viernes, 30 de enero de 2009

Vera Brittain dixit

Hace tiempo comenté que ya había estado mirando la temperatura media de Londres en febrero. El otro día Vera Brittain me dio su propio parte meteorológico:

... one of those grey, unutterably dismal afternoons in which a London February seems to specialise...

... una de esas tardes grises e indescriptiblemente lúgubres en las que el febrero londinense parece especializarse...

La foto, sacada del archivo de la revista Life disponible en Google, es de diciembre, no febrero, de 1946, es decir, unos treinta años después de la tarde de febrero de la que Vera Brittain habla. Pero el ambiente tiene pinta de ser idéntico.

Qué bien me va a venir mi gorro.

jueves, 29 de enero de 2009

L-O-N-D-R-E-S

Hace un par de días Manuel llegó a casa y se encontró esto en el frigorífico. Después de la confusión inicial en la que creía que ahora me había dado por seleccionar palabras al azar de la Frigopoesía cayó en la cuenta. Y es que la Frigopoesía no incluye Londres entre los imanes (normal, por otra parte) ni tampoco todas las letras sueltas. Así que una se tiene que buscar la forma de escribirlo, y un acróstico siempre es un buen recurso.

También el otro día en la cocina Manuel se quedó pensando y dijo algo así como que esta vez no sólo volveríamos cargados de libros (y las listas de mi cuaderno con libros "indispensables" crecen por momentos; habrá que establecer grados de indispensabilidad) sino que también habría que buscar unos cuantos dulces que poder traer para futuros sábados de repostería. Y en el tema de comidas, claro, mi mente se va rápido a los sándwiches de gambas y mayonesa, que suelen ser la base de mi alimentación inglesa (para horror de Manuel), por no hablar del té que podré traer y las bolsas de eclairs de Cadbury* (y demás productos Cadbury, claro). Aunque supongo que hará demasiado fresquito para beber el delicioso (delicioso) zumo de limón de Marks & Spencer.

Como aún faltan más de veinte días seguimos sin tener muy claras las visitas y demás, aunque con todo lo anterior ya tenemos llena una buena parte del viaje, y aún no he instalado los libros londinenses en la cómoda definitivamente (más que nada porque hay un enorme diccionario instalado en el lugar reservado para ellos que puede que se quede ahí un tiempo, así que habrá que encontrar huecos alternativos). A eso hay que sumar que, casualidad de casualidades, hay gente de Madrid que también andará por Londres ese fin de semana, así que seguro que quedaremos para vernos.

Y no tanto relacionado con Londres, pero sí con lo británico/anglófilo: el otro día haciendo una búsqueda que nada tenía que ver (creo, porque me quedé tan enganchada que me olvidé de qué era lo que estaba buscando al principio) me encontré con que la típica revista Punch va perdiendo los derechos de los primeros números y se pueden consultar tanto en el Proyecto Gutenberg (no deja enlazar a los resultados, pero salen bastantes números buscando Punch, or the London Charivari) o en el famoso, adictivo y sorprendente pozo sin fondo que es el Internet Archive (donde está en pdf escaneado con sus páginas amarillas y todo). A raíz de eso también encontré la web Punch Cartoons, que vende láminas con los chistes de Punch. En la web dejan verlos en mala calidad y con marcas de agua enormes, pero es suficiente para reírse un rato con la serie The British Character de Pont que me descubrió LittleEmily (y para los que, cuando se recogieron en un libro, escribió la introducción E.M. Delafield), entre muchos otros, aunque algunos chistes son demasiado de su época y no tengo ni idea de por dónde cogerlos. Hay incluso alguno relacionado con las Brontë.

Y ya para acabar esta entrada que se me ha ido de las manos y a raíz del comentario sobre el pozo sin fondo llamado Internet Archive, quería preguntarle a Miss Froy, lectora que de vez en cuando para por aquí y que en Reyes recibió un Sony Reader, qué tal le sigue pareciendo el cacharro pasados estos días. Tal y como está la libra y con tal cantidad de material disponible pero ilegible en pantalla de ordenador estamos considerando hacernos con uno, siempre que esté bien, claro. ¿Y lee pdfs? La web dice que sí, ¿es cierto siempre o sólo a veces?

* Ahora descubro que además los eclairs también están disponibles a través de The Food Hall (dedicado a la venta de comida británica en España). Interesante.

martes, 27 de enero de 2009

Meriendas


La merienda de ayer: café de vainilla con galletas de jengibre.
La merienda de hoy: té de Navidad (¡aún!) y almendras rellenas (¡aún!)

Ambas con Vera Brittain* como acompañante de lujo (en formato un poco maltrecho, y es que el libro es de segunda mano). Me cuenta cosas muy tristes, aunque a veces también me hace reír. Y sobre todo me engancha como si el celo amarillento con el que el libro está remendado se me pegase a las manos y a los ojos y no me dejase soltarlo.

* Enlace curiosísimo de El País del 26 de marzo de 1980. Por lo visto la serie que dio la portada a mi copia del libro se pasó en su día por TVE, titulada El legado de la juventud.

lunes, 26 de enero de 2009

Noche de viernes: Jane Eyre 1973

¡Cinco semanas, cinco, viendo Jane Eyre 1973! Con lo que yo la temía y encima era de las miniseries largas.

Antes de verla, con sólo haber visto algunas fotos y algunos vídeos en YouTube se me ponían los pelos como escarpias ante cualquier "amenaza" de verla. Manuel insistía en que a lo mejor, viéndola, encontraba algo positivo que salvar. Como respuesta yo arqueaba las cejas casi tanto como esta Jane Eyre, Sorcha Cusack (como se puede ver en la foto de más abajo). Lo único bueno de haberla visto es que ahora, por fin, puedo criticarla con conocimiento de causa. Y vaya si lo voy a hacer.

El caso es que hace cinco largos viernes nos pusimos el primer capítulo. La música apocalíptica del principio ya me hizo termerme lo peor, y luego cada viernes que poníamos el DVD y empezaba a sonar casi me daban escalofríos.

La serie, para empezar, ha envejecido muy mal, dice a gritos que está rodada en los años 70. Pero eso no fue óbice, en cambio, para que The Brontës of Haworth, también de lo más setentera y rodada ese mismo año, lo superase y consiguiese que te centraras en lo que realmente importa.

Esta serie tiene muchísimos fans, puristas todos, claro. Hasta cierto punto puedo entender que a uno le guste que cada frase que se pronuncia en la serie sea prácticamente tal y como Charlotte Brontë la escribió, pero también hay que ser un poco abierto de miras y entender que un libro y una película son dos formatos totalmente diferentes. Las parrafadas que los personajes pronuncian en Jane Eyre, por ejemplo, resultan muy creíbles cuando uno las lee. Pero esas mismas parrafadas, con todos sus puntos y sus comas y su estilo - para qué negarlo, Charlotte - un tanto barroco dichas de viva voz por un actor que intenta darles credibilidad y que duran y duran y mientras el espectador se pierde pensando en sus cosas pues no terminan de funcionar. La gracia de una buena adaptación es precisamente que lo sea: que haya alguien que se las haya visto y deseado con el texto original y con el nuevo formato destino para intentar perder lo menos posible por el camino, no calcando frases, sino adaptándolas. Y eso el tal (o la tal, no sé) Robin Chapman no lo dominaba o no lo ponía demasiado en práctica.

