicas y me han dado aún más ganas de salir de viaje y sobre todo, de visitar Gran Bretaña. En breve :)
ResponderEliminarWOW, felicidades por la crónica. Me ha encantado y entrado unas ganas locas de viajar por Inglaterra. Me ha fascinado el detalle del vagón silencioso. Desde que lo mencionaste por primera vez no paro de soñar con uno para mí en el metro de Barcelona... :)
ResponderEliminarHola!
ResponderEliminarque bien escribes, me gusta muchisimo!
ese dulce de sturbucks tiene una pinta de muerte..
no conocia tu blog, me gusta mucho y te sigo ya!
besos!
Loca por lo tacones
Eres estupenda escribiendo crónicas de viajes. :-)
ResponderEliminarGracias a ti por compartir tus viajes con nosotros. Siempre son un placer leer tus posts!!
ResponderEliminarViaja mucho. Escribe crónicas!
ResponderEliminarLoa antiguos decían: "Navegar es necesario, vivir no es necesario". En tu caso, yo diría "Viajar es necesario, y contarlo también".
ResponderEliminar(Y a ver si esto sale, que ayer se me volvió a tragar un comentario a tu respuesta sobre la tumba de Assia)
Ohhhh, qué pena que se hayan acabado las crónicas del viaje!! Me han encantado.
ResponderEliminarAbro el periódico y me topo con esto:
ResponderEliminarhttp://www.elpais.com/articulo/cultura/164/anos/plena/forma/elpepucul/20110322elpepucul_3/Tes
Bueno, vaya con el viento, es de las situaciones que me ponen mas nerviosa, me da un miedo horroroso.
ResponderEliminarYa ves, al final tendras que escribir un libro de viajes, unos cuantos de por aqui, lo comprabamos fijo.
Dina: a mí también me encanta ver lo que se trae la gente de los viajes y no puedo esperar a compartir lo que me traigo yo. Lo primero que escribí al volver fue la entrada con todas las adquisiciones aquí: http://93bcn.blogspot.com/2011/03/de-vuelta.html ¡A saciar la curiosidad!
ResponderEliminarMalglam: ¿en breve de verdad? Me alegro mucho, espero que lo disfrutéis :)
Iris: ¡gracias! Yo ahroa echo mucho de menos el vagón silencioso también. Es un grandísimo invento.
Y gracias por el enlace que me dejaste después :)
Loca por los tacones: muchas gracias y bienvenida.
Mar: me alegra que te hayan gustado las crónicas viajeras.
Samedimanche: con este entusiasmo ya digo que cualquier día saco aquí la hucha a ver si entre todos nos financiáis más viajes ;)
Elena: grrrrr, Blogger. ¿Qué era lo que decías de la tumba de Assia? En fin, muchas gracias por comentar pese a tener los elementos en contra y por lo que dices.
Crafty-Marta: me alegro mucho :)
Ángeles: yo también odio el viento, más que anda porque se me mete de todo en los ojos y con las lentillas es un infierno.
Nada de libros y compras, aquí todo es pro bono ;) Si la que mejor se lo pasa soltando el rollo soy yo.
Bueno, pruebo de nuevo, a ver si esta vez Blogger es un poco más clemente con mis comentarios:
ResponderEliminarMe ha divertido mucho el el link de www.findagrave.com. ¡Vaya cosas se encuentran en Internet! En cuanto al historial de Ted Hughes con sus mujeres, es bastante terrorífico y, sobre todo, muy triste. La que tiene valor de veras es la tercera esposa, Carol Orchard: ¿quién se animaría a casarse con un tipo cuyas dos primeras mujeres se han suicidado? Por cierto, supongo que sabes que Nicholas, el hijo de Sylvia y Ted, se suicidó también, de mayor. Parece una maldición.
Daremos las gracias a Blogger por haber permitido que se quede el comentario esta vez. Y también te las doy a ti por insistir.
ResponderEliminarFind a grave tiene muchísimos años: yo lo descubrí muy poco tiempo después de empezar a usar internet con cierta regularidad y me enganché ;)
De lo del suicidio del hijo sí que me había enterado, pero no sabía nada de que hubiera una tercera - y valiente - mujer. ¿Qué fue de ella?
Bueno, su valentía fue recompensada y sobrevivió a Ted. Supongo que ahora debe estar tan ricamente gozando de los royalties. Se lo merece, por atreverse a desafiar la maldición.
ResponderEliminar¡Aún vive! Ella sí que se ha ganado esos royalties a pulso.
ResponderEliminarHe disfrutado mucho con tus crónicas. Preciosa toda la zona de Haworth, me han entrado ganas de conocerla.Muy curioso lo del vangón silencioso y la tuma de Sylvia Plath. Saludos Pilar
ResponderEliminarPues nada, ahí está Haworth para que lo conozca quien quiera. Yo creo que, gusten o no las Brontë, visitar la zona merece mucho la pena.
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