lunes, 29 de septiembre de 2008

A Tree Grows in Brooklyn (Un árbol crece en Brooklyn), de Betty Smith

Cuando hace unos días seleccioné A Tree Grows in Brooklyn (Un árbol crece en Brooklyn), de Betty Smith como nueva lectura, Manuel dijo algo así como que últimamenmte mis lecturas eran un poco "monotema", pero, sinceramente, ni él ni yo misma sabíamos de qué iba el libro más allá del título y unos pocos breves resúmenes.

Lo que yo sí sabía es que hace unos meses había empezado a leer críticas muy buenas del libro recién publicado en español. Aquí no lo encontraba en versión original así que lo anoté mentalmente para Nueva York. Y en Nueva York me hubiera olvidado de no haberme topado con él. Lo compré, claro.

Y, la verdad, es uno de esos libros que gustan y que sientes no haber leído antes (no sé si a todo el mundo le pasa eso, pero a mí cuando me gusta un libro "antiguo" siempre me gustaría haberlo leído antes; me da pena haberlo ignorado - a propósito o no - tanto tiempo). Ayer el día completo fue de esos en los que te cuesta levantar los ojos del libro y que, mientras no lees, sólo puedes pensar en cuándo podrás retomar la lectura.

Y eso que las buenas críticas hasta cierto punto resultaron un poco contraproducentes. Esperaba abrir un libro que me encantase y atrapase desde la primera página y lo cierto es que al principio no le veía mucha gracia, tampoco es que estuviera mal ni nada, sólo que era normal. pero son sólo unas páginas normales, unas páginas que de entrada y después de tantas alabanzas no me dijeron mucho, aunque toman mucho más sentido cuando el libro termina. Pero de repente la historia cambia de ritmo, de época, de tiempo, de estilo y entonces se pone a la altura (o incluso por encima aun) de las críticas leídas. Es muy triste y es muy divertido y a veces es las dos cosas al mismo tiempo.

Como dice la introducción de mi edición, A Tree Grows in Brooklyn (Un árbol crece en Brooklyn), es de esos libros que no se resumen con una frase o con un párrafo. Es insulso decir que cuenta la vida de Francie Nolan, una niña pobre que vive en el Brooklyn de principios del siglo XX. Porque es mucho más... lo es todo, es la vida, el mundo, vistos por esa niña que se propone leer todos los libros del mundo y a la que vemos crecer. Hay que leerlo y disfrutarlo para saber de qué va.

Francie Nolan está hecha de la madera de las heroínas de ficción que no se olvidan: Anne Shirley sobre todo, pero también Jane Eyre, Jo March... Pero Francie Nolan tiene más de real que las otras puesto que A Tree Grows in Brooklyn (Un árbol crece en Brooklyn) es una autobiografía velada de la autora. Es imposible saber qué detalles son reales y cuáles no, pero en líneas generales la vida de Betty Smith y la de Francie Nolan son bien parecidas, aunque Betty Smith dijo que lo había contado, no como fue, sino como debería haber sido.

En este sentido me recordaba mucho, a pesar de tener lugar antes, a Angela's Ashes (Las cenizas de Ángela), de Frank McCourt.

Como digo, no sabía de la existencia del libro hasta hace unos meses, pero en Estados Unidos es todo un clásico. La primera película de Elia Kazan (que fue compañero de Betty Smith en Yale) de hecho está basada en esta novela: A Tree Grows in Brooklyn se rodó sólo dos años después de que el libro se publicase - y fuera un éxito de ventas - en 1943 (tal fue el éxito que se publicó una edición especial de bolsillo para los soldados que iban al frente). En España por lo visto se tradujo como Lazos humanos (y sin embargo ahora el libro se publica de nuevo como Un árbol crece en Brooklyn, qué confuso).

Conclusión para quien sé que está indecisa con este libro: que sí, que merece (mucho) la pena.

domingo, 28 de septiembre de 2008

Alphonse Mucha. Seducción, modernidad y utopía

Ayer logramos el objetivo de ir a ver la exposición del Caixaforum de Alphonse Mucha. Y bien que mereció la pena. Nos gustó muchísimo, como era de esperar. Pero también nos sorprendió ver las joyas que diseñaba y, sobre todo, el hecho de que no siempre pintara así, sino que tenga otro tipo de cuadros nada parecidos. Cuando, como es mi caso, pintar algo se considera todo un logro, la idea de pintar bien en más de un estilo es ya una proeza absoluta y sorprendente.

Todo el tiempo mientras veíamos los cuadros en el estilo más conocido tenía la sensación de que me recordaban a algo... y por fin di con que me recordaba a Carl Larsson. Larsson es mucho más naïf y todo lo que se quiera, pero será el trazo o seré yo, pero veo puntos en común. Sobre todo cuando vi a la niña de este cuadro, que era Larsson auténtica. Y de hecho, lo acabo de mirar, Larsson va antes que Mucha en el tiempo.

Lo que veo también es que este cartel de Amatller que ya me gustaba mucho antes de saber que era de Mucha es prácticamente igual - en cuanto a pose - que el que puse aquí cuando descubrí lo de la exposición. Soy de gustos fijos.

La confesión es que entré a la tienda antes de ver la exposición, no me pude resistir. Y, pese a la cantidad enorme de objetos tentadores, tanto relacionados con la exposición como no relacionados, "sólo" salí con unas cuantas postalitas, puntos de lectura y lápices de recuerdo. Dejé, con pena, el descubrimiento de una biografía de Virginia Woolf en libro infantil monísimo: Virginia Woolf, la escritora de lo invisible.

Muy recomendable, tanto por la exposición en sí como por la presentación. La iluminación y la distribución son originales y el invento del librito que puedes ir consultando cuando ves los cuadros me pareció todo un invento.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Noche de viernes: Lost in Austen

Desde hace cuatro semanas el mundo está dividido en gente a la que le ha gustado Lost in Austen y gente a la que no. Yo soy de las que están a favor, muy a favor. Ayer, cuando terminamos de ver el último capítulo, y concluí que me había gustado, Manuel me felicitó por ser menos purista de lo que aparento. Claro que luego me lanzó la pregunta de si diría lo mismo si se hiciera algo similar con las Brontë* y yo respondí que sí, pero no me creyó. Yo sí me creo a mí misma, que por algo Lost in Austen me recordaba mucho a los libros de Jasper Fforde y esos libros me encantan.

Muchos de los que se quejan dicen que no es justo que esta serie tenga cuatro episodios para contar una historia "simple" mientras que las adapaciones de la ITV para la Austen season de historias más complejas no tuvieron ni la mitad. A mí esto me parece un poco mezclar las churras con las merinas. Quitarle tiempo a esta no significaría poder dárselo a las otras automáticamente.

La polémica serie cuenta la historia de Amanda Price, una londinense del siglo XXI cuya novela preferida es Orgullo y prejuicio. De repente, un día, oye ruidos en su cuarto de baño y se encuentra que de una puerta que hasta entonces no sabía que era una puerta sale nada más y nada menos que la mismísima Elizabeth Bennet**. La segunda vez que se ven, Elizabeth le cierra la puerta a Amanda y la deja encerrada en Longbourn mientras ella se queda en el Londres moderno. Así que Amanda trata por todos los medios de conservar intacta una historia que se ha quedado sin protagonista. Misión imposible, claro (Amanda, cuando la historia se tuerce más y más: "¿Oyes eso, George? Brrrrrr... Es Jane Austen retorciéndose en su tumba como un gato en una secadora").

La base, así contada, ya me gustaba de por sí, pero es que los toques de humor no tenían pérdida. Nos reímos muchísimo con algunas cosas, algunos comentarios de Amanda (sándwiches, luces de neón) que dejan perplejos a los personajes de Orgullo y prejuicio. Amanda, a pesar de adorar la novela, no termina de adaptarse (y si no sólo hay que verle el pelo) y mete la pata con frecuencia. Escenas estelares para mí fueron el momento Downtown (lo que me reí con eso) y, sobre todo, el momento "postmoderno" de Darcy. Hubo muchos más, pero sólo por esos dos la serie merece la pena.

La serie es la primera que no se toma a sí misma muy en serio, que se ríe de, con y para los espectadores. Después de tropecientas adaptaciones Austen que se consideran - acertadamente o no - lo mejor de lo mejor, creo que hacía falta esto.

