miércoles, 30 de abril de 2008

De puente

Me acabo de hacer un té blanco y espero a que llegue Manuel. Yo soy un poco inútil - ah, ¿o era vaga? - y hasta que no llegue no puedo (¿quiero?) bajar la maleta del altillo.

Y es que de mi lista de cosas que hacer hoy ya sólo me queda la maleta.

Mañana a los madriles.

Noche de viernes: The Brontës of Haworth (1973)

(Sí, ahora tengo dos entradas que se llaman exactamente igual, pero qué vamos a hacerle, si es que tratan de lo mismo).

Lo prometido es deuda y yo prometí hablar de esta serie después de haber visto los cinco capítulos que dura. Lo malo es que todo lo dije nada más ver el primer episodio sigue siendo cierto, así que en realidad no hay gran cosa que pueda añadir.

Es muy fiel a la historia Brontë, o al menos a la historia Brontë tal y como se contaba en los años 70, muy basada todavía en la visión Gaskell. No es que desde entonces haya cambiado gran cosa salvo algunos detalles que han salido a la luz o algunas teorías que han cobrado más peso. Lo que más ha cambiado es la percepción y el entendimiento de cada miembro de la familia.

Cierto es que hay pequeñas licencias, más que nada con el fin de condensar la historia, así que perdonables todas ellas. Como siempre, me gusta muchísimo que se decidieran a incluir palabras textuales en el guión.

Quizá la peor "licencia" es una escena espantosa que ocurre poco antes de que muera Anne. Es definitivamente, para mí, lo peor de toda la serie.

También dije que los exteriores están rodados en su mayoría en el mismo Haworth, por lo que la credibilidad es aun mayor.

Esas dos cosas contribuyen a que la estética setentera pase a segundo plano y que de verdad pase prácticamente inadvertida. Además, en especial las actrices están muy bien. No se requieren grandes despliegues de dramatismo ni de poses, pero quizás por eso mismo, porque han sabido tomarse la historia Brontë con calma merezcan el reconocimiento. Mención especial para el actor que interpreta a Patrick Brontë. Es un Patrick Brontë muy "legendario" el suyo en todos los sentidos. Tanto porque sigue mucho la línea Gaskell de (no) entenderle como porque luego su constante irse a la cama y decirle a las chicas que no se acuesten tarde se ha vuelto una verdadera broma privada Brontë.

La película tiene voz en off de vez en cuando, que se va revelando como la de Elizabeth Gaskell. De modo que al final casi parece que te has estado leyendo su biografía.

En resumen, que después de tanto tiempo quieriendo ver esta mítica serie, no me ha defraudado en absoluto. Cuando entendidos Brontë me la recomendaban encarecidamente yo sólo veía la estética que chocaba tanto con mi imagen mental de la estética "real" y no terminaba de entender ese gusto por algo tan kitsch. Y sin embargo ahora entiendo su opinión perfectamente. Es difícil pensar que la historia Brontë se puede llevar de forma más fiel a la pantalla, sobre todo en estos tiempos.

martes, 29 de abril de 2008

Soria Moria, de Espido Freire

Soria Moria, de Espido Freire se lee rapidísimo y con mucho gusto. Hacía tiempo que no leía nada de Espido Freire y cuando este libro salió, si no recuerdo mal un poco antes de Navidad, recuerdo que me tentó mucho. Y al final me cayó hace unos días como regalo de Sant Jordi y ahora está firmado por la autora y todo. Me ha gustado mi reencuentro con Espido Freire, y es que ha sido un reencuentro en toda regla.

Porque Espido Freire vuelve a sus raíces (que según Manuel, cuando se lo comenté, es otra forma de decir que se repite a sí misma, aunque yo no creo que sea exactamente lo mismo) y esta novela me ha recordado mucho a su primer libro: Irlanda. Los dos tratan la tierra de nadie en que ni se es niño ni se es adulto, donde todas las fronteras están un poco borrosas.

Había leído también varias entrevistas/críticas donde se la comparaba con Jane Austen por el tema de las madre caza-maridos. Y sí, el tema está ahí, pero de una forma mucho menos sutil (ni mejor ni peor) de lo que se trata en las novelas de Jane Austen. Aquí las políticas matrimoniales/comerciales se debaten abiertamente entra madres e hijas. También en algunas entrevistas le preguntaban por las Brontë y Espido Freire decía que estaban mucho menos presentes. Y yo, sin embargo, discrepo y las veo más presentes que a Austen. El Castillo de Soria Moria es un cuento nórdico sobre una tierra imaginaria, pero los personajes del libro juegan con él hasta tal punto y de tal forma que lo convierten en algo muy similar (por influencia real o no) a lo que los Brontë llamaban Angria y Gondal. Las escenas, las descripciones, los sucesos me recordaban a los mismos mundos imaginarios.

Soria Moria es de esos libros que enganchan desde el principio y en los que a cada línea estás deseando saber qué pasará en la siguente. Espido Freire sigue escribiendo de esa forma tan peculiar que se recrea en los pequeños detalles pero que sin embargo trata de forma muy sutil los grandes acontecimientos hasta el punto de que tienes que releer las líneas dos veces para asegurarte de que no son cosas tuyas, sino que lo que acabas de creer entender por increíble que parezca realmente acaba de pasar así.

Mejor que explicar yo aquí todos los detalles que componen la historia he encontrado un vídeo donde la propia autora lo explica mucho mejor.

Por otra parte la portada también me encanta.

lunes, 28 de abril de 2008

En el Liceo

Ayer tuvimos evento aunque era domingo. ¿Y quién puso la música? Pues Sondheim, como casi siempre aunque por el momento parece que se nos ha terminado la temporada Sondheim.

Ayer el evento era nada menos que en el Foyer del Liceo. Nada más entrar te dan una copa de cava y luego están pendiente de rellenártela enseguida si se te acaba. (Claro que yo me acerqué a la barra a pedir agua).

El ambiente estaba muy bien: las mesitas con sus velas, las copas de cava que brillaban, el escenario chiquitito con el enorme piano y una (hasta ayer desconocida para mí) Liz Callaway impresionante que me descubrió aun más canciones de Sondheim. Y yo, cuantas más oigo, más me gustan y más quiero oír.

Quizá lo más sorprendente fue cuando contó que había escrito a Sondheim para contarle que iba a actuar en Barcelona y le preguntaba si tenía alguna sugerencia. Sondheim, a modo de respuesta, le mandó un CD de cuando en 1985 se representó aquí Sweeney Todd en catalán. Y Liz Callaway, ni corta ni perezosa, se aprendió (de oído, claro) una de las canciones y la cantó ayer. El detalle desde luego me pareció increíble.

sábado, 26 de abril de 2008

Entre ayer y hoy

- El tiempo de vida de las rosas es muy limitado, pero la mía de Sant Jordi sigue bien viva y da gusto verla. Los libros de Sant Jordi también da tanto gusto verlos que siguen apilados sobre la cómoda, esperando que alguien (ejem) les encuentre su sitio en la estantería. Sólo los privilegiados que ya tenían hueco volvieron a su sitio.

- Ayer comimos en Buenas Migas... hmmm. Como no pude con todo mi salami dulce de postre guardamos la rodajita que sobraba y la he desayunado esta mañana. Riquísimo.

