Tengo poco que decir acerca de Apple of My Eye, de Helene Hanff puesto que ya lo dije prácticamente todo cuando lo leí por primera vez, recién comprado en Nueva York y con el viaje aún bien fresco. Es curioso lo de este año con Helene Hanff: leí su Duchess of Bloomsbury Street para preparar la escapada a Londres y ahora releo este suyo para calentar motores para el viaje a Nueva York. Es mi guía de viaje de honor, no hay duda.
De esta relectura pre-neoyorquina me quedo con la coincidencia inicial que la otra vez no me dijo gran cosa y que esta vez me dejó ojiplática. Parece que Apple of My Eye está escrito, principalmente, para un público británico, así que en el prefacio, Helene Hanff se toma la molestia de dejar claro cómo preguntar dónde está el cuarto de baño en vocabulario americano y como ejemplo de lo disparatada que puede ser la barrera del aparente idioma común cuenta una anécdota que le contó Jean Marsh sobre su primera visita promocional a Estados Unidos con motivo de la presentación de Upstairs, Downstairs (Arriba y abajo). Por lo visto a Jean Marsh le comunicaron que en Estados Unidos no estaba bien visto decir "toilet" para cuarto de baño público a pesar de ser lo más normal en inglés británico. Así que le dieron una lista de formas alternativas de preguntar por el baño. Cuando en Nueva York visitaba unos estudios de televisión, uno de los anfitriones se dirigió a ella y le preguntó si deseaba utilizar las "facilities" (instalaciones) antes de proseguir la visita. Jean Marsh entendió que le preguntaban si quería probar el equipamiento del estudio (cámaras, etc.) y contestó decidida que no, que todo eso se le daba fatal y que le daría miedo tocar nada. No se cuenta la cara que se le debió de quedar al anfitrión al obtener esa respuesta al preguntarle inocentemente a alguien si quería pasar por el baño antes de continuar.
La anécdota me hizo mucha gracia por sí misma, porque ahora me imagino a Jean Marsh en la situación perfectamente y porque ya voy por la segunda temporada de Arriba y abajo. ¡Cómo engancha! Si no fuera porque Manuel se escandalizaría con los excesos (un día se escandalizó porque vi dos capítulos seguidos) creo que me sentaría en el sofá y me pondría un capítulo detrás de otro mientras pudiera.
Lo otro que me gustó de esta relectura es contrastar las opiniones y los comentarios de Helene Hanff con los de Enric González. Coinciden en algunas cosas y discrepan en otras. Enric González, por ejemplo, comenta que a los forasteros en Nueva York se les identifica porque son los que van mirando hacia arriba y Helene Hanff, neoyorquina apasionada de adopción, recomienda que en Nueva York siempre se mire hacia arriba. Ambos mencionan los claustros que importaron los Rockefeller (y que nosotros no vimos ni veremos tampoco en esta ocasión; al fin y al cabo la intención de importarlos era precisamente que los americanos vieran algo que quizá nunca verían y que, sin embargo, en Europa abundaba. Nosotros estamos en Europa y, no esos y no en pleno Nueva York, pero claustros hemos visto unos cuantos en nuestras vidas) y ambos reflexionan - sobre diferentes tumbas - qué pensarían sus "inquilinos" al encontrarse transplantados, no sólo lejísimos del lugar donde pasaron sus vidas y donde están enterrados sus familiares sino, de hecho, al encontrarse en un lugar que, cuando ellos murieron en el siglo XIII, por ejemplo, ni siquiera sabían que existía.
Y aparte de la delicia que es siempre leer un texto firmado por Helene Hanff (y de nuevo reencontrarme con su amiga Patsy Gibbs, que me sigue pareciendo de lo mejorcito del libro), está el hecho de lo agradable que fue, literalmente, abrirlo. Ya hacía tiempo, al abrir el Cuaderno de acuarelas de Nueva York que nos regalaron mis padres, había descubierto un pequeño cofre de pequeños tesoros de esos cuyo valor real es muy inferior a su valor sentimental: de allí salieron una bolsa de patatas azules, papeles del Empire State, entradas de sitios, tickets de comercios, los papeles de la reserva del hotel y el avión, etc. Muchas cosas no era consciente de haberlas conservado (¡la bolsa de patatas azules!) y me hizo ilusión verlas de nuevo.