Mi única pega fue el último episodio, que vimos anoche. Era muy acelerado, todo solucionándose de golpe y sin apenas dejar hueco para respirar. Por no hablar del final, que aunque supongo que es lógico no me terminó de gustar y me dejó un sabor un poco amargo. Pero por otra parte, ver a Darcy y a Elizabeth Bennet en una casa moderna (Amanda: "Elizabeth Bennet me acaba de dejar su móvil") fue buenísimo.

Para mí ha sido una sorpresa muy agradable y no entiendo por qué a otros fans de Austen no les ha parecido lo mismo. No termino de entender qué tiene para no gustar. ¿Que no es Jane Austen? Eso ya lo sabíamos.

* Lo que nos llevó a pensar que las novelas Brontë no son tan acogedoras. Lockwood demostró que es mejor no visitar Cumbres borrascosas, en Thornfield corres peligro de salir ardiendo, en Shirley es probable que acabes convertido en ludita, por no mencionar siquiera La inquilina de Wildfell Hall. Conclusión: que si encuentras una puerta en tu cuarto de baño que te lleva a una novela Brontë, reza para que sea Agnes Grey o Villette o The Professor.

** Interpretada por Gemma Arterton, a quien veremos desde el próximo viernes en la nueva adaptación de Tess de la BBC que ya se está emitiendo y que tiene buena pinta. Es la nueva chica Bond, también.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Otoño

Aprovecho que se ha puesto oscuro por momentos, que hace fresquito y que, de hecho, está lloviendo con ganas para escribir sobre el otoño como el año pasado*.

Este año ha habido que abandonar la ropa de verano antes que el año pasado, mucho mejor. Y con ese ritual he retomado el resto de costumbres del tiempo de no-calor, impensables - y prácticamente imposibles - durante el verano.

Ha vuelto el té de la tarde. El de la mañana - el Yorkshire tea - se mantiene haga el tiempo que haga, pero el de la tarde - el de los experimentos y tés raros - con el calor se cambia por una lata fresquita de Coca Cola. Qué maravilla volver a tomar el té blanco de vainilla, el té de arandanos azules o, la última adquisición que casi no pude saborear por culpa del calor: el té de vainilla y ruibarbo. Entre otros, claro.

También han vuelto las batatas. A Manuel no consigo engancharle y, de hecho, cuando compré las primeras aún hacía calorcillo así que a los dos nos extrañó un poco, pero yo fui incapaz de dejarlas allí. Por suerte, para cuando las hice había refrescado y se tomaban con gusto. Este año las hago en el horno y quedan mucho más ricas que en el microondas. Una delicia incomprendida.

Dentro de poco - con suerte - habrá que sacar la mantita para leer en el sofá, poner la colcha de invierno para leer en la cama. Y un día de estos volveré a sacar del cajón ese punto de cruz que estaba a punto de acabar (o eso dije durante semanas sin nunca conseguirlo) y que con el calor no pude continuar. Incluso esa telilla era desagradable sobre la piel.

Hoy para comer hago la primera sopa de mi vida.

* Y con esa búsqueda me he dado cuenta de que este blog cumplió un año hace tiempo. Aprovecho esta letra pequeña para dar las gracias a las 11.010 visitas que han pasado por aquí en este tiempo.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Mercè 2008

Nuestra visión de los eventos de la Mercè de este año, entre unas cosas y otras, ha sido un poco limitada. Ayer por la tarde llegamos a la Plaza de Cataluña y pululamos un rato de "actuación" en "actuación". La pena era que - típico - cada vez que llegábamos a una se terminaba.

Bajar por Las Ramblas fue toda una aventura, menudo gentío. Y luego callejear un poco, tomar un delicioso helado de Planelles Donat y, aunque no sea típico de la Mercè para la mayoría de la gente para nosotros sí que lo es: acabar en el Starbucks de Via Laietana para hacer tiempo hasta que llegue el desfile de Gigantes y cabezudos. Ayer el Starbucks parecía recién desprendido del Polo Norte, pero aguantamos en nuestros sillones hasta que se hizo la hora de salir a seguir curioseando.

Me dio la impresión de que el desfile este año acabó bastante más tarde que otros; malo para los muchos niños que había y que hoy tendrían colegio y malo para mí que no pude hacer ni una sola foto en condiciones. De hecho nosotros no nos quedamos hasta el final (una pena perdernos los trabucos) pero lo que vimos estuvo muy bien. Los cabezudos están un poco de capa caída, pero los gigantes me siguen pareciendo espectaculares, más los antiguos que los modernillos. Nos lo pasamos bien, mejor desde luego que la pobre voluntaria que no conseguía que la gente se quedara detrás de la raya blanca.

Lo único que no entiendo de la Mercè es que no tenga dulce asociado. En Madrid todas las fiestas tienen su dulce.

En fin, un par de vídeos algo oscuros pero mucho mejores que cualquier foto de las que hice. Lo mejor de los dos está hacia el final.



martes, 23 de septiembre de 2008

The Suspicions of Mr Whicher (El asesinato de Road Hill), de Kate Summerscale

No leo demasiadas novelas policiacas. No por nada, no le haría ascos, por ejemplo, a Agatha Christie, pero cuando es cuestión de "muchos libros y poco tiempo" me decanto por otro tipo.

Pero el 1 de junio de este año, El País Semanal traía un artículo que yo, de lo más apañada, al verlo interesante recorté y me llevé para leer mientras esperábamos a que empezara el concierto de Bon Jovi. Y eso hice, y aunque el autor del artículo destripaba el libro (grrr), la historia me pareció igual de fascinante. Así que fue uno más para mi lista: The Suspicions of Mr Whicher: or the Murder at Road Hill House (El asesinato de Road Hill) , de Kate Summerscale. El artículo de El País era precisamente por la publicación de la novela en español como El asesinato de Road Hill.

Así que en el aeropuerto de Heathrow, donde ahora está de moda que anuncien tu puerta de embarque con el tiempo bastante justo para que mientras, como ellos dicen abiertamente, compres, eso hice yo. Pero en lugar de aprovechar la oferta de 2 libros por 20 libras, compré Kate Atkinson a la ida y este a la vuelta.

Y a pesar de la no-oferta fue una buena compra. El libro no es una novela policiaca como las de Agatha Christie porque se trata de un caso real y, podría decirse, del caso real que prácticamente sentó las bases de la novela policiaca tradicional. La mañana del 30 de junio de 1860, un niño de cerca de 4 años, Saville Kent, aparece muerto en la casa de una de las familias de mejor reputación del pueblecito de Road (ahora Rode). Desde el principio el caso cuenta con contradicciones, misterios, intrigas y secretos familiares que van saliendo a la luz, todo ello seguido muy de cerca por la prensa en un despliegue sin precedentes.

No se trata, precisamente, de que hasta entonces este tipo de crímenes fueran poco comunes, como demuestra Kate Summerscale, pero lo que sí resultaba poco corriente era el tipo de familia en que se había producido. Los Kent eran aparentemente la familia modelo victoriana por excelencia: comedida, de vida interior, respetables... y de repente están en el punto de mira de todo el país y sólo hay que tirar un poco del hilo para que los asuntos un tanto turbios empiecen a asomar.

A eso hay que sumarle que se acababa de crear el primer cuerpo de detectives británicos de la historia, un grupo que despertaba tanta admiración como repulsa en plena época victoriana, donde la intimidad era poco menos que sagrada. Jack Whicher es uno de los detectives estrella, resolviendo casos con soluciones que ni de novela... y de hecho los primeros detectives ficticios le deben mucho a Whicher.

Whicher llega a Road dos semanas después del asesinato y se encuentra no sólo que las posibles pistas ya están borradas, sino que además la policía local no se alegra precisamente de su llegada. A pesar de todo Whicher da con la solución, señala al culpable, pero no tiene forma de demostrarlo claramente y, de hecho, su "fracaso" en este caso en boca de todos, se considera tan estrepitoso que su brillante carrera se acaba prácticamente del día a la mañana.

Kate Summerscale no sólo no te deja soltar el libro para saber qué pasó realmente (y eso que, insisto, yo ya sabía quién era) sino que de forma muy amena va entremezclando tanto situaciones ficticias tomadas o inspiradas o que ayudan a entender este caso de los libros de Wilkie Collins (The Moonstone (La piedra lunar) le debe muchísimo al asesinato de Road Hill), otras novelas policiacas de la época y cartas de Dickens, a quien el caso interesó muchísimo y cuya novela inacabada,The Mystery of Edwin Drood, parece deberle también mucho. Y todo ello aderezado con situaciones, asesinatos, robos y todo tipo de "aventuras" de los bajos fondos victorianos que no sólo resultan imprescindibles para poner en contexto el asesinato de Road Hill sino que dan una imagen de la Inglaterra victoriana poco vista y poco conocida (todo esto fue antes de Jack el destripador).

