Como no voy a dar abasto para hacer entradas individuales de cada cosa, aunque sería lo suyo, porque se las merecen, dejo aquí unas cuantas cosas reseñables que hemos visto últimamente:
- De hecho de esto aún nos queda por ver no sé si un "capítulo" o dos, pero sólo con lo que vimos ayer para mí ya es de lo mejorcito. No sé muy bien cómo descubrí que Channel 4 había hecho una especie de documental llamado "Can't Read, Can't Write" sobre varios adultos ingleses (y no hablo de gente ni muy mayor ni de una clase social concreta) que no saben leer. Un profesor famoso en Inglaterra se propone enseñar a un grupo a leer en seis meses, a la vez que señala los vacíos que existen para los adultos que no saben leer. El documental empieza siguiendo a Teresa, de cincuenta y pico años, que nunca puede ir a comprar sola, como demuestran las imágenes en que va al supermercado con la lista de la compra: la lista de la compra no la puede descifrar y el jamón, que recuerda que necesita, no lo encuentra en la sección correspondiente porque no sabe qué es qué. Luego sale Linda, de cuarenta y algo, que a mí me tiene fascinada. Es una mujer culta que escucha audiobooks y tienen bastantes libros en su casa (Jane Eyre incluso), pero que simplemente no sabe leer. Su mayor ambición es llegar a leer a Shakespeare y su historia me pareció de lo más emocionante. Luego hay un chico de veintipocos años (!) y una chica que conoceremos en el próximo episodio.
Enseñar a leer me parece una de las cosas más complicadas del mundo, más aun en inglés. El profesor, después de ver varios métodos, se decanta por uno musical y de gestos con las manos. El método funciona bien conla mayoría y Teresa empieza a leer con bastante soltura a las tres semanas. Ya puede ir a comprar sola y encontrar lo que busca. Uno de los momentos más emocionantes es cuando el profesor la lleva a una biblioteca, cogen un libro para niños y ella lo lee en alto de cabo a rabo. Cuando lee las últimas palabras no sólo ella está emocionadísima ("he leído un libro... he leído un libro.") sino el mismo profesor también. Linda, en cambio, es otro mundo, no acaba de seguir bien el método y aunque al principio la vemos comprando libros (ojeando Persephones, nada menos), enseguida se desanima. El profesor se da cuenta de que necesita otro método y para empezar a motivarla de nuevo la ayuda a leer el primer verso de un soneto de Shakespeare ("Shall I compare thee to a summer's day?"). Con el nuevo método Linda avanza rápido y la vemos feliz formando palabras cortas en el suelo con trozos de lana.
¿Lo mejor de todo? Se puede ver online aquí (en 4 partes de momento, que aún no estoy segura de si después de las dos íltimas habrá más o no). Y es de lo más recomendable, en serio.
- El otro día yo quería dedicarme a leer, y Manuel quería ver dos películas en la televisión. Para decidir cuál grabar y cuál dejar en directo tuvo la feliz idea de pensar cuál será la que más me engancharía. Obviamente acabé sin haber leído una sola palabra y sin apartar los ojos de La doble vida del faquir, un documental sobre un señor que se dedicaba a rodar películas caseras en los años 30 y que, por la guerra, llega a un pueblo donde hay un orfanato. Allí, con los niños del pueblo y del orfanato, rueda una película. Los fragmentos de la película (con vestuario y efectos especiales sorprendentes para lo que cabía esperar, la verdad) se mezclan con entrevistas actuales a los niños, ahora ya muy mayores, que salían en ella, la historia del orfanato y demás. Me gustó mucho.
- Y no sólo hace poco rompí el cascarón en lo que a películas del oeste se refiere. El otro día vi por primera vez en mi vida El planeta de los simios (la original). Y ni yo me podía creer que me estuviera gustando. ¡Y el final! (Manuel no se creía que no hubiera nunca visto un trozo del final mítico). Lo que descubre una...
- También el otro día llegué a esta web, con un vídeo sobre la forma de vida que llevamos y cómo nada puede ser infinito en un planeta finito. Concepto básico, lo sé. El caso es que muchas cosas del vídeo me impactaron, pero, sobre todo, me quedo con el concepto económico puro y duro de la "obsolencia percibida". Yo lo desconocía, pero ahora lo veo en todas partes. (El vídeo puede verse en español, con acento argentino, aquí.). Sólo dura 20 minutos, tiene dibujitos chulos y creo que todo el mundo debería verlo.
- Y ayer también llegué a este vídeo de Walt Disney, con Donald descubriendo las bondades patrióticas de pagar impuestos durante la Segunda Guerra Mundial y una segunda mitad de lo más inesperada para lo que yo conocía de Disney.
- Por último más imágenes, pero estáticas. Me encantan las noticias de hallazgos de cosas que se creían perdidas. Me encanta el fotógrafo Agustí Centelles. Así que estos días he seguido con mucho interés el hallazgo de nuevo material suyo.
Y eso es todo, que no es poco.
jueves, 31 de julio de 2008
En imágenes
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miércoles, 30 de julio de 2008
La manía del enmarcado
Entrada reservada especialmente para hoy, ya que la moza del retrato que se ve en la foto cumple la friolera de 190 años, de los que la pobre sólo disfrutó 30.
Cristina (por primera vez, hace varios días): ¿No te gusta esta foto/lámina/dibujo/papelajo que he encontrado? Enmarcado quedaría precioso.
Manuel: Hmmmsí...
Cristina (por 156 vez, hace varios días, pero menos): ¿No te gusta esta otra foto/lámina/dibujo/papelajo que he encontrado? Enmarcado quedaría precioso.
Manuel (suspira): Hmmmsíiiii...
Cristina (por 3657 vez, hace varios días, pero aun menos): ¿No te gusta esta otra foto/lámina/dibujo/papelajo que he encontrado? Enmarcado quedaría precioso.
Manuel (suspira muy profundamente): Hmmmmsíiiiiiiiiiii...
Cristina (por 83648 vez, el lunes, después de ir por primera vez a La Cure Gourmande* y coger una bolsita de papel con un cartel antiguo precioso): ¿No te parece precioso el cartel? Esta bolsa enmarcada quedaría TAN bonita.
Manuel: Pero, hija, últimamente te ha entrado la manía del enmarcado.
Cristina (después de hacer un repaso mental): Hala, es verdad.
Pero también es verdad que la bolsa quedaría preciosa enmarcada. Y que el mismo lunes compré un marco perfecto para mi trocito de árbol Brontë. Ahora sólo tengo que encontrar un hueco (en el tiempo y en la pared) para colocarlo bien.
Pero es que no se queda ahí la cosa. Un día hace varias semanas me vino la inspiración divina (porque fue así, de golpe, sin ningún tipo de consideración previa) y decidí cuál era la solución para el "aura" blanca del cuadro de Emily Brontë (como se veía en esta foto), que empezaba a cansarme un poco.
