miércoles, 31 de diciembre de 2008

Casi 2009


¡¡FELIZ 2009!!

Nubosidad variable, de Carmen Martín Gaite

Justo a tiempo: ayer, entre idas y venidas, aquí y allá, mientras esperaba casi una hora en la peluquería, de vuelta a casa y, por fin, en el sofá, conseguí terminar Nubosidad variable, de Carmen Martín Gaite. No eran prisas por incluirlo entre los libros de 2008, sino que el libro estaba de lo más interesante. De forma sosegada y tranquila, sí, pero interesantísimo y lleno de coincidencias tanto internas como externas.

Es un libro muy curioso: podría decirse que epistolar, siempre teniendo en cuenta que las dos protagonistas sólo llegan a enviarse una carta por correo, las demás que escriben las guardan para intercambiarlas en persona.

Esas dos protagonistas, Mariana y Sofía (a mí me caía mejor Sofía, quizá porque me la imaginaba, correcta o equivocadamente, muy parecida a la propia Carmen Martín Gaite), fueron muy amigas de niñas, pero con la edad y un malentendido en concreto se distanciaron, hasta ahora, que se encuentran por casualidad en una exposición. El encuentro casual da pie a una de las expresiones más repetidas del libro. Y de lo más acertada, cualquiera que se haya propuesto ir a comprar algo muy concreto o que haya ido a dar una vuelta sin intención de comprar nada entenderá sin ninguna duda lo que quiere decir "la sorpresa es una liebre, y el que sale de caza nunca la verá dormir en el erial".

Y así, en cartas y cuadernos no enviados se van poniendo al día, volviendo atrás, recordando, pero también hablándose de su día a día. Un día a día de lo más Carmen Martín Gaite también, con reflexiones sobre todo tipo de asuntos. A veces me tenía que recordar que lo que estaba leyendo era una novela y no, otra vez, sus Cuadernos de todo. Y es que el libro está lleno de apuntes de ese tipo, todos con expresiones puramente Gaite.

Creo que este libro, empezado a en 1984 y terminado por fin en 1992, fue el primero que publicó Carmen Martín Gaite tras la muerte de su hija Marta (no lo aseguro), de ahí su dedicatoria y, sobre todo, creo yo, el hecho de que las dos hijas de Sofía estoy bastante segura de que sean reflejos suyos.

El libro incluye muchas referencias que casi me tomaba como guiños personales: bastantes menciones y comentarios sobre Nueva York, Madrid y Barcelona, referencias constantes y quizá algún que otro préstamo de Cumbres borrascosas y Emily Brontë... hasta llegar a un párrafo que reúne, en pocas líneas, muchos de mis intereses. Me dejó boquiabierta que Carmen Marín Gaite escribiera:

Anochecía. Recuerdo que iba llorando de rabia por la calle Aribau, mirando hacia los balcones y acordándome de Andrea, la protagonista de Carmen Laforet, que vivía por allí, y me gustaba imaginar que podía encontrármela y cogerme de su brazo como del de una amiga antigua. Tal vez estaba a punto de volver a aquella casa donde vivían sus parientes, un ambiente opresivo que a ti, Sofía, te recordaba al de Cumbres borrascosas; y ella llegaba allí después de haber estado deambulando sin rumbo por la ciudad, con su trajecillo raído, se paraba vacilante ante el portal de la casa, le daba pereza subir a encerrarse, yo la llamaría: "¡Andrea!" y nos reconoceríamos de inmediato.


Y es cierto que mucha gente opina que Nada recuerda a Cumbres borrascosas. Y yo tampoco puedo evitar curiosear las fachadas de las casas de la calle Aribau siempre que paso por ellas, intentando decidir qué casa sería - si es que era alguna en concreto - la que Carmen Laforet tenía en mente. Me gustó muchísimo ese párrafo.

También habla bastante de los diarios de Katherine Mansfield, que este año ya han hecho varias apariciones en blogs y demás, y empieza a picarme mucho la curiosidad, la verdad.

En 2009 seguiré leyendo, sin duda, a Carmen Martín Gaite, que aún quedan en la estantería muchísimos libros suyos sin leer (por no hablar ya de relecturas). Además se supone que este año deberían salir a la venta también el segundo y el tercer volumen de sus obras completas. El segundo dijeron que planeaban sacarlo para finales de enero pero yo hace unos días escribí a Galaxia Gutenberg para preguntar y, de momento, recibí el silencio por respuesta.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Libros 2008



Creía que no iba a poder escribir esta entrada hasta mañana, pero al final hoy me encuentro con más tiempo del previsto y, como en estas fechas el tiempo es un bien escaso, cazo al vuelo la oportunidad de hacer un poco de balance sobre los libros leídos en 2008 (como ya hice en 2007).

Hacer el mosaico, compuesto por los 15 libros favoritos del año, me costó muchísimo por aquello de elegir sólo 15. El otro día Manuel protestaba porque no había incluído una recomendación suya que me había gustado mucho también, pero es que debo decir que 2008 ha sido una MUY buena cosecha y que si pudiera hacer un mosaico que mostrase prácticamente todos los libros que he leído este año, no tendría reparos en decir que son mis favoritos. Hacer la criba a ratos era entretenido y a ratos dificilísimo, pero creo que esta es una lista de los más destacados. Como ya dije el año pasado, no se refiere únicamente a los que más me hayan gustado o mejor me hayan parecido por sí mismos. En muchos casos que estén aquí puede ser por otros motivos un poco diferentes. Veamos (el orden, por poner alguno, es el de lectura a lo largo del año):

- Atonement (Expiación), de Ian McEwan. Después de siglos queriéndolo leer fue la película, que también me encantó, la que me dio el empujón final. Y mereció la pena. Y se puede decir que inauguró en parte la nueva obsesión, que ya andaba incipiente, de este año: las lecturas sobre la Segunda Guerra Mundial en Inglaterra.

- The Waves (Las olas), de Virginia Woolf. Significó retomar la tradición de un Woolf al año (que espero continuar en 2009). Una maravilla (siempre y cuando a uno le guste Virginia Woolf, claro), uno de los mejores libros de Virginia Woolf que he leído por ahora.

- L'élégance du hérisson (La elegancia del erizo), de Muriel Barbéry. Para los pocos libros en francés que leo, siempre suele haber alguno entre los favoritos finales. Este llegó totalmente por sorpresa en Reyes después de que yo andase desesperada buscándolo en versión original y no traducido. La portera culta con debilidad por el té y la niña suicida me lo hicieron pasar en grande.

- The English, de Jeremy Paxman. Terminó de abrir la puerta que ya estaba entreabierta al género de las lecturas no ficticias sobre Inglaterra y los ingleses. Divertidísimo, interesante y perfecto para matar el gusanillo de la anglofilia, ya que es casi, casi como un viaje.

- Mrs Palfrey at the Claremont, de Elizabeth Taylor. El libro en sí me gustó muchísimo y se merece estar aquí por méritos propios. Pero también es verdad que me llevó no sólo a Elizabeth Taylor, cuyos libros pienso seguir leyendo, sino a un género literario curioso del siglo XX que ya conocía un poco antes gracias a Muriel Spark. Escritoras poco conocidas de historias impecables y cotidianas, estilo puramente inglés y frases punzantes y divertidas al mismo tiempo.

- At Large and at Small: Confessions of a Literary Hedonist, de Anne Fadiman. Después de su Ex-Libris Anne Fadiman no podía defraduar. Muchos de estos ensayos me aportaron tanto datos un tanto inservibles como buenas risas.

- Singled Out, de Virginia Nicholson. No hay mucho más que pueda decir de este libro del que tanto he hablado y que tanto he recomendado. Más sobre Inglaterra, más sobre las guerras en Inglaterra. No-ficción de la buena, de la que se lee como la ficción que más engancha.

- Extremely Loud and Incredibly Close (Tan fuerte, tan cerca), de Jonathan Safran Foer. A mis favoritos y en general a mis lecturas lo de la paridad (¿aún?) no ha llegado, por lo que de estos 15 favoritos sólo Atonement y este están escritos por hombres. Qué le vamos a hacer. Con la perspectiva del viaje a Nueva York este libro situado en esa ciudad tiempo después del 11-S fue una lectura impresionante. Y aún me acuerdo muchísimo de Oskar, uno de mis personajes favoritos del año, no hay duda.

- When Will There Be Good News? de Kate Atkinson. Kate Atkinson y un amago de vuelta a sus orígenes que tanto me gustan. Era predecible: justo cuando empiezo a reconciliarme con Jackson Brodie, Kate Atkinson anuncia que es el último de la saga por el momento. Está en la lista, sobre todo y aparte de por méritos propios, por demostrarme que Kate Atkinson no ha perdido aún toda la cafeína.