- Compramos diversos complementos para el nuevo portátil y un adaptador para Nueva York (universal, de hecho, para muchos más viajes a muchos más sitios). De todos los aparatos eléctricos sin los que ya no se puede viajar sólo mi secador de pelo no es apto para el voltaje de allí.

- Acabamos de ver The Brontës of Haworth. Próximamente escribiré la entrada prometida sobre esta serie.

- Me dispongo a unos diítas de teletrabajo y pienso en los preparativos para el viaje a Madrid a finales de semana.

jueves, 24 de abril de 2008

Sant Jordi 2008

¡Qué estresante fue ayer Sant Jordi! Creo que el año que viene me lo tomaré con una filosofía menos caza-autógrafos. Hacía un día de lo más caluroso y yo venga a ir de un puesto a otro, con mis libros a cuestas, sorteando (?) las auténticas mareas humanas, llenas de gente con libros y rosas* que circulaban por calles llenas también de puestos de libros y de rosas. Así contado suena hasta idílico.

Mi plan de caza de firmas era muy ambicioso y al final del día hasta Manuel dijo que le había sorprendido que me hubiera dado tiempo a todo. Lo mío me costó.

El día había empezado recibiendo Soria Moria de Espido Freire de buena mañana porque Manuel, sin saber que Espido Freire estaría firmando, lo tenía ya comprado desde hace tiempo y no quería arriesgarse a que me diera por comprarlo, aunque yo ya iba a llevar otro para que me firmara. Al final me llevé los dos y me empecé Soria Moria en el trayecto hacia Barcelona.

Diane Setterfield, autora de The Thirteenth Tale (El cuento número trece), fue la primera en firmarme y estaba un poco solilla en su puesto (me da tanta pena eso). Después Paseo de Gracia abajo hasta la cola de Carlos Ruiz Zafón. Llegué a las 12 y poco y a las 3, cuando se fue (media hora más tarde de lo previsto, lo cual es de agradecer), estaba justo a las puertas de la firma, pero sin firma. Por unos apaños con la gente de la cola pude irme y volver un poco más tarde, ya con Habíamos ganado la guerra, de Esther Tusquets, firmado. A las 6, en cuanto Ruiz Zafón volvió a su puesto (donde por cierto me pareció chocante que no vendieran el libro. Yo, que lo había dejado a propósito para comprarlo allí, tuve que acercarme, cuando llegué a la cola a las 12, al primer puesto que pillé para comprarlo), pasamos y salí con mi libro firmado. Por cierto que justo el puestecito estaba al lado del edificio que sale en la portada de El juego del ángel.

Y de ahí rápido-rápido otra vez hasta Plaza de Catalunya a que me firmaran Espido Freire y Quino. Tengo que decir aquí y bien alto que Espido Freire, que de entrada, no sé muy bien por qué, me daba la impresión de que sería distante, es un encanto. Hablé con ella un buen rato (para lo que es una firma de libros, se entiende) y salí encantada**. Y de ahí a Quino, que firmaba sin parar.

Y para entonces no sólo ya tenía todas y cada una de las firmas previstas, sino que Manuel ya había llegado y me había traído también mi rosa (como para no traerla el pobre, con lo pesadita que estaba yo).

Las calles, a las siete y pico, seguían abarrotadas, seguía haciendo calor, yo me había quemado la cara y mi bolsa me pesaba cada vez más (el añadido de El Juego del ángel, el único libro que compré (!) no ayudó) y aunque Manuel hubiera querido ir a tomar algo al final optamos por volvernos a casa. Había sido un día muy largo.

Y en casa, después de darle a Manuel el suyo por fin (The Portable Dorothy Parker)... ¡me cayó otro libro! Uno, además, que Manuel pensaba que no conocería, pero que justamente hace unos días había descubierto y me había puesto los dientes largos: Watch Me Disappear, de Jill Dawson.

Así que el balance de mi primer Sant Jordi no puede ser más positivo pero, oh, fue agotador.

*Tantísima gente por las calles. En alguna ida y venida oí a un locutor de un programa de radio que estaban haciendo en directo decir que la gente, con tal de escaparse del trabajo, es hasta capaz de comprarse un libro. Me hizo mucha gracia.

**El numerito cómico de la jornada lo puso una señora que llegó cuando Espido Freire ya se había levantado de su silla para irse y lo que le dijo al guarda de seguridad que regulaba las colas (!) fue: "¡oiga, que se va mi autora!" El guarda de seguridad al principio intentó hacerse el duro y decirle que la autora ya se iba y que no la molestara, pero realmente ¿quién se puede resistir a una frase como "¡oiga, que se va mi autora!"? La señora pasó corriendo pero lo que no sé es si "su autora" le firmó o no. Espero que sí.

miércoles, 23 de abril de 2008

¡Feliz Día del Libro!

O feliz Sant Jordi, San Jorge o Saint George. El primero y último de los nombres se celebran hoy en Barcelona a lo grande. Sant Jordi por motivos evidentes, Saint George por la marea roja del Manchester United que seguramente invadirá las calles hoy y verá con asombro cómo el patrón de su país también se celebra en Barcelona. Igual hasta piensan que es en su honor. El fútbol me interesa más bien poco, y menos cuando hay montones de casetas llenas de libros en la calle, pero tengo curiosidad por quién resultará hoy ser el dragón vencido y quién el valiente vencedor. Dos caras de la misma moneda y un patrón que tiene que elegir a quién prefiere.

Así que me voy a pulular de firma en firma y de caseta en caseta. Os dejo con la recreación más fiel de la leyenda que he podido montar con los elementos que tengo a mi disposición. No está tan mal.

¡Por cierto que yo de buena mañana ya tengo mi libro! Y es que lo tengo que incluir en la gran bolsa de los "libros para que me firmen". (Y no, aún no es El juego del ángel).

martes, 22 de abril de 2008

At Large and at Small, de Anne Fadiman

Ayer me prohibí leer At Large and at Small: Confessions of a Literary Hedonist, de Anne Fadiman por una sencilla razón: no podía terminarlo porque no quería empezar ningún otro libro antes de Sant Jordi (para poder elegir entre los nuevos). ¿Cuál es la diferencia entre dejarlo ayer en espera o haberlo terminado y no leer nada hoy? Pues que es más fácil no empezar otro libro cuando se tiene uno a medias (al menos a mí, que soy de leer un libro y no empezar otro hasta que lo haya acabado o abandonado) que no acabar un libro y evitar pulular hacia la estantería a mirar los libros y terminar empezando el más gordo.

Esta mañana me he dado permiso para retomar la lectura y ahora mismo acabo de pasar la última página y siento muchísimo que se haya terminado.

Anne Fadiman llama a lo que ella hace en este libro y lo que ya hacía en Ex-Libris (en español también está) ensayo familiar, es decir, partir de una base personal que luego se intercala con datos más generales, pequeñas curiosidades y anécdotas sobre el tema en cuestión que hacen la lectura increíblemente amena. Espero que tarde o temprano traduzcan este también.

