viernes, 27 de febrero de 2009

Domingo en Londres

El domingo empezamos el día como debe ser: con un buen desayuno inglés, un poco más ligero de lo habitual para dejar hueco a los deliciosos bollitos que también se veían por el comedor del hotel.

Me hizo gracia ver que tenían tarrinitas de Marmite en miniatura y con una curiosidad más literaria que gastronómica me decidí a coger una, a sabiendas de que mi conocimiento hasta entonces puramente teórico del producto (levadura extraída de la elaboración de la cerveza) no era muy halagüeño y que, además, la misma marca se anuncia diciendo abiertamente que o lo adoras o lo odias. Como Manuel decía: hay cosas que me niego a probar sin saber bien por qué y otras rarísimas que pruebo encantada. ¡Pero no lo hacía con gusto! Era sólo para leer con conocimiento de causa. Así que metí la puntita del cuchillo en la tarrina y ni siquiera lo unté en nada, sino que lo probé así, a palo seco. Y... ¡¡puagh!! Sabía a cerveza, ¿quién quiere untar algo que sabe a cerveza en su desayuno? Ugh, sólo pensarlo ahora me acuerdo del sabor. Sabor que recordaré cada vez que se mencione en un libro, claro, que era la finalidad del experimento. Otra cosa que luego vimos en alguna tienda fue Ovaltine, que también sale en muchísimos libros ingleses (tiene pinta de Cola Cao, pero en realidad es azúcar, extracto de malta, cacao y suero de leche). La botella era muy grande así que no nos decidimos (y yo había tenido suficiente con la Marmite), pero queda pendiente para otra ocasión. Es una pena, porque en mi lectura actual nadie toma Marmite, pero el Ovaltine es constante.

El caso es que con el estómago lleno de cosas ricas y una pizca de Marmite nos pusimos en marcha, de nuevo por la orillita del Támesis. El día era muy diferente al anterior: estaba nublado y hacía más fresquito, sin hacer tampoco un frío ártico: vamos, ideal para ponerme el gorro pero no pasar frío excesivo.

De camino a nuestro objetivo pasamos por una feria de comercio justo. Siempre solemos tener suerte con estas cosas o resulta que siempre hay miles de eventos similares, porque ciudad a donde vamos ciudad en la que nos encontramos con una feria/mercadillo/lo que sea curioso. El caso es que nos pusimos un poco las botas: yo me compré un algodón de azúcar por 50 p., nos dieron a probar chocolates, nos dieron bolsas de té gratis, y podíamos haber aprovechado más incluso si hubiéramos aceptado los bollitos, las flores, los plátanos y un largo etcétera.

El objetivo era una feria de libros que abre todos los días - pero con más variedad los domingos - de libros de segunda mano debajo del puente de Waterloo en la orilla sur, al lado del British Film Institute. Tienen bastante variedad y los precios son muy asequibles. Si la vez anterior que estuvimos se especializaban en las biografías de Daphne du Maurier que dejé pasar esta vez, por haberles hecho ese feo, se especializaban en libros comprados recientemente por un precio mucho más bajo. Pero se lo perdono porque entre todas las mesas me topé con la pequeña joya - al menos para mí - que mencioné el otro día: "una edición que reúne toda la poesía de Elizabeth Barrett Browning publicada en 1900 por Smith, Elder & Co, editores años antes de Charlotte Brontë entre otros muchos autores muy conocidos". Por cuatro pequeñas libras. Salí encantada.

Y de ahí de nuevo fuimos andando al centro. Y hay que ver lo que cambia el paseo de estar cansado a no estarlo. Lo que el día anterior se nos había hecho eterno, el domingo se nos pasó en un suspiro. Después de una breve parada en un teatro pequeñito para comprobar que, efectivamente, todas las entradas estaban vendidas (ponían un Sondheim) nos dirigimos al Waterstone's que tiene el honor de ser la librería más grande de Europa (y que antes, desde 1939 hasta 1999, era el famoso Simpsons que también sale en tantos libros ingleses). Allí ya conté que arrasamos, tanto en formato tradicional como en formato tecnológico (aún nos queda estrenar el Sony Reader en condiciones leyendo un libro de principio a fin, pero de momento lo miramos y toqueteamos a todas horas).

