Aunque acostumbro a separar el comentario de los libros del año de la felicitación para el nuevo año, este año voy justita de tiempo así que lo condenso todo en una entrada.
Y lo primero, por supuesto, es desearos a todos un muy, muy feliz año 2011.
Ahora vamos con el mosaico de los libros favoritos de este año:
Por orden de lectura:
- Keeping the World Away, de Margaret Forster. Cuando sueñas con una autora sobra cualquier otro tipo de aclaración acerca de por qué su libro se merece un puesto en esta lista, creo yo.
- The Duchess of Bloomsbury Street, de Helene Hanff. Este año ha sido el año de lecturas de Helene Hanff. Como quien no quiere la cosa he leído tres obras suyas (esta más 84 Charing Cross Road más Apple of My Eye) me quedaría sin problemas con cualquiera de las tres, pero The Duchess of Bloomsbury Street fue la única que no había leído antes, de ahí que haya sido la elegida de las tres.
- The Betrayal, de Helen Dunmore. Novela esperadísima por tratarse de una secuela, comprada en Londres por sorpresa y antes de su lanzamiento oficial, a precio de ganga y muy, muy a la altura de las expectativas creadas. Grande Helen Dunmore.
- The Hand That First Held Mine, de Maggie O'Farrell. Con la excepción de que esto no es una secuela y de que pagué el precio normal y llegó por correo, lo mismo que he dicho de Helen Dunmore se aplica a Maggie O'Farrell. Ni en mis expectativas más altas me podía imaginar esta joya de libro. Volveré a él seguro.
- Greenery Street, de Denis Mackail. De todos los Persephone que he leído este año y de los que todos me han gustado mucho (es la magia de Persephone, son libros que casi vienen con garantía) si me tengo que quedar sólo con uno me quedo con este (y no es fácil). Es un libro ligero, en el que no pasan grandes cosas, pero está tan bien contado y es tan delicioso que resulta irresistible. Es un libro feliz como pocos.
- The Portable Dorothy Parker. Y no lo elijo sólo por lo muy asociado que está a Nueva York (fue, estuvo y volvió con nosotros del viaje), sino porque Dorothy Parker ha sido - un poco tarde, lo sé - uno de mis grandes descubrimientos del año. Leeré más.
- Started Early, Took My Dog, de Kate Atkinson. Sin haberme gustado tanto como When Will There Be Good News? por mencionar otro de Jackson Brodie ni tantísimo como los primeros libros de Kate Atkinson, Kate Atkinson sigue pareciéndome única, así que se merece estar aquí.
- Tales of Glass Town, Angria, and Gondal, de los Brontë. El apellido Brontë para quienes ya vengan leyendo este blog desde hace un tiempo (tampoco hace falta mucho tiempo para darse cuenta) es la palabra mágica.
- Nella Last in the 1950s. Otro esperadísimo lanzamiento. Ha pasado ya un tiempo desde que lo leí y sin embargo sigo teniendo a Nella Last muy, muy presente. Más que un gran libro, que también, una gran persona.
En total, los libros leídos en 2010 son 46 (tres menos que en 2009: muy mal) y si sólo he destacado los de arriba es por razones un tanto aleatorias puesto que en términos generales ha sido un año lector de lo más variado (para lo que soy yo) y apacible. Un año en que pocas veces me he hecho la remolona a la hora de coger un libro por el hecho de que me estuviera diciendo poca cosa. Curiosamente el número de libros escritos por hombres, que yo creía que este año sería muy superior al anterior, ha sido idéntico: 10, con el "pero" de que al haber leído tres libros menos la proporción es un poco mejor. Pero vamos, que como siempre digo, lo de la paridad obligatoria por decreto no me va y seguiré leyendo los libros que me vengan en gana, los firme quien los firme.
He aquí la lista completa de libros leídos en 2010:
Shades of Grey, de Jasper Fforde
At Mrs Lippincote's, de Elizabeth Taylor
Under the Greenwood Tree, de Thomas Hardy
A History of Haworth from Earliest Times, de Michael Baumber
Miss Pettigrew Lives for a Day (El gran día de la señorita Pettigrew), de Winifred Watson
The Forgotten Garden, de Kate Morton
Between the Acts (Entreactos), de Virginia Woolf
Offshore, de Penelope Fitzgerald
La llamada, de Carmen Laforet
Keeping the World Away, de Margaret Forster
The Duchess of Bloomsbury Street, de Helene Hanff
84 Charing Cross Road, de Helene Hanff
Romancing Miss Brontë, de Juliet Gael
The Uncommon Reader (Una lectora nada común), de Alan Bennett
Bedlam: The Further Secret Adventures of Charlotte Brontë, de Laura Joh Rowland
The Betrayal, de Helen Dunmore
Charlotte Brontë's Corset, de Katrina Naomi
Some Tame Gazelle, de Barbara Pym
Carmen Laforet. Una mujer en fuga, de Anna Caballé e Israel Rolón
Glad of These Times, de Helen Dunmore
The Hand That First Held Mine, de Maggie O'Farrell
Nightingale Wood, de Stella Gibbons
Mud, de Michèle Roberts
The Solitary Summer, de Elizabeth von Arnim
The British Museum is Falling Down (La caída del Museo Británico), de David Lodge
Debout les morts (Que se levanten los muertos), de Fred Vargas
Greenery Street, de Denis Mackail
The Provincial Lady Goes Further, de E.M. Delafield
The Provincial Lady in America, de E.M. Delafield
Mrs Harris Goes to New York, de Paul Gallico
Historias de Nueva York, de Enric González
Apple of My Eye, de Helene Hanff
The Portable Dorothy Parker
Started Early, Took My Dog, de Kate Atkinson
Brontë in Love, de Sarah Freeman
Tales of Glass Town, Angria, and Gondal, de los Brontë
Wish Her Safe at Home, de Stephen Benatar
The Ballad of Peckham Rye, de Muriel Spark
The Victorian Chaise-longue, de Marghanita Laski
Letters to Charlotte, de Caeia March
Henrietta Sees It Through, de Joyce Dennys
Good Evening, Mrs Craven, de Mollie Panter-Downes
The World My Wilderness, de Rose Macaulay
The Distant Hours, de Kate Morton
Nella Last in the 1950s
Auntie Mame (La tía Mame), de Patrick Dennis (lo acabé hace ya días pero aún no he tenido tiempo de comentarlo. Tendrá que ser ya en 2011, pero comentarlo seguro que lo comento).
Ya sólo me queda desear felices lecturas en 2011 a los que sean lectores y, de nuevo, feliz año 2011 en todo a todos.
viernes, 31 de diciembre de 2010
Libros 2010
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Etiquetas Libros
jueves, 30 de diciembre de 2010
Iguazú
Si estos días aparezco y desaparezco por aquí es por varios motivos, entre otras cosas las compras de última hora (que siempre juro y perjuro que el año que viene dejaré resueltas en noviembre y que año tras año demuestro no cumplir y siempre acabo luchando y desesperándome con las hordas de gente, con los dependientes de las tiendas y demás), las compras culinarias (por suerte más relajadas para estos días que para la semana pasada) y la vaguería generalizada de estos días, provocada por las comilonas y por el completo agotamiento causado por las ya mencionadas compras navideñas. Así que cuando estoy en casa últimamente lo más sencillo en buscarme primero en el sofá y después, en el caso improbable de no estar allí, en la cocina.
Así que se me acumulan las entradas pendientes. Hace un par de semanas recibí un paquete que no por esperado me hizo menos ilusión. En lugar de comentarlo aquí ipso facto tuve que mantener la calma, ir a Correos a enviarlo a mis padres y a mi tía, esperar a que lo recibieran y, por fin, ahora que ya lo tienen, comentarlo en el blog.