Y pasaba lo que que pasaba: que yo me ponía a anticipar o decir lo que salía de la boca de los actores palabra por palabra sin haber visto la serie antes y Manuel me tenía que mandar callar. Pero es que una tenía que buscarse un entretenimiento ante tan poca acción. Con otras series me dormía, pero es que esta era tan soberanamente aburrida que ni siquiera podía.

Por si eso no fuera suficiente la serie además tiene voz en off - que en esta casa nunca termina de gustar - que, por supuesto, lee frases del libro. A veces podía entender que la voz en off contaba cosas que no se veían pero es que a veces la voz en off decía tales obviedades que te dejaba helado pensando si es que tomaba al espectador por tonto porque eso ya estaba claro en la imagen, en el diálogo.

De Sorcha Cusack como Jane Eyre puedo decir que la pobre no lo hace mal en cuanto a interpretación, tiene una voz bonita y todo eso. Pero es que a pesar de sonar horrible no me puedo tomar en serio su cara. Manuel me recordaba una y otra vez que Jane Eyre es "plain" (que tampoco significa exactamente fea, sólo normal, nada del otro mundo) pero... no sé, era mirar a esta Jane Eyre y no creerme nada de lo que dice, porque NO era Jane Eyre, sino una señora que arquea mucho las cejas.

Michael Jayston como Rochester tiene, igual que la serie (probablemente de hecho sean las mismas personas), un montón de fans. A mí los Rochester rubios o de pelo claro (como William Hurt en la versión de Zeffirelli) tampoco me resultan nada creíbles y Michael Jayston no era una excepción. Manuel podía comentarme que modulaba muy bien la voz y todo lo que quisiera que ese NO era Rochester.

De los decorados mejor no decir tampoco mucho, aunque Manuel (el pobre, sin gustarle, intentaba redimirla en lo que podía) decía que en esa época estaban muy acostumbrados a las obras de teatro en televisión, por lo que los decorados cutres no estaban tan mal entonces. Pero eso no quitó que cuando se abría una puerta y lo que se veía detrás era claramente una foto (luego nevaba delante de la foto también) no nos riéramos un poco.

Y luego está que es un poco inconsistente en eso de la fidelidad extrema al texto. Es fiel en lo que le interesa, o sea, en lo de Rochester y Jane. Y yo ya sé que a nadie le gusta St. John, pero si estás presumiendo de ser una fotocopia de la novela, pues no dejes toda la parte de Morton para el último episodio, precipitada y quitando trozos y suprimiendo escenas. En otras versiones esto no me parece mal porque es una parte del libro terrible de adaptar, sobre todo en estos tiempos. Pero en esta sí me pareció mal (¿yo? ¿dispuesta a sacarle pegas a todo?) porque si copias al pie de la letra, copias al pie de la letra y punto. Manuel, como siempre, le sacó pegas (también se las saca al libro) al momento telepático. Yo eso me lo creo sin problemas, él en cambio nunca lo ve nada claro y está todavía esperando una versión que lo resuelva (y lo cambie, claro) de forma creíble (para él). De nada le sirve que yo le recuerde que cuando ya en la época alguien (¿Elizabeth Gaskell?) le comentó a Charlotte que era un poco difícil de creer, Charlotte respondió diciendo que algo similar había "pasado de verdad".

Total, cinco semanas de serie para llegar a las escenas finales, siempre tan emocionantes y "eléctricas", que son igualitas que en el libro pero que, oh, dejan más bien helado al espectador, que se queda enmarañado entre tanta palabrería (y ojo, palabrería que en el libro es una maravilla).

Vamos, que mi instinto (¿prejuicios?) no se equivocaba. A mí no me ha gustado.

domingo, 25 de enero de 2009

Tarta blanca para Virginia Woolf

Ayer, cuando se nos fue la luz a causa del viento huracanado, temimos, entre otras cosas, que nos tuviéramos que quedar sin repostería de sábado. Pero la luz volvió con tiempo de sobra para poder ponernos manos a la obra. Como la semana pasada habíamos hecho la tarta desde cero, ayer aceptamos la ayuda de Duncan Hines para hacer la White Cake (comprada en Taste of America en Madrid y que hasta en el aspecto de la caja es muy parecido a Betty Crocker). La foto demuesta que tanto el nombre (tarta blanca) como la foto de la caja son un tanto engañosos, sobre todo porque la foto lleva un glaseado que luego no trae incluido ni explica cómo hacer y que resulta que hay que comprar por separado. Eso sí, por dentro es bien blanquita. Y por fuera un poco más también gracias al azúcar glas, que siempre es un buen comodín.

Otra cosa también un poco confusa es que no leímos las "instrucciones" con toda la atención del mundo y, hasta pasado un buen rato y después de mucho dudar, nos enteramos de que la mezcla que resultaba después de añadir el polvillo y las claras de huevo, etc, etc. Era para hacer en dos moldes, y no en uno, como nosotros hicimos (¡y menos mal que no optamos por el Bundt!). Así que durante unos minutos de tensión casi hacíamos apuestas sobre si la tarta se saldría o no. Un poco raro eso de los dos moldes, puesto que no es como si pudieras elegir hacer una tarta hoy y otra dentro de unos días. Tienes que hacer las dos de golpe en cualquier caso. Nosotros jugamos con fuego, la tarta dos-en-uno creció que daba gusto pánico y obtuvimos el resultado de las fotos.

De sabor no es la mejor que hemos tomado, pero está muy lejos de estar mala, como deja claro el hecho de que unas 24 horas después quede algo menos de la mitad de esta tarta gigante (muy ligera, eso sí). Cuando probamos la mezcla "cruda" sabía muchísimo a las nubes blancas americanas y pensábamos que quizá fuera a ser un poco demasiado empalagosa (y eso que las nubes son siempre bienvenidas en esta casa) pero luego el sabor se suavizó y el de ahora es bastante rico. La textura, en cambio, es probable que sí sea de las mejores: esponjosa, nada seca y suave y ligera. Una maravilla.

La tarta de este fin de semana también es dedicada, que hoy Virginia Woolf celebra su 127 cumpleaños (yo casi lo celebro, sin acordarme, leyendo The Years). Ayer accedió a posar con la tarta y a dejarse hacer unas cuantas fotos.