Cuando abrí el libro de Helene Hanff se produjo otra avalancha de recuerdos (en la foto de arriba): recortes de periódicos de inmediatamente antes y después del viaje anterior, una preciosa postal que recordaba haber enviado pero no haber comprado también para mí y que tiene muchos puntos para pasar a un marco a la vuelta, un chiste de Forges, los tickets del autobús destartalado que hace el recorrido desde y hasta el aeropuerto (y que nos sirvieron para refrescar la memoria acerca del precio, ya que nunca nos acordábamos de mirarlo por internet; curiosamente la tarifa - ahora que también lo hemos mirado por internet - no ha subido nada; y está bien que no haya subido puesto que ayer dijeron en las noticias que todos aquellos turistas que visiten Estados Unidos a partir de no sé qué día de septiembre deberán pagar 14 dólares (!!) para financiar las campañas turísticas del país. Me parece una cara impresionante), el cartoncito donde nos dieron la tarjeta de la habitación del hotel con el número de habitación, más tickets, etc.
Y es que aunque a mí no me gusta escribir en los libros, sí que me encanta abrirlos y encontrarme cosas de este tipo que me llevan a la época en que los leí. Normalmente no son más que papelajos de ese tipo (tickets, pequeños recortes, etc.) pero conforman un contexto excelente que demuestra lo que las historias sencillas que tanto me gustan vienen a decir: que la vida se hace con el día a día y que a veces un ticket de compra es mucho más evocador que, qué se yo, una joya.
De momento ya he guardado algún que otro recorte nuevo en el de Enric González y ya repartiré los papelajos que traiga entre los muchos libros neoyorquinos. Para el próximo viaje.
Pensaba que ahora me quedaba la difícil tarea de decidir qué lectura llevarme para el viaje. Allí leeré poco, pero para aeropuertos y aviones necesito algo y no sabía qué. Pues bien, tengo que darles las gracias a Maelström por su comentario de ayer y a Molinos por el suyo porque me han recordado que tenemos una fantástica edición de The Portable Dorothy Parker que le regalé hace tiempo a Manuel y que ahora me parece el acompañamiento perfecto, y eso que no es tan portátil como su nombre quiere indicar.
martes, 17 de agosto de 2010
Apple of My Eye, de Helene Hanff (relectura)
Publicado por Cristina en 10:32
Etiquetas Álbum de fotos, Cosas de casa, Libros, Nueva York, TV
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Ayer, primera parte (de tres) de In their own words. Algo disappointing.
ResponderEliminarTres cuartas partes del programa, voz de fondo, explicando quién es quién, o críticos opinando. Y el cuarto restante, ese sí, de las own words. Y no es por falta de material. La mayoría de los fragmentos provenían de largas entrevistas (¡una de Naipaul a Elisabeth Bowden!), pero debe resultar más atractivo así para eso que llaman el público en general. En fin.
A notar: el super U acento de muchos de ellos, presentadores incluidos, a principios del siglo pasado. ¡Cómo ha cambiado!
"que la vida se hace con el día a día y que a veces un ticket de compra es mucho más evocador que, qué se yo, una joya"... me encantó! :)
ResponderEliminarQue dos capítulos seguidos es un exceso? Buf! Pues no te digo entonces cuantos capítulos seguidos he llegado a ver en un día! Como excepción, claro, no como costumbre... jeje!
¡Qué diría Manuel de los seis capítulos diarios de The Big Bang Theory que he visto este verano!
ResponderEliminarEspero que Dorothy Parker te acompañe en el viaje, es indispensable para Manhattan ;)
Vivo en mi mundo agostero...
ResponderEliminarPensaba que estabas fuera y ahora digo "mira una entrada" y veo otra y otra...
En fin que el libro de NY es fantástico y el flan tiene una pinta de muerte! Pero muerte de la buena...
Claudio: aún no he podido verlo y ya tendrá que esperar unos días, me temo. Pero tiene buena pinta por lo que cuentas pese a no dejar hablar tanto a los autores como sería de esperar. Los acentos U siempre me producen mucha curiosidad. El de Virginia Woolf en su grabación de la BBC me impresionó mucho en su día.
ResponderEliminarGuacimara: pues nosotros creo que lo máximo que hemos visto de una serie es tres episodios seguidos y siempre como excepción. Es cierto que yo me daría el atracón sin problemas, como tú, pero también me gusta que dure mucho, así que no protesto demasiado.
LittleEmily: ¡¡6 capítulos diarios!! Menudo atracón, no me extraña que la hayas visto de principio a fin en tiempo record, vaya ritmo.
Ya empecé con Dorothy Parker y sí, es NY y es ideal para el viaje.
Mar: jajaja, pobre, menudo lío. Me alegra lo que dices del flan. Desde luego quedó bien rico...
Siempre que hablas de Helene Hanff me quedo atrapada en lo que cuentas de ella. No tengo ni he leído el libro, pero debe ser estupendo. Y eso de poder compararlo con el de Enric Gonzalez, también.
ResponderEliminarEste año Londres y N.Y....muy buena combinación...muy a lo Helen Hanff, jajaja.
Besos!!
Una combinación excepcional de viajes, yo también lo creo :D
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