Ex-Libris trataba sólo de temas relacionados con la literatura y los libros, mientras que en At Large and at Small se tratan todo tipo de temas, algunos literarios también (como las sorprendentes vidas de Charles Lamb o Samuel Taylor Coleridge (en español)). Anne Fadiman retoma un tema de Ex-Libris: los exploradores árticos, que me parecen fascinantes cuando lo leo contado por ella y que me ayudó a apreciar mucho más la exposición que vimos hace unos meses: Atrapados en el hielo. Incluso a mí, que por ponerlo finalmente las mariposas y polillas me dan bastante repelús, el primer tema, que va precisamente sobre eso, me terminó interesando más de lo que hubiera pensado.

El tema que más fría me dejó fue el de la bandera de Estados Unidos. No sólo porque yo no comparto obviamente los sentimientos patrióticos hacia las barras y las estrellas sino porque en general me pareció el más flojo. Podía haberme pasado lo mismo que con el de las mariposas pero no.

Y luego está el tema del café, que me ha interesado mucho, pero que mientras lo leía hace unos minutos no hacía más que pensar que ojalá Anne Fadiman fuera una fanática del té y no del café. Hubiera disfrutado mucho más del tema, y no es que haya disfrutado poco precisamente. Eso sí, tomo nota para una futura entrada, porque hay cosas que me han llamado la atención.

¿Y de qué más se habla? De helado (y lo difícil que fue no salir corriendo al supermercado a comprar una buena tarrina de helado de vainilla), del correo (oh, qué diferencia entre nuestro servicio de correo y el servicio victoriano), de los hábitos de sueño, de las guerras culturales... De todo y de la forma más amena.

Los ensayos no son nuevos, ya habían aparecido en su mayoría en The American Scholar (revista que editó Anne Fadiman durante años), pero para el gran público son desde luego como nuevos. Incluso los que se publicaron hace años suenan bien recientes.

Al final del libro te encuentras con una masa de pequeños e interesantes conocimientos que deseas que no se te olviden, pero que sabes que, en su mayoría, olvidarás de todos modos. Lo bueno del caso es que siempre se puede leer el libro de nuevo.

lunes, 21 de abril de 2008

Esperando a Sant Jordi

Aquí estoy yo, contando las horas que faltan para Sant Jordi, y ayer Javier Marías iba abriendo boca para ese día.

El próximo miércoles es Sant Jordi, Día del Libro, de modo que en esa fecha seremos muchos los escritores –principalmente en Barcelona, pero no sólo– agarrados a una pluma y dispuestos a estampar nuestra firma en cuantos ejemplares de nuestras obras tengan a bien comprar los lectores. (Leer más)

Yo contaba con que él viniera a Barcelona a estampar su firma, una vez más, en uno de sus libros, pero resulta que se queda en Madrid estampando firmas para otra gente.

En cualquier caso, aunque Javier Marías nos abandone, yo ya tengo más o menos mi lista y mi horario para ir a la caza del autógrafo. Lo que sigo sin saber es si Carlos Ruiz Zafón va a firmar en algún sitio (empiezo a pensar que no) o va a huir del mundanal ruido. Total, para qué se va a cansar la muñeca si su libro se va a vender como churros igual.

Como le decía a Manuel, no ayuda que la mayoría de mis escritores preferidos sean extranjeros y/o estén ya muertos. Pero bueno, algunos hay que siguen vivos y vienen así que allí estaré yo, cargada con mis libros desde casa o adquiriendo uno nuevo para que me estampen la firma.

Y sé que son unas palabras cualquiera escritas por una mano "cualquiera" pero, oye, la ilusión que hace, sobre todo si te decides a entablar una minúscula conversación sobre cualquier cosa que te venga a la cabeza (preferiblemente sobre su obra, eso sí).

Editado más tarde: he visto que ha llegado gente buscando dónde firmará Carlos Ruiz Zafón en Sant Jordi y yo siento muchísimo no saberlo. Pero lo que sí he encontrado es esto:

-¿Firmará en Sant Jordi?
-Sí firmaré. Como me he escapado los dos últimos años, esta vez, con libro nuevo, toca.

Pues ahora sólo queda por averiguar dónde y cuándo. La cosa se pone interesante.

Editado aún más tarde: según este blog estos son los planes de Carlos Ruiz Zafón para Sant Jordi:

CARLOS RUIZ ZAFÓN
Firmará "El Juego del Ángel"
De 12h-14.30h / De 18h-20.30h
En su caseta [de Planeta] de Passeig de Gràcia con Gran Via de les Corts Catalanes

Ahora toca integrarlo en mi cada vez más complicado plan. Espero no tener que sacrificar a nadie.

domingo, 20 de abril de 2008

Fresas con fresas

Esta mañana nos hemos encontrado con un montón de fresas demasiado maduras. Ya estaban las pobres de camino hacia la basura cuando casi he notado eso de la bombillita que se te enciende: íbamos a hacer un batido con ellas. Así que con un puñado de fresas, un poco de leche a ojo y un poco de azúcar a ojo nos han salido sendos vasos de batido de fresa riquísimo.

¿Y con las fresas que aún se podían comer en estado sólido? Una fondue de chocolate y a mojarlas.

Sí señor, un desayuno poco variado pero bien rico.

sábado, 19 de abril de 2008

Lo que el viento casi se lleva

Ay, qué complicado es a veces actualizar el blog. Entre el cartero vago que nos ha tocado en gracia que no es capaz de traernos nada que sea mayor que un sobre americano y que me hace darme un paseo a correos de buena mañana y ponerme a intentar teñir una tela de punto de cruz con té (sin éxito, porque yo quería que el color quedara liso y ha quedado tipo pergamino) no me había sentado hasta ahora - con mi café de vainilla - en el ordenador.

El caso es que ayer también me di un buen paseo que más que por Barcelona parecía por las estaciones del año: lluvia, frío, calor, sol, viento... De todo hacía mientras yo iba en plan zigzag (las librerías del camino me atraían como un imán y el logro del día fue salir casi* con las manos vacías de ellas).

Cuando quedé en esperar a Manuel en un banquito del puerto de los que miran al mar no sabía que casi me iba a tener que meter piedras en los bolsillos para no volarme. De hecho yo fui la superviviente absoluta. Creo que más de 20 personas se sentaron inocentemente a mi lado, tentadas por el sol y las vistas, y ninguna duró más de cinco minutos: el viento se las llevaba casi literalmente.

A comer a The Wok (lo echaba de menos; mejor dicho: echaba de menos el Nasi Goren... hmmm) y luego a ver sarcófacos al Museo Egipcio. No era la primera vez que vistábamos el museo, pero nos siguió pareciendo igual de curioso pasar de prácticamente el Paseo de Gracia a pleno Egipto en un abrir y cerrar de ojos (y de monedero). Además aparte de los sarcófagos (uno de ellos de lo más inquietante, con media cara comida por las llamas), tenían una exposición de fotos del descubrimiento de la tumba de Tutankamón (me niego absolutamente a seguir las "convenciones académicas" y llamarlo al pobre, como si morir tan joven no fuera suficiente, Tutanjamón) y una de mis fotos preferidas:

Luego unos silloncitos de Starbucks y a casita.