Así que aparte de comernos su tarta, nos hemos pasado el día de su cumpleaños haciendo la limpieza que ayer los cortes de luz impidieron, limpiando el polvo que se colaba con el viento a pesar de las ventanas cerradas, planchando, comiendo aceitunas, viendo Lady Eve (Las tres noches de Eva), y, por mi parte, durmiendo una estupenda siesta en el sofá y aprendiendo que hay una gran diferencia, al ir a hacerse el té, entre echar el agua fuera y dentro del hervidor y que, aunque el agua derramada se seque bien, siempre queda alguna gota que luego se alía con el azúcar que también se cae, cómo no, para convertirse en un liquiducho pegajoso. El té, a pesar de todas las dificultades encontradas, estaba rico.

viernes, 23 de enero de 2009

No te acostarás sin saber una cosa más

Todo está inventado y etiquetado. Hoy me he enterado:

1) de que existe una cosa que se llama "Paradoja de Abilene".
2) de que consiste en lo siguiente:

Una calurosa tarde en Coleman, una familia compuesta por suegros y un matrimonio está jugando al dominó cómodamente a la sombra de un pórtico. Cuando el suegro propone hacer un viaje a Abilene, ciudad situada a 80 km., la mujer dice: "Suena como una gran idea" (pese a tener reservas porque el viaje sería caluroso y largo, pensando que sus preferencias no comulgan con las del resto del grupo). Su marido dice: "A mí me parece bien. Sólo espero que tu mamá tenga ganas de ir." La suegra después dice: "¡Por supuesto que quiero ir. Hace mucho que no voy a Abilene!"
El viaje es caluroso, polvoriento y largo. Cuando llegan a una cafetería, la comida es mala y vuelven agotados después de cuatro horas.
Uno de ellos, con mala intención, dice: "¿Fue un gran viaje, no?". La suegra responde que, de hecho, hubiera preferido quedarse en casa, pero decidió seguirlos sólo porque los otros tres estaban muy entusiasmados. El marido dice: "No me sorprende. Sólo fui para satisfacer al resto de ustedes". La mujer dice: "Sólo fui para que estuviesen felices. Tendría que estar loca para desear salir con el calor que hace". El suegro después refiere que lo había sugerido únicamente porque le pareció que los demás podrían estar aburridos.
El grupo se queda perplejo por haber decidido hacer en común un viaje que nadie entre ellos quería hacer. Cada cual hubiera preferido estar sentado cómodamente, pero no lo admitieron entonces, cuando todavía tenían tiempo para disfrutar de la tarde.

A esto que a todo el mundo le ha pasado le puso nombre el "experto en administración" Jerry B. Harvey.

Y no sé qué es peor: que exista la situación, que el concepto tenga nombre rimbombante o que, cuando he tenido tiempo para procesarlo, me haya parecido curiosísimo.

The Tales of Beedle the Bard (Los cuentos de Beedle el bardo), de J.K. Rowling

Ayer, en un cambio totalmente radical después de Virginia Woolf, me estuve leyendo The Tales of Beedle the Bard (Los cuentos de Beedle el bardo), de J.K. Rowling. Son cinco historias curiosas que creo que tienen su gracia incluso si a uno no le gusta especialmente Harry Potter. Al fin y al cabo son, según J.K. Rowling, el equivalente a los cuentos de hadas de los Muggles (no magos) y nada tienen que ver con Harry Potter.

Entre ellos está el que aparecía en el último libro, la historia de los tres hermanos, que me sigue gustando. The Fountain of Fair Fortune (La fuente de la justa fortuna, creo que se llama en español) me gustó mucho también.

Pero quizá lo que más me gusta del libro y donde entra un poco en juego el factor Harry Potter es en los "comentarios" de Dumbledore después de cada cuento. Son muy curiosos, cuenta alguna anécdota divertida y "analiza" la historia.

A mí, como ya me pasó con Carmen Martín Gaite y sus ilustraciones para Caperucita en Manhattan, no deja de sorprenderme que además J.K. Rowling haya podido ilustrar el propio libro*, y que además las ilustraciones le hayan quedado tan apañadas. Al menos a mí me lo parecen, ya que considero cualquier dibujo que se asemeje mínimamente a la realidad una auténtica proeza.

Y la portada, tan azul, me encanta. Me gusta más - supongo que quien no se conforma es porque no quiere - que la Moonstone edition que salió a subasta en diciembre de 2007 y que se vendió por nada menos que 1,95 millones de libras (!!). Además con mi edición hago una buena obra (bueno, yo no, que fue un regalo de Reyes) porque los beneficios van a parar al Children's High Level Group, una ONG creada por J.K. Rowling y la Baronesa Nicholson of Winterbourne.

* Charlotte Brontë, en cambio, que también dibujaba de maravilla se negó, cuando se lo ofrecieron, a ilustrar Jane Eyre.

jueves, 22 de enero de 2009

The Years (Los años), de Virginia Woolf

La lectura anual de Woolf de este año era The Years (Los años, como se publicó aquí en 1946 (9 años después de la publicación original), pero sólo hubo una edición posterior en 1983*), de Virginia Woolf. Lo empecé pensando que la portada me gustaba mucho y preguntándome si todo eso de que Leonard Woolf, su marido, y los críticos decían que era su peor trabajo era cierto. Y lo cerré ayer pensando que la portada me gustaba mucho y preguntándome si todo eso de que Leonard Woolf, su marido, y los críticos decían que era su peor trabajo era cierto. Así de claras están las cosas.

Es complicado. Decir que es el peor trabajo de Virginia Woolf no es decir mucho. Lo peor de Virginia Woolf puede estar muy por encima de lo mejorcito de otros muchos escritores, así que todo es relativo también. Y, sinceramente, para mí lo peor de Virginia Woolf es Orlando. Pero es que no es fácil comparar los libros de Virginia Woolf entre sí porque cada uno es un mundo y hacen que yo lleve escribiendo dos párrafos sin haber dicho nada. ¡Orden!

La idea detrás de este libro la tuvo VW dándose un baño, lo cuenta en su diario. Pero The Years, como tal, tardó años en ver la luz y mientras fue mutando y perdiendo trozos que se convertían en otras cosas por el camino. La idea inicial fue The Pargiters, cuya premisa básica es la misma: una familia inglesa adinerada (lo inglés más típico (que ella conociera, supongo) es lo que VW quería representar) y su evolución - o no - a través de los años. Pero no sería una novela al uso; sería un nuevo género (VW estaba convencida de que los géneros establecidos ya no se adecuaban a las necesidades del escritor; ya comenté el año pasado sobre The Waves que ella lo consideraba un "play-poem") llamado "novel-essay", ensayo-novela, que intercalaría un capítulo de historia narrada y otro de análisis de esa historia.

Pero al final, después de estar prácticamente escrita (hay por ahí una edición del manuscrito, que nunca se llegó a publicar), VW la separó en lo que se convertiría en un ensayo propiamente dicho (y que yo tenía pendiente de leer sin muchas ganas y que ahora me apetece un montón): Three Guineas (Tres guineas) y lo que después de unos diez cambios de título y tantas o más reescrituras sería The Years tal y como lo conocemos.

The Years, entonces, en la versión final cuenta la historia de la familia Pargiter. Los conocemos en 1880, cuando los hermanos y primos mayores tienen veintipocos años, en unos días normales y corrientes en los que tampoco pasa nada trascendental (o sí, según se mire). Y luego vamos viendo a unos y a otros, u oyendo hablar de ellos, o sin saber nada de ellos, en un día cualquiera, bien situado meteorológicamente, de varios años: 1891, 1907, 1908... hasta llegar a la "época actual" que es 1930 y algo, cuando los que tenían poco más de veinte años ahora tienen más de setenta. La historia así contada parece muy convencional para Virginia Woolf y en cierta forma sí que lo es, de ahí que en su día fuera el best-seller de entre todos sus libros y no sé si también la causa de que muchos críticos lo consideren el peor.

Pero a mí también me parece el libro de VW más accesible, el ideal para empezar a conocer su obra. La historia se sigue bien, pero eso no quita que esté escrita en el estilo inconfundible de Virginia Woolf, con sus frases que dejan sin habla por lo cuidadas y elaboradas que están sin perder la naturalidad (cosa que, supongo, se perderá bastanta en las traducciones), con sus reflexiones acerca de absolutamente todo pero, como ella misma se imponía cuando escribía el libro, "millions of ideas but no preaching" (millones de ideas pero sin sermones). Se pregunta lo que la Historia puede significar o representar para quienes están atrapados en ella: así se habla, pero nunca de forma pesada, del sufragismo, de la Primera Guerra Mundial, de las profesiones de la mujer (Rose, la hermana pequeña, siempre va acompañada de alusiones militares, debería haber sido un soldado), etc, etc.