De ahí salimos bien cargaditos pero, ya sin idea de comprar nada, entramos a curiosear en la vecina Hatchards, abierta en 1797 y ahora hermana de Waterstone's. La tienda es muy chula, aunque en las cosas actuales es idéntica a Waterstone's, pero conserva una aire original único: tiene pequeñas vitrinas donde muestran catálogos antiguos, escaleras preciosas y, de vez en cuando, chimeneas auténticamente inglesas ahora ya tapadas, como la que se ve en la foto un poco cutre, con foto de la reina incluida, no sé si por la colección de libros "cosas que no sabías de los ingleses/escoceses/galeses/británicos" o permanente. Aunque pululamos por ella más bien poco por miedo a terminar comprando más libros nos gustó mucho.

Y de ahí a la puerta de al lado literalmente a una tienda aún más antigua: Fortnum & Mason, donde curioseamos un rato entre las hordas de gente, nos quedamos boquiabiertos con algunos precios (sobre todo los de las cestas de picnic ya preparadas), comprobamos que la tienda "exclusiva" no tenía clotted cream pero sí zumo Granini en botella de plástico (¡ni siquiera tienen el envase de cristal!) y Manuel se desesperó un poco (más que nada porque no había dónde sentarse) mientras yo estaba abrumada por tantas variedades de té y no sabía por cuál decidirme. Al final, como ya dije, fue el Queen Anne, que aún no he probado.

Para entonces estábamos de nuevo cansados y aunque la animación callejera era sorprendente para ser un domingo de febrero decidimos seguir adelante con el plan original de ir al cine. Fuimos al Odeon grande (aunque a una de las salas pequeñas) de Leicester Square a sacar las entradas para ver Revolutionary Road y luego a hacer tiempo a un Starbucks que estaba bien llenito y donde compré la taza de rigor. De vuelta al cine comprabamos de nuevo - es una de las cosas que más comentamos en los viajes a Inglaterra - las "bondades" de la terrible (terrible) fontanería inglesa. Mira que se les da mal el asunto, aunque por suerte nuestro hotel en ese sentido era muy europeo y sin cosas raras como grifos de agua fría y caliente separados como hace mil años, grifos de esos de presionar que sólo funcionan si presionas constantemente por lo que es imposible lavarse las dos manos a la vez, etc.

Por la noche, de vuelta en el hotel tuvimos la gran suerte de ver el programa que más envidia me da del mundo: Jeremy Paxman hablando de los victorianos y su forma de vida a través de los cuadros de la época. Nos gustó muchísimo, tanto como me había gustado el libro correspondiente al verlo en todas y cada una de las librerías visitadas. Pero es que 25 libras eran muchas libras y Manuel me dejó caer lo que espero que fuera una indirecta diciendo que era más bien un libro para regalar. (Hablando de los victorianos: también me pusieron los dientes largos con la intensa promoción que hay de The Young Victoria, con Emily Blunt haciendo de reina, el cartel está en todas partes, autobuses, metro, tiendas, etc... y en el cine esa tarde nos pusieron el trailer. Muy tentador.)

Después tampoco estuvo mal otro que encontramos haciendo zapping (en el siguiente canal, de hecho) de una señora que decidía seguir los pasos - o ruedas, mejor dicho - de Dorothy Levitt, una inglesa de principios de siglo que se dedicó a echar abajo mitos sobre las mujeres y la conducción y que, además, inventó el espejo retrovisor y dio nombre a la guantera. Definitivamente creo que estería dispuesta a pagar un impuesto sobre la televisión si hacer zapping siempre fuera tan interesante.