* La única adquisición en una librería, y anda que no me costó salir de todas sin El juego del ángel, fue un mapa PopOut de Nueva York. Ya no podemos viajar sin ellos. Y lo que no es viajar: porque yo siempre llevo el de Barcelona en el bolso.

viernes, 18 de abril de 2008

Clic

Por ser viernes (una excusa como otra cualquiera) me decido de una vez a poner aquí un par de enlaces que quería compartir desde hace tiempo pero que obviamente hasta ahora me guardaba para mí.

El primero, que me parece chulísimo, se llama The Toy Maker y tiene muchos recortables (pero no de los de vestiditos, sino de los de figuritas) con aire "retro". Yo aún no me he decidido a imprimir ninguno porque nunca fue lo mío: con verlos ya me basta. Pero hay muchas cosas más y merece la pena explorar el sitio bien a fondo.

Otro muy distinto es Photoshop Disasters: ponen fotos de anuncios, portadas de revistas, etc. donde digamos que el encargado de manejar el Photoshop no se ha lucido demasiado.

Y dentro de un rato me voy a Barcelona a respirar aires pre-Sant Jordi, pero más sobre eso otro día.

jueves, 17 de abril de 2008

Ni los más viejos del lugar lo recuerdan

He salido a comprar y no había ni un alma en la calle. He supuesto que estaba todo el mundo metido en casa, un poco receloso y asustado por eso tan inusual que pasaba fuera.

Llovía.

miércoles, 16 de abril de 2008

Mrs Palfrey at the Claremont, de Elizabeth Taylor

¿No le pasa a todo el mundo lo de no haber oído hablar nunca de tal cosa y, de repente, cuando por fin sales de la ignorancia no paras de encontrarla por todas partes y te acabas preguntando cómo no habías dado con ella antes? A mí sí; mucho, de hecho.

Hace unos meses, todavía en 2007, oí hablar de una tal Elizabeth Taylor que no era la actriz, sino una escritora inglesa que, además, se llamaba así antes que la otra (nació en 1912 y murió en 1973). Al cabo de un rato de descubrirla tenía la mayoría de sus libros en mi "wishlist". Por esa época alguien que lee el blog en silencio fue a Londres y le encargué el penúltimo libro de esta Elizabeth Taylor, Mrs Palfrey at the Claremont, escrito en 1971, que era el libro por el que la había descubierto y del que tan bien había oído hablar.

Desde entonces el libro ya llegó de Londres y yo fui colando otros mientras que no paraba de oír más y más buenas palabras sobre Elizabeth Taylor. La semana pasada me decidí a leerlo de una vez, con muchas ganas y muchas expectativas.

Y... ayer lo terminé y lo cerré como se cierran los libros que gustan mucho, con satisfacción y pena al mismo tiempo, con ganas de leer más de la autora, preguntándose cómo hay gente que vive tranquilamente sin haberlo leído.

El libro cuenta cómo Mrs Palfrey, una viuda de clase media-alta inglesa, se traslada con la idea de pasar allí el resto de sus días al Hotel Claremont en pleno South-Kensington londinense. Allí encuentra un grupo de ancianos de su clase social que han optado por lo mismo y que pasan el tiempo allí como bien pueden (unos beben más de la cuenta, otros escriben sin parar a los periódicos para quejarse por todo y escuchan con total atención los partes meteorológicos, otros se dedican a hacer punto y a esperar que vengan sus familiares comiendo bombones escondidos debajo del cojín (para no compartirlos, claro), etc.). Lo que todos tienen en común son las ganas de aparentar. Mrs Palfrey, mientras espera cada vez con menos esperanzas que su nieto venga a visitarla, sufre una caída en la calle y entabla una extraña amistad con Ludo Myers, un joven escritor sin dinero que sale a ayudarla.

Antes de empezar a leer el libro había dos cosas que me habían llamado la atención: venía un fragmento de una crítica de Anne Tyler donde se decía "Jane Austen, Elizabeth Taylor, Barbara Pym, Elizabeth Bowen - soul-sisters all (Jane Austen, Elizabeth Taylor, Barbara Pym, Elizabeth Bowen: todas hermanas en espíritu)" y Paul Bailey, que escribe la introducción (¡y que ayer leí a ritmo normal y con mucho gusto! bien por las introducciones amenas) decía que envidiaba a quien leía Elizabeth Taylor por primera vez. Ahí estaba yo, preguntándome antes de leer la primera línea qué pensaría de esas dos cosas cuando hubiera leído la última.

La afirmación de Anne Tyler por desgracia sólo puedo medirla por Jane Austen, pero de forma muy positiva. Elizabeth Taylor, igual que Jane Austen, es muy, muy inglesa pero al mismo tiempo muy universal también*. Los temas que trata deben mucho de su enfoque al carácter inglés pero, independientemente del enfoque, todo el mundo los conoce porque son cosas del día a día. No sólo eso, igual que Jane Austen consigue escribir unos diálogos que dicen, en pocas y sutiles palabras, mucho más que veinte largas descripciones del tono de voz o las miradas que se intercambian. Las conversaciones y sus significados velados (o no tanto) llevan todo el peso del libro.

De las otras dos escritoras mencionadas ya tengo sus libros en mi "wishlist" porque verdaderamente tienen buena pinta. De ellas, eso sí, ya había oído hablar. Barbara Pym, por ejemplo, sale de vez en cuando en mi libro de diarios y ya me viene llamando la atención desde hace tiempo.

Y sobre lo que dice Paul Bailey: pues estoy absolutamente de acuerdo porque leer el libro ha sido una delicia. Una de las ancianas de la novela, Mrs Arbuthnot, dice que los buenos libros siempre se pueden leer dos veces, que de hecho los buenos libros deberían leerse dos veces. Y no le quito la razón, y las relecturas pueden ser y son estupendas pero no hay nada como leer un buen libro por primera vez.

Paul Bailey, además, tiene la curiosa suerte de ser con toda probabilidad la inspiración detrás de Mrs Palfrey, ya que cuando Elizabeth Taylor le conoció al poco de que él publicase At the Jerusalem (un libro que va sobre un grupo de ancianos que residen en un hotel) él tenía muchos rasgos en común con Ludo Myers.

Hace no demasiado se hizo una película basada en Mrs Palfrey que, si los dioses lo permiten, podré ver pronto.

* En eso le pasa como, por ejemplo, a Margaret Forster. Son escritoras que no entiendo por qué no se traducen al español. De Elizabeth Taylor sólo encuentro que se tradujo Angel (Angel) hace años y que ya debe estar más descatalogado que nada y de Margaret Forster se tradujo Los hombres primero (Have the Men Had Enough?) que tiene el dudoso honor de ser el único libro de mi querida Margaret Forster que he tenido que dejar a medias.

lunes, 14 de abril de 2008

84 Charing Cross Road

Ayer, después de siglos queriendo verla por fin me puse 84 Charing Cross Road (La carta final). El libro (también en español) me encantó, lo mismo que la adaptación teatral de Isabel Coixet. Ya sólo me quedaba la película y había oído maravillas de ella.