- The Guernsey Literary and Potato Peel Pie Society, de Mary Ann Shaffer y Annie Barrows. Cuesta decirlo así, pero este libro tiene que ser uno de los favoritos entre los favoritos. Estaba plenamente convencida de que me encantaría incluso antes de leerlo y, cuando por fin lo leí, no sólo no me había defraudado sino que me había gustado aun más de lo que había esperado. Las buenas noticias, además, son que muy pronto también podrá leerse en español (como dijo Roberta).

- A Tree Grows in Brooklyn (Un árbol crece en Brooklyn), de Betty Smith. Con ese título y comprado en Nueva York (como tantos otros, y todos ellos un éxito) no podía no gustarme. Indescriptible, pero de esos libros que todo el mundo debería leer.

- Excellent Women (Mujeres excelentes), de Barbara Pym. Lo mejor de todo es que, por bonita que sea la portada (y creo que puedo decir que es mi portada favorita de 2008), puedo decir con sinceridad que no influye a la hora de incluir el libro en la lista. Barbara Pym, descubierta en formato de diario, ha sido una de las revelaciones de las que hablaba antes con Elizabeth Taylor. En 2009 habrá más Barbara Pym seguro.

- Our Longest Days: A People's History of the Second World War, de los escritores de Mass Observation, editado por Sandra Koa Wing. Uno más de los cada vez más numerosos libros en mi haber (y en mi wishlist) sobre la Inglaterra de la Segunda Guerra Mundial. Uno más, sí, pero vaya uno.

- The Bookshop, de Penelope Fitzgerald. Más de la categoría de Barbara Pym y Elizabeth Taylor. No quiero decir que sean intercambiables o idénticas, pero pertenecen a un género que me ha gustado mucho.

- The Assassin's Cloak: An Anthology of the World's Greatest Diarists, editado por Irene y Alan Taylor. El comentario de este está reciente así que poco más puedo añadir: que no todos los libros aguantan el fuerte durante un año.

Cuando a principio de año decidí que iba a escribir una (no siempre tan pequeña) reseña sobre cada libro que fuera leyendo no me imaginaba que la cosa iba a tener sólo lados positivos. Y no sé si por el incentivo del blog o porque sí, este año me ha cundido bastante: 51 libros en total* no son nada comparados con las estadísticas que veo por ahí en otros blogs, pero para mí son todo un logro, y más tratándose de 50 libros que tanto me han gustado (sólo tuve que abandonar uno); casi uno a la semana. 15 (que ya son más que el año pasado) escritos por hombres (ya decía que lo de la paridad aquí no llega), 20 de no-ficción, 5 relacionados de alguna forma con las Brontë (deberían haber sido más) y sólo 7 en idiomas que no son el inglés. Sólo una relectura, muy mal, porque, como se decía en Mrs Palfrey at the Claremont (se me quedó grabado) los buenos libros hay que leerlos por lo menos dos veces. Pero es que ha sido un año de tantos descubrimientos literarios que no he podido mirar atrás.

A ver en 2009...

* Tengo entre manos Nubosidad variable, de Carmen Martín Gaite. Si lo acabo antes de tomar las uvas editaré esta entrada y si no ya pasará a ser la primera lectura de 2009. ¡Lo acabé!

También editaré la entrada en el futuro para añadir la lista completa de lecturas de 2008 que ahora está en la barra lateral. Hay que hacerle sitio al 2009.

Lista completa de libros leídos en 2008:

Elizabeth Barrett Browning, de Margaret Forster
La plaça del Diamant, de Mercè Rodoreda
Pistache, de Sebastian Faulks
Atonement (Expiación), de Ian McEwan
The Waves (Las olas), de Virginia Woolf
Habíamos ganado la guerra, de Esther Tusquets
Dear Jane Austen: A Heroine's Guide to Life and Love, de Patrice Hannon
Firmin, de Sam Savage
My Dear Boy: The Life of Arthur Bell Nicholls, B.A.: The Husband of Charlotte Brontë, de Margaret y Robert Cochrane
Dear Martha
L'élégance du hérisson (La elegancia del erizo), de Muriel Barbéry
Daphne, de Justine Picardie
The English, de Jeremy Paxman
Caperucita en Manhattan, de Carmen Martín Gaite
The Professor (El profesor), de Charlotte Brontë
Mrs Palfrey at the Claremont, de Elizabeth Taylor
At Large and at Small: Confessions of a Literary Hedonist, de Anne Fadiman
Soria Moria, de Espido Freire
Watch Me Disappear, de Jill Dawson
El juego del ángel, de Carlos Ruiz Zafón
Singled Out, de Virginia Nicholson
Love in a Cold Climate (Amor en clima frío), de Nancy Mitford
Lady Susan, de Jane Austen
Mr Charlotte Brontë. The Life of Arthur Bell Nicholls, de Alan H. Adamson
Is There Anything You Want?, de Margaret Forster
Extremely Loud and Incredibly Close (Tan fuerte, tan cerca), de Jonathan Safran Foer
Oleander, Jacaranda: A Childhood Perceived, de Penelope Lively
A House Unlocked, de Penelope Lively
Birthday Stories, de Haruki Murakami (editor)
La consolante (El consuelo), de Anna Gavalda
Jane Eyre's Daughter, de Elizabeth Newark
Talking to the Dead, de Helen Dunmore
Hand to Mouth (A salto de mata), de Paul Auster
Notes from a Big Country, de Bill Bryson
When Will There Be Good News? de Kate Atkinson
The Guernsey Literary and Potato Peel Pie Society, de Mary Ann Shaffer y Annie Barrows
Apple of My Eye, de Helene Hanff
The Suspicions of Mr Whicher (El asesinato de Road Hill), de Kate Summerscale
A Tree Grows in Brooklyn (Un árbol crece en Brooklyn), de Betty Smith
Virginia Woolf's Nose: Essays on Biography, de Hermione Lee
The Idle Thoughts of an Idle Fellow, de Jerome K. Jerome
Excellent Women (Mujeres excelentes), de Barbara Pym
Our Longest Days: A People's History of the Second World War, de los escritores de Mass Observation, editado por Sandra Koa Wing
Jude the Obscure (Jude el oscuro), de Thomas Hardy
The Bookshop, de Penelope Fitzgerald
The Mitford Girls, de Mary S. Lovell
Angel, de Elizabeth Taylor
The Go-Between (El mensajero), de L.P. Hartley
The Assassin's Cloak: An Anthology of the World's Greatest Diarists, editado por Irene y Alan Taylor
Nubosidad variable, de Carmen Martín Gaite

domingo, 28 de diciembre de 2008

The Assassin's Cloak

Aún quedan unos pocos días para que se acabe el año, y con él este libro que me ha acompañado todas las noches (menos las que hemos pasado de viaje, que no soy tan cuadriculada como para viajar con él) desde finales de enero: The Assassin's Cloak: An Anthology of the World's Greatest Diarists, editado por Irene y Alan Taylor.

No pensaba que me fuera a gustar tanto cuando lo empecé deprisa y corriendo para ponerme lo antes posible al día, cuando aún me hacía líos entre quién era quién y tenía que consultar cada dos por tres la sección final que incluye biografías breves de la gente cuyos fragmentos de diarios se han incluído. Lo bueno (o lo malo, según se mire si uno busca más o menos variedad) es que a estas alturas, y siempre con alguna excepción, ya conozco bastante bien a los contribuyentes.

Los hay que me han caído mejor y peor, los hay que me han gustado muchísimo y he necesitado ampliar horizontes con ellos, los hay - también - cuyas entradas me ha dado cierta pereza leer; los menos, eso sí. Y hay unos pocos que me han hecho debatirme entre si mirar cuánto faltaba hasta su próxima aparición o esperar a llevarme una sorpresa.

Muchos de ellos, en un curioso caso de qué-vino-antes-el-huevo-o-la-gallina, han salido a relucir a lo largo del año en ocasiones inesperadas fuera de los diarios y me han hecho exclamar "¡pero si sale en mis diarios!" (porque sí, me los he apropiado). Sin ir más lejos, hace unos días Manuel tenía puesta una película llamada Longford, cuyo nombre me sonaba, así como el de la tal Myra Hindley, que también salía en la película. Al cabo de un rato de verla me di cuenta de que Lord Longford era uno de los contribuyentes y que claro que había hablado en su diario de Myra Hindley. Así podría poner muchísimos ejemplos más.