La amable Nuria, editora de la revista Iguazú, hace un tiempo dejó un comentario en mi reseña de The Provincial Lady Goes Further y The Provincial Lady in America. Al poco tiempo me mandó un correo electrónico preguntando si podía incluir el artículo en la revista, cosa que, obviamente, me resultó irresistible.
Así fue pasando el tiempo hasta que, como decía antes, hace un par de semanas recibí unos cuantos ejemplares de Iguazú y pude ver mi reseña impresa en papel y de lo más mona con fotografía de E.M. Delafield e ilustraciones de la novela, ocupando varias páginas (páginas que, por cierto, yo que soy muy de oler cualquier cosa impresa, huelen de maravilla; por no hablar de la preciosa portada también).
Qué menos que recomendar la revista que, además de incluir mi artículo (pero no por incluirlo), está muy bien. En la web explican cómo y a qué precio conseguirla (gratis o a la nada exorbitante cantidad de 1 euro). Como se dice en la propia web, la revista es gratuita (en la mayoría de los casos, y no creo que nadie se arruine por 1 euro) y además no lleva publicidad, "lo que convierte su existencia en casi una utopía". Si a eso se le añade lo que seguro que es un montón de trabajo para Nuria, su definición de "artesanal" no podía ser más cierta o apropiada. Así que desde aquí os animo a echarle un ojo, y no sólo a este número.
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Etiquetas Álbum de fotos, Cosas de casa, Libros
martes, 28 de diciembre de 2010
The King's Speech (El discurso del rey)
No recuerdo cómo me enteré de la existencia de The King's Speech (El discurso del rey) (Manuel suele ejercer de cartelera) pero desde que me enteré de forma independiente le he estado dando la plasta para que fuéramos a verla. Y eso fue semanas antes de que la estrenaran el miércoles pasado. Ayer por fin nos quitamos la espinita (Manuel el aguantarme; yo el ver la película). La salida del cine fue similar a la de cuando vimos The Young Victoria (La reina Victoria), sólo que en este caso Manuel dijo que esta le había gustado incluso menos que aquella. La conclusión a la que yo llegué es que voy a dejar de arrastrarle/llevarle a ver películas de la realeza británica.
Como en aquella ocasión a mí me gustó y salí contenta del cine, cosa que, con las expectativas tan altas que tenía, es bastante.
La película se basa en la historia real de Jorge VI (padre de la actual Isabel II), su tartamudeo y el especialista que le ayudó a sobrellevarlo. Manuel se quejaba porque decía que esta historia ya la había visto antes: corredores que contra todo pronóstico lo son y además ganan carreras, etc. Una película más de superación personal que además se centra demasiado en la anécdota y poco en el contexto histórico de los años treinta que no puede más que desembocar en la Segunda Guerra Mundial pasando por el rey Eduardo VIII, su abdicación, sus luces y sombras y Wallis Simpson (aunque ya me encargué yo de recordarle que con Young Victoria había protestado porque la película quería abarcar demasiado). Y, efectivamente, así es: la película se centra en el habla del rey, un poco en su familia y bastante poco en todo lo demás. Pero yo no lo vi negativo, a mí la historia me gustó, aunque imagino que la verdadera historia no ocurriría exactamente así. Esta, y no creo que haya esfuerzo por parte de nadie en ocultarlo, parece claramente idealizada.
Si a eso se le suma el excelente reparto con un magnífico Colin Firth a la cabeza pero también con Helena Bonham-Carter haciendo de reina madre (entonces reina a secas), Geoffrey Rush también estupendo haciendo de especialista un tanto excéntrico y un segundo plano en que Timothy Spall interpreta a Churchill de maravilla o con una discreta Jennifer Ehle que coincide de nuevo con Colin Firth (habían coincidido de forma mítica, claro, en LA adaptación de Orgullo y prejuicio), pues entonces no se puede quejar uno para nada (aunque Manuel se quejara a epsar de todo).
Manuel sobre todo protestó por el final, que no quiero destripar pero en el que, en su opinión, se lleva la importancia lo que no la tiene y se celebra algo que no debería celebrarse. Entiendo su punto de vista, pero viendo la película el final me parece coherente. Eso sí, al final también debo decir que hubo una frase que me rechinó mucho.
Yo la recomiendo encarecidamente. Manuel... no tanto.
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Etiquetas Cine
sábado, 25 de diciembre de 2010
Nochebuena
Según la programación oficial a estas horas - y desde hace horas - debería estar metida en la cocina haciendo el caldo de Navidad y demás. Pero por consenso hemos decidido tomarnos la mañana de reposo, comer restos de ayer y dejar la sopita para la cena. Así que está siendo una mañanita de Navidad de lo más relajada (con un poco de teletrabajo, eso sí) .
Y falta nos hacía, porque ayer fue un día de locos: recoger encargos en la carnicería, compras de última hora (¡garbanzos!), adecentar la casa y, finalmente, pasar horas y horas y más horas metidos en la cocina.
Este año había decidido innovar con una receta conocida de casa pero nunca hecha por mí. No las tenía yo todas conmigo cuando pedí la receta a la mujer (canadiense) de mi primo y cocinera oficial desde hace ya muchos años del megapavo de Nochebuena. No las tenía todas conmigo, ya digo, pero el recuerdo era tan poderoso y me apetecía tanto que decidí aventurarme por esos mundos.
La asesora culinaria - mi madre - recomendó que en nuestro caso (muchos, muchos, muchos menos que los comensales de Nochebuena en mi familia) optáramos por un capón, de tamaño más moderado y muy rico. Así que lo encargamos y ayer recogimos a nuestro ejemplar, de 3 kilos y pico.
Hicimos el delicioso relleno (el año que viene si podemos estamos pensando hacerlo el día anterior para que la cosa no se haga tan larga y repartir las horas de cocina en dos días) y luego, cuando estaba frío, rellenamos el capón. De todas las novedades culinarias del día, creo que la más impactante fue la de coser (con hilo y aguja comprados ad hoc) al pobre bicho para que no se le saliera el relleno. Nunca había cosido carne animal en mi vida y a la vista de mis puntadas nada delicadas Manuel dice que tengo poco futuro como enfermera.
Al horno que fue y allí se pasó dos horas y veinte minutos, pintándolo cada cierto tiempo con mantequila y, después, regándolo con oporto. Por cierto que gracias al capón y siguiendo con las novedades estrenamos por fin dos de los instrumentos de cocina comprados en Nueva York: las "cups" para medir (la receta venía en "cups") y el "baster", así que fue una noche de un debut tras otro.
Finalmente, tocó sacar al capón del horno, dejarlo reposar, hacer la salsa y, por fin, poner en práctica los vídeos sobre trinchado que habíamos visto durante la tarde. Fue un trinchado a dos, pero finalmente creo que no se nos dio mal del todo.
Y por fin, aunque oler olía muy bien y la pinta era buena, llegó el momento de probar el resultado de nuestra tarde de cocina intensiva. Por lo que podemos decir nosotros, que no sé si somos jueces muy imparciales, todo estaba para chuparse los dedos. Acabamos llenísimos pero a estas horas empiezan a apetecer las sobras...
De postre - y también hay sobras - macedonia (que también me había tenido esclavizada por la mañana: mirado con perspectiva el día de ayer nos cundió muchísimo) y turrón.
Por cierto que yo no había podido resistirme a darle un toque británico a la mesa y había comprado unos crackers. No hicieron mucho "¡pum!" pero fue divertido, tenían sorpresitas (una peonza que parece sacada de Inception (Origen) entre otras cosas) y los típicos gorritos que salen en todas las películas inglesas que transcurren en Navidad. Manuel fue un soso y no se puso la suya (claro que era rosita) pero yo sí me puse mi coronita roja y luego, fregando, me di cuenta de que la realeza tiene servicio porque fregar con una corona en la cabeza no es nada práctico, mucho menos si te viene un poco grande (¿metafórica o literalmente? preguntó Manuel. Dejo la respuesta al gusto de cada uno).