Ya he dicho muchas veces que yo me quejo sin problemas cuando una adaptación me parece mala, pero que yo no sabría ni por dónde coger el tema de las adaptaciones. Me parece muy complicado y quizá parte de la culpa de que salgan adaptaciones pésimas es a veces que la persona que se ha dedicado a adaptarlas es tan negada como yo. Lo que me choca y lo que me admira es, entonces, que haya libros tan supuestamente "fáciles" de adaptar, porque cuentan historias con principio, nudo y desenlace, porque tienen personajes muy definidos, tiempos muy marcados, escenas muy detalladas y, llevadas a la pantalla, a veces resulten verdaderos desastres. Y en cambio una historia como 84 Charing Cross Road, que, sí, tiene miga (y mucha) pero que está escrita en forma de novela epistolar, donde, en principio, las palabras pesan tanto más que las imágenes sea un verdadero éxito de adaptación y una de las más fieles y conseguidas que he visto nunca es algo que me sorprende mucho y muy positivamente.

La historia, basada en un episodio real de la vida de Helene Hanff desde 1949 hasta 20 años después, cuenta cómo un día una escritora americana (la misma Helene Hanff, autora del libro*), cansada de buscar libros sin éxito en Nueva York ve un anuncio de una librería de segunda mano londinense y escribe para probar suerte. Es así como, por un módico precio, empieza a recibir libros que adora y entabla amistad con Frank Doel, el encargado de Marks & Co. y, más adelante, con el resto de empleados de la tienda y con la mujer de Frank.

El libro, y por extensión la película, es una verdadera canción de amor a los libros en general, a los de segunda mano en particular. Como decía antes, en el libro todo son palabras pero la película rellena algunos huecos mostrando las grandes diferencias entre Estados Unidos, que después de la Segunda Guerra Mundial emerge como superpotencia y donde todo se puede conseguir (menos buenos libros aparentemente) y el Reino Unido donde, durante los primeros años de la correspondencia, aún sufren las consecuencias de la misma guerra con racionamiento y escasez de alimentos. Estados Unidos se muestra soleado y alegre, el Reino Unido grisáceo y lluvioso.

La escena de cuando la protagonista recibe su primer paquete de libros es la escena con la que, cualquiera que haya pedido un libro de segunda mano, cansado de buscarlo aquí y allá sin éxito, se sentirá identificado. Y a esa le siguen muchas otras del estilo.

¿Y qué decir de los actores? Anne Brancroft, Anthony Hopkins, Judi Dench... Están todos espléndidos y, junto con los decorados, recrean el libro a la perfección.

Marks & Co. ya no existe y parece que el local donde estaba se ha convertido en uno de esos gafados donde no hay negocio que prospere. Ha habido tiendas de discos, bares... pero nada cuaja. Cuando nosotros estuvimos en Londres hace un par de años acababan de quitar el bar que había y el local estaba vacío, con sólo su placa conmemorativa en el mármol de fuera. Esta página web tiene todo tipo de información y fotos de la librería y yo ayer, por enésima vez, estuve un buen rato cotilleando.

Charing Cross, a pesar de todo, sigue siendo la calle por excelencia de las librerías de viejo en Londres. Hay muchas que, aunque obviamente no iguales, sí que ayudan a imaginar cómo hubiera sido la tienda del número 84. Son librerías de esas a las que entras con ganas de comprar algo y buscas y rebuscas cualquier cosa con tal de no salir con las manos vacías, porque quieres llevarte un trocito de ellas.

Ahora estoy deseando ir a curiosear por las librerías de segunda mano de Nueva York (y encontrar muchas gangas, espero), pese a los malos augurios de Helene Hanff. Creo que desde que ella tenía que recurrir a una librería del otro lado del Atlántico la cosa ha mejorado, al menos en lo que respecta a los libros que yo leo.

En resumen: el libro, la película, todo absolutamente recomendable. Yo desde luego pienso releer el libro y ver de nuevo la película montones de veces más.

* De hecho Helene Hanff, aunque parece que transcribió fielmente las cartas que ella recibía tuvo que "recrear" las cartas que ella había mandado. Pero las recreó tan fielmente que no dudó en imprimirlas con su propia dirección en el encabezado, tal y como las había escrito. Mucha gente probó a enviarle cartas a esa dirección y se encontraron, con asombro, con que ella seguía viviendo allí y que además contestaba todas sus cartas.

domingo, 13 de abril de 2008

PhotoFriday :: Fragile



El tema del PhotoFriday de esta semana es frágil. Y, tras una breve incursión en mi "archivo fotográfico" confirmé lo que ya me temía: que ninguna de mis fotos se terminaba de ajustar al tema, o a mi idea del tema.

Así que la foto de esta semana es ad hoc. Mi copia (regalada, y qué regalo) de Juana Eyre de Carlota Brontë (en edición tipo periódico, de 1945) fue sometida - con todos los cuidados, como si hiciera falta aclararlo - a una intensa sesión de fotos. Al final de la sesión tenía dos finalistas y, con Manuel como jurado, esta ha sido la ganadora.

sábado, 12 de abril de 2008

Ha nacido un blog

La única lectora - un título ya más honorífico que real - ¡¡estrena blog!!

Vivir para gozar promete. ¡Bienvenida!

Cómo nos cuidamos

Estas galletas, aunque son de Nestlé, vienen de Ecuador. No sé por qué no las hacen aquí, porque están deliciosas. Yo ya las conocía - las de vainilla - de una tienda de productos de Sudamérica en Madrid. Lo que no esperaba era encontrarlas en la tienda de chucherías que hay cerca de casa (demasiado cerca, diría yo). Las de vainilla siguen siendo las mejores, pero las de chocolate no están nada mal. Las de naranja, en cambio, saben un poco demasiado artificiales. El nombre es tan gracioso - tan cursi - y el código de barras en forma de corazoncito me encanta pese a no ser nada fan de los corazoncitos.

Pero no sólo nos cuidamos a base de galletitas. No, ayer fuimos y compramos un ordenador portátil chulísimo y monísimo(con Windows Vista). Aún no he podido juguetear mucho con él. De hecho, la primera vez que me acerqué a mirarlo bien y sin siquiera tocarlo se apagó de repente. Un mal comienzo para nuestra amistad. En estos momentos tenemos 4 (cuatro) ordenadores (dos portátiles, dos de sobremesa) para 2 (dos) personas. En teoría el portátil viejo va a ir jubilándose, pero aun así creo que superamos la media de forma un poco alarmante.

viernes, 11 de abril de 2008

Punto de cruz

Aparte del teletrabajo y las ganas de leerlo con calma, otro de los motivos para que la lectura de The Professor se prolongase era este de la foto. Cuando lo encontré me faltó tiempo para ir a por la tela y los hilos necesarios.

¿Y por qué tanto entusiasmo? Pues porque está inspirado por Jane Eyre. De hecho la frase es LA frase de Jane Eyre. Y la muñequita se supone que es Jane Eyre (lo de "se supone" lo dice mi yo integrista...). Y no lo podía dejar pasar.

Y eso que yo nunca he sido una gran fan del punto de cruz (y menos mal que el diseño era sencillito) pero este me gustó tanto que no lo dudé. Aunque al principio pensaba que iba a tardar semanas en acabarlo, una vez que cogí el ritmo (no lo llamemos velocidad tampoco) fue, nunca mejor dicho, coser y cantar.

Ahora queda la parte aburrida de lavarlo, plancharlo y prepararlo para llevarlo a enmarcar. Y luego la parte aun peor de pedirle al señor que odia usar el taladro que haga algún agujero en alguna pared para colgarlo.

