viernes, 29 de mayo de 2009

Geografía literaria

De nuevo volvemos a Madrid durante unos días. Esta vez, para que nadie se moleste, diré que hay mucha gente a la que ver.

Pero, para seguir en mi línea, comento también que hay muchas cosas que hacer, como la ruta Pasajes-Living in London. Y sobre todo - SOBRE TODO - la visita de rigor a la Feria del Libro. Creo que el año pasado fue el primer año en muchísimos que me la perdí y eso no puede ser. Así que este año es visita obligada.

Hace unas semanas leía este artículo escrito por el autor del blog dedicado a Carmen Martín Gaite. Bien es sabida la pasión de Carmen Martín Gaite por la Feria del Libro; ahora tiene hasta pabellón a su nombre. Me gustó esto:

Carmen Martín Gaite se convierte en una incondicional de la Feria del Libro, que le proporciona el contacto con sus lectores:
Yo no presento mis libros, no voy a la televisión, no tengo ni agente literaria, pero llevo escribiendo novelas desde que tenía veintipocos años y ya va lloviendo agua desde entonces. Y ahí está, y forma cuerpo, y los jóvenes, atraídos quizá por el último título, buscan luego el anterior, los otros, para internarse en ese espacio compacto y único.


Así es como funciona, efectivamente.

Según Galaxia Gutenberg el segundo volumen de sus Obras completas está al caer (finales de mayo, principios de junio, me parece extraño que no sean capaces de concretar más) aunque he preguntado en alguna librería y no tienen noticias de que les vaya a llegar tal volumen pronto. Como parece que tienen caseta propia veremos si in situ tienen más idea. Lo lógico sería venderlo en la Feria del Libro.

En fin, así que iremos a explorar las casetas, bajo el sol de justicia o bajo el diluvio universal, en la Feria del Libro no suele haber medias tintas. Y por supuesto - POR SUPUESTO - el domingo de 12 a 2 pasaremos por la caseta 287 para que el señor Javier Marías me firme algún otro libro (ya tengo dos firmados, es un clásico de la Feria del Libro). Si me diera menos corte le preguntaría por lo de Muchachada Nui o incluso por los famosos crispies, pero sé que no lo haré...

Lo que es seguro es que traeremos nuevos habitantes para la estantería. (Y curiosamente yo no me aplico eso de "viajar ligero": no he tenido otra ocurrencia que ir a coger el libro más gordo de Persephone para ir de viaje).

jueves, 28 de mayo de 2009

Anne Brontë, o anécdotas alrededor de una tumba

Hoy hace 160 años de la muerte de Anne Brontë en Scarborough. Son un título y un principio de entrada terriblemente deprimentes, pero me dan pie a hablar de la hermana Brontë menos conocida y de lo injusto que es precisamente eso.

A Charlotte le espantaba el tema tratado en The Tenant of Wildfell Hall (La inquilina de Wildfell Hall) y mientras estuvo en sus manos después de la muerte de Anne, dejó el libro aparcado. Tampoco se interesó mucho más por Agnes Grey, que tampoco es del todo convencional, pero sí un poco más apacible. Así que en esos primeros años clave, Anne quedó como la segundona sin merecerlo. Y no fue hasta décadas después cuando se comenzó a reivindicar y valorar su obra. Pero incluso a día de hoy la gente tiende a considerar que Charlotte y Emily eran las autoras buenas y Anne la mediocre, normalmente sin haber leído a Anne (o incluso a las otras dos). Aunque así fuera eso no sería precisamente malo, pero es que no es así. Anne se arriesga mucho más que las otras dos y demuestra que no es solamente la chica "dulce" que siempre nos suelen pintar.

Para colmo, Anne es la única que está enterrada fuera de la cripta familiar, a kilómetros de ella, de hecho, en la ciudad costera de Scarborough. Fue allí acompañada por Charlotte y una amiga confiando en que el aire marino le hiciese bien y allí se quedó. Del sitio donde se alojaron ya no queda nada, en su lugar se levanta el grandioso y un pelín decadente (al menos lo que se ve cuando te "cuelas" para ver las vistas desde su enorme terraza) Grand Hotel.

Nosotros hemos visitado la tumba un par de veces. Lo malo de la segunda fue que cogimos la ruta "mala" y dimos un rodeo por la parte cutre playera de Scarborough que nos dejó sin habla. Scarborough es bonito hacia el norte, pero más bien tirando a cutre hacia el sur (al menos hace dos años). Eso sí, en la parte de la bahía sur, pero un poco alejado del mundanal ruido hay unas olas impresionantes, espectaculares y una pequeña colina verde a la que es probable que Anne dedicase un poema.

La tumba de Anne está en lo alto de otra colina mayor, en el otro extremo, con sólo el castillo por encima. Y las vistas - de no ser por el trozo del cementerio reconvertido en aparcamiento - son espectaculares. Salvo por el aparcamiento es un cementerio típicamente inglés: muy verde, con bancos y por donde extrañamente gusta pasear e incluso hacer picnic (¿qué pasa? no éramos los únicos) y con otra zona reconvertida en zona aun más verde, con las lápida reubicadas en forma de S sin ton ni son. Anne es la estrella, por supuesto. Y además su "zona" tiene un ambiente especial (no hablo de ambiente sobrenatural ni nada, es sólo que es muy agradable).

Las dos veces que hemos ido hemos visto la tumba de forma diferente. La primera tenía unos ladrillitos alrededor y la segunda habían eliminado los ladrillitos con el fin de dejarla como al principio. La lápida se cae a trozos y la Brontë Society debate con pocas ganas y desde hace años cuál sería la mejor solución antes de que acabe tan prácticamente inexistente como las que la rodean. Probablemente llegarán a una conclusión cuando no haya nada que conservar. Es una lápida curiosa, puesto que dice que Anne murió con 28 años en lugar de con 29. Cuando Charlotte la visitó de nuevo años después, encontró en la lápida cinco errores; lo que no se sabe es si el de la edad era uno de los cinco que se corrigieron o si de hecho sería el sexto.

La primera vez que estuvimos habían esparcido las cenizas de alguien sobre la tumba, lo que me da mucho, mucho repelús. ¿Quién le dijo a esa persona/familiar que Anne Brontë deseaba compartir su espacio? Ya sé que no se entera pero... ni que su propia tumba fuera una especie de autobús o algo. Terrible. También había una nota de alguien, no la leímos y me pareció un gesto mucho más apropiado.

La segunda vez estaba llena de una planta preciosa de la que conozco el nombre y todo y que ese verano parecía estar por todas partes en Inglaterra: los pendientes de la reina. Extraño cómo hacían aun más agradable la visita a la tumba.

¿Conclusión de esta entrada un poco sin dirección? Que Anne puede ser menos conocida (o visto desde un punto de vista mucho más positivo se podría decir que es sólo para connoisseurs) pero sale ganando en vistas (el resto están juntos sí, pero debajo de un montón de cemento bajo una iglesia que nunca conocieron y sin que nadie pueda visitarlos "de cerca").

No puede ser de otra forma: esta entrada hay que oírla con Scarborough Fair de Simon & Garfunkel de fondo.


Are you going to Scarborough Fair
Parsley, sage, rosemary and thyme
Remember me to one who lives there
She once was a true love of mine

miércoles, 27 de mayo de 2009

Jane Eyre, el musical

El viernes fuimos a ver Jesucristo Superstar y no conseguimos ponernos del todo de acuerdo en quiénes nos parecían mejores cantantes y quiénes no, pero sí que concluímos que el montaje - sobre todo después de haber visto Sweeney Todd en ese mismo teatro poco antes - no eran gran cosa.

Pero yo no venía a hablar de Jesucristo Superstar sino de otro musical que me rondaba la cabeza para una entrada desde hace ya semanas.

Existe un musical de Jane Eyre (que yo nunca pude ver en vivo y en directo) y me encanta. Lo bueno del asunto es que, supongo que como toda la música, va por modas y hay épocas en que no puedo dejar de oírlo (normalmente empujada por alguna lectura o evento, como en este caso Jude Morgan) y otras en que me sigue gustando pero no lo oigo casi. Lo que es seguro es que si lo pongo una vez, lo pondré muchas más antes de dejarlo "hibernar" de nuevo.

Curiosamente, cuando tenía pendiente escribir esta entrada descubrí otra razón por la que adorar a Alanis Morissette. Jane Eyre el musical estuvo en Broadway pero tuvo un éxito modesto tirando a flojo (aunque tuvo varias nominaciones a los premios Tony). Parece ser que Alanis es amiga de uno de los "padres" del musical, Paul Gordon, y que cuando se enteró de que el musical tenía fecha de salida, Alanis compró entradas por valor de 150.000 dólares que luego repartió entre organizaciones benéficas y demás y consiguió así prorrogar el musical unos días y llevar al teatro a gente que normalmente no habría podido ir. (Me enteré aquí y esta caricatura me hace partirme de risa).

A mí el musical me parece muy, muy bueno y me encanta que hayan logrado colar frases textuales de la novela en la letra. Como la mayoría de las adaptaciones cambia un poco la segunda parte de la historia, pero en este caso poco importa.

