lunes, 22 de febrero de 2010

Pastel de coco (edición 2010)

Que somos criaturas de costumbres fijas se nota hasta en los restos que se nos acumulan en los armarios y en la forma en que los gastamos. Hace unos días a Manuel le dio por abrir y cerrar armarios compulsivamente y, luego, informarme de la fecha de caducidad de las cosas. No necesariamente cercana en el tiempo en algunos casos, pero aun así.

Por allí apareció la bolsita de coco rallado que usamos para los panellets (y que tampoco este año gastamos entera) y un paquete a medio usar de harina de fuerza y, claro, tuvimos la misma idea que hace casi un año: pastel de coco sacado del libro de Delicias al horno.

Lo bueno de esa receta es que es fácil, mancha poco y se hace rápido. Además me acordé de ponerle un poco de levadura aunque la receta no lo diga, cosa que me sorprendió, qué memoria. Lo malo es que a pesar de la levadura, es un bizcocho de lo más apacible. Sube poco a poco y muy moderadamente así que telehorno fue tirando a aburrida. Es un absurdo pasar una hora plantados delante del horno cuando podríamos estar sentados en cualquier otro sitio, pero ya hemos cogido la costumbre, sea telehorno pura emoción o un soberano aburrimiento. El pastel de coco tarda una hora en hacerse, así que Manuel se cogió un revista de cine y yo empecé por hojear posibles recetas en el libro y terminé por ir a por el libro adictivo y ponerme a leer tan ricamente al calorcito del horno.

Me hizo gracia la imagen y le comenté a Manuel que estábamos muy Brontë (el origen de los juvenilia, al fin y al cabo, según escribió Charlotte, fue una noche mientras todos estaban sentados en la cocina alrededor de la lumbre). "Imagina que cada uno tuviéramos una isla...". Nos reímos.

Y el bizcochito quedó rico, un poco más de levadura (la eché a ojo al fin y al cabo) no le hubiera ido mal, pero lo que puse contribuyó a hacerlo un pelín más esponjoso que la edición anterior. Sigue estando rico. Desayunando corté este pedazo y me recordó a Australia con la excepción de la parte inferior. Puede ser influencia del libro adictivo o puede ser que entre lo de la tarde anterior de las Brontë y esto yo esté perdiendo la cabeza. Cada uno que marque la casilla que crea que procede.

Loca también la película dominical: Topper (La pareja invisible se divierte). De 1937, con Cary Grant y Constance Bennett y todo un éxito de taquilla en su día (y Cary Grant que se hizo de oro al haber invertido en ella) aunque hoy no sea muy conocida. Y es que para la época era novedosísimo eso de que alguien fuera invisible en la pantalla, ver cómo se movían por el aire los objetos, etc. Incluso a día de hoy con toda la tecnología y demás tiene mucho encanto (siempre lo digo: prefiero el aspecto "cutre" de las primeras películas de Superman, por ejemplo, al aspecto cutre digital de muchas películas actuales. Si vas a hacer algo cutre, mejor en analógico, que tiene más encanto. Y, ojo, que los efectos de Topper no son especialmente cutres).

5 comentarios:

  1. Pues yo hoy no he podido desayunar (no me entra nada), pero al ver tu bizcocho...

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  2. Yam a todo: libros adictivos, pasteles de coco con look geográfico y posesión de islas. Con nuestra anglofilia, somos nosotras las poseídas por una isla.
    Bueno, yo soy de posesión fácil, la verdad...

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  3. Vaya, Elvira :( Yo soy incapaz de no desayunar.

    Samedimanche: desde luego, nos tiene enganchadísimas, esa pequeña gran isla :)

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  4. Hola! Acabo de llegar a tu blog desde algún enlace y he estado echando un vistazo. Tienes unos posts de lo más entretenidos y unas fotos fantásticas. Volveré por aquí :)

    saluditos

    PD. Y anda que no me he reído con el telehorno XD

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  5. Bienvenida entonces y muchas gracias :)

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