Lo que he descubierto - para mi gran sorpresa - es que me he medio enganchado. Desde que lo acabé, porque ya hace unos días, cuando me siento a ver la tele sin nada entre manos me doy cuenta de que lo echo un poco de menos. Pero claro, no quiero hacer cualquier cosa. Kits y patrones hay muchos por ahí, pero muy pocos que me gusten realmente. Había uno que me encantaba en internet y le dije a Manuel que tomara nota para mi cumpleaños. Ayer no sé muy bien qué dije y cómo de desesperada soné que le hizo sacar la tarjeta (así, en plan película del oeste, o como el viejecillo aquel que la anunciaba hace años) y comprarme el dichoso patrón (que podía haber comprado yo...). Así que mientras espero ansiosa a que llegue, he descubierto alguna cosilla con la que ir matando el tiempo. Y, según cómo vaya de tiempo luego en Barcelona, igual me paso también por alguna tienda a ver qué tienen.

Quién lo iba a decir...

jueves, 10 de abril de 2008

The Professor, de Charlotte Brontë

Por fin esta mañana (bueno, digo esta mañana porque era antes de comer, pero en realidad eran cerca de las dos) he dado por concluida mi relectura de The Professor (El profesor), de Charlotte Brontë. Una cosa es leerlo con calma y otra es eternizarlo como ya estaba haciendo. Releer The Professor formaba parte de mi "ritual" anual de siempre tener por el 31 de marzo, aniversario de la muerte de Charlotte, un libro suyo entre manos.

De hecho tanto he tardado en leerlo que hasta me ha dado tiempo de actualizar la edición entre medias. Teníamos una edición de esas baratillas de Penguin, muy prácticas en muchos aspectos, pero no tanto en otros. Yo soy una fan absoluta de las notas al final del texto (en serio, me encantan, me parecen lo más útil e interesante del mundo) y esos Penguin no tienen. Tampoco tienen introducción (de las que, en cambio, aunque me gusta que los libros la tengan, la empiezo a leer cuando termino la novela en sí y me descubro saltándome cada vez más líneas para llegar al final y poder decir que la he leído. Incluso con los libros Brontë hago lectura rápida de introducciones; me aburren un poco) ni ese tipo de extras tipo DVD (es cierto, la nueva edición de The Professor tiene escenas borradas). El caso es que es la primera vez que hago transbordo de libros y por eso dejo constancia con las fotos.

The Professor fue la primera novela que Charlotte Brontë quiso publicar y la última que se publicó, ya de forma póstuma. Después de que la rechazaran tropecientos editores (y que por el camino el editor Newby aceptara, con muchas reservas, publicar Cumbres Borrascosas y Agnes Grey) The Professor llegó a manos de la firma Smith, Elder & Co, que si bien se negó a publicarlo sí que vio que tenía potencial y le preguntó al tal Currer Bell (el pseudónimo de Charlotte) que la firmaba si no tendría otra cosilla por ahí. Y la cosilla fue nada menos que Jane Eyre. Pero, ah, eso es otra historia.

El caso es que Charlotte no se daba por vencida, insistía en que las dos terceras partes eran lo mejor que ella había escrito y podía escribir. Y así se lo intentaba vender una y otra vez a George Smith - su editor - que ahora más que nunca, después del éxito de Jane Eyre (y luego Shirley) sabía que publicar eso sería fatal. Así que después de Shirley, Charlotte decidió guardar The Professor en el armario y reciclar ciertas escenas para lo que sería Villette.

Pero Charlotte no iba del todo desencaminada. Es cierto que The Professor empieza bastante mal y tiene un trozo aburrido un poco antes de la mitad, donde literalmente la narrativa se estanca. Pero cuando se deja atrás ese trozo... entonces la cosa pinta mucho mejor... y todo empieza a parecerse extrañamente a Jane Eyre. No sorprende que la empezase a escribir justo después. Hay veces que de hecho parece que la estaba escribiendo a la vez y se le traspapelaban los manuscritos.

The Professor cuenta la historia de William Crimsworth que por unas cosas o por otras se encuentra en Bruselas después de comprobar que ni a él le cae bien su familia ni su familia le cae bien a él. En Bruselas encuentra trabajo como profesor de inglés, primero en una academia de chicos y luego, además, en un colegio de señoritas. En ese colegio conoce a Frances, que trabaja de profesora de costura pero que pide permiso para poder asistir también a las clases de inglés de William. Mientras tanto aparece Mademoiselle Zoraïde, que luego sería Madame Beck en Villette (y que, al menos desde la mirada nada objetiva de Charlotte, también era la directora del colegio donde ella y Emily estudiaron en Bruselas, Madame Heger, de cuyo marido Charlotte estaba enamorada, así que era normal que se tuvieran tirria mutuamente). Y ahí lo dejo, que no me gusta destripar los libros. He contado la parte más aburrida, qué más se puede pedir.

¿Conclusiones de la relectura? Pues que el libro tiene altibajos, tiene mucho de novela de transición entre la juvenilia y las novelas-novelas, pero que Charlotte ya apuntaba maneras. De hecho hay muchísimos temas e ideas que, no sé si a raíz de sentirse frustrada por tener el manuscrito en un armario, Charlotte luego redistribuyó aquí y allá, no sólo en Villette, donde está tan claro, sino también en Jane Eyre o Shirley. Creo que se podría decir que, en muchos sentidos (todos positivos), The Professor es el padre de todas las otras novelas.

martes, 8 de abril de 2008

Los diarios de Virginia Woolf al completo

¡Ya tengo los cinco volúmenes del diario de Virginia Woolf! Ahí está la foto para dar fe, aunque Virginia se ha negado a venir a presentar la colección completa. Dice que ella a las nueve de la mañana no está para sesiones de fotos y que además ya posó en la presentación de los cuatro diarios como un favor especial, porque en realidad su caché es muy alto.

Ayer cuando estaba teletrabajando y sin posibilidad de ir a Barcelona me llamaron de la librería para decirme que ya habían recibido el tercer volumen. Y a mí me apetecía poco tener que esperar hasta el viernes para poder recogerlo, porque no tengo posibilidades reales de acercarme antes. Así que le mandé un mensaje a Manuel insinuándole que se pasara al salir del trabajo para ver qué decía. Y no dijo nada. No respondía a mis sms ni a mis llamadas. No es que yo estuviera tan empeñada en que fuese, sólo quería que me dijera si iba o no iba, por saberlo.

Así que cuando por fin llegó a casa le pregunté que por qué no había respondido a mis sms ni a mis llamadas. Y él, con toda la calma del mundo, "¿llamadas y mensajes? A mí no me ha llegado nada, mira el móvil si quieres...". Y en esas estaba yo, dispuesta a enseñarle la lista de llamadas perdidas y mensajes sin leer que aparecerían seguro en el móvil, sólo que en realidad en el móvil no salía nada de eso. Cuando levanté la cabeza para decirle que no lo entendía... ¡encontré mi tercer volumen!