Por cierto que en la última foto se ve la que debió de ser la única avellana del relleno que quedó entera. Doy fe de que el resto no iban enteras.
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Etiquetas Álbum de fotos, Con las manos en la masa, Cosas de casa, Navidad
viernes, 24 de diciembre de 2010
¡Feliz Navidad!
Entrada programada*.
Es una imagen un poco egocéntrica para felicitar la Navidad, pero el otro día me topé con ella (ya lo he dicho unas mil veces aquí, pero ser la última en una familia grande conlleva muy, muy pocas fotos de infancia) y me hizo gracia ver que ya desde pequeña (aquí tendría 5-6 meses) los Nacimientos - en este caso el de casa de mi tía, que sigue siendo igual de espectacular y me sigue gustando tanto mirarlo - ya me fascinaban.
Durante los primeros años de mi vida el Niño Jesús venía en Nochebuena y dejaba un detallito para cada uno debajo de las faldas de ese Nacimiento. Luego, con los años, el Niño Jesús se volvió más revoltoso y empezó a esconder los regalos dentro de una habitación: ¿os imagináis a 15-20 personas (y eso que en Nochebuena siempre éramos "pocos" para cenar) revolviendo una habitación en busca de su regalo, encontrando los regalitos ajenos y, por supuesto, sin dar ninguna pista? Siempre había alguien que se quedaba el último buscando su regalo: había veces en que todo el mundo sabía dónde estaba, veces en que nadie lo había visto y veces en que ni el mismísimo mensajero del Niño Jesús sabía dónde había quedado el regalito.
Y nada más, que cenéis y comáis cosas bien ricas (mejor aun si vienen ya hechas por otros) y que paséis una noche y unos días estupendos en la mejor compañía.
*En cuanto las obligaciones culinarias de estos días lo permitan contestaré los comentarios pendientes y me pasaré por vuestros respectivos blogs.
Publicado por Cristina en 17:20 13 comentarios
Etiquetas Álbum de fotos, Cosas de casa, Navidad
martes, 21 de diciembre de 2010
Hair
Teníamos las entradas de Hair creo que desde allá por entonces cuando vimos a Hannah Waddingham y hasta este fin de semana - cuando nos enteramos de que nuestras entradas en realidad eran para previas y no para el musical ya estrenado (el estreno oficial es mañana; nosotros fuimos ayer) Manuel no me preguntó si sabía algo del musical. Después de pensarlo muy brevemente dije que no y Manuel dijo que sí, que seguro que tenía que conocer la canción de Aquarius. Y efectivamente la conocía por el anuncio de hace unos años de la bebida del mismo nombre.
Pero ya está, ese era todo mi conocimiento previo de Hair. Luego ya me enteré de que era un musical sobre hippies (y por hippies, diría yo) de los años sesenta que en los últimos años han resucitado en Nueva York y Londres.
Así que ahí estábamos ayer a las puertas del teatro Apolo viendo caras conocidas de las que vemos en actuaciones como las de Julie Atherton o Hannah Waddingham, gente del mundillo que además aprovechaba para ir ayer ya que la mayoría de los teatros cierra los lunes. Ya le dije a Manuel que a este paso si alguien se acuerda de nosotros como nosotros nos acordamos de ellos van a pensar que somos del mundillo también y empiezo a sentirme un poco estafadora. Claro que al mismo tiempo me lo pasé en grande creando una falsa identidad de productora de musicales en Londres o Nueva York, pero creo que no cuela.
A todo esto debo contar un pequeño detalle de mis complementos de anoche. Antes de ir al teatro me había pasado por el supermercado de El Corte Inglés para comprar una de esas cosas aparentemente sencillas que sin embargo no parecen abundar en los supermercados que nos rodean: Oporto para cocinar la cena de Nochebuena. Así que fui al teatro con una botella de Oporto (dentro de una bolsa un poco más discreta que la navideña del supermercado de El Corte Inglés). Cosas más raras se habrán visto.
El musical estuvo muy bien y en lo único que notamos que eran previas era en que el sonido a veces no estaba del todo controlado, pero es totalmente comprensible puesto que son ciento y la madre en el escenario y siempre todos haciendo algo, está controlado hasta el más mínimo detalle y eso a mí siempre me impresiona. Además es de esos en los que los actores se mueven por toda la sala, pasean por entre las butacas (una vez un actor pasó por nuestra fila y yo tuve que agacharme corriendo a por mi botella de Oporto no la fuera a pisar), a veces por el suelo y a veces por encima de ellas, reparten folletos entre el público, hablan con gente de algunas butacas, les dan a fumar lo que sea que fumen (sea lo que sea no huele a nada) y, no sé si ayer por ser una previa o si lo harán de forma continuada, al final invitaron al público a subir al escenario con ellos. Nosotros nos quedamos en nuestras butacas, eso sí. Además ayer el buen ambiente era también debido a eso de que hubiera mucha gente del mundillo, así que los actores sobre el escenario conocían a los de las primeras filas. Así que hay entretenimiento por todas partes dentro del teatro.
Al acabar, Manuel y yo hablábamos del concepto del musical. Como decía antes Hair es un musical de hippies y, creo yo, por hippies. Se estrenó off-Broadway en Nueva York en 1967 pero pronto lo llevaron a Broadway. Todo esto es muy chocante porque entonces era 1967 y ahora es el año 2010 y sigue habiendo lo que hoy en día llamaríamos cosas "políticamente incorrectas" en el musical. Si hoy hay cosas que chocan un poco, ¿cómo sería en 1967? O, quizá, precisamente el mero hecho de que hoy en día exista el concepto de "políticamente incorrecto" y entonces no indica que antes había mayor libertad creativa y si alguien se sentía ofendido lo hacía en privado, no como ahora. En fin, no sé.
El caso es que, como Manuel decía, el musical está intacto: en el escenario es 1967 y el trasfondo es la guerra de Vietnam y todo el contexto histórico de entonces. Y así es fácil viajar en el tiempo un rato pero la idea de resucitarlo ahora es un poco confusa. ¿Pretenden que encontremos paralelismos o es un homenaje o es un documento histórico? ¿Nadie se ha animado a actualizarlo? (Pero esto lleva a lo que decía antes de que ahora nadie se atrevería a hacer un musical así, y en caso de que alguien se atreviera no encontraría a ningún productor dispuesto a llevarlo al escenario). Quizá se hace Hair tal cual porque es lo más que se puede acercar uno a ser así de "irreverente" en estos tiempos, con la excusa de que ya está hecho.
Pero bueno, reflexiones aparte, lo que cuenta es que lo pasamos muy bien y disfrutamos del espectáculo, que está muy bien montado. Y no sé cómo será cuando lleven muchas más representaciones, pero ayer es de esos días en que se puede afirmar casi con total seguridad que los actores están disfrutando también sobre el escenario.
Y aquí dejo un vídeo de las dos canciones más conocidas del musical (las que yo conocía) de cuando lo presentaron hace unos meses:
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lunes, 20 de diciembre de 2010
Nacimiento y árbol
El sábado no hubo repostería, en parte porque el día estuvo lleno de decoración navideña desde por la mañana hasta por la tarde y en parte porque empezamos a reservarnos para los dulces navideños que están por venir. Bueno, que están por venir y que ya llegaron porque ayer por la mañana - a falta de repostería casera - no pudimos resistirnos a abrir el panettone de chocolate y que estaba delicioso.
Así que lo que viene ahora es una montaña de fotos del Nacimiento y del árbol. Pero antes un poco de música:
Me encanta esa canción: en mi enorme lista de reproducción navideña hay canciones que me gustan, canciones que me gustan mucho y canciones que me dan una alegría cuando empiezan a sonar (como es tan grande y la pongo sólo unos pocos días al año nunca sé qué canción vendrá después). Esta de John Lennon pertenece a la última categoría.