Y también, típico de Woolf, es el trato del paso del tiempo. Por lo visto ella quería que el resultado fuera una especie de mezclar The Waves y Night and Day (uno de sus primeros libros, que aún tengo pendiente), pero también, con eso de ver cómo una misma persona se adapta a los cambios recuerda un poco - pero en mejor - a Orlando. Y yo no podía evitar que me recordase muchas veces a Mrs Dalloway (La señora Dalloway), cuyo título inicial era Las horas. Este se llama Los años y en muchos sentidos es precisamente lo mismo pero con una medida diferente del tiempo.

El tiempo pasa, pero hay gestos, frases, recuerdos, objetos que permanecen. Y, siempre de fondo, Londres. Creo que puede ser más protagonista que en Mrs Dalloway, ya comenté que muchas veces me perdía en el mapa que trae mi edición y a veces hasta recurría al mapa popout moderno. Y aunque en un ensayo VW dejó muy claro que "el país de un escritor es un territorio dentro de su cabeza" y que no se podía confundir con la realidad, y aunque aquí hay calles inventadas, etc. Londres, con su ruido, su río, sus calles, sus casas, sus vendedores ambulantes, sus parques es un personaje más.

Mi parte preferida del libro, y ha habido trozos que me han gustado muchísimo, quizá sea un atardecer lejos de Londres que VW describe de forma espectacular. Curiosamente antes de ese atardecer se habla de un viaje por España (me enteré aquí, gracias a una nota del libro, que VW viajó por España en 1905 e hice una nota mental de leer más sobre el tema que aún no he cumplido). La parte más floja en algún sentido quizá sea la de la época actual. A VW, para rematar algunos cabos, que no todos, porque muchos quedan siempre abiertos al irnos dando la visión entrecortada del paso del tiempo en los que sólo caben conjeturas, no le queda otra que organizar una fiesta familiar (como la de Atonement (Expiación)), lo que resulta un poco fácil y trillado (¿aunque quizá en la época no?) para dar una visión general de qué fue de los personajes que han ido apareciendo.

Hay muchos personajes, pero de muchos sabemos más por lo que dicen o piensan otros que porque en algún momento les sigamos de cerca (el narrador se acerca a unos y a otros para ver sus distintos puntos de vista, puede que sobre lo mismo, puede que sobre cosas diferentes, porque no siempre están juntos). Uno de mis favoritos es la prima Sara/Sally, un tanto deforme, un poco loca, siempre quedándose dormida y repitiendo tantas alusiones literarias como es posible (VW quería un personaje que hablase sólo con frases de otros, pero al final se moderó un poco) y, cuando no son alusiones, se hace que lo parezcan.

Puede que antes de que pase un año y vuelva con la lectura anual me lea Three Guineas, porque, por lo que muestran las notas de esta edición y la propia creación de ambos demuestra, son casi inseparables. Juntos, quizá, sí que forman el "novel-essay" que VW quería crear. El año que viene, además, leeré Between the Acts (Entreactos), publicada ya póstumamente. Y después, al año siguiente me tocará retroceder y leer todos los libros que me salté cuando comencé en su día leyendo Mrs Dalloway.

En otro orden de cosas fue curioso que mientras leía este libro pusieran en televisión la película italiana La meglio gioventù (La mejor juventud) (con el Heathcliff sonrisa Profident de aquella versión horrible italiana de Cumbres borrascosas como uno de los protagonistas, aquí estaba un poco mejor), película que Manuel venía recomendando desde hace años. La grabamos en VO de La 2 y, o nunca los hubo o los subtítulos se perdieron por el camino, así que la vimos en italiano y punto. Manuel es algo que ya ha hecho antes, yo por lo visto y pese a que todo el mundo siempre dice aquello de que el español y el italiano son TAN parecidos, bla bla bla, a veces tenía mis serias dificultades para enterarme de muchas cosas, sobre todo al principio, pero también después, y me pasé los 383 minutos que duran juntas las dos partes diciendo "¿qué ha dicho? ¿qué? ¿qué ha pasado?". Pero a lo que iba, que la película me recordaba a dos cosas, salvando un poco las distancias: un poco a Cuéntame cómo pasó y a The Years, porque también seguía las vidas de una familia desde los veinte años o un poco menos hasta los sesenta o así, creo que eran. Estuvo bien.

* EDITADO 21/10/2009: Gracias a Roberta me entero de que Lumen en su Biblioteca Virginia Woolf acaba de publicar una nueva edición con una preciosa portada.

martes, 20 de enero de 2009

Change Is Gonna Come

El domingo y ayer, cuando hablaban en las noticias de las actuaciones musicales del evento inaugural de Obama siempre me extrañaba que Jon Bon Jovi no estuviera presente, porque últimamente le va mucho lo de hacer campaña y apoyar al candidato demócrata. Así que cual fue mi sorpresa cuando resultó que el pobre hombre sí que había actuado (con Bettye Lavette, cantando Change Is Gonna Come) pero que los telediarios habían decidido pasar su nombre por alto, quizá con la excepción del de ayer por la noche que, según Manuel (yo no lo vi), sí que lo mencionaron, pero igual me lo dijo porque le daba pena.

El caso es que dejo aquí el vídeo porque, aunque cantan un poco la canción cada uno por su lado y no resulta gran cosa, las caras de frío de Jon Bon Jovi son buenísimas, y la niña que duerme a pierna suelta detrás de Obama también. Eso sí, no sé durante cuánto tiempo podrá verse, porque el canal de pago que emitió la ceremonia se dedica a borrar los vídeos que va subiendo la gente.

lunes, 19 de enero de 2009

Misión cumplida

No ocurre muchas veces que una decida que va a ir al centro a comprar un par de cosas y vuelva a casa con ellas tras haberlas encontrado sin problemas. Lo habitual hubiera sido volver con las manos vacías o, en un día de suerte, con una de las dos cosas.

Pero hoy he encontrado por fin el gorro que buscaba para Londres y el libro de la hija de Carmen Laforet, que he tenido que dejar de hojear porque si no ya no lo soltaba. No creo que tarde en leerlo, porque tiene muy buena pinta. Y aunque lo mío es leer las biografías cuando ya he leído más o menos la obra completa del biografiado, creo que en este caso, por aquello de ser novelada y atípica, haré una excepción.

domingo, 18 de enero de 2009

Tarta de zanahoria para Anne Brontë

Como ya hicimos en su día con Carmen Martín Gaite, ayer le dedicamos el resultado de la tarde de repostería a Anne Brontë para celebrar que era su 189 cumpleaños. Aquí está ella, recibiendo su tarta con lo que parece que es un cuchillo, bien dispuesta para cortar las porciones, pero que en realidad, mucho más creíble, es una pluma.

Llevaba tiempo queriendo hacer una tarta de zanahoria, pero en internet he comprobado que cada receta es bastante diferente a las demás, así que nunca me decidía por ninguna. En la última visita a Madrid, la asesora culinaria me pasó la que venía en unas recetas que dan con la revista Telva: ahora ya sí que no teníamos excusa.