Lo que le gusta a la gente hacerme rabiar...

lunes, 7 de abril de 2008

Té blanco y té literario

El viernes antes de entrar al cine pasamos por una tienda de tés y en principio yo sólo entraba a curiosear, pero cuando vi que tenían té blanco con aroma de vainilla a buen precio (para lo que es el té blanco) no me pude resistir. Cargada como iba con mis libros y, además, con dos cajas de Yorkshire tea (el que siempre tomo por la mañana) que había comprado también ese día, no es de extrañar que cuando salí de la tienda Manuel dijera que sólo compramos libros y tés, y eso que a él los tés le dejan bastante indiferente.

El sábado lo probé y quedé encantada (como ya había quedado con el que nos dieron de muestra en la Tea Shop de té blanco con aroma de fresa). Me hizo gracia encontrarme la florecilla de la foto entre todas las hojas.

He descubierto que en esto de los tés soy totalmente monocromática: me gustan el negro y el blanco. El verde* no me gusta y no le haría feos al rojo si no fuera por lo mal que huele. De sabor está bueno, pero el olor que sale de la taza y en el que hay que meter la nariz para beber no me gusta nada.

La vainilla apenas se nota y casi se saborea únicamente el té blanco, que es lo más suave y delicioso que se pueda uno imaginar. Y además tiene ese color precioso que se ve en la foto.

Siguiendo con los tés, ayer, cuando leía The Professor (El profesor), de Charlotte Brontë y me marcaba como límite terminarlo esta semana (ya veremos), me encontré con esta adorable descripción de "la hora del té". The Professor tiene sus altibajos pero esta escena definitivamente es de lo mejor. William Crimsworth y Frances Henri se han encontrado por casualidad en una tarde de agosto después de algún tiempo sin verse. Cuando William acompaña a Frances a casa les pilla, ya casi en la puerta, una tormenta de verano. Frances, que vive muy modestamente, le invita a pasar y viendo la cara que William pone cuando ve que no hay un fuego esperándoles en la chimenea, se apresura a encenderlo aunque, como William se da cuenta, para ello vaya a gastar toda la leña y carbón que tiene. De ahí que William intente presumir de que tiene calor y no quiere que encienda el fuego.

'What are you going to do?' I asked; 'not surely to light a fire this hot evening? I shall be smothered.'
'Indeed, monsieur, I feel it very chilly since the rain began. Besides, I must boil the water for my tea, for I take tea on Sundays; you will be obliged to try and bear the heat.' [...]
... and a small kettle of a very antique pattern, such as I thought I remembered to have seen in old farmhouses in England, placed over the now ruddy flame [...]. Then she opened a cupboard, and took out a tea-tray, on which she had soon arranged a china tea-equipage, whose pattern, shape, and size denoted a remote antiquity; a little, old-fashioned silver spoon was deposited in each saucer; and a pair of silver tongs, equally old-fashioned, were laid on the sugar-basin; from the cupboard, too, was produced a tiny silver cream-ewer, not larger than an egg-shell. While making these preparations, she chanced to look up, and reading curiosity in my eyes, she smiled and asked, --
'Is this like England, monsieur?'
'Like the England of a hundred years ago,' I replied.
'Is it truly? Well, everything on this tray is at least a hundred years old. These cups, these spoons, this ewer, are all heirlooms; my great-grandmother left them to my grandmother, she to my mother, and my mother brought them with her from England to Switzerland, and left them to me; and ever since I was a little girl I have thought I should like to carry them back to England, whence they came.'
[...] She made the tea, as foreigners do make tea -- that is, at the rate of a teaspoonful to half a dozen cups.
[...]Frances' tea was little better than hot water, sugar, and milk. . .
Charlotte Brontë, The Professor, (ch. XIX)

-¿Qué va a hacer?-pregunté. ¿No estará pensando en encender el fuego en una noche tan calurosa como esta? Me asfixiaré.
- En realidad, monsieur, creo que ha refrescado bastante desde que empezó a llover. Además debo hervir el agua para mi té, ya que tengo por costumbre tomar té los domingos. Se verá obligado a aguantar el calor. [...]
... y una pequeña tetera de aspecto muy antiguo, similar al que recordaba haber visto en viejas granjas inglesas colgaba sobre las ya coloradas llamas [...]. Abrió a continuación un armario y sacó una bandeja de té, sobre la que enseguida colocó un juego de té de porcelana cuyo dibujo, forma y tamaño indicaban una antigüedad remota. Colocó después una cucharilla de plata anticuada en cada plato y unas pinzas de plata del mismo aspecto en el azucarero. Del armario sacó también una minúscula jarrita de plata, no mayor que un huevo. Mientras llevaba a cabo todos estos preparativos levantó la mirada y, viendo que la observaba con curiosidad, sonrió y preguntó:
-¿Le recuerda a Inglaterra, monsieur?
-A la Inglaterra de hace cien años-respondí.
-¿De verdad? Así es, todo lo que hay sobre esta bandeja tiene al menos cien años. Las tazas, las cucharillas, la jarrita... todos son heredados. Mi bisabuela se los dejó a mi abuela, que a su vez se los dejó a mi madre, y mi madre los llevó con ella a Suiza desde Inglaterra y me los dejó a mí. Desde que era una niña he deseado poder llevarlos de vuelta a Inglaterra.
[...] Hizo el té como lo hacen los extranjeros: es decir, sirviendo una cucharilla por cada media docena de tazas.
[...] El té de Frances era poco más que agua caliente con azúcar y leche. . .
Charlotte Brontë, El Profesor, (capítulo 19) (Traducción rápida mía

Y es que en realidad cada tacita debe llevar una cucharadilla entera de té y, si se hace en tetera, una extra además.

*El té verde tampoco le gustaba a Charlotte Brontë, decía que le quitaba el sueño. Una vez, de visita en casa de Elizabeth Gaskell, Charlotte dijo esto y, Elizabeth Gaskell, que no tenía otro, hizo caso omiso y le sirvió lo que había. A la mañana siguiente, un poco temerosa, Elizabeth Gaskell le preguntó qué tal había dormido a Charlotte. Y Charlotte dijo algo así como que de maravilla. Siempre me hace mucha gracia esta anécdota.

domingo, 6 de abril de 2008

PhotoFriday :: Far from home



Después de unas semanas en las que ha coincidido que el tema del PhotoFriday no me inspiraba mucho con que tenía poco tiempo para participar, hoy vuelve con un tema interesante: lejos de casa.

Tenía en mente otra foto cuando me he encontrado con esta que no sólo me gusta muchísimo ya de por sí sino que además creo que va muy bien con el tema.

La foto fue tomada en los páramos el verano pasado. Íbamos hacia la llamada "Brontë Fall", o "the meeting of the waters" como la llamaban las Brontë. Y yo, con esa luz y esa soledad inmensa que sólo existe en mitad del campo (incluso aunque te cruces con gente de tanto en cuanto), decía que este camino que en apariencia llegaba hasta el horizonte era el camino a ninguna parte. Aunque no lo fuera.

sábado, 5 de abril de 2008

Si nos olvidamos del tres por un momento...

