El año pasado por estas fechas, con petardos de fondo y deliciosa coca en el estómago, leía un libro en que se festejaba San Juan/el solsticio de verano.
Pero San Juan siempre me recuerda a Nada, de Carmen Laforet, por cómo se celebra por estas tierras.
Aunque estos días del solsticio de verano, en realidad, a lo que me recuerdan siempre, siempre, siempre es a una noche de solsticio de verano que nunca sucedió pero que alguien comenzó describiendo así:
A splendid Midsummer shone over England: skies so pure, suns so radiant as were then seen in long succession, seldom favour even singly, our wave-girt land. It was as if a band of Italian days had come from the South, like a flock of glorious passenger birds, and lighted to rest them on the cliffs of Albion. The hay was all got in; the fields round Thornfield were green and shorn; the roads white and baked; the trees were in their dark prime; hedge and wood, full-leaved and deeply tinted, contrasted well with the sunny hue of the cleared meadows between.
On Midsummer-eve, Adèle, weary with gathering wild strawberries in Hay Lane half the day, had gone to bed with the sun. I watched her drop asleep, and when I left her, I sought the garden.
It was now the sweetest hour of the twenty-four: -- "Day its fervid fires had wasted," and dew fell cool on panting plain and scorched summit. Where the sun had gone down in simple state -- pure of the pomp of clouds -- spread a solemn purple, burning with the light of red jewel and furnace flame at one point, on one hill-peak, and extending high and wide, soft and still softer, over half heaven. The east had its own charm or fine deep blue, and its own modest gem, a casino and solitary star: soon it would boast the moon; but she was yet beneath the horizon.
I walked a while on the pavement; but a subtle, well-known scent -- that of a cigar -- stole from some window; I saw the library casement open a handbreadth; I knew I might be watched thence; so I went apart into the orchard. No nook in the grounds more sheltered and more Eden-like; it was full of trees, it bloomed with flowers: a very high wall shut it out from the court, on one side; on the other, a beech avenue screened it from the lawn. At the bottom was a sunk fence; its sole separation from lonely fields: a winding walk, bordered with laurels and terminating in a giant horse-chestnut, circled at the base by a seat, led down to the fence. Here one could wander unseen. While such honey-dew fell, such silence reigned, such gloaming gathered, I felt as if I could haunt such shade for ever; but in threading the flower and fruit parterres at the upper part of the enclosure, enticed there by the light the now rising moon cast on this more open quarter, my step is stayed -- not by sound, not by sight, but once more by a warning fragrance.
Sweet-briar and southernwood, jasmine, pink, and rose have long been yielding their evening sacrifice of incense: this new scent is neither of shrub nor flower; it is -- I know it well -- it is Mr. Rochester's cigar. (Jane Eyre, de Charlotte Brontë, capítulo XXIII)
Un espléndido mes de junio brillaba sobre Inglaterra: los cielos tan límpidos, el sol tan radiante como se contemplaba de forma continuada es un privilegio del que rara vez se goza, incluso en días aislados, en nuestro nebuloso país. Parecía como si una racha de días italianos hubiese volado desde el sur, como una bandada de magníficas aves de paso, y reposaran de su viaje en los acantilados de Albión. El heno ya estaba guardado y los campos que rodeaban Thornfield verdes y segados, los caminos secos, los árboles en todo su esplendor, los bosques y los setos verdes y cubiertos de espeso follaje que contrastaba con los tonos más luminosos de los campos.
La víspera de San Juan, Adèle, cansada después de haber pasado la mitad del día cogiendo fresas salvajes en Hay Lane, se había acostado al ponerse el sol. Estuve junto a ella hasta que la vi dormida y bajé entonces al jardín.
Era la hora más agradable de las veinticuatro, cuando "el día ha consumido sus fuegos ardientes" y el rocío refresca la llanura agostada y el monte abrasado. Por allí donde el sol se había puesto, libre de nubes, se iba extendiendo un manto rojo, con el fulgor de un rubí o una ardiente llama, en la cumbre de una colina, y aparecía más y más tenue a medida que se elevaba hasta cubrir la mitad del cielo. El este tenía su propio encanto, un suave azul, y ostentaba su propia y modesta joya, una estrella solitaria. Pronto tendría la luna, pero de momento esta no asomaba todavía en el horizonte.