Así que me hice con una copia mala y barata de Cumbres borrascosa en inglés. La idea original era esperar a que se amarillearan las hojas dejándolo al sol pero resulta que, oh sorpresa, no tuve paciencia. Así que me puse manos a la obra a descuartizar a mi pobre víctima, algo que pensé que nunca en la vida haría con un libro, y seleccionar las mejores páginas (no tan fácil como suena). Luego coloqué dichas hojas alrededor del retrato y, voilà, ahora el "aura" de Emily es Cumbres borrascosas y me encanta cómo queda. Y digo yo que con el tiempo las hojas se amarillearán ahí también.
* La Cure Gourmande me impresionó. Una de las tiendas más bonitas y tentadoras que he visto.
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domingo, 27 de julio de 2008
Una del oeste, 2ª parte
Últimamente no hago más que citar a Javier Marías, pero es que... ¿cómo no voy a citar parte del artículo de ayer en Babelia después de haber hablado aquí hace unos días de Centauros del desierto?
Hoy todo el mundo considera -menos algún director español engreído- que Centauros del desierto (The Searchers, 1956) es no sólo una de las mayores obras maestras de John Ford, sino una de las mejores películas de la historia del cine. Pero no fue así, durante larguísimos años. Primero se la juzgó floja y fallida, luego quedó relegada a un prolongadísimo olvido, después se la desestimó por "racista" (sí, todavía hay gente que confunde las obras con lo que en ellas hacen o dicen sus personajes). Sólo en época bastante reciente, gracias a la terquedad de unos pocos críticos y de más espectadores que no se equivocaron, se ha colocado esa maravilla en el lugar que le corresponde.
Me hace gracia porque, como escribí en aquella entrada, Manuel, antes de ver la película, me había dicho "que era el mejor western de todos y, para él, una de las 10 mejores películas de todos los tiempos."
Y sigue:
Hay una escena en la que Wayne va a ver a unas jóvenes blancas que el Ejército ha rescatado, y que probablemente llevaban en manos comanches tanto o más tiempo que su sobrina perdida. Son mujeres no se sabe si infantilizadas o enloquecidas, en todo caso completamente aindiadas pese a sus cabellos rubios y sus ojos azules. La mirada que les lanza Wayne antes de abandonar el barracón en el que las ha visitado es quizá la que más hiela la sangre de la historia del cine, y la de un actor de registros múltiples, extraordinario, al que parece mentira que aún tantos imbéciles caricaturicen y regateen méritos: en ella hay odio, desconsuelo, desesperación, sed de venganza, tristeza y lástima, todo mezclado en unos instantes.
No sé qué es más impresionante: la escena en sí, que es todo lo que dice Javier Marías, o la descripción de Javier Marías de la escena.
También habla en ese mismo artículo de Dos cabalgan juntos, y ahora tengo cierta curiosidad. Que se suma a las recomendaciones de los comentarios de mi entrada sobre Centauros del desierto. No si al final tendré que abandonar mis prejuicios por completo y hacerme un ciclo del oeste.
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sábado, 26 de julio de 2008
Minutos musicales
La música del verano, que no la canción del verano ni nada por el estilo:
- Los Proms. En mi caso no tanto - o no necesariamente - por la música que se toca, sino por anglofilia pura y dura, y una inevitable asociación con lo bueno del verano, no el calor, nunca el calor, sino las vacaciones. En Londres una vez fuimos a un Prom en el Royal Albert Hall. Y, aunque suela anunciar el final del verano/vacaciones, espero con ganas que llegue la Last Night of the Proms, con todas las canciones patrióticas.
- Bayreuth (pronunciado "bairoit"). Seguramente (?) debería confesarlo con vergüenza, pero no soy una gran fan de la ópera. Tampoco de Wagner. A Manuel sí le gusta mucho la ópera así que durante el resto del año hay días en que suena de fondo una u otra, por lo que he pasado de no gustarme nada a más o menos tolerarla. Bayreuth me "gusta" porque simboliza las vacaciones tanto como los Proms y porque me hacen gracia los fanáticos de Bayreuth y todo el trasfondo e historia del festival, con sus butacas incómodas que cuestan una pequeña fortuna y donde el público - grandes fanáticos, por supuesto - pasan horas y horas. Ayer nos reíamos de los métodos que existen para adquirir las codiciadas entradas para el festival. Ayer también tocaba Parsifal que tiene el honor de ser el primer Wagner made in Bayreuth (y probablemente el primer Wagner a secas) que oyó esta pobre inculta en algún verano anterior.
- Y ahora mucho más en mi terreno conocido: no puedo dejar de escuchar a los Beach Boys. Cuando no suenan los Proms o Wagner en casa lo que se oye son los Beach Boys. Variopintos que somos. Así que aquí dejo una de mis canciones preferidas del momento, en un vídeo que no tiene más imagen que un disco de vinilo dando vueltas pero que los nostálgicos sabrán apreciar por el ruidillo de fondo inconfundible de ese tipo de discos (¡y que nadie salte ni pise fuerte ni corra o saltará el disco y fastidiaremos la canción!*). Darlin':
Y tanto hablar de vacaciones y verano, pero yo tengo teletrabajo para dar y tomar. Mejor que me ponga con ello, sí.
* Estoy quedando muy mal en esta entrada: no me gusta la ópera y, encima, confieso que tampoco termino de entender la nostalgia que les ha entrado ahora por el vinilo. ¿Quizá influyan otros factores como que no es tan fácil de piratear?
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jueves, 24 de julio de 2008
Mirabilis
Hoy es mi santo y mi idea era copiar un texto de la vida de Santa Cristina, que siempre me hace reír mucho (!). Así que cuál es mi sorpresa cuando veo que hoy es Santa Cristina, sí, pero que hay dos santas y las páginas de vidas de santos en español (todo un mundo por lo que he visto) se decantan por la santa más convencional, Santa Cristina de Bolsena, mártir la pobre, y que llevó una vida que realmente no hace reír en absoluto.
La que yo considero mi santa (que en realidad ni es santa ni beata ni nada), Cristina Mirabilis (en inglés es mucho mejor sin duda: Christina the Astonishing nada menos), es una juerga de mujer que me obliga a medio traducir su vida, que sólo abunda en inglés, pero que merece la pena conocer:
Nació en 1150 cerca de Lieja, en Bélgica y con 21 años le dio lo que se cree que fue un ataque de catalepsia y estaban tan seguros de que se había muerto que organizaron su entierro. Pero durante la misa - y aquí empiezan las aventuras - ella se despertó y levitó hasta el techo de la iglesia. El cura, que supongo que no sabía cómo funcionaba la etiqueta en esos casos, le pidió que bajara. Ella obedeció, aterrizó en el altar y contó a los allí reunidos que había visitado el cielo, el infierno y el purgatorio y que, al reconocer allí algunas caras conocidas ("ah, cómo tú por aquí"), había vuelto a la tierra con la misión de rezar por sus almas.
