domingo, 29 de agosto de 2010

Caminata

A veces estamos un poco locos. Por la mañana habíamos bajado hasta el distrito financiero en el metro y habíamos acordado que, después del Banco de la Reserva Federal y una vuelta por la zona, encontraríamos alguna forma de ir al siguiente sitio que queríamos visitar. Pero en Nueva York nos debe de dar una especie de síndrome de pies inquietos que nos hace caminar sin parar. Así que en lugar de buscar la forma de ir de A a B, decidimos que no había mejor transporte que nuestros pies. Fue una decisión sabia y absurda: vimos un montón de cosas, pero casi morimos en el intento. Morir quizá sea una exageración, perder los pies por desgaste es bastante realista, en cambio.

Decidimos coger Broadway bien abajo y llegar por ella hasta Union Square, con varias paradas para curiosear sitios por el camino.

Broadway es una calle larguísima que va desde casi la puntita sur hasta más arriba de Central Park y nosotros en realidad no caminamos más que a lo largo de un "pequeño" tramo de la calle. En ella hay de todo y por esta zona no tiene nada que que ver con su faceta conocida de teatros y demás, pero sí que es una calle bastante temática: si más arriba se arremolinan los teatros en ella y alrededores, por aquí abajo lo que hay son tiendas de ropa de todo tipo: carísimas y normalitas, y montones de gente, tanto locales como foráneos en busca de la ganga y/o la compra estrella.

A través de Broadway atisbamos un poco de Chinatown, atravesamos lo poco que queda de Little Italy, cruzamos el Soho y bordeamos Greenwich Village. Pero sobre todo nos empapamos del ambiente y nos sorprendimos, una vez más, de la originalidad del comercio en Nueva York donde supongo que, gran parte del éxito, depende de llamar la atención del consumidor, que al fin y al cabo ya tiene de todo al alcance de la mano. No recuerdo de qué era exactamente la tienda de esta foto (de ropa, eso seguro), pero tanto el escaparate como el interior estaban llenos de estas máquinas de coser antiguas.

Hicimos una parada en un enorme Dean & Deluca. Enorme porque era tipo mercado/supermercado/tienda de alimentación/tienda de cocina, cuando los Dean & Deluca habituales son más tipo cafetería, algunos de ellos con flores a la venta y más productos, pero ninguno como este. Estaba muy lleno y, como siempre, no dábamos abasto para ver todo lo que queríamos. Manuel se fue directo a la sección de bebidas en busca de su adorada Cane Cola y yo, después de pasar por una sección de chocolates y visitar la parte de cafetería para babear un poco ante las cupcakes y demás dulces (escribiré una entrada dedicada a la comida en Nueva York), sin intención de comprar nada: el día anterior la cupcake de vainilla me había pringado demasiado como para tropezar dos veces con la misma piedra. Después curioseé por la parte de utensilios de cocina, por la parte de las verduras y, una vez más, envidié la gran selección de productos y enorme variedad que tienen a su alcance los neoyorquinos. ¡Hay de todo y de todo hay muchísimo!

Manuel volvió sin Cane Cola pero creo que fue ahí donde se abrió la veda a probar otras bebidas de la compañía Boylan y similares, siempre en sus clásicas botellas de cristal, botellas que ya dije que - salvo por las repetidas - no conseguíamos tirar a la basura y al final se vinieron en la maleta. Por todas partes había anunciado un nuevo programa de televisión, Hoarders, una especie de documentales/realities sobre gente con lo que aquí llamamos síndrome de Diógenes. Los anuncios me hacían gracia porque mostraban, por ejemplo, el tubito de cartón de un rollo de papel higiénico o una lata aplastada con las pabras "tesoro" o "valor sentimental", etc. Nosotros, al ver nuestra creciente colección de botellas en el hotel, nos sentíamos plenamente identificados con los "hoarders". Luego una noche vimos un trozo del programa en televisión y ya nos sentimos menos identificados por la de porquería y demás acumulada, pero concluimos que probablemente una estancia más larga en Nueva York convertiría nuestra habitación de hotel en algo similar a esas casas.

Todo esto para decir que la veda se abrió con un ginger ale, Boylan se especializa en bebidas "antiguas" y ¿hay algo que suene más retro que ginger ale? Yo conocía de la existencia de la bebida, pero ni idea del tipo de bebida y de hecho tenía idea de que era alcohólica por lo de "ale". Resulta que, obviamente, no. Siendo de Boylan estaba delicioso. Yo me decanté por una botella contundente de 1 litro de agua Dean & Deluca, dejando de lado a nuestra querida - de la otra vez y ya de este viaje también - Poland Spring por una vez. Íbamos contra corriente porque, como comprobaríamos durante todo el viaje, el agua estrella entre locales y visitantes, era la Fiji (que venden en el Vips, si no recuerdo mal). El último día la probamos por si acaso nos estábamos perdiendo algo único y... bueno, era agua. Agua cara, pero agua al fin y al cabo.