Y me dejo ya de palabrería, que a lo que venía yo era a poner una de mis canciones preferidas del musical (aunque me cuesta mucho elegir). Secret Soul, cantada en el año 2000 antes del estreno en el famoso Broadway on Broadway (concierto en la calle donde cada año se presentan los musicales de Broadway de la temporada).


Y aquí está - con escenas de la miniserie de 2006 - en la versión del disco. Me encanta la canción entera, pero a partir del minuto 2:00 ya me parece fuera de serie.

Pero eso no es todo. Antes de llegar a Broadway, el musical debutó en Toronto y allí también se publicó un disco con las canciones. Como pronto fue difícil de encontrar, los productores decidieron permitir que se colgara en internet y que cualquiera lo pudiera escuchar, así que si alguien siente curiosidad aquí lo tiene y es legal. Es un poco distinto del de Broadway - personalmente prefiero el de Broadway, pero quizá sea porque lo oí primero - pero da una idea general aproximada. Jane Eyre está interpretada por Marla Schaffel en ambos casos, eso sí, pero Rochester, por ejemplo, sí que cambia.

Me gusta mucho el musical, pero también me gusta mucho el buen ambiente que hay detrás (el gesto de Alanis, el gesto de los creadores de compartirlo...). Oídlo.

martes, 26 de mayo de 2009

Shakespeare: The World as Stage, de Bill Bryson

Ya era hora de leerlo por fin, porque Shakespeare: The World as Stage, de Bill Bryson llevaba esperando su turno desde mi cumpleaños hace ya cerca de un año, pero cuando no era por una cosa (en el viaje a Nueva York me había llevado un libro de Bill Bryson y me gusta espaciar los libros del mismo autor) era por otra (un libro dejaba paso a otro y por un motivo u otro nunca quedaba hueco para este). Pero el otro día me puse seria conmigo misma y lo saqué por fin de la estantería. A pesar del tiempo transcurrido siempre me ha apetecido mucho leerlo.

Y por suerte no me ha defraudado lo más mínimo. Salvo por el pequeño roce que Bill Bryson y yo tuvimos con Neither Here Nor There siempre solemos entendernos de maravilla. Escribe de forma amena, entretenida y, cuando la ocasión lo requiere, incluso divertida y es de esa gente que es capaz de convertir el tema más árido en algo muy vívido. Claro que la vida de Shakespeare no es nada árida, pero yo siempre agradezco que los autores sepan prescindir del lenguaje académico. Y es que de hecho esta biografía de Bill Bryson está escrita para cualquier ciudadano de a pie, es muy breve, muy directa, no se va por las ramas, cuenta lo imprescindible (con alguna que otra curiosidad irresistible tanto para el autor como para el lector) y está muy bien contada.

Bill Bryson comenta desde el principio que su biografía va a centrarse única y exclusivamente en lo que se sabe de Shakespeare con certeza, de ahí que la biografía no llegue a las 200 páginas. Especulaciones y teorías hay muchas pero las pruebas y los hechos escasean. Empieza por ejemplo, mirando los tres retratos que con más seguridad están más cerca de ser auténticos - porque hay bastantes más - (1, 2, 3; el dudoso 4 salio a la luz después de la publicación del libro) y demostrando que o bien no se puede afirmar que sean de Shakespeare o bien sí pero son muy malos. Continúa diciendo que existe muy poco del puño y letra de Shakespeare (ninguna obra, ninguna carta), entre otras pocas cosas sólo seis firmas y curiosamente ninguna de ellas escribe el nombre como lo escribimos actualmente. Ni siquiera se sabe a ciencia cierta cómo lo hubiera pronunciado él o si en Londres y su ciudad natal de Stratford se pronunciaría de forma diferente (tanto la ortografía como la pronunciación estaban en pleno proceso de desarrollo en ese momento y eran muy variables; Shakespeare no era el único que variaba a la hora de escribir su nombre). Y eso es sólo la superficie, pero un patrón que se repite durante toda la vida de Shakespeare: nada queda claro y cualquier cosa da pie a otro misterio más. Como dice Bill Bryson, Shakespeare es el equivalente literario de un electrón: siempre está y nunca está (aunque Manuel, sin entrar en detalles, me dejó caer cuando se lo comenté que Bill Bryson no ha terminado de entender la teoría, y sería de esperar que sí después de haber escrito A Short History of Nearly Everything (Una breve historia de casi todo)). Así que como ese símil lo tenemos en tela de juicio me quedo con otro que aparece también en el libro y que es mucho más poético: que Shakespeare nunca deja de ser una sombra en su propia biografía. Aunque en realidad resulta que se sabe mucho más de él que de muchos otros autores de la época.

Es increíble y muy, muy ameno cómo Bill Bryson nos va acercando a Shakespeare (lo máximo que puede acercarnos, que no es mucho) mediante un pequeño aunque importante "rodeo" a través de la sociedad isabelina en general, Londres en particular y el mundo del teatro más en particular aun. Todo ello fascinante y plagado de anécdotas increíbles. El Londres de la época era radicalmente diferente al que conocemos hoy, con murallas y un Támesis que fluía con libertad, acechado siempre por la plaga y otras enfermedades. Sirva de ejemplo tanto para Londres como para la sociedad de la época el decir que en la antigua Catedral de San Pablo había casi de todo menos servicios religiosos: mientras el cura (que era protestante, claro) intentaba seguir con lo suyo, en la iglesia había mendigos, puestos ambulantes, gente haciendo fogatas, niños jugando a la pelota... En fin, que lo de Jesús y el Templo no se limita a los tiempos de la Biblia.

Y el teatro, claro, era también otro mundo del que se conoce muy poco y casi siempre gracias a turistas que pasaban por Londres y comentaban lo que habían visto. De haber sido por los propios londinenses del momento sabríamos menos aun. La reconstrucción nueva de The Globe - el teatro de Shakespeare - en Londres se basa en descripciones de otros teatros de la época y aunque The Globe se describe como una "gran O", de ahí que la reconstrucción sea redonda, resulta que en la época no sabían curvar la madera por lo que lo más probable sea que fuera un polígono de muchos lados. También resulta que la reconstrucción no está exactamente donde estaba el teatro (que se quemó incluso antes del Gran Incendio de 1666). Yo sólo lo he visto por fuera (y he aquí una foto de nuestra última visita) pero Manuel sí que ha visto alguna obra dentro. Yo entraría encantada de no ser porque las entradas asequibles exigen pasar toda la obra de pie y las que permiten sentarse cuestan un ojo de la cara.

Todo el libro está muy bien (las anécdotas sobre los investigadores y sus investigaciones sobre Shakespeare son buenísimas también) , pero quizá lo más divertido al más puro estilo Bill Bryson sea el último capítulo, donde se trata el tema de la autoría (cuya entrada en la wikipedia, en inglés, acaba de engancharme durante más tiempo del que debía; en español también está pero mucho menos completa). Ahí Bill Bryson no se corta un pelo y se ríe de todas las teorías, unas más alocadas que otras, sobre el tema. Una frase que vendría a resumir cualquier intento de robarle a Shakespeare su propiedad intelectual sería la que Bryson aplica a una en concreto: "esta teoría sería excelente de no ser por la falta de pruebas que la corroboren". Y es que yo estoy con Bill Bryson y los defensores de Shakespeare como Shakespeare. Qué manía tan tonta eso de pensar que por ser de origen humilde (y en realidad no tan humilde) no pudiera necesariamente haber escrito obras como Hamlet o MacBeth. Así que los anti-Stratfordianos se dedican a buscar a gente, cualquiera con tal de que no sea el que ellos llaman despectivamente "el hombre de Stratford", a la que encasquetarle las obras de Shakespeare. En fin, que para una vez que no hay un misterio, van estos y se lo buscan. Como si no hubiera suficientes misterios en la vida de Shakespeare o en su obra (¡los sonetos! ¡qué intriga!).

Bien por Bill Bryson y bien por el misterioso e interesantísimo William Shakespeare.

EDITADO para añadir: que el libro se ha traducido y está a la venta desde el 3 de septiembre de 2009 como Shakespeare, editado por RBA. ISBN: 9788498675993.

domingo, 24 de mayo de 2009

Tarta de queso y chocolate

Ayer fue otro sábado de repostería de calor pero ayer tuvimos un poco más de miras y optamos por un postre frío: tarta de queso y chocolate, receta sacada del libro del chocolate. La pena fue que la tarta pasa primero por el horno, luego hay que dejarla que se enfríe sola y luego hay que dejarla mínimo tres horas en el frigorífico así que no pudimos hacer la tradicional cata nocturna, sino que tuvimos que esperar a esta mañana, al desayuno.

Y la tarta ha quedado rica - aunque muy poco parecida a las fotos del libro, la verdad, a lo que sí se parece es a la Nocilla de dos colores, pero en sabor aseguro que no - pero también muy, muy, MUY contundente. Aparte del chocolate lleva la enorme cantidad de 750 gramos de queso cremoso, es decir, casi cuatro cajas de queso Philadelphia. Y se nota. Así que a estas alturas queda más de la mitad, pero da gusto comerla con el calorcillo que hace.