Después de eso, un profesor de teología y un cardenal se dedicaron a seguir sus hazañas. La cosa prometía, desde luego, y eran tiempos en los que no había televisión. La muchacha no soportaba el olor de la gente (hablamos de 1150) porque decía que olía el pecado en ellos (por llamarlo de alguna forma, supongo) y, para evitarlo, no tenía ningún problema en trepar a los árboles, esconderse en hornos y armarios o, lo más cómodo, simplemente levitar. Aparte de eso, vestía harapos, mendigaba y comía lo que le daba la gente (supongo que para recibir la comida se tapaba la nariz y plantaba los pies en tierra firme). A veces jugaba literalmente con fuego o caminaba descalza sobre el hielo. También pasaba tiempo en las tumbas y entraba en éxtasis en los que afirmaba que guiaba a algunas almas al purgatorio y a otras almas del purgatorio al cielo.
Al final de su, cómo llamarla, interesante vida había quien la consideraba una auténtica santa y otros un poco más realistas que pensaban que simplemente estaba como una cabra. Y, por supuesto, ahora es la patrona de los psiquiatras y de aquellos que sufren trastornos mentales. Curiosamente, y a pesar de lo anterior, parece que hay que rezarla a ella para prevenir la locura y demás, supongo que para ir entablando amistad.
El caso es que me encanta su vida. Mientras otras sufrían horribles martirios, la mía iba de árbol en árbol y de tumba en tumba, tan feliz ella. ¿No os dan ganas de cambiaros el nombre?
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miércoles, 23 de julio de 2008
Su seguro servidor, Orson Welles
Después de los eventos musicales de junio y julio, ayer volvimos a sentarnos en una butaca de teatro, del teatro Romea para ser exactos. Y lo que vimos nos gustó mucho: Su Seguro Servidor, Orson Welles, o lo que es casi un impresionante monólogo de Josep Maria Pou, sólo interrumpido por otro actor que habla muy poquito y cuyo papel no aporta demasiado.
Josep Maria Pou interpreta a un Orson Welles ya de mayor, cuando trata desesperadamente de conseguir dinero para rodar su Don Quijote. En un estudio de grabación, entre llamada y llamada y grabación de anuncio (de comida para perros) y grabación de anuncio (de laxantes), este Orson Welles nos cuenta anécdotas de su vida. Todas, al parecer, reales, aunque muchas sean casi increíbles. Entre ellas se cuelan incluso un par de referencias Brontë: a Cumbres borrascosas de William Wyler y a su papel de Rochester en Jane Eyre 1944.
Y Josep Maria Pou está verdaderamente imponente en el escenario. No ocultaré mi ignorancia y admitiré sin más que es la primera vez que veo a este hombre en acción, pero tampoco negaré lo impresionada que me dejó su actuación.
En fin, que aunque acabe el domingo en el Teatro Romea, yo no puedo dejar de recomendarla, por si la llevan a otro sitio o vuelve en el futuro. Merece la pena.
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lunes, 21 de julio de 2008
Noche de viernes: Jane Eyre 1983
El hecho de llevar siglos sin hablar de una "noche de viernes" no quiere decir que hayamos tenido el mundo de las adaptaciones literarias abandonado. Pero es que hemos estado viendo un Jane Eyre de 11 capítulos de 30 minutos cada uno, y aunque algunos días vimos dos, la cosa nos ha llevado su tiempo.
La adaptación era Jane Eyre 1983, con Zelah Clarke y Timothy Dalton. De alguno de los primeros capítulos no me siento autorizada a hablar porque me quedé dormida viéndolos, cosa que no dice mucho a su favor, por otra parte. Recuerdo que la niña que hace de Jane de pequeña estaba bien, pero en general encontré todos esos un poco tediosos. Sí, muy al pie de la letra, pero muy, no sé, estáticos. Así que la cosa se prolongó aun más cuando me quedé dormida el primer día que salía Rochester y lo tuvimos que volver a ver el siguiente viernes...
A las primeras escenas entre Rochester y Jane les pasa lo mismo: muy literales, pero sin decir gran cosa. A medida que avanzan yo no sé si es, claro, la misma historia la que las va haciendo más interesantes, o el guión que está un poco más logrado. El caso es que para cuando Rochester lleva un tiempo prudencial en Thornfield yo ya conseguía mantenerme despierta la media hora que dura cada episodio.
Y cuanto más conocía al Rochester de Timothy Dalton* más me iba gustando (¡ajá! quizá después de todo no era ni la historia ni el guión mejorado lo que me mantenía despierta). Probablemente no sea el Rochester perfecto por muchos motivos, pero es el segundo Rochester de todas las adaptaciones que llevo vistas - y son ya unas cuantas - que me gusta. Muy diferente del otro que me gusta, Toby Stephens, y quizá más próximo al verdadero.
Y muy mal por mi parte hablar de Rochester antes que de Jane (ahora me siento menos capacitada a criticar de nuevo esta portada). Zelah Clarke como Jane es... un poco paradita para mi gusto, y también un poco mayor para el papel (tenía casi 30 años cuando interpretaba a una Jane que no llega a los 20). No es que lo haga mal, pero a mí siempre me parecía que le faltaba algo. de todas formas la prefiero a muchas otras Janes (sí, Charlotte Gainsbourg: tú que ahora suenas de vez en cuando en formato musical por estos lares y que eres la protegida de Manuel, a ti te miro entre otras Janes).
Por tonto que suene, una de las mejores cosas de esta adaptación es que Rochester es enorme y Jane es pequeñita, como debe ser. La foto de la portada que pongo arriba es real, y recuerdo una escena donde Rochester está sentado y Jane de pie detrás y es entonces cuando son casi de la misma estatura. Lo cual hace que sean en ese aspecto tal y como los del libro y se agradece. Oír constantes alusiones al tamaño pequeño de Jane en versiones donde ella es casi tan alta como Rochester no siempre es fácil. Y aquí todos esos comentarios funcionaban a la perfección.
En fin, que le doy un aprobado. Le falta un hervor, pero tiene a Timothy Dalton, ¿qué cuenta más?
* Timothy Dalton además también hizo de Heathcliff en una adaptación de Cumbres Borrascosas. Tengo ganas de verlo en ese papel, después del éxito conmigo de este. A Rochester ya tenía uno al que le daba el visto bueno, como Heathcliff creo que los he suspendido a todos. (Ahora llegan algunos nuevos, veremos qué tal esos).
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sábado, 19 de julio de 2008
Como en los viejos tiempos
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viernes, 18 de julio de 2008
Estudios de mercado
Queridos señores que se dedican a hacer estudios de mercado:
Les escribo para sugerirles que dejen de gastarse dinero en esos aburridos, interminables e inconclusos estudios de mercado que casi nunca les proporcionan buenos resultados y que simplemente inviertan el dinero en probar sus productos conmigo. Es así de sencillo: si me gustan serán un fracaso, y si no me gustan pueden estar seguros de alcanzar un volumen de ventas insospechado. Garantizado al 100%.
Sin más reciban un cordial saludo,
Cristina.