Pasada la zona de tiendas de ropa, venía el remolino de la zona de la universidad. Ya comenzaban a aparecer las librerías y nos pasamos un buen rato en la tienda de la New York University. ¿Alguien se acuerda de ese capítulo de las Chicas Gilmore en que van a Yale y arrasan en la tienda de regalos de la universidad? Pues bien, yo creía que eso era un poco una exageración o que lo de la tienda era por ser Yale, pero no, la NYU es igual: tienen todo lo imaginable con el logo de la universidad de modo que cualquier estudiante entusiasta puede dejarse llevar y decorar su apartamento íntegramente a base de cosas con el logo de la NYU, también el interior de su armario. Como en tantas tiendas, no me decidía por qué llevarme hasta que al final opté por un cuadernito con las letras de la universidad.

Entramos en alguna librería más pero por fin llegamos a nuestro objetivo librero: Strand. La otra vez la visitamos dos veces y yo estaba deseando volver al caos y tumulto que es esa librería. Hice un poco de trampa porque antes de ir a Nueva York hice unas cuantas búsquedas en su base de datos para ver qué encontraría y qué no; al fin y al cabo es una enormidad (ellos dicen aquello tan famoso de sus 18 millas de libros). Aun así di más vueltas que un tonto, como siempre en las librerías apabullantes de este tipo. Mi mente se descontrola y empieza a emitir mensajes: la J en no ficción, la W en ficción, de camino a la R en ficción recuerdo que quería mirar la G en poesía y la H en ensayos y me acuerdo de que dije que iba a consultar la D en ficción pero me despisté cuando fui a la L en no ficción. Al final parezco una loca que no sabe dónde va, pero que en realidad es una loca que sabe dónde quiere ir, sólo que no da abasto para ir a tantos sitios a la vez, cada vez cargada con más libros. Y eso con el riesgo añadido de la escalada por alguna de las escaleras que hay que usar para llegar a los estantes más altos. Toda una aventura.

Fue allí donde compré todos los libros que traje de Nueva York, con la excepción del de Stephen Benatar que había comprado por la mañana en Borders. Podría haber comprado alguno más, es cierto, pero bueno, elegí los más difíciles de encontrar en otros sitios, supuestamente. No sé cuánto tiempo pasamos ahí dentro. Mucho, muy ameno.

Cuando salimos estábamos agotados y aún nos quedaba otra parada librera: el Barnes & Noble de Union Square, creo que el más grande de NY. Cruzamos el gentío de todo tipo de Union Square, un "farmer's market" más, y entramos en Barnes & Noble, más que dispuestos a arrasar, dispuestos para el arrastre. Así que como el Starbucks que hay dentro de ese B&N tiene cierto encanto, con sus murales y decoraciones literarias, fuimos directos allí para hacer un alto en el largo camino.


Sed no teníamos (la parada en Dean & Deluca) pero a algo dulce no le hacíamos ascos (¿y cuándo sí?), así que pedimos sendos cupcakes de red velvet. El lujo fue que nos los pusieron en platitos y había tenedores para coger, así que el nivel de pringue fue 0. Una delicia. Nos mantuvo entretenidos el chico de la mesa de al lado, al que bautizamos como "el ultraconectado": tenía su portátil sobre la mesa y allí chateaba mientras veía una película (con cascos), después abrió facebook y se puso a escribir ahí también (sin dejar nada de lo anterior), de vez en cuando consultaba también cosas en internet y, ya lo más de lo más, sacó el iPhone y se puso a escribir ahí también sin abandonar ninguna de las actividades anteriores. Creo que en los diccionarios del futuro pondrán su foto como ilustración de "multitarea".

Después dimos una vuelta por la enorme tienda, compré el té Earl Grey Imperial, de Harney & Sons, en su preciosa lata y me dejé caer, como siempre, irremediablemente, por la sección de papelería (espectacular tanto en Barnes & Noble como en Borders, donde siguen teniendo cosas de Paperchase). Pero todo muy precariamente porque, a pesar del ratito de descanso en la cafetería, íbamos cargadísimos (los libros de Strand, etc.) y habíamos andado un montón.

Salimos a la calle y nos sentamos en una de las sillas y mesita bajo un árbol de Union Square a reflexionar sobre nuestro futuro más inmediato. ¿Qué hacer con nuestros (pobres) pies? Enseguida, como siempre, nos distrajimos mirando a las ardillas. La decisión tomada queda para mañana.