No soy capaz de hablar de todos los nombres, hechos, menciones que, a la mañana siguiente (o a la otra o a la otra... que a veces, al no apuntarlo, tardo en acordarme de que lo quería buscar) he tecleado en Google y que me han hecho pasar un rato de lo más entretenida.

Los hay que son bien conocidos (y variados): Samuel Pepys no podía faltar, (pero también sale su mujer), Noël Coward, Virginia Woolf, la reina Victoria, Katherine Mansfield, Lord Byron, Sylvia Plath, Beatrix Potter, Brian Eno, Albert Camus, Chips Channon, Harold Nicolson, Alan Bennet... Muchos de los contribuyentes (algunos no tan conocidos de entrada) han saltado a otros planos. Estrellas y grandes éxitos del año han venido en muchas ocasiones de alguna entrada leída por la noche, recordada y buscada a la mañana siguiente: Barbara Pym, Nella Last (y, por ella, todo Mass Observation), Virginia Woolf (a la que, obviamente, ya conocía pero cuyas entradas - y de ahí lo que decía antes del qué-vino-antes-el-huevo-o-la-gallina - me hicieron tropezarme y lanzarme a por sus diarios de una vez), E.M. Delafield. Y algunos que, aunque aún no han dado el salto, no descarto para el futuro: Alice James (la hermana de Henry), Katherine Mansfield, etc.

Entre todos ellos y muchos más que no he mencionado siquiera han escrito las entradas más divertidas, más tristes, más desagradables, más sorprendentes, más inesperadas, más extrañas, más conmovedoras, más chocantes, más impactantes y muchos adjetivos más.

¿Y por qué se llama el libro "la capa del asesino"? Todo viene de uno de los contribuyentes, William Soutar, poeta escocés que se quedó en cama desde 1930 hasta su muerte en 1943 a raíz de una enfermedad que contrajo durante la Primera Guerra Mundial y que forma parte del grupo de contribuyentes cuyas entradas siempre estaba deseando alcanzar, que escribió:

A diary is an assassin's cloak which we wear when we stab a comrade in the back with a pen.
Un diario es la capa de asesino que nos ponemos cuando apuñalamos a un amigo por la espalda con un bolígrafo.

Así que me dispongo a saborear las últimas entradas del año y me preparo para que toda esta gente me abandone. Tengo que buscarme una nueva lectura nocturna, porque me ha encantado el ritual y porque no soportaría ver la mesilla, ahora que me he acostumbrado, sin un libro más duradero que el resto, cuyas páginas se van poniendo amarillas por el lado donde les entra la luz. No me termino de decidir entre las cartas de las Mitford o los diarios de Virginia Woolf. Me quedan pocos días para decidirme y se admiten consejos.

viernes, 26 de diciembre de 2008

San Esteban

Al final mi tió cagó ayer por la tarde un par de polvorones, de los que sólo pude comer uno en ese momento (el otro se quedó ahí hasta el desayuno de esta mañana... todo un récord de supervivencia para un dulce en esta casa) y es que, como sabiamente dijo Manuel anoche, después de una cena de abundantes restos de comidas anteriores y mientras yo planeaba los canelones de hoy, "estaría bien si algún día hicieras una comida que dejase hueco para los turrones y eso". Y tenía toda la razón, hemos comido más bien poco turrón y no hemos picoteado nada entre horas en los últimos días.

Con la excepción de ayer (y de hace un momento) en que, sin saber muy bien lo que hacía, mojé una neula (barquillo para el resto de la humanidad) en el té de Navidad y... bueno... desde entonces mi estómago lleno constantemente es en lo único comestible que me deja pensar. Menudo descubrimiento, y eso sin ser yo mucho de mojar cosas en el té.

Y, sí, hoy hemos comido los canelones de rigor. Mientras los iba liando (los 19 que han salido, de ahí que nos pasemos la vida comiendo restos, que ya se acumulan desde Nochebuena; el frigorífico, también lleno, es como un muestrario de las comidas de estos días), después de ya un tiempo considerable metida en la cocina, he visto claras dos cosas: 1) que la eternidad se debía de parecer mucho a eso y 2) que el año que viene, si la asesora culinaria me explica los cambios que proceden, haré lasaña. Eso sí, riquísimos.

Noche de viernes: Angel

El viernes pasado vimos Angel. Es una película que creía que tendría que ver en solitario porque a Manuel no le apetecería como Noche de viernes. Pero lo dejé caer y él preguntó quién la había dirigido. Yo, que de directores (y de tantas otras cosas, claro) tengo tan poca idea, dije François Ozon con el mismo conocimiento de causa que quien dice, no sé, Pepito Pérez. En cambio, para Manuel significó mucho. Por lo visto Ozon es un director bueno y diferente que suele hacer cosas interesantes.

Así que cada uno con sus motivos - los míos, claro, el haber leído la novela homónima de Elizabeth Taylor hace poco - nos sentamos a verla el viernes.

La película, quizá por ser más visual, no sé, es más parodia que el libro, que también lo es un poco. Donde el libro te hace sentir cierta pena por Angel y su desconexión total de la realidad, la película casi se ceba. Empieza ya con la ironía, plantando unas letras de presentación rositas y de lo más historiadas y se atreve con transparencias al estilo de las películas antiguas para las escenas en coche y demás.

Llega la segunda mitad de la película y las cosas empiezan a cambiar... pero de distinta forma que en el libro (por mucho que Manuel odie que diga tales frases). No quiero decir mucho, pero en líneas generales (no me refiero a pequeños detalles modificados, que también los hay), la película va por un camino que en el libro Angel vislumbra pero que consigue sortear. La película se mete de pleno.

Romola Garai, que interpreta a Angel y desde mi punto de vista se ha especializado en adaptaciones de libros que voy leyendo (Atonement, I Capture the Castle, ahora esta), está bien, y tiene su mérito interpretar a un personaje que empieza la historia con 15 años y la termina como cincuenta o sesenta. No por nada dice que es el papel del que dice sentirse más orgullosa.

La conclusión fue sorprendente: a Manuel la película le había gustado más, bastante más, que a mí. Yo no sé si tenía el libro demasiado reciente y resulta que es verdad que no se puede ver una adaptación comparando demasiado. No lo sé, el caso es que algo no me terminó de convencer.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Escudella de Navidad

Pues sí, ayer la cena salió muy rica, pero también hay que decir que era sencillita. El reto venía hoy, día en que una madrileña afrontaba una escudella casera (cuya carn d'olla incluía la famosa pilota), bastante similar, salvo por algunas variantes, a la sopa que ya he hecho otras veces.

Así que unas tres horas después de ponerme manos a la obra, hacer un par de llamadas a la asesora culinaria, aburrirme de quitar espuma, olvidarme constantemente de la palabra garbanzos (y en ocasiones cambiarla por la palabra "guisantes") y cocinar a ratos al más puro estilo Emily Brontë leyendo ha llegado la prueba de fuego.

La conclusión ha sido muy favorable, menos mal. Eso sí, la montaña de carne (que aunque mañana, siguiendo con las tradiciones de la tierra, haré canelones no haré con ella), de verdura y patatas y, sobre todo, de guisantes garbanzos (y eso que sólo era medio kilo) creo que casi nos durará hasta la Navidad que viene (como seguro que nos va a durar el segundo paquete de galets - la pasta típica de la escudella de Navidad - que compramos cuando no sabíamos lo mucho que cundían; menos mal que caduca en 2011).

Ahora estamos medio de sobremesa, repanchingados y llenísimos, esperando a que empiece Robots y a tener hueco para comer turrón y neules y polvorones. Y, en mi caso, dejando caer indirectas (bastante directas) sobre que el año pasado mi tió cagó dulces y este año, de momento, aún anda estreñido por lo que se ve.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

¡Feliz Navidad!


Aprovecho la combinación perfecta de lo mucho que me gusta ver ventanas iluminadas y lo neoyorquino de este año para desearos a todos una...

MUY FELIZ NAVIDAD.

Y, por supuesto, un poco de música para animar el cotarro. Aquí va Fairytale of New York, una canción a la vez muy navideña y nada navideña de los Pogues y Kirsty MacColl que se anima por momentos. El vídeo incluye la letra, para que os riáis y a lo mejor hasta os montéis un pequeño karaoke.

lunes, 22 de diciembre de 2008

El día en varios puntos:

- A primera hora del día la lotería no nos había tocado aún.