El libro no concluye, como las novelas policiacas, cuando se descubre al malo. En este caso seguimos las andanzas de la familia Kent hasta el final y hasta el final siguen igual de interesantes.

Me ha gustado muchísimo este libro y no me extraña que Kate Summerscale se llevara las 30.000 libras del premio Samuel Johnson de no-ficción que entrega la BBC Four. La investigación que hay detrás, las búsquedas, las referencias, etc. son impresionantes y ayudan a contar una buena (y bastante espeluznante) historia mucho mejor aun.

Más información:

- Kate Summerscale lee un fragmento de la novela.
- Kate Summerscale habla del libro en YouTube.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Spamalot

El evento del viernes era Spamalot, claro, y mi cuarta visita al Teatre Victoria (Grease, dos veces Boscos Endins y ahora esta). Basado (más o menos) en Los caballeros de la mesa cuadrada de Monty Python (que no he visto), adaptado originalmente por uno de los miembros de Monty Python (junto a otra gente) y dirigido aquí por Tricicle, era difícil que la risa no estuviera asegurada. No éramos los únicos que lo pensaban, porque en el teatro no quedaba ni una butaca vacía.

Y desde luego nos lo pasamos en grande. Hay situaciones en las que la adaptación es más libre que fiel al original, para conseguir risas locales, pero están bastante conseguidas y no desentonan. Además la obra termina siendo tan surrealista que cabe esperar cualquier cosa. No hay detalle que no lo sea: las conversaciones, los decorados a veces, las situaciones, las canciones y las letras, y todo ello cuidado al detalle. La conversación (por llamarlo de alguna forma) con los franceses, la canción de Robin, La canción que hace así (ese es el título) y muchas más son buenísimas.

La sorpresa me la llevé cuando descubrí que uno de los príncipes de Boscos Endins ahora trabaja aquí como el caballero Galahad. De hecho, yo no le había reconocido hasta que soltó un "¿ah, síiii?" con el mismo tono graciosísimo con que lo pronunciaba en Boscos Endins.

El musical es en castellano así que puede ser que luego vayan de gira y/o lo lleven a Madrid. En Barcelona, en Madrid o en Broadway recomiendo ir a verlo. De muestra, y para poner los dientes largos, un vídeo de la presentación, con fragmentos de Todos para uno, Busca el lado bueno de vivir (Always Look on the Bright Side of Life) y La canción que hace así.

domingo, 21 de septiembre de 2008

En la Feria del Libro Antiguo (etc.)

Me llevé el paraguas a la Feria del libro antiguo porque no las tenía todas conmigo sobre si al final caería o no un chaparrón. Me libré de la lluvia casi por los pelos.

Con lo que me llevé una pequeña desilusión con la Feria de este año. La narrativa, que en realidad es lo que más me interesa de esta feria, escaseaba. La mayoría de los puestos vendían libros muy modernos y ya de por sí muy baratos todavía más baratos (si no cómo se explica que Happy Books tenga puesto propio). No me interesan los cursos de yoga, ni las comidas del mundo, o al menos no eran lo que iba buscando. Libros antiguos sí que había, ediciones bonitas de piel de autores conocidos, Crisoles, libros de colegio antiguos, libros de temas - de nuevo - muy especializados... esos están bien para mirar y, quizá, darse un capricho, es cierto.

Pero del año pasado también recordaba puestos con muchísima literatura moderna y era lo que me esperaba. A duras penas encontré nada. Este puesto de la foto, con su precioso ramo de girasoles, fue el único que hizo caja conmigo, y sólo de rebote, ya que al pasar por él vi que tenían El hombre sentimental, de Javier Marías y, en vista de la decepción que me estaba llevando, pensé que si cuando hubiera visto todos los puestos no había encontrado nada más volvería y lo compraría. Y eso tuve que hacer. Vi alguna que otra curiosidad, pero nada me interesó tanto como para comprarlo.

Me gustó, eso sí, la carpa pequeñita con los libros infantiles y juveniles expuestos.

Así que de ahí me fui a La Central de la calle Mallorca y para resarcirme me llevé The Bookshop, de Penelope Fitzgerald, que de un tiempo a esta parte no oigo más que hablar maravillas de él. Para cuando llegué al Starbucks donde había quedado con Manuel caían gotitas que, sentada en un cómodo sillón, vi convertirse en un chaparrón en condiciones.

Y de ahí a cenar y al evento del día... pero eso para mañana.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Alphonse Mucha

Esto empieza a parecer la Guía del Ocio, pero es que me acabo de enterar de que la exposición de Alphonse Mucha - Alphonse Mucha (1860-1939). Seducción, modernidad y utopía - que estuvo en el Caixaforum de Madrid llega hoy a Barcelona hasta enero.

¿Quién se resiste a ver imágenes Art Nouveau como esta de aquí al lado en vivo y en directo? (Nota: es posible que esta misma no esté, claro, me refiero al estilo).

Tengo que hacerle un hueco en la agenda YA. Además justo ayer o antes de ayer le decía a Manuel que hacía tiempo que no me daba una vuelta por la tienda Laie del Caixaforum (donde encontré a Jane y a Virginia la última vez). Ahora tengo una excusa cultural y perfecta para ir.

Por otra parte, qué susto esta mañana cuando amaneció tan nublado, ya pensaba que la Feria del Libro Antiguo atraía la lluvia tanto como la Fera del Libro de Madrid el día de la inauguración. Pero ahora hace un sol espléndido así que si nada lo impide esta tarde los libreros harán caja conmigo.

jueves, 18 de septiembre de 2008

57 Fira del Llibre d'Ocasió Antic i Modern

Mañana empieza, hasta el 5 de octubre, la Feria del Libro Antiguo (etc.) del Paseo de Gracia. Y ahora me entero de que es la feria callejera más antigua de toda Europa.

Me gusta el cartel de este año, de la diseñadora de Las tres mellizas, ya que este año está dedicado a los libros infantiles y juveniles en Cataluña en los siglos XIX y XX. Muy interesante.

Con un poco de suerte mañana podré hacer un hueco para acercarme y curiosear largo y tendido. En principio - después de haber conseguido mis tres Crisoles y esperando a que la obra completa de Carmen Martín Gaite me la den de forma fácil - creo que no tengo nada que buscar, pero sería bastante raro que volviera a casa con las manos vacías (de Javier Marías hay muchos que no tengo, ahora que lo pienso. Hmmm.)

Me pregunto si este año aún les quedarán libros de Joaquín...

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Lehman Brothers

No lo puedo esconder: la culpa de la crisis mundial es mía. Es bien sabido que en cuanto le echo el ojo a algo, ese algo tiende a desaparecer de la faz de la tierra.

Pues bien, desde nuestro hotel neoyorquino veíamos el edificio de Lehman Brothers y a mí me encantaba. Las plantas bajas estaban recubiertas por una pantalla gigante que salvaba los huecos de las ventanas y encima de eso había una cristalera con un mapa del mundo que informaba de la hora y del día. En unos días en que no sabíamos en qué día vivíamos (sólo cuántos días nos quedaban), estaba bien mirar por la ventana y enterarse. Y mirar el reloj era casi hipnótico. Yo lo miraba todo el tiempo cuando estábamos en la habitación y creo que dije unas mil veces lo mucho que me gustaba.

Y ayer Lehman Brothers se hundió: después de haber superado la crisis del 29, la depresión, el 11 de septiembre (tenían oficinas en el WTC) no pudieron resistir que yo dijera que me gustaba su edificio. Como dice Manuel, mis poderes empiezan a dar mucho miedo.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Apple of My Eye, de Helene Hanff

Helene Hanff es más que nada conocida por su excelente libro epistolar 84 Charing Cross Road (en español), pero lo cierto es que escribió unos cuantos libros más y, cuando fuimos a Nueva York, ya que era su ciudad (de residencia, no de nacimiento), yo iba con la idea de intentar encontrar alguno. Al final sólo conseguí uno, pero creo que es el más apropiado: Apple of My Eye, aunque también tiene uno llamado Letter from New York.