9 comentarios:

  1. No sabes cómo te entiendo con esa sensación de mareo desorientado de acá para allá al entrar en una librería enorme a la que hace tiempo le tienes ganas. A mí me da hasta ansiedad. El corazón me late a toda prisa y sudo como si estuviese en una maratón. Después al salir digo siempre "Ay! Se me olvidó mirar tal sección y mira q en casa dije tengo que mirar tal cosa cuando vaya allí" Y claro, eso dicho después de haber pasado más de una hora dentro de la librería.Qué le vamos a hacer porque además creo q no tiene remedio ni cura posible!

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  2. ¡A mí me pasa lo mismo! Al salir, o al rato, siempre me doy cuenta de que me he olvidado de mirar algo que tenía muchísimas ganas de mirar. De hecho fue por eso por lo que la otra vez pasamos por Strand dos veces :D

    Esta vez, aunque luego allí mi mente se volvió un caos, me había organizado un poco mejor y, CREO, miré más o menos todo lo que quería mirar, aunque podía haberme pasado allí días tan feliz.

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  3. Las tiendas de las máquinas de coser han proliferado en Londres...yo también tengo fotos!!! El año que viene las tendremos aquí...
    Y qué gracia lo del ginger-ale: yo soy consumidora desde hace años. Schweppes la comercializa en España y fresquita está estupenda.
    Y los cementerios, las librerías, los pies desaparecidos por desgaste...me transporto por completo a NY.

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  4. Habeis vuelto!! Y voy a necesitar pedir un dia libre en el trabajo para leer todo lo que has escrito!!!

    Jo, que envidia me dais, cuando venis a Madrid para darme mi regalo?? Si no me planto yo en Barcelona antes...

    Recibi tu postal, es monisima. Muchas gracias!

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  5. Muy buen post...pero me temo que el viaje a Nueva York te va a llevar por lo menos una semana jeje. Eso sí, se difruta ampliamente ;)
    Yo tengo ganas de pisar alguna librería de allí...Recuerdo la primera vez que estuve en Londres. Mi hoy marido aguantó estoicamente dos o tres horas seguidas en Waterstones, Foyles y Powells. Casi le da un síncope...De eso hace ya bastantes añitos...Me temo que ahora no sería capaz de aguantar tanto (él, yo sí jajajajaja...)

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  6. Samedimanche: pues si hay decoración de máquinas de coser en Londres y en NY creo que tus predicciones se cumplirán y llegarán aquí también.

    Tendremos que probar el ginger-ale que dices a ver qué tal. Ese desde luego estaba rico :)

    B: qué bien lo de la postal :D Pídete el día libre en el trabajo, a ver qué te dicen ;) ¿Al final viajas a algún sitio este mes o te dejan en la oficina? De momento no hay visita prevista a Madrid, pero habrá que planear una, síp.

    Pilar: jajaja... pero siempre es así: mis crónicas de viajes duran mucho más que el viaje en sí. Es una forma de aterrizar poco a poco :)

    Me ha hecho mucha gracia lo de las librerías. Por suerte Manuel y yo en eso estamos muy bien avenidos y más o menos tardamos lo mismo en agotar al máximo los recursos de las librerías. Quizá yo tardo un poco más, pero él no sufre ;)

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  7. Esas decisiones maravillosas al pensar que "se puede ir andando" (y se puede) y "no tardamos nada" son las mejores!!! jajaja...Luego descubres miles de sitios. Pero al leerte, parece que tú ya lo sabías...es como si conocieras N.Y....o al menos algunas calles, como la palma de tu mano.
    Recuerdo muy bien el capítulo de las Gilmore cuando salen hasta arriba de cosas de Yale. También lo hicieron con Harvar?? No??
    He disfrutado mucho leyéndote, y caminando por Brodway.
    Y el Starbacks mercia una parada aunque no hubierais estado cansados...es precioso!!

    Un abrazo!!!

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  8. La primera vez que fui a Strand sufrí una especie de crisis por la visión de tantos libros y los cálculos mentales que empecé a hacer para saber si todo lo que me quería comprar era compatible con seguir viviendo bajo techo en Barcelona.

    Y me están entrando unas ganas locas de probar la Cane Cola (y demás bebidas Boylan), por eso de ponerlas en un ranking junto a la Fritz Kola!!!

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  9. María: sí, andar y andar y andar es muy buena forma de conocer un sitio, aunque sea a costa de los propios pies.

    Sí, el Starbucks del Barnes & Noble de Union Square es muy original. ¡Toma nota para futuras visitas! :D

    Iris: sí, nosotros la otra vez tuvimos que ir dos veces por Strand porque incluso después de salir cargados de la primera excursión nos dimos cuentas que, de la emoción, se nos habían olvidado cosas. Es impresionante esa librería.

    Cuando pruebes la Cane Cola ya me dirás cómo está el ranking. Yo lo tengo fácil porque ya sabes que no soy nada fan de la Fritz Kola ;)

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