- La cola de media hora en la carnicería se hace ya de por sí eterna, más aun cuando el tema de conversación ininterrumpida de las cotorras señoras de delante es si tienen (ellas, sus familias y el resto de sus conocidos) ya nicho o no, dónde, cómo, desde cuándo y todo tipo de detalles similares. ¿Qué fue de las conversaciones sobre la lotería? ¿sobre la Navidad? ¿sobre cualquier otra cosa?

- Al volver de la carnicería la lotería seguía sin tocarnos.

- El menú de Navidad de Ikea está rico, aunque de lo que te anuncian a lo que te ponen en el plato haya una gran diferencia (o más bien, falta) de ingredientes.

- Hay demasiados tipos de langostinos (y resulta que si tienen pinta fea y no naranjita no están necesariamente malos, puede que sólo crudos... todo un descubrimiento). Hemos pasado más de 10 minutos decidiendo cuáles comprábamos para Nochebuena. Menudo quebradero de cabeza: tigre, banana, blanco, vannamei, salvaje, grande, mediano, pequeño... Cuando ya con la elección en las manos Manuel protestaba del muchísimo tiempo que nos había llevado, le he dicho que ha sido como una versión en vivo y en directo de la wikipedia, sólo que en la wikipedia no corres el riesgo de perder las manos por congelación.

- Odio que vendan el apio por kilos.

- Al volver de todas las compras, y ahora ya es irreparable, sigue sin habernos tocado la lotería. Y yo me habría conformado con cualquier premio "bajito".

Y mañana más compras. Qué agotadora es la Navidad y cómo se pierde la noción del tiempo, llevo todo el día sin saber qué día es exactamente o a cuántos días estamos de Nochebuena.

domingo, 21 de diciembre de 2008

Navidad 2008

Por si la entrada no rebosaba suficiente Navidad ya de por sí, debo confesar que escribo esta entrada zampando turrón de Lacasitos (sí, ya sé, muy tradicional no es) y bebiendo un humeante té de Navidad.

El caso es que ayer pusimos la Navidad por fin, que ya iba siendo hora. Además hemos decidido que, con todos los dulces navideños, estas semanas dejamos la repostería aparcada, a pesar del mal sabor de boca literal con que nos quedamos la semana pasada. Así que no había prisas.

Primero pusimos el Nacimiento que, pese a cambiar de ubicación, y sin ser intencionado, mantiene un aspecto casi idéntico al del año pasado. He aquí mis escenas y figuras favoritas, acompañadas de un par de vistas generales desde ambos lados. Y, sí, que el calendario de adviento detrás no le da un toque muy realista, pero, como le dije a Manuel cuando hizo un comentario parecido, siempre se puede decir que se trata de la evolución de la Navidad o algo así.


Con el Nacimiento ya montado, nos centramos en el árbol. Este año la estrella del árbol fue la figurita roja que está en la parte de arriba y que vino en verano nada menos que de Noruega. Y sí, ya sé que la imagen del árbol que pongo abajo no es ninguna maravilla de la fotografía pero es que mi cámara, cuando crees que tienes toda la luz del mundo, hay veces que no se entera. Y mi pulso tampoco se caracteriza por su firmeza para hacer fotos. Detrás se ven, claro, trocitos de nuestra estantería. Y por último, con una sensación de proporción de lo más extraña, las cuatro velas de hoy, que es el último domingo de adviento: máxima luz de las velas y mínima luz fuera, que hoy ha empezado el invierno con la noche más larga del año.


Y como lo prometido sobre las velas también es deuda no me olvido de que, aunque Manuel me llamase friki por subir un vídeo así a YouTube, hubo a quienes el tintineo de las velas de adviento suecas les gustó, así que he aquí el vídeo de las cuatro velas encendidas: el tintineo a máxima velocidad.



Y no faltan el miniárbol y el minitió en mi escritorio, pero como están idénticos al año pasado, no he subido la foto, así que creo que, por el momento al menos, esa es la sobredosis de fotos navideñas.

Editado para añadir: igual que el año pasado, si alguien necesita un miniárbol instantáneo, recomiendo el de Keri Smith. Tan divertido y tan rápido como imprimir, recortar, colorear y pegar.

viernes, 19 de diciembre de 2008

The Go-Between (El mensajero), de L.P. Hartley

"El pasado es un país extranjero [¿lugar extraño?]: allí hacen las cosas de diferente manera". Así empieza, salvo por los corchetes de mi indecisión, The Go-Between (El mensajero), de L.P. Hartley. Y, desde luego, el libro demuestra que es así: cuando en 1953 Leo Colston cuenta lo que pasó en aquel fatídico y caluroso verano de 1900, comienzo, a todas luces, de un prometedor siglo, ya han quedado atrás dos guerras mundiales (inevitables, por lo visto, en mis lecturas de últimamente, y no lo hago a propósito)que han enterrado, aparte de a mucha gente, toda una serie de costumbres, de prácticas y de formas de ver la vida.

En julio de 1900, Leo está a punto de cumplir 13 años y va a pasar el mes a casa de un compañero de colegio y de su familia. Allí, con su traje de color verde inocencia (como él lo termina por ver), se encuentra sin saber muy bien cómo actuar en una casa donde el único de su edad es su amigo Marcus, que es un año menor pero mucho más mundanal. Y así, de pronto, por un buen gesto, por una casualidad, por un pasatiempo, se ve haciendo de mensajero secreto entre Marian, la hermana mayor de Marcus, y Ted, un labrador.

Y todo en mitad de una ola de calor, esa sí basada en un hecho real, porque L.P. Hartley no se inventa el clima, las temperaturas que Leo comprueba cada día, son prácticamente iguales a las de los registros oficiales de la época. Incluso la gran tormenta que se ve venir desde el principio (la mayoría de los libros ingleses en los que salen olas de calor suelen culminar en grandes tormentas, sin ir más lejos ya leí otro así este año) es real, sucedió de verdad. Y como la historia podría haber pasado perfectamente, cuando uno lee el libro cuesta no tomarlo como una historia real.

Pero, mientras Leo va de acá para allá con sus mensajes, pasan otras muchas cosas, la segunda guerra de los bóers, que ha dejado secuelas en uno de los invitados a la casa de los Maudsley, sirve para presagiar las otras dos mundiales que vendrán en ese siglo que, cuando empieza el libro, Leo veía tan prometedor. Las clases empiezan a diluirse poco a poco. Y Leo vive en un mundo que no es ya el de los niños ni tampoco el de los adultos, el pobre se pasa toda la historia, a pesar de la ola de calor, andando sobre una capa de hielo muy fino. En cuanto no pone atención, o incluso a veces cuando pone los cinco sentidos, zas, un pie atraviesa el hielo.

Manuel me insistía para que leyese el libro desde hace siglos, pero, claro, siempre hay tanto donde elegir que cuesta hacer hueco a las cosas. Al final el otro día, cuando yo me quería decidir por todo y no me terminaba de decidir por nada, lo dejó caer de nuevo. Fue coger el libro de la estantería, ver que empezaba con un fragmento de un poema de Emily Brontë* de lo más adecuado para el libro, ver la primera frase del libro que ya había oído antes, pero que no sabía que venía de aquí y decidirme de inmediato. Al cabo de un rato ya había leído las 20 primeras páginas y estaba enganchadísima... y, hasta el final anoche, y sólo porque se acabaron las palabras, no me desenganché ya.

Hay una película basada en el libro. Manuel ya la ha visto, de hecho la vio antes de leer el libro, pero cuando yo me enteré el otro día, me dijo que la veríamos si quería, pero quizá no una Noche de viernes, que corren el peligro de convertirse en "noches de viernes en que vemos las películas de los libros que acabamos de leer". La verdad, creo que tiene razón, pero veré la película a deshoras.

Había leído en algún sitio que este libro podía considerarse, de alguna forma, como el abuelo de Atonement (Expiación), de Ian McEwan. Se lo dije a Manuel cuando aún llevaba poco y dijo que sí en algunas cosas, no en otras, pero no pudo decir más sin destripármelo. Ayer, cuando lo había terminado, volvimos a comentarlo y es cierto que, sin ser Atonement una copia (que además tiene lugar treinta y pico años después) , sí que tienen bastantes puntos en común, sobre todo en relación al principio de Atonement y a algunos aspectos de la situación, etc. Es curioso.

Y recomendable, también.

* Emily Brontë, de cuya muerte hace hoy 160 años.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Noche de viernes: Jane Eyre (1949)

Si se rebusca bien, el Internet Archive es de lo mejorcito que hay. Todo tipo de libros, películas, audio, programas, etc. que se van quedando sin derechos por el paso del tiempo o por problemas legales terminan allí, disponibles para todo el mundo (aunque en general suelen estar en inglés) por el módico precio de... 0 euros.