Escrito en 1976 y revisado en 1988, es una especie de making-off de un libro (que nunca se nombra) de fotos de Nueva York para el que ella tenía que escribir el texto. Apple of My Eye empieza en el momento en que recibe el encargo y sigue con una Helene Hanff que - como ya se sabía - adora Nueva York pero descubre que no está nada puesta en lo que a sitios turísticos se refiere: Wall Street, la estatua de la Libertad, la Bolsa, el Empire State, Times Square son todos sitios en los que Helene Hanff nunca ha estado o sólo ha estado en contadas ocasiones. Así que, junto a su amiga Patsy Gibbs, se dedica a dar vueltas por el Nueva York más turístico, siempre incluyendo pequeños lugares con encanto de esos que conocen mejor los lugareños que las guías turísticas. Confirma el tópico de que, aunque se viva en Nueva York, en Londres, en Madrid, en Barcelona o donde sea, aunque se adore la ciudad y crea conocerse bien, hay sitios que, por estar tan cerca, simplemente nunca se visitan. Es como aquel episodio de Friends en que Monica y Chandler hacen de guías turísticos y Chandler vuelve encantado con lo que ha visto de Nueva York, cargado de souvenirs de su propia ciudad.

El texto original tiene treinta años y, como Helene Hanff dice, Nueva York es una ciudad que está en constante cambio (de ahí que hubiera que revisarlo al cabo de 12 años). Efectivamente, hay bastantes cosas que ya no están como ella las cuenta, sobre todo los sitios con encanto que son menos para turistas y más para los residentes. Los grandes sitios turísticos siguen, en gran medida, como estaban. Quizá lo más impactante del libro es que cuando se escribió las Torres Gemelas estaban recién construidas, eran dos moles que los neoyorquinos - según dice Helene Hanff - miraban con recelo, y que acababan de desbancar al Empire State como edificios más altos de la ciudad. Helene Hanff y Patsy Gibbs - ambas con un tremendo miedo a las alturas - se aventuran (¡dos veces!) al mirador, y descubren que les encanta a pesar de todo. Describe los interiores con todo detalle y leerlo todo ahora, sabiendo lo que pasó, deja un sabor bastante amargo. (El Empire State es de nuevo el edificio más alto... por el momento).

Cuando escribió el libro, Nueva York se acababa de declarar en bancarrota. Como ella cuenta al principio, todo un departamento, con todos sus trabajadores, se había cerrado y todo el trabajo - y ningún fondo - había recaído sobre su amiga Arlene, que trabajaba para el alcalde y tenía que compaginar las tareas y conseguir financiar todos los eventos de la ciudad. Es casi - con pocos años de diferencia - la ciudad que conoció Carmen Martín Gaite (que estuvo allí en 1980-1981). Es una ciudad muchos menos segura que la de hoy, y con zonas mucho más oscuras, como por ejemplo la zona de nuestro hotel: Times Square, Broadway y aledaños (Helen Hanff habla de ello un poco) que luego se ha ido renovando y limpiando hasta ser mucho más transitable.

Helene Hanff disfruta hablando de Nueva York y las conversaciones entre ella y Patsy, también gran amante de la ciudad, son divertidas e interesantes. Helene Hanff no esconde lo que le gusta y lo que no: ADORA (sí, con mayúsculas) Central Park, y odia el Met por quitarle terreno al parque cada vez que deciden ampliarlo. Rebusca la historia inicial de Nueva York (cuando aún era Nueva Ámsterdam) entre los rascacielos ultramodernos y habla de tiendas, de librerías, de bibliotecas, de autobuses turísticos y transporte público con verdadera pasión (tanto en lo bueno como en lo malo).

Cuando habla de Central Park es una maravilla, casi como visitar el parque de nuevo. Dos de las cosas que más siento haberme dejado en el tintero son las estatuas de Alicia en el País de las Maravillas y de Hans Christian Andersen (y eso que, cuando lo leía, recordé que en nuestra mañana en Central Park hablamos de ver la estatua pero - oops - se nos olvidó). También la descripción de Ellis Island, recién abierta al público por entonces, es muy tentadora. Es sobre todo en Central Park, aunque no únicamente, donce queda claro que a los neoyorquinos les gusta tanto su ciudad que hacen todo lo posible por mejorarla. No sólo en ese momento de bancarrota, sino antes y también después, neoyorquinos de renombre y neoyorquinos anónimos trabajan solos o acompañados para poner granitos de arena que beneficien a todos: un espíritu que impresiona y que deja huella.

Helene Hanff escribe con su estilo inconfundible: anécdotas, comentarios divertidos, historias increíbles y los mejores consejos para moverse por Nueva York hacen que el texto sea muy ameno y que el libro, pese a sus treinta y pico años y algún que otro desfase, me parezca una lectura imprescindible antes de ir a Nueva York (aunque yo lo haya leído justo después y me haya puesto los dientes largos en muchísimas cosas). Y, aunque no se vaya a ir a Nueva York, sólo por pasar un rato con Helene Hanff la lectura merece la pena. Además, Nora Doel, la mujer de Frank Doel, trabajador de la librería Marks & Co. en 84 Charing Cross, tiene una brevísima mención.

La revisión del texto de 1988 se hace a través de asteriscos en el texto principal y una serie de posdatas al final, donde se habla de los cambios, mejoras y meteduras de pata que sucedieron en los 12 años transcurridos. La nota triste es el "in memoriam" que nos informa de que sólo a los cuatro años de la publicación del texto original, y con 47 años, Patsy Gibbs había muerto, por lo que nos quedamos sin su voz en la segunda parte del texto, cosa que se nota, pese a la aparición de otros amigos de Helene Hanff.

Una nota sobre mi edición: creo que mi libro tiene un mapa del tesoro o algo similar. Lo compré de segunda mano en Strand y, hasta que el otro día lo empecé a leer, no me había dado cuenta de que en el índice toponímico del final, donde pone Saks, 74, alguien ha añadido en boli azul: 68, 24, 55, y en ninguna de esas páginas se menciona ni en profundidad ni de pasada Saks. (Sí que es cierto que de pasada se menciona en otra página aparte de la 74). Esas páginas no tienen nada que ver con nada remotamente relacionado - que yo sepa - con Saks, así que me gusta pensar que, de seguir las pistas, se podría llegar a un tesoro escondido.

Como enlace final dejo una página bastante completita de una admiradora de Helene Hanff que en los años noventa viajó a Nueva York y se plantó en su casa para poder conocerla. La página tiene bastante información y parece que ella está trabajando en una biografía. Mientras llega, yo me propongo encontrar y leer más libros de Helene Hanff.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Last Night of the Proms (en imágenes)

Me siento orgullosa de mi entrada de ayer: sé que por lo menos una persona oyó la Last Night of the Proms ayer y que le gustó, aunque en Radio Clásica hablaran muchísimo y cortaran la última canción (!)

Los scones salieron bien ricos. Pasé de la receta en algunas cosas (la forma, el toque final...) pero a pesar de todo no metí la pata, más que nada porque son muy fáciles y porque tenía a Manuel haciendo el trabajo sucio. Me encantó poder estrenar mi molde de moldes. Aquí están los scones en plena creación (qué pena que el olor no salga en las fotos):
Y aquí recién sacados del horno. Qué difícil fue no coger uno de inmediato:
Había que esperar a después del intermedio de los Proms, cuando hice los sándwiches de pepino de la forma clásica: aplastando el pan con el rodillo, usando la mantequilla justa para que el pan no absorba la humedad del pepino y cortando las rodajas de pepino como papel de fumar. Mereció la pena, porque quedaron riquísimos. Cuando había terminado de hacerlos Manuel dijo que pensaba que ya que estábamos debíamos montar una hora del té a deshoras en condiciones. Sacamos la tetera y un buen té y nos pusimos las botas mientras nos deleitábamos con las folk songs regionales antes de que llegara Elgar con su Pompa y Circunstancia (que incluye Land of Hope & Glory, siempre espectacular).
Para cuando llegaron Rule, Britannia, el himno y después el Auld Lang Syne cantado por el público estábamos llenísimos. Eso sí, nos sobraron scones para desayunar hoy y aún quedan un par de ellos a estas horas.

Creo que hemos sentado las bases de una tradición, aunque creo que repetiré los scones de nuevo antes de la Last Night of the Proms de 2009.

Lectura recomendada del día

Manuel ha traído el periódico y, cuando he dicho que yo lo dejaba para verlo luego, y lo he dejado en el sofá, no sé qué he hecho para que se abriera por un artículo que me ha enganchado hasta el final en ese mismo momento. Triste y muy bonito:

"Madrid, 27 de abril de 1940.

