Un bizcocho en una taza

Ayer prescindimos de la repostería ya que no era plan de que, como siempre, sobrara para el principio de la semana y no estuviéramos para comerla (ni comer en tiempo récord ni llevarnos los restos para el viaje parecían opciones demasiado convicentes). Por la noche Manuel tenía mono de repostería y yo le sugerí, después de haberlo visto en muchos sitios y nunca atreverme a probarlo en mis propias carnes, que se hiciera una "cake in a mug", es decir, un bizcocho en un taza. Se puso manos a la obra siguiendo estas instrucciones y receta (pero recetas luego comprobamos que hay muchísimas más). Cogimos una taza un poco vieja no fuera que el experimento resultase fallido y, con cierto temor, metimos todo en el microondas durante los tres minutos indicados.

Al principio no pasaba nada, lo que nos llevaba a pensar que era un timo, pero de repente telemicroondas se puso fascinante y la mezcla empezó a subir - sin levadura - de tal forma que temíamos por el techo del microondas (en realidad temíamos por tener que limpiarlo luego). La cosa no llegó a tales extremos porque empezó a medio desparramarse por un lado, pero sin tampoco llegar a gotear hasta el plato del microondas.

Al cabo de los tres minutos más largos del mundo, sacamos la taza y, tipo suflé,el bizcocho perdió un poco de volumen. Pensábamos que el timo vendría aquí, que aquello bajaría y bajaría hasta volverse mazacote, pero tampoco.

Lo desmoldamos/destazamos y quedó como en la foto. Manuel estaba tan orgulloso de su obra instantánea que la adornó con azúcar glas y todo.

Ahora siento no haber hecho foto también de la textura interior, que queda a medio camino entre bizcocho-bizcocho y una especie de brownie. Curioso. Manuel se lo complementó con un poco de helado y, aunque dice que le habría puesto menos cacao del que pide la receta, quedó bastante convencido y no descarto que no vuelva a probar alguna otra receta en el futuro.

Las emergencias reposteras ya tienen un remedio bastante aceptable.

Y ahora, con permiso, debo ocuparme de las emergencias "maleteras". Aún ni siquiera he sacado la maleta de su sitio para empezar a llenarla. En cuanto la abra irán directas a ella mis botas londinenses mágicas que disipan la lluvia. Y si la magia se agota, bueno, por una vez podré evitar mojarme los pies (¿o alguien piensa, como yo, que nos pillará alguna tormenta salida de la nada y me los mojaré igual?). De momento cada vez que miro las predicciones meteorológicas y según donde las mire, dan una cosa u otra, así que todo puede ser.

Y aunque mañana a estas horas estaremos aún en Londres, el martes a estas horas ya estaremos por aquí:

¡Hasta la vuelta!