Me he descargado muchísimos libros (que se pueden descargar en muchos formatos, entre ellos el .pdf que muestra el libro tal y como es: con portada, inscripciones, papel amarillo, anotaciones en algunos casos; es el auténtico libro de segunda mano virtual y ocupa mucho menos espacio que uno de verdad) y aunque luego no sé muy bien qué hacer con ellos porque no termino yo de hacerme a leer-leer en la pantalla del ordenador, está bien tenerlos para consultas. (Dicho eso, muchos de ellos sé que los terminaría comprando si los encontrase a un módico precio en cualquier librería de segunda mano inglesa).

El caso es que ahora también hemos llegado a la parte de películas. La película del domingo pasado la pudimos ver gracias a ellos y, antes de eso, la Noche de viernes anterior habíamos podido ver lo que hasta ahora era toda una rareza: Studio One Jane Eyre (1949)*, con un Rochester de lujo, al menos en el sentido de ser un actor de peso (aunque no lo era mucho todavía en 1949 y desde luego aún no llevaba rifles ni nada): Charlton Heston. (Jane Eyre era una tal Mary Malone).

Desconozco cuántos televisores habría en Estados Unidos en 1949, pero lo cierto es que Studio One era un programa de televisión que se dedicaba a adaptar clásicos y no de cualquier manera, nada de miniseries con todo tipo de decorados, exteriores y demás. Studio One duraba una hora, la representación era en directo y, claro, los decorados, con eso de ser casi visto y no visto, eran lo más sencillo posible. Y aun así, al menos en Jane Eyre, la cosa les quedaba aparente. La calidad de la imagen no es muy buena, eso sí, porque entonces no había vídeos así que creo que tenían que grabar con una cámara la imagen de la pantalla para conservar la copia... o algo así.

Una de las cosas que más nos intrigaba era cómo iban a meter todo Jane Eyre en solo una hora cuando a veces una miniserie de cuatro horas apenas cuenta todo lo "importante" por los pelos. Y lo cierto es que sorprende la capacidad de condensación del guionista.

Empieza con Jane ya de mayor, despidiéndose de Lowood antes de ir a Thornfield Hall, así que ya se ahorran una buena parte saltándose todo Gateshead y todo Lowood. En Thornfield todo pasa muy rápido pero lo importante de esa frase no es tanto el "muy rápido" como el "todo", porque prácticamente pasa todo lo que tiene que pasar, al menos en cuanto a las adaptaciones se refiere.

Charlton Heston está bien como Rochester, es de esos un poco exaltados, era la época supongo (y esto se rodó apenas cinco años después de la famosa adaptación de 1944 con Orson Welles y Joan Fontaine) y Jane, un poco cursi, demasiado guapa, no está mal. Aunque con lo rápido que avanza la acción te fijas más en lo que está pasando y cómo que en cómo está interpretado, al menos yo.

Con todo, claro, tiene sus cosas divertidas. La escasez de decorado hace que haya que echarle imaginación a las escaleras (que son como cuatro peldaños en realidad), que la huida de Jane sea pasar unos segundos debajo de un árbol (buenísimo eso), pero, lo mejor de lo mejor, es la loca del desván, no hay duda. Pone caras por la ventana y, durante la primera "boda", hay un plano divertidísimo cogido desde abajo en el que se ve a Jane y a Rochester y, por encima, en una ventana que apenas debe de estar un metro por encima de sus cabezas, a esta mujer poniendo caras de "loca". Creo que el mayor esfuerzo imaginativo se requiere entonces, cuando tienes que creerte que Jane nunca la ha visto, que es imposible que, si ahora levantaran un poquito la vista, la vieran.

Pero, insisto, para ser 1949, un programa de televisión en directo (los actores en ese sentido están impecables, no hay fallos) y con muchas limitaciones la adaptación sale bastante bien parada.

Y además la grabación conserva los dos anuncios, también en directo, de la época (hay dos intermedios). El programa estaba patrocinado por los electrodomésticos Westinghouse así que en el primer intermedio el ama de casa perfecta nos vende una maravillosa cocina, segura para los niños y... ¡con dos hornos! Y en el segundo nos ofrecen algo que da un poco de miedo: una manta eléctrica (no pequeñita, sino tamaño de cama) que, además, se puede lavar sin problemas. Estoy segura de que más de uno se electrocutó con ella. Pero son anuncios tan curiosos como la adaptación.

Yo creía que Timothy Dalton era el único que había hecho de Rochester y Heathcliff, pero resulta que Charlton Heston ya lo hizo antes. Un año después de Jane Eyre, Studio One emitía Cumbres borrascosas con Charlton Heston y May Sinclair. Y yo estoy deseando que se le agoten pronto los derechos y lo suban al Archive aunque, y creo que eso afecta, lo acaban de sacar dentro de una recopilación de varias adaptaciones de Studio One.

* En el Archive hay también disponible una Jane Eyre anterior: la de 1934, con Virginia Bruce (rubísima, guapísima, arregladísima) haciendo de Jane, de la que de momento sólo hemos visto trozos pero que tarde o temprano veremos completa, supongo que con muchas carcajadas, porque la cosa promete.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Cosas de la Navidad

Después de aquel fatídico día, hoy me he reconciliado con el mundo de las compras navideñas. Aún no tengo claro si me ha cundido, pero al menos he podido andar por la calle a mis anchas y a mi ritmo y curiosear en las tiendas con calma y pagar sin hacer colas kilométricas y preguntar cosas a dependientes que saben lo que hacen.

El único "incidente" ha sido cuando un tío viejo, desaliñado y vestido con los colores de Coca Cola (o sea, Papá Noel) casi me deja sorda con su campanita. Cuando he pasado por su lado para por fin alejarme me ha costado mucho no darle un pisotón y he tenido que hacer verdaderos esfuerzos mentales para autoconvencerme de que en realidad era un pobre hombre disfrazado. Y es que a mí la Navidad me gusta mucho siempre que ese hombre no se cruce en mi camino a no ser que sea en tierras en las que sí que es tradicional.

Y luego llegar a casa y abrir el buzón y recibir las dos primeras felicitaciones de Navidad*. Así da gusto.

Y como el otro día ya di por inaugurada la temporada de música navideña aquí va una de mis canciones favoritas:




Ya iré poniendo más.

* Sí, en Navidad me pongo muy pesada con la campaña anti-Papa Noel y con la campaña anti-"crismas"(la palabra, no el envío de felicitaciones navideñas). "Crismas" tiene que ser uno de los "préstamos" más feos y más erróneos del mundo (y es que "crismas" es "Christmas", es decir, Navidad. Así que aquí decimos "te mando una Navidad". (Y ojo, los ingleses dicen "Christmas card" siempre, todo junto, lo de acortarlo por el sitio donde no era es cosa nuestra).

martes, 16 de diciembre de 2008

The Best Is Yet To Come

El viernes volvimos al Foyer del Liceo y eso siempre está bien. Nada más entrar te dan tu copa de cava (o cerveza o agua si lo pides) y, cuando te has instalado en la mesa que más te gusta, porque está puesto tipo cabaret, vienen y te encienden la velita que hay sobre ella. A mí el cava no me gusta, pero el color, las velas, las burbujitas y la cámara de fotos son una combinación adictiva, así que agradezco la copa de cava más que si lo fuera a beber.

Después de una larga sesión de fotos mientras esperábamos a que empezara el evento, salió la cantante a la que íbamos a ver, Sara Zahn, acompañada de su pianista/intérprete/segunda voz y comenzó su repertorio de canciones de la compositora Carolyn Leigh. El nombre de la compositora a mí no me decía mucho, pero luego muchas de las canciones que se cantaron sí que me sonaban y por las letras y el estilo descubrimos algunas influencias del señor Sondheim. La que ya conocía de entrada era la que daba título al evento The Best is Yet To Come, que además habíamos refrescado hace poco cuando la cantó el capitán Sisko en Star Trek: Deep Space 9. Así que como Sara Zahn no parece tener ni web ni vídeos en YouTube, dejo esa versión que, con la voz del capitán Sisko (acompañado por Vic Fontaine, que en la serie es un holograma; y quién me iba a decir a mí hace algún tiempo que iba a engancharme a Deep Space 9 y a saber ese tipo de cosas y a pensar en alto si mi capitán preferido de Star Trek es Sisko o es Kirk y decir que no entiendo de dónde viene la fascinación general por el capitán Picard), me parece muy buena, aunque siempre está Frank Sinatra para los más clásicos.