Se la dedicaría a mi padre, que para eso ayer fue su cumpleaños, pero es que diría yo que la tarta de queso no le hace mucha gracia...

Por otra parte hoy tenía bastante plancha y eso sumado al calorcete no habría sido un trago de gusto de no haber sido por la fantástica película de hoy. Poco conocida, creo, pero de mis favoritas de entre las que hemos visto (y eso que todas me han gustado): Bachelor Mother (Mamá a la fuerza), con Ginger Rogers - que apenas baila - y David Niven. Acabo de ver que en YouTube está en varias partes en inglés, sin subtítulos y - oh sacrilegio - coloreada. Pero como la historia está tan bien la recomiendo en cualquier caso. Nosotros, por suerte, la hemos podido ver en blanco y negro, que es como se debe ver. Y, pese a las muchas risas, se nos han puesto los pelos como escarpias cuando en una escena celebran la llegada del año nuevo 1939 con toda la alegría del mundo (claro que a los americanos aún les quedarían unos cuantos años de no-guerra). Y sí, por fin hemos dejado atrás 1938 (aunque dice Manuel que volveremos, porque hay películas que no hemos incluido en el ciclo y que sin embargo merecen verse como notas a pie de página) y estamos en 1939, que ya comenté que se considera el mejor año del cine (americano, supongo). Para mí desde luego ha empezado con muy buen pie.

viernes, 22 de mayo de 2009

The Enchanted April (Un abril encantado), de Elizabeth Von Arnim, o en defensa de los Rufinitos del mundo

The Enchanted April (Un abril encantado), de Elizabeth Von Arnim ya no tiene derechos, está disponible en inglés en sitios como el proyecto Gutenberg. Y no sé en Inglaterra, pero aquí es imposible encontrarlo en ninguna librería en inglés (y creo que en español también, porque parece que está descatalogado), lo sé porque lleva bastante tiempo en mi lista de los más buscados. Y aunque de segunda mano sí que se podía encontrar por internet nunca me decidía.

Antes de tener a Rufinito descubrí que estaba disponible y que, sin embargo, yo no podía leerlo porque soy incapaz de leer demasiado en la pantalla del ordenador (quedaos con esto, será útil un poco más adelante). Imprimirlo no era ni tan siquiera una opción. Así que había dado por fin con el libro y no tenía forma de acceder a él. No tenía mucho sentido.

Entonces llegó Rufinito y abrió las puertas a millones de libros que no tienen derechos, que se pueden descargar legalmente porque no le estás quitando el pan a nadie y los puedes leer tan cómodamente, en el sofá, en la cama, en el autobús, en el parque. Y entonces, con Rufinito en casa, empecé a leer artículos apocalípticos y desinformados en la prensa, como por ejemplo hace tan solo unos días. Del artículo me quedo con la frase del señor de Google cuando dice que "Muchos se van a quedar en el camino si no se adaptan". Collado pide que el mundo editorial se mire en el espejo de las discográficas y el cine. "Deberían aprender de lo que ha ocurrido con esos sectores. Internet ya no es la jungla que hundió esos negocios, ha cambiado. Ahora se abren muchas oportunidades de negocio"." Y el mundo editorial está atrincherado, abrazando sus saquitos de monedas de oro (es un tanto un decir en los tiempos que corren, pero bueno) cerrando los ojos y deseando con todas sus fuerzas volver al siglo pasado, que Google deje de digitalizar libros, libros de los que luego cuelga fragmentos en internet si aún tienen derechos, fragmentos que permiten al lector cómodamente y desde casa hacer el gesto que haría en cualquier librería, hojear el libro para decidir si lo compra o no. Vamos, que las editoriales y demás están defendiendo el modelo virtual de los odiosos libros con plástico mientras que tratan de convencernos que los "libros sin plástico" son un asalto a sus intereses, una puerta abierta a la piratería porque los libros los tienes que comprar a ciegas, aunque uno normalito te cuesta ya más de 20 euros. Interesante postura que no creo que les traiga los resultados que esperan.

Así que en vez de ponerse al día lo que hacen es mirar hacia atrás. En el mundo anglosajón sigue habiendo relativamente poca gente que tiene un Rufinito y sin embargo sus textos sin derechos están en internet casi desde que internet existe y antes de que los lectores electrónicos fueran conocidos. Y aquí conocemos los lectores electrónicos, presumimos de "Siglo de Oro", de Larra, de Benavente, que ya no tienen derechos y sin embargo hay que pagar para tener sus libros en papel, colocarlos en la estantería, estudiarlos en el colegio (que es cuando la mayoría lee esos libros) y arrumbarlos en cualquier rincón para los siglos de los siglos. Desconozco si esos autores que he mencionado tienen sus textos digitalizados, son un mero ejemplo de que digitalizar un texto no es quitarle el pan al autor, sobre todo si el señor que escribió el texto hace décadas que no puede comer pan. Tampoco a las editoriales, puesto que pueden hacer ediciones críticas y completas que contengan más que el simple texto.

Sobre los actuales me voy a callar porque de momento me centro en obras sin derechos, pero obviamente pienso que a las editoriales les va a pillar el toro y que cuando se quieran dar cuenta y abran los ojos alguien les va a haber ganado un terreno que ahora desprecian y dentro de unos años, quién sabe, puede estar pavimentado si no de oro sí de bronce, por ejemplo. Luego se lamentarán.

Pero las editoriales no son las únicas que no se enteran demasiado. He leído a mucha gente que dice que los libros electrónicos no les gustan porque no les gusta leer en una pantalla. Cuando leo ese tipo de opiniones me vienen inmediatamente a la cabeza dos preguntas: 1) ¿cuántos libros lee esa persona al año (si es que lee alguno)? 2) ¿Ha tenido en sus manos un lector electrónico alguna vez y ha visto cómo funciona? Sobre la primera prefiero callarme mis sospechas y sobre la segunda estoy bastante segura de que la respuesta es "no". He dicho antes que no me gusta leer (leer-leer, quiero decir) en la pantalla del ordenador y sin embargo queda patente que adoro a Rufinito. ¿Será porque, oh sorpresa, leer en un lector electrónico NO es como leer en una pantalla?

En fin, que podría seguir ad infinitum porque veo que como siempre se habla y se habla sin saber nada del tema, ni de oídas siquiera.

Así que yo continúo reivindicando el hecho de que Rufinito es "igual" que un libro de papel y no su archienemigo, que esto se empieza a parecer a cuando pensaban que la televisión y el vídeo iban a terminar con el cine o el teléfono móvil con el teléfono fijo o el telediario con la prensa escrita. A ver cuándo empezamos a asumir que el libro de papel no se va a terminar con el lector electrónico, sólo lo va a complementar. Son distintos, pero ambos permiten lo que debería ser el objetivo tanto de lectores como de editoriales como de autores: leer cómodamente. Incluso acompañar la lectura como debe ser, con un buen té:


Y como defensa final de Rufinito, una cosa puntual: odio cuando me estoy terminado un libro y tengo que salir, me "angustio" pensando que se me va a terminar el libro en el trayecto y o bien me doy una panzada de leer para terminarlo antes o bien pululo por la casa haciendo cualquier cosa para no seguir avanzando y reservar más para el trayecto. Pues bien, eso es un problema que Rufinito no tiene, puesto que puedes meter montones de libros, casi para el resto de tu vida y no preocuparte. Si se te acaba el que tienes entre manos es como tener la estantería siempre al alcance de la mano.

Y bueno, dejo ya los sermones pero es que desde hace días necesitaba escribir algo así, y entro en materia y comento lo mucho que me ha gustado The Enchanted April (Un abril encantado), de Elizabeth Von Arnim.

Ya había oído hablar muy bien de él y tenía grandes esperanzas. De hecho la idea era haberlo leído en abril, por hacer la gracia con el título, pero al final no pudo ser. Sabía que era un libro "encantador" pero no sabía que además fuera divertido, en más de una ocasión me he reído a carcajadas (quién lo hubiera pensado de la prima de Katherine Mansfield). Cuenta las peripecias de cuatro mujeres que deciden ir a pasar un mes a un castillo italiano (hay que ver lo que les gustaba a los ingleses ir a Italia a principios del siglo pasado y además escribir libros sobre ello), todas ellas necesitan unas buenas vacaciones por distintos motivos. Son cuatro mujeres totalmente dispares que en sus vidas cotidianas no se hubieran encontrado unas con otras de no haber sido por el anuncio de alquiler del castillo y las "visiones" de la principal instigadora, Lotty Wilkins.

Lotty Wilkins que nada más llegar declara que el castillo y sus jardines y sus alrededores son el cielo; Rose Arbuthnot que no consigue disfrutar del todo hasta después de cierto momento muy, muy tenso; la señora Fisher que empieza siendo una señora mayor que cae bastante mal y termina siendo casi adorable y Lady Caroline, una joven que hipnotiza a todo el mundo con su belleza y que precisamente por eso necesita unas vacaciones.