Era noche de Oscars, habíamos comprado provisiones y teníamos previsto hacer uso por fin del servicio de té de la habitación. Habría sido un buen plan si yo no me hubiera quedado frita durante la alfombra roja e incapaz de abrir un ojo hasta la mañana siguiente. Eso sí, según Manuel fue la mejor ceremonia en muchos años (el número de Hugh Jackman con The Reader fue buenísimo, eso seguro). Y fui yo y me la perdí.

10 comentarios:

  1. Jajaja, el Marmite me parece malísimo a mí también. No comprendo esa pasión que tienen algunos.

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  2. Estoy igual que tú, Elvira. Me cuesta entender que haya de verdad gente a la que le encante.

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  3. Bienvenidos al pais!! Ya se que volvisteis hace unos dias, pero yo te escribo hoy por primera vez...

    La gala de los Oscars estuvo bien, fue la mas rapida de todas las que recuerdo, y el numero de apertura fue genial. El de los musicales del medio con Beyonce me sobro un poco, parece que tienen que meter a esa mujer en la gala como sea.

    Un programa que habla de los victorianos a partir de las pinturas de la epoca?!?!?! No comment... Y eso del Marmite con sabor a cerveza?! Tengo algunos amigos a los que creo que les encantaria, jeje!! Pero a mi tambien me sueña bastante repugnante. Por cierto, que Manuel tiene razon en lo que dice sobre ti.

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  4. Sí,parece que lo que dijo Manuel ha tenido éxito porque mi madre también lo corroboró.

    No te metas con los victorianos, guapa :P

    Ya ves, tantos años viendo ceremonias de Oscars aburridas y para un año que está bien voy y me duermo.

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  5. Hace unos años, en mi barrio de Gracia había un súper que vendía productos británicos y en sus estanterías se podía comprar Marmite. Al principio pensé que sería como la nocilla pero cuando la chica me lo explicó no me atreví a adquirirlo. No soy cerveza y pensé que sabría a rayos y truenos. Pero con una de esas tarrinas chiquitillas creo que sí me atrevería...

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  6. Argh, lo sé. Cuando yo llegué a Barcelona ya lo habían cerrado (lo conocí "retrospectivamente" por otras menciones en internet). Menuda rabia, para mí hubiera sido una mina. Y aunque The Food Hall en internet está muy bien, comprar por internet estas cosas no es lo mismo, no sé.

    Si al final vas a Londres pronto a lo mejor puedes encontrar alguna tarrinita de estas en un desayuno. Decídete, pero ten en cuenta que yo te avisé de lo repugnante, ¿eh? :P

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  7. La última vez que estuve en Londres no había Marmite en el desayuno pero no creo que me hubiera gustado, puaj... ni siquiera me gustan las claras. Por cierto, me suena que cerca en Castelldefels había una tienda de productos británicos. Cuando me entere mejor, os explicaré.

    Me ha encantado la programación televisiva, quien pudiera... y tambien, el nuevo libro de Jeremy Paxman (ahora estoy con The English)

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  8. Lo que es raro es que la Marmite le guste a alguien... Oye, si te enteras de algo de lo de la tienda esa dilo porque aunque no me pilla precisamente al lado siempre se puede hacer una excursión de vez en cuando. Eso sí, no a comprar Marmite, claro :P

    El libro de Paxman es muy chulo aunque parece que tanto en él como en el programa de TV ha dejado un poco de lado su típico cinismo. Fíjate si nos enganchamos al programa de TV que ahora hacemos lo imposible por verlo. De momento la semana pasada pudimos verlo y creo que hoy veremos el del domingo pasado :D

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  9. Ahí estuve yo dos veces bajo Waterloo Bridge arrasando con todo lo q podía. Siempre q alguien se va o acaba de llegar de Londres siento una enoorme envidia. Saludos

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  10. Es que es un sitio irresistible. Y sí, yo también siento la misma envidia cuando allguien viaja a cualquier punto de Inglaterra :)

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