Nos pusimos manos a la obra, abrumados por la cantidad de azúcares que se acumulan en el armario (normal, moreno y glas) y dispuestos a estrenar todos los complementos de la recién adquirida batidora.

Manuel descubrió su don secreto para extender glaseados de maravilla. Después de estar yo un buen rato removiendo la mezcla de queso Philadelphia y azúcar glas que también lleva por dentro por encima de la tarta sin conseguir más que unas dunas que daban miedo, Manuel me pidió que le cediera la espátula y, visto y no visto, la superficie quedó lo más igualada posible. Un poco sosa, eso sí, así que canela al canto.

Sin embargo, como luego comenté por teléfono con la asesora culinaria, la tarta quedó un poco bajita, que no mazacote, menos mal. Y, repasando la receta, dedujimos que las cantidades de harina (150 gramos) y zanahorias (100 gramos) que supuestamente eran para 10 personas eran un tanto escasas. Pero cuando hablamos aún no la habíamos probado.

Y es que resultó que bajita o no - y lo cierto es que llena muchísimo - el sabor es delicioso. Si alguien se anima, que me pida la receta que es de lo más económica en las cantidades para tiempos de crisis. Y muy fácil de hacer.

El recuento a estas horas es de un poco menos de la mitad de la tarta, lo cual demuestra que no miento cuando digo que está rica-rica. Yo creo que Anne Brontë no se puede quejar.

Como tampoco se pueden quejar sus dos hermanas, porque el fin de semana nos han acompañado también ellas. El viernes fuimos unos adelantados y disfrutamos prácticamente de una sentada de la nueva versión de Cumbres borrascosas que se empieza a emitir esta noche en Estados Unidos. No quiero irme mucho de la lengua para no estropeársela a nadie pero puedo decir que, al menos de momento (otra cosa será cómo envejezca) es de las versiones que más me han gustado. El pelucón de Tom Hardy (Heathcliff), eso sí, a veces da un poco de miedo.

A pesar de eso no renunciamos a la Noche de viernes, aunque yo no hubiera tenido problemas en hacerlo, ya que estamos viendo la temida - y ya hablaré de ella largo y tendido cuando terminemos de verla la semana que viene (¡por fin!) - Jane Eyre 1973. Sí puedo decir que Charlotte ha sido la gran perdedora del fin de semana: Anne se ha llevado su tarta, Emily su versión buena de su libro y Charlotte... en fin, ya hablaré.

Y hoy más televisión (y plancha y aceitunas, claro) con el otro DVD que nos regaló la única lectora. Un clásico entre los clásicos: The Philadelphia Story (Historias de Filadelfia). Se supone que yo la había visto antes, pero no me acordaba de nada, ni siquiera de la hermana pequeña, con lo divertida que es.

Tarta, Brontës, buenas películas, buenas series y palomitas Newman's Own. Un fin de semana de lo más apañado.

viernes, 16 de enero de 2009

Música blanca

Me entero a través de Carmen Martín Gaite, hacia la magia de que la hija de Carmen Laforet, Cristina Cerezales Laforet, acaba de publicar una biografía novelada de su madre: Música blanca. Después de años reclamando una biografía suya y de Carmen Martín Gaite en el plazo de una semana me he enterado de que hay una de Carmen Martín Gaite en marcha y de que se el día 8 de enero se publicó esta.

La sinopsis del libro se puede leer aquí. Y hay un par de entrevistas muy interesantes con la autora aquí y aquí por lo menos.

El libro, publicado por Destino, cuesta 19 euros, así que creo que ya sé en que invertiré mis 9 de la Fnac.

Desfase

Creo que el 16 de agosto seguiré desayunando polvorones. Y aún nos quedan turrones y almendras rellenas también. Salvo por los tres kilos de polvorones, el resto no es tanto que compráramos mucho como que comimos poco en las fechas indicadas. Por las tardes sigo tomando té de Navidad que, con el frío, sigue siendo un sabor que se agradece y sé que me dará pena cuando se acabe, a no ser que ya haga calor para entonces, cosa que no es del todo descartable (lo que dan de sí 100 gramos).

Me estoy planteando poner un puesto de Navidad trasnochada en la calle o algo así con árboles de Navidad secos, adornos rotos y villancicos que no suenen bien.

miércoles, 14 de enero de 2009

Londonizada

De Londres, en la mayoría de los casos, me gusta más el contenido que el continente. A todo el mundo le encanta Londres y yo, pese a la anglofilia, tengo mis reservas. Pero eso no quita que desde que recibí el viaje de finales de febrero como regalo de Reyes, mi mente no vuelva a él una y otra vez. Hace unos días estuve viendo fotos de la última vez que estuvimos ("para calentar motores", como le dije a Manuel) y busqué un gorro por varias tiendas con tantas prisas como si me fuera a ir al día siguiente (que menos mal que no era el caso, porque de los pocos que encontré, ninguno era lo que yo buscaba) ya que días antes me había informado sobre la temperatura media en Londres en febrero (!) y había visto que los "expertos" dicen que precisamente este febrero será el más frío en, nunca mejor dicho, una friolera de años ("eso es imposible predecirlo", dijo Manuel).

Ayer estuve viendo la disponibilidad de casi todos los libros de mi larga eterna wishlist en las librerías Waterstone's (y sí, ya sé que para finales de febrero la disponibilidad habrá cambiado), porque son las únicas que, que yo sepa, permiten hacerlo y no porque sean las únicas que pensamos visitar: Blackwell's, Foleys, las de segunda mano de Charing Cross Road, las que se crucen en nuestro camino, Borders si es que aún queda alguna (con sus papelerías Paperchase) que aún podamos intentar salvar, como en Nueva York*.

Y es que, aparte de todo, el otro día cuando cogí mi lectura Woolf anual me encontré con que The Years (Los años) es una de los libros londinenses de Virginia Woolf. Elección muy oportuna, como ya me pasó con Caperucita en Manhattan antes de ir a Nueva York, pero que no hace más que ponerme los dientes largos cada vez que tengo que recurrir al mapa que viene al principio del libro (no siempre por necesidad, a veces sólo por mirarlo y hacer recorridos "a dedo" un rato que nada tienen que ver con el sitio que se acaba de mencionar en el libro). Así que estoy - imposible negarlo - Londonizada (creía que me había inventado la palabra, pero una búsqueda en Google demuestra claramente que no soy la primera en usarla).

Hoy no me he podido resistir a hacer la foto que acompaña esta entrada, con el consiguiente rato de hojear libro tras libro y mapa tras mapa. La idea era dejarlos apilados en la cómoda para ya tenerlos a mano siempre pero luego me he oído a mí misma y no sólo a Manuel recordándome que aún falta más de un mes. Así que, después de otro rato de pasar páginas, mirar ilustraciones, fotos y nombres de calles, los he devuelto a sus respectivos sitios. Pero ya los sacaré otra vez, ya.

Entre todos está el que compré en Nueva York de Virginia Woolf y Londres (y aún tengo pendiente su colección de ensayos londinenses - The London Scene (Londres) - por comprar de una vez y disponible en algún que otro Waterstone's, sí), con el que me he entretenido especialmente hoy, aunque dudo que durante la breve estancia londinense vayamos a seguir demasiado los pasos de Virginia Woolf (más que nada porque son muchos pasos).