Y todo aderezado con muchísimas descripciones de flores y plantas, muchas de las cuales tuve que mirar por curiosidad en internet, pero imposible mirar todas. En cualquier caso Elizabeth Von Arnim lo describe todo tan bien que poca falta hace mirar el aspecto real de las flores (ahora estoy deseando, además, leer su Elizabeth and her German Garden (Elizabeth y su jardín alemán) y más libros suyos).

El libro es no sólo un canto a la amistad y el amor sino también a las vacaciones y lo necesarias que pueden llegar a ser. Eso está bien, desde luego.

Y lo leí en Rufinito tan rica y cómodamente. Y, si hubiera querido, al terminarlo lo habría podido devolver a la estantería y nadie habría sabido que ese libro con las suaves tapas de cuero era diferente a todos los demás, un libro mágico que se puede convertir en cualquier libro. (Y por cierto que es curioso que cuando hice las fotos no me enteré pero ahora veo que esa balda de la estantería Brontë tiene un libro fuera de lugar. Ay ay ay...).

Y ahora estoy deseando ver la película, que colaré en alguna futura Noche de viernes aunque Manuel ya la haya visto.

jueves, 21 de mayo de 2009

Noche de viernes: Jane Eyre (1970)

Otra adaptación de Jane Eyre que cae (y en contra de lo que pudiera parecer aún nos quedan), esta de 1970. Es una película que se estrenó en cine en algunos sitios y en televisión en otros.

El viernes pasado, cuando queríamos decidir qué ver y no terminábamos de decidirnos por nada (algunas de las cosas que nos quedan por ver son tan halagüeñas de entrada como la versión de la MTV (sí, la cadena de música) de Cumbres borrascosas y otras son muy "mías" y a Manuel le da un poco de pereza verlas) acabamos literalmente echándolo a suertes con una moneda en la cocina mientras preparábamos la cena. Curiosa escena.

Jane Eyre 1970 ganó las dos rondas (fue una forma de echar a suertes muy sofisticada) y a mí me temblaron las piernas porque aunque sé que hay adaptaciones muy buenas de esa década (como The Go-Between (El mensajero)), también es verdad que nos hemos tragado unas cuantas horribles (sobre todo, y por mucho que me duela decirlo, a cargo de la BBC).

Jane Eyre 1970 no es gran cosa, pero las hay peores eso desde luego. Como es una adaptación corta hay muchos cambios necesarios y otros que no lo son tanto, de esos que son como si el guionista se quisiera dar aires de grandeza corrigiendo a Charlotte Brontë. Hay cosas que no terminan de funcionar, como por ejemplo que parece que al guionista se le olvidara al principio que hay una loca en el ático y luego, sin tiempo para revisar lo ya escrito, se da cuenta de que es parte importante del argumento y la cuela un poco con calzador.

Pero lo peor de todo son los dos actores principales. Jane Eyre es un bellezón interpretado por Susannah York y, reconozcámoslo, por buen actriz que una sea, si tiene una cara como la de Susannah York no queda en absoluto creíble que insita en que es feúcha, porque el espectador no es tonto ni, en muchos casos, ciego. Súmale a eso que tiene 31 años cuando debería tener 18 y cualquier prodigio de la interpretación que pudiera ser su papel queda totalmente anulado. Así que la pobre no lo hace mal pero es que no hay quien se lo crea.

Y sin embargo ella, comparada con este señor Rochester, es pasable. Rochester está interpretado por un George C. Scott que tiene - me acabo de quedar a cuadros ahora explicaré por qué - 43 años. Iba a decir que Rochester en el libro es de "mediana edad" (Charlotte Brontë dixit) y tiene unos 35 y que George C. Scott le sacaba por lo menos 20 pero no puedo decirlo porque la diferencia no es significativa. Lo que sí que puedo decir es lo mal que envejeció George C. Scott, porque en Jane Eyre aparenta por lo menos cincuentaymuchos por no decir sesenta directamente. Yo pensaba que le habían cogido mayor para marcar la diferencia de edad con Jane pero ahora veo que no se llevan tanto. Bueno, el caso es que edad y vejez prematura aparte su interpretación tampoco es muy brillante que digamos. Es un Rochester de esos gritones (aunque nada supera a los insoportables gritos de Ciarán Hinds y su bigotito grimoso) que resultan mucho ruido y pocas nueces.

George C. Scott nos dio pie a comentar la mala suerte de los Rochester. Si con las Jane cometen errores, con los Rochester ya son meteduras de pata garrafales (¿William Hurt?). Toby Stephens o Timothy Dalton están muy bien y no seré yo quien les critique - mucho menos teniendo en cuenta al resto de la tribu de Rochesters - pero sigue siendo posible sacarles pegas fácilmente. El problema es que Rochester suele estar interpretado - no siempre - por la "gran estrella" de la producción, es decir, que es el gancho para atraer a la gente, de modo que sacrifican la fidelidad al personaje por el éxito. No critico el mecanismo necesariamente, pero tampoco puede negarse que sea así. Y la prueba de ello está en lo que comenté una vez, el surrealismo de sacar luego el DVD con la cara de Rochester debajo de "Jane Eyre" y hacer que si alguien no conoce la historia, se monte una película muy diferente. George C. Scott no fue una excepción y tuvo su portada surrealista como es debido.

¿Lo mejor de la película? Sin ninguna duda la banda sonora de John Williams, que es buenísima. Cada vez que suena el tema principal te olvidas de que los actores son viejos, eso seguro. Y curiosamente la misma Jane toca al piano su tema en un par de ocasiones, muy curioso. Aquí hay un vídeo de YouTube con alguien que lo toca al piano también.

Y por último, ya que estoy con lo de YouTube, dejo la escena final, en inglés, que resume en un instante todo lo que he dicho: George C. Scott le dice a Susannah York que no es guapa y que por tanto no puede ser muy exigente, pero claro, estás viendo a esa Jane y te quedas a cuadros. Y de fondo empieza a sonar la música y te olvidas...

miércoles, 20 de mayo de 2009

Modernizando a Emily, o pan irlandés

Me paso la vida en busca de algún ingrediente raro (o libro raro o producto raro o lo que pudiera parecer lo más normal del mundo raro) para una u otra receta (suena a metáfora de la vida pero yo lo digo en sentido literal). En este caso se trataba de harina integral. Hace unas semanas la conseguí y, claro, esa es otra, me tomé mi tiempo para por fin llevarlo todo a la práctica.

La semana pasada estaba completamente decidida a hacer el pan irlandés de una vez pensando que lo tenía todo. Pero no, me faltaba el yogur natural. En lugar de ir a comprarlo en el momento decidí que tampoco corría tanta prisa y que ya me esperaba a la compra semanal. Por fin ayer abrí de nuevo el libro - es de nuevo una receta sacada de Delicias al horno (si alguien la quiere que la pida, es facilísima) y desde que abrí el libro por primera vez me llamó la atención - y por fin lo tenía todo. Ya no había excusas.

Y lo mejor de todo es lo fácil que es de hacer, lo rápido y lo mucho que sube en el horno, el buen olor, la buena pinta con la que sale del horno y lo rico que queda.

En el título de esta entrada digo "modernizando a Emily" porque, como creo que ya he contado aquí en alguna otra ocasión, Emily Brontë hacía pan mientras estudiaba alemán en la cocina. Yo no me atreví a colar a nuestro querido Rufinito (también dudo que me hubiera atrevido con un libro en papel) en pleno festín de la harina para la foto, pero no pude resistirme a hacer una cuando ya estaba todo un poco más limpio de nuevo y a pensar justo en ese momento el título de esta entrada. Un guiño moderno a Emily Brontë.

Además se dice que Emily Brontë era la hermana más próxima a las raíces irlandesas de su padre de modo que... ¿qué mejor que un pan irlandés medio dedicado a ella?

Lo que no tengo tan claro es que ella lo hubiera tomado para desayunar como yo hace un rato "regado" con sirope de arce. Pero eso que se perdió porque estaba para chuparse los dedos.

Creo que, a pesar de lo incómodo de la caza y captura de la harina integral, no va a ser esta la última vez que haga pan irlandés. Ni siquiera creo que tarde demasiado en repetir.

El pan irlandés en cuatro etapas:


Editado para añadir la receta:

Ingredientes:

- 300 grs de harina integral
- 300 grs de harina blanca
- 2 cucharaditas de levadura en polvo
- 1 cucharadita de bicarbonato sódico
- 2 cucharadas de azúcar glas
- 1 cucharadita de sal
- 1 huevo
- 425 ml de yogur natural (más o menos 3 yogures y medio)


Preparación:

En un cuenco grande se tamizan los dos tipos de harina, la levadura en polvo, el bicarbonato, el azúcar y la sal. En otro recipiente se mezcla el huevo (batido) con el yogur y se vierte todo sobre los ingredientes secos. Se mezcla todo bien hasta que se obtiene una pasta de consistencia suave.

Se amasa la pasta sobre una superficie ligeramente enharinada durante unos minutos y se forma con ella un redondel de unos 5 cm de grosor.

