Aunque sea con niño a cuestas, paseando en su cochecito en mitad de la masa de gente, yo no perdono una visita el centro el día de Sant Jordi. Otra cosa es que no hiciera ni una sola foto, a diferencia de otros años, de los puestos, las rosas y demás. Pero la visita por el primer Sant Jordi de Héctor no podía faltar. Tampoco tuve el "valor" de acercarme a ninguna firma (dicho así en general, cuando en realidad lo que suelo querer decir - y digo en este caso - es que no fui a que me firmara Javier Marías).
Pero para compensar la falta de fotos y la falta de firmas, me "desvirtualicé" y quedé en persona con LittleEmily, que muy amablemente aguantó no sólo la visita a La Cental y la Casa del Libro con carrito y los paseos por la calle con carrito, sino una comida en la que Héctor decidió que el pringue total y absoluto era el mejor plan.
Lo bueno de ya conocerse virtualmente es que creo que nos lanzamos de cabeza a la anglofilia, ya desde el momento en que LittleEmily me dijo que se había autorregalado la traducción de Westwood, de Stella Gibbons. Y creo que ya nunca salimos demasiado a flote: diseccionamos series, libros, traducciones, viajes y muchos más temas desde el enfoque anglófilo. Gracias a LittleEmily ahora tengo un imán de Bath en el frigorífico que me pone los dientes largos cada vez que paso por delante. Aún no tenemos las vacaciones de este año decididas, pero Bath lleva la etiquetita colgada de "visitadme". ¿Se resistió Alicia (la del País de las maravillas) a sus etiquetas? Pues eso.
Héctor se volvió a casa con tres cuentos (aunque casi perdemos uno entre la multitud: el niño está obsesionado con tirarlo todo al suelo), Manuel recibió dos libros y yo recibí mi preciosa rosa que aún luce espléndida, qué maravilla, y un libro desconocido, como ya es tradición por Sant Jordi: Mary Lavelle de Kate O'Brien.
Un gran Sant Jordi.
lunes, 30 de abril de 2012
Sant Jordi 2012
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Etiquetas Álbum de fotos, Barcelona, Cosas de casa, Libros
lunes, 16 de abril de 2012
Follies
Como escribo menos en el blog, siento que tengo que aclarar que seguimos siendo los mismos en cuanto a ver películas, series y demás. Las salidas culturales por fuerza son menores, pero en cuanto podemos organizamos una. El viaje a Madrid por Semana Santa estaba siempre en el horizonte de manera abstracta, pero no se materializó en formato billetes de avión hasta casi última hora (para lo que nosotros acostumbramos al menos) y junto a ellos sacamos un par de entradas para ver Follies en el Teatro Español de Madrid, a punto de acabar ya, aprovechando que en Madrid tenemos con quien dejar a Héctor.
Como se dice en inglés "beggars can't be choosers", así que comprando las entradas para un día en concreto y con tan poca antelación no podíamos esperar grandes localidades: un palco arriba, no de esos de "visibilidad reducida", pero casi, sobre todo cuando resulta que el director del montaje tiene una pasión desmesurada por situar gran parte de la acción pegadita justo al lado del escenario que veíamos peor.
Pero bueno, Sondheim es Sondheim y cualquier ocasión y perspectiva le sientan bien. De Follies yo, conscientemente, sólo conocía Could I Leave You? (en ese enlace interpretada por Julie Andrews) (puede que hubiera escuchado alguna otra), que es una canción puramente Sondheim, pero apenas conocía ninguna otra ni la historia que se contaba ni nada.
Follies, estrenada en 1971, cuenta el reencuentro de varias estrellas de una revista musical que, acompañadas por sus maridos (las que lo tienen), se reúnen la noche antes del derribo del teatro en que actuaron. Como suele pasar en estas ocasiones, todos se ponen al día de lo sucedido en sus vidas, generalmente maquillando un poco los acontecimientos, y salen a la luz viejas rencillas y amoríos. Muy curioso el montaje, que mezcla a veces a los protagonistas actuales con sus yos jóvenes y termina por organizar el númerito de revista de cada uno de ellos. En esto último felicito al montaje del Teatro Español: después vimos una grabación de un "revival" reciente del musical en Estados Unidos y el montaje de esta última parte era sosísimo, en cambio en del Teatro Español estaba de lo más trabajado. Mención especial de nuevo también a que no puede ser fácil traducir las letras de Sondheim, a Asunción Balaguer por su papel y en general al reparto completo, que si bien un poco menos natural de lo que suele sonar Sondheim en versión original, sí que estaban muy bien. Y sí, sale Massiel (y sí, hace de Massiel, para qué negarlo).
