martes, 2 de septiembre de 2008

Edificios neoyorquinos

Esta entrada podría ser eterna porque tengo fotos de edificios para parar un tren. En Nueva York corres peligro de sufrir tortícolis de tanto mirar hacia arriba. Y sin embargo me llevé la sorpresa de que los edificios tan altos, gracias a las calles y avenidas tan amplias, no agobian nada, ni sientes que se te vayan a venir encima de un momento a otro. Otra idea equivocada que tenía era pensar que las calles serían oscuras y se vería poco cielo. Y no es así.

Es inevitable mirar hacia arriba y siempre sorprende alguna cosa de los edificios. A mí me gustaba ver el edificio Chrysler a lo lejos desde cualquier ángulo. De hecho luego descubrí que era la mejor (única, en realidad) forma de verlo, ya que cuando te plantas al pie del edificio sólo corres el riesgo de caerte de espaldas sin ver gran cosa.

Yo lo veía desde más sitios que el Empire State, que desde que no están las torres gemelas vuelve a ser el edificio más alto de Nueva York. El Chrysler, que no es bajito precisamente, tiene el honor de ser el edificio más alto de ladrillo. Y, sin querer desmerecer al Empire State, mucho más bonito.

Desde antes de llegar a Nueva York tenía verdadera obsesión con ver el Flatiron. Aunque es una visita obligada llegué a apuntarlo en mi lista de cosas que ver para asegurarme de que no nos olvidábamos. Con tantas expectativas me podía haber llevado un chasco que por suerte no me llevé. Al natural es mucho mejor que en foto, y altísimo también. Lo más curioso es ir viéndolo desde distintos ángulos, es como si fuera cambiando de forma, de repente es triangular, luego totalmente plano, luego más o menos normal...

Un día, después de haberlo visto ya al natural por primera vez, comimos en el Madison Square Park, que está al lado, y anda que no disfruté atisbándolo entre las hojas de los árboles.

(Aprovechando que en la foto se ve un semáforo debo decir que sí que me llevé un pequeño chasco al ver que los semáforos de Nueva York ya no dicen WALK y DON'T WALK.)

El domingo fuimos a la ONU. Elegimos el peor día, porque no había un alma y la tienda de regalos (¿a nadie le asombra tanto como a mí, que me enteré al ver a la gente con bolsas, que la ONU tenga tienda de regalos?) estaba cerrada a cal y canto. De camino a la ONU, además, vimos un Nueva York un poco diferente, menos hecho a medida de los turistas. Vimos, además, muchas típicas "tiendas de la esquina" donde venden fruta (siempre con pinta buenísima y eso que yo no soy muy de fruta... una vez no pude evitar comprar una manzana, que salió deliciosa) y flores (bonitas, y muy baratas, como en tantos otros países menos aquí).

Fuimos pasando por las delegaciones de la ONU de varios países, muy curioso. Me hizo gracia que enfrente de la ONU haya un dentista. El edificio es gigante. Por algún extraño motivo las banderas no estaban puestas fuera, sólo estaban los mástiles. Nunca supimos de qué depende que estén o no, pero prácticamente descartamos la posibilidad de que haya un portero que vaya poniendo las banderas de cada país según vayan entrando sus representantes, aunque estaría bien.

A la entrada de la ONU me sorprendió ver una escultura de una pistola hecha un nudo. Qué hippies.

El Empire State, por supuesto, tendrá entrada aparte.

2 comentarios:

  1. Que hippies! Sigo leyendo tus cronicas, eh?? No creas lo contrario. Pero es que es semana preexamenes y tengo mucho que hacer, a parte de trabajar. Asi que paso, leo y me voy corriendo...

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  2. Bueeeeeno. Te creeréeeeee.

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