Así que nada, a nosotros nos queda un mes y pico para viajar a Londres pero mi cabeza, por lo visto, ya se ha instalado allí**.

* Y es que, no sólo es a Borders a la que hay que salvar, es que la cosa en Estados Unidos con las librerías está un tanto fea en general.

** Instalar la cabeza es fácil, porque no lleva maleta. Y es que estoy convencida de que el deporte secreto de los londinenses (y no hablo de los coches, sino de los peatones) es el atropello de gente con maleta. Eso es lo único del viaje en lo que no quiero ni pensar.

martes, 13 de enero de 2009

No está mal...

... abrir el buzón y que se te vengan encima una carta de la Fnac que contiene 9 euros (eso es un libro de bolsillo. O casi) y un inconfundible sobre tamaño folio y de papel kraft que contiene la Gazette de la Brontë Society y otros muchos papelitos informativos de colores en los que siempre da gusto perderse un rato.

lunes, 12 de enero de 2009

Segundo tomo de las Obras completas de Carmen Martín Gaite

Hace unos días me quejaba porque no contestaban a mi solicitud de información en Galaxia Gutenberg sobre el segundo tomo de las Obras completas de Carmen Martín Gaite. Pues bien, hoy dejo de quejarme. Me han respondido por fin:

El segundo volumen se publicará en mayo de 2009.

Apuntado. Y buena fecha con vistas a mi cumpleaños.

The Diary of a Provincial Lady, de E.M. Delafield

¿Quién dijo que el primer diario ficticio humorístico era el de Bridget Jones? Porque no es así. Los ingleses - o anglosajones, casi mejor dicho - siempre han sido bastante fieles a sus diarios y a su humor y la combinación siempre ha sido explosiva y bastante exitosa*.

Así que el primer libro del año, recién abandonados los diarios reales del año pasado, es The Diary of a Provincial Lady, de E.M. Delafield. Llevaba mucho tiempo queriendo leerlo pero sin encontrarlo y por fin tuve que decidirme a pedirlo. Y tengo la suerte de que mi edición incluye las cuatro partes que se fueron publicando pero que no voy a leer de una sentada. De momento he leído sólo la primera, que para ser de sólo 120 páginas, me ha durado más, entre el final de la Navidad y las idas y venidas, que muchos libros de más del doble de páginas. Pero no me quejo porque acompañada por esta señora sin nombre, madre de dos hijos, esposa de un marido inglés estereotípico, a cargo de varios criados y una niñera francesa de armas tomar, con una vida social tumultuosa y, como dice el título, residente en provincias me lo he pasado en grande. Muchas veces a su costa, claro.

Escrito en el mismo tono "telegráfico" que el diario de Bridget Jones, esta mujer nos habla de su día a día en 1930. Claro, era otro mundo, aunque ya ella misma empezaba a observar cómo estaban cambiando las cosas poco a poco. Aun así, hay cosas que nunca cambian, como las reuniones sociales, los temas de conversación con desconocidos, las meteduras de pata, la mala suerte con las plantas, los clichés que no se terminan de cumplir, la sensación de que la gente sabe más que tú siempre, qué libros llevar de viaje (esta en una ocasión se decide por Jane Eyre, lo que le hizo ganar muchos puntos en un momento) y cosas así. Pequeñas cosas que, si se cuentan bien y gracias a que son universales, son capaces de hacer reír y sentirse identificado a cualquiera, así que a la vez que te ríes de esta buena señora de provincias ficticias de hace casi ocho décadas también te ríes un poco de ti mismo.

Mi personaje preferido, aparte de la autora del diario, es quizá la niñera francesa. Divertidísima, sobre todo por las reflexiones internas a las que da pie en el diario. Pero está la mujer del vicario, que siempre dice que tiene prisa, que no se queda a tomar el té, pero que siempre toma el té y se va tardísimo, los niños: Vicky (que, según su madre, tiene el pelo más liso del mundo, algo nada de moda en la época) y Robin (que escribe cartas desde su internado sobre, como dice su madre, "niños desconocidos"), Robert, el marido, que se duerme siempre leyendo el Times y tiene más bien poca conversación, tanto para bien como para mal. El resto del pueblo, que es un tanto Cranford unas cuantas décadas más tarde, con su señora mayor a la que visitar, la cotilla (que es la mujer del vicario) y la Lady local que se afana en presumir y chafar a los otros cuando son ellos los que quieren presumir. Sin olvidar a los criados, con la cocinera a la cabeza, que le dan dolores de cabeza e imponen bastante a esta pobre mujer. Era, claro, una época en que iban en declive, que empezaban a tomar, nunca mejor dicho, la sartén por el mango.

Y pese a tener una vida más o menos acomodada (aunque de vez en cuando le toque empeñar temporalmente la sortija de diamante de la tía abuela), con criados, niñera, etc. la pobre mujer lleva una vida verdaderamente agotadora. Pero también tiene un rato para leer de vez en cuando y sus observaciones son siempre divertidísimas. Como cuando se pregunta si le pasará con el nuevo libro estrella en sociedad lo que le pasó con Orlando (de Virginia Woolf), del que era capaz de hablar de forma muy inteligente hasta que lo leyó.

Muy, muy divertido, pero también, como el diario de Bridget Jones (que yo siempre defiendo), una buena forma de conocer la realidad de un momento dado.

La autora, E.M. Delafield, aparte de las cuatro partes del diario, escribió muchos más libros, pero este es el único que ha estado siempre editado. Algunos los ha ido recuperando, por ejemplo, la editorial Persephone, pero otros siguen siendo difíciles de encontrar. Precisamente fue ella la que escribió la introducción a The British Character de Pont (conocido por la revista Punch) con una divertida y acertada lista sobre el caracter británico.

Y, lo siento, pero no está traducido.

* Supongo que habrá más, muchos más, pero aparte de los dos aquí mencionados, que yo haya leído también está The Diary of a Nobody, de George y Weedon Grossmith (llevado a la (pequeña) pantalla recientemente y que aún tengo pendiente de ver) y que cuenta con humor la vida también de un hombre normal y corriente de finales del siglo XIX (cuya vida está llena de pequeñas calamidades, claro).

domingo, 11 de enero de 2009

Bundt

No es que hayamos acabado con el surtido de dulces navideños (y sin ir más lejos yo escribo esta entrada bebiendo - aún - una taza de té de Navidad), pero, igual que las series y cosas así, nuestros sábados de repostería ya han empezado lo que podría llamarse la segunda temporada.

Y no es precisamente la falta de recetas que poder hacer enteras y verdaderas lo que nos llevó a elegir uno de los "preparados" que nos trajimos de la tienda Taste of America (que también vende por internet), sino más bien un armario demasiado lleno al que ayer aliviamos un poco al sacar la caja de la Vanilla Bean Bundt Cake (gracias a ella me enteré de que Nordic Ware, los fabricantes de la mezcla, que en realidad se especializan en moldes y similares (algunos espectaculares), fueron los que inventaron el mode para tarta con agujero en el centro y que, por eso, toda tarta agujereada en inglés se llama "bundt cake", sea de lo que sea), la nuestra, como el nombre indica, era de vainilla y fue facilísima de hacer. Ponía en la caja que también ese podía servir en madalenas pero al final optamos por lo tradicional. En la caja también venía una minireceta para hacer, si así se quería, un glaseado para echar por encima. No sé qué fue lo que salió mal o si es que tuvimos poca paciencia con el azúcar, pero al final no nos gustó mucho el resultado - que era lo más empalagoso del mundo - y optamos por un poquito de azúcar glas. Y creo que, como se ve en la foto, la pinta no quedó nada mala.