Se prepara la bandeja para horno con papel de hornear (o se engrasa bien con mantequilla, aunque el papel es lo más cómodo) y se pone la masa sobre ella. Con un cuchillo se hace una cruz en la parte superior de la masa.

Se mete al horno precalentado a 190º durante unos 40 minutos o hasta que esté bien dorado.

Dejar enfriar sobre una rejilla metálica y... ¡comer!

martes, 19 de mayo de 2009

Jelly Belly

Cuando volvimos de Nueva York casi lo primero que escribí en el blog fue la anécdota del bote de Jelly Bellies en el aeropuerto. Desde entonces, el famoso bote permanecía cerrado, acercándose peligrosamente a la fecha de caducidad (octubre de este año) y Manuel de vez en cuando preguntaba cuándo pensaba abrirlo, y eso que a él los jelly bellies no le dicen gran cosa.

No fueron los únicos jelly bellies que me traje de Nueva York puesto que en la tienda de la NBC los vendían y me hice con mis sabores preferidos (muchos también a la venta en Barcelona) entre ellos mi preferido absoluto (por supuesto no a la venta en Barcelona): "vainilla francesa". Esos sí que los devoré nada más volver, junto con los M&Ms de colores raros que nos trajimos también.

El caso es que el otro día me dio por ahí y por fin abrí el bote de jelly bellies temiéndome que al abrirlo empezase a salir de dentro una voz nasal que repetía el famoso mantra "jsfsgfhs jfuetryur geutytre jdhfsgfdjhsgf boardinnnnnn' gaaaaaate". Y en cierto modo fue así porque cuando llegó Manuel y se enteró de que por fin los había abierto no pudo evitar repetir la fatídica frase.

El bote tiene los 49 sabores y, pese a que la mayoría me gustan (rootbeer no, puaj), busco los de vainilla como un buscador de oro durante la famosa fiebre.

Además el bote también te invita a visitar la fábrica. ¡Qué más quisiera yo! Son imaginaciones mías, por supuesto, pero es que casi veo a una especie de Willy Wonka de los jelly bellies dentro y por supuesto montones de oompa loompas pululando por allí. Lo que no son imaginaciones mías es que en la tienda de la fábrica venden los que han salido defectuosos, sin la forma de judía, llamados belly flops. Me encanta.

Los de mi bote, eso sí, son perfectos.

lunes, 18 de mayo de 2009

No One Belongs Here More Than You (Nadie es más de aquí que tú), de Miranda July

El día de Sant Jordi, nada más abrir el envoltorio y ver de qué libro se trataba lo primero que dije fue "¡un libro amarillo!" Una portada amarilla y un libro ya tiene mucho ganado.

El libro resultó ser No One Belongs Here More Than You (Nadie es más de aquí que tú), de Miranda July y en cuanto he podido me he lanzado sobre él porque los libros de Sant Jordi no esperan colas.

Miranda July es conocida, sobre todo, por haber dirigido la película Me and You and Everyone We Know (Tú, yo y todos los demás) que aunque rara se deja ver. Ahora le sale la faceta de escritora también pero ella es una especie de artista integral y como prueba me remito a su entrada en la wikipedia donde tiene más de 15 apartados distintos, todos relacionados con una u otra forma de expresión artística.

Y a su libro - una colección de historias cortas - le pasa lo mismo que a su película (que también podría considerarse una colección de historias cortas entrelazadas), que es raro pero se deja, en este caso, leer. Hay historias que me han gustado más que otras y de hecho hay algunas que me han gustado más bien poco, aunque incluso en los casos de las que menos me han gustado hay pequeños pensamientos y pequeñas frases de lo más sorprendentes. Mi preferida absoluta es, sin duda, la segunda del libro: The Swim Team, una surrealista historia sobre como una chica joven residente en un minúsculo pueblo poblado, según parece, de gente mayor enseña a tres o cuatro a nadar... cuando en el pueblo minúsculo ni hay mar ni piscinas. Les enseña a nadar dentro de su casa, "nadando" por el suelo, con la cara metida en una palangana llena de agua. Divertidísimo.

Todas las historias parecen escritas por la misma narradora, aunque sea imposible puesto que los datos externos dejan ver que no es así. Pensar como Miranda July debe de ser bastante entretenido e innovador pero también un tanto agotador.

Volviendo al asunto de la portada resulta que el libro, publicado en 2007, se lanzó con dos portadas y en tapa dura: una amarilla como la mía (la mía es de tapas blandas) y otra rosa, que ya es de por sí original. Pero lo mejor llega cuando resulta que la edición de tapas blandas se lanzó en los mismos dos colores y además en verde y naranja. Curiosísimo y, como ella misma comenta en la web del libro, ideal para utilizar el libro a modo de complemento y combinar la ropa con él (además en este vídeo de youtube ella misma monta el expositor de los libros). La web, por cierto, aunque es en inglés, merece la pena un vistazo puesto que está hecha a base de fotos con texto escrito sobre lo que al principio parece una pizarra blanca, luego resulta ser la parte de arriba del frigorífico de Miranda July y luego pasa a a ser (porque el frigorífico es muy engorroso de limpiar una vez tras otra) el hueco entre los quemadores de su cocina. Creo que esa idea de sitio web define más a Miranda July que cualquier cosa que yo pueda decir (más que nada porque tampoco conozco gran cosa suya).

Si alguien necesita aun otra "definición" de quién es Miranda July recomiendo también este vídeo donde "explica" cómo se fabrican "en realidad" los botones (en inglés).

Y además dejo una foto que no pude evitar tomar hace unos día mientras lo leía picoteando algún que otro jelly belly (de los jelly bellies en cuestión ya hablaré un día de estos). Me gusta mucho cómo quedó.

domingo, 17 de mayo de 2009

Bizcocho cebra para la única lectora

Es raro esto de dedicarle a alguien un bizcocho y que la pobre no pueda hincarle el diente, sobre todo cuando se trata de uno tan rico como este, pero en este caso eso de que "la intención es lo que cuenta" resulta de lo más apañado.

También, antes de entrar en más detalles, tengo que darle les gracias a Iris por descubrirme este pastel cuando hablé del gugelhupf que hicimos hace unos meses.

Así que la semana pasada busqué en internet para dar con una receta específica para este pastel aunque la vaguería me animaba a utilizar la misma que la de un bizcocho marmoleado normal. Pero luego pensé que quizá las cantidades y demás variasen aunque la receta básica fuera la misma e hice clic aquí.

Manuel ya se ha olvidado por lo visto de lo complicado que fue hacer la tarta battenberg y piensa que lo de ayer fue un exceso. Y no lo fue en absoluto: las dos masas se hacen bastante rápido y lo que más tiempo lleva - y por lo que protesta Manuel - es por lo que le da nombre a la tarta y lo que hace que tenga gracia. En un molde redondo se van echando en el centro tres cucharadas de una masa y tres de la otra (siempre en el centro, encima de la anterior, dejando que se vaya extendiendo todo por sí solo). A mí no me pareció para tanto y luego el aspecto del bizcocho lo justifica totalmente.

Además telehorno fue apasionante. Es de los bizcochos más grandes que hemos hecho (al menos de los hechos desde cero) y fue de lo más emocionante plantarse delante del horno viendo como el borde subía y el centro no conseguía levantar cabeza hasta que por fin subió y quedó con una pinta excelente.

Y el sabor es igual al del bizcocho marmoleado: riquísimo, claro. Pero partirlo y ver esto de la foto me encanta. Es un bizcocho cebra que realmente hace honor a su nombre. Y un trozo es casi como zamparse a una cebra entera porque es de lo más contundente. Así que al menos esta semana tiene la existencia garantizada más allá de la noche del domingo.

Lo que ya tiene los días contados son los sábados de repostería (esto es como las temporadas de las series, aunque dudo que hagamos una season finale por todo lo alto): es que telehorno será todo lo apasionante que uno quiera, pero hace ya calorcillo de por sí y sentarse delante del horno y estar metidos en la cocina respirando los efluvios que escapan del horno por bien que huelan incluso con la ventana bien abierta ya no es lo acogedor y hogareño que es en enero, por ejemplo, sino que empieza a parecer que nosotros también estamos dentro del horno. Y es una pena porque luego el rico resultado lo comemos con el mismo gusto que si fuera enero; ahí no hay diferencia. Pero bueno, que a no ser que el termómetro se dispare creo que aún duraremos algún sábado más.