O lo que es lo mismo: otro que muerde el polvo. Hoy he ido a por mis gotas para los ojos a la óptica y me han informado de que ya no trabajan esa marca. Supongo que la distribuyen en otros sitios, pero es que si pretendiese seguir todo lo que me cancelan (agua, queso, yogur, líquidos de las lentillas, y una larga lista más de productos de los que ya he perdido la cuenta) no daría abasto. Go with the flow es mi nuevo lema. He comprado sus nuevas gotas (resulta que los ingredientes son exactos) y apechugaré con la mariposa del bote (el tema de las mariposas me lo reservo para una futura carta abierta a los señores creativos).
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jueves, 17 de julio de 2008
Una del oeste
Una de esas cosas que pocas veces se me encuentra haciendo (como haciendo operaciones matemáticas por amor al arte o comiendo cebolla cruda) es viendo películas del oeste. En cambio, Manuel es todo un fan (de las buenas, dicho sea de paso) y ya me miró mal otro día cuando le dejé solo viendo Sin perdón (Unforgiven), y otros días antes viendo una película de John Ford.
El caso es que ayer ya me había anunciado que a media tarde ponían Centauros del desierto (The Searchers) en TV3 y que era el mejor western de todos y, para él, una de las 10 mejores películas de todos los tiempos. A lo que yo respondí con un sencillo "qué cosas".
Pero al cabo de un rato de esa conversación, yo ya me había olvidado de que ponían la película y me trasladé inocentemente del ordenador al sofá a leer y vaguear un rato (y también con la esperanza secreta de que entrara un poco de airecillo por esa ventana). Había leído pocas páginas cuando empezó la película y Manuel dejó inmediatamente cualquier cosa que estuviera haciendo. Yo, ante tanta expectativa, decidí, por una vez (los prejuicios son los prejuicios), intentar ver una película del oeste.
Y así pasaron dos horas con sólo un intermedio en las que apenas quité ojo a la pantalla e incluso me reí con algunas escenas (escenas divertidas en una película del oeste, no tenía ni idea de que tal cosa existiera). Para cuando terminó la película no tuve más remedio que reconocer que vaaaaaaaaale, me había gustado.
Menuda sorpresa me llevé. Creo que Manuel un poco también.
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Virginia
Qué pena no haberme guardado el artículo, porque en la edición digital no sale. Tampoco recuerdo el autor ni nada, por lo que no se me puede acusar ni de prejuicios o cosas así. Sólo sé que hoy me he indignado (mucho, además) cuando en la sección de Cataluña de El País un artículo de opinión sobre ediciones, editoriales o no sé muy bien qué en catalán decía algo así como que "Virginia Stephen y su marido Leonard Woolf habían fundado un pequeña editorial, bla bla bla..."
¿Quién es esa tal Virginia Stephen? Virginia Stephen es una chica de 30 años que en 1912 se casó con Leonard Woolf y juntos - Virginia y Leonard Woolf, el matrimonio Woolf - fundaron Hogarth Press en 1917, por lo que todos los papeles y demás que firmaran los firmaría Virginia Woolf, ya que Virginia Stephen había dejado de existir cinco años antes sin haber fundado ninguna editorial.
He leído pocas cosas más ridículas y sin idea de nada.
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miércoles, 16 de julio de 2008
La Cure Gourmande
Mi intención era haber escrito esta entrada antes de ayer, pero se me pasó.
La caja de lata que se veía en la foto de mis regalos de cumpleaños no venía vacía precisamente como se puede ver ahora. Tanto la caja (y la bolsa) bonita como los dulces deliciosos son franceses a más no poder. La Cure Gourmande, de donde proviene todo, tiene una única tienda en España, la del centro comercial Gran Via 2 en Hospitalet*, y el resto están todas en Francia y Bruselas. Así que si algo está claro es que son dulces franceses de pura cepa. La Cure Gourmande además significa literalmente "la cura golosa/glotona" y... ¿he dicho que tengo una catarro que no se me termina de quitar?
Los dulces en sí son como dulces antiguos, tanto en la presentación (los paquetitos y los envoltorios son todos monísimos) como en el contenido. De momento sólo hemos acabado con un paquetito que traía "aceitunas", que de aceitunas no tenían más que la forma y, algunas, el color, puesto que eran bolitas de chocolate rellenas de un fruto seco. Deliciosas.
De los caramelos de toffee sólo ha caído uno porque a Manuel no le gustan y son enormes, así que me los voy repartiendo. Los chupetes, una especie de chupa-chups rústicos y enormes con una pinta espectacular, me tientan mucho, pero sólo viene uno de cada y nunca me termino de decidir a zamparme uno. Y luego están los caramelitos, con todo tipo de sabores, incluso higo. Y por último también viene una especie de turrón con almendras e higo seco que también tiene buena pinta y que aún no he llegado a probar. ¡Pero es que abro la caja para probar algo y me quedo mirando los bonitos envoltorios incapaz de decidirme por nada!
Así que antes de ayer era fiesta nacional en Francia, yo leía Anna Galvalda en francés y picoteaba alguna que otra cosa de la tentadora caja de lata. Todo très français para alguien no especialmente (por decir algo) francófilo como yo. Pero es que así cualquiera entona con ganas "Allons enfants de la patrie, le jour de gloire est arrivé..."
* A ver cuándo puede acercarme a la tienda, porque Manuel dice que es chula, con aspecto de tienda de dulces antigua también.
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lunes, 14 de julio de 2008
Love in a Cold Climate (2001)
Este fin de semana por fin acabé de ver lo que había empezado otros muchos antes: Love in a Cold Climate (2001). El retraso no era la falta de ganas sino el no terminar de encontrarle hueco.
Vi el primer capítulo con Love in a Cold Climate, el libro, recién terminado, cosa que no siempre debe hacerse, pero el experimento no me salió nada mal, ya que la serie es muy , muy fiel al texto. Y eso que no es una adaptación sencilla, ya que lo que en la serie es Love in a Cold Climate, en papel son dos libros: The Pursuit of Love (A la caza del amor) y Love in a Cold Climate (Amor en clima frío), los dos, por supuesto, de Nancy Mitford. Me daba un poco de miedo que se notasen las costuras, pero no se notan en absoluto: la fusión está totalmente lograda y las historias se recrean de forma inseparable. Una adaptación de la BBC de las buenas.
El reparto me pareció estupendo y apenas le puedo poner pegas. Aunque me hubiera pegado más Anna Popplewell (sí, la que ahora sale en las Crónicas de Narnia) en el papel de Jassy, únicamente por el aspecto, eso sí. También hablando de aspecto, la actriz que interpreta a Polly (Megan Dodds) no me parece a la altura. Se supone que es toda una belleza, muy superior a Linda (Elizabeth Dermot Walsh) y desde luego a Fanny (Rosamund Pike) y en mi opinión al final es la menos resultona de las tres.
El vestuario y los decorados son de lo más destacables y ayudan realmente a recrear el momento (en vísperas de la Segunda Guerra Mundial) entre la clase alta inglesa: con Linda envuelta en pieles y predicando el comunismo en el Speaker's Corner de Hyde Park, o con el cambio total de look de Lady Montdore.
