domingo, 7 de diciembre de 2008

La masa humana navideña

Ayer cometí el error más grande del mundo: pudiendo ir a la Feria de Santa Lucía y al centro prácticamente cualquier mañana que elija decidí ir ayer: sábado, festivo y puente. Claro, volví diciendo que era el primer y último año que se me ocurría tal cosa y que a mí no me pillan en el centro más que entre semana hasta después de la Navidad, las rebajas o cualquier otra cosa por la que la gente vaya en masa al centro.

Primero en la Feria de Santa Lucía: tan bonita como siempre, pero abarrotada como nunca la había visto. El año pasado fui más sabia que este y pude pulular de puesto en puesto por calma, elegir las nuevas figuritas tranquilamente y sin necesidad de casi agarrarme al puesto mientras la marea humana intenta llevarme. Este año fue, de principio a fin, un agobio constante en el que pude hacerme con algunas figuras pero con nada de "atrezzo" ya que mi puesto preferido para eso estaba siempre lleno hasta los topes de gente (¡no niños ya!) indecisa que parecía que más que elegir una cestita para el nacimiento estaba tomando una decisión de vida o muerte.

Como es normal, había muchos padres con los niños.... o más bien niños con padres, porque los padres disfrutaban más que los niños, que pasaban del asunto, los que no miraban a las musarañas, miraban, directamente, a la PSP. Por no hablar de los muchos, muchos cochecitos de niños. Quede claro que no tengo nada en contra y en realidad no me importaría que se entorpeciera la circulación si los niños lo pasaran bien, pero es que en todos los casos, cuando los padres le señalaban algo al niño en cuestión, el niño 1) no lo podría ver nunca desde tan abajo en circunstancias normales y 2) el niño lo único que veía eran un montón de piernas, bolsos, bolsas, abrigos y demás que ejercían de bosque en movimiento y, tal y como yo lo imagino, de lo más agobiante. Así que si la gracia del paseo era familiarizar al niño con las mareas humanas desde luego fue una misión de lo más existosa, pero si la idea era que el niño viera algo navideño entonces fue un fracaso absoluto, salvo por ese niñito que casi se traga la corona de adorno que una señora llevaba en la mano.

Además, en mitad de la muchedumbre y el sol que, no sé cómo me las apañaba, siempre me daba de cara y ardía para ser diciembre, no se podía ver demasiado de los puestos desconocidos. Hice unas cuantas fotos, pero no descarto volver una mañana entre semana y disfrutar de la Feria como es debido.


(Me encantaron las coronas hechas de caramelos).

No contenta con eso, y es que ayer mi neurona, que para algo se dedica a eso de pensar, decidió no hacer las tonterías que yo y quedarse en casa, luego fui a la Fnac a por un regalo para Manuel. Mientras caminaba con la masa a un paso y ritmo ya marcado por ella me entrenía mirando el cielo bonito y los adornos y demás. Mejor mirar hacia arriba...

Supuse que, ya que toda Barcelona estaba en la Feria de Santa Lucía y aledaños, el resto de las calles y sitios debían de estar desiertos. Pues no, claro. La Fnac estaba llena y, mejor aun, a cargo de los novatos contratados para la campaña de Navidad y, por lo que yo vi claramente, nada preparados para lidiar con las masas del puente. Así fue mi paso por la Fnac:

Llego y me dirijo directamente a lo que busco, lo pido, porque está en una vitrina y le recuerdo a la chica que hay dos modelos muy parecidos que de hecho cuestan igual y que yo quiero el de botoncitos, no el del cuadradito. Chica: "entonces el del cuadradito, ¿no?" Yo, tratando de no pagar con la pobre chica que trabaja en puente mi odio del momento contra toda la humanidad: "no, no, no... ¡el de botones!" La chica se va y me trae el papel que tengo que pasar por caja, pagar y con el que luego podré retirar la mercancía abajo. Hago una cola considerable. Voy a recoger la mercancía, hago otra cola considerable. Me atienden y me entregan precisamente el modelo del cuadradito. Lo digo y me informan de que ellos no pueden hacer nada. ¿Qué tengo que hacer? Es la burocracia aplicada al comercio: tengo que cambiarlo, recibir el vale de cambio, volver a pedir lo que yo quiero, volver a pasar por caja y volver a recogerlo a ese mismo sitio, todo con sus correspondientes colas.