Al Nacimiento me dediqué el sábado por la mañana. Adoro desenvolver las figuritas, ponerlas sobre una superficie y luego ir buscando el sitio que más les pega. Por lo visto no soy muy imaginativa en esto último porque, sin hacerlo a propósito, creo que cada año pongo cada figurita en el mismo sitio.
Me doy cuenta de que una de las nuevas adquisiciones de este año - la hilandera que no va de rosa, la que apenas se ve a continuación de la pastora de amarillo que lleva el cántaro apenas sale en las fotos que pongo aquí, pero le dediqué una buena sesión de fotos, sobre todo para no repetir el año que viene. Las otras figuras nuevas son los los Reyes adorando y que hasta el día 6 no se ponen.
Por otra parte, le había pedido a Manuel que, para el rinconcito del ángel que les da la noticia a los pastores, me trajera un poco de olivo. Llegó cuando ya había poca luz de modo que la foto no es gran cosa, pero con un ramito monísimo de olivo, pino y romero. Como en todo el Nacimiento, la perspectiva hay que dejarla un poco a la imaginación, ya que si el ramito fuera un árbol de verdad para las figuras sería una secuoya por lo menos.
Y por último los Reyes en camino. Mi preferido de toda la vida es Baltasar, así que siempre va en cabeza.
El árbol me dediqué a ponerlo por la tarde y para adornarlo sí que tuve la colaboración de Manuel (por la mañana, aparte de que con el Nacimiento soy muy mía, es que no estaba). Pero tengo la misma sensación que con el Nacimiento: no me acordaré del orden de las canciones navideñas pero me da que, involuntariamente, siempre pongo el mismo adorno en la misma ramita.
Y como ya he dicho otros años, creo, que nadie se espere un árbol "de diseño" de esos de dos tonos o similares. Esos están muy bien para lugares públicos, tiendas, hoteles y demás, pero en mi opinión no hay mejor árbol casero que el que tiene un popurrí de colores, estilos y adornos de todo tipo acumulados a lo largo de los años.
Pequeño detalle, y qué navideña queda de fondo nuestra pared roja.
Y no tendríamos ningún problema en algún año escaparnos a ver la iluminación navideña de Nueva York, pero de momento me tengo que conformar con juntar Nueva York - en versión cuadro gigante - y la Navidad en casa.
Y un par de detallitos más. La muñequita roja tan fotografiada (ahora me doy cuenta de que acapara casi todas las fotos del árbol que estoy poniendo aquí. No será por la variedad de las fotos que hice, porque creo que no exagero si digo que debo de tener por lo menos una foto de cada adornito) me la trajeron mis padres de Noruega hace un par de años y desde entonces, aparte de acaparar fotos, también acapara el mejor sitio del árbol.
El osito llegó el año pasado por correo. Lo suyo habría sido poner la muñequita que este año también llegó por correo pero es tan mona que al final y sin saber si es el sitio de honor que prometí que tendría, no he podido evitar dejarla en mi escritorio, donde se suponía que estaba esperando sitio de honor. Pero me gusta verla.
Aunque no hubiera repostería sí que hubo película clásica: The Mating Season (Casado y con dos suegras), divertida y con una fantástica Thelma Ritter. Pero el sábado, entre decoración y decoración, también estuvimos viendo otra película nada navideña: V for Vendetta (V de Vendetta). Manuel la tenía puesta, como tantas otras, y yo me enganché desde que al principio se recita aquello de "remember, remember the fifth of November" y contra todo pronóstico, porque no era una película que me llamase nada la atención, me quedé pegada a ella hasta el final. Me gustó mucho.
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domingo, 19 de diciembre de 2010
Cuatro velas (y un libro)
Y por increíble que parezca hemos llegado ya a las cuatro velas encendidas, la máxima luz en uno de los días más cortos del año. Los angelitos sobrevolaban las velas a toda velocidad y tintineaban que daba gusto.
¿Alguien más ha tenido este fin de semana serias dificultades para asumir la idea de que el fin de semana que viene es Nochebuena-Navidad-San Esteban? Yo sí, aunque creo que el problema radica más en las horas y horas y más horas que voy a pasar en la cocina (y que conste que no me quejo demasiado) que en el hecho de que sea - otra vez - Navidad.
El tiempo pasa rápido y hoy ya hace 162 años que el mundo gira sin Emily Brontë, que moría tal día como hoy en 1848. Y para conmemorar el día no he podido resistirme a hacer unas fotos de su libro a la luz de las velas, tan familiar para ella.
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viernes, 17 de diciembre de 2010
Nella Last in the 1950s
Ya comenté lo mucho que me habían gustado las dos recopilaciones de entradas de diarios de Nella Last anteriores a esta: Nella Last's War y Nella Last's Peace, y por eso estaba deseando "hincarle el diente" a Nella Last in the 1950s, porque sabía que Nella Last no me iba a defraudar. Y, efectivamente, no sólo no me ha defraudado sino que se confirma como una de mis heroínas, lo que también me lleva a concluir definitivamente que para ser una heroína no hace falta salvar el mundo ni similares, basta con afrontar el día a día con la valentía, la entereza y el buen humor de Nella Last. Y esto es digno de admiración no sólo porque lo sea y punto sino porque a Nella Last a veces las circunstancias no se lo ponen fácil y sin embargo ella es la definición andante de "hacer de tripas corazón" y otra cosa no, pero el corazón de esta mujer es grande como una catedral.
Nella Last descubrió en la guerra todo su potencial, destacó por su capacidad de hacer frente a las cosas y fue incansable en todos sus esfuerzos, por eso en Nella Last's Peace se la veía tan desanimada. Mujeres que durante toda su vida se habían dedicado a cuidar de su marido, sus hijos y su casa, descubrieron durante la guerra una causa que le daba otro color a sus vidas. Nadie quería que la guerra continuara, pero cuando terminó y tuvieron que volver a refugiarse en sus casas y a intentar retomar la vida de antes de la guerra, se sentían un poco frustradas, no porque le restaran importancia a sus tareas domésticas sino porque, simplemente, se habían dado cuenta de que había mucho más que se podía hacer.
Así que después de la guerra y en los primeros años de la década de los cincuenta - que son los que ocupan este libro - Nella sigue perteneciendo a organizaciones como la WVS (servicio de mujeres voluntarias) y hace cursillos de defensa civil, pero todo, con alguna que otra excepción, es sobre el papel. Una de las excepciones es cuando la noche del 31 de enero al 1 de febrero de 1953 hubo unas enormes inundaciones en el sudeste de Inglaterra y ahí de nuevo Nella Last saca todo su potencial, se vuelca en la causa y canaliza toda la ayuda que puede, hasta el punto de que la gente le entrega a ella la ropa y demás que donan en lugar de llevarla a las oficinas de la WVS. Nella, que es fantástica y no entiende que la gente no lo sea, lava la ropa que no está limpia, cose botones, hace remiendos y cambia los cordones de las botas antes de llevar la ropa a las oficinas: sacos y más sacos de ropa perfectamente doblada para evitar que se arrugue demasiado, según ella misma dice.