Primero paseé por delante de la casa, pero llegó hasta mí el suave y bien conocido aroma de un puro que escapaba por alguna ventana. El ventanal de la biblioteca estaba entornado y, comprendiendo que podían verme desde allí, me dirigí hasta el huerto, el rincón más resguardado y paradisiaco: lleno de árboles, cargado de flores. Un muro muy alto lo aislaba del patio por un lado y, por el otro, una avenida de hayas lo separaba del jardín. Al fondo había una valla caída y de los prados solitarios sólo lo apartaba un caminito bordeado de laureles que terminaba en un gigantesco castaño rodeado de un asiento: por aquí uno podía caminar libre de las miradas ajenas. Era tan agradable el rocío, tal el silencio y tan grata la sombra que hubiera deseado no moverme de allí. Anduve entre las flores, contemplé los frutales, encantada entre la luz de la luna y los esplendores del suelo y de pronto me detuve, pues aunque no oía nada, llegaba a mí de nuevo el aroma delator.
Las rosas, el abrótano, los jazmines y los claveles perfumaban el ocaso desde hacía rato; este nuevo olor no lo desprendían ni los arbustos ni las flores, pero yo lo conocía bien: era el puro del señor Rochester. . . (Jane Eyre, de Charlotte Brontë, capítulo XXIII. Batiburrillo de traducciones: María Fernanda de Pereda, Juan G. de Luaces y yo)
Mañana ya contaré cómo nos estamos poniendo de cocas...
A mí me habría fastidiado mucho el olor del puro de Mr. Rochester, la verdad. :-)
ResponderEliminarMuy bien escrito, desde luego.
Me encanta...qué bonita entrada, Cristina...da la sensación que conoces Jane Eyre como la palma de tu mano.
ResponderEliminarImagino...quizá a Charlotte, caminando entre las flores, en un día como hoy...
Un abrazo!!!
Oh, que delicia ese pasaje de Jane Eyre! Sin saberlo, lo acabé de leer el año pasado por estos días: http://othersidesoulmate.blogspot.com/2009/06/olor-albaricoque-jane-eyre-de-charlotte.html
ResponderEliminarY en relación a la entrada anterior, que pasada de paquetes para tu cumple! Pero cómo puedes aguantar sin abrirlos?! Tus padres son crueles, enviándolos con tanta antelación! ;) Es una suerte tener el cumple y los reyes separados justo medio año... yo preferiría hacerlo en época que no fuera las navidades, porque se junta todo.
Por cierto, geniales "She & Him", descubrí a Zooey Deschanel buscando la versión de "Dream a little dream" para la entrada de Glee y me encantó. No me ectraña que estés enganchada! jeje!
Ahora que dispongo de tiempo por las tardes pordré leerte cada día :) Un abrazo.
Ya no recuerdo mucho Jane Eyre, hace diez años que lo leí y no he hecho ninguna relectura. Creo que tendré que solucionarlo pronto! ;)
ResponderEliminar¿No tendrás los paquetes muy a la vista, no? Yo no aguantaría...
Elvira: a mí también me habría fastidiado. A veces está bien que NO hayan inventado nada que recree los olores de lo que lees ;)
ResponderEliminarMaría: me alegra que te haya gustado. Sí que conozco Jane Eyre bastante bien, sí :)
Guacimara: qué casualidad que justo te leyeras el libro hce un año por estas fechas :)
Lo de mis padres es crueldad y que se van de vacaciones y no pueden enviarlo más adelante a partes iguales ;)
Me alegra mucho que vayas a tener más tiempo libre, no para que puedas leer el blog diariamente sino porque creo que ya lo necesitabas. Así que a disfrutarlo mucho.
LittleEmily: eso se soluciona fácilmente. Jane Eyre es mi libro de isla desierta. Podría empezarlo nada más terminarlo una y otra vez sin problemas ;)
Los paquetes no están escondidos pero tampoco están tan a la vista que tenga que verlos cada minuto. Estoy ejercitando mi paciencia ;)
Sí, es una delicia de texto. Pero como decía Elvira en otro comentario y yo le daba la razón, también me alegro que la descripción se se haga del todo realidad. El olor del puro no tiene para mí el mismo encanto que para Charlotte Brontë/Jane Eyre.
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