Adorada esposa: En este momento realizo mi voluntad por lo cual puedo llamarte al final de mi vida, esposa mía, y a mi niña, hija verdadera. A pesar de que los momentos no son de los más agradables, al menos me cabe la alegría de haber cumplido contigo como Dios manda. Ya, querida nenita, puedes llamarme esposo, y cuando hables a nuestra Julina de mí, le digas que su papaíto la quería mucho por ser hija tuya y por quererte como jamás quise. Tú, Julia mía, procúrate una relativa y sana felicidad. No le des a mi nena un padre que sea malo.

Ya sabes que no quiero rencores. Acepta esto con la mayor resignación y que lo consideres como un error, como lo que es. Cuando éstas recibas, ya habré dejado de existir y mi último pensamiento habrá sido para mis dos niñas inocentes y desamparadas. Ten valor, Juli, piensa en nuestra nenita.

Un beso hasta dejar la vida, para ti y la niña".

El artículo completo aquí.

sábado, 13 de septiembre de 2008

La anglofilia se desborda

Hoy, para celebrar la última noche de los Proms (Last Night of the Proms), hemos optado por dar rienda suelta a la anglofilia.

Los Proms son unos conciertos muy populares en el Reino Unido que tienen lugar en el Royal Albert Hall de Londres durante todo el verano (¡yo fui a uno (en otro verano)!) organizados por la BBC. La música que se toca suele ser clásica, con algunas excepciones, siempre música de orquesta. El público es de lo más entusiasta y en el suelo, de pie, hay asiduos que van todos los días y se lo pasan en grande.

La Last Night of the Proms empieza a las nueve de la noche (hora española, una menos en Canarias) y el programa de hoy es el siguiente:

Beethoven The Creatures of Prometheus - overture (6 mins)
Wagner Tannhäuser - 'Wie Todesahnung Dämmrun ... O du, mein holder Abendstern' (Act 3) (5 mins)
Puccini Tosca - 'Tre sbirri, Una carrozza' (Act 1, Te Deum) (4 mins)
Verdi Falstaff - 'Ehi paggio!... L'onore Ladri!' (Act 1) (5 mins)
Beethoven Fantasia in C minor for piano, chorus and orchestra, 'Choral Fantasy' (19 mins)
Interval
Denza, arr. Rimsky-Korsakov Funiculì, funiculà (3 mins)
Trad. arr. Chris Hazell
Folk Song Medley: The Turtle Dove (England)
Loch Lomond (Scotland)
Cariad cyntaf (Wales)
Molly Malone (Ireland) (12 mins) (BBC commission: world premiere)
Anna Meredith froms (BBC commission: world premiere) (c5 mins)
Elgar Pomp and Circumstance March No.1 (8 mins)
Vaughan Williams Sea Songs (4 mins)
Arne arr. Sargent Rule, Britannia! (4 mins)
Parry orch. Elgar Jerusalem (2 mins)
The National Anthem (2 mins)

Como dice Manuel, a mí me interesa lo que va después del intermedio: las canciones patrióticas británicas. Y eso que en el programa se saltan algunas que ya se dan por hecho: Land of Hope and Glory, por supuesto, y siempre el triste final, la canción que realmente advierte de que el verano ha llegado a su fin (aunque por lo que sé este año los británicos directamente no han tenido verano): Auld Lang Syne, cantado por todo el Royal Albert Hall, por todo el mundo que ve las pantallas gigantes en Hyde Park y en parques de todo el Reino Unido. Muy emocionante.

Así que mientras lo oímos, y si mi incursión culinaria se da bien, estaremos zampando clásicos británicos: cucumber sandwiches (sándwiches de pepino) y - es aquí donde la incursión culinaria se complica - scones (aunque sin la deliciosa clotted cream).

Manuel me ha preguntado hace un momento si teníamos alguna Union Jack (o Union Flag, lo que se prefiera, "una rosa por cualquier otro nombre, etc., etc..." que diría Shakespeare) y lo único que le he podido ofrecer es el juego de bolitas de la foto. Se ha reído cuando lo ha visto, pero desde luego ahora tenemos el entretenimiento asegurado, porque es adictivo.

Por si alguien se anima: el Prom empieza a las nueve, aunque la parte patriótica será a las 11 de la noche o por ahí. Se puede oír en la web de la BBC y también lo pasa Radio Clásica. La anglofilia, los juegos con banderas y las tradiciones gastronómicas son optativos pero recomendables.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Las chicas Gilmore

No sólo tenemos la famosa Noche de viernes (hoy toca el segundo capítulo de Lost in Austen) sino que hasta ahora las noches de sábado tenían tambien cita fija... con las chicas Gilmore. Después de que la 2 hiciera un conato de retomar la serie pero de nuevo nos dejase tirados (o la convirtiera en "serie Guadiana", de esas que ponen cuando les viene bien, sin horario ni día fijo y que acaba siendo imposible seguir), decidimos tomar las riendas del asunto y organizarnos nosotros.

Así que empezamos hacia la mitad de la quinta temporada y hemos ido viendo uno/dos capítulos por sesión acompañados, dependiendo del tiempo, de palomitas o de helado.

Y puede que a veces sean un poco pasadas de tuerca, puede que a veces quisieras cogerlas por los hombros y sacudirlas pero no dudo en decir que las Gilmore son una de mis series preferidas, con sus miles de referencias, sus diálogos a mil por hora, sus situaciones totalmente disparatadas (cortesía, sobre todo, de Kirk) y los habitantes de Stars Hollow en general, pueblo en que nunca terminas de decidir si querrías vivir o mejor pasar de largo.

Un día, ya cuando estábamos en la séptima y última temporada, me dediqué a ver vídeo tras vídeo de YouTube de entrevistas, visitas al estudio, escenas eliminadas y todo lo que encontré (excluyendo spoilers) y me enteré de muchas cosas curiosas. Dos de ellas: que la actriz que hace de Lorelai (Lauren Graham) está igual de loca en la vida real y que la actriz que hace de Rory (Alexis Bledel) es de padre argentino y madre mexicana.

El sábado pasado vimos el último episodio, episodio que se rodó aun sin saber si sería el último de toda la serie o el último de una temporada a la que seguiría una octava de unos 15 episodios "de despedida". Resultó ser el último y una se queda con ganas de mucho más, como con todas las series buenas que terminan.

Mañana empezamos nueva temporada de noche de sábado - si la Last Night of the Proms lo permite (mañana más sobre esto) - con nada menos que Perdidos (cuarta temporada). Cambio más radical imposible.

jueves, 11 de septiembre de 2008

The Guernsey Literary and Potato Peel Pie Society, de Mary Ann Shaffer y Annie Barrows

Este libro de nombre largo y complicado lo llevaba yo en mi lista de libros sin los que no podía volver de Nueva York/Heathrow. Pero ya se sabe que cuando se encuentran tantos libros apetecibles al final siempre hay alguno que se olvida en favor de otro nuevo. Eso es lo que estaba pasando hasta que el día del desayuno en Grand Central Station nos topamos de frente en Posman Books con un cartel enorme de este libro y entonces fue cuando recordé (al mismo tiempo que Manuel decía "¿tú no querías ese libro?"). Así que entré y, como no lo encontraba pregunté por algo así como "The Guernsey Literary and Potato Society". La chica, muy educada, no sólo no se rio del nuevo título sino que me envió en la dirección correcta.

Había leído maravillas de The Guernsey Literary and Potato Peel Pie Society, de Mary Ann Shaffer y Annie Barrows, pero como sabía que lo quería comprar no había ahondado mucho en el argumento así que cuando lo empecé hace unos días no sabía del todo qué esperar.

Es curioso que últimamente muchos de los libros que leo transcurren o hablan de la Segunda Guerra Mundial en Inglaterra/aliados. Yo no sabía que este libro sería así, pero fue una sorpresa agradable. Casi sin darme cuenta me he empezado a interesar muchísimo no por la guerra en sí y las batallas y los frentes, sino por la vida cotidiana de quienes se quedaban en casa, tampoco un plato de gusto. Me parece interesantísimo.