Con mucha resignación y mucho mal humor me dirijo al mostrador de devoluciones: no hay nadie. Espero. Espero más. Nadie. Le pregunto al del mostrador de reparaciones si él sabe algo: están comiendo, claro. Me abstengo de decirle que yo también tendría que estar justo a esa hora en otro sitio a punto de comer, que llego tarde por culpa de la tienda y le digo que, por favor, les llame. Creo que nota que estoy enfadada y accede. Claro, me mandan al pardillo, y yo le cuento lo que suena como mi vida en verso. "¿Me dejas la tarjeta con la que has pagado y el DNI?". Yo: "¿Pero es que me vas a devolver el dinero? (Afirmativo) ¡Ni hablar! El modelo que yo quiero cuesta lo mismo, es absurdo, hazme un vale". El pardillo, para no dejar duda sobre el hecho de serlo, me confiesa que eso no sabe hacerlo aún. Le digo que me da igual, que llame a alguien que sepa. Se resigna y llama. Viene la encargada y lo hace. Vuelvo a la casilla de salida pero me atiende otro dependiente, de nuevo aclaro las diferencias tipo Barrio Sésamo. Me dan el papel, que adjunto a mi vale de cambio, mi ticket, y, casi, la partida de nacimiento. Han cerrado cajas para ir a comer así que las colas son de libro Guinness y yo, como siempre, elijo la peor. Pasa mucho, mucho tiempo. Por fin me toca pero la cajera no tiene ni idea de cómo tramitar el cambio. Le digo que yo no voy a hacer otra cola, que llame a alguien que sepa. No sé si me sorprendo o no cuando aparece la misma que me ha hecho el vale abajo. Vuelvo al punto de recogida y, por fin, me dan mi cacharro de botoncitos que, a pesar de ser un regalo, me dan ganas de tirar a la cabeza de alguien, preferiblemente si lleva un chaleco de la Fnac, lo único que me lo impide es saber que tendría que poner en marcha todo el proceso de nuevo para cambiarlo otra vez.

Nuestro plan para la tarde era ir a Ikea. Huelga decir que lo dejamos para otro día.

6 comentarios:

  1. Yo le he propuesto a mi pareja ir hoy. Sin éxito. Luego he intentado pasarlo a mañana, sin éxito tampoco. Al final me he "conformado" con la Fira de Navidad de Mataró. Mucho más pequeñita pero que tampoco no está mal. Eso sí, a las 7 de la tarde estaba atestadísima!

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  2. ¡Qué nervios, qué agobio! Suerte que me he quedado en casa. :)

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  3. La gente que trabajamos en puente lo pasamos mucho peor que los que vais a comprar en puente, y encima estais cabreados y lo pagais con nosotros. Pues no vayais de compras un dia de fiesta prenivideño, leche!! A nosotros no nos queda otro remedio que estar alli...

    Yo tambien estoy ya harta de las aglomeraciones, eso si. El sabado tuve que trabajar y para la merienda se me ocurrio acercarme al Rodilla de Callao... Del Capitol al Rodilla tardaria como 15 minutos, impresionante.

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  4. Blaudemar: pero si es que hay gente en todas partes, todo está lleno. Créeme, hicisteis bien en no ir, de verdad.

    Elvira: lo mismo te digo, quedarte en casa fue lo mejor que podías haber hecho.

    B: si yo ya entiendo que trabajar en festivo no debe de ser ninguna juerga, pero no lo pagues con los que contribuyen a que cobres extra por ser festivo :P

    Lo de los 15 minutos me ha dejado sin palabras, aunque ya sabes que yo por estas fechas tenía que salir 10 minutos antes de lo normal para llegar puntual a los sitios...

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  5. Confesaré que a mi se me ocurrió ir al Ikea con una amiga... a mi y a medio Madrid, que no teníamos nada mejor que hacer el puente que ir a comprar... sniff... resignación!!

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  6. Ufff... lo siento por ti.

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