Hoy había poquita plancha pero las aceitunas y, sobre todo, la película, no nos las saltamos. Desde hace semanas, ahora que vamos por orden cronológico, estamos instalados en 1938, que debió de ser uno de los años más productivos de la historia del cine (aunque técnicamente parece que el mejor año de la historia del cine se considera 1939). Hoy tocaba lo que Manuel ha descrito como "película menor" pero que a mí me ha parecido muy original (aunque según Manuel las películas de este tipo de tramas abundaban). The Mad Miss Manton (Ocho mujeres y un crimen) es una mezcla de misterio y screwball comedy. La Miss Manton del título, interpretada por Barbara Stanwyck, entra en una casa abandonada y se encuentra con un cadáver que, cuando llega la policía, ya no está. Un reportero, interpretado por Henry Fonda, se hace eco de la noticia de tal forma que Miss Manton lo denuncia por difamación mientras que junto con sus inseparables amigas - todas ellas moviéndose en una masa de abrigos de piel (y con una de ellas siempre preguntado si tal cosa o tal otra no será comunismo) - se ponen manos a la obra a dar con el cadáver y resolver el misterio, todo ello con momentos muy divertidos y una Hattie McDaniel que estaba a un año interpretar a Mammy y decir "señorita ehcalaaaata" en Gone with the Wind (Lo que el viento se llevó). Da un poco de pena que tanto en una película sobre la Guerra Civil americana como en otra "contemporánea" de ochenta años después haga casi el mismo papel (aunque en uno sea esclava y en otro criada de pago) pero me ha gustado leer en la wikipedia que ella misma habló del tema y dijo que prefería "actuar de sirvienta y ganar 700 dólares semanales que ser una y ganar 7".

Por otra parte por lo visto Barbara Stanwyck y Henry Fonda, que también actuaban juntos en Lady Eve (Las tres noches de Eva) (de 1941 pero que ya vimos cuando no íbamos por orden cronológico) y más tarde ese mismo año en You Belong To Me (Me perteneces) (que no hemos visto aún), son una de las parejas cinematográficas más icónicas del momento.

¡Feliz cumpleaños, única lectora!

Dejo esta entrada programada de buena mañana para desearle a mi amiga B., también conocida como única lectora, un muy feliz cumpleaños.

Como de momento tendrá que conformarse con un regalo virtual le dejo el que seguro le hará más ilusión: el famoso niño albino (QUE NO SOY YO) que tantas y tantas carcajadas nos ha provocado.


Creo que debo poner un poco en antecedentes a los no iniciados. Un día, viendo unas fotos antiguas que había en mi casa nos encontramos con esta vieja Polaroid, que no puedo poner entera porque sale mucha gente a la que no sé si le haría gracia verse aquí, y a este ser, que de inmediato fue bautizado como "el niño albino", apartado del grupo, con ese pelo y esa ropa (no hay duda: eran los ochenta). En un primer momento yo - con mucha resignación y a juzgar por el resto del grupo - pensé que "el niño albino" era yo. Luego, gracias a las amables aclaraciones de otra gente del grupo, resultó que no era así, que NO ERA YO, pero la única lectora ya nunca se lo creyó y prefirió seguir creyendo en mi pasado de "niño albino apartado de la gente", una imagen que por sms ella misma describió como "poética", si no recuerdo mal.

¿Las oís? Son carcajadas de cumpleaños.

viernes, 15 de mayo de 2009

Yorkshire pudding: el retorno

Los Yorkshire puddings siempre llegan a mi mente de forma totalmente espontánea: planeo la cena sin ellos y, de pronto, un rato antes de cenar, me viene la inspiración divina que deja caer lo bien que iría ese plato con unos buenos Yorkshire puddings. Y no lo puedo resistir.

Además tenía clavada la espinita de la última vez que los hice, con la foto tan cutre y quería sacármela de una vez con una foto en condiciones, para qué negarlo. ¿Tienen buena pinta ahora?

Por suerte esta vez todo fue mucho más sencillo. La pila de cacharros manchados no se la saltaba nadie, pero al menos el ambiente en la cocina no fue tan caótico como el de la vez anterior. Y como las proporciones (quien dice proporciones dice matemáticas en general) no son lo mío y no me siento capaz de hacer la mitad de la receta de la BBC, salieron nada menos que 23 Yorkshire puddings... ¡con lo que llenan! Así que aún queda alguno en el frigorífico que calentado en el microondas recupera casi el toque recién hecho. Y hablando de todo un poco esta semana es abrir el frigorífico y ver un repertorio de muestras de cada cena. Pero yo encantada: adoro los restos y lo mucho que facilitan las cosas. Vamos, que no es sólo que las proporciones no se me den bien, sino que yo tampoco pongo mucho interés.

Descubrimos, además, que los Yorkshire puddings son el complemento desconocido ideal del puré de patatas (que sobró). En serio: buenísima combinación. Y los solomillos, que eran el origen de todo, porque al fin y al cabo el puré de patata y los Yorkshire puddings eran acompañamientos, quedaron también muy ricos (claro que son tan fáciles de hacer y ya los había hecho antes que apenas tienen mérito y que, por supuesto, sobraron también).

jueves, 14 de mayo de 2009

The Taste of Sorrow, de Jude Morgan

Para lo que es (me refiero tanto al número de páginas como al asunto), he tardado siglos en leer The Taste of Sorrow, de Jude Morgan*, hasta el punto de que Manuel dudaba que me estuviera gustando tanto como le decía. La única explicación que le encuentro, ya que - lo digo ya de entrada - me ha gustado MUCHÍSIMO, es que es de esos libros que simplemente no se dejan leer rápido.

Ya me pasó con la "palabra" londonizada y me volvió a pasar el otro día: crees que inventas una palabra, la pones en Google y resulta que acabas de descubrir algo tan novedoso como América. Todo esto para decir que The Taste of Sorrow es "bioficción": cuenta la historia de los Brontë con la libertad que le da poder rellenarla a su gusto, con conversaciones y silencios, pero contando los hechos básicos ya conocidos al mismo tiempo. El relleno literario inventado no sólo no molesta sino que ayuda a imaginar mucho mejor las cosas.

Lo mejor del libro es, sin ninguna duda, el estilo de Jude Morgan (que es un pseudónimo, por cierto), que está además cuajado de frases que cortan la respiración. Es un estilo delicado que trata los momentos más "dolorosos" de la historia con tal sencillez y respeto que una se queda maravillada leyéndolo.

"Reseña" corta para el que será sin duda uno de los mejores libros de mi año (no exageraría si dijera década incluso) lector, pero es que el entusiasmo es difícil de escribir. Baste añadir que no hace falta ninguna bola mágica para ver más Jude Morgan en mi futuro.

* El libro está recién salido del horno así que quizás con un poco de suerte se decidan a traducirlo.

Javier Marías en Muchachada Nui

No había crispies de por medio, pero ayer el nuevo dúo cómico formado por Javier Marías y Arturo Pérez Reverte salió casual y oportunamente en Muchachada Nui. Nos reímos muchísimo, aunque nunca terminé de entender (cosas de Muchachada Nui, claro) por qué Javier Marías era bizco, casi mudo y tan violento. Pero me encantó cómo Arturo Pérez Reverte, que en sus columnas debe de ser igual de "quejica" que Javier Marías en las suyas se queja por todo.

Los sketches se pueden ver seguidos (en el programa normal van intercalados con otros) aquí.

(Por otra parte sigo adorando a Enjuto Mojamuto. Yo debo de tener muchos amiguitos de esos en mi CPU.)

miércoles, 13 de mayo de 2009

Variedad

¡Ya han llegado las cerezas! Junto con las fresas son las dos únicas frutas que espero con ganas. Y es que la fruta y yo... psch... no nos decimos gran cosa.

Y ayer me pasé prácticamente todo el día ejerciendo de marujilla. El gran momento del día fue cuando me puse manos a la obra con un caótico armario de dos baldas y conseguí tal grado de eficacia que si hubiera querido habría podido distribuir lo que antes apenas cabía en las dos - MUY mala organización - en una sola. Descubrí de nuevo lo gratificante de ordenar un armario con éxito y ahora abrir el armario en cuestión es algo que hago por hobby, para contemplar mi obra. No me imagino yo a Miguel Ángel pidiendo que le dejen entrar otra vez más para poder ver la Capilla Sixtina terminada, pero ahí estoy yo, volviendo al armario una y otra vez, deleitándome en el espacio.

Lo malo es que sé que cuando haya otro armario que ordenar (o sea, ya mismo, siempre los hay) me dará la misma pereza y lo iré postergando como quien no quiere la cosa. Contradicciones.

Como decía mi madre cuando marujeábamos por teléfono en el sentido estricto de la palabra ("oye, ¿tú para la lavadora usas polvos o detergente líquido?"), lo bueno es que podemos cambiar de registro con facilidad. Así que por la tarde me quité los rulos y la bata mentales (¡sólo mentales, ¿eh?!) y me terminé la lectura actual (mañana más) y me empecé una nueva (de Sant Jordi). Y por la noche, después de House, nos quedamos hipnotizados con un fantástico documental de la BBC sobre Sylvia Plath y Yorkshire. Muchos de los poemas los leía ella misma y eran impresionantes. En YouTube hay algunos, pero ninguno de los de ayer.

lunes, 11 de mayo de 2009

Noche de viernes: In Search of the Brontës (2003)

Después de mucho tiempo queriendo ver In Search of the Brontës sin mucho éxito por fin hace poco dimos con ella en YouTube con... subtítulos en griego (parte 1 y parte 2). Y nos abalanzamos sobre ella, claro.