Después de cenar la probamos, más que por verdadera hambre por salir de dudas, y hmmmm... estaba riquísima (como la mayoría de las cosas de vainilla, por otra parte, que esta tarta tiene hasta las pintitas negras típicas). Eso sí, es contundente (y casi mejor así, porque está tan buena que te la comerías de una sentada si pudieras), así que a estas horas, después del desayuno y el inevitable postre aún queda más o menos la mitad, que no está mal.

A pesar de eso no hemos podido perdonar, a la hora del aperitivo, las aceitunas que faltaban en el domingo de plancha y película clásica. Hoy, cortesía cómo no de la única lectora hemos visto Holiday (Vivir para gozar), con Cary Grant y Katherine Hepburn. Me ha gustado mucho y he comprobado que el acento de Cate Blanchett en The Aviator (El Aviador) cuando hacía de Katherine Hepburn no era tan exagerado como parecía sino que era bastante parecido al original. ¿Pero qué manera de hablar tan rara era esa? (Aunque me ha dado la impresión que al de la Katherine real te acabas acostumbrando y el de la Katherine imitada siempre era un poco cargante).

Y ahora, después de tanto hablar de la tarta, creo que me voy a cortar un trocito, que me he puesto los dientes largos a mí misma.

viernes, 9 de enero de 2009

La sociedad literaria y del pastel de piel de patata de Guernsey

En El Prat, a la ida a Madrid, mientras esperábamos la hora del embarque, curioseamos un poco por las tiendas. En una de esas tipo quiosco enorme nos pasamos un buen rato descubriendo que realmente hay una revista para todo el mundo: de peinados, de diabetes, de piscinas, de barcos, de gatos... Y también hojeé una ya conocida que supongo que habrá para quien suene igual de rarita: Qué Leer. Según el contenido del mes la compro o no, y el otro día, por lo que hojeé y aunque el artículo sobre la Barcelona de Zafón me pareció curioso, decidí que se quedaba en su sitio.

Así, llegamos a Madrid y mi padre me trae Qué Leer y me enseña un artículo de tres páginas sobre las Brontë que no había salido en mi inspección. Y me lo pasé en grande encontrando nada menos que siete (algunos de ellos son medio más medio) errores, unos más importantes que otros. Pero bueno, que pese a ser un poco caótico en el orden cronológico el artículo no está mal del todo.

Lo que no vi en ese momento, sino a la vuelta cuando en Barajas sí que compré la revista, fue otra cosa que se me había vuelto a escapar: esta pequeña reseña que pongo arriba sobre The Guernsey Literary and Potato Peel Pie Society, de Mary Ann Shaffer y Annie Barrows que, tal y como anunció Roberta, se publica en España (se supone que está a la venta desde el 1 de enero por 16 euros) como La sociedad literaria y del pastel de piel de patata de Guernsey. Poco puedo añadir a lo que dije en su día y que es probable que sea mi lectura favorita de todo 2008.

Para leer la reseña en grande, que es bastante buena a pesar del principio, se puede comprar Qué Leer o hacer clic sobre la imagen escaneada de arriba. Eso sí, Qué Leer necesita supervisores, correctores o puesto similar (no es la primera vez que les saco errores en su contenido): a los siete errores del artículo sobre las Brontë, hay que añadir que en esta reseña la autora del libro Mary Ann Shaffer pasa a ser Mary Ann Shaffery.

Pero bueno, que una visita a una librería para llevarse este libro a casa es de lo más recomendable.

jueves, 8 de enero de 2009

Reyes 2008

¿Se puede considerar regalo de Reyes que Spanair se portara bien tanto a la ida como a la vuelta incluso a pesar del caos en Barajas? Porque a la ida tuvimos uno de los retrasos más cortos nunca vistos y a la vuelta - y esto sí que es histórico - el avión salió totalmente puntual. Boquiabiertos nos quedamos. Y empezamos a llegar a la conclusión de que nuestros problemas surgen cuando supuestamente no hay líos aeropuertuarios, no cuando las cosas salen en las noticias. Y además en los dos trayectos nos dieron - supongo que por promoción de la marca y no por generosidad de Spanair, que a tanto no llegamos - unas barritas de pan de pipas.

Así que entre eso, los reencuentros, el mucho roscón, la visita a Taste of America, a Living in London y a Pasajes y, como queda claro por la foto, los muchísimos regalos que nos hemos traído de vuelta y que nos esperaban aquí (y eso que aquí sólo se ven los míos, los compartidos y uno de Manuel que se ha colado "accidentalmente" en la foto) no podemos quejarnos de nada.

Supongo que lo de una imagen (que además se puede hacer más grande si se hace clic sobre ella) vale más que mil palabras es cierto, pero aun así un repaso temático no va nada mal y va a quedar de lo más apañado:

Libros

Nueva York: New York Vertical, de Horst Hamann, con fotos y textos que no puedo parar de hojear y (este es el que decía que es de Manuel) Up and Down in New York, de Tony Sarg, publicado por primera vez en 1926 y con unas ilustraciones preciosas.

Barcelona: Dos estupendos libros sobre el Palau de la Música. Montones de fotos espectaculares y de detalles que supongo que resultan imposibles de ver en una sola visita.

Literatura: Un libro relacionado con Jane Austen y, hasta el día de Reyes, desconocido para mí: Life in the Country with Quotations by Jane Austen and Silhouettes by her nephew James Edward Austen-Leigh (que es quien escribió la primera "biografía" de Jane Austen). Adorable, tanto por los textos elegidos, como por las siluetas que hasta ahora desconocía que hiciera el sobrino de Jane Austen, pero desde luego - y para lo poco (nada) que sé de siluetas - se le daba bien al hombre. Y también The Tales of Beedle the Bard (Los cuentos de Beedle el bardo), de J.K. Rowling, con ilustraciones por ella misma. Tampoco se le da mal.

Mi nuevo interés: Las dos guerras mundiales en Inglaterra: de la Primera Letters from a Lost Generation. First World War Letters of Vera Brittain and Four Friends. Tengo pendiente Testament of Youth de Vera Brittain desde antes de Singled Out, pero especialmente desde que leí ese libro. Ahora, con las ganas que tenía de leer este (que por fin puedo tachar de mis wishlist), no tengo excusa. Y de la Segunda Home Front Yorkshire 1939-1945, de Len Markham, del que desconocía su existencia pero que me parece que tiene que estar muy, muy bien. Sobre esto último, y aunque no sea un libro, también recibí algo que descubrí en octubre: unas réplicas de algunos de los folletos y demás que se repartían en Inglaterra (algunos sólo en Londres) con indicaciones, consejos, campañas, etc. Curiosísimo.

Repostería (y es que nuestros sábados de repostería son famosos ya)

Arriba no he incluído un libro que he vuelto a hojear hoy mientras hacía la comida: Chocolate. Y anda que no me han dado ganas de cambiar los macarrones con tomate de hoy por, no sé, la tarta mágica negra o el soufflé selva negra con salsa de chocolate caliente. Y un delantal de lo más apañado. Y, lo cuelo aquí, una latita de té que contiene la cantidad racionada que se distribuía por persona para una semana en diciembre de 1940: 4 onzas (113,39 gramos), aunque la mayor parte del tiempo la cantidad permitida era justo la mitad. Lo del racionamiento del té lo llevaban fatal.