Vista desde un balcón del teatro |
La única pega, en la que el montaje, los actores y el creador están totalmente exentos de culpa, es que tuvimos la "suerte" de tener al lado a tres exponentes de lo peorcito de la generación Twitter. Nada en contra de esta generación en sí, pero sí de estos tres elementos pseudogafapastas que no sabían callarse sus supuestos comentarios graciosos (los que oí no lo eran, eran simplemente ignorantes), no paraban de mirar el móvil, no paraban de moverse, no entendieron los numeritos tipo revista (pensaron que Sondheim pretendía ser original, cuando obviamente no, simplemente se amoldaba al género ya existente por aquello de la profesión de las protagonistas), ahí decidieron en grupo que ya no aplaudían más y no lo hicieron, llevando la mala educación (en todos los sentidos, también en lo de tener idea de las cosas) hasta el extremo de levantarse e irse en cuanto pudieron (y qué a gusto nos quedamos los vecinos, eso sí, que para eso se podían haber ido antes). Como decía Manuel, eran tres "indies" (nada en contra de los indies sin comillas, estos eran de los de comillas), que habían leído en su revista "indie" una buena crítica del musical y sin enterarse de más, habían sacado entradas para ser guays y se habían encontrado con que aquello no era "indie".
Pero en fin, que una noche con Sondheim siempre es una buena noche, toquen los compañeros que toquen. Creo que la producción vuelve a los escenarios el 8 de junio y, sin haberlo visto, sólo por el mero hecho de ser Sondheim, ya lo recomendaría, pero habiéndolo visto, lo recomiendo encarecidamente.
Publicado por Cristina en 9:38 23 comentarios
Etiquetas Álbum de fotos, Música
martes, 10 de abril de 2012
El día de la Mona
Es raro el día en que no pronuncio alguna versión de "se me ha olvidado" hacer algo, comprar algo, escribir a alguien, decir algo, preguntar algo, encargar algo, recoger algo, etc. Con lo que menos me pasa es con los dulces: voy al supermercado a por algún encargo serio y puede que me olvide del encargo serio (se ha dado el caso... varias veces), pero seguro que volveré con alguna tableta de chocolate. Así que antes de irnos a Madrid tenía muy presente que tenía que dejar encargada la mona en nuestra pastelería y, ya de vuelta en casa, ayer Lunes de Pascua tenía muy claro la tarea de la mañana durante el paseo con Héctor: ir a recogerla.
En cuanto Héctor se despertó de su siesta callejera - que yo me había pasado leyendo a mis anchas: he localizado los bancos perfectos que generalmente quedan fuera del radar de gente desconocida que se se acerca para hablar (léase: contarte su vida en verso) porque te ven con un niño - nos fuimos directos a por ella: él comiendo un palito de pan mientras miraba fascinado el decorado tan dulce y colorido que tenía delante y yo con el estómago en los pies, esperando mi turno pacientemente, con ganas de hincarle el diente a cualquier cosa de las que tenía alrededor.
En Madrid confirmamos lo que aquí ya entreveíamos: que Héctor no le hace ascos a nada de comer. En Madrid todo lo quería comer, mejor si podía él solo, pero se conformaba igual si le dejábamos comerlo aun a costa de perder su independencia. Memorable como nos parecía el éxito de las miguitas de las madalenas, aquello no era nada comparado con el entusiasmo que le produjo la crema pastelera. A modo de ilustración diré que me tuve que zampar mi trocito de mona de la merienda a escondidas para que no me viera y quisiera más, que saltarnos un poco las normas de alimentación pase, pero tampoco sin control. Héctor es digno hijo de sus padres, no hay duda. Menos mal que luego quema el subidón de azúcar a base de "croquetas" en la cama: girar para todos lados sin más motivo que el hecho de que uno puede hacerlo (¿y qué mejor motivo que ese?).
Pero sí, es que la mona estaba para chuparse los dedos, aunque fuera a hurtadillas.
Y de Madrid, en una maleta a punto de estallar y no precisamente por llevar libros o cosas de las que antes nunca faltaban, sino ropa de bebé, también se vinieron unos cuantos preparados de repostería que iremos haciendo en las próximas semanas. Está por ver si los podemos comer abiertamente o tendremos que esperar a que cierta personita aparte la vista para poder hincarles el diente.
Publicado por Cristina en 17:03 15 comentarios
Etiquetas Álbum de fotos, Barcelona, Cosas de casa