Lo que también me daba miedo eran las escenas de los refugiados de la Guerra Civil y, luego, el personaje de Juan. Me daban miedo por lo típico, no fueran a convertir a Juan en torero o a hacer hablar a los refugiados con acento mexicano. Pero no había nada que temer. Juan es sólo tan estereotípico como lo es en el libro, tampoco tanto. Y los refugiados, para bien o para mal, apenas hablan.
Pero claro, el final con costuras invisibles de los dos libros juntos termina por volverse un poco demasiado triste por acumulación.
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domingo, 13 de julio de 2008
Servicio a domicilio
Si a una le pilla por sorpresa un enorme y extraño resfriado veraniego que le quita las ganas de salir a dar un paseo, se agradece que una parte importante del paseo venga a domicilio: frappuccino de vainilla y tarta de zanahoria para la niña acompañados por el artículo de Javier Marías en papel (porque era mi tipo de artículo y sin saber de la existencia de mi entrada anterior).
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Etiquetas Cosas de casa
Bien por Javier Marías
Sin más preámbulos:
La penúltima pataleta ha sido la del “lapsus”, según ella, de la Ministra de Igualdad. Antes de que me hubiera enterado, ya me estaban llamando de agencias para que opinara sobre las “miembras” de la señora Aído. Aburrido como estoy de estas cuestiones, no cogí el teléfono ni una vez. Pero a los pocos días, en una rueda de prensa con motivo de la aparición de un libro, me cayó la inevitable pregunta, a la que respondí que decir “miembra” me parecía tan estúpido como si los varones empezáramos a decir ahora –y aún más grave, a exigir que se diga– “víctimo” cuando se hable de uno de nosotros, o “colego”, o “persono” o “pelmo”. Esto es, hay vocablos que son invariables y cuya terminación en a o en o no indica género. Si yo escribo que Carrero Blanco fue víctima de ETA, he de seguir empleando el femenino –por ejemplo en la frase “y ha sido la de mayor rango de todas ellas”–, por mucho que las exageradas cejas de aquel Almirante no admitieran dudas sobre su sexo. Lo mismo que si afirmo que John Wayne era una persona afable, debo añadir “y querida por cuantos la conocieron”, por mucho que Wayne se erigiera en uno de los símbolos de la virilidad (pese a llamarse Marion, por cierto, en la vida real). ¿Tan difícil de entender es esto, Santa Virgen?[...]
Se habla de “el hombre” –“el terroso”, en origen– como se dice que “el león es carnívoro” o “la rata frecuenta las alcantarillas” o “el tigre es muy peligroso” o “la jirafa tiene el cuello largo” o “la cebra es rayada”. Según estos plastas, tendríamos que hablar siempre de “la jirafa y el jirafo”, “la rata y el rato”, “el tigre y la tigresa” y “la cebra y el cebro”. Desean hacer de la lengua algo odioso, inservible y soporífero.
La negrita y los aplausos que en el blog no se oyen son míos y el artículo completo, de El País Semanal de hoy, puede leerse completo - cosa que recomiendo encarecidamente - aquí.
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sábado, 12 de julio de 2008
Birthday Stories, de Haruki Murakami (editor)
Bueno, pues ya he leído mi primer Murakami, Birthday Stories, aunque no sé si realmente cuenta, ya que esta es una colección de relatos cortos y él sólo escribe la introducción y la última historia...
Yo tengo una historia larga con las historias cortas. Antes me negaba a leerlas, porque las que había leído eran de esas que quieren ser de lo más profundas y que dejan finales abiertos/raros a los que, por lo menos yo (superficial que es una) no les encontraba mucho sentido y no me dejaban buen sabor de boca. Luego, gracias a autores autoras (!) como Kate Atkinson, Helen Dunmore, Elizabeth Gaskell, Muriel Spark... descubrí que los relatos cortos no siempre son así, sino que como en todo, los hay de todos los tipos. Lo mejor, descubrí, es leer los libros de relatos cortos en esperas aeropuertuarias, donde la atención se dispersa a cada momento y donde siempre viene bien un poco de gratificación instantánea.
Y ahora me entero, entonces, de que no sólo este es mi primer Murakami sino que, por lo que recuerdo, también es mi primera recopilación de historias cortas de hombres (para compensar sólo hay tres historias escritas por mujeres).
Hay alguna historia como las que decía antes que no me gustan, pero también hay otras que me han gustado mucho, como The Birthday Cake, de Daniel Lyons, donde una señora mayor tiene que decidir en la pastelería si cede su tarta semanal a una madre soltera desesperada porque es la última tarta que ha podido encontrar para el cumpleaños de su hija esa misma tarde. O Forever Overhead, de David Foster Wallace, sobre un niño que cumple 13 años y decide dar el gran paso de subirse al trampolín más alto de la piscina, con unas descripciones y un tempo espectaculares. Mi primer Raymond Carver también, con The Bath, y eso que Manuel tiene algunos libros suyos, y que, a pesar de lo deprimente de la historia, me gustó mucho. Y Birthday Girl, del propio Murakami, que no me ha desanimado de leer más cosas suyas en el futuro.
Curiosamente esas, que son las que más me han gustado, aunque no las únicas, son todas de hombres. Todas, obviamente, tienen en común que suceden o tienen que ver con algún cumpleaños. En unas la mención es más oblicua, en otras es la razón de ser de la historia. Y como dice Murakami en la introducción, parece ser que el género de las historias de cumpleaños, suele tender a la tristeza.
Y no puedo dejar de comentar la portada, que hace que no sólo por el contenido sea un regalo ideal (dicho por una que lo recibió por su cumpleaños). Es una pena, como siempre, que a pesar de que Murakami tiene muchas novelas traducidas y muchos seguidores, este libro, al no ser propiamente suyo, no parezca estar traducido.
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viernes, 11 de julio de 2008
Chepita en alto
Hace un tiempo me enteré de que, aparte del primer volumen de las Obras Completas de Carmen Martín Gaite, Correos también había sacado un sello suyo. Así que cuando hace unos días fui a una oficina de Correos a echar una carta y la chica, sin que hubiera nadie, hizo como que no me veía durante los CINCO MINUTOS que estuve plantada delante de ella frente a frente porque no sabía que había que coger número hasta que llegó otra señora que lo cogió y fue atendida ipso facto, decidí fastidiar un poco y pedirle los sellos. "Carmen ¿qué?" fue lo que oí varias veces antes de que saliera con el pliego.
El otro día no pude resistirme a hacer una foto de mi flamante primer volumen de Obras Completas y los sellos juntos. Me gusta el hecho de haber abierto el libro al azar y que justo debajo de los sellos se haya colado una expresión tan propia de Carmen Martín Gaite como "chepita en alto" (y que sólo vi una vez descargada la foto en el ordenador).
Y hablando de libros de cumpleaños. De hoy no pasa que coloque mis regalos y mis libros gordos que me van a obligar a trasladar un montón de baldas.
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jueves, 10 de julio de 2008
Para que no se diga
Dejo constancia de que aprendo de mis errores: ayer volví a hacer gazpacho y puse un diente de ajo (tirando a pequeño esta vez, para compensar).