No es una serie al uso. Es un documental dramatizado sobre las vidas de los Brontës. La historia está contada a partir de pequeños episodios de sus vidas y, lo más curioso, una especie de entrevistas (mirando a cámara y todo) de muchos de los "participantes". Así ves por ejemplo a Patrick Brontë, el padre, hablando a cámara de tal cosa o a George Smith, el editor de Charlotte Brontë, contando sus primeras impresiones de Charlotte como en un documental actual sobre cualquier actor de Hollywood. Muy curioso.

Lo mejor de la serie (o documental o lo que sea) es que la asesora histórica era la mismísima Juliet Barker, de la que ya he hablado aquí alguna vez, así que como mínimo tienes la garantía de que no retocarán la historia con fines narrativos. Curiosamente en el primero de los dos capítulos sí que hubo un error "garrafal" y horriblemente chocante que nos dejó momentáneamente sin palabras y repasando la cronología Brontë. Pero el repaso mental no coincidió para nada con el error garrafal. Dudo que Juliet Barker metiera la pata (qué reverente suena eso) y el efecto narrativo que se consigue también es extraño así que no se entiende el motivo del cambio.

El error: hace un poco más de un año hablé de las cartas que Charlotte Brontë le envió a su profesor casado de Bruselas, el señor Heger, al regresar a Haworth. Cartas que no se sabe bien quién rompió y quién cosió y conservó que terminaron llegando a la British Library de manos de los hijos de Heger en 1913 y dando pie a titulares espectaculares en The Times y otros periódicos. Pero bueno, que la cronología mental que yo repasaba es: Charlotte estuvo primero en Bruselas con Emily en 1842, volvieron en octubre a Haworth a raíz de la muerte de su tía y Charlotte se volvió sola a Bruselas en 1843, donde pasó un año horrible. Volvió a Haworth y le escribió las famosas cartas al señor Heger a lo largo de 1844 y 1845. Nunca volvió a Bruselas ni a ver al señor Heger. ¿Y entonces por qué en la serie hacen que Charlotte escriba las cartas en el tiempo entre su primera estancia con Emily y su vuelta sola? Queda de lo más surrealista ver a Charlotte volver a Bruselas y encontrarse a la señora Heger cosiendo las cartas que, supuestamente, ella ha enviado hace unos días y su marido ha roto. Misterios de los guiones.

Aparte de eso la serie está bien, es amena y está bien recreada (sin grandes lujos, que es una producción bastante modesta) y no encontré más errores (que como Manuel, mis padres y más gente saben, es una de mis aficiones preferidas: encontrar errores en cosas que hablan sobre las Brontë). Los actores, con alguna excepción, no sé yo si se parecen demasiado a los de verdad, pero no están mal. La infancia, con todos los juvenilia, sale bastante y me ha gustado ver de nuevo a los pequeños Brontë y pensar al verlos - porque al leerlo es distinto - qué niños más raritos eran.

Así que la espera para por fin poder ver este documental mereció la pena porque en general nos ha gustado bastante.

domingo, 10 de mayo de 2009

Tarta bretona

Ayer tocaba tarta bretona después de muchísimos fines de semana queriendo hacerla.

La tarta bretona es una tarta que antes siempre hacía mucho mi madre hasta que de repente... dejó de hacerla. Hace tiempo, como asesora culinaria que es, le pedí la receta y, después de hacer un poco de memoria, me la pudo dar.

Y ayer por fin nos pusimos manos a la obra. Lo malo es que ayer no teníamos el día, por lo visto. Entre otras cosas - no todo sucedió mientras hacíamos la tarta - rompimos un plato, me quemé dos veces (en dos dedos y en el brazo), y me equivoqué totalmente de molde para hacer la tarta. La mezcla que hay que verter en el molde es muy líquida y yo, sin pensarlo dos veces, cogí el molde redondo de siempre, de esos que se cierran ajustando el aro de fuera, lo forré como siempre con un poco de papel de plata y eché el líquido. Y al cabo de un par de minutos, cuando lo iba a meter al horno vi que una parte del líquido se estaba escapando a pesar del papel de plata y, aunque visto fríamente creo que no se perdió tampoco demasiado, en ese momento lo vi del tamaño del Mediterráneo o así. Muy mala elección de molde, claro, porque obviamente no es hermético y podía haber elegido uno de "una pieza" perfectamente, pero bueno, puse más papel de plata (para horror de Manuel, que mientras todo el mundo está concienciado con gastar menos plástico, menos papel, etc. él tiene su campaña particular sobre la escasez del aluminio) y lo metí al horno cruzando los dedos para evitar que el líquido se desparramase en el horno y el desastre fuera ya de proporciones bíblicas. Hubo suerte. Eso sí, después de tal serie de desastres, ni intenté quitar el "platito" de abajo del molde. Con lo que sí me las vi y me las deseé fue con el aro del molde que tenía el papel de plata y el bizcocho atrapado en él pegado como con superglue.

La tarta, a pesar de todo, quedó rica, así que no nos podemos quejar. Eso sí, queda finita y es muy ligera, lo que le garantiza una corta estancia entre nosotros (que de esta noche no pasa, vaya).

Hoy en el desayuno, mucho más lejos de los desastres de ayer (aunque a mediodía se nos ha caído el agua, por lo visto nos ha mirado un (cocinero) tuerto o algo) nos ha sabido mejor incluso que ayer. Por suerte, este fin de semana no sólo se ha caracterizado por las pequeñas catástrofes caseras, sino por bastante cine. Para Manuel ha sido en su línea, pero yo he visto más películas de las que acostumbro a ver. El viernes empezamos con la nueva Star Trek, como ya dije, que está bastante bien, aunque Manuel salió del cine reconfigurando su perspectiva trekkie. A mí me encantó ver al Spock de la serie y, en cierto modo, di las gracias a que la consistencia de la historia no diese pie a que sacasen también al antiguo capitán Kirk (y es que duele mucho ver el cambio de joven a mayor).

Luego hemos tenido un par de sesiones (no en sección Noche de viernes pese a que cumpliría los requisitos) de Mrs Dalloway (La señora Dalloway), película que yo ya había visto y que recordaba tan grisácea como me ha vuelto a parecer. Mrs Dalloway no es un libro fácil de adaptar (lo siento por Eileen Atkins, que fue quien se encargó de hacerlo) y ni siquiera Vanessa Redgrave es capaz de hacer mucho por ella. Pero bueno, se deja ver.

Y por último, la película de plancha y aceitunas, claro: Vivacious Lady (Ardid femenino), con Ginger Rogers y James Stewart. Como siempre: muy buena.

Ya para acabar, antes de planchar, mientras desayunábamos, me he reído un buen rato con las confesiones de hoy de Javier Marías y sus vicios "culpables". Los vicios no me han parecido tan escandalosos y lo que más me ha gustado sin duda es imaginarme la siguiente conversación telefónica entre la T y la R de la Real Academia Española:

“¿Cómo es eso de que desayunas crispies y un vaso de leche y que mientras tanto hojeas revistas del corazón?”, le pregunté. . .

Impagable.

EDITADO para añadir la receta de la tarta bretona:

Ingredientes:

- 70 grs de harina
- 2 huevos
- 1/2 litro de leche hervida con canela (uno o dos palitos, al gusto)
- 225 grs de azúcar
- 100 grs de mantequilla


Preparación:

Ablandar un poco la mantequilla y mezclar con las dos yemas y el azúcar. Cuando se haya hecho una pasta homogénea, agregar la harina y seguir batiendo hasta que todo esté bien unido. Añadir entonces la leche caliente (no demasiado) y las claras batidas a punto de nieve. Mezclar bien todo y verter en un molde engrasado de una pieza o cierre hermético.

Tener el horno precalentado al máximo y meter el molde a horno fuerte al principio hasta que se dore la parte de arriba. Una vez dorada, cubrir con papel de plata por encima y bajar el horno a 180º-200º. La duración de la cocción dependerá del tipo de molde, de modo que hay que ir pinchando en el centro con una aguja o un palillo para saber cuándo está hecho. Cuando salga limpio ya se puede sacar.

viernes, 8 de mayo de 2009

Entrada dispersa: flores, Star Trek y canarios de paseo

Ayer buscando la foto de la maleta y el plano de París me encontré con esta foto que parece que hice a principios de abril (digo parece porque no recuerdo ni siquiera haberla hecho) y que me gustó mucho. Y es que en cuanto rebuscas un poco en los archivos del ordenador siempre te llevas alguna sorpresa.

En otro orden de cosas, esta tarde volvemos al cine y la elección no podía ser más diferente de la de la semana pasada (aparte de la diferencia obvia de que la semana pasada el cine estaba en Madrid y esta en Barcelona). Manuel como buen trekkie que es no puede dejar de ir a ver la nueva película el mismo día de su estreno. Veremos qué tal, porque yo no estoy acostumbrada a ver Star Trek con tanta "formalidad". Una cosa es engancharte mientras estás repanchingada en el sofá y saber que si el capítulo te aburre puedes volver a coger el libro y otra es entrar en una sala oscura en la que no puedes hacer más que mirar a la pantalla durante dos horas.