Y aprovechando que el cava está abierto y que en esta entrada batiburrillo cabe de todo, le deseo un feliz 233 cumpleaños a la señorita Jane Austen.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Angel, de Elizabeth Taylor

Ya que Elizabeth Taylor ha sido uno de los grandes descubrimientos del año, no podía dejarlo acabar sin leer otra novela suya: Angel (traducida también hace unos años por Anagrama) (y sólo en la estantería tengo dos más por leer, más todas las que tengo que buscar aún por ahí).

Angel no se parece mucho a Mrs Palfrey at the Claremont, que en la ironía y la historia "normal" recordaba un poco a Jane Austen, pero eso no hace que Angel sea peor, es más, sorprende que Elizabeth Taylor pueda cambiar tanto de estilo de un libro a otro. Sigue habiendo pequeñas frases punzantes pero, aunque se podría haber cebado con la protagonista, no lo hace sino que, encima, intenta presentárnosla de forma que hasta nos dé cierta pena, al tiempo que sabemos que no la soportaríamos.

A Angel, diminutivo del nada apropiado Angelica, la conocemos a los 15 años, en el año 1900, humillada por sus compañeras de colegio, cuando decide, sin ninguna modestia, que escribirá libros, será rica y famosa. Sus intenciones se cumplen en cierto modo, y lo que no sale a su gusto, ella lo adapta para que se ajuste a sus ideas. Escribe folletines, novelas de texto barroco, retorcido y rebuscado plagadas de errores. Los críticos se ríen de ella, y ella piensa que lo hacen por envidia. Su imaginación, o su forma imaginativa de contarse las cosas que le pasan, sorprende cuando sirve para quitarle la razón y hundir a otro. Angel es insoportable con su soberbia, su orgullo y su manera directa y grosera de decir las cosas, cosas que no son siempre ciertas fuera de su mente. Atenas, cuando la visita, no le gusta, piensa que en sus novelas era mucho mejor. Y se queda tan ancha con tal afirmación, porque todo lo mide por el rasero con que ella lo ve, no por el rasero real.

Y aun así Elizabeth Taylor se las apaña, con pequeñas frases aquí y allí, para que a la vez que nos desesperamos con Angel, nos dé un poco de pena, sobre todo cuando el grado de imaginación requerido para contarse las cosas de forma que le cuadren va en aumento. Te quieres reír de ella, de sus excentricidades, de su locura, de sus aires de grandeza, pero no consigues reírte ni abierta ni cómodamente. Aunque personalmente me dan mucha más pena los que la rodean y a los que ella no siempre trata muy bien.

Había cosas del libro que me recordaban un poco a las Brontë, aunque es imposible saber si o hasta qué punto Elizabeth Taylor las tenía en mente. Cuando me preguntaba si yo era un poco Angel con las Brontë y veía cosas donde no las hay, me sorprendió una referencia a la estancia en Bruselas de Charlotte Brontë y a su novela The Professor, así que no era todo fruto de mi imaginación.

El libro, además, pasa por las dos guerras mundiales, lo que me hizo "gracia", porque últimamente, lo busque o no, siempre acabo en esa Inglaterra. Claro que no me supone ningún problema...

Por otra parte, ya tengo la película inspirada en el libro, y creo que la veremos pronto.

Dátis

Y todavía Manuel, el "regalador" oficial del nuevo calendario de Mafalda cada año, me pregunta si estoy segura de que no quiero variar.

Con tiras como la de hoy, que me ha hecho reírme a carcajadas recién levantada, la respuesta es obvia. Tengo debilidad por la madre de Libertad:


(Se puede hacer clic en la imagen para que se haga más grande y leerla sin dejarse la vista.)

domingo, 14 de diciembre de 2008

Tres velas y un fracaso culinario

Ayer, si quería celebrar Santa Lucía a la sueca, me podía haber conformado con hacer lo del año pasado: un cuadro de Larsson en el blog y una mención de pasada al típico bollito de azafrán. Pero no lo hice, y decidí dar un paso más allá y buscar una receta de los bollitos en cuestión aprovechando que Santa Lucía caía en sábado de repostería.

La cosa ya empezó mal cuando la receta daba la cantidad de azúcar en decilitros, cosa que indignó a Manuel (¿desde cuándo el peso se mide como líquido?) y que nos tuvo un rato buscando alternativas (que no abundaban, por lo visto los decilitros son la medida sueca universal para el azúcar) y haciendo conversiones. Luego pusimos la cantidad ingente de levadura de panadería que pedía la receta y con la que yo pensaba que la masa nos echaría de casa al más puro estilo de película de terror. Y esperamos a que la masa doblara su volumen junto al radiador. Y esperamos y esperamos y la masa sólo había aumentado un poco. Las situaciones drásticas requieren medidas drásticas: horno a 50º y masa dentro. Ni con esas dobla su volumen, pero aun así seguimos adelante: formar eses con la masa, decía la receta, pero nuestra masa tendía a la informidad y pegajosidad, imposible moldearla. Sacamos el molde de moldes del armario y decidimos que la forma al fin y al cabo es lo de menos. 25 minutos en el horno (la receta decía 5-6) y cada bollito se ha convertido un mazacote medio crudo sin una mísera pompa de aire en su interior. Horas después casi podemos imitar el sonido de las castañuelas chocando dos bollos, pero el sabor no es del todo repugnante (aunque la masa cruda sabía mejor). Al día siguiente - hoy - el sabor del azafrán se ha reconcentrando, los bollos se han resecado y están más duros aun. Ningún domingo a estas horas quedan tantos restos de la repostería del día anterior como hoy. El destino de los bollos es, nadie lo duda aunque nadie se decide a ejecutarlo, el cubo de la basura.

Nuestro primer gran fracaso repostero no tuvo reportaje fotográfico y yo me arrepiendo de haber cambiado el "poner la Navidad" por hacer bollos duros y crudos de Santa Lucía.

Hoy me he resarcido un poco con el té de Navidad y las tres velitas de tercer domingo de adviento y fotos para compensar todas las que no pude hacer ayer y, aunque hoy no hay vídeo (prometo que sí el domingo que viene con las cuatro velas), el tintineo era una maravilla y los angelitos revoloteaban a toda velocidad.

Y antes de eso era mañana de (¡poca!) plancha, screwball comedy: My Man Godfrey (Al servicio de las damas) (libre de derechos ya, así que puede verse entera en internet en v.o.), y aceitunitas.

Y por cierto que hoy se estrena en CTV, una cadena canadiense, la precuela (inventada) de Ana de las Tejas Verdes. Por lo visto el productor, Kevin Sullivan, que tan bien lo hizo con las dos primeras partes, no consideró suficiente "fracaso"/espanto la tercera parte y ha decidido sacarse de la manga (ignorando una vez más lo que Lucy Maud Montgomery escribió) una precuela contada desde la perspectiva de una Anne de mediana edad (no interpretada por Megan Follows, como cabría esperar) que acaba de quedarse viuda porque Gilbert ha muerto en la Segunda Guerra Mundial (!!) y que descubre unas cartas con información sobre sus primeros años de vida. Ese es el resumen, si alguien se anima a intentar verla (aquí se ve un trailer). Yo tengo cierta curiosidad enfermiza, pero sé que me pondré de peor humor que con la tercera, que ya es decir, si es que me decido.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Semana literaria, entrada inconexa

Ya sabía que en otoño/invierno las lecturas de manta y té son una maravilla, pero además el otro día descubrí que a las lecturas de manta y chocolatina Hershey's de Cookies'n'Creme tampoco se les puede hacer ascos. Y tengo chocolatinas de estas para parar un tren, porque compré unas cuantas pensando que, a pesar de ser de chocolate blanco, a Manuel le gustaban (es lo que se suele pensar cuando alguien prueba algo y dice "hmmm... está bueno"), pero resulta que ahora se desdice y tengo que sacrificarme (ejem) y comerlas todas yo sola. Qué dura es la vida.

Por otra parte, aunque ya tengo la película de Angel (basada en el libro de Elizabeth Taylor, la escritora, que sale en la foto), creo que esperaremos a colocarla en una Noche de viernes una vez me haya terminado el libro. De momento respiro con alivio de nuevo porque parece que, una semana más, hemos ahuyentado a Jane Eyre 1973. Además esta noche tenemos evento así que la noche de viernes, que será al volver a casa*, es de alto riesgo en cuanto a cabezadas se refiere (hmmm... igual las cabezadas serán el truco futuro para combatir Jane Eyre 1973).