Cuando al principio lo probé y no me ardió la boca pensé que había salido un poco insulso, pero en realidad ha salido riquísimo.
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miércoles, 9 de julio de 2008
James Blunt en Barcelona
Últimamente parecemos críticos muicales, porque no paramos de ir a conciertos. La única diferencia es que nosotros pagamos la entrada y los críticos musicales de verdad no. Pero bueno, como lo pasamos bien y salimos contentos el precio de la entrada siempre merece la pena.
El concierto de ayer era de... ¡James Blunt! Y yo ni me había enterado de que el pobre chico venía. Menos mal que Manuel sí y la entrada fue uno de los regalos de cumpleaños. Así que a la sala Razzmatazz que fuimos. Primero los teloneros, Cyan, que yo no conocía de nada pero que tenían sus fans entre el público (fans tan entusiastas que a veces nos planteábamos si no iban en realidad a verlos a ellos y no a James Blunt). Sonaban bien, pero el vocalista necesita aprender a vocalizar. Los fans entusiastas se sabían las letras de principio a fin pero yo a duras penas logré entender dos palabras seguidas.
Y luego el plato fuerte, James Blunt, que por suerte no nos hizo esperar porque hubiera ningún partido de fútbol ni de petanca y que, de hecho, según mi reloj que para entonces se estaba quedando sin pilas sin que yo lo supiera, salió a escena antes de tiempo. Mentira, claro, como mucho saldría puntual.
Yo no sabía qué esperar del concierto. Los dos discos de James Blunt me gustan mucho (curiosamente en cambio, sus dos singles de lanzamiento, el famoso You're Beautiful y luego 1973 son de las canciones suyas que menos me gustan), pero ¿cómo iba a ser un concierto suyo? Pues muy, muy bueno, visto lo visto. Manuel, de hecho, dice que de los tres a los que le he "llevado" últimamente (Bon Jovi, Alanis y este), es el que más le ha gustado (y no influye que la idea de ir a este fuera suya).
James Blunt sale al escenario hecho un pincel y no para de moverse por el escenario en todo el concierto: cuando no está yendo de acá para allá, subiéndose a los sitios, haciendo "surf" sobre el piano, acercándose muchísimo al público*, está constantemente cambiando de instrumento.
Canciones impresionantes: Bravery, cantada al piano con imágenes grabadas en videocámara de cuando James Blunt era soldado. Goodbye My Lover también al piano y que quedó de maravilla. Carry You Home, que ya de por sí puede que sea mi canción suya preferida, con final sorpresa incluído en el que cantó una parte en español (y, claro, se metió definitivamente al público en el bolsillo) y un largo etcétera que ahora no recuerdo pero que recordaré nada más sacar esta entrada, claro. Y siempre James Blunt muy integrado y muy atento con el público. Muy majete, vaya.
Otra cosa inolvidable del concierto fueron los tres ingleses que teníamos delante. Antes de seguir con el tema debo recordar al mundo mi anglofilia, ¿vale? Pues bien, ahí teníamos a las dos chicas más altas del mundo y, "lo mejor", a su acompañante apodado Silvio (por Berlusconi) por nosotros. El hombre no es que se pareciera verdaderamente a Silvio Berlusconi, pero sí que era muy moreno para lo que son los ingleses y pinta de tío trasnochado y un poco lapa y muy, muy grimoso. Ahí estaba nuestro Silvio, dándoselas de rockero (una imagen más desagradable de lo que parece, si le hubiérais visto) y, lo peor, hablando sin parar (se le oye en casi todos los vídeos que hice). Él hablaba y hablaba y hablaba y, de vez en cuando, hacía gestos rockeros para que James "viera" que estaban en la misma onda o algo. Muy desagradable, una molestia en realidad, pero nos dio muchísimo juego para reírnos de él (cosa que hicimos mucho). Eso sí, como le dije a Manuel, mi anglofilia, todo lo que podría haber subido con James Blunt, ya nunca será lo mismo después de haber tenido a Silvio delante.
Pero bueno, que el concierto fue buenísimo y que me apetece ver a James Blunt en vivo de nuevo y volverle a oír chapurrear español y despedirse con su "buenos días. Buenas tardes. Buenas nocheeeees". Y aquí dejo un vídeo de Carry You Home, con su trocito en español hacia el final. Y en breve, porque los estoy subiendo ahora, más vídeos aquí.
* Una vez, incluso, se tiró al público (!!). Yo pensaba que eso ya no se hacía, pero el chico lo hizo con toda naturalidad. Supongo que si en tu "vida anterior" has sido soldado, tirarte y esperar que el público te coja y casi te despelleje vivo no debe de ser muy aterrador. Por otra parte, creo que a todos los músicos deberían contarles la historia con moraleja que me contaron a mí el año pasado y que siempre hace que me parta de risa cada vez que me acuerdo. No sé cuándo, Enrique Bunbury actuaba en Parla, en Madrid, y no tuvo otra idea que tirarse al público. La chica que me lo contó, con conocimiento del terreno local, lo contaba así: "¿y qué hace la gente de Parla si ve que un tío se les viene encima? Pues se apartan, claro". Así que Enrique Bunbury aterrizó contra el suelo, suspendió el resto del concierto y salió de Parla en ambulancia. No creo que vuelva.
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martes, 8 de julio de 2008
A House Unlocked, de Penelope Lively
Lo de que te vendan libros como lo que no son es un arma de doble filo. Si con Oleander, Jacaranda, de Penelope Lively la sorpresa fue para bien, con este otro: A House Unlocked me ha pasado justo lo contrario.
No es que el libro esté mal en sí, pero es que el marketing lo mata. Para empezar te ponen una foto de pequeña de Penelope Lively en la portada (y alguna que otra más dentro) y te lo venden como la continuación de Oleander, Jacaranda. Cuando Penelope Lively de pequeña apenas sale y desde luego yo no tengo nada claro qué fue de la vida cotidiana de PL al llegar a Inglaterra de Egipto.
Se suponía que el libro iba a contar eso a partir de las habitaciones de Golsoncott, la casa (de tamaño considerable) de sus abuelos maternos, que se convirtió en su centro de operaciones inglés cuando no estaba en el internado al que la mandaron o en la universidad y antes de independizarse. Así que yo pensaba que iba a contar todo esto con todo lujo de detalles, o al menos de forma similar al otro libro, a partir de momentos sueltos que, colocados un junto a otro, sirven más o menos para contar una vida interesante.
Y en lo de contar cosas a partir de las habitaciones nadie engaña a nadie. El problema viene en lo que se cuenta. Las menciones a su vida personal son casi anecdóticas y sirven para introducir los temas que realmente se tratan. Es decir, que el salón de la casa no le recuerda tanto a los momentos que pasaba ahí con su abuela, sino a los niños que acogieron durante la evacuación de niños que hubo al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, lo que le lleva a escribir un ensayo puro y duro sobre tales evacuaciones. También le recuerda a las labores de su abuela, que cosía para la iglesia, y eso le lleva a considerar por qué acude menos gente a las iglesias o qué se hace con las iglesias que caen en desuso.Y el jardín le hace pararse a pensar en la flora inglesa.