Al menos hoy los efectos de sonido serán tan, bueno, eso, sonoros que no me enteraré tanto como el otro día de la gente que come cosas envueltas en plástico. No había forma más eficaz de sacarte de la atmósfera victoriana que el cris-cris de alguien que en la oscuridad no consigue sacar la chocolatina del envoltorio.

Y ya que está quedando una entrada un tanto dispersa, aprovecho para contar casi en tiempo real lo que acabo de ver por la ventana. Resulta que, por esta zona, es un hobby compartido por mayores y jóvenes algo que yo no había visto y ni tan siquiera imaginado en la vida: sacar a pasear al canario en su jaula (normalmente en una funda especial y todo). Digamos que a los canarios que el hombre fortachón acaba de sacar a pasear no sé si les compensa del todo el paseo, porque al "ritmo" (léase: movimiento extremo de barco pirata de parque de atracciones) que les llevaba el sol poco les puede hacer ya a los pobres.

jueves, 7 de mayo de 2009

Bonjour Paris!

Estoy confusa. Ha vuelto el calor y ya prácticamente desde que te levantas hasta que te acuestas vas en manga corta. Y no apetece mucho hacer punto de cruz y por las tardes empieza a apetecer más una Coca Cola fresquita que un té humeante y empiezo a pensar en hacer ensalada de garbanzos o de pasta o incluso gazpacho que dure días y solucione varias comidas de una vez sin necesidad siquiera de calentarla. Y, supuestamente, porque por lo visto cada día me llegan unas instrucciones, estoy hasta arriba de teletrabajo (o quizá no, es que no lo sé). Y por la tarde hay que empezar a bajar un poco la persiana (sin llegar todavía a los extremos de julio y agosto) para que el sol no caliente tanto. Y entonces, sobre todo por lo del teletrabajo porque el año pasado cayó algo parecido un poco más adelante, pienso que ya es verano y... ¡no! Aún es mayo, y sin embargo yo estoy convencida la mayor parte del tiempo de que es julio por lo menos* y estamos a punto de ir a Nueva York otra vez.

Y firmaría para volver a Nueva York de nuevo donde hiciera falta, pero por aquello de conocer otros mundos este año nos decantamos por... ¡París! Que tampoco está nada mal, por supuesto, y donde ya tengo un pie mental plantado en la famosa librería Shakespeare & Co. (y alguna otra, menos conocida pero sí de libros en inglés, que hay por allí cerca).

Hace unas semanas, estábamos un tanto indecisos con las candidaturas (y nosotros no podemos hacer como los del COI y visitar las ciudades antes de elegir, que sería la solución ideal). París iba ganando por poco y, de repente un día y por pura casualidad, pusimos la televisión y salió esto:



Fue mejor que un publirreportaje (y por cierto sale de la película Funny Face (Una cara con ángel), a la que por supuesto nos enganchamos de inmediato). Los hados, la televisión, Audrey Hepburn, Fred Astaire o quien fuera ya habían tomado la decisión por nosotros. Tocaba tararear "Bonjour Paris!" y hacerse rápido con el plano PopOut correspondiente para la "colección".

Lo peor fue lo de comprar los billetes de avión. Puede que no lo parezca, pero desde el Prat hay más bien pocas opciones y precios muy dispares. Para empezar Vueling y Clickair son ya lo mismo, pero eran los más asequibles así que a ellos recurrimos. Y nos indignamos, porque resulta que "lowcost" no significa necesariamente "bajo coste" sino, más bien, "sacacuartos". Tienes que pagar por maleta facturada, por elegir, si quieres, el asiento (cada asiento elegido cuesta 3 euros y, si decides que te quieres ahorrar 12 euros, te pasa como a nosotros, que viajaremos tanto a la ida como a la vuelta en el último asiento y todavía supongo que hay que dar gracias de que no nos metieran en la bodega con las maletas) y, lo peor, el remate final: ¡te cobran por pagar! (salvo si estás comprando el mismo billete en Vueling en vez de en Clickair y tienes una Visa Vueling, ya ves tú). Sí: de 4,50 a 8,50 euros tienes que pagar para que te puedan cobrar el resto del viaje. Es lo más absurdo que he visto en mi vida. Son cantidades irrisorias pero fastidian igual o más que si fueran mayores.

Pero bueno, todo sea por la buena causa de poder tararear "Bonjour Paris!" in situ a mediados de agosto.

* Lo que no es necesariamente incompatible con el hecho de que ayer, 6 de mayo, Manuel me dijera algo del 7 de mayo y yo le mirara con cara de lo que estaba pensando: "¡7 de mayo! ¡Aún faltan siglos!" Y no era así, claro, era el día siguiente. ¡¿Dónde se han ido los cuatro meses anteriores?!

martes, 5 de mayo de 2009

The Young Victoria (La reina Victoria)

El jueves pasado estrenaban The Young Victoria (La reina Victoria) y el viernes estábamos viéndola en el cine en Madrid. Aunque la tenía en el punto de mira desde que en febrero me enteré de que el estreno estaba cerca, las prisas fueron totalmente espontáneas.

Yo salí encantada con la película y, en cambio, Manuel a medida que pasaba el tiempo y hablaba de lo que le había parecido la iba poniendo cada vez peor. No he hecho la prueba pero a estas alturas, si la mala opinión sigue su curso, ya debe de estar llegando a ser una de las peores películas de la historia del cine.

Su queja principal es que la película no se define y no se sabe si se está viendo una película de política, de amor, de Albert o de qué, aunque yo no entiendo esa necesidad que le ha entrado de ponerle la etiqueta. Y también dice que el director, Jean-Marc Vallée, que hasta ahora había hecho cosas independientes y modernillas (mi adaptación de algo que él no dijo así) en la película está muy rebajado y sólo de vez en cuando consigue dejar una sombra de su huella personal. Y bueno, hasta ahí la opinión un poco más "técnica", que es de segunda mano porque yo no tengo ni idea.

Mi opinión es mucho mejor porque no me fijo ni conozco ese tipo de cosas. Así que yo disfruté con la película, que a mí me pareció una historia que cuenta lo principal (o lo principal según el guionista Julian Fellowes) de poco tiempo antes de la coronación y algunos años después del ascenso al trono de la reina Victoria: hay amor, hay política y demás. Y, de lo mejor de la película, hay tal recreación en la decoración, la ambientación, los vestidos y está todo tan bien hecho, es todo tan real que lo que quizá en otra película cansaría un poco aquí simplemente hipnotiza. Para dar una idea diré que si todo eso es una maravilla en las adaptaciones de la BBC, aquí se supera con creces, que es mucho decir. Sarah Ferguson y Martin Scorsese, dos de los productores, verán cada cosa con su etiqueta y su número de muchas cifras (una cama costó 25.000 libras y cada uno de los muchísimos vestidos de la reina estaba asegurado por 10.000 libras, según el IMDb) pero los demás vemos una impresionante recreación.

La película cuenta más o menos las cosas tal y como fueron (aunque yo tampoco sé gran cosa sobre la reina Victoria). Me llamó la atención, por ejemplo, eso de que al ser la única heredera al trono, no podía nunca bajar ni subir las escaleras sola. Es cierto que te repiten tanto lo incómodo que tenía que ser que sabes que en cuanto sea reina va a acabar con eso, pero poco importa. Y aunque en la película sorprende mucho, es cierto que se enteró de que era reina en camisón. La única libertad que se tomaron en el guión tiene que ver con el intento de asesinato en 1840 y, según lo explica Julian Fellowes, tiene cierto sentido, aunque por lo visto a la actual reina, no sé si con o sin explicación, el detalle no le hizo ninguna gracia en un pase privado.

La idea de Sarah Ferguson era, por lo visto, demostrar que la reina Victoria no había sido siempre la señora seria de las fotos, sino que de joven había sido muy alegre. Y eso queda claro en la película. En los diarios que leí el año pasado hay alguna entrada de los suyos y debo reconocer que me sorprendieron precisamente por lo animadas y agradables que eran de leer; por lo visto yo también tenía ciertos prejuicios acerca de la señora seria. A Emily Blunt haciendo de la joven reina la encontré muy, muy bien aunque Manuel cuenta que a él no le dijo gran cosa. Y Rupert Friend como Albert también está bien, con un ligero acento alemán que, por lo que veo en el trailer en español, nada tiene que ver con el acento profundo que le han puesto al doblarla y que, por lo menos en esos segundos, me parece un poco cómico.

El hecho de que me gustara tanto tampoco quita que alguna que otra escena o comentario no me chirriase. Lo que más me chirrió fue un momento, una frase, una palabra en que a la reina le faltó ponerse la chapita feminista anacrónica sobre el vestido de gala. Cada uno tendrá su opinión, pero mi idea de la reina Victoria no es esa precisamente, por mucho que fuera una mujer que estuviera al mando de un país y de un imperio.

Y nada, que como me dediqué a hacer el sábado contrarrestada por la opinión de Manuel, la recomiendo encarecidamente, porque a mí sí que me gustó mucho.