Cuando Virginia Nicholson presentó su libro Singled Out: How Two Million Women Survived Without Men After the First World War (Ellas solas. Un mundo sin hombres tras la Gran Guerra) en Madrid me extrañó no encontrar ningún artículo en El País, pero más vale tarde que nunca. El otro día Manuel me mandó un sms avisándome de que Virginia Nicholson salía en la contra, en la sección de Postres con... (sección que, de por sí, me gusta porque me hace gracia ver dónde toman el postre, qué postre toman y, lo más interesante de todo, cuánto cuesta el postre en cuestión... a veces hay cada precio desorbitado). La foto que acompaña el artículo, desde luego, es más clara que cualquier posible análisis de ADN: Virginia Nicholson es familia de Virginia Woolf y nadie lo puede poner en duda si se comparan esas dos fotos que acabo de enlazar. Y por cierto que fue comedida en el gasto del postre: fueron a la Gran Peña (ni idea) y se tomó un "milhojas de tarta con fruta" y un café cortado. (Por cierto que si alguien quiere cotillear un poco, el Daily Mail hace tiempo publicó un artículo sobre la gente que vive ahora en Monk's House, la casa de Virginia y Leonard Woolf. El artículo está en inglés, pero las fotos son universales).

Y, por último, con la excusa de un regalo para Manuel, me decidí por fin a estrenar The Book Depository, que quería probar desde casi principios de años, desde que descubrí que, a diferencia de Amazon, ellos no sólo no cobraban gastos de envío excesivos, sino que directamente no cobraban gastos de envío y demuestran cómo a fin de cuentas sus libros suelen salir más baratos que los de Amazon. Es como ir a una librería y comprar lo que quieres. Es... muy tentador.

Así que entre eso y un libro que había encargado en La Central y que tuvieron listo esta semana, esta semana ha sido, como dice Manuel, muestra de mi creciente obsesión: con los diarios, con Mass Observation, con las vidas anónimas inglesas de la Segunda Guerra Mundial, con Nella Last, con Inglaterra, con la Inglaterra de posguerra, con los libros...

A The Book Depository les pedí los dos de Nella Last (la cronista más famosa de Mass Observation) por fin y a La Central les había encargado Our Hidden Lives, diarios de Mass Observation de posguerra (y que se convierte en el compañero perfecto de Austerity Britain que me traje de Nueva York). Me hace gracia que la foto del lomo (que no es la de la portada) de Our Hidden Lives, que se ve un poco en esta foto, es justo la misma que eligieron después para la portada de Nella Last's Peace: esta, sólo que "coloreada" de diferente forma.

A esos tres libros supongo que habría que añadirles el libro de Penelope Fitzgerald, The Golden Child, con el que me hice el martes después del éxito de The Bookshop y que no sale en la foto.

Entre unas cosas y otras, ha sido una semanita de lo más literaria.

* Tenemos rituales para todo. Lo mejor de volver de los eventos nocturnos es hacer "tostillas". Sí, hace siglos a alguno de los dos se nos trabó la lengua al decir "tostadas con nocilla" y salió "tostillas". Cuajó y desde entonces la palabra está más en nuestro vocabulario (y nuestro estómago) que muchas otras aceptadas por la RAE.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Noche de viernes: Jude (1996)

Aunque es una película y no una serie, nosotros dividimos Jude en dos partes. Y menos mal porque el primer día me quedé dormida - oh, sorpresa - así que, de haberla visto de un tirón eso hubiera limitado mi visión de la película a pocos minutos después de que Kate Winslet entre en escena, que en realidad es cuando la historia se empieza a enredar y a ponerse interesante.

Cuando el viernes siguiente íbamos a ver la segunda parte, Manuel me cedió el mando y me dijo que parase cuando me había dormido, así lo hice y me aseguré de tener el punto de cruz entre manos para evitar más "cabezaditas". Y es que eso de dormirme en las primeras partes se está convirtiendo en una tradición de lo más molesta e inevitable.

Jude está basada, claro, en la novela de Thomas Hardy que leí hace poco y creo que es de las adaptaciones que más rápido he visto después de terminar el libro. Y no sé si eso es bueno o malo.

De Hardy, aunque existen varias adaptaciones de otras obras suyas que tenemos pendientes, hasta ahora sólo habíamos visto las de Tess (1979, 1998 y 2008) . Supongo que adaptar a Thomas Hardy no es nada fácil; Hardy es malo y áspero y supongo que a veces se caerá en el riesgo de caer en el melodrama. Las asperezas, las pequeñas y grandes crueldades que en el libro funcionan bien, en la pantalla pueden volverse tan puramente melodramáticas que pierden credibilidad, así que hay que ir con cuidado, seleccionar bien lo que se quiere resaltar y dejar a un lado algunas. Al menos así me lo imagino yo, que en realidad no tengo ni idea.

Y creo que en Jude el guionista se tomó esa teoría tan en serio que, aunque Manuel no está de acuerdo, a mí la película (de la que al final no me perdí ningún trozo) me pareció un poco plana. Mientras que para mí la película era una línea más o menos lisa con un pico en LA escena, Manuel decía que para él era una línea que sube constantemente. No sé, quizá sea por tener la novela tan fresca aún.

También tuvimos nuestras discrepancias sobre un flashback que hay casi al final, donde todas las escenas se han visto hace una hora (porque la película dura dos horas) y eso que nosotros dejamos una semana entre medias, así que podría habernos sido útil, pero ni con esas. A mí me parecía un absurdo, ni que el público tuviera memoria de pez. Si al menos hubieran sido escenas del pasado, pero que no hemos visto en la película, pero repetir escenas en tan poco tiempo no me gustó.

Nunca, leyendo el libro, hubiera pensado en ella para el papel de Sue, Kate Winslet está muy bien. El tal Christopher Eccleston, que hace de Jude, no está mal tampoco.

Me gustó a pesar de las pegas que le he puesto, pero me esperaba, quizá, algo más. Aun así se deja ver.

Con Jude ya terminado, de nuevo la sombra de Jane Eyre 1973 planea sobre mí. Qué miedo.

martes, 9 de diciembre de 2008

The Mitford Girls, de Mary S. Lovell

Llevo días con esta entrada a cuestas, pero es que no he sido capaz de reducirla más. Las Mitford son un mundo. Espero que lo larguísima que es no desanime a nadie.

Podría decir, comentar, recordar tantas cosas de The Mitford Girls, de Mary S. Lovell, que saldría casi una entrada tan larga como el libro o más con sus seiscientas y pico páginas. Podría empezar, por ejemplo, diciendo lo poco que me gusta la portada que es puramente chicklit para un libro que no sólo no lo es, sino que además es una biografía de una familia que no se caracteriza precisamente por la escasez de imágenes.

También podría decir que he visto mejores biógrafos que Mary S. Lovell, que es un poco dispersa la pobre mujer. Hay cosas que repite varias veces, ocasiones en que las fechas le traen más bien sin cuidado y cosas que organiza un poco al azar, por no hablar de las erratas y omisiones que sorprenden en una edición que ya no es la primera.

Pero todo eso se olvida rápidamente, inmerso como se está en las vidas de una familia que, para bien o para mal, merece ser LA familia del siglo XX. Empieza con los padres, de buenas familias venidas un poco a menos pero que, en principio, no son llamativos. Aunque cuentan con anécdotas tan divertidas como la de que David, el marido, de recién casado y sin mucho dinero, se reservaba siempre un dinerillo para, cada viernes, pasarse por el mercado londinense de Covent Garden y comprar el mejor melocotón del puesto de fruta para su mujer, Sydney. Ella lo comía con gusto y, a veces, le ofrecía algún pedacito. Pasaron un par de décadas hasta que, por casualidad, David se enteró de que a Sydney no le gustaban nada los melocotones.

Tuvieron siete hijos: un hijo y seis hijas, que David describió una vez diciendo: "yo soy normal, mi mujer es normal, pero cada una de mis hijas es más tonta que la anterior". Las hijas, tontas o no, desde luego no tenían desperdicio. Estas niñas criadas en una familia de la aristocracia con dinero suficiente para vivir bien pero poco en comparación con el resto de su clase (Sydney tuvo que tomar medidas drásticas como, para escándalo social, suprimir las servilletas de las comidas familiares y así ahorrarse el servicio de lavandería, un ahorro considerable; eso sí, en sus últimos años, cuando pasaba el verano en una isla remota de Escocia, seguía mandando por tren la ropa sucia a Harrods' en Londres y los billetes "usados" al banco de Harrods' también para que se los cambiaran por billetes nuevos) se convirtieron en:

- Nancy Mitford (1904 - 1973): probablemente, aunque no con toda seguridad, la más conocida. Escribía novelas y tenía un sentido del humor de lo más hiriente según dicen todos los que la conocieron. Tenía debilidad por Dior y por los círculos intelectuales de clase alta, aunque se rió de ellos y de los estudios de idioma cuando publicó su artículo sobre el inglés u y non-u (de las clases altas y de las clases no altas). En esta biografía siempre está un poco como en la sombra, y es que supongo que escribir una biografía de tantas personas a partes iguales no es fácil. A pesar del sentido del humor cruel, pero exquisito en las novelas, es sin duda una de mis favoritas.