Este libro, escrito - salvo por un pequeño diario/anotaciones - en estilo epistolar, empieza siguiendo la correspondencia de 1946 de Juliet Ashton, escritora ficticia de columnas humorísticas sobre la Segunda Guerra Mundial en Londres (y antes de eso autora de una biografía de Anne Brontë que no tuvo éxito alguno): con su editor, con su mejor amiga... y de repente con un desconocido de la isla de Guernsey (una de las islas del canal*), a cuyas manos ha llegado un libro de Charles Lamb** que perteneció a Juliet. Así empieza una correspondencia entre ellos por la que Juliet descubre la Sociedad Literaria y del Pastel de Piel de Patata de Guernsey y empieza a escribirse con muchos de sus miembros, que le hablan de cómo se formó la sociedad (y el porqué de su nombre) y de sus lecturas favoritas, de su vida tras la guerra en la isla y de su vida durante la guerra en la isla... hasta que Juliet, que entabla una gran amistad con todos en cuestión de meses, decide ir a visitarlos a la isla. Las cartas continúan: a su editor, a la editorial, a su amiga... de parte de Juliet y de sus nuevos amigos y siguen contando cosas impresionantes: divertidísimas, tristísimas...

Todo con el fin de que Juliet escriba un libro sobre la ocupación alemana en la isla, que duró cinco años. Mary Ann Shaffer, la autora del libro, también descubrió este periodo por casualidad, cuando visitó Guernsey en una visita rápida durante un viaje a Inglaterra buscando información para otro libro. El tema le interesó tanto que leyó todo lo que pudo encontrar y de ahí que las historias de los personajes ficticios y adorables - de esos que no se olvidan fácilmente - de las páginas de este libro sean, diría yo, tan reales como la vida misma, aunque algunas cueste creerlas.

Mary Ann Shaffer, sin embargo, no pudo disfrutar del éxito de su libro. Cuando Bloomsbury decidió publicarlo su salud empezó a empeorar hasta tal punto que le tuvo que pedir a sobrina, Annie Barrows, escritora de libros infantiles, ayuda para dar los últimos toques. Murió hace unos meses.

Como he dicho antes, las cartas son todas pequeñas joyas que hablan de libros y del placer de la lectura, de la amistad, de la vida cotidiana de una pequeña comunidad de gente de lo más variopinta. Además, la presentación del libro es excelente: la portada es bonita y al quitarla, porque es de tapa dura, el libro en sí es color marfil con las letras en azul celeste metálico, con el mapa de las islas dentro al principio y al final y pequeños detalles de eso que hacen un libro bonito.

Espero de verdad que el libro se traduzca al español, porque perdérselo sería una pena. Mientras, por si alguien tiene curiosidad, el libro tiene web propia con fragmentos del libro, imágenes de Guernsey e información sobre las autoras y en YouTube hay un trailer (en inglés) de esos que ahora se han puesto de moda sobre los libros.




Soy consciente de que prácticamente recomiendo cada libro que leo, pero si hay que quedarse con uno, que sea este.

Editado después: según la web del libro parece que sí que habrá edición en español, aún sin título, sin portada y sin fecha, eso sí. El libro, titulado en español La sociedad literaria y del pastel de piel de patata de Guernsey está a la venta en español, publicado por RBA, desde el 1 de enero de 2009.

* Y es curioso porque en los diarios que leo por las noches de vez en cuando salen las de Nan Le Ruez, escritas también durante la ocupación alemana, aunque en la isla de Jersey.

** Tengo que encontrar algo de Charles Lamb. Anne Fadiman hablaba sobre él en
At Large and at Small: Confessions of a Literary Hedonist y ya me llamó la atención. Lo que se cuenta en este libro me ha picado la curiosidad aun más.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Nueva York: cabos sueltos

Pues hemos llegado a la última entrada sobre Nueva York. He escrito sobre Nueva York más días de los que estuvimos allí, prueba de lo mucho que da de sí. Hoy pongo fotos que no terminaban de encajar en entradas anteriores pero que aun así creo que son representativas del viaje.

Esta foto es la primera de la "serie" que llamamos "New York characters" y es que se ve a cada personaje por la calle. La serie sólo cuenta con unas 5-6 fotos, pero muchas más imágenes mentales de gente ante la que no me atreví a sacar la cámara.

Esta chica era una fashion victim total, no por nada "andaba" ella por la quinta avenida. Y pongo "andaba", entre comillas, porque verla era un espectáculo. Cargada de bolsas y con esos taconazos con los que el tobillo se le doblaba totalmente hacia dentro. En foto no se nota tanto, pero verla andar era doloroso y todo el mundo se giraba o le miraba hipnotizado a los pies. Hace unos días leía en el libro de Kate Atkinson que, según Jackson Brodie, ninguna mujer debería llevar zapatos con los que no pueda correr. Creo que esta chica es justo lo opuesto.


Otro de los New York characters, más por el perro que por el señor en sí. Ya dije que los perros de peluquería abundan.


Me gustó este cartel: "Avenida de los más fuertes". Estábamos cansados de andar.


Un pequeño atisbo de Chinatown, qué aglomeraciones de gente. Una gorra para cada una y aun sobrarían.


Ya dije que una de las cosas que más me sorprendió fue que los edificios tan altos nunca agobian, nunca te dejan atrapado sin ver el cielo. Y a veces miras hacia arriba y te encuentras esto:


Se ven muchas limusinas por las calles (algunas en versión todoterreno), pero como llevan los cristales tintados no hay forma de saber si llevarán a algún famoso o serán - como es lo más probable - de esas que muchos turistas alquilan en grupo por hacer la gracia. Sólo vimos a un famoso (sin contar el programa que vimos grabar con presentadores desconocidos para nosotros): Don Cheadle.

Lo que no sé si es tan habitual ver son tres coches vintage aparcados en Times Square. Preciosos los tres y, como TODOS los coches que circulan por Nueva York, impecables.


¡Como en las películas! Se ven muchos escapes de estos por las calles. Justo unas semanas antes de ir nos enteramos - gracias a una entrevista que oímos con Guillermo Fesser - de lo que son. Lo explico, porque yo no tenía ni idea y siempre me lo preguntaba. Resulta que en Nueva York las casas no tienen caldera; el agua caliente llega igual que la fría, por cañerías. Así que esas cañerías, bajo tierra, siempre tienen algún pequeño escape y sueltan vapor de agua, que es lo que sube por las alcantarillas.


Otro New York Character. Manhattan será todo lo grande y cosmopolita que se quiera, pero los domingos son los domingos y se ve a muchísima gente vestida de domingo yendo o viniendo de la iglesia durante todo el día y por todas partes.


Y una de mis preferidas, aunque esté desenfocada. En Chinatown vendían pistolas para hacer pompas en varios puntos de una misma calle. Cuando ibas andando veías la calle llena de montones de pompas de jabón por encima de las muchas cabezas.



Y eso ha sido todo Nueva York. Espero que les haya gustado, señores.

Nota: se admiten todo tipo de donativos para financiar más viajes a Nueva York y así poder seguir contando cosas :P

martes, 9 de septiembre de 2008

Poniéndonos las botas en Nueva York

He aquí el anunciado post sobre la comida. Ya dije que comimos muchísimo, aunque creo que lo compensamos con las grandes caminatas que nos dimos. Era la pescadilla que se muerde la cola, porque precisamente por andar tanto de un lado a otro veíamos los irresistibles escaparates de las tiendas de comida.

El primer día ya dije que desayuné (y comí también, era enorme) un bagel con cream cheese (queso Philadelphia) frío y delicioso. Pero el día que desayunamos con el New York Times en Grand Central Station descubrí que estaba aun mejor caliente. Qué delicia. Otra epifanía en ese mismo lugar fue que cuando hay demasiadas opciones tardo siglos para terminar decidiéndome por lo que ya conozco. Me enfrenté a todos estos sabores de bagel y terminé eligiendo el normal.


Cheesecakes en un escaparate de una pastelería cualquiera. Podría haberme dedicado a fotografiar únicamente lo que no podía comer y haber vuelto con más fotos aun. Mención especial - aunque no es su escaparate - a la cadena Au Bon Pain (por lo visto también hay en Londres). Sólo entramos una vez, pero babeamos en los escaparates de sus tiendas esparcidas por todo Manhattan muchísimo. Mi cookie con pepitas de chocolate de colores y el scone de naranja que se comió Manuel son inolvidables.


Y he aquí lo que decía el otro día que habíamos comido en Washington Square. ¡Patatas azules! La primera vez que vimos la bolsa en un supermercado (y de nuevo cuántas posibles elecciones, en Estados Unidos son tantos que casi todo tiene un público) pensábamos que serían patatas azules a base de colorante, aunque no entendíamos por qué. Leyendo lo que ponía en la bolsa resultó que en Perú existen las patatas azules naturales, así que las compramos para probar.