Y además unas cuantas recetas de la asesora culinaria, que cuando llegamos el domingo nos recibió con el resultado de una de ellas.

DVDs

Manuel ha tenido unos cuantos que yo no incluyo, que para eso son suyos y ya me he apropiado del libro de Nueva York para la foto, pero hay otros tres que sí que menciono: dos son compartidos y uno es mío. Los dos compartidos son regalos de la única lectora para nuestros domingos de plancha y aceitunas: Historias de Filadelfia y Vivir para gozar (de donde sale el nombre de su blog). Y el mío es Wall-e, que estoy deseando ver con extras y todo.

Papelería, que tampoco puede faltar nunca

Ya hablé de los calendarios y mi "colección" de ellos. Ahora se suma el esperado calendario de Mafalda (con el que aún tengo que ponerme al día) y una agenda muy chula con citas de Pablo Neruda.

Y, supongo que aquí ha salido alguna vez de pasada, mi colección de cuadernos, que luego me cuesta mucho usar porque son tan bonitos que me resulta muy difícil decidir qué poner dentro. Uno de ellos es un Paperblank de los que van cosidos a mano con una portada muy bonita y el otro hace como si fuera una portada clásica de Penguin de A Room of One's Own de Virginia Woolf. Chulísimo todo.

Varios

En esta sección incluyo el colgante que me vino de maravilla el mismo día de Reyes, un monedero nuevo, que yo andaba buscando sin éxito y que ya estrené ayer, un bolsito para el móvil y algo que nos viene de maravilla: un revistero monísimo que ya está instalado en su sitio. Ni hecho a medida.

Y por último...

¡Un viaje a Londres! Cortito, de tres días en febrero, pero contamos los días para que llegue, claro.

Ya decía yo que no nos podíamos quejar... Eso sí, hoy entre quitar la Navidad y colocar las novedades - y aún no he guardado todas - no he parado.

sábado, 3 de enero de 2009

A Madrid (si nos dejan)

Parece que tenemos un "don" especial para que nos coincida cualquier complicación aeropuertuaria con nuestros viajes. Mañana, parece que cargados hasta los dientes, nos vamos a Madrid a esperar a los Reyes Magos, comer roscón y demás cosas ricas y ver a un montón de gente, pero tal y como están las cosas igual terminamos recibiendo a los Reyes Magos tirados en algún pasillo o, peor, encerrados durante una eternidad en un avión que nunca despega. Que una cosa es despertarse a las seis de la mañana para abrir los regalos y otra muy diferente que te den las seis de la mañana en un aeropuerto. Y no creo que los Reyes Magos estén dispuestos a hacer préstamos o alquilar camellos.

Y el roscón de aeropuerto, de existir y no costar una pequeña fortuna, no suena muy tentador tampoco.

Así que nada, que los Reyes se porten bien con todo el mundo. Y, si los aeropuestos lo permiten, ya volveré por aquí dentro de unos días.

viernes, 2 de enero de 2009

Año Gaskell

Abandono el - para mí - desesperante mundo del papel de regalo para tomarme un té de Navidad (el pobre ya tiene los días contados) y comentar que parece ser que en el reino de mis libros los últimos sí que son los primeros. Gaskell llegó tarde al combate Woolf vs. Mitford y se abrió camino con tanto ahínco, con esa foto de la portada que ya he comentado cuánto me gusta y con sus años de espera que no lo pude resistir.

Ayer leí un poco de la introducción y, por supuesto, la primera carta, escrita durante sus últimas semanas de ser Elizabeth Stevenson. Y hoy me he terminado de leer la introducción. Ya leí una biografía de Elizabeth Gaskell que me gustó mucho y aborrecí otra que ni tan siquiera pude acabar, así que creo que con la sucinta cronología final y la información que Gaskell decida dar me apañaré bien. Lo que no tengo tan claro es si para cuando acabe el libro - con unos bíceps imponentes dado lo que pesa el condenado - me habré terminado de enterar de qué son los números grandes, los números romanos, los números pequeños, los números pequeños en negrita, los asteriscos y demás símbolos que hacen que para leer el libro casi haga falta un manual de instrucciones más gordo que él. Además no ayuda demasiado que las explicaciones de todo esto sean un poco al estilo de "la parte contratante de la primera parte..."

También está el hecho, claro, de que los diarios estaban seleccionados ya para entretener al lector y aquí son prácticamente todas las cartas de Gaskell de las que los editores tenían constancia (luego sacaron un segundo volumen con algunas halladas después), así que aquí el lector está a merced del humor y del tono de la carta de Gaskell. Y no me quejo.

Con todo, creo que Elizabeth Gaskell y yo nos vamos a llevar, una vez más, de maravilla.

jueves, 1 de enero de 2009

El comienzo del año en dos imágenes

Esta mañana, no precisamente por arte de magia, sino por el ratito que me he pasado poniéndolo como debe ser, mi calendario había cambiado la joroba de lado. Para que llegue su compañero casi inseparable - el calendario de Mafalda - habrá que esperar a que lo traigan los Reyes. No me quejo, que siempre es divertido leer las tiras atrasadas de una sentada.

Me acordaba hoy de que en el libro de Carmen Martín Gaite que terminé el otro día (el año pasado ya), CMG protesta todo el rato por la tiranía del tiempo y que tenga que ser esa la forma de medir las cosas. Pues bien, creo que la pobre mujer se desesperaría un poco conmigo si viera que cada mañana paso religiosamente la página no de uno, sino de dos calendarios. Y de que en esta casa hay más calendarios por metro cuadrado de la media no lo pongo en duda. El que nos trajimos de Nueva York, que durante cuatro meses ha estado estancado en la misma página con sus cuatro meses y la misma foto, hoy luce el edificio Flatiron en todo su esplendor. Y, bueno, no sigo con el repaso de qué sale hoy en tal calendario o para cuando acabe la descripción del último calendario ya será la de la foto que traiga para diciembre.

La otra imagen del día es la del cordero con que hemos empezado el año. Manuel aún vaga por la casa repitiendo que está llenísimo. Pero lo importante es que ha quedado bien rico y que no ha sido muy, muy complicado. La foto de aquí al lado, que no es ninguna proeza de la fotografía, la pongo más que nada para que la vea la asesora culinaria y así evitarle el tener que vérselas con Gmail para conseguir abrir la foto y poder ver el resultado de la obra que dirigió a distancia.

Con el estómago tan lleno he dormido la "tradicional" siesta de Año Nuevo que ha dado gusto, eso sí.

Y hasta el año que viene se acabó el cocinar comidas navideñas, que la de Reyes me la darán hecha...

Y, por último, ya 1 de enero y yo aún sin decidirme por qué libro trasladar a la mesilla esta noche (aún están ahí los diarios, qué pena me dio leer las últimas entradas ayer). Manuel se lo pasa en grande haciendo sugerencias alternativas a las Mitford o a Virginia Woolf, y yo misma me complico más la vida recordando que también están a la espera las cartas de Elizabeth Gaskell. Mañana, que ya me habré decidido, lo cuento.