Todo, sí, con alguna que otra referencia personal y el agradable estilo de PL, pero en general el libro es más una colección de artículos inconexos (la inconexión abunda incluso dentro de los capítulos) y lo de recorrer la casa no termina de funcionar (porque más que recorrerla se miran objetos concretos). Algunos temas me han resultado más interesantes que otros (los niños evacuados, la amiga rusa...) pero en general me he aburrido un poco. Más que nada porque si quieres leer fríamente sobre un tema en concreto te lees un libro únicamente sobre ese tema, ¿no?
Que me he llevado un chasco, vaya. Eso me pasa por romper mis propias reglas de no leer dos libros del mismo autor seguidos. Si me hubiera esperado un tiempo prudencial igual lo habría podido leer con otros ojos y no esperando lo que ha resultado no ser.
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lunes, 7 de julio de 2008
Una ya tiene una edad
Visto lo visto, abrir regalos y comer tarta puede llegar a ser de lo más agotador (ojo, aunque yo estoy dispuesta a sudar la gota gorda en ese sentido). Digo visto lo visto porque Manuel pudo contemplar de cerca y la única lectora de lejos (cuando intentó localizarme después de haberme dedicado esta fantástica foto con su correspondiente y divertidísimo comentario) que a horas nada intempestivas que incluso me da vergüenza concretar, yo ya estaba frita en el sofá.
El día empezó abriendo regalos, como debe ser, y como se puede ver en la foto tuve un montón, a cuál mejor (recomiendo hacer la foto grande para quien quiera dejarme presumir de regalos en condiciones y así ahorrarme el hacer una lista), muchos de ellos llegados desde Madrid el día anterior en una caja que Manuel me quitó de las manos en dos segundos para que yo no tuviera tentaciones de abrirla antes de tiempo.
Y luego, cargada con todos mis libros para hojearlos bien y mientras atendía llamadas, a desayunar la deliciosa tarta Selva Negra (sólo el nombre ya es delicioso). Aún queda un tentador pedacito en el frigorífico que no sé cuánto tiempo durará (poco, diría yo).
Más tarde en Barcelona paseamos (yo luciendo mi nuevo libro Birthday Stories y abandonando a Penelope Lively por un día) por una ciudad que por lo visto en los domingos de verano se convierte en un recinto gigante de piscina. La gente se coloca su atuendo de bañista al salir de casa (toalla al hombro, chanclas...), aunque viva a 60 km. Y luego el mismo ritual para volver: el pelo chorreando, las piernas llenas de arena, la toalla mojada al hombro, y hala, a recorrer el camino de vuelta a casa.
Nosotros no somos nada de playa, así que esquivamos a las masas y nos metimos en el cine (por un momento de pánico pensamos que no tenía aire acondicionado), yo cargada de chucherías y helado, que para eso era mi cumpleaños, y vimos El incidente, que aunque tiene algunos buenos momentos de tensión, deja un poco que desear, la verdad.
Y de vuelta a casa a seguir jugando con mis regalitos y comer más tarta.
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domingo, 6 de julio de 2008
6-7-08
Bonita fecha la de este año. Y como estoy muy ocupada abriendo regalitos y reservándome para zampar un buen trozo de una tarta deliciosa, me limito a dejar un regalo (qué generosa yo, haciendo regalos en mi cumple) en forma de canción. Y no, no es cumpleaños feliz, aunque eso hubiera estado bien.
And it’s glorious just to laugh like us
And the world will turn and it'll never stop.
'Cos I’ve nothing to hide, we’ve got nothing lose, oh yeah.
And it’s glorious yeah it’s all I see
Yeah I’ve got nothing to find, I’ve got nothing to lose, but you
And it’s glorious.
Mañana, ya bien establecida en los 27, más.
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sábado, 5 de julio de 2008
Sitcom casera
Me preguntaba estos días de qué iba a hablar en mi última entrada con 26 y la verdad es que no estaba muy inspirada. Comentar que cumplí mi misión de cortarme el pelo tampoco era tan emocionante.
Al final me decanto por algo real como la vida misma y muy divertido que ha pasado en varios episodios, tipo sitcom. Dejo fuera, eso sí, las risas enlatadas:
EPISODIO 1:
(Sábado pasado. Entra Manuel en escena cargado con un montón de tomates.)
Manuel: Creo que la única forma de comerlos todos antes de que se pudran es hacer gazpacho.
Cristina: ¡Sí! Le pediré a mi madre [también conocida como asesora culinaria] la receta y lo hago esta semana.
EPISODIO 2:
(Lunes por la noche. Cristina al teléfono con la asesora culinaria, concentrada tomando notas sobre la receta del gazpacho.)
Asesora culinaria: ... y un pepino de unos 250 g, media cebolla, un ajo mediano-grande, 3/4 de baguette y...
Cristina: Ajá.
EPISODIO 3:
(Miércoles por la tarde. Cocina. Cristina preparando el gazpacho para el día siguiente, con Manuel a mano para partir la cebolla que ella se niega a tocar.)
Cristina: ... y los tomates... ¿y me partes la cebolla? ... y el pepino... y el ajo mediano-grande...
Manuel: ¿Un ajo entero?
Cristina: Síp, eso dijo mi madre.
(Pasan unos minutos, Cristina sigue pelando el ajo.)
Cristina piensa: ¡qué rollo esto de pelar el ajo! Y qué peste me va a quedar luego.
(Pasan unos minutos, el gazpacho está hecho pero calentujo, falta meterlo hasta el día siguiente en el frigorífico. Manuel y Cristina lo prueban.)
Los dos: Hmmm... un poco fuerte de ajo, ¿no?
Cristina: Será cosa de poner menos las próximas veces. Medio, en vez de uno entero.
EPISODIO 4:
(Jueves. Hora de la cena, sendos platos de gazpacho servidos en la mesa.)
Cristina: (empieza a tomar la primera cucharada) Ah, pues hoy está menos fuert... ¡Aaaaah! Está fortísimo, es de efectos retardados.
Manuel: (lo prueba) Sí que está fuerte, sí. Pero bueno, el sabor inicial no es malo. Es cosa de rebajar el ajo.
Cristina: Ya, pero no lo entiendo, yo puse lo que me dijo mi madre y a ella no le queda tan fuerte, no sé.
(Horas después siguen intentando deshacerse del sabor a ajo.)
EPISODIO 5 (y último):
(Viernes. Hora de la cena. De nuevo gazpacho para cenar, porque han salido litros y litros. Y aún no se acaba.)
Cristina: Bufffff.
Manuel: Bueno, hay que repetir la receta otro día, con menos ajo y ya está.
Cristina: Sí, sí.
Manuel: Igual es porque usamos ajo del campo y es más fuerte.
Cristina: Será eso, porque si no no lo entiendo, mi madre dijo mediano-grande y el que puse tampoco era gigante.