Yo tenía mis reservas, pero resulta que saben prácticamente igual que las patatas normales y corrientes. Aunque está claro que el azul no es un color que indique comida instintivamente. Con las dos bolsas que nos zampamos (en Washington Square y en Bryant Park) realicé experimentos con palomas y pájaros que demostraron que los pobres animales pensaban que les estaba tomando el pelo cuando les tiraba cosas. Ni caso a esa cosa azul que les rodeaba.


También en muchos supermercados vi este refresco de Starbucks, que resultó no estar a la venta en Starbucks. Yo es ver algo con la etiqueta "vainilla" y lanzarme sobre ello, así que la combinación Starbucks+vainilla se me hizo irresistible. Aunque yo no bebí ni la mitad porque sabía demasiado a café para mi gusto. Una pena.

Hablando de Starbucks. En Nueva York se entiende por qué hay quien les tiene manía, realmente hay uno en cada esquina, pero a mí me seguía gustando, aunque sólo entramos en dos. Uno en Greenwich Village para que yo probase el frappucino de vainilla al otro lado del Atlántico (y qué de preguntas te hacen sobre cómo lo quieres), que resultó tener un sabor totalmente distinto al de aquí, quizá no elegí algo bien cuando me interrogaban (y, será por la costumbre, pero me quedo con el de aquí). Y el último día en uno al lado del Empire State donde montamos uno de nuestros happenings en el que yo sacaba casi todos los contenidos de mi mochila varias veces para poder recolocarlos mejor hasta que cupiesen las compras de última hora. Tuvimos a la gente que esperaba para entrar al cuarto de baño de lo más entretenida.


Y por fin Dean & Deluca. Cualquiera que viera Felicity conocerá el nombre de esta cafetería. Y por ese mismo motivo yo tenía curiosidad por ir. Manuel pensaba que era absurdo, pero al final entró en razón. Había uno cerca del Rockefeller Center (sitio por el que terminamos pasando muchísimo, viendo grabaciones de programas de televisión, castings para la versión americana de Supermodelo...), pero una vez allí no lo veíamos por ningún lado. Así que tuve que preguntar a un guarda de seguridad que, muy amable, me guió un poco más adelante y me señaló a un sitio justo enfrente donde ponía (en letras doradas como el resto de las tiendas de la plaza, cosa que me parece estupenda) Dean & Deluca.

Y entramos.


Ese primer dia yo opté por una cupcake (madalena gigante) de vainilla (riquísima) y Manuel descubrió la Cane Cola. Ese hallazgo nos permitió volver a Dean & Deluca (cosa suya, el que no quería ir al principio) un par de veces más. La segunda vez no me pude resistir a una cupcake de tarta de zanahoria. Espectacular.

La Cane Cola es como supongo que sería la Coca Cola al principio. Tiene un sabor original, no es una especie de versión cutre de la Coca Cola como en tantos supermercados. La gracia - y el nombre - viene de que ahora que todo el mundo endulza los productos con fructosa ellos siguen utilizando azúcar de caña. Y bien rica que está. Nos trajimos una botella - de cristal, con toque vintage - de recuerdo y no hay día en que Manuel - el converso - no mencione las bondades de la Cane Cola.


Por supuesto aparte de lo que aparece en foto comimos varios perritos calientes de puesto de la calle (ricos) y alguna manzana de puestos también callejeros (deliciosa). Mención especial para los supermercados y su gran selección de cosas para llevar que, además, estaban bien ricas también.

Y mañana: la última entrada neoyorquina. Oooooooh.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Caminata


Diría yo que, salvo para ir y volver del aeropuerto, no pisé nada que no fuera Manhattan. No sé dónde empieza Brooklyn, pero a no ser que empiece en la mitad del puente de Brooklyn creo que no llegué a pisarlo. Mi teclado empieza a tener desgastadas las letras de las palabras enorme y gigante, pero el puente de Brooklyn también lo es. Me impresionó, sobre todo, el cableado, que le da un toque espectacular. Y lo largo y complicado que es andar por él. Las bicis van y vienen y una marea de gente cruza de un lado a otro.

Una de las postales que mandé desde Nueva York era de este puente y, al explicar qué se veía en la foto, decía que el puente de Brooklyn es el único sitio donde un avión puede volar sobre un peatón que camina sobre un coche que circula sobre un barco que navega sobre un tren. Me gustó muchísimo la idea (que es una realidad desde hace muchos años).

Ya digo que no llegamos a cruzarlo entero, nos quedamos justo donde se arremolina todo el mundo para ver el "panaroma" (nota al señor que forjó el hierro de la placa aquella... es panorama, chico).

He dicho antes que había muchísimas bicis que iban y venían por el puente. Desconozco si es habitual o se debía a que muy cerca, en Manhattan no en Brooklyn, había una clase "pública" para aprender a montar en bici y había algunas calles cortadas por las que debía de circularse que daba gusto. Fuimos muy malos - malísimos - pero nos reíamos bastante (pero bajito y discretamente) de los pobres principiantes, que ya eran mayorcitos además (más vale tarde que nunca, eso no lo niego).

Antes de pasar por el puente de Brooklyn veníamos de conocer el parque del City Hall: bonito, como todos y alumbrado permanentemente - incluso de día - con farolas de gas. Después del puente de Brooklyn seguimos callejeando y viendo un poco de Chinatown y del cast iron district (¡qué casas más bonitas!). TriBeCa y Little Italy estaban en el ambicioso plan inicial para el día pero nuestros pies dijeron basta. Y así llegamos a la famosa - para quien haya leído el libro de Henry James - Washington Square. Más grande de lo que había imaginado leyendo el libro, aunque supongo que hubo más casas del estilo de las de la foto - y de las del libro - que ya no están. La plaza está en obras, pero una parte del parque aún está accesible así que entre una gente de lo más dispar, comimos una deliciosa pizza con un complemento para picar del que ya hablaré en la entrada sobre la comida.

Con los pies un poco recuperados seguimos andando por Greenwich Village (oh, me encantó el ambientillo de las calles). Ese día pudimos comprobar con nuestros propios ojos y nuestros propios pies que el paisaje de Manhattan es lo más variopinto que hay. Los ingleses dicen que si no te gusta el tiempo que hace sólo tienes que esperar cinco minutos a que cambie. Estoy segura de que los neoyorquinos deben de decir que si no te gusta una zona, sólo tienes que andar un poco en cualquier dirección para que cambie.

domingo, 7 de septiembre de 2008

El capitalismo hecho ciudad


El título de esta entrada fue uno de los primeros comentarios que le hice a Manuel sobre Nueva York cuando la primera noche salimos a dar una vuelta de presentación. No recuerdo qué hora era, porque si algo sí que hace el jetlag es desubicarte totalmente (y qué contentos estábamos de que fuera por fin de noche después de haber pasado muchas horas en una hora indefinida siempre muy soleada).

Al día siguiente, por supuesto, el paseo por la quinta avenida no hizo más que darme la razón... hasta que me acostumbré al hecho de que si buscas algo y no lo encuentras en ninguna tienda de Nueva York debe de ser que no existe.

Pasamos por delante de Tiffany's tan pronto que aún ni siquiera estaba abierta. Yo quería haber entrado a curiosear y a que Manuel me comprara una cucharilla de plata ("ya, seguro que no lo ha hecho nadie antes..."), pero entre la tienda cerrada y la poca predisposición de Manuel me tuve que conformar con mirar los escaparates. En cuanto a exteriores, ya sé que esta es la original, pero luego en Wall Street hay otra mucho más lujosa.

Pero al menos Tiffany's no me decepcionó, como sí que me pasó con Macy's. De Macy's se habla en muchas películas y también en Friends (sobre todo en relación con el desfile que organizan por Acción de Gracias), y el edificio por fuera es bonito, pero por dentro... Psch, un chasco. Es idéntico a El Corte Inglés (¡mismo olor!) pero diría yo, sin haber examinado la ropa ni nada, hablo de lo que se ve dando una vuelta, que un poco más cutre. Desde luego la iluminación es peor. Y además que yo pensaba que, ya puestos a ser como El Corte Inglés, serían eso, unos grandes almacenes. Pero sólo venden ropa y cosas para la casa. No sé, supongo que para ir de compras debe de estar bien, pero para sólo curiosear no tanto. Eso sí, ¿el parque de delante? Encantador.