Pero eso es un hecho puntual. El resto del tiempo, desde que su marido vende su carpintería para jubilarse por una enfermedad incipiente desde 1950, se dedica a sus hijos (que salvo por visitas puntuales viven fuera: Arthur con su mujer y sus hijos en Belfast (aunque después se trasladan a Londres) y Cliff en Australia), a sus amigas, a sus vecinos, a la comunidad en la medida de lo posible, a su casa, a su cocina y, sobre todo, a su marido, que sufre de una "enfermedad nerviosa" que yo no sé cómo llamaríamos hoy en día, ¿depresión? ¿ansiedad? El caso es que nada puede afectarle y el problema es que lo más mínimo le afecta, de modo que Nella se pasa los días tratando de mantenerle en una burbuja al tiempo que trata de mantenerse paciente y no explotar, cosa que con gran frecuencia es totalmente admirable. El marido, Will, acude al psiquiatra con cierta regularidad pero, como la propia Nella confiesa, las visitas parecen dejarle más alterado que beneficiado y casi siempre sale de ellas en un estado de nervios tal que tienen que esperar sentados en el coche a que pueda conducir. El caso es que la pobre mujer se las ve y se las desea para mantenerlo entretenido pero sin alterar: se devana los sesos para dar con libros que le puedan interesar pero cuyo argumento sea inocuo, le lee el periódico filtrando las noticias que pueden afectarle, ponen la radio para escuchar sus programas favoritos, pero con mucha precaución, sale de casa sola lo justo y necesario (y si se retrasa ya sabe el panorama que le espera), filtra las visitas de sus amistades, etc. En el diario confiesa que esto es agotador, frustrante y muy difícil de llevar, pero al mismo tiempo dice que su "oración constante" es sobrevivir a su marido puesto que no sabe qué será de él sin ella. (Por desgracia la oración constante no se cumplió: Nella murió en 1968 y su marido vivió 11 meses más).
Si a eso se le suma que en esos años el coste de vida se disparó (sólo en 1951 los precios subieron un 12,5%), que se mantenía el racionamiento de algunos productos básicos, que Nella y Will vivían "de las rentas" de los ahorros de toda una vida y que nunca habían sido especialmente derrochadores, la austeridad y frugalidad de su nueva forma de vida - sumada a la enfermedad de Will - es impresionante y, obviamente sin querer implicar que nadie tenga por qué llegar a esos extremos, un ejemplo para la situación actual. Sus únicos caprichos son el coche, que Nella claramente ve que no se pueden permitir pero que es la única fuente de interés de su marido (por las maravillosas escapadas que hacen en él al Distrito de los Lagos, tan cerca de su ciudad, Barrow), y, en el caso de Nella, la quiniela de fútbol. Nella, como la ficticia Ada Harris, no sabe nada de fútbol (y de hecho marca las casillas en función de las ciudades que ha visitado; cuando intenta ser rigurosa y lee sobre fútbol en el periódico dice que es cuando menos acierta) pero dice que el chelín semanal invertido en la quiniela le hace pasar los mejores momentos de la semana. Como a la mayoría, a Nella nunca le toca gran cosa y, como la mayoría, Nella no se cansa de repetir que ella no quiere que le toque una fortuna, que con cualquier premio modesto se conformaría.
Y es ahí donde reside, creo, el encanto de Nella, en lo normal y lo extraordinaria que es al mismo tiempo. Ella siempre confiesa que le habría gustado ser escritora de novelas y que todos los diarios escritos para Mass Observation probablemente ya ocupan el tamaño de varias novelas (se calcula, de hecho, que desde que empezó a escribir para Mass Observation en 1939 hasta que lo dejó en 1967 escribió como mínimo 10 millones de palabras) y siempre se pregunta qué interés pueden tener para nadie los comentarios de una persona tan "normal" con una vida tan "aburrida". Y, sin embargo, aquí estamos en pleno siglo XXI leyendo sus comentarios y deleitándonos en ellos y en la persona que los escribió y que, por desgracia, salvo por los extractos anónimos que publicaba Mass Observation, nunca vio nada suyo impreso (Nella Last's War se publicó en 1981 por primera vez).
Si tengo alguna pega es a dos cosas de la edición: 1) la portada, que no está mal, pero que, investigando de qué era (ya sabía que no era Nella Last) resultó ser de una médium de la época y aunque Nella no era una escéptica en esos temas y aunque le habría encantado el gato, no me termina de convencer. Y lo segundo es el título un poco engañoso: Nella Last en la década de los cincuenta en realidad es Nella Last de 1950 a 1953, apenas tres años de una década. Y lo peor es que no me queda muy claro si los editores piensan seguir editando selecciones de Nella Last. Parece ser que sólo valoran sus comentarios cuando están escritos muy bien (Nella escribe a veces, sobre todo cuando describe sus querido Distrito de los Lagos y cuando evoca su pasado o reflexiona sobre algo, de maravilla) y, efectivamente, eso ayuda a la lectura, pero yo podría leer a Nella Last aunque escribiera tipo telegrama. Los editores dicen que después de 1953 los escritos de Nella van un poco de capa caída y dan a entender que no merece la pena publicarlos. Espero que no sea así. El mundo - o yo por lo menos - necesita de la experiencia, la sabiduría, la calma, el saber estar y el buen humor de la gran Nella Last.
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Etiquetas Libros
jueves, 16 de diciembre de 2010
Navidad por correo
Después de de que el año de los tres kilos de los mejores polvorones del mundo se me hiciera un poco cuesta arriba acabarlos (en marzo o incluso abril, ya no recuerdo), el año pasado les encargué a mis padres una cantidad más moderada cuando vinieron por el puente de diciembre y este año - pidona que es una - les pregunté si me podían enviar unos cuantos por correo. Dicho y hecho y ayer un señor de correos me entregaba una caja de la que, al abrirla, salía un olorcillo delicioso.
La sorpresa fue que además de polvorones mi madre había incluido también otro dulce navideño que me encanta: almendras rellenas. Con los polvorones he sido capaz de moderarme y esperar a tomarlos un poco más adelante. Con las almendras rellenas, digamos que ayer, ni una hora después de haber recibido el paquete, ya estaba zampando algunas y saboreándolas. Ricas, ricas, ricas.
Y, por si eso fuera poco, que no lo es, mi tía y una de mis primas, habían incluido también un detallito suyo: esa preciosa muñequita navideña que, aún no sé cuál, pero seguro que ocupará un lugar privilegiado entre las decoraciones navideñas.
Muchísimas gracias de nuevo a todas las partes implicadas.
Y porque ya me resulta incontrolable que la Navidad no se me desborde, termino con el villancico estrella de este año (que conste que empecé tímidamente la temporada de música navideña el martes), sacado del disco navideño de Glee (que está muy bien, por si a alguien le interesa): We Need a Little Christmas (ya lo conocía cantado por otros, pero quise averiguar más sobre él y me metí en una senda de casualidades que me llevaron a Auntie Mame (La tía Mame), libro que me emcpiezo hoy mismo, un musical de Broadway (de donde sale el villancico), una película y, finalmente, una conexión con Manuel, cada uno procedente de un extremo: yo había descubierto el libro hace poco y el conocía el musical Mame y la película desde hace siglos).
Haul out the holly;
Put up the tree before my spirit falls again.
Fill up the stocking,
I may be rushing things, but deck the halls again now.
For we need a little Christmas
Right this very minute,
Candles in the window,
Carols at the spinet.
Yes, we need a little Christmas
Right this very minute.
It hasn't snowed a single flurry,
But Santa, dear, we're in a hurry;
So climb down the chimney;
Put up the brightest string of lights I've ever seen.
Slice up the fruitcake;
It's time we hung some tinsel on that evergreen bough.
For I've grown a little leaner,
Grown a little colder,
Grown a little sadder,
Grown a little older,
And I need a little angel
Sitting on my shoulder,
Need a little Christmas now.
. . . . . . .
Y hablando de todo un poco: hoy Google celebra el 235 aniversario del nacimiento de Jane Austen así:
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miércoles, 15 de diciembre de 2010
Fira de Santa Llúcia
Qué apropiado que el lunes, que era Santa Lucía, me pasara por la feria de la misma santa. Eso sí, no había caído en la coincidencia hasta ahora mismo.