Manuel: Al menos dicen que el ajo es muy bueno.
(Minutos después. Cristina de nuevo al teléfono con la asesora culinaria.)
Cristina: Y aún nos queda más, con lo fuerte que está.
Asesora culinaria: No entiendo cómo te pudo quedar tan fuerte. Alguien ha dicho esta tarde en broma que a ver si es que habías puesto una cabeza de ajo entera. (Se parte de risa).
Cristina: ... eeeeeh...
Asesora culinaria: Porque...
Cristina: Perooooo... tú me dijiste un ajo...
Asesora culinaria: ¡Un diente de ajo! ¿Pusiste una cabeza de ajo?
Cristina: Pero un ajo es un ajo, no un diente de ajo.
Asesora culinaria: ¡Un ajo es un diente de ajo, no una cabeza de ajo!
Cristina: ¡No! eso es como si dices que una naranja es un gajo de la naranja y no la naranja entera.
Asesora culinaria: Pero entonces... ¿pusiste una cabeza de ajo entera?
Cristina: Un ajo es un ajo... y además mediano-grande.
Asesora culinaria: ¡Pero era un diente de ajo: un ajo!
Cristina: Un ajo es un ajo, no un diente de.
(Asesora culinaria y Cristina se ríen cada vez más mientras el debate sigue ad infinitum. Manuel entra en escena con cara de "no puede ser". Pasan los minutos.)
Cristina: Así que lo que estamos tomando es puré de ajo con un poco de tomate.
Asesora culinaria: No, ni el ajo blanco lleva una cabeza de ajo entera. Bueno, hija, pero el ajo es muy bueno.
Cristina: (resignada) Ya, eso dice Manuel.
Eran demasiadas recetas caseras las que me habían salido bien, algún día tenía que llegar la anécdota, aunque hubiera sido de agradecer que se me hubiera chamuscado algo tanto que se hubiera quedado incomestible, no que encima hubiera salido tanto que estemos condenados a comerlo día tras día. En fin, así acaban los 26, comiendo puré de ajo y dándole la razón - vía RAE - a la asesora culinaria en que un ajo es un diente de ~, no una cabeza de ~.
Así acaban los 26: riéndome de mí misma sin parar.
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Etiquetas Con las manos en la masa, Cosas de casa
miércoles, 2 de julio de 2008
Oleander, Jacaranda, de Penelope Lively
Ayer hablaba de imágenes veraniegas, y creo que la portada de Oleander, Jacaranda: A Childhood Perceived, de Penelope Lively es de las portadas más veraniegas que tenemos en la estantería. Me gusta porque es una imagen coloreada y un poco retocada de la propia Penelope Lively, saltando de un trampolín de Alejandría al Mediterráneo. La original, más abajo, es en blanco y negro. Y lo que me he entretenido yo buscando las diferencias (o la diferencia mejor dicho, porque no he visto más que una) entre las dos.
También he encontrado diferencias entre la idea que yo tenía del libro y lo que ha sido el libro de verdad. Diferencias para bien, eso sí. El libro lo venden como una especie de autobiografía que sólo cubre su infancia en Egipto. Y el caso es que es eso y no lo es. No es una autobiografía al uso: Penelope Lively no sigue un orden estrictamente cronológico (lo que resulta un poco confuso con cosas como el divorcio de sus padres, por ejemplo) ni tampoco lo cuenta todo. Ella cuenta lo que recuerda más o menos, a veces con un poco de ayuda, pero en general el libro es más bien una colección de momentos de su infancia. Y, como bien dice Penelope Lively, todos los recuerdos de infancia son así: pequeños fragmentos inconexos que una no sabe muy bien - o sí, según el recuerdo - por qué recuerda eso y no otra cosa, a veces cosas supuestamente más importantes.
Sólo se mencionan de pasada cosas relacionadas con la Penelope Lively bebé. Y de hecho el libro empieza con una Penelope Lively de unos seis o siete años que va en coche por las afueras de El Cairo y ve pasar, y nombra, los arbustos/árboles que ve. (He aquí cuando Cristina necesitó no sólo la traducción de los nombres de las plantas, sino también las fotos). Los arbustos/árboles son adelfas* y jacarandas, de ahí el nombre del libro.
El libro no sólo cuenta las aventuras y desventuras de Penelope Lively y su familia en el Egipto (y alrededores como Palestina o Jartum) de los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial y los años de la misma Guerra (¿vio Penelope al mismísimo Charles de Gaulle en bata?), sino que también va explorando cómo funciona la memoria o cómo es el mundo visto por los niños. Muy interesantes los dos aspectos.
El libro termina con una Penelope Lively de 12 años que vuelve con su niñera Lucy a Inglaterra, a una Inglaterra que ella no conoce de nada, a pesar de haber estado allí alguna vez, a pesar de ser su país y a pesar de haber leído tantos textos patrióticos sobre el país, que encuentra demasiado verde, demasiado húmeda, demasiado gris y fría en unos años difíciles - los de posguerra - en comparación con el clima y los paisajes entre los que ella había crecido y que, a fin de cuentas, considera su casa. Cuando va a hacerse su cartilla de racionamiento y el funcionario de turno le informa con mucha pompa de que al ser menor de 16 le corresponden plátanos, Penelope no entiende lo sorprendente del asunto, para ella los plátanos no son algo exótico y lujoso.
Me ha gustado mucho el libro y, como siempre, el estilo de Penelope Lively (que a ratos me recordaba a Carmen Martín Gaite y a ratos a Esther Tusquets en su biografía de infancia), así que me he decidido a hacer algo que no suelo hacer casi nunca: leer dos libros del mismo autor seguidos. Pero es que tener A House Unlocked, que es una especie de continuación de cuando ya Penelope Lively llegó a Inglaterra. Digo especie de continuación porque visto lo visto supongo que será otra forma original de contar cosas de su vida.
Y con este habré completado la "trilogía" (que no lo es en realidad, sólo lo llamo yo así) personal de Penelope Lively. Hace unos años leí su Making It Up, que ella llamaba antiautobiografía. Es un libro muy curioso de relatos en los que, basándose en acontecimientos concretos de su vida, explora qué hubiera pasado si hubiera tomado otras rutas. El resultado son historias ficticias con un punto de partida más o menos real y los siempre intrigantes "¿y si...?"
* Ahora resulta que lo que yo pensaba que abundaba por aquí, orgullosa de saber el nombre de una planta, no son azaleas, sino adelfas como las del libro (y la foto de ayer sin ir más lejos).
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martes, 1 de julio de 2008
Así empieza julio
El día en dos imágenes de lo más veraniegas. La primera es mejor verla grande para apreciar mejor las florecillas (mis conocimientos botánicos son nulos).
Sobre la segunda... pues que siento que esto del blog aún no dé para compartir un zumo de limón bien fresquito, así que de momento habrá que conformarse con la foto.
Ahora lo tomaremos bien frío cuando Manuel vuelva de comprar regalitos para un cumpleaños que tiene el domingo...
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