De Bloomingdale's se habla aun más en Friends, ya que Rachel trabajó aquí durante un tiempo. Bloomies como dice Joey que lo llama su madre y como mucha gente real lo llama también. Después del fiasco de Macy's, aquí ya iba con menos ilusiones aunque me había fijado el objetivo de no salir sin una de las famosas small/medium/big brown bags. Pasamos por la parte de perfumes (Viva la Juicy - no me invento el nombre - era el perfume del momento y había casi tanta competitividad entre los que te lo ofrecían como cuando Joey se dedica a lo mismo). El caso es que también había muchísima ropa (y muy cara, yo vi una chaqueta mona pero normalita y con vistas a conseguir mi bolsa miré la etiqueta, que solté de golpe al ver que la cifra se acercaba a los 400 dólares). Estábamos muy cansados y quedamos fatal dejándonos caer en un sofá bien cómodo al lado de la sección de Armani (cutres, cutres, cutres... nosotros, no Armani). Al final, yo ya viéndome sin bolsa, vimos que había una sección de cocina y tés (siempre podía hacerme con un socorrido té), donde también tenían tazas. Después de ver algunas muy monas encontré la que más me gustó y que ya enseñé en esta foto. Los dependientes de Bloomingdale's son lo mejor. Te ven comprando una simple taza con pinta de turista total y aun así te atienden como si estuvieras comprando veinte chaquetas de 400 dólares, con parsimonia y todo tipo de atenciones. Y al final, claro, te dan la ansiada bolsa. (He de decir que luego, cuando volvíamos, en el aeropuerto, vi a una chica que llevaba un bolso igual que mi taza y la tradicional bolsa de papel, "merchandising" de Bloomingdale's. Qué envidia me dio.). Bloomingdale's me gustó mucho más que Macy's: mucha más variedad y mucho más interesante y original para curiosear.

Y así acaban las tiendas chic. En Times Square (técnicamente no era Times Square, pero bueno, cerca) hay una tienda de DOS PISOS dedicada única y exclusivamente a los M&M's con la pantalla enorme y de excelente calidad que aparece en la parte de arriba y que no para de mostrar imágenes muy chulas. Los venden de todos los colores y de todos los tipos y te los sirves tú directamente de estos tubos gigantes. La gente se vuelve loca por coger M&M's. Pero no sólo venden M&M's, sino cualquier cosa que pueda asociarse con ellos: dispensadores, camisetas, cajitas, surtidos, juguetes, bolsos, monederos, llaveros, imanes, postales... de todo. Y la gente sale de allí con bolsas enormes (y eso que el primer día que la vimos pensamos que sería deficitaria). A mí se me encaprichó una bolsa y terminé acudiendo a los tubos a ponerme un surtido de colores raros.

Pero a lo llamativo de la tienda de M&M's no tiene nada que envidiarle el montaje - con taza humeante - de la tienda de chocolates Hershey's*. Allí también pasamos un buen rato (después de Xanadú, ya que ese día - no sé si todos los días, de hecho - cerraban a media noche) y, aunque en el merchandising se han moderado un poco más, también venden casi de todo, menos Kit Kat de naranja... otro de mis breves éxitos (y grandes fracasos de los fabricantes por lo poco que duraron en el mercado). Coca Cola de vainilla (que por cierto según la wikipedia volvía a estar a la venta en Estados Unidos... ¡¡en Nueva York desde luego no!!), Kit Kat de naranja... ay, qué tiempos.


* En versión más chic de la industria del chocolate me sorprendió la cantidad de tiendas de Godiva que había. Y todo con una pinta... Sobre todo los "sobrecitos" de fresas con chocolate para llevar. Hmmm.

When Will There Be Good News? de Kate Atkinson

Un verano típico incluye un libro nuevo de Kate Atkinson y/o Jasper Fforde. Este año Jasper Fforde nos ha "dejado en el estacada", pero por suerte Kate Atkinson no.

Nada más pisar el aeropuerto de Heathrow en la escala hacia Nueva York cumplí lo que tenía pensado hacer (gracias a las librerías de Heathrow, aunque el otro día vi que lo tenían en la Fnac: son imprevisibles, cuando cuentas con que traigan un libro nunca lo encuentras y cuando estás convencido de que no lo traerán allí está) y me hice con When Will There Be Good News?, tercer (y al parecer último, al menos por un tiempo) libro de la serie del detective Jackson Brodie, que empezó con Case Histories. Se puede decir que lo peor de Kate Atkinson es mucho mejor que lo mejor de otros escritores, pero el caso es que, con lo que me gustan sus libros anteriores (Behind the Scenes at the Museum, Human Croquet, Emotionally Weird y la colección de relatos cortos Not the End of the World. Ninguna de ellas relacionada con detectives.), la serie de Jackson Brodie me parecía flojita. El estilo inconfundible, cruel, ácido, graciosísimo de Kate Atkinson, para mi gusto, estaba demasiado diluido y se centraba bastante más en el contenido que en la forma. No es necesariamente malo esto último, pero sí un poco en el caso concreto de Kate Atkinson.

Así que empecé When Will There Be Good News? esperando encontrarme un libro al estilo reciente de Kate Atkinson y cuál fue mi sorpresa cuando me encontré con que había retomado bastante su estilo inicial y que me atrapaba, me hacía reír (siempre haciéndote sentir algo culpable), y me fascinaba casi como antes. Siempre plagado de referencias, seguro que no cojo ni el 50%, frases de otros libros, títulos de películas y canciones. Rimas, guiños a otros géneros, Star Trek, mucha mitología clásica, como siempre. Suena como una mezcla un tanto explosiva, pero Kate Atkinson lo junta todo de forma totalmente natural y que es una maravilla leer.

Quién se resiste a frases como estas:

She was wearing an aggressive three-piece outfit that was probably very expensive but had the kind of pattern that you would get if you cut up the flags of several obscure countries and then gave them to a blind pigeon to stick back together again.
Llevaba un traje de tres piezas que sería muy caro pero tenía el tipo de estampado que obtendrías si cortases en pedacitos las banderas de varios países poco conocidos y se los dieses a una paloma ciega para que los recompusiese.

O, después de leer un par de anónimos con faltas de ortografía:
Who were these people who didn't know how to use an apostrophe? They must be looking for Billy. Billy knew a lot of ungrammatical people.
¿Quiénes eran estas personas que escribían sin apóstrofe? Debía de ser Billy a quien buscaban. Billy conocía a un montón de gente poco gramatical.

Para mí irresistibles... y seguiría citando.

He visto que mucha gente adora a Jackson Brodie. A mí no me dice mucho y quizá el hecho de que este libro me haya gustado más se deba a que sale menos y, cuando sale, es menos en papel de detective. O quizá se deba a Reggie y a la doctora Hunter, personajes totalmente diferentes, pero fascinantes los dos. Reggie es impresionante y sus comentarios siempre son divertidísimos y eso que su vida, tal y como la vemos en los pocos días en que sucede el libro, no es ningún camino de rosas.

Y es que si un tema siempre le ha interesado a Kate Atkinson es el de las casualidades y los imprevistos, sobre todo en lo relacionado con los accidentes y la violencia. Alguien que coge un tren en la dirección equivocada y termina teniendo un accidente. Alguien que pasea por un páramo en familia y se encuentra a un loco. Alguien que se baña a primera hora en una piscina de un hotel de Lloret de Mar (en serio) y termina ahogándose. Montones de gente que sin conexión inicial terminan conciéndose de antes. Y eso que, como Kate Atkinson pone en boca de la policía Louise Monroe, "una casualidad no es más que una explicación en ciernes".

Pero todo el horror siempre contado con un sentido del humor tan característico y cruel... Me reí, además, cuando Kate Atkinson (en boca de Jackson Brodie y Louise Monroe) se metía con Enya y con James Blunt (prince of easy listening). Qué mala.

En fin, que ahora que me había reconciliado totalmente con esta serie, Kate Atkinson anuncia que en el próximo libro cambiará de estilo. What Would Jane Do? será su próximo libro y, según ella, en él la heroína se dedicará a estudiar las voces activa y pasiva en el lenguaje de Jane Austen. Y después dice que a lo mejor escribe por fin y libro que tiene en mente desde hace sucho sobre la Antártida. Variedad, eso seguro, pero cruzo los dedos para que sea siempre con su estilo.

Kate Atkinson tiene algunos libros traducidos al español, aunque bastante difíciles de encontrar, me temo. Entre bastidores (Behind the Scenes at the Museum), Juegos de interior (Human Croquet) y Una historia singular (el primer libro con Jackson Brodie, Case Histories).