Para ser un lunes normal y corriente por la mañana había mucha gente, pero nada - NADA - que ver con el gentío del puente que nos ahuyentó. Como siempre, me di una vuelta haciendo fotos, y qué maravilla con la cámara nueva ("nueva" aunque ya tiene casi un año). Recordaba el año pasado con la cámara vieja y las fotos que no conseguía que salieran como yo quería y este año era una gozada. Mientras iba haciendo fotos, iba fichando puestos para visitar con más detenimiento y, sobre todo, los dos puestos habituales que suelen tener mis figuritas. En las vueltas con la cámara no di con ninguno de ellos y en las vueltas sin la cámara - con una tensión que iba en aumento - tampoco hasta que ya estaba casi desesperada. De los dos puestos que venden mis figuritas (en barro, los hay que venden imitaciones feúchas de plástico), uno de ellos normalmente tiene más variedad y del otro ya sé que tengo todo el repertorio. El que primero encontré fue este último y mirando con mucho detenimiento comprobé que, salvo por diferencias de colorido, ya tengo todas sus figuras. Resignada, crucé los dedos para que el otro puesto también estuviera y tuviera algo. Di con él y, sí, pude hacerme con una hilandera mona y con unos Reyes adorando (que se ponen sólo el día de Reyes, cuando ya han llegado al portal). Menos da una piedra.
Luego di más vueltas en busca del puesto de velas que descubrí el año pasado donde tienen las del tamaño ideal para las velitas de Adviento con tal éxito que tuve que acercarme hasta la caseta de información a ver si me podían ayudar. Hubo suerte, me indicaron bien y me abastecí de velas para los próximos tres advientos.
Y esos fueron los trofeos que me traje a casa del expedición a la Feria de Santa Lucía. Ahora queda poner la Navidad este fin de semana, aunque poco a poco - como a mí me gusta - empieza a invadirnos lo queramos o no.
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Etiquetas Álbum de fotos, Barcelona, Navidad
lunes, 13 de diciembre de 2010
Bizcocho de naranja con pepitas de chocolate
Hay semanas en que la inspiración da gusto. Después de semanas devanándome los sesos para decidir qué repostería hacer el sábado o directamente delegando en Manuel para elegirla, el jueves de la semana pasada de repente se me ocurrió ("ocurrió" es un verbo muy sofisticado para describir estar pensando en otra cosa y que de repente, como salido de la nada, te venga esto a la cabeza) que iba a buscar la receta de un bizcocho de naranja con chocolate. Y no sé si es que yo no supe buscarlo bien (probablemente, dado que buscar nunca suele ser lo mío) o qué, pero el caso es que todas las recetas que encontré eran de bizcochos de chocolate con un poco de naranja. Y yo, pensando que aún teníamos la tarta del diablo muy reciente, quería justo lo contrario: un bizcocho de naranja con un pequeño toque de chocolate.
Así que internet no nos dejó otra opción más que improvisar sobre la marcha. Saqué la receta de aquel bizcocho de naranja tan rico y, cuando lo teníamos todo hecho, añadimos unas cuantas pepitas de chocolate a ojo. Voilà! Una receta hecha a medida y, por lo de echar las pepitas a ojo, irrepetible.
Qué bien olía y qué buena pinta tenía mientras se iba haciendo en el horno. Hubo unos momentos en que tenía pinta de anuncio, sólo que estaba crudo por dentro, claro. El problema de este bizcocho es que yo recordaba que la otra vez, incluso habiéndolo tenido más del tiempo marcado en el horno, todavía había quedado húmedo (y ya he dicho alguna vez que yo con eso no tengo problema, pero Manuel prefiere los bizcochos tirando a secos) y además, aunque no me hubiera acordado, la aguja demostraba que el bizcocho no estaba hecho. Y así el pobre iba tomando color y perdiendo oportunidades de participar en castings para anuncios. Le puse papel de plata por encima y todo para que no se requemase. El caso es que no sé si el problema es del bizcocho o mío: igual su destino es quedar húmedo por dentro a pesar de que yo me empeñe en lo contrario o quizá hay algo que falla y no termina de hacerse. No lo sé, pero el caso es que quedó rico y por lo que yo vi Manuel no le hizo ascos de ningún tipo.
Y la pinta por dentro, con nuestra mezcla improvisada de naranja y chocolate, me seguía pareciendo de anuncio. Qué buena pinta al partir el primer trozo ayer por la mañana y encontrarme con esta deliciosa combinación de colores y sabores.
Curiosamente veo que la otra vez lo clasifiqué como "muy contundente" y ahora estaba punto de escribir que era de contundencia media tirando a ligera. Ha debido de cambiar nuestra tolerancia a la contundencia porque el chocolate añadido no creo que sea precisamente la razón de que parezca más ligero.
El caso es que es de los bizcochos más sanos (ejem) que pueden hacerse: lleva una naranja entera y ¿qué mejor forma de prevenir o salir de un resfriado de esos que ahora acechan a la vuelta de cualquier esquina que debajo de una manta y con un trocito de bizcocho al lado? (Ahora vendrá alguien que me dirá que en la química culinaria las vitaminas de la naranja y todo aquello que la hace sana se pierden en el horneado o algo así. Si es el caso - que no lo sé - yo respondo que el efecto placebo y una mente feliz - manta, bizcocho - suplen a las vitaminas y son igual de reparadores/fortalecedores).
El caso es que mientras yo me zampaba mi trozo del desayuno aún no había llegado al sofá, sino que me había quedado pegada a la silla y a la mesa leyendo la columna de El País Semanal de Javier Marías. Diría que vitoreaba y aplaudía mentalmente pero por los comentarios de Manuel - que a su vez intentaba leer alguna otra cosa del periódico - debo confesar que los aplausos y comentarios eran también externos. Y es que había cosas con las que no se podía hacer nada más. Yo una vez ya protesté porque la entrada de la wikipedia sobre "novela romántica" era un batiburrillo de autoras mezcladas únicamente por el mero hecho de ser mujeres y con poca atención a si realmente escribieron novela romántica. (Ahora que lo compruebo, eso sí, debo felicitar a los duendecillos de la wikipedia, que han eliminado esa odiosa entrada y ahora hay una sobre novela rosa, que incluye a autores verdaderamente del género, y otra entrada sobre el Romanticismo (con R mayúscula, gran diferencia marcada por esa sola letra y si va en minúscula o mayúscula) que incluye a otros autores. Y las otras autoras que antes estaban en la entrada batiburrillo ahora se han redistribuido por sus correspondientes categorías y han dejado de estar condensadas en una sola entrada sólo por ser mujeres). Pero volviendo a Javier Marías:
Me consta que a la gran mayoría de los actuales académicos no se les escapa, con todo, el enorme desequilibrio de la situación, y tienen voluntad de remediarla, "dentro de lo razonable". Por desgracia, ya es irremediable que no formaran parte de esa institución la admirable María Moliner, o Emilia Pardo Bazán, o Rosalía de Castro, o Rosa Chacel o Carmen Laforet (en el caso de Carmen Martín Gaite hay que recordar que fue ella quien no quiso que su candidatura fuera presentada, pese a las insistencias, como tampoco lo han querido un puñado de escritores varones notables, como Ferlosio, Marsé, Mendoza o Savater, y contra eso la RAE nada puede hacer). Pero no por "compensar" a quienes ya es imposible compensar se va a elegir a meras congéneres suyas, que no han escrito los mismos libros o diccionarios. Eso sería tan idiota como elegir a diez autores gallegos para compensar la imperdonable ausencia de Valle-Inclán en su día.
