Así llegamos al último día, con último desayuno inglés abundante. Sin Marmite esta vez, eso sí.
Teníamos medio planeado ir a Bloomsbury el rato de la mañana que teníamos libre hasta la hora de salir para el aeropuerto, pero por no ir con el tiempo demasiado justo, a última hora nos decantamos por algo mucho más cercano, de nuevo en la orilla sur. Nos despedimos de la catedral de Southwark, del hotel (aunque aún teníamos que volver a por las maletas), cuya entrada se ve en esta foto y demás sitios conocidos.
Era lunes en una zona no muy turística así que respiramos un poco de ambiente cotidiano, vimos patios de colegios, niños con uniformes típicamente ingleses, londinenses que baten sus propias marcas de andar rápido.
De camino hacia nuestro destino nos hizo especial gracia ver a lo lejos una calle llamada nada menos que Little Dorrit Court, cuyo nombre, según cuenta esta web, es uno de los muchos homenajes a Dickens en las calles del barrio de Southwark, un barrio que por lo visto él conocía bien y que aparece en muchas de sus novelas. No tenía ni idea de que nos movíamos en zona Dickens, la verdad.
El sitio elegido era, por supuesto, el Imperial War Museum. La historia del edificio en sí es curiosa porque el museo está albergado en el edificio central de lo que fue el famoso manicomio de Bedlam. También es un sitio con una conexión Brontë. No, por suerte, porque ningún miembro de la familia estuviera internado sino porque Charlotte Brontë en una de sus visitas a Londres, decidió que ya estaba bien de ver las zonas bonitas de la ciudad y que quería visitar alguna cárcel y este manicomio. Poco se sabe de la visita más que sucedió, pero allí, mientras merodeábamos por los jardines antes de entrar y veíamos a la paloma plantada en la punta del cañón exterior que hubiera hecho las delicias de John Lennon, nos acordábamos del "capricho" de Charlotte.
El edificio, salvo por la cúpula, estaba en obras, pero de esas tan aparentes en las que la lona con la que cubren la fachada es la fachada y da un poco el pego. Entramos gratis como a todos los museos estatales británicos (eso sí, me gustó tanto que al salir dejé un donativo). Es un museo curioso: por un lado te gusta mucho (que se lo digan a los muchísimos niños de colegios que había visitándolo y pasándolo en grande) porque está muy bien puesto, es muy real y por otro... justo eso, es un museo dedicado a la guerra y todo lo que ves es real: los tanques, las bombas que caían sobre Londres, los refugios antibombas portátiles (!), los pequeños submarinos y misiles, etc. Pero gusta, a pesar de todo gusta. Nos dio tiempo a ver la sala central con todo eso y lo que más que me gustó: la exposición temporal (de cinco años de duración eso sí: comenzó en 2005 y acaba el año que viene) de la guerra de los niños. De nuevo, está llena de objetos reales, de testimonios de niños que fueron evacuados, separados de sus padres y mandados al campo con familias desconocidas (unos con más éxito que otros), de carteles, de ropa de la época, juguetes e incluye un refugio Anderson verdadero (y claustrofóbico) así como una recreación de una casa media de los años 40.
Me gustó muchísimo y no pude resistirme a hacer esta foto de uno de los vestidos reales que demuestrán cómo las inglesas seguían a pies juntillas la campaña de "Make do and mend" (aprovecha y remienda) que instaba a reutilizar la ropa vieja de todas las maneras posibles. Había abrigos hechos con mantas viejas, ropa zurcida y este: un traje de verano hecho con un mapamundi de tela de un colegio (el collar tampoco tiene desperdicio). Me encantó.
Después nos dio tiempo a ver una exposición dedicada a la Primera Guerra Mundial que daba bastantes escalofríos (esto, pese a ser un homenaje moderno, me impactó) y a pulular un poco por la tienda, aunque dejamos un montón de exposiciones sin ver; es enorme. Estaba decidida a comprar el catálogo de la exposición de la guerra de los niños pero estaba agotado (no así en Amazon... hmmm), así que me "conformé" con el de Young Voices. La tienda está bien pero no hay duda de que en internet está mucho mejor surtida. Manuel estaba convencido de que iba a arrasar, pero lo cierto es que no me dejaron mucho margen.
Y deprisa y corriendo volvimos al hotel a por el equipaje y nos pusimos de camino a Heathrow. A ver si no tardamos en volver...
sábado, 28 de febrero de 2009
Último día en Londres
Publicado por Cristina en 11:09
Etiquetas Álbum de fotos, Brontë, Exposiciones, Libros, Londres
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Muchísimas gracias, Cristina, por llevarnos contigo a Londres. Ha sido casi casi como estar allí.
ResponderEliminarY me has convencido con el Imperial war Museum, me lo pido. Una visita indispensable para situar nuestas últimas lecturas!
De nada, un placer ;) Me alegra lo del Imperial War Museum, porque de verdad que está muy bien, sobre todo, como tú dices, después de ciertas lecturas, pero también en general, porque no es para público "especializado" ni nada, está muy bien puesto para interesar a cualquier tipo de visitante.
ResponderEliminarA ver si puedes ir prontito.
Me ha encantado este viaje virtual a Londres. Hace años que no voy y dentro de un mes hará diez que viví allí, y lo echo de menos, mucho mucho mucho. No sé por qué aún no he vuelto... tendré que planteármelo. Por cierto, el vestido de mapamundi arrasaría entre las fashionistas de pro, yo seguro que lo compraría! ;D
ResponderEliminarPues a ver si te animas a volver, Iris. Seguro que cuando vayas te lo encuentras cambiadísimo e igual al mismo tiempo, Londres es así.
ResponderEliminarIgual en el museo deberían plantearse copiar el vestido de mapamundi y venderlo en la tienda: lo mismo se convertía en una nueva fuente de ingresos :P
He de confersar que he resistido como he podido un montón de días sin entrar en el blog para poder leer del tirón todas las entradas de Londres. Cristina muchas gracias por, como dice Maelstrom, llevarnos contigo, por acercarnos este maravilloso viaje y por contárnoslo tan bien.
ResponderEliminarDe nada, un placer, desde luego :)
ResponderEliminar