- Pamela (Pam) Mitford (1907-1994): la menos conocida y más discreta de las hermanas y, aun así, de no haber sido por sus hermanas, quizá habría pasado menos desapercibida. El escritor y poeta John Betjeman que estuvo loquito por ella durante algún tiempo, la describió como la "Mitford rural", y es cierto que, mientras que sus hermanas tenían preferencia por los salones y las reuniones sofisticadas, ella solía preferir el trabajo en el campo y con los animales, más en la línea de su madre. Era tímida y le había quedado una pequeña cojera después de tener la polio de pequeña, lo que pudo contribuir a que no saliera tan decidida como las otras.

- Diana Mitford (después conocida como Diana Mosley) (1910- 2003): cuando se publicó esta biografía aún vivía y colaboró mucho con la autora, puede que por eso se haya ganado un retrato de lo más favorable cuando sigue siendo una de las personas más odiadas de la historia reciente de Inglaterra. Se la consideraba la belleza de la familia (y en ese sentido ninguna de las hermanas se quedaba precisamente corta) y, después de un breve matrimonio, se enamoró de, casi con toda seguridad, el hombre más odiado de la historia reciente inglesa: Oswald Mosley, líder del movimiento fascista inglés. Lograron casarse superando algunas dificultades familiares y Diana ayudó a su causa manteniendo reuniones con nada menos que Hitler (que de hecho fue quien les ayudó a organizar la boda) a quien ambos, quizá sobre todo ella, admiraban con locura. Es un hecho, como demuestra la biografía, que Hitler, en los años anteriores a la guerra, era una figura que causaba como mínimo curiosidad entre los ingleses y que muchos de los que después se pronunciaron abiertamente en su contra, durante estos años visitaban Alemania con la intención de conocerle. Diana no fue menos, pero, donde otros renegaron, ella mantuvo hasta el final de su vida que Hitler era un hombre "encantador" (por mucho que cueste creerlo) y se negó a arrepentirse de esos años, alegando que en su momento ella actuó como pensaba que era lo correcto y que no servía de nada medir el pasado por un rasero moderno. Claro, estas frases no le ganaron nunca la simpatía del "pueblo" aunque las clases altas no le hacían ascos a su compañía. Durante tres de los años que duró la guerra, ella y Mosley estuvieron en la cárcel y, cuando los soltaron, antes del final de la guerra, la gente no se lo podía creer (Churchill era familia de Diana y trató de interceder siempre por ella en la medida que pudo). El apellido Mosley nunca les permitió llevar una vida del todo normal, aunque el dinero no les faltó, pero ellos fueron felices y comieron perdices hasta que Mosley murió en 1980. No sé si por el retrato favorecedor o por la vida llena de luces y sombras, me ha resultado una mujer interesantísima.

- Unity Valkyrie Mitford (1914-1948): si se tienen en cuenta su segundo nombre y el hecho de que sus padres la concibiesen en su terrenito canadiense (donde buscaban oro) del pueblo de Swastika queda claro, como dice Mary S. Lovell, que Unity tenía un destino que cumplir. Lo suyo fue descubrir el fascismo y hacer de Hitler su ídolo de quinceañera. Viajó a Munich y visitó el restaurante favorito de Hitler hasta que este se fijó en ella. Y de ahí pasó a entrar en un círculo de confianza de Hitler bastante reducido. Cuanto más le conoció más le admiró y más creyó a pies juntillas lo que decía. Anunció abiertamente que si se producía una guerra entre Alemania e Inglaterra se suicidaría porque no lo podría soportar. Y así fue, pero no del todo. Pese al tiro en la sien vivió, aunque con secuelas y con la bala dentro de la cabeza, nueve años más (vídeo de su traslado después de eso a Inglaterra, quién dijo que los paparazzi no existían ya entonces). Se rumoreó y se rumorea sobre si pudo tener un hijo secreto de Hitler, pero parece poco probable. Lo que parece que queda claro es que siempre le gustó llamar la atención con actuaciones chocantes y, probablemente, el hecho de hacerse nazi y de llevar la insignia nazi en la solapa dondequiera que fuese, fue su gran actuación chocante. Siempre se la pinta como la nazi, la mala, etc, pero sus hermanas, incluso las que no compartían en absoluto su ideología, siempre la defendieron y afirmaron que, sin haberla conocido, era imposible saber lo divertida, buena, etc. que era.

- Jessica (Decca) Mitford (1917- 1996): quizá más conocida que Nancy, no sé. Famosa, desde luego, para las nuevas generaciones gracias a que J.K. Rowling siempre cuenta que es su heroína y que llamó a su hija Jessica en su honor. Dentro de las Mitford siempre se la consideró la "oveja roja", aunque de pequeña fue inseparable de Unity, con quien inventó un lenguaje secreto llamado Boudledidge. Se fugó con su primo, Esmond Romilly, para ir a combatir a en la guerra civil española con el bando republicano, aunque pasaron más bien poco tiempo en Bermeo por intermediaciones familiares. Comunistas ambos, emigraron a Estados Unidos. Esmond se alistó para luchar contra el fascismo durante la guerra y murió. Decca se casó de nuevo más adelante y se trasladó a California desde donde luchó sin cesar por los derechos civiles y escribió libros muy polémicos, aunque también sus memorias de infancia en Hons and Rebels. Y yo entiendo que sea muy admirable y es cierto que era divertidísima (como todas las hermanas, por otra parte, que tenían un don para los juegos de palabras) pero, después de oír hablar tanto y tan bien sobre ella, me esperaba más. No sé si por la forma en que se cuenta en la biografía o por qué, hay bastantes veces en que me parece de esas personas que, al luchar por las grandes causas, se olvidan de las pequeñas, en las que resultan un tanto mezquinas y egoístas. Pero no les haré ascos a sus cartas, ya en la estantería, a ver si cambio de opinión.

- Deborah (Debo) Mitford (1920 - ): Muy conocida, sobre todo en los últimos tiempos, por ser la dueña y señora (duquesa) del famoso Chatsworth (el Pemberley del señor Darcy en la adaptación de Orgullo y prejuicio en la que sale Keira Knightley). Muy discreta siempre, pero tan brillante como el resto, tuvo la suerte de que sus padres, al ser la pequeña, ya no fueron tan estrictos como con las demás y la mala suerte de vivir acontecimientos familiares tan dramáticos muy de cerca como la fuga de Decca, la separación de sus padres, el matrimonio de Diana con Mosley, el intento de suicidio de Unity... Es la única Mitford que queda y siempre se lleva muchas alabanzas por su buen trabajo en Chatsworth, que cuando su marido lo heredó necesitaba reformas y era más bien deficitario y que ahora es una de las empresas de más éxito de Inglaterra. En el libro, pese a haber colaborado también con la autora, pasa desapercibida de forma similar a la de Nancy, quizá porque su vida ha sido, dentro de lo señorial de todo, más discreta y un poco más tranquila que la de sus hermanas. Otra de mis favoritas.

De Tom, el único chico, se puede decir que tuvo la diplomacia necesaria para siempre llevarse bien con todas (y es que siempre había pequeñas peleas entre las hermanas que tarde o temprano se solucionaban, excepto por Decca y su rechazo a Unity y, sobre todo, a Diana). Tenía cierta simpatía por los alemanes y, en la etapa final de la guerra, prefirió irse a luchar al este que no luchar directamente contra los alemanes, le salió muy caro y perdió allí la vida.

Y es que la guerra dejó secuelas irreparables: diferencias irreconciliables entre hermanas, un hijo muerto y la separación de los padres. Sydney había quedado prendada por Hitler y su Alemania y David, quie sin ser idéntico, sí que era similar al tío Matthew de las novelas de Nancy, a pesar de haber caído también inicialmente, renegó en cuanto la guerra se vio venir. Sydney nunca, así que se separaron.

Tengo libros de cartas, biográficos y de ficción pendientes en la estantería y, desde luego, esta biografía me ha dado muchas ganas de saber y leer más. Y es que, pese a todo lo que decía al principio, engancha como una novela policiaca, siempre deseando saber quién se meterá en qué lío.

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