Pero lo más preocupante de estos artículos quejosos, y a veces vituperadores, es el terrible y quizá involuntario machismo que rezuman, bajo su apariencia feminista. Uno de los escritos más airados lo firmaba en este diario una catedrática de Lengua y Literatura, y en él se leía: "Esta desconexión de la RAE con los tiempos que corren la paga toda la sociedad española, que recibe una proyección de lo humano cercenada. Pues se nos hurta la particular mirada de la mujer ..., lo que deja a oscuras ciertas zonas de nuestro mundo: cierta sensibilidad, ciertas emociones, ciertas vivencias, ciertas sensaciones ... En realidad, esta situación consiste en dejar fuera de la RAE a la mitad de la población, con su mundo y conocimientos particulares". Es difícil incurrir en un mayor desprecio y cosificación de la mujer. Según estos párrafos -y según tantos otros, igualmente llenos de lugares comunes-, las mujeres no son individuos con su propia inteligencia y sus propias características intransferibles e irrepetibles, sino que son homogéneas, monocordes e indistinguibles. ¿Qué quiere decir, si no, que "se nos hurta la particular mirada de la mujer", como si todas ellas compartieran la misma? ¿Qué significa "la mitad de la población, con su mundo y conocimientos particulares", como si el mundo y los conocimientos de cada mujer no fueran únicos y no divergieran los unos de los otros tanto como los de los varones? ¿Y cómo es que lo que se "deja a oscuras" son "cierta sensibilidad, ciertas emociones, ciertas vivencias, ciertas sensaciones" -atención a la lista de cosas más o menos epidérmicas, intuitivas, "interiores" o sensoriales, justamente las que el tópico más rancio atribuye a la literatura "femenina" y a la mujer en general-, y no, por ejemplo, cierta inteligencia, cierto pensamiento, cierta capacidad narrativa o reflexiva?
Suponer que las mujeres, por el mero hecho de serlo, tienen afinidades inevitables e irrenunciables me parece, como he dicho, su absoluta cosificación o animalización, en todo caso algo ofensivo. Tan distintas son entre sí como los hombres llegan a ser opuestos, y no serán pocas las que se sientan más próximas a algunos de éstos que a tantas de su propio sexo, como yo me siento más cercano, como escritor -o eso quisiera-, a Isak Dinesen, Emily Brontë, Rebecca West, Ajmátova, Catherine [sic] Mansfield, Hannah Arendt, Flannery O'Connor, Patricia Highsmith o Alice Munro que a Cela o Zola, Bukowski o Philip Roth.
Recomiendo leer el artículo completo, y eso que yo ya he citado un buen trozo, que supongo que será de los que traerán cola y acabarán con alguna gente llamando machista a Javier Marías (no porque venga a cuento, creo yo, sino porque muchas veces ya es un reflejo involuntario de muchos), pero a mí me parece que tiene toda la razón y que la ha expresado a las mil maravillas.
Y después, para bajar el bizcocho, un poco de plancha acompañada por una divertidísima película (tronchante sería más apropiado: creo que midiendo en la escala de veces que me hacen soltar la plancha para reírme a mis anchas esta es de las que más - si no directamente la que más - veces me ha hecho abandonar la plancha y partirme de risa): I Was a Male War Bride (La novia era él), de 1949, dirigida por Howard Hawks y con un grande, grandísimo, Cary Grant. Es de esas películas que te hacen exclamar que ya no hay películas así.
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domingo, 12 de diciembre de 2010
Tres velas
Qué rápido se pasa el tiempo cuando las semanas pasan de vela en vela. Ya sólo me queda una semana de encender velas y parece que fue hace nada - y ya hace tres semanas - cuando saqué las velitas, monté el cacharrito y encendí la primera, que daba aún tan poquita luz.
Hoy con tres velas la luz ya era mucho más potente y se podía leer con claridad si uno no se alejaba mucho de ellas. Cosas de estos tiempos en los que, aparte de a la luz eléctrica, por supuesto, se puede optar por leer a la luz de tres velas y no tener que practicar el ahorro elegante de Cranford (y demás sitios ficticios y reales del siglo XIX, salvo por aquellos muy manirrotos y/o que nadasen en la abundancia y quisieran hacerlo saber).
Ya sólo queda por encender una vela. Y con ella los angelitos irán a toda velocidad con su tintineo.
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viernes, 10 de diciembre de 2010
Visita soñada
Hay gente que disfruta recordando lo que sueña y repasándolo y comprobando el (im)probable significado. A mí ni me gusta acordarme de lo que sueño ni me creo las interpretaciones, así que prefiero, como me suele pasar, despertarme sin acordarme de nada. Pero hay días en que me acuerdo, como hoy, y entonces me quedo ojiplática ante mis sueños. No porque sean especialmente extraños o fantásticos, simplemente me asombra lo que se pasa por mi cabeza cuando esta supuestamente tiene libertad total para inventar lo que le apetezca.
Así que esta mañana me he levantado después de haber visitado la casa de Margaret Forster (en sueños, claro). Lo más curioso es que es la secuela de un sueño que yo ya había tenido (y recordado): ya visité la casa de Margaret Forster y mi subconsciente, con un sentido de la continuidad envidiable, lo recordaba y ha proyectado la segunda parte.
La casa que le pongo a Margaret Forster en mi cabeza es bonita, muy inglesa también, y con un estudio parecido, pero no exactamente igual a su estudio de verdad. Bueno, era igual al real en un momento en que yo, no sé muy bien por qué, asomaba la cabeza por la puerta - sin nadie dentro - sin permiso. Pero cuando Margaret Forster lo enseñaba (había más gente desconocida) cambiaba ligeramente y mi subconsciente no escatimaba en decoración de ningún tipo: fotos, cuadros, iluminación, estanterías llenas de libros suyos que me daban pie a preguntarle por qué nunca se reeditan sus primeros libros (los que me faltan) y que hacía que ella se riera y dijera que se negaba. Mi subconsciente medio esperaba que se ofreciera a regalarme algún ejemplar de alguno (¡era mi sueño al fin y al cabo!) pero no ha colado ni con esas.
Era pedir demasiado porque antes de pasar al estudio con permiso, Margaret Forster ya me había obsequiado con un par de libros, no suyos, uno de los cuales tengo la impresión que era uno de los de Nella Last (el comentario de admiración hacia Nella Last aparecía en la portada de Nella Lasts's War), el otro no lo sé.
En el estudio, por cierto, también recuerdo pasarme por la esquinita donde dice que guarda todos sus manuscritos (literalmente aún escritos a mano) y mirar el montón con mucha curiosidad y con mucha tentación.
Y así se pasaba el rato y, cuando ya había que irse, yo me acercaba a Margaret Forster y, sin el aplomo de alguien que la visita ya por segunda vez, le pedía tímidamente su dirección (pregunta un poco extraña dado que yo estaba en ella; sólo puedo concluir que hubiera llegado hasta la casa con los ojos vendados o algo), aclarando que no era para darle la plasta, sólo para felicitarla por Navidad y similares. Justo en el momento en que Margaret Forster abría la boca para contestar y darme la dirección o darme largas me he despertado. Por lo visto mi pregunta ha puesto a mi subconsciente en un compromiso.
Mi subconsciente, por cierto, que como mi yo consciente, se empeña en imaginar a Margaret Forster tal y como la conoció cuando la descubrió con The Memory Box allá por el año 1999-2000, es decir, con el aspecto de la foto de arriba. Y sin embargo los años pasan y Margaret Forster ahora ya no tiene ese aspecto - que era el que tenía en mi sueño y que mi subconsciente también recreaba de maravilla, con sus arruguitas alrededor de los ojos y todo cuando yo esperaba respuesta a lo de la dirección - sino que el aspecto actual de Margaret Forster es este.
La interpretación del sueño que hago es una invitación de mi subconsciente a leer algo de Margaret Forster en breve. Por mí, perfecto.
De Margaret Forster he hablado aquí y allá en el blog, pero en particular:
- Georgy Girl, con una foto de mi colección de libros suyos en el momento (ahora tengo, como mínimo, uno más, el último, Isa & May).
- Is There Anything You Want?
- Keeping the World Away.
- Su estudio.
Estoy pensando que algún día tengo que hacer un repaso y un pequeño comentario del resto de sus libros que he leído. Creo que entonces quedaría más claro lo MUCHO que me gusta Margaret Forster y, quizá, sólo quizá, contribuyese a explicar un poco cómo es que he soñado dos veces con visitar su casa y conocerla a ella.
