Karma

Ya he dicho muchas veces que soy gafe: quiero algo y desaparece de la faz de la Tierra, se convierte en la cosa más rara del mundo que, pese a no ser un producto de mi imaginación, de pronto nadie recuerda y a quienes pregunto en mi búsqueda me miran como si estuviera loca.

Así que cuando el martes taché (con éxito) todas las tareas pendientes de mi lista no me lo podía creer. Tenía que comprar, acompañada de Manuel, el disco duro que quería para su cumpleaños (que fue ayer), después quería comprar la segunda temporada de Upstairs, Downstairs (Arriba y abajo), la única que me faltaba, y con urgencia puesto que voy a muy buen ritmo con la primera. Me he enganchado muchísimo y ahora son pocas tardes, salvo por causa de fuerza mayor (es decir: que no estemos en casa), las que no veo un capítulo (el otro día incluso dos). Me daba vértigo llegar al precipicio del último episodio de la temporada y no poder seguir avanzando. Hubo suerte y, después de unos momentos iniciales en que parecía que no estaría, di con él y ahora tengo la estupenda colección completa de la foto de arriba.

Y por último llevaba tiempo buscando unos pantalones sin éxito y el martes por fin los encontré sin mayores dificultades. Hacía siglos - si es que había sucedido alguna vez - que las compras y la búsqueda del algún producto se me daban tan bien.

Esa misma tarde se reunía cierto gremio que nos había tenido en vilo hasta el lunes (hasta ese día estábamos tan angustiados que Nueva York y cualquier cosa relacionada con la ciudad eran tabú; de ahí que la foto que puse el otro día junto al helado fuera el único contacto que tuve con ese reportaje (y pudo observarse que no dije nada al respecto, puse la foto sin más) hasta que se nos pasó el susto. Terminé Mrs Harris Goes to New York a duras penas y me vi incapaz de comenzar Historias de Nueva York de Enric González como estaba planeado hasta que no pasara el fatídico lunes sin anuncio de huelga, lo que significaría que no nos afectaría a la ida; si nos afectaba a la vuelta sería un rollo, pero más tolerable) y, visto el éxito de las compras, le dije a Manuel que, pese a que, ahora que habíamos dejado lo peor detrás, y aunque yo creía que no habría huelga, el karma es todo un mundo y tanto éxito en las compras sólo podía indicar que algo se iba a torcer. El gremio famoso anunció más tarde que no irán a la huelga en agosto y yo miré incrédula alrededor. Demasiada perfección.

Ayer por la mañana Manuel abrió sus regalos y por la tarde fuimos al cine a ver Inception (Origen), que nos gustó (está muy bien contada y lo que es una historia complicada se entiende de maravilla, a veces incluso se explica demasiado). Ayer hacía tanto calor que, aunque siempre nos quedamos a un poco de los créditos, pero no completos, ayer nos quedamos fresquitos en las butacas hasta que apareció en pantalla el último punto.

Al salir, por casualidad, pasamos por una librería en la que tenía que comprar un libro que me había encargado mi padre porque en Madrid no daba con él y a la que yo llevaba un par de días llamando sin éxito y había deducido que estaría cerrada por vacaciones. La librería estaba abierta, entramos y dimos con el libro rápido. Todo seguía yendo sobre ruedas.

Encontrar una pastelería abierta para comprar la tarta de Manuel nos costó un poco más, pero al final volvimos a casa con tarta como es debido.

Yo seguía preguntándome cuándo se torcería algo. No esperaba ningún revés apocalíptico ni nada, sólo algunos pequeños toques que modificasen un poco la balanza.

Ayer por la noche se me rompió un plato (por suerte no de los de lujo). Esta mañana he tardado más de una hora en conseguir encender el ordenador y que todo funcionase: cuando arreglaba una cosa, se estropeaba otra, y así.

Ahora creo que el universo ya se ha cobrado - siempre en moneda pequeña, por suerte - lo que le debía.