Virginia Woolf presenta:

Sus diarios, excepto el número 3 (1925-1930), que supuestamente llegará tarde o temprano a la librería en cuestión. Eso espero, vamos. Claro que no me puedo quejar en absoluto. Hasta hace unas semanas creía que los Diarios de Virginia Woolf eran pasto de las tiendas de segunda mano de los países de habla inglesa y por casualidad o por un golpe de suerte me topé con los dos últimos nuevecitos en una librería barcelonesa. Y no sólo eso, me dijeron que esperaban recibir el resto también y que si quería me podían avisar cuando les llegaran y, claro, ¿qué hacía yo con dos volúmenes sueltos? Una vez que empiezas ya tienes que completarlo. Y en esas estamos. Ahora toca esperar que me avisen para decirme que ya tienen el número tres para que próximamente pueda publicar una actualización de esta foto, ya con todos los diarios al completo. Qué ilusión.

Y es que si siempre los había codiciado, ahora que cada noche leo mi dosis de diarios gracias a The Assassin's Cloak, libro que cada día me gusta más y me abre los ojos a más cosas, cada vez que me encontraba alguna cita de algún diario de Virginia Woolf me ponía los dientes muy largos.

De hecho hace poco me hizo gracia leer esto, que además veo que viene del volumen que me aún no tengo:

What is to become of all these diaries, I asked myself yesterday. If I died, what would Leo make of them? He would be disinclined to burn them; he could not publish them. Well, he should make up a book from them, I think; and then burn the body. I daresay there is a little book in them; if the scraps and scratching were straightened out a little. God knows. (20 March 1926)

Ayer me pregunté qué será de todos estos diarios. Si me muriera, ¿qué haría Leo con ellos? No estaría dispuesto a quemarlos ni podría publicarlos. Bueno, yo creo que debería componer un libro con ellos y quemar el cadáver. Me atrevería a decir que tienen material para un pequeño libro, si los tachones y los recortes se adecentan un poco. Sólo Dios lo sabe. (20 marzo 1926)
(Traducción cutre mía).

De hecho Leonard Woolf siguió su consejo y publicó un libro de extractos, que fue el primero que me hizo descubrir que Virginia Woolf también escribía obras maestras en privado. Lo que parece que no hizo, tal y como predijo Virginia, fue quemarlos. Y es ahora (bueno, en los años 70 y 80 cuando se publicaron) cuando la mujer de su sobrino, Quentin Bell (que también escribió una biografía de su tía, y que está traducida además), Anne Olivier Bell los ha editado.

Y en otro orden de cosas: ayer con mis libros a cuestas (y encantada de la vida con ellos) fuimos al cine después de muchísimo tiempo sin pisar una sala y vimos We Own the Night (La noche es nuestra). A primera vista no es mi tipo de película, pero luego resultó gustarme mucho. Los actores están todos imponentes, sobre todo Joaquin Phoenix, y la música me pareció perfecta para la película.

viernes, 4 de abril de 2008

Altarcito

He aquí nuestro altarcito improvisado a lo que aparentemente sólo es Emily Brontë pero que en realidad, en esos marquitos más pequeños, es a las tres Brontë (el marquito pequeño que se ve es el de Anne, de hecho), convertido aun más en altar (como si el brezo de los páramos o las velitas que no se ven en la foto no fueran suficiente) gracias a estas bonitas calas con un toque de menta.

Debajo del vaso jarrón está una selección de poemas de Thomas Hardy que fue uno de los tres libros que compramos el viernes pasado y que no está sólo sin guardar para que lo vayamos hojeando de vez en cuando. Es sólo que es el que está encima de la pila de tres que espera turno para instalarse en la estantería. Pero es que el transporte cómoda-estantería tiene un servicio pésimo.

Tener los libros aquí es, como digo, buena excusa para irlos hojeando. Pero hojear la poesía de Thomas Hardy es tan triste (como casi todo Hardy). Y además me pone los dientes largos junto con las adaptaciones televisivas de Hardy que tenemos en reserva para futuras Noches de viernes. Hace literalmente meses que le vengo diciendo a Manuel que quiero leer algo más de Hardy, pero es que no consigo hacerle hueco al pobre. Y pensar en lo triste que es, y más cuando Manuel me ha recomendado nada menos que me deje de orden cronológico e historias y me salte unos cuantos desde el último Hardy que leí y vaya directamente a Jude, me anima pero no me anima. Si Jude es aun más triste que Tess...

El caso es que los libros y el vaso jarrón recibirán hoy compañía. Yo, inocentemente, hace unas semanas pedí en una librería que me avisaran cuando recibieran unos libros. No sólo han sido tan amables de avisarme en cuanto los han recibido sino que además me los han dejado reservados 15 días... ¿Y quién soy yo para decir que no a tanta amabilidad?

jueves, 3 de abril de 2008

Noche de viernes: The Brontës of Haworth (1973)

Pobre blog mío, esta semana se ha visto abandonado en favor de un teletrabajo con fecha tope inminente. Pero aunque hay más teletrabajo, como esa parte ya está entregada, hoy lo celebro con una entrada, que ya lo echaba de menos. Además la tengo pendiente desde hace días.

La nueva temporada de Noche de martes se llama Noche de viernes. A mí, sinceramente, el nombre antiguo me gustaba mucho más; Noche de viernes suena a plan de discoteca y nada más lejos, la verdad. Pero es cierto que el concepto en sí es mucho mejor ahora ya que no tenemos que estar pendientes de que la serie en cuestión se prolongue demasiado y se vaya a reflejar en las ojeras del día siguiente. Lo ideal sería llamarlo Noche de martes en viernes, pero como además de ideal es un poco confuso creo que nos tendremos que quedar con lo que hay.

Ya dije que inauguraríamos la nueva temporada por todo lo alto. Y así fue, aunque para los "no iniciados" no lo vaya a parecer mucho. Hace tiempo mencioné que había encontrado una cosa que me estaba costando conseguir pero al final, después de días de tensión, lo conseguimos. Bueno, pues era esto: la miniserie (no de la BBC) The Brontës of Haworth, de 1973. Escasea bastante y además sólo está en DVD en región 1, pero la gente que la había visto siempre hablaba maravillas de ella, pese a que en las fotos el look setentero parecía un poco demasiado.

Así que el viernes vimos el primer capítulo. Empieza donde tiene que empezar, con los Brontë de niños y la verdad es que esa parte diría que fue mi favorita del capítulo y creo que lo será de la serie entera. Pocas veces se ven recreaciones de la infancia de los Brontë a pesar de que fue clave en lo que fueron e hicieron después. Fidedigno o no, los niños actores son monísimos y están muy, muy bien en sus papeles. Nos reímos mucho con la parte de la juvenilia y es ahí, viendo a unos niños (y no leyendo sobre ellos) que hablan de Gondal y de Angria, cuando te paras y dices: "pero qué niños más raritos eran".

Además, los exteriores se rodaron en el pueblo de las Brontë, Haworth, y el decorado del interior de la casa es una excelente copia del original así que tiene un toque de realismo que me gusta mucho. El look de los años setenta sigue ahí inevitablemente pero es cierto que cuando las imágenes están en movimiento y te centras en la acción y en - por el momento - la historia bien contada te fijas menos en esos detalles.

Así que estoy deseando que llegue mañana para ver el segundo episodio (que por mí, poco disciplinada que es una, hubiera visto el otro día también). A no ser que pase algo imprescindible que tenga que contar entre medias creo que escribiré otra entrada sobre la serie después del ver el último capítulo.