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jueves, 9 de diciembre de 2010
Bizcocho de pistachos
No era mi intención desaparecer del mapa después de las velas de adviento y no es que me haya tragado la tierra estos días, sino que simplemente me ha engullido el sofá y la vaguería ha llegado a niveles insospechados. Fue una reclusión casi obligada después de que el lunes nos aventurásemos por calles céntricas y, un año más - no aprendemos - saliéramos de ellas escarmentados y con un sentimiento de odio profundo hacia la humanidad, sobre todo cuando se mueve en masa y se olvida de que se puede caminar a más de un paso por minuto. La idea era ir a una exposición que resultó estar cerrada (con lo cual el día ya comenzó mal) y luego pasarnos por la Feria de Santa Lucía (sólo conseguimos atravesar un pasillo sin ver nada más que los abrigos de la gente que nos rodeaba y con la señora que nunca puede faltar en las aglomeraciones: aquella que te va empujando en los riñones todo el tiempo). En cuanto pudimos salir nos alejamos sin mirar atrás; ya volveré yo algún día en que el planeta haya decidido concentrarse en otro punto. Después de eso Manuel hizo una escapada a la exposición temporal del MACBA y yo, sin muchas ganas (pero es que la exposición del MACBA tampoco me decía gran cosa), me di una vuelta por algunas tiendas en busca de inspiración y no la encontré. A comer y a volver a casa. Y después de eso nos alejamos voluntariamente del mundanal ruido, cuyo mejor refugio son el sofá y la manta y las palabras sosegadas de Nella Last.
Así que con tanta vaguería el lunes - y el martes y el miércoles - me dejé sin poner la repostería del sábado. Hoy pongo remedio a la situación y presento en sociedad nuestro bizcocho de pistachos.
La semana pasada, antes de dar con la tarta del diablo, Manuel le había echado el ojo al bizcocho de pistachos, pero como yo no recordaba si la crema agria que llevaba era la que se hacía a base de yogur griego o no (sí que lo era), lo dejamos en reserva para confirmarlo. Una vez comprobado que se podía hacer en casa, no hubo dudas - ah, qué maravilla - respecto a la repostería de esta semana.
Y la verdad es que fue una repostería muy acertada porque sale un bizcocho riquísimo. La única pega que le pongo es lo de pelar tropecientos pistachos y dejarse los dedos por el camino. Pero el resultado final, con el sabor en el paladar y la sensibilidad de los dedos recuperada, es muy bueno y ligerito.
Al final, eso sí, resultó como siempre que nuestra comprensión lectora con las recetas es más bien baja, ya que la crema agria no es tampoco imprescindible, ya que es por si se quiere poner relleno. Y al final el relleno que hicimos tampoco fue el que pedía la receta exactamente, ya que la receta mezclaba la crema agria con crema de limón. Estuvimos dudando si salir a por algún yogur de crema de limón o similares pero al final optamos por ver qué tal estaba la crema agria sola y, si no estaba mala, dejarla así. Efectivamente no estaba mal, sabía más que nada a yogur, así que renunciamos a la crema de limón. Lo que no hicimos fue lo de abrir la tarta y untarla entera, ya que luego, si dura días - como es nuestro caso - el bizcocho va absorbiendo la humedad y poniéndose correoso. Así que dejamos el bizcocho por un lado y el relleno por otro y a untarse cada uno su trozo antes de comerlo. Mucho mejor.
Y lo cierto es que el bizcocho sin relleno estaba muy bueno, pero el relleno le daba un toque fresquito y diferente muy agradable, incluso si era un relleno que nos habíamos sacado de la manga nosotros. Estaba muy rico.
Así que seguro que repetiremos porque fue un pequeño gran éxito.
Y no me olvido de la película clásica del domingo, esta vez muy, muy conocida: Adam's Rib (La costilla de Adán), de 1949. Poco se puede decir que no se haya dicho ya y siempre es un placer reencontrarse con Katharine Hepburn (con Spencer Tracy también, pero le conozco mucho menos). Desde el domingo, eso sí, nos dan ataques espontáneos de Farewell, Amanda.
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domingo, 5 de diciembre de 2010
Dos velas
Siguen las velitas, claro, y hoy los angelitos ya empezaban a sobrevolarlas despacito, aún sin demasiado tintineo. Pero con o sin tintineo, me encanta el "ritual".
Como todo, es probable que si tuviera que encender una velita más cada domingo de los 52 que tiene el año, al final acabaría harta de las velitas y el tintineo (con la potencia de las 52 velas encendidas casi podría montar un tiovivo, eso sí) y medio ciega por el resplandor que producirían. No es una reflexión de ahora mientras escribo, es uno de los pensamientos profundos (ejem) que se pasaban por mi cabeza con todo lujo de detalles (cómo de alta tendría que ser la primera vela para aguantar 52 encendidos, etc.) mientras contemplaba las dos velitas hace un rato.
El calendario de adviento - como pasa muchas veces - me descubre que los dibujitos de cada ventanita son casi más monos que los de fuera. Eso sí, antes de abrir la ventanita de cada día, me siento como una señora que no se ha traído "las gafas del cerca" porque los números están impresos muy levemente sobre el dibujo, así que aparte del entretenimiento clásico de buscar el numerito del día yo tengo el entretenimiento (por decirlo de alguna forma) añadido de dejarme los ojos y tratar de dar con el número (mientras la voz de la señora de "las gafas del cerca" suena en mi cabeza). Sin ir más lejos digamos que ayer - día 4 - por error me fastidié la sorpresa del día 17.
Menos mal que a contar las cuatro velas sí que llego.
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viernes, 3 de diciembre de 2010
Ideal
"¿Te acuerdas del chocolate de Nueva York?" "¿Te acuerdas de que aún tienes chocolate sin abrir en el frigorífico?" "¡¿Sigue ahí el chocolate de Nueva York?!"
Ya hablé del "síndrome del último" hace tiempo y mencioné que el chocolate Hershey's de Cookies'n'Creme esperaba turno. Y esperaba y esperaba y esperaba. Y yo nunca terminaba de encontrarle el hueco ideal en el tiempo y en el estómago. Así que Manuel de vez en cuando al abrir el frigorífico y mirar arriba del todo exclamaba las frases de arriba.
Primero me amparé en que esos que retiran sus productos de chocolate del mercado en los meses de calor (los de Kinder, Ferrero Rocher y demás) hacen bien, porque el chocolate con el calor parece que apetece menos. Después se fue el calor y ya no tuve en qué ampararme, simplemente en que ya lo tomaría a su debido tiempo.
Entre tanto, además de la Coca Cola de vainilla, también me acabé los jelly bellies. Curiosamente fue un acabado muy sosegado: llegué al último caramelito y me lo zampé sin más miramientos. Estaba buenísimo.
El otro día después de comer me había reservado un rato de sofá, manta y lectura y me apetecía algo dulce. Habrá quien diga que ya comemos suficiente dulce con la repostería de los fines de semana, pero de verdad que el resto de los días, salvo por excepciones, son bastante "amargos" en ese sentido. Así que ahí estaba yo, pensando que no había nada hasta que recordé el chocolate y ese fue realmente el hueco ideal. Me partí unas oncitas, envolví el resto cuidadosamente (con un poco de suerte no dejaré que se vuelva a eternizar en el frigorífico, pero quién sabe, y el chocolate blanco "coge sabor" muy fácilmente si no se envuelve muy bien), me volví al sofá y ¡oh! cómo lo saboreé. Una pena que Manuel no estuviera para presenciar el ansiado momento en que yo empezaba la tableta neoyorquina. Hice fotos para dejar constancia y luego le enseñé la tableta abierta en el frigorífico también.
Viendo la foto de arriba, por cierto, luego recordé que Nella Last, por alguna conexión extraña está vinculada al Hershey's de Cookies'n'creme en este blog. Sólo hay que ver esta entrada antigua y sus dos fotos (y casi las mismas fechas). ¿Quizá fue ella la que dio pie a la conexión mental?
En fin, una delicia de ratito, en la mejor de las compañías para el estómago y para la mente.
Publicado por Cristina en 10:25 10 comentarios
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